LAS OLVIDADAS DE DIOS Y DE EVO MORALES: Las trabajadoras sexuales de El Alto Bolivia Jaime Montejo, trabajador de la otra salud sexual y reproductiva, adherente individual de la Otra Campaña convocada por el EZLN México, D.F., a 20 de noviembre de 2007. “Como un homenaje al coraje y resistencia de las trabajadoras sexuales alteñas, las compañeras del Frente Nacional de Trabajadoras y Trabajadores Sexuales “15 de octubre”, utilizan esta fecha para no olvidar este día y la proeza que de tales actos, nació.”
Los siguientes planteamientos sobre las comunidades urbanas aymaras que protagonizaron cuatro jornadas de violencia hacia las trabajadoras sexuales y sus centros de trabajo de El Alto Bolivia que iniciaron el 15 de octubre de este año (2007), están basados en el libro de Raúl Zibechi “dispersar el poder”, donde uno de los movimientos “antiestatales” caracterizados por el autor, es el aymara. Así mismo, retomamos algunos planteamientos de la “Propuesta Sectorial de la Red Mexicana de Trabajo Sexual (RMTS)” para el Programa Nacional de Lucha de la Otra Campaña convocada por el EZLN que lleva como título “El color de la sangre”. Y por último, presentamos algunas reflexiones compartidas por la RMTS con el sector obrero de la Otra Campaña el 10 de noviembre de este año en curso (2007) en el Auditorio Che Guevara de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde se acordó formalizar al Sector de las y los trabajadores de la ciudad y del campo de la zona centro de la república, donde las trabajadoras sexuales conquistaron su lugar: Preguntando, caminamos. Combatividad aymara: Las comunidades urbanas aymaras protagonizaron las guerras del agua y del gas en los años 2000 y 2003. En el mundo aymara, a juicio de Raúl Zibechi, la coacción física aparece distribuida y dispersa por todo el cuerpo social, a diferencia del mundo occidental, donde es monopolio del Estado nacional y es ejercida por un cuerpo separado de la sociedad, una burocracia civil y militar. El poder aymara nace del territorio comunitario y ha permitido desatar potentes movilizaciones que derribaron dos presidentes en Bolivia. En ese entonces, durante 10 o 12 días los pobladores de El Alto, a través de las juntas vecinales o de otras instancias que les dieron cohesión, actuaron como gobiernos barriales suplantando a un Estado deslegitimado y ausente. Los aymaras se han visto forzados a trabajar colectivamente para gestionar sus necesidades más elementales. La unidad de acción entre los vecinos es uno de los factores aglutinantes relacionado con demandas comunes que les ha permitido sobrevivir y mantener la cohesión comunitaria y la identidad aymara. En marzo de 2001, las mujeres aymaras realizaron bloqueos en las avenidas, sentadas “picchando hojas de coca” y conversando entre ellas, en una especie de asambleas grupales. El Alto Bolivia, donde fueron paridas estas grandes movilizaciones mencionadas, es un asentamiento humano irregular, conurbado a la capital de Bolivia, en él viven 900,000 personas quechuas y aymaras urbanizados que han logrado mantener lazos comunitarios muy fuertes, a diferencia de otras poblaciones urbanas y que han construido verdadero Poder Popular, al margen del Estado mismo, de dirigencias y partidos políticos de izquierda. Justicia comunitaria: Los muñecos de trapo a la usanza de los espantapájaros, son testimonio de una particularidad, algunos dicen “muerte al ladrón”, otros dan la impresión de estar decapitados. Estos muñecos, forman parte de un sistema de vigilancia y silbatos que advierten cuándo deben acudir a defender el barrio sus moradores. Los ladrones o violadores sorprendidos, son asesinados. Esta “justicia alteña”, es producto de la corrupción y el deterioro moral del aparato judicial y a su vez, es un mecanismo de autodefensa comunal, ya que el Estado y sus instituciones se seguridad y jurídicas, “les hacen la guerra a los vecinos contra quienes actúan como si fuesen sus enemigos”. La muerte de violadores y ladrones es una opción drástica pero garantiza el anonimato y protege a los vecinos. El Alto Bolivia, representa una
