utopia y valores-monica gallegos

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"Utopía y valores: ángulos de análisis en la construcción de la subjetividad" *

Mónica Gallegos Ramírez Resumen

El proceso de constitución de subjetividades sociales ha sido y sigue siendo un importante problema no solo teórico, sino también relacionado estrechamente con las posibilidades de la acción social. En este trabajo me interesa retomar algunas líneas de pensamiento propuestas por autores que, en el análisis de la subjetividad, han subrayado el tema de la colocación de los sujetos al intentar construir un conocimiento social que pretende ser pertinente. Nos remitimos entonces al problema de los valores y específicamente a su función epistémica, que tiene que ver con el sentido del conocimiento, es decir, con la respuesta a la pregunta de ¿para qué? Pero aquí surge una nueva cuestión, y es la manera en que el sentido del conocimiento se relaciona con un tema que se vuelve a debatir en Latinoamérica desde hace algunos años, la utopía, la cual se refiere no al ¿hacia dónde?, como podría pensarse, sino al ¿desde dónde?; es decir, ¿desde qué idea de futuro se construye el conocimientos social? Se trata, pues, de cómo valores y utopía se constituyen en ángulos de análisis necesarios -y siempre presentesen el proceso de construcción de la subjetividad social.

I El análisis del proceso de constitución de subjetividades sociales ha sido y sigue siendo un importante problema para la teoría social; sin embargo, “la subjetividad no es solamente un problema posible de distintas teorizaciones, sino, además, constituye un ángulo particular desde el cual podemos pensar la realidad social y el propio pensar que organicemos sobre dicha realidad” (León y Zemelman, 1997:21).

Existe cierto acuerdo en que no hay un único sujeto de la revolución, sino distintas subjetividades que experimentan de diferente forma las contradicciones sociales inmanentes al capitalismo. Ana Dinerstein refiere a Foucault y señala que el sujeto es plural y diverso, que en el proceso de constitución de la subjetividad la trasgresión individual es muy importante. La trasgresión individual deviene social mediante la trasgresión individual hacia la des-individualización (por ello está en contra de la política liberal y la construcción de identidades colectivas). Para dicho autor, el punto de partida para la deconstrucción de la subjetividad alienada y la construcción de

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Profesora-Investigadora del Departamento de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos, Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad de Guadalajara, Jalisco, México.

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una no alienada es la misma subjetividad alienada, que es la que nos capacita y habilita para resistir (Foucault en Dinerstein, 1998:24).

En la perspectiva de Dinerstein, la constitución de los sujetos se basa en la contradicción que subyace a los límites y la posibilidad ilimitada del poder, de la dominación; contradicción que brinda la posibilidad de resistir y rechazar los criterios de verdad que acompañan a la forma de ser sujetos. No hay forma esencial humana a recuperar sino que hay que inventar nuevas formas, no pensadas antes, inesperadas. También sostiene, siguiendo a Foucault, que la crítica práctica es la forma de rechazar lo que somos para ser, descubrir lo que podríamos ser si no fuéramos lo que somos: “la acción política pertenece a un tipo de intervención totalmente distinta de las escritas ó librescas. Se trata de un problema colectivo, de un compromiso personal y físico. No se es radical por pronunciar palabras. No: la radicalidad está en la existencia” (Ibid. 28).

Estas ideas sirven de punto de arranque para plantear algunas inquietudes en torno al análisis de la subjetividad, relacionadas con problemas como el de la colocación de los sujetos al intentar construir un conocimiento social que pretende ser pertinente y el del sentido del conocer; quiero vincularlas, además, con el evento que hoy nos convoca a través de las siguientes preguntas: ¿qué tipo de problemas se presentan a los académicos o enfrentan en general los intelectuales, por tratarse de sujetos que pretenden el despliegue de otros sujetos a través de la construcción de un conocimiento pertinente desde y sobre la realidad social, si la radicalidad no está en las palabras sino en la existencia y si la crítica práctica implica un compromiso político personal y hasta físico? No es fácil resolver esta cuestión, pues nos remite al problema de los valores y más concretamente a su función epistémica, la cual tiene que ver con el sentido del conocimiento, es decir, con la respuesta a la pregunta de ¿para qué? Pero aquí surge una nueva inquietud sobre la manera en que el sentido del conocimiento impacta la respuesta a otra pregunta que se viene debatiendo en Latinoamérica hace varios años y que es ¿desde dónde? Se trata del problema de la colocación del sujeto que construye el conocimiento respecto del sujeto sobre el que se construye el mismo.

