PLLXSS

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Saga Pretty Little Liars Libro 01

Pretty Little Liars Sara Shepard

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Sinopsis

E

n el exclusivo suburbio de Filadelfia Rosewood, Alison es la Abeja Reina de su colmena de élite en séptimo grado. Aria BF, Hanna, Spencer, y Emily compiten por su atención, aun incluso cuando cada una de ellas esconde un horrible secreto que sólo Alison sabe. Así que cuando Alison se pierde después de una fiesta de pijamas, nunca se vio de nuevo, y cada chica esta destrozada, pero también un poco aliviada. Ahora es tres años más tarde, y aunque las cuatro chicas han crecido separadas, todavía cada una de ellas esta escondiendo algo. La artificial Aria está teniendo una aventura con uno de sus profesores, la fashionista Hanna roba para personalizar sus trajes de moda, la sangre azul Spencer está durmiendo con el novio de su hermana mayor, mientras la tradicional Emily está tratando de ignorar su atracción hacia una nueva compañera femenina. Cuando las chicas comienzan a recibir amenazantes mensajes de texto y correos electrónicos de alguien conocido sólo como "A", deben enfrentar el hecho contra todo pronóstico, que al parecer Alison está de vuelta. ¿Podría Alison estar aún viva? Y si es así, ¿por qué esta tan decidida a destapar todos sus sucios pequeños secretos?

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Tres pueden guardar un secreto, si dos de ellos estån muertos. —Benjamin Franklin

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Prólogo Cómo Empezó Todo

I

magínate que estamos un par de años atrás, el verano entre séptimo y octavo grado. Tu estas broceada de tanto estar recostada junto a tu piscina rodeada de piedras, tienes tu nuevo conjunto Juicy* (¿recuerdas cuando todo el mundo llevaba esos?), y tu mente estaba con tu enamorado, el chico que va a la secundaria en otra escuela cuyo nombre no mencionamos y usa arrugados pantalones Abercrombie en el centro comercial. Tú estás comiendo tus Cocoa Krispies, así como te gustan - bañados en leche descremada - y ves a la cara de esta chica en el lado del cartón de leche. PERDIDA. Ella es linda - probablemente más linda que tú - y tiene un aspecto agresivo en sus ojos. Piensas, - Hmm, tal vez a ella le gustan sus Cocoa Krispies empapados también. Y apuesto a que ella piensa que el chico Abercrombie es caliente también. Te preguntas cómo alguien tan…así, tan parecido a ti desapareció. Tú pensabas que sólo las niñas que entraban en concursos de belleza terminaban en los lados de los cartones de leche. Bueno, piénsalo de nuevo. Aria Montgomery enterró su cara en el césped de su mejor amiga Alison DiLaurentis. —Delicioso, —murmuró. —¿Estas oliendo la hierba? —Emily Fields llamó desde detrás de ella, empujando la puerta del carro Volvo de su mamá, cerrándola con el brazo largo y pecoso. —Huele bien. —Aria apartó el pelo de color rosa a rayas y aspiró el aire caliente del final de la tarde. —Al igual que el verano. Emily se despidió diciendo adiós a su mamá y se detuvo a subir el jeans azul que colgaba de sus delgadas caderas. Emily había sido una nadadora competitiva, desde la liga Ranilla*, e incluso a pesar que ella se veía genial en un Speedo, nunca

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llevaba nada ajustado o remotamente lindo como el resto de las niñas de su clase de séptimo grado. Eso era porque los padres de Emily insistían en que un carácter bien construido se lograba de dentro hacia fuera. (Aunque Emily estaba bastante segura de que ser obligada a ocultar sus pequeñas camisetas de “Las chicas irlandesas lo hacen mejor” en la parte de atrás de su cajón de ropa interior no era exactamente ganancia de carácter). —¡Ustedes! —Alison hizo una pirueta a través del patio delantero. Su pelo aún en una cola de caballo desordenada, y ella seguía vistiendo su falda de hockey enrollada hacia arriba del equipo de Hockey después de la fiesta de fin-de-año-esa tarde. Alison era la única de séptimo grado que había conseguido entrar al equipo de JV* y llegaba a casa con los aventones que le daban las chicas mayores de la escuela de niñas Rosewood Day, que criticaban a Jay-Z por cherokees* y quienes rociaban a Alison con perfume antes de bajarse en el frente para que no oliera a los cigarrillos que todas habían estado fumando. —¿De qué me estoy perdiendo? —llamo Spencer Hastings, deslizándose a través de una brecha en el cerco de Ali para unirse a las demás. Spencer vivía al lado. Pasó su larga cola de caballo, lisa y rubio-oscura por encima del hombro y tomó un trago de su botella morada Nalgene. Spencer no había logrado entrar al JV con Ali en el otoño, y tuvo que jugar en el equipo de séptimo grado. Ella había estado metida en el hockey de campo por un año para perfeccionar su juego, y las chicas sabían que había estado practicando bateos en el patio trasero antes de que llegara. Spencer odiaba cuando alguien era mejor que ella en cualquier cosa. Especialmente Alison. —¡Espérenme! Ellas se volvieron para ver a Hanna Marin saliendo del Mercedes de su mamá. Ella tropezó con su bolso de mano y agitó sus brazos regordetes salvajemente. Desde que los padres de Hanna se habían divorciado el año pasado, ella había estado ganando peso y usando su ropa vieja. A pesar de que Ali rodó los ojos, el resto de las chicas pretendieron no notarlo. Eso es lo que las mejores amigas hacen. Alison, Aria, Spencer, Emily, y Hanna se encontraron el año pasado cuando sus padres las ofrecieron para trabajar los sábados por la tarde en la unidad de caridad

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de la escuela Rosewood Day, todas a excepción de Spencer, quien se ofreció voluntariamente. Por si o no Alison sabía de las otras cuatro, las cuatro sabían sobre Alison. Ella era perfecta. Bella, ingeniosa, inteligente. Popular. Los chicos querían besar a Alison, y las Chicas - incluso las mayores- querían ser ella. Así que la primera vez que Ali se rió de una de las bromas de Aria, preguntó a Emily algo sobre la natación, dijo a Hanna que su camisa era adorable, o comentó que la caligrafía de Spencer era más ordenada que la suya, no podían dejar de sentirse, así… deslumbradas. Antes de Ali, las chicas se habían sentido como los jeans de mamá de talle alto con pliegues, - torpes y visibles por todas las razones equivocadas - pero entonces Ali las hizo sentir como la más perfecta adaptación de Stella McCartney que nadie podía permitirse. Ahora, más que un año más tarde, en el último día del séptimo grado, no eran sólo mejores amigas, eran las chicas de Rosewood Day. Mucho había ocurrido para hacerlo de esa manera. Cada fiesta de pijamas que tenían, cada viaje de campo, había sido una aventura. Incluso el salón de clases había sido memorable cuando estaban juntas. (Leer una nota caliente de la capitana del equipo varsity a su tutor de matemáticas por el megáfono era ahora una leyenda en Rosewood Day). Pero había otras cosas que todas querían olvidar. Y había un secreto del que no podían incluso hablar. Ali dijo que los secretos eran los que mantenían unida su amistad de cinco mejores amigas por la eternidad. Si es que era cierto, que iban a ser amigas de por vida. —Estoy tan contenta de este día ha terminado, —gimió suavemente Alison antes empujar suavemente a Spencer de vuelta a través de la brecha en la cerca. —A tu granero. —Estoy tan contenta de que el séptimo grado haya terminado —dijo Aria, como ella, Emily, y Hanna seguían a Alison y Spencer hacia el reformado granero convertido en la casa de huéspedes donde la hermana mayor de Spencer, Melissa, había vivido durante sus años junior y senior de alta escuela. Afortunadamente, se había graduado recientemente y se dirigía a Praga este verano, por lo que era suyo por la noche. De repente se oyó una voz muy chillona. —¡Alison! ¡Hey, Alison! ¡Hey, Spencer! Alison se dirigió a la calle. —No Voy, —susurró.

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—No es, —Spencer, Emily, y Aria tardaron en llegar. Hanna frunció el ceño. «Mierda». Este era un juego que Ali había robado a su hermano, Jason, que estaba en el último año en Rosewood Day. Jason y sus amigos lo jugaban en las fiestas de después de los partidos de la escuela cuando querían conseguir chicas. Ser el último en decir "no voy" significaba que tenias que entretener a la chica fea de la noche, mientras tus amigos llegaban a besuquearse con sus amigas calientes - lo que significa, en esencia, que eras tan cojo y poco atractivo como ella. En la versión de Ali, las chicas llamadas "no es" siempre era alguna fea, no cool, o una desafortunada cerca de ellas. Esta vez, "no es" fue para Mona Vanderwaal - una idiota de abajo de la calle cuyo pasatiempo favorito era tratar de hacerse amiga de Spencer y Alison - y sus dos amigas freakys, Chassey Bledsoe y Phi Templeton. Chassey era la chica que hackeaba el sistema informático de la escuela y luego le decía al director cómo mejorar su seguridad, y Phi Templeton iba a todas partes con un yo-yo - no digo más. Las tres miraron a las chicas desde el centro del tranquilo, suburbio por la carretera. Mona estaba sobre su patineta Razor, Chassey sobre una bicicleta de montaña negra, y Phi a pie con su yo-yo, por supuesto. —¿Quieren venir a ver Factor Miedo? —Mona llamó. —Lo siento —Alison sonrió tontamente. —Estamos muy ocupadas. Chassey frunció el ceño. —¿No quieren ver cuando se comen los insectos? —¡Qué asco! —Spencer susurró a Aria, que entonces comenzó a fingir que estaba comiendo los piojos invisibles del cuero cabelludo de Hanna como un mono. —Sí, me gustaría que pudiéramos. —Alison ladeó la cabeza. —Hemos estado planeando esta pijamada por un tiempo ahora. ¿Pero tal vez la próxima vez? Mona miró a la acera. —Sí, está bien. —Nos vemos. —Alison se dio vuelta, poniendo los ojos, y las otras chicas hicieron lo mismo.

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Cruzaron por la puerta posterior de Spencer. A su izquierda estaba el patio vecino de Alí, donde sus padres estaban construyendo un mirador con veinte asientos para sus picnics prodigios al aire libre. —Gracias a Dios los trabajadores no están aquí, —dijo Ali, mirando a una excavadora amarilla. Emily se puso tensa. —¿Te han estado diciendo cosas otra vez? —Tranquila allí, asesina, —dijo Alison. Las demás se rieron. A veces llamaban a Emily “asesina”, como el pitbull personal de Alí. A Emily solía parecerle gracioso, también, pero últimamente no se reía con ellas. El granero estaba justo delante. Era pequeño y acogedor y tenía una gran ventana que daba a la laberíntica granja de Spencer, que tenía su propio molino de viento. Aquí en Rosewood Pennsylvania, un pequeño suburbio cerca de veinte millas de Filadelfia, tenías más probabilidades de vivir en una granja con veinticinco cuartos, o una casa de campo con piscina con mosaicos de azulejos y bañera de hidromasaje, como la casa de Spencer, que en una casa prefabricada McMansion. Rosewood olía a lilas y hierba cortada en el verano y a limpia nieve y a estufas de leña en el invierno. Estaba lleno de exuberantes, pinos altos, hectáreas de fincas rústicas de tipo familiar, y unos simpáticos zorros y los conejitos. Tenía fabulosos centros comerciales, polígonos de la época colonial y parques para los cumpleaños, las graduaciones, y solo porqué quisimos- hacer-una-fiesta. Y los chicos eran magníficos en Rosewood, brillantes, sanos, justo en la manera como salido de un catálogo de Abercrombie. Esta era la línea principal de Filadelfia. Estaba llena de linajes antiguos, nobles adinerados, y prácticamente antiguos escándalos. Al llegar a la granja, las chicas escucharon risitas próximas desde el interior. Alguien chilló —¡te dije que ya basta! —Oh Dios, —se quejó Spencer. —¿Qué están haciendo aquí? Cuando Spencer se asomó por la cerradura, vio a Melissa, su remilgada y apropiada, excelente-en-todo hermana mayor, y Ian Thomas, su delicioso novio, luchando en el sofá. Spencer dio una patada a la puerta con el tacón de su zapato,

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obligándola a abrirse. El establo olía a musgo y un poco palomitas de maíz quemadas. Melissa se volvió. —Que co… —preguntó ella. Entonces se dio cuenta de las demás y sonrió. —Oh, hey chicas. Las chicas le echaron un ojo a Spencer. Constantemente se quejaba de que Melissa era una perra súper venenosa, por lo que estaban siempre sorprendidas cuando Melissa parecía amable y dulce. Ian se levantó, se desperezó y sonrió a Spencer. —Oye. —Hola, Ian, —Spencer respondió con una voz mucho más brillante. —Yo no sabía que estabas aquí. —Sí lo sabías. —Ian sonrió con coquetería. —Tú estabas espiándonos. Melissa reajusto su largo cabello rubio y su cintillo de seda negra, mirando a su hermana. —Entonces, ¿qué pasa? —preguntó ella, un poco acusadora. —Es sólo… yo no tenía intención de espiarlos… —Farfulló Spencer. —Pero se suponía que esta noche tendría el lugar. Ian juguetonamente golpeó a Spencer en el brazo. —Yo estaba jugando contigo, — bromeó. Un parche de color rojo se deslizó hasta su cuello. Ian tenía un desordenado cabello rubio, ojos color avellana de ensueño, y unos totalmente trabajados músculos del estómago. —Wow, —dijo Ali en voz demasiado alta. Todas las cabezas se volvieron a ella. — Melissa, tú e Ian hacen la pareja del Kuh-yoo-test. Nunca te lo dije, pero siempre lo he pensado. ¿No te parece, Spence? Spencer parpadeó. —Um, —dijo en voz baja. Melissa miró por un segundo a Ali, perpleja, y luego se volvió hacia Ian. —¿Puedo hablar contigo afuera?

