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2.2 La juventud vista como expresión cultural
from La cultura juvenil en las universidades de AUSJAL
by Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús
En el caso particular de los jóvenes, la cultura que los caracteriza puede ser vista como una etapa preparatoria, adaptativa, exploratoria, transitoria y sujeta a otras culturas dominantes o en su defecto más estáticas (Ramírez, 2008). La noción de cultura juvenil, según Feixa (1998), es vista como una subcultura en tanto manifiesta relaciones de subordinación con otros modos de vida cultural establecidos. En este contexto, algunas posturas aducen que las culturas juveniles constituyen solo un estadio en la cadena de consolidación de las culturas dominantes.
Las culturas juveniles se nutren con los códigos que ofrecen otros modos generacionales más estables. Difícilmente se puede concebir modelos inéditos de cultura juvenil. Siempre encontraremos modos de expresión, esperanzas compartidas, compatibilidad en las modas, ideales políticos, creencias religiosas, entre otras cosas. La condición transitoria de esta cultura proviene de la escuela, del ejército, de la iglesia, de los sistemas de producción que hacen difícil su afianzamiento. Por otra parte, tenemos la verticalidad propia de culturas parentales en las que los rasgos étnicos, lengua, familia, sexo son ineludibles e influyen en el modo de ser de los jóvenes (Feixa, 1998)
Sin embargo, a pesar de coexistir estilos juveniles heterogéneos, resulta significativo que algunas características se tornen recurrentes definiendo así una serie de rasgos que van más allá de una generación en particular. Pocos son los estilos que van dejando huellas descriptoras de un modo de vivir culturalmente reconocido. Una de las características más emblemáticas de la cultura juvenil es la admiración por los cambios y la lozanía ante lo novedoso.
Sin embargo, es la novedad lo que da carta de naturaleza a las culturas juveniles (a diferencia de las culturas populares, que pueden definirse como “rebeldes en defensa de la tradición”: las
culturas juveniles aparecen a menudo como “rebelde en defensa de la innovación”). Por ello es posible analizarlas como una metáfora de los procesos de transición cultural, la imagen condensada de una sociedad cambiante en términos de sus formas de vida, régimen político y valores básicos” (Feixa, 1998, p. 89).
Es por ello que la juventud encierra una variedad de apreciaciones asociadas a los enfoques disciplinarios, entre los que se encuentran la antropología, la educación, la psicología, la sociología, la política, la salud y recientemente los llamados estudios culturales. La trayectoria de los estudios sobre jóvenes se circunscribe, grosso modo, al siglo XX, (García, 2008), en el que se observa la necesidad de aceptar la existencia de un nuevo actor social, con características especiales, que demanda su espacio en un mundo cada vez más complejo y global.
Las ciencias sociales destacan el carácter histórico y socialmente construido de la categoría “juventud”; es decir, la han visto “como una etapa particular del desarrollo individual, moldeada por el conjunto de instituciones y normas que organizan el tránsito de la infancia a la edad adulta” (Arango, 2004, p. 314). Dichas instituciones varían de una cultura a otra y se encuentran relacionadas con el género, la clase social, la raza y la etnia. La institución escolar se ha convertido en la principal institución reguladora de la inserción de los jóvenes en la estructura social y la configuración del sujeto joven ha estado muy estrechamente influida por los procesos educativos.
En principio, la juventud está asociada a un rango de edad, que generalmente se ubica entre los 15 y los 24 años (Convención Iberoamericana de Derechos de la Juventud, 2005). No obstante, este rango puede variar en los distintos países y según las diferentes políticas públicas. Actualmente se consideran insuficientes las delimitaciones biológicas como la edad para caracterizar al joven. Tampoco la idea de transición de la madurez biológica a la madurez social como “moratoria social”, en la cual se goza del privilegio de dedicarse a los estudios y postergar los desempeños propios de los adultos (Margulis y Urresti, 1998), resulta del todo satisfactoria.
Algunos estudios de la vida universitaria muestran que “la narrativa que persiste en las significaciones imaginarias sociales de la mayoría de los profesores y profesoras ven al estudiante o a la estudiante como alguien que carece de los conocimientos y capacidades necesarias para desempeñar una labor productiva en la sociedad. Por eso, la sociedad debe otorgarle un plazo para que logre el objetivo de convertirse en alguien que pueda desempeñar eficientemente la función para la cual le fue concedida dicha moratoria” (Murcia, 2009, p. 254).
Desde el ámbito más amplio de los estudios culturales, “la condición de juventud indica, en la sociedad actual, una manera particular de estar en la vida: potencialidades, aspiraciones, requisitos, modalidades éticas y estéticas, lenguajes” (Martin-Barbero, 1998, p. 4). Existen múltiples maneras de ser joven tomando en cuenta la generación, el estrato socio económico, la localización geográfica, el género y las micro-culturas grupales.
Por lo tanto, los estudios sobre la juventud han reconocido la complejidad que conlleva esta categoría, en sus múltiples expresiones sociales y culturales. Particularmente, desde una mirada latinoamericana, se ha avanzado en las definiciones fundadas en las condiciones históricas concretas de los jóvenes en sociedades específicas:
Así podemos entender que “juventud” es una categoría sujeta a las distintas condiciones, sociales y subjetivas, por las que atraviesan las sociedades y personas. Y que, además, estas vivencias concretas corresponden a categorías simbólicas respecto de ciertos “modelos de ser joven” que las sociedades crean (Zúñiga, 2005, s/p).
Se considera que distintos elementos, y no solo los límites de edad, contribuyen a darle sentido y especificidad a la condición de juventud. Estos elementos tienen que ver, como lo señala Reguillo (2003), con el contexto; por ejemplo, con la organización productiva de la sociedad y su modelo económico imperante, la globalización, las ofertas ideológicas,