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Coyuntura política del 2007 El despojo y la represión como escenario para la lucha anticapitalista Marcelo Sandoval Vargas Rafael Sandoval Álvarez Roció Salcido Serrano Julio del 2007 Al iniciar el año 2007 se pudo sentir la intensificación de la crisis del sistema político; es decir, de las instituciones del régimen mexicano, del sistema electoral, del sistema de gobierno y del sistema de partidos, todo lo cual había garantizado la explotación y dominación de una clase social, la llamada burguesía capitalista, sobre los trabajadores de la ciudad, el campo y el mar. El aspecto que considero necesario resaltar es cómo esta crisis resulta de llegar al límite de obligar a la mayoría de los mexicanos a pasar hambre, a sufrir de enfermedades curables, a ser objeto de muerte por vivir en condiciones de miseria y además desatar una ofensiva violenta para despojar de su tierra y sus recursos naturales a millones de indígenas, campesinos y pescadores, rompiendo sus formas de vida cotidiana y comunitaria. La razón que sustenta esta política es la acumulación de capital, la ganancia, el dinero, no importa el costo ni la perdida de seres humanos ni la destrucción de la naturaleza. Los capitalistas saben que esto conlleva riesgos pero están dispuestos a todo con tal de satisfacer sus perversos deseos de acumulación que sólo muestra su incapacidad de satisfacer sus necesidades en forma sana; o pensemos para que le sirve a los capitalistas acumular cientos o miles de millones de pesos. Qué razón se encuentra en explotar el trabajo de los demás para acumular riqueza, en explotar hasta destruir la naturaleza para acumular dinero. Tendrá disculpa dejar en la miseria a millones de seres humanos sólo por el placer perverso de acumular y acumular. Raúl Páramo en su nuevo libro El psicoanálisis y lo social, sostiene que existe una “psicopatología de la avaricia” que representa a nivel microsocial, individual, el alma del sistema capitalista. Seguramente el hecho de ilusionarse con sustituir la felicidad y la seguridad personal con la acumulación de dinero puede ser una idea generalizada gracias a la perversidad de la educación impuesta por la misma burguesía capitalista durante cientos de años, y con ello personas que justifiquen a los explotadores y al propio sistema capitalista y hasta aspirar a ser como ellos. Por esta cuestión es que no es suficiente sólo combatir a los capitalistas, no es suficiente luchar contra la explotación y la dominación, no es suficiente hacer la defensa de la tierra y el territorio;

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también es necesario construir una forma diferente de relaciones sociales donde se inhiba el poder sobre los otros y la enajenación del trabajo. Es decir, una forma diferente de hacer política, de mandarobedeciendo, de producir, de comunicación, pues el capitalismo produce la relación de dominación y al mismo tiempo la mentalidad que la justifica y legaliza. Es imprescindible construir relaciones sociales con base en la satisfacción de las necesidades y el respeto a las diferencias de los sujetos, por ejemplo la diversidad de culturas de los más de sesenta pueblos que habitan el territorio mexicano desde hace miles de años; es indispensable construir la democracia y gobierno en formas de autogobierno y servicio a la comunidad; será ineludible el cambio en la relación con la naturaleza. Al iniciar 2007 también se puede observar, si se aprende a mirar diferente, a miles de colectivos, organizaciones y pueblos que luchan por la defensa de sus bosques y aguas, por la defensa de la tierra y su cultura, por educación, salud y servicios públicos en las ciudades, pero que al mismo tiempo están reconstruyendo el tejido social comunitario que el capitalismo a desgarrado. Se empieza a mirar cómo se entrelazan y constituyen redes de saberes locales y solidaridad. Se está prescindiendo de los medios de comunicación de las empresas privadas; surge por todas partes radios comunitarias, medios impresos y muchas formas de comunicación alternativas, como las electrónicos. Se está superando el aislamiento que caracterizaba a los movimientos sociales y se crece la cantidad de personas involucradas en la resistencia anticapitalista. Eso mismo obliga a organizarse de otra manera, experimentando la autonomía. Hay entidades donde podemos afirmar que son grandes porciones de la sociedad en movimiento las que están superando los límites que representa el Estado como aparato de control y disciplina acorde con los intereses de la clase capitalista. Además de los movimientos de la sociedad políticamente anticapitalistas, también existen porciones grandes de la sociedad en movimiento que podríamos llamar económicamente anticapitalistas, culturalmente anticapitalistas, que subvierten el orden y la legalidad impuesta por mercado y el Estado. Las sociedades en movimiento, como las denomina Raúl Zibechi en su libro Dispersar el poder, tienen un “núcleo” duro, la familia; pues son las familias como tales las que están dando la base para resistir y construir en los movimientos sociales anticapitalistas. En México, los zapatistas de Chiapas o los “appistas” de Oaxaca; en Brasil, los “Sin Tierra”; En Argentina, las asambleas barriales y los piqueteros, así como los cientos de fabricas tomadas y funcionando ya por varios años de manera autónoma y en poder de los trabajadores; en Bolivia las comunidades y barrios organizados en asambleas vecinales;

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En Venezuela, las redes que atraviesan todas las ciudades y comunidades rurales constituidas por cientos de miles de familias; son sólo ejemplos en los que se puede apreciar cómo las familias son ese núcleo duro que sostiene a dichos pueblos y comunidades en movimientos. Sociedades en Movimiento es otra forma en que se organiza la resistencia anticapitalista. Estamos haciendo referencia a millones de personas que están en los limites o al margen del sistema capitalista, contra y más allá, como ha sucedido en la historia cuando está dándose el cambio a una nueva sociedad. Por todas partes, en todo tipo de espacios y lugares, se está dando un debate sobre el quehacer político ante la situación de crisis del sistema político y la urgencia de enfrentar la represión que el Estado está generalizando como respuesta a la protesta y a la defensa que los trabajadores del campo y la ciudad, los pueblos indios, las mujeres y los jóvenes realizan de su derecho a vivir dignamente. Al mismo tiempo de la explotación del trabajo y el saqueo respecto de los recursos naturales de la tierra y el mar que los capitalistas llevan a cabo, protegidos por militares y policías, ahora se acumula el peso que representa sufrir el desprecio y la represión por defender el derecho a una vida digna. Este es el significado que ha tenido la lucha oaxaqueña y otras como la de los pueblos indios y de las mujeres por ser reconocidos como sujetos. El sometimiento al trabajo precario y flexible se manifiesta negando todo tipo de derechos: seguridad en el empleo, servicios médicos, vivienda propia, jubilación y pensión, de un salario digno, por mencionar lo más evidente. Se impone un régimen laboral que revive las condiciones de vida que hace cien años propiciaron revoluciones en todo el planeta. Obviamente a los capitalistas no les importa nadie ni nada sino acumular riqueza, ni siquiera le importan las personas como recursos humanos de los que, por cierto, no puede prescindir. Acudir al uso de la fuerza militar y policíaca para garantizar la explotación del trabajo, el saqueo los recursos de la tierra y el mar, el desprecio y la represión extendida a todas las sociedades y pueblos del país, da cuenta del grave deterioro y pudrición en que se encuentran los grupos del poder y el dinero, que ante su incapacidad para generar condiciones favorables para la reproducción de la vida pero muy capaces para el saqueo, despojo, robo, recurren a una añeja práctica en los gobiernos mexicanos, la “mano dura”. Se están generando condiciones de crisis terminal para el sistema político que ha dominado durante los últimos ciento cincuenta años. El sistema político capitalista se está cerrando posibilidades para reproducirse. Por supuesto, no se caerá por sí mismo, es imprescindible