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Ian bebió toda su Corona mientras las chicas miraban. Ellas sólo bebían super secretamente de las botellas de los gabinetes de licor de sus padres. Dejó la botella vacía abajo y les ofreció una sonrisa de despedida mientras seguía afuera a Melissa. —Adiós, señoras. —Hizo un guiño antes de cerrar la puerta detrás de él. Alison se desempolvó las manos. —Otro problema resuelto por Ali D. ¿Vas a darme las gracias ahora, Spence? Spencer no respondió. Ella estaba demasiado ocupada mirando por la ventana delantera del establo. Las luciérnagas habían empezado a encenderse en el cielo purpúreo. Hanna se acercó a la taza abandonada y a las palomitas de maíz, tomó un puñado grande. —Ian es tan caliente. Él es incluso, más caliente que Sean. Sean Ackard era uno de los más lindos chicos de su grado y el tema de las fantasías constante de Hanna. —¿Sabes lo que escuché? —Ali preguntó, dejándose caer sobre el sofá. —A Sean le gusta mucho las chicas que tienen un buen apetito. Hanna se iluminó. —¿En serio? —No. —Alison resopló. Hanna dejó caer lentamente el puñado de palomitas de maíz de regreso a la taza. —Por lo tanto, Chicas, —dijo Ali. —Ya sé la cosa perfecta que podemos hacer. —Espero que no sea desnudarnos de nuevo. —Emily se rió. Habían hecho eso un mes antes - en un maldito frío - y aunque Hanna se había negado a desnudarse más allá de su camiseta y sus bragas del día de la semana, el resto de ellas habían corrido un campo de maíz cercano sin un ápice encima.

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—A ti te gusto eso un poco demasiado, —murmuró Ali. La sonrisa se esfumó de los labios de Emily. —Pero no, estaba reservando esto para el último día de escuela. Aprendí a hipnotizar a la gente. —¿Hipnotizar? —Spencer repitió. —La hermana de Matt me enseñó, —respondió Ali, mirando a las fotos enmarcadas de Melissa e Ian sobre la chimenea. Su novio de la semana, Matt, tenía el mismo color arena en el pelo como Ian. —¿Cómo lo haces? —Hanna preguntó. —Lo siento, me hizo jurar el secreto, —dijo Ali, se volvió alrededor. —¿Quieren ver si funciona? Aria frunció el ceño, tomando asiento en una almohada lavanda en el piso. —Yo no lo sé... —¿Por qué no? —Los Ojos de Ali parpadeaba a un títere de cerdo relleno que se asomaba del bolso púrpura de jersey de Aria. Aria estaba siempre llevando cosas raras - animales de peluche, páginas arrancadas al azar de las novelas antiguas, postales de los lugares que ella nunca había visitado. —¿La hipnosis te hace decir cosas que no quieres decir? —preguntó Aria. —¿Hay algo que no nos puedes decir? —Ali respondió. —Y ¿por qué sigues trayendo ese títere de cerdo a todas partes? —Ella apuntó a la misma. Aria se encogió de hombros y apretó el cerdo relleno de su bolso. —Mi papá me dio a Pigtunia en Alemania. Ella me aconseja en mi vida amorosa. —Metió la mano en el títere. —¡Estás empujando la mano hacia su culo! —Ali chilló y Emily comenzó a reír. — Además, ¿por qué quieres llevar por ahí algo que tu papá te dio? —No es gracioso, —espetó Aria, azotando la cabeza para hacer frente a Emily.

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Todo el mundo estuvo en silencio durante unos segundos, y las chicas se miraban sin comprender la una a la otra. Eso venía ocurriendo mucho últimamente: Una persona - por lo general Ali - decía algo, y alguien más se enfadada, pero todo el mundo era demasiado tímido para decir que estaba pasando. Spencer rompió el silencio. —Ser hipnotizado, um, eso suena algo falso. —Tú no sabes nada al respecto, —dijo Alison rápidamente. —Vamos. Podría hacérselo a todas de una sola vez. Spencer recogió el borde de su falda. Emily soplaba aire a través de sus dientes. Aria y Hanna se miraron. Ali estaba inventando siempre cosas para intentar – el último verano, ellas fumaron semillas de diente de león para ver si tenían alucinaciones, y el pasado otoño habían ido a nadar a Pecks Pond, a pesar de que un cadáver fue descubierto una vez allí, pero la cosa era, que a menudo no quería hacer las cosas que Alison las obligaba a hacer. Todas amaban a Ali hasta la muerte, pero a veces la odiaban también, por dar órdenes alrededor y por el hechizo que había lanzado sobre ellas. A veces, en la presencia de Ali, no se sentías reales, exactamente. Se sentían un poco como muñecas, con Ali organizando todos sus movimientos. Cada una deseaba que, sólo una vez, alguna tuviera la fuerza para decirle a Ali no. —¿Por favoooor? —Ali preguntó. —Emily, tú quieres hacerlo, ¿verdad? —Um. . . —la voz de Emily Tembló. —Bueno… —Lo haré yo, —Hanna saltó. —Yo también —dijo Emily rápidamente después. Spencer y Aria a regañadientes asintieron con la cabeza. Satisfecha, Alison apagó todas las luces con un chasquido y encendió varias dulce velas aromáticas de vainilla que estaban sobre la mesa de café. Entonces ella se apartó y tarareó.

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—Muy bien, todo el mundo, simplemente a relajarse, —coreó ella, y las chicas se organizaron en un círculo sobre la alfombra. —Los latidos de su corazón se desaceleran. Piensen en cosas tranquilas. Voy a contar de cien hasta uno, y en cuanto yo toque a todas, estarán en mi poder. —Espeluznante. —Emily se rió con voz trémula. Alison comenzó. —Cien. . . noventa y nueve. . . noventa y ocho… Veintidós. . . Once. . . Cinco. . . Cuatro. . . Tres. . . Le tocó la frente a Aria con la parte gordita de su pulgar. Spencer descruzó las piernas. Aria torció su pie izquierdo. —Dos…—Poco a poco tocando a Hanna, a continuación, Emily, y luego se trasladó hacia Spencer. —Uno. Los ojos de Spencer se abrieron antes de que Alison pudiera alcanzarla. Se levantó de un salto y corrió hacia la ventana. —¿Qué estás haciendo? —Ali dijo en voz baja. —Estás arruinando el momento. —Está muy oscuro aquí dentro. —Spencer se acercó y abrió las cortinas. —No —Alison bajó los hombros. —Tiene que estar oscuro. Así es como funciona. —Vamos no lo hace. —Las cortinas estaban pegadas; Spencer gruñó sacándolas libre. —No. Lo hace.

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Spencer puso las manos en sus caderas. —Lo Quiero más claro. Tal vez todas lo quieren. Alison miró a las otras. Todas ellas aún tenían los ojos cerrados. —No siempre tiene ser en la manera que tu lo deseas, sabes. Alison ladró una risa. —¡Ciérralas! Spencer puso los ojos. —Dios, toma una píldora. —¿Crees que debo tomar una píldora? —Alison demandó. Spencer y Alison se miraron por unos pocos momentos. Ellas tenían una de esas peleas ridículas en las que discutían por quién vio primero el nuevo vestido Lacoste polo en Neiman Marcus o si el color miel parecía demasiado descarado, pero en realidad era otra cosa por completo. Algo de alguna manera más grande. Finalmente, Spencer señaló la puerta. —Vete. —Está bien. —Alison se dirigió afuera. —¡Bien! —Pero después de pasar unos segundos, Spencer la siguió. El aire de la tarde azulada estaba en calma y no había ninguna luz encendida en la casa principal de su familia. Todo estaba en silencio, también - aunque los grillos se callaron - y Spencer podía oírse respirar. —¡Espera un segundo! —Exclamó después de un momento, cerrando de golpe la puerta detrás de ella. —¡Alison! Pero Alison se había ido. Cuando escuchó el portazo, Aria abrió los ojos. —¿Ali? —llamó. —¿Chicas? —No hubo respuesta. Miró a su alrededor. Hanna y Emily sentadas como bultos en la alfombra, y la puerta estaba abierta. Aria se movió hacia el porche. No había nadie allí. Se acercó de puntillas al borde de la propiedad de Ali. Los bosques estaban en frente de ella y todo estaba en silencio.

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—¿Ali? —susurró. Nada. —¿Spencer? En el interior, Hanna y Emily se frotaron los ojos. —Acabo de tener el más extraño, —dijo Emily. —Quiero decir, supongo que era un sueño. —Fue muy rápido. Alison estaba cayendo en un profundo pozo de bienestar, y ahí estaban todas estas plantas gigantes. —¡Ese fue mi sueño también! —Hanna dijo. —¿Lo fue? —preguntó Emily. Hanna asintió con la cabeza. —Bueno, más o menos. Había una gran planta igual. Y creo que vi a Alison también. Tal vez su sombra, pero definitivamente era ella. —Whoa, —Emily dijo en voz baja. Se miraron entre sí, sus ojos muy abiertos. —¿Chicas? —Aria dio un paso atrás por la puerta. Estaba muy pálida. —¿Estás bien? —preguntó Emily. —¿Dónde está Alison? —Aria arrugó la frente. —¿Y Spencer? —No lo sé, —dijo Hanna. En ese momento, Spencer estalló de nuevo en la casa. Todas las chicas saltaron. — ¿Qué? —preguntó ella. —¿Dónde está Ali? —Hanna preguntó en voz baja. —No lo sé —susurró Spencer. —Pensé. . . No sé. Las chicas se quedaron en silencio. Todo lo que podían oír eran las ramas de los árboles deslizándose por las ventanas. Sonaba como si alguien estuviese raspando sus largas uñas contra un plato. —Creo que quiero ir a casa, —dijo Emily.

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A La mañana siguiente, todavía no habían tenido noticias de Alison. Las chicas se llamaban entre sí para hablar, una llamada de cuatro vías en esta ocasión en lugar de cinco. —¿Crees que ella está enojada con nosotras? —Hanna preguntó. —Ella parecía toda extraña en la noche. —Ella esta probablemente donde Katy, —dijo Spencer. Katy era una de las amigas de Ali del hockey sobre césped. —¿O tal vez con Tiffany, esa chica de campo? —Aria ofreció. —Estoy segura de que esta en algún lugar divirtiéndose, —dijo Emily en voz baja. Una por una, ellas recibieron llamadas de la señora DiLaurentis, preguntando si habían oído hablar de Ali. Al principio, las chicas todas, la cubrieron. Era la regla no escrita: Habían cubierto a Emily cuando se paso de las 23:00 su toque de queda de fin de semana, habían endulzado la verdad para Spencer cuando pidió prestado el abrigo de lona de Ralph Lauren de Melissa y, accidentalmente, lo había dejado en el asiento de un tren, y así sucesivamente. Pero cuando cada una le colgaba a La señora DiLaurentis, una sensación amarga se sentía en el estómago. Algo se sentía terriblemente mal. Esa tarde, la señora DiLaurentis llamó de nuevo, esta vez en estado de pánico. Ya por la noche, los DiLaurentis habían llamado a la policía, y a la mañana siguiente había coches de policía y furgonetas de los noticieros acampando en el normalmente prístino jardín delantero de los DiLaurentis. Era el sueño húmedo de un canal de noticias local: una bonita chica rica, perdida en una de las más seguras ciudades de clase alta en el país. Hanna llamó a Emily, tras ver la primera noche a Ali en las Noticias. —¿Te entrevistó la policía hoy? —Sí—murmuró Emily.

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—A mí también. Tu no les dijiste acerca…—Ella hizo una pausa. —La cosa de Jenna, ¿verdad? —¡No! —Emily se sobresaltó. —¿Por qué? ¿Crees que saben algo? —No… no podrían, —Hanna susurró después de un segundo. —Nosotras somos las únicas que lo sabemos. Las cuatro. . . y Alison. La policía interrogó a las chicas, con practicidad interrogaron a todo el mundo el Rosewood, desde el instructor de gimnasia de segundo grado de Ali hasta al tipo que le había vendido una vez Marlboros en Wawa. Era el verano antes de octavo grado y las chicas se supone que deberían coquetear con los chicos mayores en fiestas en la piscina, comiendo maíz en los otros los patios traseros, e ir de compras todo el día en el centro comercial King James. En lugar que estaban llorando a solas en sus camas con dosel o mirando sin expresión a sus paredes cubiertas de fotos. Spencer se volvió una compulsiva con la limpieza diaria, revisando lo que su pelea con Ali realmente trataba, y pensando cosas que sabía acerca de Ali que ninguna de las otras sabía. Hanna pasaba muchas horas en el suelo de su dormitorio, escondiendo bolsas de Cheetos vacíos bajo su colchón. Emily no podía dejar de obsesionarse con una carta que había enviado a Ali antes de desaparecer, y si alguna vez Ali la había conseguido. Aria se sentaba en su escritorio con Pigtunia. Poco a poco, las chicas empezaron llamarse unas a otras con menos frecuencia. El mismo pensamiento cazándolas a las cuatro, pero no tenían nada que decirse unas a otras. El verano se convirtió en el año escolar, que resultó en el próximo verano. Todavía sin Ali. La policía continuó la búsqueda - pero en voz baja. Los medios de comunicación perdieron interés, moviéndose para obsesionarse con un Homicidio Triple en el Centro de la ciudad. Incluso los DiLaurentis se fueron de Rosewood dos años y medio después de que Alison desapareció. En cuanto a Spencer, Aria, Emily, y Hanna, algo cambió en ellas, también. Ahora bien, si pasaban por la antigua calle de Ali y miraban a su casa, no entraban en el modo de lloriqueo instantáneo. En su lugar, comenzaron a sentir algo más.