tradición de lucha contra el Estado, el capitalismo y la tiranía racista que gobernó este país durante cientos de años y que convirtió a la nación en una colonia al servicio de potencias extranjeras, siempre en detrimento de las y los bolivianos. Sin embargo, cuando la movilización social “alteña” atenta contra las más pequeñas, entre los olvidados, nos encontramos con un sistema comunitario que no hace distinción y la verdad a juicio de algunos compañeros, no tendría porqué hacerlo, entre lenones, policías-proxenetas, autoridades corruptas y trabajadoras sexuales, éstas últimas, tanto o más desposeídas que la comunidad indígena aymara donde por las evidencias de los últimos acontecimientos, parecería que no tienen cabida como integrantes de la misma. Sin embargo, para la justicia aymara todos caben en un solo paquete y son considerados enemigos, incluyendo a las trabajadoras sexuales, aunque la mayoría de ellas sean de origen indígena y pasen la mayor parte de su tiempo en El Alto. Esta situación, el carácter indígena de las mujeres trabajadoras sexuales, quizá enardece más a los pobladores, al ver a sus mujeres “prostituidas”, en aras del enriquecimiento de unos cuántos proxenetas. Pero, ¿qué fue lo que ocasionó la quema de bares y cantinas por parte de los habitantes de El Alto Bolivia? Probables causas: Pensamos que fue el crecimiento exponencial de los negocios nocturnos donde se ejerce el trabajo sexual. La corrupción administrativa y protección gubernamental de negocios del sexo irregulares, como lo atestigua la denuncia de algunos “dueños de bares y cantinas” que mencionaron hace dos meses a los medios informativos, que el Consejo Municipal de El Alto recibe mordidas por dos mil dólares por cada establecimiento para funcionar las 24 horas y recibir “protección policíaca”. El crecimiento del alcoholismo y la violencia social e intrafamiliar, ocasionada por el consumo excesivo del alcohol, así como el aumento de la delincuencia. La venta de drogas a menores de edad, el aumento de los embarazos de jovencitas que van a la escuela, así como de las deserciones escolares. La desatención de dicha realidad social por parte del gabinete de Evo Morales que seguramente heredó dicha situación y que sin embargo, nada hizo al respecto para darle cause a la convivencia armónica entre pobladores aymaras, trabajadoras sexuales y empresarios de la noche. Finalmente, el fundamentalismo de las religiones pentecostales que pululan en dicha ciudad, el discurso oficial “izquierdista”, para el cuál las trabajadoras sexuales sólo son la basura y el desperdicio social, el lumpen proletariado, pues; sin soslayar que detrás de la proliferación de bares y cantinas, seguramente hay grandes empresas licoreras que incrementan la tasa de ganancia del capital a costa del empobrecimiento de las comunidades urbanas aymaras y a los ojos de muchos pobladores de El Alto, quizás, a costa de la comercialización de las mujeres, niñas y adolescentes indígenas. Breviario de los hechos: El lunes 15 de octubre, vecinos de El Alto Bolivia agrupados en la “Asociación de padres de familia” de dicho lugar quemaron y saquearon cerca de 50 bares y cantinas donde se ejerce el trabajo sexual, pese a que muchos de ellos son clientes de las trabajadoras sexuales. El martes 16 de octubre y días subsecuentes, siguió la destrucción, pero en esta ocasión los padres de familia se hicieron acompañar de sus hijos que estudian en la secundaria, quienes cuestionaron que existen más prostíbulos que escuelas y exigen la entrega del título de bachiller de forma gratuita. Durante cuatro jornadas consecutivas, los vecinos y sus hijos de secundaria, atacaron los establecimientos nocturnos y quemaron electrodomésticos, vehículos de la policía que estaban en el interior de varios negocios, camas y ropa, donde los padres de familia reclamaron la construcción de mil aulas más para los colegios de sus hijos. A partir de dichos acontecimientos la alcaldía de El Alto restringió a través de una ordenanza, el trabajo nocturno, prohibió el expendio de bebidas alcohólicas y el funcionamiento de la llamada “calle del pecado” donde se encuentran muchas de las cantinas y bares quemados por los vecinos. La queja por dicha ordenanza no se dejó esperar de parte de las trabajadoras sexuales y los dueños de los centros de 2
