la velociadad del sueño-sci marcos

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La velocidad del sueño Primera parte: Botas Subcomandante insurgente Marcos No corre la madrugada en las montañas del Sureste mexicano. Como si no tuviera prisa, se regodea en todos y cada uno de los rincones, como amante paciente y dedicada. La niebla le va de la mano, con su largo vestido de nube, y consigue asfixiar la luz más empecinada, le tiende cerco, la rodea de su nívea pared, la encierra en un aro difuso. Desde la mitad del cielo, la luna se bate en retirada. Una voluta de humo se confuende con la neblina, despacio, con la misma lentitud con la que la nube arropa, bajo el amplio vuelo de su nagua, las champas dispersas. Todos duermen. Todos menos la sombra. Todos sueñan. Sobre todo la sombra. Apenas extiende la mano y atrapa una pregunta. ¿Cuál es la velocidad del sueño? No lo sé. Tal vez es... Pero no, no lo sé... En realidad, acá, lo que se sabe, se sabe en colectivo. Sabemos, por ejemplo, que estamos en guerra. Y no me refiero sólo a la guerra propiamente zapatista, que no acaba de satisfacer las ansias de sangre de algunos medios de comunicación y de algunos intelectuales "de izquierda", tan afectos como son, los unos a las cantidades de muertos, heridos y desaparecidos, los otros a traducir muertes en errores "por no hacer lo que yo les decía". No sólo, también hablo de ésta a la que nosotros llamamos "IV Guerra Mundial", que se libra por el neoliberalismo y contra la humanidad. La que transcurre en todos los frentes y en todas partes, incluyendo las montañas del Sureste mexicano. Lo mismo en Palestina que en Irak, en Chechenia o en los Balcanes, en Sudán, o en Afganistán, con ejércitos más o menos regulares. La que, de la mano de éstas, el fundamentalismo de uno y otro bandos lleva a todos los rincones del planeta. La que, asumiendo formas no militares, cobra víctimas en América Latina, en la Europa Social, en Asia, en Africa, en Oceanía, en el Lejano Oriente, con bombas financieras que hacen volar en pedazos estados nacionales enteros y organismos internacionales. Esta guerra que, según nosotros (insisto: tendencialmente), pretende destruir /despoblar territorios, reconstruir/reordenar las geografías locales, regionales y nacionales, y crear, a sangre y fuego, una nueva cartografía mundial. Esta que, en el camino, va dejando su firma de identidad: la muerte. Tal vez la pregunta "¿Cuál es la velocidad del sueño?" debería ser acompañada de la pregunta "¿Cuál es la velocidad de la pesadilla?"


Todavía unas semanas antes de los atentados terroristas del 11 de marzo de 2004 en España, un periodista-analista político mexicano (de ésos a los que les dan un dulce y se sueltan cantando loas ridículas) alababa la visión "de Estado" de José María Aznar. El analista decía que, al acompañar a Estados Unidos y a la Gran Bretaña en la guerra contra Irak, Aznar había conseguido un campo promisorio para la expansión de la economía hispana, y que el único costo que tenía que pagar era el repudio de una "pequeña" parte de la población española, "los radicales que nunca faltan, incluso en una sociedad tan boyante como la española", dijo el "analista". Y más, señaló que entonces a los españoles sólo les tocaba esperar sentados a que el negocio de la reconstrucción de Irak se echara a andar, y entonces sí, a recibir carretadas de dinero. En suma, un sueño. La realidad no tardó en pasar a cobrar la verdadera factura de "la visión de Estado" de Aznar. Esa mañana del 11 de marzo se cumplía aquello de que Irak no está en Irak, quiero decir no sólo en Irak, sino en todo el mundo. En fin, la estación de Atocha como sinónimo de pesadilla. Pero antes de la pesadilla estaba el sueño, pero el sueño neoliberal. Con holgada anterioridad a los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en territorio estadunidense, la guerra contra Irak se había puesto en marcha. Para ir a ese inicio nada como una foto... Suelo llano, rojizo. Se adivina duro. Tal vez arcilla o algo parecido. Una bota. Sola, sin su par. Abandonada. Sin pie que la calce. Algunos escombros esparcidos. De hecho, la bota parece un escombro más. Es todo lo que hay en la imagen, así que es el pie de foto el que aclara que se trata de Irak. ¿Fecha? 2004, septiembre. No se alcanza a discernir si es la bota de alguien que murió, que la abandonó en la huida, o que se trata, simple y llanamente, de una bota botada. Tampoco se sabe si es la bota de un soldado estadunidense o británico, o de un combatiente de la resistencia, de un civil iraquí o de otro país. Sin embargo, a pesar de la falta de más información, la imagen da una idea de lo que es el Irak de la "posguerra" de Bush: violencia, muerte, destrucción, desolación, confusión, caos. Todo un programa neoliberal. Si el falaz argumento de que la guerra contra Irak era una guerra "contra el terrorismo" se ha venido abajo, las verdaderas razones emergen ahora, más de un año después de que, ayudada por los tanques de guerra estadunidenses, fuera derribada la estatua de Hussein y un eufórico Bush se erigiera otra a sí mismo declarando el fin de la guerra. (Probablemente la resistencia iraquí no escuchó el mensaje de Bush: el número de soldados estadunidenses y británicos muertos y heridos no ha hecho sino aumentar desde que "terminó la guerra", y ahora se suman las bajas de civiles procedentes de varias naciones.)