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que surja una fuerza anticapitalista que empuje su caída y, sobretodo, asegure que no se pueda reconstituir, porque en el capitalismo los de abajo no tienen futuro. El debate político está dándose sobre dos perspectivas, una, si se trata de luchar para tomar el poder y el control del aparato del Estado, es decir, para quitar a los que están y ponerse otros ahí mismo, y otra, si ello es también contribuir a reproducir las relaciones sociales capitalistas y por tanto, se trata más bien de construir la autonomía y el autogobierno y, en esta lógica cada vez más sociedades en movimiento se desentienden de los partidos políticos y de la disputa por el poder, afirmándose en procesos de construcción de formas autonómicas para resolver sus necesidades de producción, alimentación, salud, educación y comunicación, porque está quedando claro que por parte del Estado nada de eso se puede esperar dado el sometimiento de los gobernantes a los dictados de los grandes capitales. Se demuestra en la práctica lo superfluo de sostener líderes y vanguardias partidistas, el peso innecesario de mantener un aparato estatal que sirve principalmente para pagar a gobernantes, policías y militares que reprimen a la población cuando ésta exige se respete su vida y su dignidad. Por su parte, la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca no ha dejado de moverse mostrando que no están derrotados y que el repliegue ha sido necesario ante la brutal represión, lo que significa que sigue la lucha no sólo por derribar al gobernador espurio Ulises Ruiz, sino por consolidar sus formas de autogobierno y autogestión en sus relaciones sociales cotidianas, es decir, su lucha anticapitalista. 1. La nueva guerra de conquista que advirtieron los zapatistas. En los últimos meses se ha mostrado en las páginas de los diarios del país, la extensión y brutalidad del despojo de los territorios de las comunidades ejidales e indígenas por parte de los señores del capital y sus empleados, los burócratas de los gobiernos de todos los colores, en Jalisco, algunos ejemplos son: Cihuatlán, Mezcala, en el municipio de Poncitlán, Tomatlán, Paramán-Xola, en el municipio de Tomatlán, Chalacatepec, aledaña a la zona de reserva y sitio de refugio para tortugas marinas, el playón de Mismaloya, la reserva de la biosfera Chamela-Cuixmala, en el municipio de La Huerta, entre otros. La modalidad de la nueva guerra de conquista y colonización no le pide nada a la que hace quinientos años llevaron a cabo los españoles, más aún, los nuevos invasores se caracterizan por su desprecio racial y clasista de manera que tratan a indígenas y campesinos ejidatarios como si no fueran seres humanos que, si antes se les negó esta condición por no estar evangelizados, ahora es porque no se han subido al tren del progreso.

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La guerra a la que me refiero es como toda guerra ha sido, para explotar a los seres humanos, para fragmentar el tejido social e imponer condiciones de vida que les permita despojarlos de su territorio, apoderarse de sus recursos naturales y someter a sus habitantes a las condiciones de explotación laboral y de control social y como sostiene el SCI Marcos “es en sentido estricto, una nueva guerra de conquista. La IV Guerra Mundial, una guerra en todas partes, en todo momento, de todas las formas. La más mundial de las guerras, donde el mercado convierte en mercancías bienes que antes eran ignorados o permanecían fuera del circuito mercantil”. El nombre bajo el que atacan los capitalistas está en las 53 empresas transnacionales con sede en Estados Unidos (Coca cola, Wall Mart, Ford, General Motors, HSBC, Monsanto, por ejemplo) que obtienen cuarenta por ciento de las ganancias a nivel mundial y junto con otras ciento noventa y tres empresas que tienen su sede en Japón, Alemania, Francia, Inglaterra, Italia, los Países Bajos, Suiza y Corea del Sur, obtienen más del noventa por ciento de las ganancias mundiales (225 mil millones de dólares de los 250 mil millones que fueron las ganancias mundiales en 1997, para ponerlo en datos que se conocen oficialmente). Esta guerra ha sido más cruenta que la primera y la segunda guerras mundiales juntas, ejemplo de ello es que el uso de las armas principales ha cambiado. Armas como las bombas y fusiles de asalto las dejan para ciertos sectores que resisten de manera violenta a sus incursiones y ataques, se ha usado otras, más devastadoras, que logra mayor cantidad muertos y heridos, aunque su efectividad es un poco más lenta: el hambre, las enfermedades curables, la contaminación del ambiente, el despojo de su tierra y agua, sólo por poner algunos ejemplos. Para los nuevos colonizadores la prioridad es apropiarse de las tierras y los recursos naturales, sin siquiera convertir a los originarios y ancestrales dueños en peones acasillados como en las antiguas haciendas, pues se dan el lujo de prescindir de su trabajo ya que, en la nueva división social del trabajo y los territorios del planeta, Jalisco ha sido escogido como lugar para montar sus mansiones de descanso y recreación. A los campesinos e indígenas que resistan la invasión les depara la muerte, la cárcel, la represión del Estado. A los que se sometan sin más, les ofrecen las tareas de limpieza, jardinería, cocina y demás tareas domésticas. El desmantelamiento, fragmentación y despoblamiento de los territorios que por miles de años han preservando su riqueza y biodiversidad, gracias a la forma de convivencia que tiene con la naturaleza sus habitantes originarios, es parte de la estrategia utilizada para garantizar su repoblamiento, ahora por lujosos fraccionamientos y barcos.

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Los encargados de realizar el despojo y la represión de quienes resistan a la colonización, ya estaban designados y fueron puestos a competir en el juego fraudulento de las elecciones, invento del liberalismo para legalizar la imposición de gobernantes con supuesta representación popular. Los nuevos gobiernos neoliberales, están aplicando un modelo neocolonial (más que neofascista, que es un término que empiezan a usar los académicos restauradores del liberalismo para referirse a los gobiernos de la derecha panista), que el EZLN ha caracterizado como la cuarta guerra mundial, es decir más apegado a las practicas de los colonizadores que llegaron en 1521 para despojar y saquear, que a la del modelo de la segunda guerra mundial en el que los capitalistas utilizaron como vanguardia al fascismo, para detener el avance del llamado socialismo realmente existente y para reconfigurar la posesión de territorios entre los imperios de entonces, que luego tuvo que modificar ante la resistencia de los pueblos. En este modelo neocolonial se pretende retomar la vieja ilusión de las pequeñas elites de criollos y mestizos que ambicionaban la independencia de la madre patria, de los reyes de España, para quedarse con toda la riqueza y los nuevos esclavos que habían “descubierto” en este “nuevo” continente. Sólo que ahora, después de poco más de quinientos años de colonización capitalista, con la intensión de no separarse del imperio que representa su “madre patria”, las trasnacionales del gran capital que tienen sus oficinas centrales asentadas en las grandes urbes del norte de América y de Europa. Así, en el modelo neocolonial de la cuarta guerra mundial contra la humanidad, está previsto el 1) despojo de territorios y la represión para los pueblos originarios que los han habitado por miles de años, 2) la privatización total, sin dejar siquiera una mínima área de reserva para los despojados, como lo hicieran en la invasión de territorios de Norteamérica, y 3) el desmantelamiento del Estado-nación que hasta hace poco regulaba las relaciones sociales de dominación contra la humanidad, como entre los propios sectores capitalistas. En Jalisco se ensaya una forma particular de nueva encomienda e imposición de feudos resguardados por la ley y el gobierno impuestos. Los empresarios capitalistas de diferentes magnitudes ordenan a los gobiernos estatales y municipales abandonar sus funciones de administradores de lo público, se inventan disputas de territorios y definición de los límites estatales, como es el caso de Jalisco y Colima, en el que los gobernadores respectivos, contribuyendo al despojo de tierras. El 19 de mayo se consigna en las páginas de La Jornada Jalisco, una perla invaluable de la política que los operadores del capital llevan a

