Silvia Rivera / Alejandro Margetic - Argentina Universidad Nacional de Lanús La intolerancia epistemológica como forma de exclusión del saber
1- Introducción A pesar de las numerosas definiciones de la palabra “ética” que circulan en textos de filosofía ya desde sus orígenes griegos, no resulta sencilla una definición justa del término. Al menos una definición positiva, contundente, que trate de captar la ética en su esencia. Ricardo Maliandi, por ejemplo, en el prolijo recorrido que realiza en su libro “Etica: conceptos y problemas”1 destaca al menos dos caras esenciales de la ética: la deontológica y la axiológica. Caras que a su vez se despliegan, cada una de ellas, en un espectro de posiciones diversas. A estas caras mendionadas, es necesario sumar la “procedimental”2 que, en la segunda mitad del siglo XX, acerca un nuevo modo de abordaje a las clásicas cuestiones de fundamentación de la ética. Sin embargo, consideramos posible construir un camino alternativo al intento de definición positiva de la “ética”. Camino que no la atraviesa hasta alcanzar su centro más íntimo, sino que más bien la rodea a través del reconocimiento de su contrario, de aquello que no dudamos en calificar como “no-ético”. En este sentido, si bien la “tolerancia” puede ser cuestionada como valor ético3, no cabe duda que la “intolerancia” es un franco disvalor, en tanto se funda en el sectarismo, en la negación y exclusión del otro. Este otro puede ser representado como una persona, una comunidad o como uno o varios saberes que se han constituido al margen de las pautas establecidas por el discurso epistemológico en cada caso hegemónico.
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MALIANDI, RICARDO Etica: conceptos y problemas, Bs. As., Biblos, 1991, págs. 28 y ss.
2
Hacemos referencia aquí, entre otras, a la llamada “ética del discurso” cuyos principales representantes – Karl Otto Apel y Jurgen Habermas- destacan especialmente aquellos mecanismos a través de los cuales se genera el consenso en una comunidad real de comunicación. 3
Cabe recordar que en las últimas décadas la “tolerancia” resurge como virtud en el marco de “éticas mínimas”, de corte liberal, que mantienen la formalidad de vínculos distantes en la neta demarcación del espacio público y el privado.
A partir de este reconocimiento, es el objetivo del trabajo que presentamos relevar los mecanismos de exclusión que pone en marcha la llamada “concepción estándar” en filosofía de la ciencia, indagando en sus supuestos y también en sus consecuencias para ensayar, a partir de aquí, una propuesta de una epistemología alternativa. Epistemología alternativa que toma alguna de las notas críticas señaladas por Foucault al presentar la “anticiencia” entendida como ejercicio de “insurrección del saber” o de “retorno de los saberes oprimidos”. Epistemología alternativa que nos permite, finalmente, avanzar en la modalización de esa peculiar violencia que las sociedades cerradas de expertos imponen a la sociedad bajo la pretendida legitimidad de una metodología universal o universalizable en función de un extremo y vacío formalismo.
2- Intolerancias La tolerancia como virtud emerge con renovada intensidad en el marco de las demacracias liberales contemporáneas. Si nos remitimos a la historia advertimos, sin embargo, que el término aparece ya en el marco de las guerras religiosas de los siglos XV y XVI, con el objetivo práctico de propiciar una cierta convivencia entre católicos y protestantes. En siglos posteriores, la “tolerancia” como concepto desplaza su eje significativo de lo religioso a lo político y social. La tolerancia se define entonces como indulgencia con respecto a ciertas doctrinas, creencias, o comportamientos de las personas en su espacio privado, siempre que estos se ubiquen dentro del marco formal de normas básicas establecido por una comunidad para la regulación de los intercambios y de los vínculos. Voltaire, por ejemplo en su Tratado sobre la Tolerancia4 editado en 1763, muestra los beneficios de la tolerancia para el florecimiento de las artes y las ciencias. Tolerancia entendida como libertad de pensamiento y expresión. Tolerancia que, al estimular la creativadad y promover el progreso, expande el campo de los conocimientos disponibles. Frente a esta posición, los espíritus más reaccionarios reinvindican la intolerancia como un legítimo ejercicio de defensa de la “verdad” sobre el error. 4
VOLTAIRE, Tratado sobre la tolerancia,