La ideología neoconservadora en Estados Unidos tiene un sueño: construir la "disneylandia" neoliberal. En lugar de una "aldea modelo", reflejo de los manuales de contrainsurgencia de los 60, se trataba de edificar una "nación modelo". Se eligió entonces el territorio de la antigua Babilonia. El sueño de la construcción de un "ejemplo" de lo que debe ser el mundo (siempre según los neoliberales) se nutrió de "(...) la más apreciada creencia de los arquitectos ideológicos de la guerra (contra Irak): que la codicia es buena. No buena sólo para ellos y sus amigos, sino buena para la humanidad, y ciertamente buena para los iraquíes. La codicia crea ganancias, las cuales crean crecimiento, el cual crea trabajos, productos y servicios, y cualquier otra cosa que alguien pudiera posiblemente necesitar o querer. "El papel de un buen gobierno, entonces, es crear las condiciones óptimas para que las corporaciones prosigan su codicia sin fondo, de modo que, a su turno, puedan satisfacer las necesidades de la sociedad. "El problema es que los gobiernos, aun los gobiernos neoconservadores, raramente tienen la oportunidad de probar lo correcto de su sagrada teoría: a pesar de sus enormes esfuerzos ideológicos, aun los republicanos de George Bush son, en sus propias cabezas, eternamente saboteados por entrometidos demócratas, obstinados sindicatos y alarmados ambientalistas. Irak iba a cambiar todo esto. En un lugar de la Tierra, la teoría finalmente sería puesta en práctica en su más perfecta e incomprometida forma. "Un país de 25 millones de habitantes no sería reconstruido como era antes de la guerra: sería borrado, desaparecido. En su lugar aparecería una deslumbrante sala de exposiciones para las políticas del laissez-faire, una autopía como el mundo jamás había visto." ("Bagdad año cero. El pillaje de Irak tras una utopía neoconservadora", Naomi Klein, en Harper's Magazine, septiembre de 2004. Traducción: Julio Fernández Baralbar.) En lugar de eso, Irak es un ejemplo sí, pero de lo que le espera al mundo entero si los neoliberales ganan la gran guerra, la IV Guerra Mundial: desempleo de casi 70 por ciento, la industria y el comercio paralizados, aumento exorbitante de la deuda externa, muros antiexplosiones por todos lados, crecimiento geométrico del fundamentalismo, guerra civil... y exportación del terrorismo a todo el planeta. No voy a saturarlos con algo que sale a diario en las noticias: ofensivas militares de la coalición (ojo: en una guerra que "ya terminó"), movilización de la resistencia iraquí, atentados, ataques a objetivos militares y civiles, secuestros, ejecuciones, nuevas ofensivas de la coalición, nueva movilización de la resistencia iraquí, etcétera. Estoy seguro de que podrán encontrar abundante información en la prensa de todo el mundo. En castellano, sin lugar a dudas la mejor fuente es el periódico mexicano La Jornada, que cuenta entre sus colaboradores a algunos de los analistas más serios y documentados sobre el tema de Irak. Lo cierto es que este video ya lo hemos visto antes en otras partes... y lo seguimos viendo: Chechenia, los Balcanes, Palestina, Sudán, son sólo ejemplos de esta guerra que destruye naciones para tratar de "reconvertirlas" en "paraísos"... y terminan convertidas en infiernos.