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Alivio. Claro, Alison era Alison. Ella era el paño de lágrimas, La única que deseabas alguna vez llamando a tu enamorado para descubrir cómo se sentía acerca de ti, y la palabra final sobre si tus jeans nuevos hacían ver tu culo grande. Pero las chicas también tenían miedo de ella. Ali sabía más de ellas que ninguna otra, incluyendo las cosas malas que querían enterrar - justo como un cuerpo. Era horrible pensar que Ali podría estar muerta, pero… si ella lo estaba, al menos sus secretos estaban a salvo. Y ellas lo estuvieron. Durante tres años, de todos modos. -----------------------------------------------------------------------------Nota de la traductora *JV: Junior varsity es el equipo principal de la escuela generalmente integrado por chicos de último año. *Ranilla: ligas pequeñas de natación

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Capítulo 1 Naranjas, duraznos y limas. ¡Oh mi!

F

inalmente alguien compró la vieja casa de los DiLaurentis —dijo la madre de Emily Fields. Era sábado en la tarde, y la Sra. Fields estaba sentada en la mesa de la cocina, bifocales posados en su nariz, haciendo sus cuentas con calma.

Emily sintió la Coca-Cola de vainilla que estaba bebiendo burbujear en su nariz. —Creo que otra chica de tu edad se mudó allí —continuó la Sra. Fields. —Yo iba a llevar esa cesta hoy. ¿Tal vez quieres hacerlo en mi lugar? —apuntó hacia la monstruosidad de celofán sobre el mostrador. —Dios, mamá, no —replicó Emily. Desde que se había retirado de la enseñanza en la escuela primaria el año pasado, la madre de Emily se había convertido en la no oficial Dama Wagon de bienvenida en Rosewood, Pensylvania. Ella reunió un millón de cosas al azar -frutos secos, esas cositas de goma que se utilizan para tener frascos abiertos, pollos de cerámica (la mamá de Emily estaba obsesionada con los pollos), una guía de posadas de Rosewood, y otras cosas- en una gran cesta de mimbre de bienvenida. Ella era un prototipo de madre suburbana, menos por la SUV. Ella pensaba que estas eran ostentosas y consumidoras de gasolina, así que ella conducía un Oh-tan-práctico Volvo en su lugar. La Sra. Fields se levantó y pasó los dedos por el cabello de Emily dañado por el cloro. —¿Te molesta mucho ir allí, cariño? ¿Tal vez debería enviar a Carolyn? Emily miró a su hermana Carolyn, quien era un año mayor y descansaba cómodamente en el La-Z-Boy en el estudio viendo Dr. Phil. Emily sacudió la cabeza. —No, está bien. Yo lo haré.

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Claro, Emily se quejó un poco y ocasionalmente rodó los ojos. Pero la verdad era, que si su mamá lo pedía, Emily haría todo lo que tenía que hacer. Ella era una casi calificación-A, cuatro veces campeona del estado en nado mariposa y una súper obediente hija. Seguir las reglas y solicitudes era fácil para ella. Además, en el fondo ella quería una razón para ver la casa de Alison otra vez. Si bien, parecía que el resto de Rosewood había empezado a pasar de la desaparición de Ali desde hace tres años, dos meses y doce días, Emily no. Incluso ahora, no podría mirar el anuario de séptimo grado sin querer acurrucarse como un balón. A veces en días de lluvia, Emily todavía releía las viejas notas de Ali, que guardaba en una caja de zapatos Adidas debajo de su cama. Ella incluso mantenía el par de corduroys de Citizens que Ali le prestó en una percha de madera en su armario, aunque ahora eran demasiados pequeños para ella. Había pasado los últimos años en soledad en Rosewood anhelando otra amiga como Ali, pero eso probablemente no iba a suceder. Ella no había sido una amiga perfecta, pero con todo y sus defectos, Ali era bastante difícil de reemplazar. Emily se enderezó y cogió las llaves del Volvo del gancho al lado del teléfono. — Vuelvo en un rato —dijo mientras cerraba la puerta del frente detrás de ella. Lo primero que ella vio cuando arrancó hacia la vieja casa victoriana de Alison al final de la frondosa calle fue una enorme pila de basura en la cuneta y con un gran letrero de ¡GRATIS! visible, ella se dio cuenta que esas eran las cosas de Alison — reconoció el blanco, viejo y mullido cobertor de corduroy de Ali. Los DiLaurentises se habían mudado lejos hacía ya nueve meses. Al parecer, habían dejado algunas cosas atrás. Ella aparcó detrás de una gigante camioneta de Bekins y salió del Volvo. —Whoa —susurró, tratando de evitar que su labio inferior temblara. Bajo la silla, allí había muchas pilas de libros mugrientos. Emily llegó hasta allí y miró los lomos. The Red Badge of Courage, The Prince and the Paupper. Ella recordaba haberlos leído en la clase de ingles de la Sra. Pierce en séptimo grado, hablaban sobre simbolismo, metáforas, y desenlace. Allí habían más libros en la parte de abajo, incluyendo algunos que solo lucían como viejos cuadernos. Cajas cerca a los libros; estaban marcadas como ROPA DE ALISON y VIEJOS PAPELES DE ALISON. Asomándose de una caja había una cinta azul y

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roja. Emily tiró un poco de ella. Era una medalla de natación de sexto grado que ella había dejado en la casa de Alison un día cuando habían inventado un juego llamado Diosas Olímpicas de Sexo. —¿Quieres eso? Emily levantó la mirada. Estaba frente a una chica alta y delgada con piel color leonado, y salvaje cabello rizado negro-castaño. La chica llevaba un top amarillo cuya tira se deslizaba de su hombro hasta revelar una tira de sostén naranja y verde. Emily no estaba segura, pero ella pensaba que tenía el mismo sostén en casa. Era de Victoria’s Secret y tenía pequeñas naranjas, duraznos y limas sobre toda la, ejem… parte de los senos. La medalla de natación se deslizó de sus manos y golpeó contra el césped. —Um, no —dijo, luchando por levantarla. —Puedes tomar cualquier cosa. ¿Miras el letrero? —No, de verdad, está bien. La chica extendió su mano. —Maya St. Germain. Me mudé aquí. —Yo... —las palabras de Emily se obstruyeron en su garganta. —Soy Emily, —ella finalmente habló, tomando la mano de Maya y sacudiéndola. Se sentía realmente formal sacudir la mano de una chica. Emily no estaba segura de que ella hubiera hecho eso antes. Se sintió un poco confusa. ¿Quizás no había comido suficiente Honey Nut Cheerios para el desayuno? Maya señaló las cosas sobre el césped. —¿Puedes creer que toda esas estupideces estaban en mi nueva habitación? Tuve que sacarlas todas yo sola. Eso apesta. —Sip, todo esto pertenecía a Alison —Emily prácticamente susurró. Maya se inclinó a revisar algunos de los libros de bolsillo. Ella empujó la tira de su top de vuelta a su hombro. —¿Es una Amiga tuya? Emily hizo una pausa. ¿Es? ¿Quizás Maya no había escuchado sobre la desaparición de Ali? —Um, ella era. Hace algún tiempo. Al igual que de muchas

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otras chicas que viven por aquí —explicó Emily, omitiendo la parte sobre el secuestro o muerte o cualquier cosa que debió haber sucedido y que ella no soportaría imaginar. —En séptimo grado. Yo voy al onceavo ahora en el Rosewood Day. —La escuela empezaba después de ese fin de semana. Así que disminuía la práctica de natación, que significaba tres horas diarias de vueltas de nado. Emily ni siquiera quería pensar sobre eso. —¡Yo también voy a Rosewood! —Maya sonrió. Ella se dejó caer en la vieja silla de Alison, y las ballestas chirriaron. —Mis padres hablaron en el vuelo hasta aquí de cuan afortunada soy de haber entrado en Rosewood y cuan diferente será de mi escuela en California. Apuesto a que aquí no tienen comida Mexicana, ¿verdad? O, al menos, verdadera y buena comida Mexicana, como comida de Cali-Mexican. Solíamos tenerla en nuestra cafetería y mmm, era tan buena. Voy a tener que ir a Taco Bell. Sus gorditas me hacen querer vomitar. —Oh —Emily sonrió. Esta chica de verdad hablaba mucho. —Sip, la comida de ese tipo apesta. Maya saltó de la silla. —Esta debe ser una extraña pregunta desde que apenas te conozco, pero, ¿podrías ayudarme a llevar el resto de estas cajas hasta mi habitación? —Ella indicó hacia unas cuantas cajas de Crate & Barrel situadas cerca a la camioneta. Los ojos de Emily se agrandaron. ¿Llevarlo a la vieja habitación de Alison? Pero sería totalmente grosero si se reusara, ¿no? —Um, seguro —dijo temblorosamente. El vestíbulo aún olía a jabón Dove y popurrí —sólo como era cuando los DiLaurentises vivían allí. Emily se detuvo en la puerta y esperó a que Maya le diera instrucciones, incluso aunque ella sabía que encontraría con los ojos vendados la vieja habitación de Ali al final de de la sala de arriba. Las cajas de mudanza estaban por todas partes, y dos galgos larguiruchos italianos* ladraron desde detrás de una puerta en la cocina. —Ignóralos —dijo Maya, subiendo las escaleras hacia su habitación y empujando la puerta abierta con su cadera. Wow, luce igual, pensó Emily mientras entraba en la habitación. Pero la cosa era, que no era lo mismo: Maya había puesto su cama tamaño queen en una esquina

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diferente, tenía una enorme pantalla plana de computador en su escritorio, y había colocado pósters por todas partes, cubriendo la vieja cenefa de Alison. Pero algo se sentía igual, como si la presencia de Alison estuviera aún flotando allí. Emily se sintió mareada y confusa y se inclinó contra la pared para apoyarse. —Ponla en cualquier lugar —dijo Maya. Emily trató de ponerse en pie, puso la caja al pie de la cama, y miró alrededor. —Me gustan tus pósters —dijo. La mayoría de ellos eran de bandas: MIA, Black Eyed Peas, Gwen Stefani en un uniforme de animadora. —Amo a Gwen —añadió. —Sip —dijo Maya. —Mi novio está totalmente obsesionado con ella. Su nombre es Justin. Él es de San Francisco, de donde soy yo. —Oh. Yo también tengo novio —dijo Emily. —Su nombre es Ben. —¿Sí? —Maya se sentó en su propia cama. —¿Cómo es? Emily trató de evocar a Ben, su novio de cuatro meses. Lo había visto hace dos días —ellos habían visto el DVD de Doom en la casa de ella. La mamá de Emily estaba en la otra habitación, por supuesto, casualmente molestando, preguntando si ellos necesitaban algo. Ellos habían sido buenos amigos por un tiempo, el mismo tiempo desde que estaban en el equipo de natación. Todos sus compañeros de equipo decían que ellos deberían salir, así que lo hicieron. —Él es genial. —¿Por qué ya no eres amiga de la chica que vivía aquí? —preguntó Maya. Emily puso su cabello rubio rojizo detrás de sus orejas. Wow. Así que Maya de verdad no sabía sobre Alison. Sin embargo, si Emily empezaba a hablar de Ali, empezaría a llorar, lo que sería extraño. Ella apenas conocía a ésta chica Maya. — Crecí apartada de todas mis viejas amigas de séptimo grado. Todas cambiaron mucho, supongo. Esa era una subestimación. De las otras mejores amigas de Emily, Spencer se había convertido en una exagerada versión de su ya híper-auto perfecto yo; la familia de Aria de repente se había mudado a Islandia el otoño después de que Ali hubiera desaparecido; y la adorable y tonta Hanna se había convertido totalmente en poco

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tonta y no adorable y ahora era una perra total. Hanna y su nueva mejor amiga, Mona Vanderwaal, se habían transformado completamente el verano entre el octavo y el noveno grado. La mamá de Emily recientemente había visto a Hanna entrar en Wawa, la tienda local de conveniencia, y le dijo a Emily que Hanna lucía “demasiado zorra como esa chica Paris Hilton.” Emily nunca había escuchado a su madre usar la palabra zorra. —Yo sé cómo es crecer apartada —dijo Maya subiendo y bajando en su cama mientras se sentaba. —¿Cómo es mi novio? Él está tan asustado de que lo vaya a abandonar ahora que estamos en diferentes costas. Él es como un bebé grande. —Mi novio y yo estamos en el equipo de natación, así que nos vemos todo el tiempo —dijo Emily, buscando un lugar para sentarse también. Tal vez demasiado tiempo, pensó. —¿Nadas? —Preguntó Maya. Ella miró a Emily de arriba abajo, que hizo que Emily se sintiera un poco extraña. —Apuesto a que eres verdaderamente buena. Tienes buena espalda. —Oh, no sé— Emily se sonrojó y se inclinó contra el escritorio blanco de madera. —¡De verdad! —sonrió Maya. —Pero... si eres una gran deportista, ¿eso significa que me matarías si fumo un poco de hierba? —¿Qué, ahora? —los ojos de Emily se agrandaron. —¿Qué pasa con tus padres? —Ellos están en el supermercado. Y mi hermano, él está en algún lugar, pero a él no le importará— Maya metió las manos bajo el colchón por una lata de Altoids. Abrió la ventana que estaba al lado derecho de su cama, sacó un porro y lo encendió. El humo ondeó en el patio e hizo una nube brumosa alrededor de un gran árbol de roble. Maya inhaló de nuevo el porro. —¿Quieres? Emily nunca había tratado de fumar en su vida, ella siempre pensó que sus padres lo sabrían de alguna manera, como por el olor de su cabello o forzándola a orinar en un cubo o algo. Pero como Maya ponía el porro graciosamente en sus labios cereza escarchados, lucía sexy. Emily quería verse así de sexy también.