Creo que en la perspectiva epistémica de Hugo Zemelman el primer aspecto que ha de explicitarse es la relación de valor que se establece en términos del sentido o el para qué del conocimiento. Esta relación marcará la dirección del proceso y el 2


compromiso ético-político del sujeto que pretende construir el conocimiento. Por lo tanto, la respuesta no es sencilla pues se vincula con la necesidad de despliegue de realidades sociales potenciales, a partir de una idea de futuro o visión utópica en la que ciertos sujetos sociales devienen protagónicos y construyen su historia. Un siguiente aspecto que ha de resolverse es el de la colocación; esto se hará en la medida que, gracias a la explicitación del sentido del conocimiento, precisamente como elemento que abre posibilidades de despliegue de realidades potenciales a partir de necesidades de construcción de proyectos viables por parte de sujetos concretos, el sujeto que construye conocimiento se coloque desde y no frente al sujeto o realidad social que pretende conocer.

¿Qué supone para el proceso de construcción de conocimiento saberse parte de la realidad social sobre la que se reflexiona y cuáles son las implicaciones de carácter político que conlleva asumir explícitamente un compromiso ético? Al respecto Hugo Zemelman (1997:23) señala que se plantea una exigencia de análisis vinculada con la praxis en todas sus manifestaciones individuales y organizadas: es lo que tiene relación con la capacidad para construir proyectos. En este marco el sujeto representa una potencialidad realizada en términos de determinadas alternativas de sentidos; esto es, pasa de la pura potencialidad, en la que se contienen múltiples posibilidades de sentido, a la concreción de una alternativa particular de sentido.

Enfatiza, además, que el problema práctico que surge es cuidarse de no imponer interpretaciones particulares de la realidad que despiertan apetencias por un determinado futuro, pero que no se contienen ni siquiera potencialmente en el sujeto. Teóricamente, lo que ocurre en estas experiencias es que cuando la utopía que se levanta como posible no es la del actor, deviene en una meta externa al movimiento constitutivo de la subjetividad, no pudiendo, por tanto, cumplir ninguna función en la maduración de esa misma subjetividad social y la utopía no se transforma en un mecanismo de reconocimiento de la potencialidad que se contiene en esa situación.

Por otra parte, Sergio Trischler (2001) subraya que es necesario partir de que la realidad social, compleja e indeterminada, tiene un carácter heterogéneo y contradictorio, conflictivo, antagónico, por lo que hay que preguntarnos si puede existir la producción de algún tipo de conocimiento, socialmente significativo, que no se 3


mueva dentro de una forma dominante; la respuesta es que la dominación no es total pues la heterogeneidad y el conflicto implican fisuras sociales que permiten la producción de conocimiento de resistencia y contra lo dominante; sin embargo, el problema que identifica este autor es que el conocimiento que pretende ser emergente se construya a partir de los parámetros de la forma hegemónica y termine siendo reproductivo.

Estos planteamientos evidencian un problema muy importante al que se enfrenta la investigación social, y por tanto la construcción de pensamiento y teoría social, no solo en Latinoamérica sino en todas partes, que tiene que ver con las siguientes preguntas: ¿es posible coadyuvar a la constitución y despliegue de sujetos sociales potenciales a través de la construcción de un conocimiento pertinente desde y sobre la realidad social sin que, al mismo tiempo o incluso antes, esos académicos e intelectuales no se hayan constituido en sujetos sociales capaces de abrir y viabilizar ciertas opciones de realidad a partir de asumir un compromiso ético-político que se corresponda con una visión utópica o de futuro?, ¿es un requisito ser sujetos revolucionarios para contribuir al despliegue de otros sujetos sociales a través de la construcción de conocimiento? Si no es un requisito, ¿no resulta cuestionable la pertinencia de un conocimiento generado desde sentidos y visiones utópicas que no responden a las necesidades de los sujetos concretos? ¿Podría decirse que se trata solo de inconsistencias y desfases, de antagonismos y contradicciones que no ponen en entredicho la pertinencia de ese conocimiento social? o, a decir de Zemelman, ¿qué obstáculos provenientes de la estructura social impiden que la conciencia transforme al hombre?; finalmente, en el análisis de la subjetividad ¿es posible separar los problemas propiamente teóricos de los epistémicos-metodológicos?