Una bota abandonada en suelos del Irak "liberado" resume el nuevo orden mundial: la destrucción de naciones, la desertificación de cualquier indicio de humanidad, la reconstrucción como el reordenamiento caótico de las ruinas de una civilización. Hay, sin embargo, otras botas, aunque sean unas... Botas rotas. Sí, las botas de la insurgenta Erika están rotas. En la puntera derecha, la suela está desprendida y le da a la bota un aspecto de boca insatisfecha. Los dedos no son visibles aún, así que la Erika no parece haberse dado cuenta de que sus botas, marcadamente la derecha, están rotas. Desde los primeros días en la montaña, el mirar hacia abajo se me hizo costumbre. El calzado suele ser uno de los sueños/pesadillas del guerrillero (¿otros?: el azúcar, tener los pies secos, y otras obsesiones más bien húmedas), así que dedica a él buena parte de su atención. Tal vez por eso uno adquiere esa manía de mirar siempre a los pies del otro. La insurgenta Erika ha venido a avisarme que ya acabaron de editar el cuento de La naranja mágica (última producción de Radio Insurgente que trata de... bueno, mejor escúchenlo). Yo le respondo que tiene rota la bota. Ella baja la mirada y me dice "tú también". Saluda militarmente y se va. La Erika va a cambiarse porque al rato juegan futbol dos equipos de insurgentas, uno se llama "8 de Marzo", y el otro "Las Princesas de La Selva". No sé mucho de futbol pero, a mi entender, las "princesas" juegan con un estilo bastante alejado de las buenas costumbres de la corte real, y las del "8 de marzo" lo hacen como si fuera el alzamiento del primero de enero. O sea que buena parte de ellas termina en el puesto de salud insurgente. Es más, cada vez que van a jugar, las de sanidad tienen la camilla a un lado de la cancha. "Para no dar la vuelta", dicen. Empataron. O sea que en el futbol las insurgentas empataron. Se fueron a penaltis y llegó la hora de la formación sin que desempataran. A decirme eso viene la insurgenta Erika. La Erika es como la asesora sentimental de las insurgentas, pero esta vez no viene a contarme que a una compañera "le duele su corazón" por mal de amores, sino que ya acabó el partido y ella ya se va a dar plática a los pueblos, más en concreto, a las mujeres de los pueblos. Va de civil, o sea con ropa civil. Bueno, eso dice ella. Porque yo veo que trae unas botas hechas en talleres zapatistas y que tienen grabado un "EZLN" en un costado. "Mmh, si vas a llevar esas botas mejor lleva el uniforme completo", le digo intentando ser sarcástico. Se va la Erika. Al rato regresa con el uniforme puesto. "¿Adónde vas?", le pregunto. "Al pueblo", responde. "Pero, ¿cómo se te ocurre ir de uniforme?, le pregunto/regaño. "Pues así me dijiste", dice que le dije. Entiendo que es inútil tratar de explicar las cualidades de la ironía sutil, así que sólo ordeno: "No, ponte de civil y quítate esas botas". Se va. Al rato regresa, con ropa civil... y descalza. Yo suspiré, ¿qué otra cosa podía hacer? No le crean a la Erika, mi bota no está rota. Está descosida, que no es lo mismo. Además, es un ojillo el que se ha desprendido, y por eso el entrecruce de las agujetas parece sistema


político en el neoliberalismo, o sea que es un revoltijo y no se sabe adónde va la derecha y adónde va la izquierda. Le estoy explicando esto a Rolando cuando llega... La Toñita Primera-Generación, o sea la Toñita I (la del beso negado porque "mucho pica", la de la tacita rota, la del olote de maíz habilitado como muñeca), tiene ya 15 años. "O sea que cumplió 14 pero entró en 15, o sea que ya va para 16", me dice su papá, un responsable zapatista de los más antiguos con nosotros. Yo asiento, sin confesar que nunca he entendido las altas matemáticas que rigen los calendarios en las comunidades rebeldes zapatistas (después de tratar de explicarme, inútilmente, el Monarca se resigna y sólo agrega: "Creo que es porque así es nuestro modo, que de por sí es muy otro"). El papá de la Toñita I (o sea la Toñita Primera-Generación) viene para que yo la mire, porque tiene más de 10 años que la vi por última vez. Diez años no pasan en vano, así que la Toñita I no sólo no me niega un beso, sino que, sin que yo alcance a decir nada, me abraza y me estampa un beso en la acolchada mejilla del pasamontañas y se pone de todos colores (la Toñita I, no el pasamontañas). Yo no digo nada, pero pienso "Mmh, ando mal este año... y eso que no me he quitado el pasamontañas ni para bañarme". Entonces la Toñita I saca de una su mochila unas sus botas y se las pone. Yo voy a preguntarle por qué se pone las botas después de caminar descalza seis horas desde su pueblo, en lugar de ponérselas para el camino y quitárselas al llegar, pero la Toñita I se adelanta y me pregunta si puede ir "allá" -y señala para donde están un grupo de insurgentas-. La Toñita I sabe lo que un beso, manque sea sobre el pasamontañas, puede conseguir, así que no espera la respuesta y se va. Mientras la Toñita I corre a ver si la dejan jugar en el partido de futbol de las insurgentas, su papá me cuenta de su pueblo (al que yo siempre he llamado, cuidando de que nadie me escuche, "Cumbres Borrascosas"). He alcanzado a ver la cicatriz de un rasguño en el brazo izquierdo de la Toñita I, así que le pregunto de eso. Me cuenta el papá de la Toñita I que un joven del pueblo quería llevársela a la letrina. (Nota: le aclaro al improbable lector de estas líneas que la letrina en algunos pueblos no sólo cumple sus olorosas funciones higiénicas, también suele ser lugar de encuentro de parejas. No son pocos los matrimonios en comunidades que tienen como origen el nada romántico sitio de la letrina. Fin de la Nota.) El caso es que la Toñita I no quiso ir a la letrina. "O sea que no era su gusto", me confirma su papá. Y entonces el muchacho la quiso obligar y entonces, "como no era su gusto" -reitera su papá-, forcejearon. La Toñita I logró escaparse pero, como luego dicen, se publicó y el asunto llegó a la asamblea del pueblo. Me cuenta su papá de la Toñita I que la querían meter a ella a la cárcel. Yo interrumpo: "¿Pero por qué, si a ella la atacaron y hasta trae rasguñado el brazo?" "Ah, Sup, es que viera cómo quedó el joven... -me dice el papá-, de plano quedó privado, y es que la Toñita es, como luego se dice, muy brava."