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cabo: “El Gobernador de Jalisco reconoció que en el municipio de Cihuatlán existe la intención de desarrollar 500 espacios habitacionales turísticos, los cuales, por licencia de construcción podrían generar en los próximos dos años una cantidad de dinero que lograría que el gobierno del estado no invierta 20 millones de pesos para apoyar el presupuesto de ese Ayuntamiento tras la creación de una asociación intermunicipal que administrará anualmente –primero Cihuatlán, después Manzanillo– el territorio en litigio entre los estados de Jalisco y Colima... El gobernador confió en que lograr concretar los proyectos turísticos de que hablaba podría resolver el problema económico de Cihuatlán”, es decir, propiciar condiciones “legales” para que directamente los capataces y dineros de los nuevos hacendados se hagan cargo de administrar el territorio conquistado para convertirlo “en hoteles y villas de lujo en medio de santuarios naturales de enorme biodiversidad”, como constata la nota periodística mencionada. Se les olvida a los burócratas, déspotas ignorantes, que este modelo fue aplicado en los años setentas y ochentas en el sureste mexicano, orillando a los pueblos mayas a refugiarse en el rincón más inhóspito de la selva lacandona, olvidan que de ahí surgió el embrión de lo que ahora es el movimiento más importante de autonomía y autoemancipación de los pueblos anticapitalistas, el zapatismo y que nació precisamente reivindicando la dignidad y la resistencia frente al despojo, el desprecio y la represión. Esta guerra es el escenario impuesto a la humanidad por parte del capitalismo como medio para renovarse. La globalización neoliberal en crisis tiene en la estrategia de guerra preventiva, aplicada con sus modalidades de contrainsurgencia según la localidad, su apuesta para revertir la resistencia que cientos de miles de organizaciones, comunidades, pueblos y movimientos sociales realizan por todo el planeta. En el contexto de la guerra de conquista y nueva colonización que los capitalistas mexicanos llevan a cabo, despojando de sus territorios a campesinos, indígenas, pobres de la ciudad y ahora hasta los sectores de clases medias, se ha demostrado que la única alternativa, después de probar un sin número de formas de resistencia, es la construcción de autonomía, es decir crear, o consolidar donde ya se tiene, procesos de autogobierno, autogestión y organización comunitaria. La articulación de la lucha de pueblos y comunidades indígenas y campesinos en resistencia ha permitido exitosas defensas de sus tierras y la recuperación de otras, en los últimos trece años, tomando como fecha la rebelión de los pueblos mayas de Chiapas que logró reapropiarse de los territorios de los que habían sido despojados, lo mismo ha estado ocurriendo en regiones de los estados de Oaxaca, Guerrero, Veracruz, Puebla, Jalisco y Michoacán. En todo este tiempo, la construcción de gobiernos autónomos, la autogestión de los servicios de salud, educación y producción de alimentos, es lo que les ha

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permitido defenderse y lograr que la represión no los desorganice y en buena medida hayan podido desarticular la guerra sucia del Estado. Resulta relevante reconocer cómo las nuevas formas de hacer política anticapitalista han logrado tejer la rebeldía durante estos años. Cómo se han desplegado una pluralidad de sujetos tan diversos en todo el país y que se identifican como parte del esfuerzo por crear un nuevo México. La resistencia y la autonomía, como forma de hacer política, ha generado iniciativas políticas y organizativas en las localidades y desde la cotidianidad de los pueblos y barrios del campo y la ciudad. Esto y el reconocimiento de las diferencias es el punto de partida que articula las luchas y movimientos de resistencia para enfrentar la estrategia colonialista de despojo y represión que los burócratas gubernamentales ha implementado de manera brutal. Resulta significativo que al igual que a fines del siglo XIX y principios del XX, cuando la naciente burguesía mexicana se aprestaba a configurar su proyecto de Estado-nación (en el territorio al que quedaría reducida la geografía del México del siglo XX, después de que la clase dominante entregara más de la mitad del territorio donde habitaban los mexicanos se “anexara” a los Estados Unidos de América), hoy a principios del siglo XX, lo que queda de burguesía mexicana también está entregando el territorio nacional, sólo que ahora, a cambio de quedarse como los gerentes de las corporaciones trasnacionales y si acaso unos cuantos como socios minoritarios. También en consecuencia, la resistencia y rebeldía de los de abajo se ha convertido en un movimiento social con capacidad de cuestionar las políticas económicas del régimen y quebrar su sistema corporativista de control social. Ante ello, la clase política dominante opto entonces por una nueva guerra de conquista. Los diferentes sujetos que se oponían al modelo neoliberal tenían claro desde 1982, año en que se dio el viraje en la clase política mexicana y asumió la dirección la fracción tecnócrata de los capitalistas, que la plataforma en la que se daría la confrontación se redimensionaba, para convertirse en mundial, donde lo global y lo local, el centro y la periferia, el adentro y el afuera, ya no serían lo mismo, ni con respecto al poder ni con respecto a la rebeldía. Así, el poder ya no estaría fijado a un solo centro, ni el Estado sería el único lugar desde donde se orquestara la dominación y el control social, y en el mismo sentido no existirían espacios geográficos exclusivos para ninguna clase social, sino que la totalidad del planeta es objeto de control y ocupación. Así, podemos observar que igual se lanzan a invadir las tierras, bosques y áreas de reserva natural protegidas en zonas rurales o urbanas, y si para ello tienen que inventar leyes que legalicen el despojo, lo hacen con el mayor cinismo, si tienen que matar y reprimir a quienes se resisten al despojo, igual lo hacen sin ninguna reserva.

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Las condiciones de vida y socialidad que trajo consigo el sistema capitalista y que exacerba su modelo neoliberal desde la década de los ochenta, están colapsadas de tal manera que la mayoría de la población tiene serios problemas para sobrevivir y sus redes de solidaridad social son objeto de ataque por las políticas tanto de asistencia social como de seguridad policiaca que opera la clase política de todos los partidos. Entre esas condiciones exacerbadas en esta etapa neoliberal, se encuentran los trabajadores que sostienen la industria, nacional y extranjera, los servicios públicos, los transportes (aéreos, marítimos y terrestres), así como los que viven del comercio informal en México son una tercera parte del total. Otra tercera parte la constituyen quienes se ubican en lo que se ha dado en llamar el trabajo flexible, es decir aquellos trabajadores que no tienen un salario, un empleo fijo, ninguna prestación social, un nulo acceso a la educación, la salud y la recreación; la otra tercera parte se encuentran en el total desempleo. Todos están acostumbrados a vivir de su trabajo, a ser asalariados y, por tanto, a estar permanentemente explotados por el capital, es decir, a ser despojados por unas cuantas personas, que constituyen la clase capitalista, de lo que su trabajo produce. Todos estos trabajadores son los seres humanos cuya vida transcurre en la sobrevivencia, viven su cotidianidad desde sus comunidades familiares, barrios y colonias en las ciudades. Estos trabajadores han tenido que conformar redes complejas de sobrevivencia y solidaridad ante la guerra que les fue declarada de manera encubierta por los dueños del capital nacional y extranjero en los últimos treinta años; es así considerando que después de haber luchado durante más de cien años porque su trabajo no les consumiera todo el día, lucha cuyos logros fueron que la jornada laboral se limitara a ocho horas, se tuviera un salario mínimo, se les garantizara un seguro de salud y que la educación para sus hijos fuera gratuita y pública, entre otras prestaciones. Así, como en toda guerra, después de haber conquistado el territorio y dominado a sus oponentes, deja una estela de cientos de miles en las calles, en el caso de México: franeleros, limpiabrisas, niños pidiendo limosna, familias sin habitación donde vivir, millones de desplazados y refugiados, en nuestro caso más de diez millones en los campos de Estados Unidos en calidad de migrantes y más de diez millones de campesinos en las zonas periféricas de las cien ciudades más grandes del país. La guerra del capital contra el trabajo ha impuesto, en los últimos treinta años, el que sólo uno de cada tres trabajadores tenga empleo precario y los otros dos estén en el desempleo y el subempleo informal; que uno de cuatro mexicanos trabaje en condiciones de explotación máxima, por ejemplo, lo que un trabajador ilegal en Estados Unidos obtiene por ocho horas laboradas, equivale a lo que un trabajador legal 9


