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Diego J. Vera Jurado
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Autores
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Fernando Arcas Cubero
Josefa Carmona Rodríguez
Rafael Reinoso Bellido
José Mª Ruiz Povedano
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b arrio obr E ro américa .
E l olvi D o DE la ciu Da D
Diego J. Vera Jurado
Catedrático de Derecho administrativo Universidad de Málaga
Cuando el Presidente de la Sociedad Económica de Amigos de País tuvo la amabilidad de invitarme a participar en este libro colectivo, me vino a la memoria mi visita a la exposición sobre el Barrio Obrero América . Contemplando aquellas viejas fotos, documentos y planos me reiteré en la idea de que olvidamos a la ciudad con mucha facilidad. No tenemos especial interés en obtener algún aprendizaje del pasado, ni de incorporar al fondo de armario colectivo todo aquello que ha sido parte de nuestra historia y que, en su caso, debería servir para diseñar el futuro. Me preguntaba, observando los expositores y materiales allí expuesto y ante el riesgo de olvidar, ¿dónde habrá que acudir para diseñar los modelos de la urbs?, ¿dónde encontraremos el material genético de la civitas ?, incluso me llegué a preguntar con cierto cinismo, ¿cómo sabremos diferenciar lo estructural de lo improvisado, la piedra del cartón piedra, la ciudad del parque temático o la franquicia?.
En efecto, «es tan corto el amor, y tan largo el olvido». Es un poema de Pablo Neruda, pero podría ser un resumen del proceder de las sociedades modernas. La memoria colectiva es cambiante, incluso destructiva en algunos casos, y no es infrecuente que tenga un recuerdo parcial o nulo de los acontecimientos pasados. Y ello ocurre tanto en lo local como en lo global. Se genera con este actuar una deficiente interpretación del mundo que habitamos (local o global, es igual), impidiendo diferenciar lo que es novedad y lo que es repetición, lo que trae causa del pasado o lo que verdaderamente surge sin previos antecedentes. Las ciudades y los colectivos que las habitan creen, en muchas ocasiones, estar viviendo escenarios inéditos cuando realmente están reincidiendo en algo ya ocurrido. Probablemente haya sido éste un fenómeno reiterado a través de la historia, pero agudizado sin duda en tiempos recientes en eso que Zygmunt Bauman llamó la modernidad liquida en la que las realidades sólidas han dado paso a un mundo más precario, inmediato, provisional, ansioso de novedades y, con frecuencia, agotador. Un mundo en el que nada de lo ocurrido tiene relevancia, y lo nuevo es lo único relevante. Es un error básico omitir la historia como elemento de interpretación y de cambio, pero se yerra especialmente cuando esta omisión se refiere a la ciudad. Si a la historia no se le da un sentido de contemporaneidad, no serviría más que para la rememoración del pasado, a veces de manera inútil, a veces por erudición presuntuosa, y las más como simple propaganda. No, la historia tiene una utilidad eminentemente práctica para comprender el presente y enfrentar con cierto éxito el futuro. La ciudad es ciudad, entre otras cosas, porque se recuerda, se piensa, se interpreta, se corrige. No nos cabe duda que el esquema de la no ciudad, donde habitará el hombre poshistórico aprisionado y obediente, del que habla Lewis Mumford , tiene como primer y perverso objetivo olvidar la ciudad.
Recordaba también, en este trasiego de ideas y sensaciones, que el barrio «América» aparece en un periodo singular de la historia de Málaga. En detalle, en los últimos momentos de una época de esplendor que iría matizando y reduciendo su fulgor hasta que caer en el letargo, sino en el olvido, en las décadas venideras. Sin duda, Málaga es una ciudad cuya historia necesita ser entendida en una clave que transcurre desde finales del siglo xviii, siglo xix y primer tercio del siglo xx. Se ha llegado a decir que el siglo xix es el siglo más largo, se inicia en la década de 1770 y concluye ciento cincuenta años después, en los primeros años de la década de 1920 . En este periodo Málaga representa un caso singular en el panorama de la primera industrialización en Andalucía y en España. En 1850 figuraba como la segunda ciudad industrial española, a continuación de Barcelona, y la primera andaluza. Una posición que se basó en el temprano desarrollo de sectores de vanguardia de la moderna industrialización (metalurgia, textil y química), junto con el progreso de otros sectores más tradicionales, relacionados con la producción agrícola (vinos, azúcar..). Esta expansión industrial de carácter innovador alcanzaría sus cotas más altas a comienzos de la década de 1860 para declinar luego y experimentar un profundo reajuste desde comienzos del siglo xx. Málaga, en este escenario, llegó a contar con el segundo puerto comercial más importante del país en el siglo xix y sus transacciones comerciales portuarias llegaron a liderar el tráfico con América. No obstante, a pesar de la contundencia de este periodo, mucho de ello también se ha olvidado. Sorprende a muchos saber de una ciudad de comercio de ultramar; de su brillo social, urbanístico y cultural; de su atmósfera portuaria y respirable. El Barrio Obrero América es, de alguna manera, el colofón de un periodo y la muestra de los cambios de ciclo de las ciudades y de sus ciudadanos. Un ejemplo, en otras palabras, de cómo se puede estar en lo más alto para posteriormente quedar diluida en el olvido.