La Toñita I, además de un rostro agraciado, tiene un físico corpulento, o sea que... ¿cómo les explico?, bueno, para que me entiendan sólo les diré que Rolando quiere que juegue de defensa central en la selección zapatista de futbol. "Pero el equipo de las insurgentas ya está completo", le digo a Rolando. El sólo agrega: "Acaso es para el equipo de insurgentas, yo la quiero para el equipo de los hombres". En eso pasan las de sanidad con dos insurgentas bastante golpeadas. La Toñita I está llorando porque por su culpa le marcaron dos penaltis a su equipo. Yo entiendo a Rolando y volteo hacia el papá y le pregunto. "¿No ha dicho la Toñita si quiere ser insurgenta?" La Toñita I se quitó las botas y las puso en una su mochila. Se va con su papá, caminando descalza. No tiene mucho que se fue cuando aparece, acompañando a su mamá... la Toñita SegundaGeneración, o sea la Toñita II. La mamá de la Toñita II, o Segunda Generación, se llama Elena. Es teniente insurgenta de sanidad y cuenta en su haber que en enero de 1994 salvó la vida de varios insurgentes y milicianos que salieron heridos de los combates de Ocosingo. En un más que modesto hospital de campaña, Elena operó heridas de bala y extrajo pedazos de metralla del cuerpo de zapatistas. "Se nos murió un compa", dijo cuando informó. No mencionó a los más de 30 combatientes, que hoy viven y luchan en estas tierras, a los que salvó. La Toñita II tiene tres años. "¿O sea que cumplió dos y va para cuatro?", me adelanto a la explicación de Elena. Ella ríe. Quiero decir, Elena ríe. Porque la Toñita II está pegando unos chillidos dignos de mejor causa. Y es que resulta que, asumiendo mi mirada coqueta (la número 7 de mi exclusivo "catálogo de miradas seductoras") le pedí un beso. La Toñita II ni siquiera dijo "mucho pica" (o sea que no es un versión mejorada), simplemente se echó a llorar con tal vehemencia que ya tiene a su lado a un grupo de insurgentas que le ofrecen caramelos, una bolsita con cara de conejo (aunque a mí me parece que tiene cara de tlacuache -la bolsita, se entiende-), y hasta le están cantando la del chivito, una rola que tiene inusitado éxito entre los niños y niñas zapatistas. "No te quieren", me dice, lloviendo sobre mojado, la mayor Irma. Yo respondo: "Bah, está loca por mí", y hago como que no tengo roto el corazón. Saliendo de la bodega, Rolando me da una de esas agujas llamadas "capoteras" y un rollo de hilo de nailon. Ya en la champa de la comandancia general del EZLN dudo... Si no sé cuál es la velocidad del sueño, tampoco sé si remendarme las botas o el corazón.


La velocidad del sueño Segunda parte: Zapatos, tenis, chanclas, huaraches, zapatillas Septiembre es el noveno mes del año, y arriba la Luna trae una panza como si tal. Y hasta se ruboriza un poco cuando se deja caer sobre occidente. La lluvia y las nubes como que se asomaron, pero les dio pereza y se quedaron atrás de la montaña, ésa que se levanta al oriente. Abajo, en la grabadorcita, Tania Libertad canta ésa que dice "no lo van a impedir (...), a pesar del otoño creceremos". Confundida en las sombras, la sombra escribe una carta. Después del "Ejército Zapatista etcétera" y de la fecha, septiembre de 2004, ya se lee... A: Pierluigi Sullo. Dirección del semanario Carta. Italia, continente europeo, planeta Tierra. Pedro Luis, hermano: Recibe un abrazo desde las montañas del sureste mexicano. Supongo que te extrañará el "Pedro Luis", pero es que se me ha contagiado el "modo" de los compas de "zapatizar" los nombres, así que pongo "Pedro Luis" por "Pierluigi". Bueno, pues recibí la carta que escribiste y que no mandaste. O sea que recibí la carta en Carta. Me explico: resulta que primero me mandaron una fotocopia de la misiva aparecida en Carta (26 agosto-1 septiembre 2004, año VI, número 31). Como mi italiano no alcanza siquiera a parecerse al "itañol" de los "turbineros y turbineras" (que hace años trabajaron, y duro, para dar luz a la realidad), tuve que pedir que alguien hiciera el favor de traducirla. Y lo hicieron, pero en una neo lengua que acá llamamos "itazapañol" que, si la memoria no me falla, inauguró la Vanessa cuando, siempre desobediente, tardó años viviendo en la realidad zapatista. Así las cosas, tuve que recurrir a unos diccionarios que nos habían enviado hace tiempo (no muy me acuerdo, creo que fue Mantovant o Alfio). Para esto, antes hubo que buscar y encontrar los diccionarios, los cuales estaban, como era de esperar, nivela- ndo una de las patas de una de las mesas de una de las comandancias generales del único ezetaelene. O sea que me tardé en intuir, más que en saber, lo que decía la carta de Carta. Tal vez me equivoque, pero alcancé a entender que el objetivo de tu misiva es saludarnos... y plantear problemas. El género epistolar es, según mi humilde opinión, uno de los mejores medios para el debate (otro, mejor todavía, es la práctica política). No lo dices abiertamente, pero cualquiera podrá darse cuenta de que, en el fondo, tu carta plantea, ahora desde la Italia rebelde, el mismo problema de la velocidad del sueño. Y