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—Um, bien —Emily se deslizó más cerca de Maya y tomó el porro. Sus manos se tocaron y sus ojos se encontraron. Los de Maya eran verdes y un poco amarillos, como los de los gatos. Las manos de Emily temblaban. Ella se sentía nerviosa, pero puso el porro en su boca y dio una diminuta calada, como si estuviera sorbiendo la Coca-Cola de vainilla con una pajita. Pero eso no sabía como la Coca-Cola de vainilla. Se sentía como si sólo inhalara un tarro de especias podridas. Ella la cortó con una tos como de hombre viejo. —Whoa —dijo Maya, tomando de nuevo el porro. —¿Primera vez? Emily no podía respirar y sólo sacudió su cabeza, jadeando. Respiró un poco más, tratando de obtener aire en su pecho. Finalmente sintió el aire en sus pulmones de nuevo. Mientras Maya giraba su brazo, Emily vio una gran y blanca cicatriz descendiente en su muñeca. Whoa. Parecía un poco como una serpiente albina sobre su piel bronceada. Dios, ella probablemente ya estaba drogada. De repente allí había un fuerte ruido metálico. Emily saltó entonces escuchó el ruido otra vez. —¿Qué es eso? —jadeó. Maya tomó otra calada y sacudió la cabeza. —Los trabajadores. Estamos aquí hace un día y mis padres ya han empezado las renovaciones. —Sonrió. —Estás totalmente asustada, como si pensaras que los policías estuvieran viniendo. ¿Has estado en una redada antes? —¡No! —Emily explotó en risas; ese era un pensamiento tan ridículo. Maya sonrió y exhaló. —Debería irme —Emily dijo con tono áspero. La cara de Maya cayó. —¿Por qué? Emily arrastró los pies fuera de la cama. —Le dije a mi mamá que sólo pararía por unos minutos. Pero te veré en la escuela el martes. —Bien —dijo Maya —¿Quizás podrías enseñarme todo por aquí? Emily sonrió. —Seguro.

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Maya sonrió y dijo adiós moviendo tres dedos. —¿Sabes cómo encontrar el camino de salida? —Eso creo —Emily dijo mirando una vez más la habitación de Ali, er, de Maya, y entonces caminó hacia las escaleras demasiado-familiares. No fue hasta que Emily sacudió su cabeza afuera en el aire libre, pasó por todas las viejas cosas de Alison en la cuneta, y se subió de vuelta al auto de sus padres, que ella vio la cesta de bienvenida en el asiento trasero. Joder, pensó, dejando la canasta entre la vieja silla de Alison y sus cajas de libros. ¿Quién necesita una guía de Rosewood, de cualquier manera? Maya ya vive aquí. Y Emily de repente estaba feliz de que ella lo hiciera.

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Capítulo 2 Las chicas de Islandia (y Finlandia) son fáciles

jaj

—O

h, Dios mío, árboles. Estoy tan feliz de ver grandes y frondosos árboles.

El hermano de quince años de Aria Montgomery, Michelangelo, sacó su cabeza de la ventana del Outback de la familia como un Goldfen Retriever. Aria; sus padres, Ella y Byron —ellos querían que sus hijos los llamaran por sus nombres— y Mike estaban manejando de vuelta del Aeropuerto Internacional de Filadelfia. Se habían bajado de un vuelo de Reykjavik, Islandia. El papá de Aria era un profesor de historia del arte, y la familia había pasado los últimos dos años en Islandia mientras él ayudaba en la investigación para un documental de televisión sobre el arte escandinavo. Ahora que ellos estaban de vuelta, Mike estaba maravillándose por el escenario local de Pensilvania. Y eso significaba… Cada. Única. Cosa. El mesón de piedra de la era 1700 que vendía jarrones de cerámica ornamentada; las vacas negras mirando sin decir nada al auto detrás de una cerca de madera en la carretera; el centro comercial estilo villa de Nueva Inglaterra que había aparecido desde que se habían ido. Incluso el sórdido Dunkin’ Donuts de veinticinco años. —¡Hombre, no puedo esperar a tener una Coolatta! —Mike gorgoteó. Aria gimió. Mike había pasado un par de años solo en Islandia -él reclamaba que todos los islandeses eran “estúpidos que montaban pequeños y homosexuales caballos”- pero Aria había florecido. Un nuevo comienzo había sido lo que necesitó todo el tiempo, así que estaba feliz cuando su papá hizo el anuncio de que su familia se mudaría. Ese fue el verano después de la desaparición de Alison, y las

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chicas empezaron a apartarse, dejándola sin ninguna amiga real, sólo una escuela llena de personas que había conocido desde siempre. Antes de que dejara Europa, Aria a veces veía a los chicos de lejos, intrigada, pero luego miraba hacia otro lado. Con su inquieto cuerpo de bailarina de ballet, cabello lacio negro, y labios sensuales, Aria sabía que era linda. Las personas siempre lo decían, ¿pero por qué ella no había tenido una cita en el séptimo grado, entonces? Una de las últimas veces que había estado con Spencer -uno de los más incómodos momentos juntas ese verano después de que Ali desapareció- Spencer le dijo a Aria que probablemente tendría muchas citas si sólo tratara de encajar un poco más. Pero Aria no sabía cómo encajar. Sus padres habían impuesto en su cabeza que era un individuo, no una seguidora del rebaño, y debería ser ella misma. El problema era que Aria no estaba segura de quien era Aria. Desde que tenía once años, había tratado con la punk Aria, la artística Aria, la filme de documental Aria y, antes de que se mudaran, había incluso tratado la Aria ideal de Rosewood, la que monta caballo, la que viste camisetas Polo, la chica de bolso que era todo lo que los chicos de Rosewood amaban, pero todo lo que no era Aria. Afortunadamente, ellos se mudaron a Islandia dos semanas después de ese desastre, y en Islandia, todo, todo, todo cambió. Su padre obtuvo la oferta de trabajo en Islandia después de que Aria empezara el octavo grado, y su familia hizo las maletas. Sospechaba que lo habían dejado rápidamente por el secreto de su padre que sólo ella -y Alison DiLaurentisconocía. Había jurado no pensar sobre eso otra vez al minuto en que el avión despegara, y después de vivir en Reykjavik por algunos meses, Rosewood se convirtió en un recuerdo lejano. Sus padres parecían caer de nuevo enamorados e incluso su hermano totalmente provincial aprendió a hablar islandés y francés. Y Aria cayó enamorada… algunas veces, de hecho. ¿Así que, qué si los chicos de Rosewood no les gustaba la rareza de Aria? Los islandeses -ricos, mundanos, y fascinantes islandeses- seguro lo hicieron. Y al instante en que se mudaron allí, conoció a un chico llamado Hallbjom. Tenía diecisiete años, un DJ, tenía tres ponis y la más bella estructura ósea que ella nunca había visto. Se ofreció a llevarla a los geiseres de Islandia, y luego, cuando vieron un murmullo y éstos dejaron una gran nube de vapor, él la besó. Después de Hallbjorn fue Lars, a quien le gustaba jugar con su viejo títere, Pigtunia -la que aconsejaba a Aria sobre su vida amorosa- y le dio la mejor fiesta toda la noche en el

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puerto. Se sentía adorable y sexy en Islandia. Allí, se convirtió en Aria la islandesa, la mejor Aria hasta ahora. Encontró su estilo -uno entre bohemio y hipster girl, con un montón de capas, botas con cordones, y vaqueros APC, que compró en un viaje a París- leyó a filósofos franceses, viajó en el Eurail, con sólo un anticuado mapa y un solo cambio de ropa interior. Pero ahora, cada visión de Rosewood desde la ventana del auto, le recordaba el pasado que quería olvidar. Allí estaba el Ferra’s Cheesesteaks, donde pasó horas con sus amigas de la escuela. Allí estaba el club country de la piedra cerrada, sus padres no pertenecían, pero había ido con Spencer una vez; sintiéndose atrevida, Aria había caminado hacia su amor platónico, Noel Kahn y le preguntó si quería compartir un sándwich de helado con ella. Él la rechazó con frialdad, por supuesto. Y allí estaba el sol, la línea de árboles, la carretera donde Alison DiLaurentis solía vivir. Mientras el auto se detenía en el cuarto símbolo de pare, Aria miró fijamente; podía verla, la segunda casa de la esquina. Allí había un montón de basura en la acera, pero por otra parte, la casa estaba tranquila y en silencio. Podía verla sólo un momento antes de cubrir sus ojos. En Islandia, los días pasaban y casi podía olvidarse de Ali, de sus secretos, y de lo que había sucedido. Había estado de vuelta en Rosewood por menos de diez minutos, y Aria prácticamente podía escuchar la voz de Ali en cada recodo de la calle y veía su reflejo en la ventana de cada casa. Se hundió en su asiento, tratando de no llorar. Su padre continuó por unas cuantas calles, hasta detenerse en su vieja casa, de un posmoderno marrón oscuro con una sola ventana cuadrada, justo en el centro, una decepción enorme después de la casa adosada frente al mar azul desteñido de Islandia. Aria siguió a sus padres dentro y entraron en habitaciones separadas. Escuchó a Mike contestar su móvil afuera y giró sus manos hacia el brillante polvo flotando en el aire. —¡Mamá! —Mike corrió hacia la puerta del frente—. Hablé con Chad, y dice que las primeras pruebas de lacrosse son hoy. —¿Lacrosse? —Ella salió del comedor—. ¿Ahora? —Sí —dijo Mike—. ¡Yo voy! —Corrió por las escaleras hacia su vieja habitación.

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—¿Aria, cariño? —La voz de su madre la hizo volverse—. ¿Puedes llevar a Mike a la práctica? Aria dejó escapar una pequeña risa. —¿Um, mamá? No tengo mi licencia. —¿Y? Conducías todo el tiempo en Reykjavik. El campo de lacrosse sólo está a un par de millas, ¿no? Lo peor que puede pasar, es que golpees una vaca. Solamente espera hasta que él haya terminado. Aria se detuvo. Su madre ya sonaba agotada. Escuchó a su papá en la cocina abriendo y cerrando gabinetes y farfullando en voz baja. ¿Podrían sus padres amarse aquí como lo hacían en Islandia? ¿O podrían las cosas volver a ser como solían ser? —Bien —murmuró. Dejó sus maletas en el pasillo, agarró las llaves del auto, y se deslizó en el asiento delantero. Su hermano se subió a su lado, asombrosamente vestido con su equipo. Golpeó la red de su palo entusiasmadamente, le dio una conocedora y malvada sonrisa. —¿Feliz de volver? Aria solamente suspiró en respuesta. Todo el camino, Mike tuvo sus manos presionadas contra la ventana del auto, gritando cosas como, “¡Allí está la casa de Caleb! ¡Derribaron la rampa de skate!” y “¡La mierda de las vacas huele igual!” En el vasto, y bien cortado campo de práctica, ella apenas había detenido el auto cuando Mike abrió la puerta e inmediatamente salió. Se deslizó de nuevo en el asiento, mirando hacia el techo, y respiró. “Emocionada de volver,” murmuró. Un globo aerostático flotaba serenamente a través de las nubes. Solía ser tan placentero verlos, pero hoy ella no estaba centrada en eso, cerró un ojo, y pretendió aplastar el globo entre su pulgar e índice. Un montón de chicos en camisetas blancas de Nike, pantalones cortos holgados, y gorras de béisbol volteadas caminaban lentamente cerca de su auto hacia la casa en el campo. ¿Ves? Todos los chicos de Rosewood eran copias exactas. Aria parpadeó.