diversión. Dicha norma jurídica también establece que sólo podrán ubicarse dichos negocios a partir de 500 metros de distancia de establecimientos educativos y obligados a cerrar a las 2 de la mañana. La Asociación de Pensiones, Bares, Restaurantes y karaokes, rechazó esta resolución manifestando que deberían clausurar únicamente a los establecimientos clandestinos que son la mayoría. Por ello su sector instaló dos piquetes de huelga de hambre. Esta asociación empresarial agrupa a 70 locales, pero en El Alto funcionan más de 1,000. La Asociación de Trabajadoras Nocturnas, donde están organizadas las trabajadoras sexuales de El Alto Bolivia, aglutina a 500 trabajadoras sexuales, aunque más de mil no participan y ejercen su oficio en esta ciudad. El fin de semana del 19 al 21 de octubre, las trabajadoras sexuales salieron a trabajar a la calle y fueron gaseadas por la Policía. Además hubo razzias cada noche para cerrar locales que estén fuera de la nueva ordenanza municipal. Cincuenta trabajadoras sexuales acompañadas de empleados de centros de diversión, iniciaron huelgas de hambre y amenazaron con no someterse a controles sanitarios y para repeler la represión, las manifestantes asistieron acompañadas con sus hijos. Las trabajadoras sexuales que no estaban en huelga, consiguieron clientes en la calle porque los locales donde trabajaban, fueron cerrados por la furia vecinal o por la fuerza de la nueva ordenanza municipal de El Alto. Las trabajadoras sexuales de El Alto, señalaron que si sus demandas no eran atendidas, las 35,000 trabajadoras sexuales de todo el país no asistirán a sus controles sanitarios en solidaridad con sus compañeras alteñas. Del total de trabajadoras sexuales que laboran en Bolivia, el 20% aproximadamente, en encuentran en La Paz, la capital boliviana y en El Alto, asentamiento urbano conurbado a esta ciudad. Dicha demanda ya la hicieron llegar al Defensor del Pueblo. Se han solidarizado con las trabajadoras sexuales de El Alto Bolivia, grupos de vendedores ambulantes y taxistas, afectados por el cierre de los establecimientos nocturnos. El 12 de noviembre, marcharon trabajadoras sexuales de El Alto Bolivia a la ciudad de La Paz y dieron un ultimátum: si el día 24 de noviembre las autoridades municipales alteñas no dan solución a sus demandas, masificarán sus acciones directas como coserse los labios, crucificarse y realizar una marcha nudista hasta la capital del país. A la marcha se unieron contingentes de trabajadoras sexuales de los departamentos de Cochabamba y Oruro. Finalmente, una mediación de la comisión de Política Social de la Cámara de Diputados, abrió un paréntesis en la lucha de las trabajadoras sexuales alteñas en la defensa del derecho al trabajo. Sin embargo, la lucha apenas comienza. ¿Qué hacer? Qué hacer ante tales situaciones, cuando la ira de nuestros hermanos y hermanas, estalla contra las trabajadoras sexuales? Resistir dignamente el embate del ajusticiamiento comunitario, reagrupándose como lo hicieron las trabajadoras sexuales alteñas, en donde se tenga la capacidad de entrar a la ofensiva, así fuese sólo mediática, en nuestro propio territorio desde donde podamos llamar la atención de la clase política, de los vecinos y del mundo entero. La respuesta boliviana fue hacerlo en el Centro de Salud de El Alto, donde se lleva a cabo el control sanitario de las trabajadoras sexuales. Hay que demostrar por la vía de los hechos, la capacidad de respuesta que se tiene, pese a que con la quema de bares y cantinas, probablemente muchas compañeras se dieron a la fuga para salvaguardar su integridad. El Alto Bolivia, el del trabajo sexual, multiplicó las huelgas de hambre, las trabajadoras sexuales se sacaron su propia sangre para escribir mantas de protesta, algunas se cosieron los labios en señal de resistencia, así mismo, amenazaron con desnudarse públicamente, enterrarse vivas y al final se tomaron las calles para trabajar en ellas, ante la destrucción de los lugares donde laboraban. Entonces, sólo entonces, buscar un puente de comunicación con los demás pobladores de El Alto Bolivia, evitando que el gestor, en este caso procedente de la Cámara de Diputados, se apropie del movimiento. Esto significa, tomar el control del movimiento para la defensa de su derecho al trabajo en sus propias manos, desplazando a los empresarios del sexo a quienes poco les importó que su irresponsabilidad 3