aunque tampoco lo declaras de manera explícita, desde la Italia que lucha, o sea que sueña, también respondes: "no lo sé". Bien, a los problemas que planteas yo podría responderte con el axioma del inefable y grande (de ego) Don Durito de La Lacandona: "No hay problema lo suficientemente grande como para no darle la vuelta". Aunque me parece una receta excelente (a mí me ha dado buenos resultados en más de una vez), creo sinceramente que lo que planteas no busca una solución, sino una discusión. El ¿qué hacer en Italia? es, en efecto, un problema. Y a mi manera de ver, forma parte del problema ¿qué hacer en el mundo? Bien, la respuesta de nosotros los zapatistas es... "no lo sabemos". Yo sé que no esperabas otra cosa de nosotros, conociéndonos tan bien como nos conoces. Sin embargo, de nuestro suelo y de nuestra lucha podemos decir lo siguiente: Primero. En el México de hoy, todos los políticos, aún aquellos que vayan arriba en las encuestas, en las principales de los noticiarios o en el número de manifestantes, sin importar el color de la retórica que enarbolen o el signo de su organización partidaria, contarán con la hosca desconfianza de nosotros los zapatistas, con nuestro escepticismo e incredulidad. Basados únicamente en sus palabras, promesas, intenciones, cifras, estadísticas, estudios de opinión, no obtendrán absolutamente nada bueno de nosotros. Nada, ni siquiera el beneficio de la duda. Como el jefe del Ejército Libertador del Sur, general Emiliano Zapata, frente a Francisco I. Madero, nuestra hostilidad hacia los políticos del centro será norma invariable: y como Emiliano Zapata frente a la silla presidencial, seguiremos dando la espalda al Palacio Nacional y a quienes aspiran a sentarse en esa silla. Y lo mismo va para el autodenominado "Congreso de la Unión" y el circense Poder Judicial de la Federación. Segundo. En el caso específico de los partidos políticos que se autoproclaman de izquierda y que tienen registro en México (y que, no hay que olvidarlo, no son las únicas organizaciones políticas de izquierda que existen en nuestro país), no podemos dejar de sonreír con amargura cuando sus funcionarios de partido, gobernantes, diputados, senadores y jilguerillos a sueldo, le echan en cara a Vicente Fox el incumplimiento de su promesa de campaña de resolver el "problema" de Chiapas en 15 minutos. Nosotros no olvidamos que los que critican eso fueron los mismos que votaron en favor de una ley que, además de incumplir con un acto de elemental justicia, contravenía fundamentalmente el clamor de los pueblos indios de México, y de millones de personas en nuestro país y en otras partes del planeta. Son los mismos que alientan grupos paramilitares para hostilizar y agredir a las comunidades zapatistas. Son los mismos que se empeñan en parecer agradables a una derecha (llámese alta jerarquía eclesial o empresarial) que, hay que decirlo, no siente ninguna atracción por ellos. Son los mismos que, bajo el brazo, cargan los planes


económicos y policiacos que han sido diseñados en los board directory de la codicia internacional. Aún con todo esto, no podemos avalar, con nuestro silencio, las suciedades jurídicas con las que se pretende impedir que quien encabeza el gobierno en la ciudad de México se presente en 2006 a competir por la Presidencia del país. Nos parece que se trata de una acción ilegítima, mal arropada por falacias legales, que atenta contra el derecho de los mexicanos a decidir si uno u otra o nadie es gobierno. La concreción de una felonía de tal naturaleza significaría, ni más ni menos, la invalidación del artículo 39 de la Constitución mexicana, el cual consagra el derecho del pueblo a decidir su forma de gobierno. Sería, para ponerlo en términos llanos, un golpe de Estado "blando". Al señalar esto no nos ponemos del lado de una persona ni de un proyecto de gobierno. Mucho menos se traduce en apoyar a un partido que no sólo no es de izquierda y no es progresista, tampoco es republicano. Simple y sencillamente nos ponemos del lado de la historia de lucha de nuestro pueblo. Tercero. Las elecciones pasan, los gobiernos pasan. La resistencia queda como lo que es, una alternativa más para la humanidad y contra el neoliberalismo. Nada más, pero nada menos. Sin embargo, consecuentes con la aversión que profesamos hacia los dogmas, siempre admitiremos que podemos estar equivocados y que pudiera ser que, en efecto, como predican ahora los cagatintas de moda, sea necesario, urgente, imprescindible, entregarse incondicionalmente en los brazos de quien, desde arriba, promete cambios que sólo se pueden conseguir desde abajo. Podemos estar equivocados. Cuando nos demos cuenta porque la necia realidad se interponga en nuestro camino, seremos los primeros en reconocer esa equivocación delante de todos, afines y contrarios. Será así porque, entre otras cosas, nosotros creemos que la honestidad frente al espejo es necesaria para todos aquellos que, de palabra o de hecho, se comprometen con la construcción de un mundo nuevo. En todo caso, nosotros ponemos la vida en nuestros aciertos y en nuestras equivocaciones. Creo sinceramente que, desde la madrugada del primero de enero de 1994, nos hemos ganado el derecho a decidir nosotros mismos nuestro paso, su cadencia, su velocidad, su compañía continua o esporádica, sus estaciones y, sobre todo, su destino. Ese derecho no lo cederemos. Estamos dispuestos a morir por defenderlo. Cuarto. Seguiremos haciendo lo que creemos que es nuestro deber. Y esto sin importar el rating que tengan nuestras acciones, el lugar que ocupemos en los noticiarios, o las amenazas y profecías que, desde uno y otro lado del espectro político, tienen a bien recetarnos cada vez que no hacemos lo que quieren que hagamos o que no decimos lo que quieren que digamos (cosa que sucede todo el tiempo).