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Uno de ellos incluso estaba vistiendo la misma camiseta Nike de la Universidad de Pennsylvania que Noel Kahn, el chico del sándwich de helado que amaba en octavo grado, solía llevar. Miró el ondulado cabello negro del chico. Espera. ¿Ese era… él? Oh Dios. Era él. Aria no podía creer que estuviera llevando la misma camiseta que vestía cuando tenía trece años. Probablemente lo hacía por suerte o alguna otra extraña superstición de deportista. Noel la miró de soslayo, entonces, caminó hacia su auto y golpeó en la ventana. Ella la bajó. —¿Eres esa chica que se fue al Polo Norte, Aria, cierto? ¿Eras la amiga de Ali D? — Noel continuó. El estómago de Aria se desplomó. —Um —dijo. —No, hombre —James Freed, el segundo chico más caliente en Rosewood, vino detrás de Noel—. Ella no se fue al Polo Norte, fue a Finlandia. Ya sabes, de donde es esa modelo Svetlana. ¿La que se parece a Hanna? Aria se frotó la parte trasera de su cabeza. ¿Hanna? ¿Hanna Marin? Un silbato sonó, y Noel metió la mano en el auto y tocó el brazo de Aria. —¿Te vas a quedar y mirarás la práctica, cierto, Finlandia? —Uh… ja — dijo Aria. —¿Qué es eso, un gruñido finlandés de sexo? —rió James. Aria rodó los ojos. Estaba muy segura de que ja era el finlandés para sí, pero por supuesto, estos chicos no sabían eso. —Que se diviertan jugando con sus bolas. —Sonrió con cansancio. Los chicos se empujaron entre ellos, entonces, se alejaron, golpeando sus palos de lacrosse de aquí para allá incluso antes de llegar al campo. Aria miró por la

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ventana. Cuan irónico. Esta era la primera vez que había coqueteado con un chico en Rosewood —especialmente Noel— y a ella incluso no le importó. A través de los árboles, podía distinguir la aguja que pertenecía a la capilla del Hollis College, la pequeña escuela liberal de arte donde su padre enseñaba. En la calle principal del Hollis había un bar, Snookers. Se enderezó y miró su reloj. Dos treinta. Éste debería estar abierto. Podía ir y tomar una cerveza o dos y tratar de divertirse. Y oye, quizás la cerveza podría hacer que los chicos de Rosewood lucieran bien. *** Los bares en Reykjavik olían a cerveza recién hecha, madera vieja, y cigarrillos franceses, Snookers olía a una mezcla de cuerpos muertos, perros calientes podridos y sudor. Y Rosewood como todo lo demás en Rosewood, le traía recuerdos: Una noche de viernes, Alison DiLaurentis había desafiado a Aria a ir a Snookers y ordenar un screaming orgasm. Aria había esperado en la fila detrás de unos chicos ricos de universidad, y cuando el bravucón no le permitió entrar, ella se quejó, “Pero mi screaming orgasm está allí.” Entonces, se dio cuenta de lo que había dicho y huyó hacia sus amigas, que estaban agachadas detrás de un auto en el aparcamiento. Todas rieron tan fuerte que tuvieron hipo. —Amstel —dijo al barman después de cruzar los paneles de vidrio de la puerta delantera, aparentemente allí no necesitaban un bravucón a las dos treinta de un sábado. El barman la miró con duda pero entonces puso una cerveza en frente de ella y se alejó. Aria tomó un gran sorbo. Sabía suave y aguada. La escupió de vuelta en el vaso. —¿Está todo bien aquí? Aria se giró. A tres taburetes estaba un tipo con cabello rubio desordenado y ojos azul hielo como de un perro siberiano. Estaba mirando algo en un pequeño vaso. Aria frunció el ceño. —Sí, olvidé cómo sabía la cerveza aquí. He estado en Europa por dos años. La cerveza es mejor allá.

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—¿Europa? —El tipo sonrió. Tenía una hermosa sonrisa—. ¿Dónde? Aria sonrió de vuelta. —Islandia. Sus ojos se iluminaron. —Una vez pasé unas noches en Reykjavik en mi camino a Ámsterdam. Allí había una gran y sorprendente fiesta en el puerto. Aria puso sus manos alrededor del vaso de cerveza. —Sí —dijo, sonriendo—. Ellos tienen las mejores fiestas allá. —¿Estuviste allá para las luces del norte? —Por supuesto —respondió Aria—. Y el sol de medianoche. Teníamos esas increíbles reuniones en verano… con la mejor música —Ella miró a su vaso—. ¿Qué estás tomando? —Scotch —dijo él, ya señalando al barman—. ¿Quieres una? Ella asintió. El hombre corrió los tres taburetes hacia ella. Tenía unas manos lindas con largos dedos y uñas ligeramente rotas. Llevaba un pequeño botón en su chaqueta de pana que decía, ¡LAS MUJERES INTELIGENTES VOTAN! —¿Así que vivías en Islandia? —sonrió de nuevo—. ¿Igual que un año de estudio en el exterior? —Bueno, no —dijo Aria. El barman puso la Scotch frente a ella. Tomó un gran trago de cerveza. Su garganta y pecho inmediatamente crepitaron—. Yo estaba en Islandia porque… Se detuvo. —Sí, era mi, uh, año en el exterior. —Permitiendo que pensara lo que él quisiera. —Genial —asintió—. ¿Dónde estuviste antes de eso?

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Se encogió de hombros. —Um… aquí en Rosewood —sonrió y rápidamente agregó—. Pero me gustó estar allá, es mucho mejor. Él asintió. —Yo estaba totalmente deprimido de venir a Estados Unidos después de Ámsterdam. —Lloré todo el tiempo de vuelta a casa. —Admitió Aria, sintiéndose ella misma — su nueva y mejorada yo islandesa— por primera vez desde que había regresado. No sólo era ella hablando con un lindo e inteligente chico sobre Europa, sino que éste debería ser el único chico en Rosewood que no conocía a su Aria de Rosewood, la extraña amiga de una hermosa chica desaparecida—. Así que, ¿vas a la escuela aquí? —preguntó. —Ya me gradué. —Se limpió la boca con una servilleta y encendió un Camel. Le ofreció a ella uno del paquete, pero sacudió la cabeza—. Ahora hago algo de enseñanza. Aria tomó otro trago de su Scotch y se dio cuenta de que ya se había acabado. Wow. —Me gustaría enseñar, creo. Una vez que termine la escuela. O eso, o escribir obras. —¿Sí? ¿Obras? ¿Cuál es tu especialidad? —¿Um, Inglés? —El barman puso otra Scotch en frente de ella. —¡Eso es lo que estoy enseñando! —él dijo. Mientras lo decía, puso su mano en la rodilla de Aria. Estaba tan sorprendida que retrocedió y casi bota su bebida. Él alejó su mano. Ella se sonrojó. —Lo siento —dijo, un poco avergonzado—. Soy Ezra, por cierto.

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—Aria. —De repente su nombre sonaba gracioso. Soltó una risita, perdió el equilibrio. —Whoa. —Ezra agarró su brazo para estabilizarla. Tres Scotches después, Aria y Ezra habían establecido que ambos habían conocido al mismo viejo marinero barman en el bar Borg en Reykjavik, que amaban la forma en que bañarse en la laguna azul rica en minerales los hacía sentir somnolientos, y realmente les gustó el olor a huevo podrido de azufre en las aguas termales. Los ojos de Ezra eran muy azules y por un momento Aria quiso preguntar si él tenía novia. Ella se sentía cálida por dentro y muy segura de que no era sólo por la Scotch. —Tengo que ir al baño —dijo Aria. Ezra sonrió. —¿Puedo ir? Bueno, eso responde a la pregunta de la novia. —Quiero decir, uh…—él frotó la parte trasera de su cuello—. ¿Fue eso demasiado de mi parte? —preguntó, mirando bajo sus cejas fruncidas. Su cerebro zumbó. Liarse con un extraño no era algo que realmente hiciera, al menos no en Estados Unidos. ¿Pero no había dicho que quería ser la Aria islandesa? Se levantó y tomó sus manos. Ellos se miraron todo el camino hacia el baño de mujeres de Snookers. Allí había papel higiénico sobre todo el piso y olía incluso peor que el resto del bar, pero a Aria no le importó. Mientras Ezra la levantó sobre el lavamanos y ella envolvió sus piernas alrededor de su cintura, todo lo que podía oler era su esencia -una combinación de Scotch, canela, y sudor- y nunca algo había olido tan dulce. Como decían en Finlandia o en donde quiera, ja.

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Capítulo 3 El primer prendedor de Hanna

Y

aparentemente ¡estaban teniendo sexo en la habitación de los padres de Bethany!

Hanna Marin miró fijamente a su mejor amiga, Mona Vanderwaal, a través de la mesa. Era dos días antes de que la escuela comenzara y estaban sentadas en la terraza del café inspirado en Francia, Rive Gauche, en el centro comercial King James, tomando vino tinto, comparando Vogue con Teen Vogue, y contando chismes. Mona siempre conocía la mejor basura de las personas. Hanna tomó otro sorbo de vino y notó a un tipo de unos cuarenta y tanto mirando lascivamente hacia ellas. Un normal Humbert Humbert*, pensó Hanna, pero no lo dijo en voz alta. Mona no comprendería la referencia literaria, pero sólo porque Hanna era la chica más solicitada en Rosewood Day no quería decir que estuviera por encima de probar los libros de lectura recomendada para el verano en Rosewood Day de vez en cuando, especialmente cuando estaba acostada a lado de su piscina con nada para hacer. Además Lolita parecía deliciosamente sucio. Mona se giró alrededor para ver a quién estaba mirando Hanna. Sus labios se curvaron hacia arriba en una traviesa sonrisa. —Deberíamos deslumbrarlo. —¿A la cuenta de tres? —Los ojos ámbar de Hanna se ensancharon. Mona asintió. A la de tres, las chicas lentamente levantaron el dobladillo de sus ya por-las-nubes minis, enseñando sus pantys. Los ojos de Humbert se sobresaltaron y derribó el vaso de Pinot sobre la entrepierna de sus caquis. —¡Mierda! —gritó antes de salir disparado hacia el baño. —Lindo —dijo Mona. Tiraron sus servilletas sobre sus ensaladas sin comer y se prepararon para marcharse.

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Se habían hecho amigas el verano entre octavo y noveno grado, cuando ambas habían sido echadas de las pruebas para animadoras de primer año de Rosewood. Juraron que entrarían al equipo al año siguiente, decidieron perder toneladas de peso –así podrían ser las lindas y alegres chicas que los chicos arrojaban al aire. Pero una vez que consiguieron ser flacas y magníficas, decidieron que animar había pasado y que las animadoras eras perdedoras, entonces nunca se molestaron en volver a hacer la prueba para entrar al equipo. Desde entonces, Hanna y Mona compartían todo, bueno, casi todo. Hanna no le había dicho a Mona cómo había perdido peso tan rápidamente. Era demasiado grotesco como para hablar de eso. Mientras que una dura dieta de semillas de fruta era sexy y admirable, no había nada, nada glamoroso sobre comer una tonelada de basura mantecosa, grasienta y de preferencia llena de queso y luego vomitar todo eso. Pero Hanna estaba por sobre ese pequeño mal hábito por ahora, entonces realmente no importaba. —Sabes que ese tipo había metido la pata —susurró Mona, reuniendo las revistas en un montón. —¿Qué va a pensar Sean? —Se reirá —dijo Hanna. —Uh, no pienso eso. Hanna se encogió de hombres. —Podría. Mona resopló. —Si, deslumbrando a extraños va bien con una promesa de virginidad. Hanna miró hacia abajo a sus tacos morados Michael Kors. La promesa de virginidad. Hanna era increíblemente popular, tenía un extraordinariamente caliente novio, Sean Ackard -el chico que había deseado desde séptimo grado- que se había estado comportando un poco extraño últimamente. Él siempre había sido el Sr. All-American Boy Scout*- mientras era voluntario en su antiguo hogar y sirviendo pavo a los sin casa en el Día de Acción de Gracias –pero anoche, cuando Hanna, Sean, Mona, y un puñado de otros chicos pasaban el rato en el jacuzzi de cedro de Jim Freed, encubiertamente bebiendo Coronas (marca de cerveza), Sean había tomado un mando de All-American Boy Scout. Había anunciado, un poco

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orgullosamente, que había firmado una “promesa” de virginidad y había prometido no tener sexo antes del matrimonio. Todos, Hanna incluida, habían estado demasiado atontados para responder. —Él no hablaba en serio —dijo Hanna con seguridad. ¿Cómo podría haberlo hecho? Un puñado de niños firmaban la promesa; Hanna calculaba que sólo era una tendencia pasajera, como esos brazaletes de Lance Armstrong o Yogalates*. —¿Tú crees? —Mona sonrió con satisfacción, apartando su largo flequillo fuera de sus ojos. —Vamos a ver qué sucede en la fiesta de Noel el próximo viernes. Hanna apretó sus dientes. Parecía como si Mona se estuviera riendo de ella. — Quiero ir de compras —dijo, levantándose. —¿Qué te parece Tiffany’s? —preguntó Mona. —Sensacional. Dieron un paseo por la nueva sección de lujo del centro comercial King James, que tenía un Burberry, un Tiffany’s, un Gucci, y un Coach; olía al último perfume de Michael Kors; y estaba abarrotado de chicas lindas de-regreso-a-preparatoria con sus bellas mamás. En un viaje de compras a solas hace unas semanas atrás, Hanna había visto a su antigua amiga Spencer Hastings deslizándose un nuevo Kate Spade, y recordaba cómo ella solía hacer una orden especial de una temporada entera que valía la pena de bolsos de hombro de nylon desde Nueva York. Hanna se sintió divertida por saber ese tipo de detalles sobre alguien de la cual ya no era amiga. Y mientras veía a Spencer examinando las valijas Kate Spade de cuero, Hanna se preguntó si Spencer estaba pensando lo que ella estaba pensando: esta nueva ala del centro comercial era justo el tipo de lugar que Ali DiLaurentis hubiera amado. Hanna a menudo pensaba en todas las cosas que Ali se había perdido – la fogata de regreso a casa el año pasado, la fiesta de karaoke de Lauren Ryan para sus dulces dieciséis en la mansión de su familia, el regreso de los zapatos de punta redonda, las fundas de cuero para iPod nano Channel… iPod nanos, en general. Pero ¿la cosa más grande que Ali se había perdido? El cambio de imagen de Hanna, por supuesto –y lo que ella había hecho fue como un cañonazo. A veces, cuando Hanna daba vueltas en frente de su espejo de cuerpo entero, pretendía que Ali estaba sentada detrás de ella, criticando sus conjuntos de