fuera uno de los elementos que detonó la ira de las comunidades aymaras. No es otra cosa más que tomar el control absoluto de los lugares donde trabajan para definir las reglas de operación del sexo comercial, desde una perspectiva obrera y no patronal. Lección de dignidad: Finalmente, decidan lo que decidan hacer de ahora en adelante las trabajadoras sexuales alteñas, nos dejaron a los trabajadores del campo y la ciudad un ejemplo de dignidad con la que cuentan para luchar en condiciones de odio que sólo son el caldo de cultivo para posteriores asesinatos, que esperamos la organización autónoma de las trabajadoras sexuales y la solidaridad internacional, exorcicen. Si esto no es conciencia de clase, que los estudiosos del marxismo clásico nos digan qué cosa lo es. Tendrán que atenderse demandas comunitarias de los demás pobladores de El Alto, tales como la autorregulación de los establecimientos donde se ejerce el trabajo sexual y en este sentido la decisión está en las manos de las trabajadoras sexuales. Así mismo, tendrá que respetarse el derecho al trabajo de las trabajadoras sexuales sin que se recurra a una mayor discriminación: la tentación de prohibir por decreto el trabajo sexual y el funcionamiento de cantinas y bares que sólo ocasionaría más corrupción administrativa y violencia hacia este sector de los trabajadores; o la instalación de zonas de tolerancia, como lo exige la Federación de Padres de Familia para que a su juicio “las señoras trabajen ya que tienen sus derechos y los respetamos”. ¿Tendrá que aplicarse la justicia alteña a lenones y proxenetas, así como lo hacen con ladrones y violadores y no contra las trabajadoras sexuales y los lugares donde laboran? Las trabajadoras sexuales a su vez, tendrán que fortalecer su organización comunitaria, a lo mejor turnarse para cumplir las tareas que su movimiento les demande, considerar la posibilidad de rotarse los cargos de dirección e incluso incursionar sino lo han hecho en la consolidación de una dirección colectiva, para no empoderar a futuras capataces al servicio del amo y señor del “congal”. Las trabajadoras sexuales tendrán que reconocerse primero como parte de la solución y no como el problema que provoque otras jornadas de violencia contra el trabajo sexual; así mismo, tendrán que reconocer que la intolerancia de la justicia alteña, la avaricia de los dueños de los centros nocturnos donde trabajan y su insensibilidad hacia las demandas comunitarias de El Alto Bolivia, fueron las gotas que derramaron el vaso y dieron el origen a las cuatro jornadas que terminaron con la quema de 50 bares y cantinas y con la radicalización de las posturas de los vecinos y de las trabajadoras sexuales y los dueños de los establecimientos donde ellas laboran. La historia se repite: Los sucesos de El Alto Bolivia ocurridos entre el 15 y 21 de octubre de este año (2007), ya han ocurrido en otras latitudes incluyendo a México y el color político que lo protagonizó es lo de menos. La Calzada de Tlalpan en el Distrito Federal, es testigo silenciosa de innumerables crímenes de odio contra trabajadoras y trabajadores sexuales, por parte de vecinos y escuadrones de la muerte, ofendidos por la oferta que allí se lleva desde hace más de 35 años de sexo comercial y por la rebeldía de las y los trabajadores sexuales que se niegan a pagar grandes cuotas de extorsión a la policía, respectivamente. En Plaza del Sol, ubicada en Zapopan Jalisco, México, hace algunos años, vecinos fundamentalistas católicos de ultraderecha, dispararon a quemarropa a una trabajadora sexual transgénero y amenazaron a otras más con asesinarlas sino se retiraban de sus calles. El 11 de julio de 2007, compañeras de la Red Mexicana de Trabajo Sexual, instituyeron el Día Nacional de la Trabajadora y el Trabajador Sexual, por el asesinato de 7 compañeras de la Merced en menos de dos semanas (cuando el promedio anual era de 6) y como un homenaje a la valentía de las 13 trabajadoras sexuales de Castaños Coahuila que a un año de la conmemoración, fueron violadas por militares mexicanos encargados del resguardo de material electoral de la pasada contienda presidencial del 6 de julio de 2006. Alerta roja: Lo que pasó en El Alto Bolivia en las cuatro jornadas de octubre de este año (2007) contra las trabajadoras sexuales y sus fuentes de empleo, es una llamada de atención de lo que puede ocurrir 4
