Intervencion de Oscar Olivera en el festival de la Digna Rabia

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Oscar Olivera F. Intervención en el Festival de la Digna Rabia. Palabras en el Segundo Viento VS 0 | | sección: web | 16/01/2009 Revista Viento sur

Hermanas y Hermanos. Compañeras y compañeros: Es para mi un enorme privilegio y honor el poder estar aquí, junto a ustedes en este territorio, moreno, sencillo y noble, como su gente. Este privilegio y honor no habría sido posible sin ese esfuerzo gigantesco, digno, rabioso y colectivo de miles de hombres, mujeres, jóvenes, niños y ancianos de mi pueblo, de nuestros pueblos, quienes no sólo hacen nuestra verdadera historia, sino también son los que escriben nuestra historia. No hubiera sido posible estar aquí y tampoco el EZLN podría ser visto y sentido hoy como un gran ejemplo de dignidad y esperanza, sin ese esfuerzo de nuestros hermanos y hermanas indígenas, de nuestros hermanos y hermanas de la ciudades, de nuestros hermanos y hermanas de México. Quizás por eso hoy también me siento estar de manera inmerecida aquí junto a ustedes, con ustedes. Por ello, deseo rendir mi homenaje a esos hombres y mujeres, jóvenes, niños y ancianos que en el transcurso de nuestras luchas fueron agredidos y apresados, heridos y heridas, muertos y muertas para que la vida se siga reproduciendo, para que nosotros sigamos viviendo. Si algo de común hemos sentido, vivido y padecido todos y todas quienes nos encontramos hoy aquí, en este encuentro, es el miedo, la angustia, la discriminación, el racismo, el desprecio, el olvido y más que el olvido, quizás, el ser ignorados. Pero también hemos sido capaces de sentirnos indignados, de re-encontrarnos, de organizarnos, de hablar, de movilizarnos, de alegrarnos, de llorar, de reír, de amar, de odiar, de recuperar nuestras capacidades, de confiar en nuestras fuerzas, de recuperar nuestra VOZ, nuestra palabra, pero ante todo también de recuperar nuestra capacidad de DECIDIR. Es así que en abril del año 2000, hace 8 años, basados únicamente en nuestras fuerzas, discutiendo cara a cara, reconociéndonos como iguales, juntando nuestras fortalezas y debilidades, haciéndonos visibles ante los ricos y poderosos, quienes durante años se habían dedicado a poner a disposición del capital transnacional a nuestra patria, a nuestras tierras, a nuestros territorios, a nuestras empresas, a nuestra gente, al cínico y descarado saqueo y despojo de eso que la Madre Tierra, nuestra Pachamama nos ha dado de manera tan generosa para que los que habitamos esas tierras podamos vivir con dignidad, justicia y bienestar, como lo 1


hicieron nuestros padres y abuelos, como lo deberían hacer nuestros hijos y nuestros nietos y nietas. Estos que dicen ser gobernantes y administradores del Estado privatizaron el agua, llegando al extremo de hacerlo con el agua de la lluvia. Lo que hicimos entre todos y todas, frente a tantos años de dictadura del capital transnacional, de dictadura de los partidos políticos, de caudillos serviles al Banco Mundial y al FMI, fue a través de nuestra lucha, poner freno a los malos gobiernos, como dicen ustedes hermanos y hermanas, y logramos, en base a cientos de puntos de bloqueo, en la ciudad y el campo, expulsar a una de las transnacionales más rapaces que existen, la transnacional Bechtel, y borramos de una ley hecha a espaldas de la gente todo aquello que significaba expropiación y mercantilización del agua. Echamos a andar en aquel año, como dice la hermana mexicana Raquel Gutiérrez Aguilar, el camino de nuestra propia auto-emancipación. Emanciparse, según el sentido más clásico de la palabra, significa “quitarse de encima la mano del amo”. Eso hicimos entre todos y todas organizados en la Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida: comenzamos a quitarnos de encima el yugo del capital transnacional, rompimos el destino del despojo y miseria que unos cuantos poderosos habían diseñado para imponernos como única realidad posible y aprendimos, al hacerlo, que éramos capaces de dirigirnos a nosotros mismos, vislumbramos que podíamos modificar el sentido de lo que se entiende por política, recuperando para nosotros mismos y nosotras mismas, en común, en asamblea, en el diálogo frente a frente, la decisión sobre las cuestiones más importantes que a todos incumben: la decisión sobre los asuntos públicos dejó de ser entonces ocupación y tarea de expertos y políticos, y en común, recuperamos la Voz, la Palabra y la Decisión, es decir no sólo logramos des-privatizar nuestras aguas, sino logramos des-privatizar la política, entendiendo, de manera muy simple ésta como “la manera de auto-regular la convivencia común, de dialogar, de confrontar, de decidir y de ejecutar”. En aquellos días nos erguimos sobre nuestras dos piernas, nos miramos a los ojos entre todos y todas, deliberamos una y otra vez sobre lo que era conveniente; llegamos a acuerdos y los ejecutamos, eso hicimos, eso hicieron ustedes antes del 1º de enero del 1994. Esa es nuestra fuerza, esa debe volver a ser nuestra fuerza, esa debe ser siempre nuestra fuerza. En la larga lucha por recuperar nuestros derechos, por recuperar lo saqueado, por disponer nosotros mismos, nosotras mismas de lo que hay en nuestros territorios, nosotros, en Cochabamba, Bolivia, con lo que se denominó la Guerra del Agua, fuimos pioneros. Fuimos iluminación, pero no mando. Eso quisimos, eso fuimos. Han pasado ocho años, desde que sucedió aquello, se sucedieron otras luchas: por la coca, por el gas y el petróleo. Han pasado unos años más donde han asumido el gobierno varios compañeros y hermanos y hermanas de lucha, han pasado tres años que Evo Morales fue puesto por estas luchas, por la gente sencilla y trabajadora del campo y la ciudad en los gobiernos, en el gobierno, no para que lo administren sino para que lo transformen y no se transformen ellos como ha pasado hasta hoy. Desde el 2000 hasta el 2005 fueron cinco años de lucha, de recuperación de nuestra capacidad de indignarnos, de rebelarnos, de ocupar espacios territoriales, con horizontalidad, con transparencia, con respeto, con reciprocidad, con solidaridad, con igualdad, sin jerarquías, sin caudillos ni patrones.