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la forma en que solía hacerlo. Hanna había desperdiciado tantos años siendo una gorda y pegajosa perdedora, pero las cosas eran tan diferentes ahora. Ella y Mona se dirigieron hacia Tiffany’s; estaba lleno de vidrio, cromo, y luces blancas que hacían que los impecables diamantes brillaran incluso más. Mona merodeaba alrededor de las vitrinas y entonces levantó las cejas hacia Hanna. —¿Tal vez un collar? —¿Qué hay sobre un encantador brazalete? —Perfecto. Caminaron hacia la vitrina y miraron el encantador brazalete de plata con un prendedor en forma de corazón. —Tan lindo —suspiró Mona. —¿Interesadas? —Preguntó una elegante dependienta mayor. —Oh, no lo sé —dijo Hanna. —Te viene bien. —La mujer abrió la vitrina y tanteó alrededor por el brazalete. — Está en todas las revistas. Hanna le dio un codazo a Mona. —Pruébatelo tú. Mona lo deslizó en su muñeca. —Es verdaderamente hermoso. —Entonces la mujer se giró hacia otro cliente. Cuando lo hizo, Mona deslizó el brazalete fuera de su muñeca y lo metió dentro de su bolsillo. Al mismo tiempo, Hanna apretó sus labios y le hizo señas a otra dependienta, una chica de cabello rubio-miel que usaba brillo labial color coral. —¿Puedo probarme ese brazalete de ahí, el con el amuleto redondo? —¡Seguro!— La chica abrió la vitrina. —Tengo uno de esos para mí. —¿Qué hay sobre los aros a juego, también?— Hanna los señaló. —Por supuesto.

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Mona se había movido hacia los diamantes. Hanna sostuvo los aros y el brazalete en sus manos. Juntos, eran $350. Repentinamente, un enjambre de chicas japonesas abarrotaron el mostrador, todas señalando a otro brazalete con un amuleto redondo en la vitrina de vidrio. Hanna examinó el techo en busca de cámaras y las puertas por detectores. —Oh, Hanna, ¡ven a ver el Lucero! —gritó Mona. Hanna se detuvo. El tiempo se hizo más lento. Deslizó el brazalete en su muñeca y luego lo movió más arriba dentro de su manga. Atoró los aros en su monedero color cereza con las iniciales Louis Vuitton grabadas. El corazón de Hanna golpeaba con fuerza. Esta era la mejor parte de tomar cosas: la sensación de anticipación. Se sentía toda agitada y viva. Mona señaló con la mano un anillo de diamante hacia ella. —¿No se vería bien en mí? —Vamos. —Hanna agarró su brazo. —Vamos a Coach. —¿No te quieres probar alguno? —Mona puso mala cara. Ella siempre paraba después de que sabía que Hanna había hecho el trabajo. —Nah —dijo Hanna. —Los bolsos están gritando nuestros nombres. —Sentía la cadena de plata del brazalete presionando gentilmente en un brazo. Tenía que conseguir salir de ahí mientras las chicas japonesas todavía estaban haciendo alboroto alrededor del mostrador. La dependienta no había vuelto a mirar en su dirección. —Bien —dijo Mona dramáticamente. Tomó el anillo -sosteniéndolo por sus diamantes, lo que incluso Hanna sabía que se suponía no debías hacer- de regreso a la dependienta. —Esos diamantes son muy pequeños —dijo. —Lo siento. —Tenemos otros —intentó la mujer. —Vamos —dijo Hanna, agarrando el brazo de Mona. Su corazón martilleaba mientras hilaban su camino por Tiffany’s. El amuleto tintineó en su muñeca, pero mantuvo su manga tirada hacia abajo. Hanna era una experimentada profesional

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en esto –primero había sido el dulce suelto en la tienda abierta las veinticuatro horas Wawa, luego CDs de Tower, luego camisetas de bebé de Ralph Lauren –y se sentía más grande y más poderosa cada vez. Cerró sus ojos y cruzó el umbral, preparándose a sí misma para que las alarmas se dispararan. Pero nada pasó. Estaban fuera. Mona apretó su mano. —¿Conseguiste uno también? —Por supuesto. —Movió el brazalete alrededor de su muñeca. —Y estos. —Abrió el monedero y le mostró a Mona los aros. —Mierda. —Los ojos de Mona se ensancharon. Hanna sonrió. A veces se sentía tan bien superar a tu mejor amiga. No queriendo traer mala suerte, se alejó rápidamente de Tiffany’s y escuchó por si alguien las venía persiguiendo. El único ruido, sin embargo, era el borboteo de la fuente y una versión de Muzak de —¡Oops! I Did It Again*. Oh sí, lo hice, pensó Hanna. -----------------------------------------------------------------------------Nota de la traductora *Humbert Humbert: es el seudónimo adoptado por el protagonista y narrador de la novela Lolita. Humbert es un profesor de poesía francesa divorciado que visita los Estados Unidos y se enamora de Dolores Haze, una niña de doce años apodada “Lolita”. *Chicos exploradores de América. *Mezcla entre yoga y Pilates. *Conocida canción de Britney Spears.

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Capítulo 4 Spencer camina por las Tablas

—C

ariño, no debes comer mejillones con las manos. No está bien.

Spencer Hastings miró a través de la mesa a su madre, Verónica, que nerviosamente deslizaba sus manos a través de su perfectamente destacado cabello rubio cenizo. —Lo siento —dijo Spencer, tomando el ridículamente pequeño tenedor para comer mejillones. —Realmente no creo que Melissa deba estar viviendo en la casa de la ciudad con todo ese polvo. —La Sra. Hastings dijo a su esposo, ignorando la disculpa de Spencer. Peter Hastings rodó su cuello. Cuando él no estaba ejerciendo la abogacía, estaba montando bicicleta furiosamente en todos los caminos de Rosewood con apretadas y coloridas camisetas y pantalones, agitando el puño al pasar a los autos. Todo ese ciclismo le daba un dolor crónico en sus hombros. —¡Todo ese martilleo! No sé cómo ella consiguió terminar sus estudios — continuó la Sra. Hastings. Spencer y sus padres estaban sentados en el Moshulu, un restaurante a bordo de un barco en el puerto de Filadelfia, esperando para que la hermana de Spencer, Melissa, los encontrara para cenar. Era una gran cena de celebración porque Melissa se había graduado de la licenciatura en U Penn un año antes y había entrado en la Escuela de Negocios Penn Wharton. La casa del centro de la ciudad de Filadelfia estaba siendo reformada como un regalo de sus padres para Melissa.

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En sólo dos días, Spencer estaría empezando su tercer año en Rosewood y tendría que entregarse al calendario del año lleno: cinco AP’s*, capacitación en liderazgo, campaña de organización de caridad, la edición del anuario, audiciones de drama, practicas de hockey, y enviar solicitudes lo antes posible para el programa de verano, ya que todos sabían que la mejor manera de lograr entrar en Iv* era entrar en uno de sus campamentos de verano pre-College. Pero había una cosa que Spencer había esperado este año: mudarse al granero remodelado que estaba en la parte trasera de la propiedad de su familia. Conforme con sus padres, este era el camino perfecto para prepararla para el College —¡Solo mira cómo había funcionado con Melissa! Decían. Pero Spencer estaba feliz de seguir los pasos de su hermana en este caso, ya que ellos la condujeron a la tranquila y luminosa casa de huéspedes donde Spencer escaparía de sus padres y sus constantes ladridos de labradoodles.* Las hermanas tenían una tranquila y larga rivalidad en la que Spencer había perdido siempre: Spencer había ganado el Premio Presidencial al Estado Físico cuatro veces en la primaria; Melissa lo había ganado cinco. Spencer obtuvo el segundo lugar en el concurso de geografía del séptimo grado, Melissa obtuvo el primero. Spencer estaba en el comité del anuario, en todas las obras de la escuela, y estaba tomando cinco clases AP este año; Melissa había hecho todas estas cosas en su tercer año además de trabajar en la granja de caballos de su madre y entrenaba para la maratón de Filadelfia por la investigación de la leucemia. No importaba cuan altos eran los GPA* de Spencer o cuantas actividades extra-curriculares ella pusiera en su horario, nunca estaría cerca del nivel de perfección de Melissa. Spencer tomó otro mejillón con sus dedos y lo metió en su boca. Su papá amaba ese restaurante, con esos oscuros revestimientos de manera, gruesos tapetes orientales, y el embriagador olor de mantequilla, vino tinto, y aire salado. Sentados entre mástiles y velas, se sentía como si pudieras saltar sobre la borda hacía el puerto. Spencer miró hacia la Rivera Schuylkill al gran burbujeante acuario en Camden, Nueva Jersey. Un barco enorme de fiesta decorado con luces navideñas flotaba junto a ello. Alguien disparó juegos artificiales amarillos frente a la cubierta. Ese bote estaba teniendo más diversión del que el de ello estaba teniendo. —¿Cuál es el nombre del amigo de Melissa? —su madre murmuró. —Creo que es Wren —Spencer dijo. En su cabeza, ella añadió, al igual que las aves flacas.

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—Ella me dijo que él estaba estudiando para ser doctor. —Su madre dijo.— En U Penn —Claro que sí —Spencer dijo con voz cantarina. Masticó un pedazo de concha de mejillón e hizo una mueca de dolor. Melissa estaba trayendo a su novio de dos meses a cenar. La familia todavía no lo conocía -él había estado visitando a su familia o algo así- pero los novios de Melissa eran todos iguales: guapos como de libros de texto, de buenos modales, jugadores de golf. Melissa no tenía una pizca de creatividad en su cuerpo y claramente buscaba la misma predecibilidad en sus novios. —¡Mamá! —una familiar voz llamó detrás de Spencer. Melissa se abalanzó al otro lado de la mesa y dio a sus padres un gran beso. No había cambiado desde la secundaria: su cabello rubio-cenizo estaba cortado en puntas hasta su barbilla, no llevaba maquillaje excepto por un poco de base, y vestía un desaliñado vestido amarillo de cuello cuadrado, una chaqueta de color rosa con perlas de botones, y los zapatos de tacón kitten casi lindos. —¡Cariño! —su madre gritó. —Mamá, papá, aquí está Wren —Melissa puso la mano en alguien a su lado. Spencer trató de mantener su boca cerrada. No había nada de flaco, como pájaro, o libro de texto en Wren. Él era alto y larguirucho y vestía una bellamente cortada camisa Thomas Pink. Su cabello negro estaba cortado en un estilo largo, enmarañado y desaliñado. Tenía piel hermosa, altos pómulos, y ojos almendrados. Wren sacudió las manos de sus padres y se sentó en la mesa. Melissa le preguntó a su mamá algo sobre a dónde enviar la cuenta del fontanero, mientras Spencer esperaba ser presentada. Wren pretendió estar realmente interesado en el descomunal vaso de vino. —Soy Spencer —ella dijo finalmente. Se preguntó si su respiración olía a mejillones. —La otra hija —Spencer asintió hacia el otro lado de la mesa —La que ellos mantienen en el sótano.

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—Oh —Wren sonrió. —Genial. ¿Era ese un acento británico el que escuchó? —¿No es extraño que ellos no te han preguntado una sola cosa sobre ti? —Spencer señaló a sus padres. Ahora ellos estaban hablando sobre contratistas y la mejor manera para usar en el suelo de la sala. Wren se encogió de hombros, y entonces susurró, —Un poco —él guiñó. De repente, Melissa agarró la mano de Wren. —Oh, mira ya la has conocido — dijo ella —Sí —sonrió él— No me dijiste que tenías una hermana. Claro que ella no lo había hecho. —Así que, Melissa —la Sra. Hastings dijo— Papi y yo estamos hablando sobre dónde deberías quedarte mientras las renovaciones pasan. Y he pensado en algo. ¿Por qué no vienes a Rosewood a vivir con nosotros por un par de meses? Puedes viajar diariamente a Penn; sabes cuán fácil es. Melissa arrugó su nariz. Por favor di no, por favor di no, Spencer pensó. —Bueno —Melissa ajustó la correa de su vestido amarillo. Cuanto más Spencer se quedaba mirándolo, más el color hacía lucir a Melissa como si ella tuviera la gripe. Melissa miró a Wren —La cosa es… Wren y yo vamos a mudarnos a la casa en la ciudad… juntos.