cuando el fundamentalismo político y/o religioso se desborda y avanza contra un grupo social “diferente” al “nuestro”. También es una llamada de atención, cuando el capitalismo, en este caso con el rostro de industria sexual, industria licorera y narcotráfico, avanza amenazante contra relaciones sociales que han posibilitado la sobrevivencia de muchas comunidades indígenas que se rigen por sus usos y costumbres o de otras comunidades populares que se rigen por sistemas de justicia diferentes al del Estado nación. La militancia revolucionaria no nos exenta de una alta carga de “complicidad simbólica” hacia quienes comenten crímenes o actos de justicia popular contra otras y otros más pequeños e indefensos que nosotros “los revolucionarios”, al considerar que atentan “contra la moral revolucionaria”, contra los intereses del pueblo, contra el proletariado o en el caso comentado, contra la comunidad aymara. Dicha complicidad simbólica, también está presente cuando guardamos silencio ante tales acontecimientos y entonces preferimos no cuestionar la gestión de un “estadista” de la izquierda liberal de la “altura” de Evo Morales, primer presidente indígena de Bolivia. Parafraseando al doctor Raúl Páramo Ortega, adherente de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona del EZLN, “La construcción de una cultura erótica contribuye a minar un poco la explotación del hombre y de la mujer. Es en sí misma anti-capitalista: introduce el gozo del otro. El otro –que en la lógica de Eros- ya no puede ser objeto de propiedad ni de opresión. (…) En esa marcha no hay inocente alguno. Nadie nos absuelve. Tampoco la práctica revolucionaria lo hace. El Eros…, el aún rescatable… tiene que incorporarse en la Praxis revolucionaria. Hay muchos campos de acción en que el Amor que nos roban las religiones para mistificarlo y traficar con él, sea por lo menos parcialmente recuperado como dios pagano: Eros.” Las trabajadoras sexuales y su lucha por el derecho al trabajo y por disfrutar de las prestaciones sociales que el Derecho Laboral ofrece a otros sectores de la clase obrera, deberán ser atendidas por el Congreso boliviano y por la Asamblea Constituyente. De no hacerlo, quedará constancia histórica de su miopía ideológica y de su negligencia ante uno de los sectores más desprotegidos del campo y la ciudad latinoamericanos. Por lo pronto en México, las demandas de las y los trabajadores sexuales están “alimentando” las propuestas que el Sector Obrero hace al Programa Nacional de Lucha de la Otra Campaña que busca derrocar al régimen, destruir al Estado, convocar a una nueva Constituyente donde participen las y los trabajadores sexuales para que se eleve a rango constitucional en el artículo 123, inciso XXXI, la organización cooperativista del trabajo sexual y el reconocimiento de los derechos laborales que la Ley Federal del Trabajo reconoce para el resto de oficios y profesiones y así mismo incluir en el artículo primero de la Constitución, como prácticas discriminatorias la instalación de zonas de tolerancia, el registro de prostitutas y la portación de documentos de control sanitario del sexo comercial. Comunidades de destino: Así como las condiciones extremas de vida facilitaron la creación de comunidades de destino aymaras en El Alto Bolivia, con una predisposición especial a la lucha porque tienen una elevada cohesión interna que deriva del peligro físico de su trabajo, así mismo los grupos comunitarios de trabajadoras sexuales que han vivido en carne propia la violencia empresarial, gubernamental, comunitaria o vecinal, han conformado comunidades de destino, hermanadas por el dolor, por las lágrimas y por la sangre derramada, con una combatividad inigualable que les permite resistir ante los golpes de la intolerancia y el silencio oficial de la clase política, ante tales acontecimientos que quedaron marcados en la historia mundial de la lucha de clases de las trabajadoras sexuales, por su derecho a existir y trabajar en paz. Las prácticas comunitarias, reflexiones y acciones directas anticapitalistas y hasta antiestatales, no son garantía de respeto a la diferencia, prueba de ello las jornadas violentas de El Alto Bolivia mencionadas en este artículo. Tampoco es garantía de respeto a la diferencia, proclamarse adherente de la Otra Campaña o vincularse a organizaciones político - militares que buscan tomarse el poder por la vía armada para instalar “la dictadura del proletariado”. Terminamos estas reflexiones con una consigna de los años 60ss y otra de la Red Mexicana de Trabajo Sexual: No hay libertad política, sino hay libertad sexual. Y no hay libertad sexual, sin libertad para talonear (trabajar en el sexo).
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