y no migrante gana en solo una hora por realizar el mismo trabajo. También significa que para poder sobrevivir se tienen que amontonar dos o tres familias en una misma casa debido a lo costoso que resulta tener su propia vivienda. Los dueños del capital también quieren desplazar a los pueblos indios y campesinos de sus territorios para convertirlos en jardineros, sirvientas, veladores, meseros y cocineras de los “nuevos paraísos” en que convertirán sus tierras, aguas y bosques, para el turismo “de alto nivel” extranjero y nacional. El capital ha obligado, con la explotación del trabajo y la naturaleza, y el desprecio por la vida y los seres humanos, a que surja un poderoso sentimiento de libertad y dignidad; se puede observar en las rebeliones de los más pobres entre los pobres, los pueblos indios de todo el continente americano; en los lugares menos esperados, en las periferias de las grandes metrópolis de los imperios, Francia y Estados Unidos han sido ejemplares. El tiempo del trabajo contra el capital está llegando, la guerra del capital está tocando fondo. 2. La sociedad del espectáculo y la sumisión de la izquierda liberal La situación económica y política que padecemos genera condiciones para tomar conciencia respecto de la necesidad de pensar al margen de la lógica y la racionalidad de los de arriba: los capitalistas, los gobernantes, los partidos políticos, los rectores, los gerentes, los jefes, etcétera. Con todo, aún queda un buen trecho para empezar a pensar desde abajo y con los de abajo. Confrontar la política de contrainsurgencia del Estado o echar a caminar procesos de autonomía, sigue siendo una falsa disyuntiva El ánimo que genera la situación política actual es diferente según se perciba. La angustia y la desesperación se hacen presentes para quienes por primera vez sufren el desprecio de la clase política gobernante y, hasta cierto grado, el despojo en sus bienes y formas de subsistencia. En otros, los persistentemente explotados y despreciados, el ánimo es como siempre, de incertidumbre, sólo que ahora el principio esperanza que alimenta su resistencia cotidiana a la dominación se nutre de la rabia que ocasiona el exceso con el que se conducen la clase política y sus amos, los capitalistas. En todos los ámbitos sociales se puede observar este fenómeno: entre los que son desplazados de sus posiciones privilegiadas en las instituciones públicas y privadas (gobiernos, universidades, empresas privadas, partidos políticos, medios de comunicación, organizaciones no gubernamentales, etcétera), entre quienes son despojados de sus bienes y condiciones de vida (les quitan sus segundos o terceros salarios, les cobran más por los servicios de lujo de que disfrutaban, les suben los impuestos y costos de servicios públicos, los despojan de sus puestos

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de trabajo, etcétera) y entre quienes empiezan a sufrir del trato inmoral y despótico de los gobernantes que antes los utilizaban para conseguirse una cierta legitimidad. En lo que respecta a los de abajo, a la rabia se ha sumado la experiencia de lucha y rebeldía de los últimos tiempos, esto es así pues han comprobado que si se construye la autonomía en la producción y el gobierno, así como la autogestión de su vida cotidiana, se puede prescindir de los de arriba. También han comprobado que cambiar a estas formas de hacer política y de vida trae consigo una reacción violenta del Estado y ello exige ampliar la organización entre los de abajo, ya que las condiciones de confrontación son desiguales. La lucha de clases es asimétrica, es decir, los que tienen el poder y la maquina del Estado para controlar y someter, tienen condiciones favorables para dominar; y los dominados están obligados, si quieren dejar de serlo, a reconocer que desde donde viven resisten a la explotación, al despojo y a la represión. Así, los sujetos de la lucha de clases, no se pueden pensar desde las mismas posibilidades ni utilizando las mismas estrategias, pues visto en perspectiva de futuro no se lograría deshacer la forma de relación social de dominación sino sólo pasarse de un espacio a otro, de ser parte de los dominados o de los dominantes, de reproducir la forma de relación social capitalista. Esto tiene relación con lo señalado por Robert Kurtz, quien advierte que las leyes de la maquina capitalista se han internalizado universalmente, y se les acepta como norma, de tal manera que al plantearse una critica radical parece “una locura tan grande como intentar atravesar un muro en lugar de utilizar la puerta” y eso, muchos académicos y políticos de izquierda liberal, lo sienten cuando se toca el nervio de las condiciones económicas prevalentes, pues les duele que les recuerden su rendición incondicional y prefieren, desarmados teóricamente, renunciar a cualquier critica seria del mercado, del dinero y del fetichismo, arguyendo que eso es ser anticuado y hacer critica estéril. Lo anterior está íntimamente ligado a las formas de hacer política. Pues hay quien insiste en las viejas formas de hacer política, en las que al ser desplazado y despojado de los privilegios y migajas del poder y el dinero, ahora se avocan a defender pequeños espacios y un especie de indulto para conservar prerrogativas o franquicias para convertirse en los administradores-mediatizadores asistencialistas de las políticas neoliberales. La lucha de clases no se reduce al conflicto entre quienes tienen el poder y quienes quieren quitarlos para ponerse ellos, para lo cual crean partidos políticos como embriones de Estado, eso sólo significa reproducir la lógica de utilizar los mismos medios para la dominación. O sea, estaríamos en el espacio y el tiempo del poder y el Estado, nada que ver con la lucha por la emancipación social de quienes viven y

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quieren vivir del trabajo y no de los que explotan el trabajo ajeno. Esto sugiere una cuestión que se llama dignidad y que seguramente no entenderán quienes no les importa tener un comportamiento indigno con tal de conseguir manteniendo su “calidad de vida”. El agotamiento del sistema político autoritario es evidente, no lo ven quienes piensan solamente en función de su interés individual económico e ignoran la necesidad social, lo colectivo. Ese agotamiento también se puede observar en los espacios encargados de reproducir las relaciones sociales autoritarias, de tal manera que el conservadurismo y la barbarie están personificadas por quienes ocupan dichos espacios. Así lo demuestran el que el gobernador de Jalisco, los directores de los medios de comunicación masivos, los secretarios de educación y cultura, el rector de la Universidad de Guadalajara, los presidentes de los partidos políticos y los coordinadores de los poderes legislativo y judicial del Estado, sean ejemplares de la barbarie política y el conservadurismo vulgar, por más que algunos periodistas y académicos se esfuercen por destacar sus dotes, que sólo confirma el lugar desde dónde piensan éstos la realidad. Pero no se hagan ilusiones quienes están suponiendo que me refiero a los actuales funcionarios y políticos profesionales que ocupan los encargos de La Sociedad del Poder, en descargo de los anteriores, pues la temporalidad en esto no se mide con el tiempo del reloj, ni tampoco especulo en relación con otros que pudieron haber sido los escogidos, porque a final de cuentas hubieran aplicado las mismas políticas, aunque con algunas variables. Tampoco se trata de que la personalidad autoritaria solo corresponde al dictador y no a quienes nos subordinamos a él, pues con ello reproducimos la relación social dominante. Es decir, igual se cumple la función de reproducir las relaciones jerárquicas. Por supuesto que no se puede generalizar ya que la gente común está en permanente resistencia a dicha dominación, y la disputa por el poder y el dinero cada vez más representa una curiosidad digna de compasión ya que exige, en las condiciones que impone la sociedad del espectáculo y de consumo, un tipo de pobreza intelectual y emocional que no puede arraigarse en la mayoría de las personas, pues no están en condiciones de promover tal afrenta a su personalidad, aunque se empeñen. En este sentido es por demás entretenerse en renegar respecto de quienes ocupan los espacios del poder y el control de las instituciones del Estado, de lo que se trata, si lo que se quiere es pensar en otro sistema de relaciones sociales, es de dejar de hacer las existentes, y ello conlleva estar al margen de los espacios que impone el sistema político. Ya nos viéramos haciendo el ridículo exigiendo que se quiten a unos

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para poner otros iguales o semejantes en el mismo lugar que representa el poder y la dominación. 3. La no subordinación es el principio de la emancipación Con todo, se está generando un proceso, a la par que la guerra de conquista, con la iniciativa de sujetos sociales que están marcando una nueva forma de entender la política y lo político, en donde ya no dominaría la idea hegemónica de Estado y Poder, sino la de autonomía y autogobierno; con esto lo que quiero decir es que ya no sería la única idea que dominaría el por-venir. La dignidad y la rebeldía se han convertido en la base de lo que ellos llaman hacer política, donde Mandar Obedeciendo es la base de la organización y la comunidad. La potencialidad de los sujetos que luchan y resisten la ofensiva del capitalismo salvaje no depende de la reproducción o modificación de las condiciones del sistema social, ni de la estrategia de la clase dominante que ha optado por la militarización y la represión para garantizar el despojo al que están sometiendo a la población. La posibilidad de generar mejores condiciones de vida, tampoco puede estar supeditada al cambio de régimen político, pues el Estado mismo es una forma de relación social capitalista. La coyuntura que abrió la clase dominante con el gobierno autoritario y militarizado no será determinante para derrotar a quienes luchan contra la explotación, el despojo y la represión, sencillamente porque la resistencia realmente anticapitalista, aquella que se mantiene en la perspectiva de construir la autonomía y lograr la emancipación, a través de formas de hacer política no subordinadas a la figura del Estado y el poder gubernamental, tiene como horizonte de experiencia la reproducción de la vida sin la mediación de los poderes político y económico. Es decir, la coerción o coacción de la dominación no tendría de donde asirse para seguir subordinando a la gente. No hay que perder de vista que la coyuntura no hace al sujeto, sino que el despliegue de la acción del sujeto social es quien genera las coyunturas. Parte de la experiencia acumulada nos ha enseñado que la coyuntura no es totalmente absorbente, por el contrario la acción de los sujetos es lo que constituye los tiempos, escenarios, la fuerza y, todo ello en conjunto, las coyunturas, por lo que éstas serán a través de las cuales los sujetos se confronten. Es así como se puede entender que las posibilidades de unos sujetos no queden supeditadas a las de otros sujetos, más allá de la inhibición y desarticulación que puedan generar. En otras palabras, son las propias acciones y no-acciones lo que posibilita la construcción del porvenir de un sujeto. En este sentido, considero que cuando un sujeto deja de subordinarse a otro, es el principio para dejar de reproducir la relación social dominante. Entonces, un sujeto al no subordinarse ni subordinar a otro