No nos sumaremos al griterío histérico de la clase política, y de sus fans en las columnas de "análisis político". Esos que pretenden imponer, siempre desde arriba, una agenda que nada tiene que ver con lo que abajo sucede en nuestro país, a saber, el desmantelamiento implacable de los fundamentos de la soberanía nacional. Tampoco manotearemos sobre el calendario para que el 2006 adelante su incertidumbre, su feria de vanidades, su cínico derroche de recursos y de estupidez. Mucho menos será nuestra guía de acción la de quienes nos exigen que nosotros pongamos los nombres de presos, desaparecidos y muertos, mientras ellos ponen los nombres en las listas plurinominales. Quinto. Esto no quiere decir que no escuchemos. Lo hacemos y lo seguiremos haciendo. De todas partes del mundo nos llegan palabras de aliento y de crítica, consejos y amonestaciones, adhesiones y repudios. Todo lo escuchamos y lo guardamos en el corazón colectivo que somos. Cualquiera en cualquier parte del mundo puede estar seguro de que los zapatistas lo escucharemos. Pero una cosa es escuchar y otra es obedecer. Las "polémicas" sobre si los zapatistas somos revolucionarios o reformistas, lights o heavys, ingenuos o maliciosos, buenos o malos, nos tienen sin cuidado y, como los mosquitos en las largas noches de las montañas del sureste mexicano, no son lo que nos desvela. En tierras zapatistas no mandan las trasnacionales, ni el FMI, ni el Banco Mundial, ni el imperialismo, ni el imperio, ni los gobiernos de uno u otro signo. Acá las decisiones fundamentales las toman las comunidades. No sé cómo se llama eso. Nosotros lo llamamos "zapatismo". Pero el nuestro no es un territorio liberado, ni una comuna utópica. Tampoco el laboratorio experimental de un despropósito o el paraíso de la izquierda huérfana. Este es un territorio rebelde, en resistencia, invadido por decenas de miles de soldados federales, policías, servicios de inteligencia, espías de las diversas naciones "desarrolladas", funcionarios en función de contrainsurgencia y oportunistas de todo tipo. Un territorio compuesto de decenas de miles de indígenas mexicanos acosados, perseguidos, hostigados, atacados por negarse a dejar de ser indígenas, mexicanos y seres humanos, es decir, ciudadanos del mundo. Sexto. En el resto del planeta, nuestra ignorancia es enciclopédica (de hecho ocuparía más volúmenes que las obras completas de la palabra externa e interna de los neozapatistas, la cual, dicho sea de paso, es abundante) y poco o nada podemos decir sobre organizaciones políticas de izquierda que lucha o dicen luchar, bajo otros cielos.