—¡Oh! —su madre sonrió a los dos. —Bueno… Supongo que Wren podría quedarse con nosotros también… ¿Qué piensas, Peter? Spencer tenía agarrados sus pechos para guardar su corazón de la explosión en su pecho. ¿Iban a mudarse juntos? Su hermana realmente tenía algo de agallas. Sólo podía imaginarse qué sucedería si ella soltara una bomba como esa. Mamá realmente haría a Spencer vivir en el sótano, o quizás en el establo. Ella podría establecer una tienda junto a la compañera cabra de los caballos.

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—Bueno, supongo que eso está bien —dijo su padre. ¡Increíble!— Ciertamente será tranquilo. Mamá se pasa la mayor parte del día en el establo, y Spencer por supuesto estará en la escuela. —¿Estás en la escuela? —preguntó Wren— ¿Dónde? —Ella está en secundaria —Melissa interrumpió. Ella miró fijamente a Spencer, como si estuviera comparándola. Desde el apretado vestido de tenis Lacoste de Spencer, el cabello ondulado rubio oscuro, hasta sus pendientes de diamante de dos quilates. —La misma secundaria a la que yo fui. Nunca pregunté, Spence ¿eres la presidenta de la clase este año? —VP* —balbuceó Spencer. No había manera de que Melissa no lo supiera ya. —¿OH, no eres tan feliz de que resultara de esa forma? —Melissa preguntó. —No —Spencer dijo categóricamente. Ella había corrido por el primer lugar la primavera pasada, pero había sido sacada y había obtenido la vacante de VP. Ella odiaba perder en cualquier cosa. Melissa sacudió su cabeza. —No entiendes Spence, es demasiado trabajo. Cuando fui presidenta, ¡difícilmente tenía tiempo para algo más! —Tienes muy pocas actividades, Spencer —murmuró la Sra. Hastings. —Está el anuario, y todos esos juegos de hockey… —Además, Spencer, asumirás si el presidente, ya sabes… muere— Melissa guiñó hacia ella como si estuvieran compartiendo un chiste, lo que no estaban haciendo. Melissa se giró hacia sus padres. —Mamá, creo que tengo una mejor idea. ¿Por qué Wren y yo no nos quedamos en el granero? Entonces estaremos fuera de tu camino. Spencer sintió como si alguien la hubiera golpeado en los ovarios. ¿El granero? La Sra. Hastings llevó un dedo con manicura francesa a su perfectamente pintada boca. —Hmm —declaró. Se giró tentativamente hacia Spencer. —¿Serías capaz de esperar unos pocos meses, cariño? Entonces el granero será todo tuyo.

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—¡Oh! —Melissa soltó su tenedor. —¡No sabía que ibas a mudarte allí, Spence! No quiero causar problemas... —Está bien —interrumpió Spencer, agarrando su vaso de agua fría y tomando un gran trago. Se ordenó a sí misma no hacer un berrinche en frente de sus padres y la perfecta Melissa. —Puedo esperar. —¿De verdad? —Melissa preguntó. —¡Eso es tan dulce de tu parte! Su madre presionó su fría y delgada mano contra la de Spencer y sonrió con alegría. —Sabía que entenderías. —¿Pueden perdonarme? —Spencer vertiginosamente empujó su asiento hacia tras de la mesa y se levantó. —Estaré de regreso —Caminó sobre el piso de madera del bote, bajó por las escaleras alfombradas, y salió por la entrada principal. Ella necesitaba llegar a tierra firme. Fuera en el pasillo del Penn, el horizonte de Filadelfia brillaba. Spencer se sentó en un banco y respiró como en el yoga. Entonces sacó su cartera y empezó a ordenar el dinero. Los giró todos desde unos, cincos y veintes en la misma dirección y alfabetizándolos de acuerdo a la combinación de letra y numero impresos en verde en las esquinas. Hacer esto siempre la hacía sentirse mejor. Cuando terminó, miró hacia la cubierta del comedor. Sus padres estaban de cara al río, así que ellos no podían verla. Excavó a través de su bolso bronce de Hogan por su paquete de emergencia de Marlboro y encendió uno. Tomó una calada y después otra. Robar el granero era demasiado malvado, pero hacerlo de una forma tan educada era el estilo de Melissa -ella siempre había sido buena por fuera pero horrible por dentro. Y nadie podía verlo a excepción de Spencer. Ella se había vengado de Melissa sólo una vez, unas cuantas semanas antes de que terminara el séptimo grado. Una noche, Melissa y su novio de entonces, Ian Thomas, estaban estudiando para los finales. Cuando Ian se iba, Spencer lo acorraló fuera cerca a su SUV, que él había parqueado detrás de la hilera de pinos de su casa. Ella simplemente había querido coquetear -Ian estaba desperdiciando su belleza en su escueta y santurrona hermana- así que ella dio a Ian un beso de

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despedida en la mejilla. Pero cuando él la apretó contra la puerta del pasajero, ella no trató de huir. Ellos sólo pararon de besarse cuando la alarma de su auto empezó a sonar. Cuando Spencer le dijo a Alison sobre esto, Ali dijo que era algo muy horrible y que debía confesárselo a Melissa. Spencer sospechó que Ali estaba enojada porque ellas habían tenido una competencia todo el año sobre quién podría liarse con los chicos más maduros, y besar a Ian ponía a Spencer como líder. Spencer inhaló bruscamente. Ella odiaba estar recordando ese periodo de su vida. Pero la vieja casa de los DiLaurentis estaba justo al lado de la suya, y la ventana de la habitación de Ali daba a la de Spencer -era como Ali frecuentaba su 24/7. Todo lo que Spencer tenía que hacer era mirar fuera de su ventana y allí estaba Ali, colgando su uniforme de hockey justo donde Spencer podía verlo o paseándose por su habitación chismeando en su móvil. Spencer quería pensar que ella había cambiado mucho desde el séptimo grado. Todas habían sido tan malas -especialmente Alison- pero no sólo Alison. Y el peor recuerdo de todo era el asunto… El asunto de Jenna. Pensar en lo que hizo Spencer se sentía tan horrible, que ella deseó poder borrarlo de su cerebro como lo hacían en la película El Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos. —No deberías estar fumando, ya sabes. Ella se giró, y allí estaba Wren parado justo a su lado. Spencer lo miró, sorprendida. —¿Qué estás haciendo aquí abajo? —Ellos estaban… —él abrió y cerró sus manos una contra la otra, como bocas hablando. —Y yo tengo algo aquí. —Sacó una BlackBerry. —Oh —Spencer dijo. —¿Es eso del hospital? Escuché que eres un doctor influyente. —Bueno, no, realmente, sólo soy estudiante de primer año de medicina —dijo Wren, y entonces apuntó a su cigarrillo. —¿Te importa si tengo un poco de eso?

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Spencer torció las esquinas de su boca hacia arriba con ironía. —Me dijiste que no fumara —dijo, entregándoselo a él. —Sí, bueno —Wren tomó una profunda calada del cigarrillo. —¿Estás bien? —Lo que sea —Spencer no quería hablar de cosas con el nuevo novio de su hermana que había robado su granero para vivir en él. —¿De dónde eres? —Norte de Londres. Aunque, mi papá es coreano. Él se mudó a Inglaterra para ir a Oxford y terminó quedándose. Todos preguntan. —OH, yo no iba a hacerlo —Spencer replicó, a pesar de que había pensado en ello. —¿Cómo se conocieron tú y mi hermana? —En un Starbucks —contestó. —Ella estaba en la fila delante de mí. —OH —dijo Spencer. Increíblemente flojo. —Ella estaba comprando un latte —agregó Wren golpeando el bordillo de piedra. —Eso es lindo —Spencer manipuló su paquete de cigarrillos. —Eso fue hace pocos meses —él tomó otra entrecortada calada, sus manos temblando un poco y sus ojos girando alrededor. —Yo la imaginaba antes de llegar a la casa de la ciudad. —Correcto —dijo Spencer, dándose cuenta que él parecía un poco nervioso. Quizás estaba tenso por la reunión con sus padres. ¿O era irse a vivir con Melissa lo que lo tenía sobre el borde? Si Spencer fuera un chico que tuviera que mudarse con Melissa, ella se arrojaría a al nido de cuervos de Moshulu o dentro del río Schuylkill. Él le devolvió el cigarrillo. —Espero que esté bien que vaya a quedarme en tu casa. —Um, sí. Lo que sea. Wren lamió sus labios. —Quizás pueda conseguir que olvides tu adicción a fumar. Spencer se puso rígida —No soy adicta.

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—Seguro no lo eres —contestó Wren sonriendo. Spencer sacudió la cabeza enfáticamente. —No, nunca permitiría que eso sucediera. —Y eso era verdad: Spencer odiaba sentirse fuera de control Wren sonrió. —Bien, ciertamente suena como que sabes lo que estás haciendo. —Lo sé. —¿Eres de esa manera con todo? — preguntó Wren, sus ojos brillando. Allí había algo en la luz, burla en la forma en que él dijo eso que hizo que Spencer se detuviera. ¿Ellos estaban… coqueteando? Se miraron mutuamente por unos cuantos segundos hasta que un gran grupo de gente silbando que esperaban el bote sobre la calle. Spencer bajó sus ojos. —¿Así que, piensas que es hora de volver? —preguntó Wren. Spencer vaciló y miró a la calle, llena de taxis, listos para llevarla a donde ella quisiera. Casi quería preguntar a Wren si tomaría uno de los taxis con ella para ir al juego de béisbol en el Citizens Bank Park, dónde ellos podían comer perros calientes, gritar a los jugadores, y contar cuantos strikeout el lanzador de los Phillies acumularía. Ella podía usar los asientos de su papá -que más que nada eran malgastados, de todos modos- y ella apostaba a que Wren lo aceptaría. ¿Por qué volver dentro, cuando su familia sólo continuaría ignorándolos? Un taxi paró en la luz, a unos cuantos pies de ellos. Ella lo miró. Entonces miró a Wren. Pero no, eso estaría mal. ¿Y quién ocuparía el puesto de vice-presidente en caso de que él muriera y ella fuera asesinada por su propia hermana? —Después de ti — dijo Spencer, y mantuvo la puerta abierta para él así ellos podrían subir de vuelta a bordo. -----------------------------------------------------------------------------Nota de la traductora *Advanced Placement: programa de exigencia en la secundaria dada por expertos como profundización de diferentes materias

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*Se refiere a una de las universidades de la Ivy League o liga de la Hiedra, grupo de las mejores universidades de USA. Una raza de perro. *Grade Point Average: punto promedio de notas. *Vice-presidenta.

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Capítulo 5 Comienzo y Fitz

—¡O

ye! ¡Finlandia!

Martes, el primer día de escuela, Aria caminaba rápidamente hacia su primer período de clase de inglés. Se dio vuelta para ver a Noel Kahn, en su jersey de Rosewood Day chaleco y corbata, acercarse a ella trotando. —Oye. —Aria asintió. Ella continuó yéndose. —Te saltaste nuestra práctica el otro día —dijo Noel, acercándose a ella sigilosamente. —¿Esperabas que me quedara a mirar? —Aria lo miró por el rabillo del ojo. Él lucía sonrojado. —Sí. Nosotros nos enfrentamos. Marqué tres goles. —Bien por ti, —Aria dijo impasible. ¿Se suponía que tenía que estar impresionada? Ella continuó por el pasillo de Rosewood Day, cosa que ella desgraciadamente había soñado demasiadas veces en Islandia. Sobre ella estaban los mismos techos abovedados color blanco cáscara de huevo. Bajo ella estaban los mismos pisos de madera de casa de campo acogedora. A su derecha e izquierda estaban las usuales fotos enmarcadas en anticuado alumbre, y a su izquierda, incongruentemente abollados casilleros de metal. Incluso la misma canción, la Obertura 1812, tarareaba a través de los altavoces PA – Rosewood reproducía esa música entre clases porque era “mentalmente estimulante”. Arrastrándose junto a ella estaban exactamente las mismas personas que Aria había conocido desde hace muchísimos años…y todas ellas la estaban mirando.

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Aria agachó la cabeza. Desde que se había mudado a Islandia al comienzo de octavo grado, la última vez que todos la habían visto, formaba parte de un desolado grupo de chicas cuya mejor amiga monstruosamente había desaparecido. Atendiendo a eso entonces, donde quiera que ella fuera, la gente susurraba a su alrededor. Ahora, se sentía como si jamás se hubiese ido. Y casi se sentía como si Ali aún estuviese aquí. La respiración de Aria quedó atrapada en su pecho cuando vio un destello de cola de caballo rubia girando alrededor de la esquina del gimnasio. Y cuando Aria rodeó la esquina pasado el estudio de cerámica, dónde ella y Ali acostumbraban reunirse entre clases para intercambiar chismes, ella casi escuchó a Ali diciendo, —¡Oye, espera! Ella presionó su mano sobre su frente para ver si tenía fiebre. —Entonces, ¿qué clase tienes primero? —preguntó Noel, aún manteniendo el paso de ella. Ella lo miró, sorprendida, y miró su horario. —Inglés. —Yo igual. ¿Él señor Fitz? —Sí, —musito ella. —¿Él es bueno? —No sé. Él es nuevo. Aunque escuché que era becario del Fullbright. Aria lo miró suspicazmente. ¿Desde cuándo Noel Kahn se preocupaba por las credenciales de los maestros? Ella giró en la esquina y vio una chica parada en la entrada del salón de inglés. Se veía familiar y extraña al mismo tiempo. Esta chica era delgada como modelo, tenía el cabello largo, café rojizo, y llevaba una enrollada falda a cuadros azules de Rosewood, zapatos de plataforma con taco en cuña y un encantador brazalete de Tiffany. El corazón de Aria comenzó a golpetear. Ella se había preocupado acerca de como podría reaccionar cuando viese a sus viejas amigas de nuevo, y aquí estaba Hanna. ¿Qué le había pasado a Hanna? —Oye —dijo Aria suavemente.