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se encamina hacia la emancipación y construcción de autonomía. Porque no existen otra forma de romper definitivamente con las relaciones de dominio-subordinación que dejándolas de hacer. Cuestión distinta es que la lucha de clases que vivimos sea interpretada con la mirada de los sujetos que dominan y tiene como lógica de reproducción social la explotación y desprecio de la vida de los otros. Desde ahí no se pueden observar las miles de grietas que anuncian la ruptura que se está fraguando. Las grietas que causan las pequeñas luchas y resistencias anticapitalistas, y a veces grandes y visibles como en el caso del EZLN en Chiapas y la APPO en Oaxaca, pero todas ellas como siempre, serán ignoradas o subvaloradas hasta un día antes de que provoquen la gran ruptura del sistema de dominación. Qué decir de la paciente lucha anticolonialista de los comuneros de Mezcala, después de cientos de años de resistir a los caciques políticos promotores de la privatización y devastación de bosques, como el ex gobernador Alberto Cárdenas y la empresa dulcera Montes. La persistente lucha de los ejidatarios y comuneros de Manantlan al no dar su brazo a torcer a pesar de los asesinatos y acoso de la trasnacional minera Peña Colorada y el gobierno, de los indígenas Wirraritaris que en la sierra Huichola no transigen en la lucha por la recuperación de sus tierras, tantos años invadidas por ganaderos, de los nahuas del sur de Jalisco por seguir en la brega de conservar su identidad y dignidad rebelde, de la resistencia de Lupita y su familia, en el fondo de la barranca de Huentitan, para impedir la construcción de la presa de la muerte que sería Arcediano. Qué decir de la lucha de cada vez más barrios y colonias, colectivos y familias, de la Zona Metropolitana de Guadalajara por conservar la tierra, los bosques, los manantiales, los espacios de habitación sin contaminación, como es el caso de Los Colomitos, El Nixticul, Jardines del Sol, Neztipac, por mencionar solo los más visibles, frente a las corporaciones de fraccionadores como los Leaño, los Gómez Flores, los Covarrubias Valenzuela, entre otros. Qué decir de la resistencia de los que tienen por campo de trabajo la calle, obligados por el desempleo y los salarios de miseria que se pagan en las maquiladoras, comercios y otros espacios de explotación, como las trabajadoras sexuales, los vendedores ambulantes, los vendechicles, los vendeperiódicos, los vendetodo. Los trabajadores de la educación y demás instituciones estatales que se han quedado sin materia de trabajo ante la creciente privatización de los servicios públicos de salud, educación, cultura, etc. y que resisten desde su cotidianidad en sus centros de trabajo desmantelados (sin medicinas, sin material didáctico, sin maquinaria, sin infraestructura mínima para desempeñar su labor) por la clase política que obedece sin más a quienes les eligieron y pagaron sus campañas electorales, los capitalistas extranjeros y sus

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socios nacionales. Qué decir de la dignidad rebelde que significa el no ceder y seguir en la lucha después de tantos años. Qué decir de la resistencia de miles de familias de El Salto y Juanacatlan, de los pueblos y comunidades aledañas a la Laguna de Cajititlan, de Miravalle y Las Juntas (ciudad dentro de la Zona Metropolitana de Guadalajara de cientos miles de habitantes) que a costa de sus vidas, reclaman su territorio libre de contaminación provocada por industrias como la embotelladora Peñafiel, Cementos Guadalajara, Industria Petroquímica Mexicana, CIDSA, CIBA, que optan por la máxima ganancia económica, al montar sus plantas industriales en lugares donde contaminan, con sus desechos, ríos y lagunas, y con ello matan a las personas (casi trescientos casos de cáncer documentados por contaminación en estas poblaciones). Todos estos son ejemplos de que aun cuando las condiciones de vida sean estadísticamente no-vivibles, está en los sujetos la posibilidad de superponerse y superarlas, porque a esos otros que son los dueños del poder y del dinero, la vida de los trabajadores no les importa. 4. Radiografía de la resistencia. Ante el despojo y la represión fortalecer la autonomía y recuperar la memoria La construcción de autonomías y el fortalecimiento de las que ya existen, es la forma de hacer política que constituye el lugar del porvenir de un mundo diferente al capitalista, se trata de hacer del espacio territorial una construcción social a partir del ejercicio de la autonomía y la dignidad. La articulación de las resistencias constituye la construcción de lo colectivo desde la localidad y la cotidianidad de la lucha de quienes la realizan Pero como parte constituyente de esta dialéctica de rebeldía se confronta además la propia contradicción y antagonismo del sujeto que, individual y colectivamente, sigue siendo producto de la cultura capitalista pues no es un sujeto nuevo todavía aún, sino sólo empieza a negar la negación de que han sido objeto durante cientos de años de explotación, despojo y racismo. . Con todo, ser parte de una sociedad y una cultura que tiene a la dominación como cualidad principal de las relaciones en todos sus espacios y entre todos los que la constituimos, y que nos condiciona a partir de la producción social de inconsciencia que resulta de todo aquello que fue reprimido y que por ello pasa al olvido, favorece la personalidad autoritaria en sus dos representaciones, como sujeto dominante y como subordinado. Es indispensable cuestionarnos por qué en la dialéctica de la relación de dominio-resistencia sigue prevaleciendo la dominación por sobre la rebeldía en todos los ámbitos de la realidad del sujeto, preguntarse

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cómo vivir una ruptura con la propia inconsciencia cultural, histórica y psíquica. Dicho de otro modo, cómo generar una situación de autocrítica en la que se viabilice la capacidad de descarga emocional en principio, decir ya basta, ya no más, y luego admitir la presencia de aspectos de la subjetividad comunes en todas las personas, tales como el miedo, la culpa, la rivalidad, la búsqueda de prestigio, el protagonismo, que constituyen una carga de afecto que llega a bloquear los sentidos cuando es intensa. La historia de las personas-individuos que conforman sujetos colectivos en resistencia, es condicionante en tanto las experiencias pasadas son constituyentes de la forma de hacer, incluyendo las vivencias afectivas y emocionales; y hacer conciencia de ello es indispensable para las formas embrionarias de hacer política de nuevo tipo que es donde está la posibilidad de transformar el contexto sociocultural y autotransformarse. Esto es, la experiencia de como se constituyente la personalidad y la cultura, cómo la realidad psíquica y la realidad sociohistórica del sujeto es lo que hace y cómo lo hace. La posibilidad de dejar de reproducir las formas de hacer política dominantes, tienen que ver con una forma de hacer política que, a partir de la resistencia a la dominación, pueda llegar a generar formas de autonomía, autoemancipación de las personas y autogobierno de los colectivos sociales, que prescindan de relaciones de subordinación y dependencia. Precisamente, la política de represión y contención del Estado está dirigida a inhibir los procesos de construcción de autonomía y a golpear de manera brutal a quienes se insubordinan con objeto de presentar, ejemplarmente, una amenaza para quienes se atrevan a dejar de subordinarse. En este sentido, es significativo lo que dos luchadores sociales que experimentaron con muchas formas de lucha y que se encuentran presos acusados de formar parte de la lucha guerrillera, Gloria Arenas Agis y Jacobo Silva Nogales, sostengan actualmente que para vencer la represión es preciso neutralizar su mensaje de amenaza, en el sentido de que serán castigados los que se atrevan a salirse del corral o cerco capitalista de explotación y desprecio. Sostienen que es imprescindible romper el cerco de esa mentalidad liberal y conservadora de esperar que alguien vaya a salvarnos y en consecuencia esperar que un partido o un líder lleguen a dirigirnos y guiarnos por el camino de la liberación. Gloria Y Jacobo están convencidos de que el sistema capitalista no caerá por un acto heroico por parte de quienes resisten y luchan; dicen estos dos compañeros adherentes a La Otra Campaña que propicio el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, en su mensaje y propuestas al Foro Nacional Contra la Represión, realizado el diez de junio pasado que, este mundo nuevo lo tenemos que conocer, creándolo y viviéndolo para poder defenderlo y luchar por él, en el seno mismo del capitalismo.

