Iralabarri, un siglo en la vida de un barrio El Ayuntamiento de Bilbao celebra con una exposición los cien años de historia de uno de los barrios más emblemáticos de la capital vizcaína
UN REPORTAJE DE JOSÉ BASURTO - Viernes, 9 de Diciembre de 2016 - Actualizado a las 06:03h NADIE duda de que Juan José Irala fue un hábil empresario. Hoy en día sería un ejemplo de joven emprendedor en la Deusto Business School ya que a los 25 años puso en marcha su primer negocio. Pero no es esa la faceta que quiere resaltar la magnífica exposición y el folleto que han elaborado Iñaki Llamas y Arantza Pareja con motivo del centenario de la finalización de las últimas casas del barrio que ideó este industrial de origen vasco. Sí, porque Iralabarri no era nada, un arrabal de Bilbao con cuatro caseríos, antes de que Juan José Irala hiciera realidad a principios del siglo XX un proyecto urbanístico propio de un visionario. Tal y como resaltan los comisarios de la exposición, “en un contexto europeo de reflexión sobre el problema de la vivienda obrera, Juan José Irala ideó un barrio que tuviera unos mínimos de dignidad y fuera asequible económicamente para los grupos sociales surgidos al amparo de la industrialización”. El resultado final de ese moderno plan, socialmente muy avanzado para la época, fue la construcción durante diez años y bajo la dirección del arquitecto Federico Ugalde de 15 calles, varios conjuntos de chalés, villas y bloques de viviendas “a un precio de alquiler por debajo de la media de la época”. Iralabarri pasó de albergar 198 habitantes en 1908 a 2.956 en 1920. Hoy en día es un barrio acorde con los adelantos urbanísticos del resto de la villa que sigue teniendo sus señas de identidad en esas elegantes viviendas que se mantienen en pie a pesar de los ataques de las termitas.
CASERÍOS En la exposición se puede ver cómo a finales del siglo XIX el terreno donde Juan José Irala puso el ojo para levantar la fábrica y posteriormente “el barrio moderno de Irala-Barri”, únicamente estaba poblado por los caseríos de Torre Urizar y un par de edificios de diferente uso como la finca de recreo y palacio de la familia Zabalburu, Villa Mena, la plaza de toros de Bilbao, Vista Alegre y el Hospital Militar. Pero para comprender mejor la génesis del barrio hay que hablar primero de su creador. Juan José Irala, nacido en Torrelaguna (Madrid) en 1857 llegó a Bilbao a los 17 años para trabajar en el negocio de panadería de un pariente, según se recoge en la pequeña historia recogida en el folleto explicativo de la exposición. Se casó con Casimira Martínez de Villar, con quien tuvo doce hijos, que moriría en el parto del último en 1899. Dos años después se casó con Águeda Amechazurra. En 1917, un año después de ver concluida su obra en el barrio, “falleció a causa de una pulmonía fulminante”. En cuanto a su trayectoria empresarial, en 1882 puso en marcha la panadería La Estrella de Viena en la calle Hernani. En 1901 fundó junto a otros socios la Compañía Bilbaina de Molinera y Planificación, dedicada a la fabricación de diferentes variedades de pan y a la compra venta de cereales. Y al año siguiente creó Harino Panadera S.A., “la mayor y mejor fábrica de pan que pudiera existir en España”, según los textos de la época. Su otro gran negocio, y ahí es donde deslumbra por sus ideas innovadoras, fue el inmobiliario. Según resaltan el texto de la exposición, “Irala ideó una operación inmobiliaria muy ambiciosa, dirigida a los obreros de su fábrica en primera instancia, pero enfocada después íntegramente hacia la incipiente clase media: empleados, oficinistas, dependientes de comercio…”. La historia de este hombre y de este barrio dice que “el éxito empresarial y de demanda fue rotundo, constituyendo una de las urbanizaciones más significativas del Estado, reconocida como un ejemplo de urbanismo moderno”. El concepto de urbanismo que tenía en la cabeza Juan José Irala y puso en práctica iba más allá del mero hecho de construir casas “bonitas y cómodas”. Según se recoge en la exposición, “eran conocidos los estragos de la mala vida para las gentes sin instrucción, en la precariedad laboral, de salud y deficiente alimentación para quienes no había otra alternativa al ocio que la taberna”. Por ello, el empresario vasco prohibió la apertura de ese tipo de establecimientos en el nuevo barrio. A cambio, “él creó un economato a precios ventajosos, un servicio médico gratuito a cargo de Julio Laguna, jefe de pediatría del Hospital de Basurto, y apoyo económico para la compra de medicamentos en cualquier farmacia de la villa”. También puso en marcha varias iniciativas “que cultivasen buenos hábitos de cara al futuro de los niños y niñas del barrio”. Así, por ejemplo, en educación se recogieron firmas para solicitar una escuela pública, por lo que se refiere al ahorro, el denominado Banco de los Céntimos, y en cuanto al ejercicio físico, creó un equipo de fútbol o grupos de boy-scouts. El nuevo barrio no sólo debía tener buenos servicios municipales, que no dejaron de reclamarse, sino también buenos medios de transporte que lo comunicase con el resto de la ciudad. El tranvía llegó finalmente a Iralabarri en 1918 y el autobús urbano a Torre Urizar en 1925, ambos desde el Casco Viejo. La exposición también recoge que “a mediados de los años 60, Iralabarri sufría una degradación paulatina, con importantes problemas: calles sin asfaltar, falta de centros educativos, acusado deterioro de las casas del casco antiguo, ausencia de plazas, zonas verdes... pero gracias a la implicación vecinal y a las instituciones locales, especialmente desde la instauración de la democracia, se consiguió invertir la tendencia”. El movimiento asociativo tuvo un gran protagonismo en esa época. La asociación vecinal de Iralabarri, constituida en 1968, tuvo su primera sede en los locales de los Franciscanos, una orden religiosa que sin ellos tampoco se entiende el desarrollo del barrio. En la exposición se da una gran importancia al tejido asociativo de Iralabarri que se “ha enriquecido” con agrupaciones como Irola Irratia, Asociación Vecinal de Torre Urizar, Askagintza, Amets Taldea o Jai Batzordea, entre otras. De todas ellas estaría muy orgulloso Juan José Irala.