En este contexto histórico, el barrio «América» es, además, una explicación de personajes y de liderazgos, una puesta en escena con nombres y apellidos no siempre bien dimensionados: Pedro Gómez Chaix, Moreno Monroy, Daniel Rubio, Fernando Guerrero Strachan. También, sin duda, de instituciones y de colectivos: Sociedad Económica de Amigos del País, Junta de Patronato para la Construcción de Casas para Obreros, consulados y prensa.
Y con ellos hay que recordar que el Barrio Obrero América es a la vez un fenómeno urbanístico. A lo largo del siglo xix y durante la primera mitad del xx se fueron creando ideas destinadas a la resolución de la ciudad y, a la vez, el del grave problema de la vivienda, especialmente de la vivienda obrera y popular. A la postre, un fenómeno estructural de carencias y dificultades, incorregibles muchas de ellas. Los problemas de la ordenación urbana y la vivienda se repiten ahora y siempre. Y aunque pudiera parecer que son fenómenos de nuestro tiempo, de nuestro siglo xxi, no lo son. Probablemente con el paso del tiempo hayan tenido manifestaciones diferentes, pero las causas son siempre muy parecidas. Puede sonar a tópico a fuerza de repetirla, pero es una idea certera, en tanto nos coloca ante una cuestión clave: la vivienda es un problema estructural y continuará siéndolo con los sistemas de administración y gestión del suelo que nos hemos dotado desde el siglo xix hasta nuestros días. Es seguro que los problemas no son ahora los mismos que en 1907, pero es seguro también que los argumentos de base son muy similares y continúan teniendo relación directa con la gestión del suelo y la especulación. Cambian las fechas, las cifras y algunos detalles, pero muchas de las cuestiones permanecen o se agravan, porque las medidas que se proponen para corregir los desequilibrios continúan siendo insuficientes.
La riá de 1907 y el Barrio Obrero América marcaron la memoria de todos los habitantes de Málaga y el eco en los medios de comunicación de la época permite conocer cómo se gestaron estos socorros y nos enlaza con la memoria que todavía se conserva en las calles de la ciudad. En efecto, el Barrio Obrero América es de manera destacada una experiencia de solidaridad recibida, en la que se advierten las diferentes direcciones de la fraternidad. Ayudar o ser ayudado son roles que se intercambia y cambian a través de la historia con suma facilidad. Pensar que se está en una posición de auxiliador y nunca de auxiliado es un grave error de planteamiento. Honduras, Argentina, Cuba, Estados Unidos, entre otros, encabezaron una larga lista de ayudas del otro lado del Atlántico, de reacción casi inmediata, que no debemos olvidar, de amores de ida y vuelta.
No mucho más puede decir, salvo agradecer a los autores de esta obra sus aportaciones inestimables, conocimiento y gentileza. Ellos darán las claves para entender este episodio, pero también para comprender las causas y los efectos. Los trabajos de Alfredo Rubio, Luis Pérez Frías, Fernado Arcas, Lucia Reigal, Pepi Carmona, Rafael Reinosa y José María Ruiz Povedano nos ofrecen una visión directa, también lateral, del barrio «América». A la Sociedad Económica de Amigos del País, en la persona de mi querido amigo José María Ruiz Povedano, y al Instituto de Investigaciones Jurídicas de Gobernanza y Territorio de la Universidad de Málaga que con este trabajo intentan hacer ciudad, ciudadanos y, de alguna manera, reparar olvidos.
Sería oportuno que Málaga, algo ensimismada, reconocida y recomendada, no olvidara en este momento —dorado, dicen algunos— los éxitos y los fraca- sos, aquello que es nuevo y aquello que se vuelve a repetir. En definitiva, sería relevante y oportuno que la ciudad no olvidara a la ciudad, que Málaga recordara a Málaga.