Entre los defensores incondicionales de la tolerancia podemos mencionar a Jeremy Bentham, quien abogó por una completa neutralización de los ideales, entendiendo que este era el camino para concretar en una sociedad algo as como la “libertad verdadera”. Por su parte, Augusto Comte proclamó la necesidad de la tolerancia como momento necesario durante el proceso crítico, pero defendió la intolerancia como afirmación de los ideales de la nueva era, signada por el espíritu positivo de la ciencia. Precisamente a Augusto Comte nos remite la genealogía del Círculo de Viena, movimiento que marca el nacimiento de la epistemología, que en las primeras décadas emerge como forma dominante del discurso filosófico. Quizás de Augusto Comte, la concepción estándar en filosofía de la ciencia que el Círculo de Viena inaugura, recibe una pesada herencia: la defensa de una firme intolerancia. Si bien, cabe destacar, esta defensa se manifiesta de un modo menos franco que en su predecesor decimonónico. De todos modos, manifiesta o no, la intolerancia opera en la instalación de mecanismos de exclusión de enunciados y también de sujetos. Se trata de una intolerancia que impregna los positivismos -ya sean estos clásicos o lógicos- en tanto se construyen sobre el cimiento de un estricto ideal racional de fundamentación absoluta, de verificación inmaculada de proposiciones que, además, pueden ser contrastadas con una base empírica “dada” de modo inmediato a la experiencia y pueden ser traducibles en los términos de un lenguaje lógicamente perfecto. Universalidad y neutralidad son, pues, las notas que enarbola una epistemología que identifica verdad y método. Método único en su alcance, sostenido decididamente por el armazón lógico que en cada caso lo articula. Método que excede en casi todos los casos su función específica de validación de hipótesis, para convertirse en criterio de demarcación entre ciencia y pseudociencia. Principio de verificación en el positivismo lógico o principio de falsación en Karl Popper, el objetivo es uno solo: la expresa voluntad de discriminar aquello que merece en cada caso el nombre de “ciencia” de otros tantos saberes, quizás menores, cotidianos, materiales o plebeyos. La intolerancia construye así otra de sus múltiples manifestaciones: la intolerancia se torna epistemológica.
3- Anticiencia Sin embargo, frente a la nueva aristocracia de una comunidad científica concebida como una círculo de expertos, atrincherada en la universalidad de la precisión formal y en la neutralidad del descompromiso ético y político, resisten esos otros saberes. Saberes que esperan ser rescatados por un ejercicio de pensamiento alternativo y crítico, capaz de asumir los riesgos de la perspectiva y la particularidad. Saberes divergentes que se organizan en torno a registros prácticos y a criterios materiales, en franca oposición a la erudición y al formalismo de los saberes en cada caso hegémonicos. Precisamente en uno de sus cursos del Collège de France, Michel Foucault advierte a
sus
numeroso
oyentes,
entre
otras
cosas,
acerca
de
los
riesgos de la erudición inútil que circula en el seno de compactas sociedades secretas. Compactas e indestructibles sociedades secretas características de Occidente, pero curiosamente desconocidas en el esplendor de la Grecia clásica. Sociedades secretas que producían y sostenían teorías totalitarias y envolventes ya al iniciarse el desmembramiento del mundo antiguo y que producen y sostienen teorías totalitarias y envolventes todavía, en tiempos de redes y mercados globalizados.5 Sociedades secretas que, algunos años antes en 1970, Foucault había caracterizado bajo la figura de “sociedades de discurso”. Entendiendo por estas a aquellos grupos cerrados encargados de producir discursos a través de reglas estrictas, para hacerlos circular en espacios acotados y estructurados, distribuyéndolos a través de regularidades rígidas y preestablecidas.6 Se trata de procedimientos de “sumisión del discurso”, cualificadores de sujetos en el interior de complejos rituales que establecen funciones, conforman grupos doctrinales, fijan condiciones para la correspondencia o acuerdo entre el discurso, el saber y el poder.7 El ejemplo al que recurre Foucault, en este caso, es el de los antiguos grupos de rapsodas que poseían el conocimiento de los poemas para recitarlos y eventualmente variarlos o transformalos. Y si bien puede pensarse que estos grupos son cosa del pasado, 5
Cfr. FOUCAULT, MICHEL Defender la sociedad. Curso en el Collège de France (1975-1976), Buenos Aires, FCE, 1978, pp. 15 y ss.
6
Cfr. FOUCAULT, MICHEL El orden del discurso, Barcelona, Tusquets, 1982, p. 34 y ss.
7
Cf. Op. cit., p. 38.