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Ante el despojo y la violencia que el Estado está operando en todo el territorio, ante la conciencia de la necesidad de organizarse contra la represión estatal, pero ahora con la exigencia de otra forma de hacer política anticapitalista, es pertinente la conformación de un frente común, nacional, de defensa cotidiana, que inhiba y desarticule la política represiva del Estado y los caciques, en cada localidad y región del territorio mexicano, debe ser resultado de la necesidad de conciencia de los de abajo, después de décadas de haber sido objeto de explotación y desprecio, y de ser objeto de la violencia estatal en todas sus modalidades: legal, policíaca, militar, encubierta y utilizando la cárcel, la tortura y la muerte, contra quienes ofrecen resistencia al despojo y al desprecio. Lograr mantener una política y una acción concertada nacionalmente entre miles de colectivos, organizaciones y personas, que desde cada localidad y desde su cotidianidad resisten a la represión, exige además de conciencia política y conciencia histórica, el respeto y reconocimiento de lo que cada quien está haciendo por su emancipación y autonomía. Así, la solidaridad entendida como una forma de hacer política, que articule y vincule tanto a quienes se solidarizan como a quienes reciben la solidaridad, que se hermanen en el dolor que sienten en común, evitando que se convierta en un factor que desorganice a los colectivos, es decir, la solidaridad entendida como construcción de lo colectivo que, antes que dejar las tareas de construcción cotidiana de lo comunitario y la resistencia, las consolide; que no se convierta, como dice Raúl Zibechi, en una mera intervención encubierta por un discurso ideológico relacionado con "deberes", lo que degrada la solidaridad a una suerte de obligación -moral o política- que la emparenta con las culpas y la buena conciencia. Enfrentar concertadamente la represión exige reconocer que somos iguales pero diferentes y que por tanto se requiere la construcción del nosotros como lo nacional-colectivo, a partir de respetar la necesidad de solidaridad de cada quien en una forma de apoyo mutuo y desde donde cada quien está. Dejar de hacer política instrumental de solidaridad individual o intermediada por las llamadas organizaciones no gubernamentales y cualquier otra institución de profesionales del quehacer político que, al igual que los políticos profesionales de los partidos, están subordinados a quien les paga. Ya basta de paternalismo y clientelismo encubierto de buenos pastores que adoptan a los desprotegidos. La historia está llena de eso que no es más que anexionismo ideológico, como bien lo ha señalado Raúl Páramo, y sólo es otra forma de inhibir la autoemancipación. La lucha contra la represión implica la solidaridad entendida como apoyo mutuo, en el respeto de lo que cada quien necesita, pero como una forma de convencerse mutuamente de ella y vincularse en un movimiento de resistencia y rebeldía común donde el compromiso con el otro sea desde

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la base de la lucha propia, porque cómo dijeran tantas veces los zapatistas, la mejor forma de solidarizarse con nosotros es dar la lucha donde estas y que te encuentres con otros en donde están viviendo y resistiendo, de tal manera que la solidaridad se convierta en una forma de hacer política no sólo defensiva. Este diez de junio, como memoria de aquel 1971 en que militares, policías, porros y burócratas de la clase política asesinaron y encarcelaron en cruenta represión a decenas de estudiantes quienes exigían pacíficamente justicia y libertad a los asesinados y presos políticos de 1968, se dio formalidad a la iniciativa político organizativa de un frente y foro nacional contra la represión que, a decir de su convocatoria “no sólo para denunciar la represión, sino también para prevenirla… y para hacer eco, un amplificador no selectivo, sino abarcante, de la solidaridad y el apoyo mutuo; no un suplantador de organizaciones, grupos o movimientos, sino un identificador de dónde, cómo, por qué y quien opera la represión”. Es importante advertir que se presentaron decenas de testimonios y documentos que dan cuenta de la represión en todas las regiones del país y que, en principio, son cientos de colectivos y organizaciones sociales y miles de personas los que tienen la intensión de articularse en este esfuerzo organizativo, desde una perspectiva anticapitalista Al margen de realidad aparente que nos presentan los grandes medios de comunicación, al margen de la sociedad del espectáculo en la que figuran como primeros actores los déspotas (aunque desde hace algún tiempo ya no ilustrados) de la clase política, la burguesía y la elite eclesial, millones de mexicanos resisten y se organizan para enfrentar lo que podría ser el último impulso de la depredación neoliberal: saqueo y despojo del agua, la tierra, el aire, los bosques, los recursos minerales, etc. que están en los territorios indígenas y ejidales. Entre los grandes capitalistas y los burócratas gubernamentales se engañan mutuamente tratando de convencerse de que podrán despojar de lo único que les queda a las comunidades indígenas y a los pueblos campesinos, su territorio, el lugar donde sus antepasados vivieron y donde vivirán sus descendientes. Después de veinticinco años de políticas privatizadoras y de convertir el trabajo en una forma de explotación sin garantizar las mínimas condiciones para la reproducción de la vida para poder seguir trabajando; es decir, sin garantizar la vivienda, el empleo permanente, la salud y la educación, además de obligar a migrar a más de quince millones de mexicanos en busca de trabajo, todavía creen los explotadores que los indígenas y campesinos van a soportar el despojo de sus tierras sin resistirse.

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Cerca de veinticinco millones de mexicanos que habitan en el campo, han tenido que separar a su familia para poder sobrevivir, yéndose unos a Estados Unidos, otros a las grandes ciudades y otros quedándose a seguir sembrando en condiciones difíciles y a cuidar sus comunidades, porque la mayoría regresa y otros los remplazan después de que envejecen. En estos primeros meses del nuevo gobierno, se ha empezado a cumplir con las promesas que en las campañas electorales hicieron a los grandes capitales: poner a su disposición las mejores tierras en cuestión de agua, bosques y riqueza en biodiversidad, pues ante la voracidad de acumular cada vez mayor riqueza, ahora van sobre el territorio que han conservado por miles de años las comunidades indígenas. Sin embargo, ya se prepara la lucha y la resistencia de los pueblos, pues de ello depende la reproducción de su vida. Una muestra la dan las comunidades indígenas Cocas de Mezcala, Jalisco, Cucapás y Kiliguas en Baja California y los Tzotziles de Chiapas, que en estos días, dijeron ¡Ya Basta¡ y exigen respeto a la madre naturaleza y a su cultura. En territorio Coca de Mezcala, se ha decidido por la asamblea de comuneros parar la devastación que de su bosque hacen cientos de ricos que practican el deporte de motocross en pleno bosque, conocido como El Comalito, en la parte más alta de la sierra de Mezcala. Se instalo un campamento de comuneros que evitaran que se utilice como si fuera parque privado de recreación de los ricos, que cada fin de semana llenaban de motociclistas los cerros de la comunidad con la complicidad de la presidencia municipal de Poncitlán, quien además les proporcionaba ambulancia y patrullas, que pagan con sus impuestos los habitantes del municipio. Cucapas y Kiliguas, tuvieron que instalar un campamento en la comunidad indígena de El Mayor, que duró de febrero a mayo del 2007, tiempo de la temporada de pesca, para cuidar sus tierras y aguas, y evitar que el mal gobierno les impida hacer uso de los recursos en su territorio y facilitando que los ricos utilicen sus aguas para el deporte de la pesca y la caza. Así mismo, en el poblado de Huitepec Ocotal, en territorio del pueblo indio Tzotzil, en las cercanias de la ciudad de San Cristóbal en Chiapas, los zapatistas instalaron un campamento desde donde se coordinará una campaña para conservar los bosques e impedir la tala y el tráfico de maderas preciosas, así como la difusión de las leyes indígenas de protección de la naturaleza. Los pueblos y comunidades indígenas saben y sienten que si permiten la instalación de los proyectos y programas de privatización encubierta