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Estas múltiples luchas, grandes y pequeñas, nacionales y cotidianas, fueron los espacios donde experimentamos la verdadera Democracia, aquella que posibilitó las asambleas y los cabildos, en la plazas, en las calles, en los caminos, esos espacios donde nos asignábamos nuestras tareas. Esas tareas que las cumplimos con absoluta mística y compromiso, porque eran “nuestras tareas”, no fueron impuestas por nadie desde “arriba”, vinieron desde abajo. Hoy después de ese tiempo, debemos preguntarnos varias cosas: ¿Estos gobiernos han cumplido con las tareas fundamentales que el pueblo había señalado con absoluta claridad? Este Bloque social unido y sólido luchó con un horizonte colectivo absolutamente claro, que era el de la recuperación o reapropiación social de todo nuestro patrimonio —heredado de las luchas y el esfuerzo de nuestros padres y abuelos—, consistente en los hidrocarburos, los minerales, el agua, las empresas de producción y servicios, nuestra biodiversidad. Es decir la recuperación de nuestro territorio, no sólo entendiendo éste como un espacio físico, sino ante todo como un espacio de convivencia social entre nosotros y nosotras, un territorio donde convivamos en armonía y como parte de la naturaleza y la Pachamama. La otra tarea era construir o re-construir una “nueva institucionalidad” basada en nuestros “usos y costumbres”, en los proyectos de sociedad soñados por nuestros antepasados, de nuestros amautas y sabios en los valores que nos permitan construir nuestro presente y nuestro futuro. Las medidas aplicadas por este gobierno, si bien han sido un importante esfuerzo por recuperar la capacidad soberana de los gobiernos de nuestros países frente al capitalismo, en la práctica simplemente ha sido establecer nuevas reglas de juego que permitan disponer mas recursos de la renta petrolera o devolverle al Estado la capacidad de gestionar “nacionalmente” las empresas “nacionalizadas”, sin cambiar en absoluto la institucionalidad estatal que promueve la corrupción, el despilfarro debido a la falta total de control y participación social en la toma de decisiones en estas empresas. La convocatoria a la Asamblea Constituyente y la elección de los Prefectos (gobernadores) fueron los desaciertos capitales de este gobierno en la posibilidad de un proceso de re-articulación de la derecha oligárquica-fascista-terratenienteempresarial-partidaria. La serie de consultas, referéndums y otras formas de “democracia” han llevado a invisibilizar e ignorar, ante esta casta de elites partidarias de uno y otro lado, las graves consecuencias en la economía de la gente, producto de la crisis mundial de alimentos y la crisis financiera capitalista, parecería que hoy son más importantes los números y las cifras que devolverle la dignidad y el bienestar a la población. En síntesis no ha habido “nacionalización” o reapropiación social de los expropiado, ni ha habido esa Asamblea Constituyente “sin intermediación partidaria para construir un país desde abajo” como reclamamos desde el año 2000. Otros problemas entre muchos otros, son los siguientes: La cooptación de los principales movimientos sociales y la subordinación de los mismos a las políticas estatales. La cooptación y permanencia de agentes del neoliberalismo en el aparato estatal. La pérdida de la capacidad de establecer una agenda autónoma frente al gobierno, como fue del 2000 al 2005, para desmontar esa estructura estatal que vuelve flojos, ladrones y mentirosos a los gobernantes, y que fueron los objetivos fundamentales 3