basta mirar a nuestro alrededor para reconocer con nitidez sus ecos en las pautas de validación del saber técnico o científico, en las formas de difusión del secreto médico, en las modalidades de apropiación del discurso económico y político. Es verdad que en las últimas décadas asistimos al renacer de la tendencia crítica, o “pensamiento negativo” - como lo llama Massimo Cacciari8- al que reconoce, a lo largo de la historia, un curioso movimiento pendular, ya que a tiempos de pensamiento negativo sigue indefectiblemente una época de refundación. De todos modos, y más allá de pendularidades o vaivenes, cabe preguntar por la especificidad del pensamiento crítico contemporáneo, que alcanza a la epistemología clásica y moviliza sus supuestos. Epistemología que resulta así algo desestabilizada, pero que se sostiene todavía en un lugar hegemónico, dominando los distintos contextos de producción del conocimiento, en especial el contexto de enseñanza de las ciencias. Se trata, pues, de preguntar por el significado y alcance del señalado pensamiento crítico, frente a las resonancias que en distintos sectores de la trama social mantiene aún la nueva versión globalizada de las sociedades de discurso que la academia legitima. En primer término y en relación a la especificidad de la crítica que vemos emerger en las últimas décadas, podemos señalar una clara “tendencia al desmenuzamiento general de los suelos”9, a la deconstrucción minuciosa que se realiza desde una perspectiva discontinua, particular, local, en tanto desafía los cánones establecidos porque rechazar un régimen común de organización de sus enunciados, de validación de sus afirmaciones y de esquematización de sus posibles lecturas e interpretaciones. Desmenuzamiento, deconstrucción: conceptos que nos aproximan sin duda a la genealogía nietzscheana, que busca en los pantanos los ingredientes con que se cuecen aquellos ideales de los saberes supremos10. Crítica que nos compromete con una peculiar mirada histórica, con un especial
8
Cfr. CACCIARI, MASSIMO Krisis, ensayo sobre la crisis del pensamiento negativo de Nietzsche a Wittgenstein, México, Siglo XXI, 1982.
9
FOUCAULT, MICHEL Defender la sociedad, p. 20.
10
Michel Foucault retoma esta distinción nietzscheana entre la história filosófica (historia de águilas) y genealogía o historia efectiva (historia de sapos y ranas) tal como el filósofo alemán la presenta en su libro La genealogía de la moral. Cf. FOUCAULT, MICHEL “Nietzsche, la genealogía y la historia”. En: FOUCAULT, MICHEL Microfísica del poder, Madrid, La Piqueta, 1992 y NIETZSCHE, FEDERICO La genealogía de la moral, Madrid, Alianza, 1983,
ejercicio de identificación de procedencias múltiples, de fuerzas en choque, sobredeterminadas sólo por el azar de la lucha. En segundo término, y en relación a los alcances de esta modalidad crítica, Foucault nos habla tanto de los “retornos del saber” como de la “insurrección de los saberes sometidos”. La expresión “retornos del saber” hace referencia, en este caso, a la erudición del archivista que ilumina la memoria histórica de las luchas que sostienen la tiranía de los saberes en cada caso hegemónicos. Porque no hay verdades científicas que puedan imponerse sin contar con una trama de poder que los sostenga, ni saberes que accedan a la categoría de “ciencia” sin una comunidad fuerte que funcione como referente y garante de objetividad y verdad.11 A su vez, y como la otra cara de una misma moneda, la expresión “saberes sometidos” nos remite a aquellas palabras descalificadas, porque se supone no alcanzan el nivel de cientificidad exigido en cada época. Palabras marginales que a veces son excluidas, en tanto otras veces resultan atrapadas por el régimen discursivo vigente, que las sepulta en sistemas de reglas, en marcos integradores y sistemáticos que les son ajenos, enmascarando de este modo su irreductibilidad que es precisamente la fuente de su potencial crítico frente a universalidades y ahistoricismos.12
Palabras marginales y
descalificadas que el ejercicio crítico de modalidad genealógica permite reconocer y escuchar. Defender la sociedad: este es el título del libro que reproduce la palabra pronunciada públicamente por Foucault en el Collège de France entre los años 1975 y 1976, que fue recuperada a partir de grabaciones y notas de los asistentes. Defender la sociedad no es entonces un título previsto por Foucault, sino inventado por sus editores. Considero, sin embargo, que se trata de un título justo, y aún más que eso, fértil en potencial heurístico en tanto nos impulsa a explorar el vínculo existente entre la acción que promueve –la defensa de la sociedad- y la recuperación de los saberes sometidos: el saber del enfermo, del enfermero, del delincuente, del trabajador social. El saber del médico en la inmediatez de su cotidianeidad, que se contrapone en un juego de paralelismos y
11 12
Cf, KUHN, THOMAS La estructura de las revoluciones científicas, México, FCE, 1991. Pensemos, a modo de ejemplo, en ese grupo de saberes llamados “paramédicos”.