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de la tierra, vía programas como el PROCEDE y el PROCECOM, o de supuesto desarrollo turístico o “eco-turístico”, será un golpe mortal que dará inicio a su desaparición como pueblo y cultura. En esa lógica está el impulso de la Ley indígena y la Ley de patrimonio cultural y natural en Jalisco. Con todo, los indígenas en todo el país saben que en el horizonte histórico de la reproducción de su vida está la rebelión, si no se paran a tiempo los déspotas ignorantes de la clase política y la burguesía. Los pueblos, comunidades y barrios de muchos lugares han dicho ¡ya basta¡ al mal gobierno y están conformando sus propias formas de autogobierno y experimentando otros formas de autogobierno, de producción, de educación , salud, comunicación y solidaridad y de organizar el funcionamiento de sus comunidades al margen de los gobernantes producto en su mayoría de los fraudes electorales. Sin embargo, esto no se podría entender si no reconocemos cómo fue dándose un proceso de lucha y resistencia desde muchos años atrás y cómo se configuro el embrión de las formas de organización y lucha que hoy vemos de manera evidente, antes “ocultas” en la cotidianidad y en la comunalidad de los sujetos de carne y hueso que las concibieron y las hicieron posibles. Veamos ahora algunos ejemplos en una ciudad como Guadalajara que, por ahora, aparentemente, no pasa nada (y hay quien dice que nunca pasará, haciéndose eco del discurso autoritario), pero observando con atención y respeto se puede mirar cómo y quiénes encarnan la dominación y la resistencia, es decir cómo el sistema capitalista opera y cómo se da la lucha anticapitalista. No vaya a ser que luego nos sorprenda la “aparición” de movimientos zapatistas o una Asamblea de Pueblos de Jalisco. En esta reflexión considero la idea de LUCHA y RESISTENCIA (lucha de clases dirían los clásicos) como punto de partida para pensar lo que he podido observar, porque la pretensión es revelar, quitar la mascara, dejar ver con quienes opera el sistema capitalista: una gama aparentemente dispersa de actores que despoja, explota, desprecia y reprime a quienes se oponen a sus proyectos disfrazados de progreso y defensa ecológica, y a los cuales se enfrentan los sujetos de la resistencia, desde la vida cotidiana, que es desde donde se tendrá que deshacer el capitalismo, como ya está ocurriendo en miles de espacios territoriales, comunales y barrios. El sujeto, el territorio, la lucha, la comunidad, la actualidad, la realidad, que puede mostrarse como ejemplos, entre otros, se nombra “El Comité Salvabosque del Nixticuil”. En los medios de comunicación ha logrado trascender el esfuerzo del colectivo de personas (mujeres, jóvenes, niños y hombres) que sostienen la lucha anticapitalista contra el despojo de los recursos naturales, el Bosque del Nixticuil, que pretenden privatizar

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para explotar y acumular riqueza a costa de la salud de los habitantes de la zona metropolitana de Guadalajara y de la naturaleza. La trascendencia de esta lucha no se debe a los medios de comunicación sino a la resistencia del "Comité Salvabosque" y la difusión que ha logrado hacer de la política corrupta del gobierno de Zapopan y la rapacidad de los capitalistas, sobre lo que significa perder un bosque nativo dentro de la ciudad, con una extensión de 260 hectáreas, desde la Av. Tesistan hasta la barranca del río LermaSantiago. Esta lucha, como tantas otras, ha enfrentado al sistema en todas sus extensiones: Los grandes capitales (los Leaño, el Grupo GEO, entre otros) que quieren construir parques industriales y fraccionamientos fraudulentos, el cardenal Juan Sandoval y sus Trasnacionales amigos coreanos que pretenden construir conventos de lujo, los gobernantes del ayuntamiento de Zapopan y la complicidad del Estado, los técnicos y planificadores que se encubren con sus títulos de académicos para disfrazar sus pretensiones de enriquecimiento económico, como algunos investigadores de CIESAS, el CUCBA de la Universidad de Guadalajara y el Instituto de Estudios Ambientales, que terminaron por corromper su labor para la que les paga la sociedad, así como los personeros que siendo vecinos del bosque se dejan corromper a cambio de dadivas y favores en espacios comerciales, permisos para construir cabañas “ecológicas”, descargo de pago de impuestos o promesas de recursos materiales y se prestan para agredir a las personas del “Comité Salvabosque” y oponerse a la digna lucha que sostienen, como es el caso de los comités oficiales de vecinos de las colonia El Tigre II y Los Guayabos. El “Comité Salvabosque” ha realizado foros de discusión con otros que también resisten contra la contaminación, el despojo, la destrucción de nuestra naturaleza, contra los desarrollos turísticos y la muerte por contaminación; ha participado con las luchas del Congreso Nacional Indígena, de los barrios de El Salto, acompaña a las comunidades de la rivera de Chapala que defienden su territorio y su comunidad, siguen la larga marcha de los zapatistas; y lo hacen no sólo estando junto a ellos, sino forjando desde donde son y están su propia resistencia anticapitalista. La vieja consigna de construir uno, dos, mil luchas y resistencias anticapitalistas es hoy una realidad, está dejando de ser sólo una utopía. La intensidad de la crisis del Estado y de la clase política, presenta la posibilidad de que las grietas abiertas al sistema social, por parte de los sujetos de la resistencia, se conviertan en un movimiento de insubordinación a escala nacional y en poco tiempo contar con un programa nacional de lucha que de sentido y unión a todos los negados (excluidos y explotados) por el capitalismo.

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Vale la pena dejar de ver a los de arriba, a los dominantes y asomarse a lo que desde abajo se teje y articula, aunque sea una día a la semana, capaz que, al cabo de un año, se descubren unos cuantos cientos de luchas que, como la del “Comité Salvabosque del Nixticuil”, caminan la resistencia anticapitalista y el embrión de una sociedad otra diferente. Así es que el movimiento de rebelión y resistencia, en todas sus expresiones, que lucha por justicia, democracia y libertad, tiene en la reivindicación del respeto a los derechos humanos y la lucha contra la represión una coyuntura importante, que requiere de fortalecer la organización y la articulación entre los movimientos de insubordinación que se extienden por todas partes. Particularmente se torna en urgente la necesidad de inhibir a las fuerzas represivas regulares e irregulares del Estado. La recuperación la memoria desde cada localidad y en cada organización es una necesidad, para no partir de cero en la lucha contra la represión, tanto para que no queden impunes los crímenes de la guerra sucia como para desarticular los procesos que vienen de lejos en las formas de dominación y violencia contra los pueblos y comunidades. La lucha contra la represión y en general por el respeto a los derechos humanos ha sido una constante, se ha logrado conservar la memoria sobre los acontecimientos durante el último periodo histórico del siglo XX (1968-2000) y hasta el presente. En Jalisco, se sigue exigiendo la presentación de 37 desaparecidos, que el gobierno secuestro por motivos políticos en la década de los setentas. Con todo, sigue pendiente recuperar la memoria sobre la resistencia y la rebelión de los pueblos, barrios y comunidades, pues ello da fortaleza y dignidad para salir adelante. Es una cuestión de cómo pensar la lucha, su tiempo y su espacio, desde la mirada de la rebeldía y no sólo desde la perspectiva de la dominación. Recuperar a nuestros muertos para que vivan y para no morir hoy nosotros con su muerte de entonces o de ahora, como en el caso de Oaxaca, Atenco, Lázaro Cárdenas, de todos los que no se ven, que resisten y son reprimidos, pero que los medios de comunicación no ven ni oyen, como los Pueblos Kiliwa y Cucapá de Baja California o de los pescadores de Oxcum en Yucatán. A pesar de que cada vez ha sido más difícil mantener fuera de la opinión pública las violaciones a los derechos humanos y, particularmente los hechos de represión que atentan contra la vida, los gobiernos federal, estatal y municipal, en cientos de ocasiones, han continuado con la represión, o bien avalando y encubriendo a los grupos de poder que han organizado sus propias guardias blancas, grupos paramilitares, y actos de represión contra comunidades, pueblos