Hay que tratar de identificar algunos de los elementos que harían posible entender por qué mientras ciertos sujetos sociales son capaces de asumir el momento actual como un espacio abierto, susceptible de ser desplegado y desde donde se puede avanzar en la construcción de una sociedad justa que permita que la persona pueda llegar a realizarse plenamente, otros sujetos, por el contrario, hacen una lectura simple, lineal y cerrada de la situación presente (también de la pasada) y circunscriben su visión de futuro a la profundización de la utopía del mercado, en la cual las determinaciones económicas seguirán acotando la totalidad de los espacios de expresión de la 4


subjetividad y en donde a unos cuantos les corresponde integrarse de la mejor manera posible, en cambio la mayoría simplemente trata de sobrevivir.

Esta posibilidad se vincula estrechamente con la comprensión del sentido que dichos sujetos ponen en juego en el proceso de construcción de opciones de futuro que, de manera explícita o implícita, está presente en su práctica social. Es necesario insistir en que cuando se habla del sentido se trata de las relaciones de valor que están siempre en la base de las prácticas sociales de los sujetos, incluida la del conocimiento de su realidad, y que buscan responder a la pregunta del ¿para qué del conocimiento?

Surge aquí una cuestión relevante que no se puede obviar porque tiene que ver con la capacidad de los sujetos de identificar las diversas posibilidades de lectura y construcción de la realidad con sus opciones de futuro, en un medio casi completamente coptado por el discurso dominante que ha impuesto su propio proyecto de sociedad, a través de la aplicación universal de la política neoliberal y de la instauración en todo el planeta de la globalización. Capacidad vinculada con la fuerza transgresora de la utopía que se alimenta de los valores que potencia la libertad creadora de la subjetividad (Zemelman, 1994:24).

Con otras palabras Hugo Zemelman (2000:5) dice que “el movimiento de la realidad socio-histórica y su estrecha vinculación con la práctica social obliga a un constante esfuerzo por descifrar los límites (que pueden ser teóricos, ideológicos o axiológicos) en cuyo espacio reviste un significado particular el fenómeno que se quiere estudiar. Estos límites expresan la opción social desde la cual se construye el conocimiento; implican, por lo tanto, una forma de entender a la realidad, pero especialmente de cómo y para qué construirla en una dirección determinada. Lo que decimos reviste un significado relevante cuando observamos los parámetros que en general se imponen”.

En este sentido, vale la pena reiterar que la construcción de opciones de futuro contrahegemónicas supone la ruptura de los parámetros de pensamiento dominante y la necesaria definición de prácticas sociales que puedan activar y transformar la realidad en un proyecto de sociedad alternativo en el que los sujetos sociales trasciendan el contexto

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en el que se encuentran a través de la construcción transgresora de esas utopías que están en la base de su movimiento.

No interesa aquí volver a la discusión sobre la naturaleza de los sujetos, pero sí hay que mencionar que sus dinamismos de interacción y de ubicación en el contexto, así como sus límites y condicionantes, van conformando al sujeto como “ángulo epistémico” desde donde se lee la realidad (Zemelman, 2000:6) y, como dijimos, también desde donde se construyen visiones de futuro y proyectos de sociedad.

Ahora bien, la construcción de opciones de futuro y la utopía manifiestan claramente la necesidad que los sujetos sociales tienen de lo real, de esta forma la presencia de los valores supone un desafío y un compromiso al constituirse en necesidad de búsqueda y concreción que abre los límites de construcción del conocimiento social hacia una lógica mucho más inclusiva (gnoseológica y no sólo cognitiva) que la de la explicación científica, la cual deja fuera a los valores. Sin embargo, la lógica del poder, vinculada a los círculos neoliberales y globalizantes que han transnacionalizado la economía, ha impuesto un modelo de sociedad acorde a sus necesidades.

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BIBLIOGRAFÍA

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