Ahí, como en todos lados, preferimos mirar hacia abajo, hacia movimientos y tendencias de resistencia y de construcción de alternativas. Hacia arriba sólo volteamos a ver si una mano de abajo nos señala hacia allá. Séptimo. Con nuestras torpezas o aciertos, definiciones o vaguedades, estamos tratando, sólo tratando, pero poniendo la vida en ello, de construir una alternativa. Llena de imperfecciones y siempre incompleta, pero nuestra alternativa. Si hemos llegado hasta donde hemos llegado no ha sido, sin embargo, por nuestra sola capacidad o decisión, sino por el apoyo de hombres y mujeres de todo el mundo que han comprendido que en estas tierras no hay un montón de menesterosos, ávidos de limosnas o de lástima, sino seres humanos que, como ellos y ellas, anhelan y trabajan por un mundo mejor, uno donde quepan todos los mundos. Creo que un esfuerzo así merece la simpatía y el apoyo de toda persona honesta y noble en el mundo. Y creo que, las más de las veces, esa simpatía y ese apoyo encuentra su versión más afortunada en la lucha que emprenden o mantienen en sus respectivas realidades, cualquiera que sea su cultura, su lengua, su bandera, su tipo de calzado, zapato, tenis, chancla, huarache o zapatilla. En este sentido, en nuestra geografía, están más cerca de las comunidades zapatistas realidades que los mapas señalan distantes. Así, está más cerca nuestro la Europa de abajo: la Italia desobediente y autogestionaria; la Grecia que se comunica con señales de humo; la Francia de la chancla y de los sin papeles y sin techo, pero con dignidad; la España insurrecta y solidaria; el Euzkal Herria que resiste y no se rinde; la Alemania rebelde; la Suiza comprometida; la Dinamarca compañera; la Suecia perseverante la Noruega consecuente; la Patria negada a los kurdos; la Europa marginal que padecen los inmigrantes toda la Europa de los jóvenes que se niegan a comprar acciones en las bolsas del cinismo... y las mujeres mexicanas indígenas mazahuas. Rebeldías y resistencias que sentimos más cercanas que las interminables distancias que nos separan de la soberbia ciudad de San Cristóbal de Las Casas y de los partidos políticos que hablan con la izquierda y actúan con la derecha. Bueno, pues es todo por ahora, compa Pedro Luis. Créeme que no lamento si, con lo que te escribo, corro el riesgo "de ser juzgado como uno que delira, que no ve la realidad". Como quiera que sea, sigue pendiente el problema fundamental, a saber, el de dilucidar cuál es la velocidad del sueño. Mientras se resuelve, recibe un abrazo y para la próxima vez que escribas, manda, además de la carta en Carta, una traducción, manque sea en "itañol". Vale, Salud, y que el griterío de arriba no impida escuchar el murmullo de abajo.


La velocidad del sueño Tercera parte: Pies desnudos El club de las caricaturas mutuas. ¿Cuál es la velocidad del sueño? No lo sé. "No lo sé", esas tres palabras deberían estar más presentes en el repertorio de todos, tan obligados como a veces nos sentimos a opinar acerca de todo, y a suplantar opiniones por dogmas y recetas ("verdades", dicen). En el Club de las caricaturas mutuas, es decir, en la selecta intelectualidad que, en y desde los medios masivos de comunicación de derecha (y algunos "de izquierda"), se mantiene ajena ("objetiva", dicen) a la realidad, hace tiempo que la crítica y el debate fueron suplantados por el escándalo mediático, por "neutralidades" (que, al fin de la edición, son más fundamentalistas que Bush-Bin Laden), y por profecías que no importa si no se argumentan ni se cumplen ("después de todo, ¿a quién le importa la realidad?") Cortesanos versátiles en la periferia del poder, esos intelectuales hablan de todo, son expertos en todo. En su filosofía instantánea y soluble ("salimos al aire-entrego mi colaboración en unos minutos, mi buen, no hay tiempo de pensar en lo que se va a decirescribir"), estos neofilósofos de la postmodernidad, siguiendo las modas que se renuevan cada tanto, imitan las poses y el método de los "grandes" pensadores, es decir, abstraen y generalizan. O sea que suponen y crean un modelo, y luego lo aplican. ¿Las sobras?, al basurero (o sea, fuera de la programación o del índice del artículo). Más aun, el intelectual y el comunicador que se desempeñan como analistas políticos de derecha (y no pocos de "izquierda"), se erigen en jueces que dictan sentencia y esperan, sentados en la academia o en la sala de prensa, a que la realidad sea el verdugo que ejecute la sentencia. Si el "éxito" de la filosofía política reaccionaria, es decir, la del analista de derecha, está en su capacidad de "justificar" una acción, el de los que predican desde el púlpito de los medios de comunicación está en trivializar la sinrazón. Proponiendo emociones reflejas y no razones, los comunicadores abordan la guerra, la pobreza, las catástrofes naturales, las arbitrariedades gubernamentales, los crímenes, y los cada vez más frecuentes brotes de descontento popular. Después de todo, los sentimientos pueden ser tan fugaces como los temas "más importantes" de los noticiarios. Así, se desesperan por la falta de videos. Pero los hay, lo que pasa es que muchos de ellos provocan reflexiones, y digamos que la reflexión profunda no es la fuente de la comunicación de masas. La velocidad de la pesadilla.