de nuestras luchas, los que le dieron vigor a nuestras movilizaciones en ese periodo, de las cuales muchos de los que ahora son gobierno, participaron. Pero lo más preocupante desde la percepción de la gente común de algunos sectores sociales, particularmente de las ciudades, como los obreros y obreras, así como la clase media, es que este gobierno perdió la humildad, la reciprocidad y la generosidad, como valores fundamentales indígenas en su práctica cotidiana. Varios de estos sectores que luchamos junto a los campesinos e indígenas, somos ignorados y nos sentimos excluidos de este proceso. Un proceso donde no se toma en cuenta a todos y todas ha generado tristeza, decepción, impotencia, pero al mismo tiempo nos ha señalado, con absoluta claridad, que la forma de “hacer política” no ha cambiado, que la relación de la cadena mando-obediencia no se ha modificado y que algunos de los que hablaban de “mandar obedeciendo” hoy, que están en el poder, tienen miedo de horizontalizar el poder y devolverle el poder a su legítimo dueño, que es pueblo, porque saben que si hacen esto perderán los privilegios que éste otorga, no sólo materiales, sino ante todo la capacidad de seguir mandando. El ser críticos o propositivos desde la perspectiva de contribuir a la profundización de este proceso, como ayer, nos premian desde el Estado con los calificativos de radicales, financiados por la derecha, como decían los gobiernos de ayer cuando la protesta social era calificada como narcotraficante y terrorista. Pero hoy como ayer, pese a la dispersión de los esfuerzos y las luchas, pese a estos sentimientos y padecimientos, nos estamos re-encontrando otra vez en las asambleas, tratando, no sin muchas dificultades, de re-construir nuestros espacios de encuentro y deliberación, para re-construir nuestra agenda desde abajo, para recuperar nuestra voz, para que ya nadie, otra vez, a nombre de nosotros, de los movimientos sociales, señale lo que debemos decir o hacer. Por eso en estos últimos meses de lucha contra la derecha envalentonada, racista y revanchista, muchos y muchas nos hemos re-encontrado en las calles, en los caminos, en las movilizaciones. Muchos y muchas han muerto también en estas luchas, otra vez, y en los silencios casi forzados, en las impotencias, en las broncas y desesperanzas nos damos cuenta de varias cosas: Que nuestros pueblos no están dispuestos a renunciar a la lucha, ni van a tolerar ser engañados o traicionados, y hay una firme decisión de recuperar su autonomía para seguir luchando contra las transnacionales, contra el poder del capital que aún permanece en nuestra patria, contra el racismo, contra las políticas neoliberales de éste y otros gobiernos, que nos siguen ignorando, que nos siguen olvidando y que utilizan discursos revolucionarios cuando no lo son, porque revolución es transformación, no es reformismo. Mucha gente de manera generosa y sencilla ha dado su Vida por la Vida. Hemos dado muchos muertos. Ese pensamiento y ese accionar es el hilo transversal de estas nuestras rebeliones, que no sólo se reducen, como muchos creen, a la disputa por la gestión del aparato estatal, de los blancos por los indios; por la gestión de una empresa o un bien común como los hidrocarburos; una lucha por ejercitar soberanía y/o “nacionalizar”, para “desarrollarnos”. No, no es sólo eso. Las luchas son para la VIDA y por la vida, contra la muerte, porque no nos interesa ser como los otros países “desarrollados”. Nuestra lucha no es por alcanzar los altos índices de consumo que, a costa nuestra, tienen los que habitan de los países del muy Norte-Norte; nuestras luchas son para 4


que la humanidad sobreviva, para que nuestros hijos e hijas, nuestros nietos y nietas no sólo sean la prolongación de nuestros cuerpos, sino ante todo sean la prolongación de nuestros sueños y esperanzas… y en esos espacios, asumir la decisión inquebrantable de no vivir como esclavos es lo que nos impulsa, nos compromete, la cotidianidad de nuestras vidas. Nadie podrá derrotarnos, porque hemos vivido la posibilidad de cambiar nuestras vidas, por las acciones y voluntades, colectivas y dignas, de nuestros pueblos, de nuestra gente. Hoy, en estos tiempos, quizás ya no de tanta rebelión, sino más que todo de esperanza, los actores de arriba son casi siempre los mismos y pretenden cerrarnos el paso. Al mismo tiempo, no podemos dejar de seguir escuchando a nuestra gente, sus padecimientos cotidianos, la lucha por la sobrevivencia, su gran capacidad de autoorganización y de indignación cuando se trata de defender sus derechos. Hemos visto la obligatoriedad de quedarnos con la base, trabajar junto a ella. Si no nos organizamos, si no nos movilizamos, no existimos. Por nuestra independencia, autogobierno y autonomía como movimientos sociales. Sin caudillos ni patrones, para decirles a los poderosos y gobernantes que nosotros SÍ existimos, para eso seguimos vivos. Y mientras sigamos vivos no podemos dejar de luchar por nosotros, por nosotras, por la humanidad, por nuestros sueños. Nuestras luchas debes ser alegres, transparentes y en movimiento, como el agua, como la vida. San Cristóbal, 3 de enero de 2009 y año 15 del levantamiento zapatista. César Olivera es obrero industrial y portavoz de la Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida envía este artículo | imprimir | cerrar ventana | ir a portada y cerrar

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