marginalidades al saber de del medicina institucionalizada. En otras palabras: “anticiencia” o “insurrección del saber”.13 El propio Foucault se ocupa de aclarar en sus clases que en modo alguno debe entenderse su propuesta de “anticiencia” como un modo de promover la ignorancia o de alentar un oscurantismo anacrónico de cierto tono romántico. Se trata, por el contrario, de cuestionar los supuestos de la ciencia institucionalizada, apuntando no tanto a sus conceptos, sus contenidos, sus métodos sino muy especialmente a sus efectos de poder, que quizás de modo eminente, se manifiestan en lo que se ha dado en llamar “gestión de la ciencia”. Efectos de poder que están relacionados con el modo en que la ciencia interacciona con otras prácticas en sociedades como la nuestra; con el modo como las sociedades cerradas imponen su dinámica al conjunto de la trama social. Dinámica fundada en al intolerancia y en la exclusión. Porque contra las esperanzas de Karl Popper14 advertimos que el depliegue desmesurado de la ciencia no ha promovido una sociedad más libre o “abierta”, sino que ha generado sofisticadas formas de discriminación y exclusión. Recordemos que para Karl Popper el carácter crítico esencial al conocimiento científico sigue el rígido modelo de la lógica deductiva, del modus tollens específicamente. Se trata sin duda de otra crítica –muy diferente a la foucaultiana- universal en su alcance y formal en su búsqueda de estructuras de razonamientos. Crítica que se despliega en conexiones intersubjetivas de revisión y control recíproco y que requiere para su materialización de una red de instituciones transparentes en su garantía de promoción de los resultados de las investigaciones científicas. Instituciones que, para Popper, sólo logran sostenerse en el interior de las democracias liberales, fundadas en la ilusión de una convocatoria al diálogo abierto. El problema es que se trata de una convocatoria hipócrita, en tanto desconoce intencionalmente la red de poder que la sostiene en el interior de instituciones pretendidamente transparentes, pero por completo opacas en sus sofisticadas redes de descalificación y exclusión. Por el contrario, la fuerza de la crítica que nos propone Foucault, radica en su posibilidad de convocar otras voces, pero modificando las condiciones de posibilidad de la 13
FOUCAULT, MICHEL op. cit. p. 22.
14
Cfr. POPPER, KARL La sociedad abierta y sus enemigos, Bs. As., Paidós, 1997.
escucha par que su irreductible singularidad no se pierda. Es por esto que trabajar en la promoción de la insurrección del saber es una forma de trabajar en la modalización de la violencia institucional e institucionalizada que pervierte los vínculos en el marco de las sociedades contemporáneas. Se trata de una violencia estructural que se ha desarrollado silenciosamente, en el interior de las instituciones que sostienen la producción y circulación del saber en el ámbito de la medicina, el derecho, la pedagogía, la economía y también de las llamadas “ciencias duras” entre otras. Y la imposición hegemónica del saber es violenta porque enmarca sujetos, tradiciones y perspectivas en la injusticia de una homogeneidad de superficie que esconde negación y exclusión. Desactivar esta violencia, o al menos denunciar las estrategias del poder epistemológico –que crea saber a partir de la manipulación, la opresión y la discriminación-, es sin duda un ejercicio de defensa de la sociedad, ejercicio que opera en la resignificación de los vínculos y en el ensanchamiento de los márgenes para la decisión y la acción. Sin duda la provocación que Foucault lanzó en su clase del 7 de enero del Collège de France nos alcanza en nuestro presente, nos interpela y nos señala que sus implicancias últimas son éticas. Porque como afirma Borges en el El ruiseñor de Keats -luego de haber recorrido algunos momentos célebres de la tradicional polémica entre universalistas y particularistas- no es incapacidad especulativa aquello que impide a algunos hombres traficar con universales al pensar al sujeto, el conocimiento, la verdad y la historia; sino que es más bien respeto, honestidad y sobre todo “escrúpulo ético”15. Bibliografía BORGES, JORGE LUIS Obras Completas, Buenos Aires, Emecé, 1974. CACCIARI, MASSIMO Krisis, ensayo sobre la crisis del pensamiento negativo de Nietzsche a Wittgenstein, México, Siglo XXI, 1982. CAMPS, VICTORIA, Etica, retórica, política, Madrid, Alianza, 1988,
15
BORGES, JORGE LUIS “Otras Inquisiciones”. En: Obras Completas, Buenos Aires, Emecé, págs. 719.
COMTE, AUGUSTO Opuscule de philosophie sociale, Paris, Leroux, 1983. FOUCAULT, MICHEL El orden del discurso, Barcelona, Tusquets, 1982, págs. 34 y ss. FOUCAULT, MICHEL Defender la sociedad. Curso en el Collège de France (19751976), Buenos Aires, FCE, 1978 FOUCAULT, MICHEL “Nietzsche, la genealogía y la historia”. En Microfísica del Poder, Madrid, La Piqueta, 1992. KUHN, THOMAS La estructura de las revoluciones científicas, México, FCE, 1991. NIETZSCHE, FEDERICO La genealogía de la moral, Madrid, Alianza, 1983. NEURATH, OTTO Empiricism and Sociology, Dordrecth, 1973. POPPER, KARL La sociedad abierta y sus enemigos, Bs. As., Paidós, 1997.