Y es con la reflexión teórica (que no es sinónimo de masturbación mental), el debate (que no es el ping-pong de calificativos), el intercambio de experiencias (que no es el intercambio de recetas), que, si no se puede saber cuál es la velocidad del sueño, se puede, en cambio, calcular la velocidad de la pesadilla. De nuestra propia experiencia y de lo que vemos en el globalizado piso de arriba, hemos aprendido que es la misma que tiene el bajar las manos, el rendirse, el resignarse, el asumir la cómoda y estúpida posición de espectador, el abandonar ideales en aras de un pragmatismo al final de cuentas estéril y deformante. Si el poder mundial rinde un culto morboso al 11 de septiembre y al 11 de marzo, es para traerlos como argumento de la pesadilla que globalizan, y nos quieren "vender" el sueño de que su poderío militar y policiaco evitará que se repitan más "onces" en el calendario... sembrando su terror en otras fechas y en todo el mundo. Pero, frente a los "11" del terror de uno y otro lado, hay, por ejemplo, un "15", el de febrero de 2003. En esa fecha más de 30 millones de personas, de más de 100 naciones del mundo, se movilizaron en contra de la guerra. Muchos dirán que fue inútil, que como quiera la guerra se realizó. Pero se olvida que las cosechas de las siembras de abajo nunca son inmediatas. Y no siempre las movilizaciones terminan cuando concluyen los noticiarios. Las más de las veces derivan en aprendizaje y organización. El poder bien puede vivir con demostraciones masivas de repudio, que acaban cuando cambian de canal; pero no puede estar cómodo con la organización de ese repudio, mucho menos con su crecimiento. Porque, abajo, aprender es crecer. Las mentiras, por más rating que ostenten, suelen provocar indigestión y vómito. Las verdades, ciertamente, provocan dolor de estómago, pero éste se suele aliviar haciendo algo. Porque, si bien las mentiras son irremediables, las verdades sí tienen remedio. Frente a la pesadilla, no basta despertar. La vigilia puede florecer en el sueño. El impreciso sueño zapatista. Pero, ¿cuál es la velocidad del sueño? No lo sé. En nuestro sueño, el mundo es otro, pero no porque algún deux ex machina nos los vaya a obsequiar, sino porque luchamos, en la permanente vela de nuestra vela, porque ese mundo se amanezca.


Nosotros, los zapatistas, sabemos a cabalidad que no tendremos, ni nosotros ni nadie, la democracia, la libertad y la justicia que necesitamos y merecemos, hasta que, con todos, la conquistemos todos. Con los obreros, con los campesinos, con los empleados, con las mujeres, con los jóvenes. Con aquellos que hacen andar las máquinas, que hacen producir al campo, que le dan vida a las calles y a los caminos. Con aquellos que, con su trabajo, preceden al sol cada día. Con aquellos que siempre producen las riquezas y hoy sólo consumen las pobrezas. Nuestra lucha, es decir, nuestro sueño, no termina. Sin embargo, en la vigilia de todos los días nos esforzamos por no heredar, a quienes sigan, un espacio de rencor y afán destructivo. A cada momento refrendamos nuestra decisión de no imponer a nadie (ni a nosotros mismos) -aun desde la impunidad de la ausencia definitiva (tocados por la varita mágica de la muerte, ésa que convierte en perfecciones lo que no son sino un montón de contradicciones)-, una serie de cinismos disfrazados de "razones políticas" o de fundamentalismo disfrazados de "neofilosofía" universal y eterna. El zapatismo no es una guía para la acción. Nos empeñamos cada minuto de cada hora de cada día en no predicar ni promover el culto al "todo se vale", que sólo suele ser una coartada que justifica el que, en el "todo", vaya incluido el traicionar los principios. La razón que nos mueve es ética. En ella, el fin está en los medios. Queremos, y por eso luchamos cotidianamente contra todo (nosotros mismos incluidos), poner una piedra más en nuestra casa, la que queremos toda puertas y ventanas, por la que se pueda entrar, se pueda salir, mirar y ser mirado, sin más límite que las ganas de hacer una u otra cosa. Una casa donde no sea un dolor ser mujer, o niño, o anciano, o indígena, o joven, o gay, o lesbiana, o transexual, o trabajador del campo y de la ciudad. En fin, un lugar donde no sea una vergüenza pertenecer a la humanidad. Queremos seguir luchando como lo que somos, como zapatistas. Así el mundo nuevo no nacerá sólo de nuestro paso, pero también de él. Queremos, finalmente, desaparecer. Para eso, y no para otra cosa, fue que aparecimos. Por eso en nuestro sueño, nosotros no estamos. Pies desnudos.


¿Cuál es la velocidad del sueño? No lo sé. Pero ahora, en esta madrugada de septiembre, sin más compañía que un viento helado, con la lluvia tamborileando impaciente en el techo de la champa, y sumando la nube que porto a la que afuera reposa, se me ha ocurrido que, tal vez, es la misma velocidad con la que, en mi sueño, la sombra que soy se desvanece en la otra y amable sombra de la entrepierna de Ella, mientras con mis labios escribo promesas imposibles en las plantas de sus pies desnudos...

Desde las montañas del sureste mexicano. Subcomandante insurgentes Marcos. México, septiembre del 2004. 20 y 10. P.D. Aquí termina este programa "científico" del Sistema Zapatista de Televisión Intergaláctica. Después de un corte anti-comercial, seguiremos con nuestra programación. No le cambie. (En la pantalla, o sea en la cartulina, aparece: "Huaraches Yepa-Yepa, el único hurache g-l-o-b-a-l-i-z-a-d-o, lanza al mercado su nuevo modelo 'Pozol Agrio' edición limitada, ¡a un precio de sueño! No se aceptan tarjetas de crédito ni efectivo. Permiso de la Junta de Buen Gobierno número 69. Aplican restricciones").


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