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o individuos que luchan económicos y culturales.

por

sus

derechos

sociales,

políticos,

La guerra de baja intensidad sigue: miles de indígenas han tenido que desplazarse de sus lugares de origen para evitar seguir siendo acosados y asesinados, los/as luchadoras por los derechos humanos siguen siendo reprimidos y asesinados, los derechos sobre sus tierras y cultura de los indígenas son violentados y los gobiernos de todos los partidos han sido ejemplares en ello; ahí está el caso del pueblo Tzotzil de Zinacantán en Chiapas, los Seris en Isla Tiburón en Sonora o el intento del gobierno de Jalisco por decretar una ley indígena que desconoce a pueblos y comunidades indígenas enteras con objeto de darle cobertura legal al despojo de tierras comunales. Solo quien quiere hacerse ilusiones sobre una supuesta transición a la democracia no puede ver que vivimos un proceso de modernización autoritaria del régimen político. Basta ver los informes de las organizaciones que registran las violaciones de los derechos humanos, para darse cuenta de que la guerra sucia que vivimos en las décadas de los sesenta y setenta tiene desde los años ochenta y hasta principios del siglo XXI, una moderna aplicación a través de una estrategia de contrainsurgencia y guerra de baja intensidad: violación a la Constitución en sus artículos 115 y 27, en el caso de la expropiación de tierras comunales; al convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, en el caso de la ley indígena; al artículo 25 de la ley reglamentaria sobre el estado laico; al artículo 123 constitucional en el caso de la violación a los cumplimientos de salario digno, vivienda y seguridad social en general; así como en lo que respecta a los artículos de la Constitución ( el 1, 2, 6, 7, 8, 9 y 16) que garantizan la libertad de las personas y sistemáticamente son violados por todo tipo de burocracias, instituciones de seguridad e inteligencia política o grupos de seguridad privada y paramilitares. Es evidente que la estrategia de contrainsurgencia aplica la democracia político-electoral como un campo de paz controlado, para quien se acoja a sus reglas y se le aplica la fuerza militar "pacificadora" a quien decida resistir y no contentarse con el juego electoral fraudulento. No olvidemos que el uso de la violencia y la represión tiene como intención mantener la situación de ofensiva estratégica frente al pueblo. Ante esta situación resulta imprescindible ofrecer una resistencia organizada regional y nacionalmente, para lo cual se tiene que fortalecer la autonomía de los pueblos, comunidades y barrios, así como generar la información sobre lo que pasa en cada localidad. En eso el avance es importante, pues los medios de comunicación alternativos empiezan a cubrir lo que los medios oficiales y privados esconden. De ello depende la posibilidad de generar una iniciativa político-organizativa nacional que abarque no sólo la lucha contra la represión consumada, sino también contra la legitimación de políticas legales que dan cobertura a

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la propia represión y el de la constitución de aparatos represivos y el uso policiaco de los militares. Hoy la estrategia de guerra contra el pueblo de Oaxaca manifiesta las contradicciones de los grupos de poder, sin importarles la muerte de quienes enfrentan con dignidad la tiranía de los gobernantes y caciques desesperados por ver su cercana caída. Este primero de noviembre, organizaciones como la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, el EZLN y la Otra Campaña, entre otros, están convocando a una jornada nacional en la que se manifieste, de todas las maneras posibles, el repudio a la represión contra el pueblo en resistencia, a propósito de los acontecimientos represivos que suman 13 muertos y decenas de heridos a manos de pistoleros y policías de Ulises Ruiz. Epilogo. La represión también es un mecanismo del inconsciente cultural a develar Parte de esas formas subordinantes, a propósito de las impertinencias e hipocresías que por estas fechas se agudizan en los ministros de la iglesia, del Estado y de la ciencia, que por cierto cada vez cuentan con menos siervos fundamentalistas que les avalen sus prácticas y discursos de linchamiento en contra de quienes no comulgan con sus ideas, se antoja la lectura de un ensayo y tres libros de reciente publicación que ayudan a develar el fundamentalismo gubernamental y religioso que se inviste de proclamas morales, legales y científicas. Se trata del ensayo de Raúl Páramo “Alienación y psicoanálisis” publicado en el numero más reciente de la revista Cultura y Subjetividad, el libro de Raoul Vaneigem Nada es Sagrado, todo se puede decir Melusina; El sujeto y la ley. El retorno del sujeto reprimido de Franz Hinkelammert, publicado por la editorial Caminos del Centro Memorial Martin Luther King, y Seguridad, territorio, población de Michel Foucault, edición del Fondo de Cultura Económica de Argentina. Inspirado en algunas de las ideas presentadas en estos textos presento a manera de tesis algunos cuestionamientos sobre la diatriba fundamentalista que, cardenales, gobernadores y académicos utilizan sobre el aborto y las sociedades de convivencia. 1. Nadie tiene derecho a ser hipócrita, cínico y farsante, si lo que quiere es negar el ejercicio de la necesidad y el deseo del otro, así sea escudándose en una ley, en una teoría médica, en una norma moral o bien bajo el manto de un uniforme de policía, de sacerdote, de científico o de gobernante. 2. Nadie tiene derecho a cuestionar a otro en su derecho de abortar, o a elegir con quien convivir. Resulta extraordinario que los sujetos que viven de la explotación del trabajo de otros, la enajenación ideológicoreligiosa, la alienación del cuerpo por normas de control represivas y

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que para ello usan todo tipo de recursos legales, psicológicos, propagandísticos y policiaco-militares, sean los que pretenden prohibir y reprimir para garantizar la reproducción de un sistema social antihumano. 3. Nada justifica querer imponer a otros el ejercicio del propio fundamentalismo en la forma de pensar y hacer la vida cotidiana, así sea una religión que en su discurso promulga la libertad y la justicia divina, pero que en la práctica ha justificado la esclavitud, el fascismo, la servidumbre y la explotación, con el supuesto de que después de la muerte todo será compensado por no haberse rebelado. 4. La historia y las leyes han sido escritas por los vencedores pero ello no significa que representen a todos los sujetos sociales, más aún cuando su resultado es la imposición violenta de sus intereses económicos y políticos. 5.Las leyes que imponen los señores del capital atentan contra la vida cuando legalizan la dependencia alimentaria, el despojo de la tierra, el agua y la flora y la fauna; cuando legalizan los transgénicos, los mecanismos de seguridad y control de población a través de la guerra. 6. La legislación que justifica la homogenización y la fragmentación de lo colectivo, la negación de la diferencia y la hegemonía del mercado, niega la creatividad y lo imaginario al imponer normas morales y prejuicios religiosos. 7. La imposición de un Estado de seguridad policiaco que despoja de su territorio a las comunidades y pueblos, rompiendo con la comunalidad y el equilibrio de la naturaleza. Todo ello a través de ejercer un poder pastoral donde tanto el gobernante, el obispo y el científico se dicen encarnación del poder divino. Habría que preguntarse que hacen todos estos farsantes además de predicar la aberrante caridad, para que deje de existir la muerte por hambre y desnutrición, por enfermedades curables y por la represión de los gobiernos. 8. La vulgaridad que conllevan las arengas y linchamientos morales a quienes defienden el derecho a decidir sobre su cuerpo, persiguen que se instituya la represión y la barbarie como en tiempos de la santa inquisición. Ante ello, no debemos quedarnos callados pues como sostiene Páramo, el silencio es el voto en que se sustenta el sistema social enfermizante, y es de lo que se nos impide hablar de lo que se ha dado la expropiación del pensamiento. Nada es sagrado, y de acuerdo con Vaneigem, todo se puede decir y hacer si partimos de la negación al derecho y libertad de atormentar, torturar, maltratar, despojar, oprimir, forzar, explotar, hacer padecer hambre y reprimir a otros. Es decir, nada es sagrado sino necesidad y deseo, satisfacción y placer, imaginación y fantasía.

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