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Hanna se dio vuelta y miró a Aria de arriba abajo, a todo lo largo, de su hirsuto corte de pelo a su camiseta blanca de Rosewood Day y sus gruesas pulseras de baquelita, hasta sus botas cafés cruzadas de cordones. Una expresión vacía cruzó su cara, pero entonces sonrió. —¡Oh mi Dios! —dijo Hanna. Al menos seguía siendo la misma voz aguda de Hanna. —¿Cómo has….dónde has estado?¿Checoslovaquia? —Ummm, sí —respondió Aria. Lo suficientemente cerca. —¡Genial! —Aria le dio a Hanna una sonrisa forzada. —Kirsten se ve como si se hubiese ido a South Beach, —interrumpió una chica cerca de Hanna. Aria dio vuelta la cabeza hacia los lados, tratando de encontrarla. ¿Mona Vanderwaal? La última vez que Aria la vio, Mona llevaba puestas un billón de trencitas teensy en su cabello y estaba montando su Scooter Razor. Ahora, se veía incluso más glamorosa que Hanna. —¿No es cierto que si? —Estuvo de acuerdo Hanna. Ella entonces le dedicó a Aria y Noel- quién aún estaba ahí- un gesto de disculpa. —Lo siento chicos, ¿Nos disculparían? Aria se dirigió al salón de clases y se sentó en el primer escritorio que vio. Bajó su cabeza y tomó un par de fuertes y emocionadas respiraciones. —El infierno son los otros, —coreó ella. Esta era su cita favorita del filosofo francés Jean –Paul Sartre, y un mantra perfecto para Rosewood. Ella se meció por unos segundos, en pleno modo desquiciado. La única cosa que la hizo sentir mejor fue el recuerdo de Ezra, el chico que conoció en Snookers. En el bar, Ezra la había seguido al baño, tomó su cara y la besó. Sus bocas encajaban perfectamente juntas - ellos no chocaron con sus dientes ni una vez. Sus manos se deslizaron sobre la parte baja de su espalda, su estómago, sus piernas. Ellos habían tenido una especie de conexión. Y está bien, si, algunos podrían decir que fue sólo una…conexión de lenguas…..pero Aria sabía que era más.

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Ella se había sentido tan abrumada pensando acerca de eso la última noche, que había escrito un haiku sobre Ezra para expresar sus sentimientos. Los haikus eran su tipo favorito de poema. Entonces, satisfecha con el resultado, ella lo había tecleado en su teléfono y escrito al número que Ezra le había dado. Aria dejó escapar un suspiro torturado y miró alrededor del aula. Olía como libros de Mop & Glo. El descomunal tamaño, cuatro ventanas acristaladas enfrentaban el césped sureño y tras eso, las verdes y redondeadas colinas. Unos pocos árboles habían comenzado a cambiar a amarillo y naranjo. Había un gran póster de frases shakesperianas junto a la pizarra, y una pegatina de LA GENTE IMPORTANTE APESTA que alguien había pegado en la pared. Se veía como si el conserje hubiese tratado de rasparlo pero renunciado a mitad de camino. ¿Era desesperado enviar un mensaje de texto a Ezra hasta las 2:30 am? Ella aún no había sabido nada de él en respuesta. Aria tocó en busca de su teléfono en su mochila y lo sacó. En la pantalla se leía NUEVO MENSAJE DE TEXTO. Su estómago se precipitó, aliviado y excitado y nervioso, todo a la vez. Pero en cuanto apretó LEER, una voz la interrumpió. —Discúlpeme. Um, usted no puede usar su celular en la escuela. Aria cubrió su teléfono con sus manos y miró hacia arriba. Quien fuera que dijo eso -el nuevo profesor, supuso- permanecía de espaldas al salón y estaba escribiendo en la pizarra. Sr. Fitz era todo lo que había escrito hasta el momento. Él estaba sosteniendo un memo con la insignia de Rosewood en la parte superior. Desde atrás, él lucía joven. Unas pocas de las otras chicas en la clase le daban una mirada apreciativa a la vez que se fundían con sus asientos. Incluso la ahora fabulosa Hanna silbó. —Lo sé, soy el chico nuevo. —Dijo él, escribiendo, AP Inglés bajo su nombre, — pero tengo este folleto que viene de la oficina. Algunas cosas sobre no celulares en la escuela. —Entonces él se volvió. El folleto revoloteando fuera de su mano al piso de linóleo. La boca de Aria se sintió seca inmediatamente. Parado en el frente del salón, estaba Ezra del Bar. Ezra, el destinatario de su haiku. Su Ezra, viéndose larguirucho y adorable con la chaqueta de Rosewood y corbata, su pelo peinado, sus botones correctamente abotonados, y un planificador de lecciones encuadernado en cuero

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bajo su brazo izquierdo. Parado frente al pizarrón y escribiendo…..Sr. Fitz, AP Inglés. Él la miró, su cara drenando el color. —Mierda. La clase entera se volvió para ver a quién estaba mirando. Aria no quería mirar hacia ellos, así es que miró hacia abajo, a su mensaje.

Aria: ¡Sorpresa! Me pregunto que tendrá que decir tu títere de cerdo sobre esto… —A Mierda, de hecho.

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Capítulo 6 ¡El francés de Emily, también!

E

l martes por la tarde, Emily se paró frente a su casillero de metal verde después de la campana final del día. El casillero todavía tenía estampas del año pasado: Natación de EUA, Liv Tyler como Arwen el elfo, y un imán que decía COED NAKED BUTTERFLY. Su novio, Ben, estaba a su lado. —¿Quieres golpear a Wawa? —preguntó. Su chaqueta de natación de Rosewood colgaba de su cuerpo, flaco, musculoso, y su cabello rubio estaba un poco desordenado. —No, estoy bien —contestó Emily. Porque tenían la practica a las 3:30 después de la escuela, los nadadores generalmente se quedaban en Rosewood y enviaban a alguien con Wawa para poder conseguir dulces/ té helado/ papas/ piesas de Rease antes de nadar un millon de vueltas. Un grupo de muchachos se detuvieron a un paso de Ben mientras se dirigían al estacionamiento. Spencer Hastings, quien estaba él la clase de Historia de Ben el año pasado, saludó. Emily le devolvió el saludo y antes de darse cuenta Spencer estaba viendo a Ben, no a ella. Era dificil de creer que después de todo lo que habían pasado juntos y todos los secretos que compartían, ahora se comportaban como extraños. Después de que todos pasaran, Ben se volvió y la enfrentó. —Tienes tu chaqueta. ¿No estás practicando? —Um. —Emily cerró su casillero y puso la contraseña —¿Sabes de la chica a la que estuve haciendo hoy? La acompañe a su casa ´porque este es su primer día y todo´.

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Él hizo una mueca —Bueno ¿no eres dulce? La mayoría de los padres de estudiante pagan por los tours, pero tú lo haces gratis. —Venga. —Emily sonrió incomoda —Fue un paseo de 10 minutos. Ben la miró, asintiendo vagamente un momento. —¿Qué? ¡Sólo intentaba ser amable! —Está bien —dijo, y sonrió. Él miro por encima para saludar a Casey Kirscher, la capitana del equipo de lucha libre. Maya apareció un minuto después de que Ben fuera por las escaleras laterales hacia el estacionamiento de los estudiantes. Vestía una chamarra de mezclilla blanca sobre su camisa de Rosewood y unas Oakley flags en sus pies. Sus uñas de los pies no estaban pintadas. —Hey —dijo. —Hey. —Emily intentó sonar agradable, aunque se sentía inquieta. A lo mejor debería haber ido a la práctica con Ben. ¿Era extraño volver a casa con Maya? —¿Lista? —preguntó Maya. Las chicas caminaron a través del campus, lo que básicamente era un grupo de edificios viejos al lado de la carretera en Rosewood. Incluso había una Torre de Reloj Gótica que marcaba las horas. Antes, Emily le había enseñado a Maya todo le material que las escuelas privadas tenían. También le había enseñado las cosas interesantes sobre el día de Rosewood que por lo general lo tenías que conocer por tu cuenta, como el inodoro peligroso en el baño de las niñas del primer piso que a veces vomitaba al estilo geyser, el lugar secreto de los niños donde ellos se saltaban la clase de gimnasia (no es que Emily lo hubiera hecho alguna vez), y las máquinas expendedoras que sólo vendían Coca Dola de vainilla, su favorita. Incluso habían bromeado sobre el modelo deprim, asalto a mano armada con su cartel de no fumar que colgaban fuera de la enfermería. Se sentía bien bromear otra vez.

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Ahora, cuando cortaban a través del campo de maíz en el vecindario de Maya, Emily vio cada detalle de su rostro, desde su nariz respingada hasta su piel café en el camino en que su collar alrededor de su cuello. Sus manos seguían chocando una contra otra mientras movían sus brazos. —Es tan diferente aquí —dijo Maya, olfateando el aire. —¡Huele como a pinol! — Se quitó su chaqueta, y se enrolló las mangas. Emily tiró de su cabello, deseando que fuera oscuro y ondulado, como el de Maya, en lugar de dañado y en un tono verdoso de rubio rojizo. Emily también se sentía un poco acomplejada con su cuerpo, él que era fuerte, musculoso, y no tan estilizado como antes. No solía sentirse tan consiente sobre sí misma, incluso cuando estaba en su baño, prácticamente desnuda. —Todos tienen cosas que hacer en serio —continuó Maya—, como esa chica, Sarah, en mi clase de física. Está intentando formar una banda ¡y me preguntó si quería estar! —¿De verdad? ¿Qué tocas? —La guitarra —dijo Maya. —Mi papá me enseñó. Mi hermano ahora es mucho mejor, como sea. —Wow —dijo Emily. —Eso es genial. —¡Oh por dios! —Maya agarró el brazo de Emily. Emily se estremeció al principio, pero después se relajó. —¡Deberías unirte a la banda también! ¿Qué tan divertido sería eso? Sarah dijo que practicaríamos 3 veces a la semana después de la escuela. Ella toca el bajo. —Pero todo lo que yo toco es la flauta —dijo Emily, dándose cuenta que sonaba como Igor de Winnie Pooh. —¡La flauta sería grandioso! —Maya aplaudía con sus manos —¡Y los tambores! Emily suspiró. —No puedo. Tengo natación, todos los días después de clases. —Hmm —dijo Maya. —¿No puedes saltarte un día? Puesto a que serías muy buena con los tambores.

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—Mis padres me matarían. —Emily ladeó la cabeza y vio el viejo puente de hierro del ferrocarril sobre ellas. Los trenes ya no utilizaban ese puente, por lo que ahora era el lugar de los niños para emborracharse sin que sus padres se enteren. —¿Por qué? —preguntó Maya. —¿Cuál es el gran problema? Emily se detuvo. ¿Qué se suponía que debía decir? ¿Que sus padres esperaban que estuviera en natación porque los exploradores de Stanford estaban viendo el progreso del caso de Carolyn? ¿Que su hermano mayor, Jake, y su hermana mayor, Beth, estaban en la universidad de Arizona en los juegos de Natación? ¿Que nada menos que una beca de natación para algún lugar de primera categoría sería un fracaso para su familia? Maya no tenía miedo de fumar marihuana mientras sus padres compraban el mandado. Los padres de Emily, en comparación, eran viejos, conservadores, controladores residentes de la costa Este. Donde estaban. Por cierto. —Este es un camino más corto a casa. —Emily señaló el cruce a la calle, a la gran casa colonial, la cual ella y sus amigos usaban para cortar el paso en invierno para ir a la casa del papá de Ali. Caminaron a través de la hierba, evitando un aspersor que rociaba las hortensias. Mientras se abrían paso por las ramas del patio trasero de Maya, Emily se detuvo en seco. Un pequeño, y gutural ruido salió de su garganta. No debía estar en el patio trasero —el patio trasero de Ali— ahora. Alli, sobre el césped, estaba la teca donde ella y Ali habían jugado inumerables veces Spit. Estaba el parche de hierba donde habían conectado las vocinas blancas del iPod de Ali y habían bailado en una fiesta. A su izquierda estaba el árbol que había. Las tres casas ya no estaban, pero tallados en la corteza estaban las iniciales: EF + AD —Emily Fields + Alison Di Laurentis. Su cara enrojeció. En este momento, no sabía porque habían marcado sus nombres en la corteza, sólo quería enseñarle a Ali lo feliz que era por ser amigas. Maya, que caminaba delante de ella, miró sobre sus hombros —¿Estás bien? Emily metió sus manos a los bolsillos de la chaqueta. Por un segundo, consideró decirle a Maya sobre Ali. Pero un colibrí pasó a su lado y perdió la concentración.

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—Estoy bien —dijo. —¿Quieres entrar? —preguntó Maya. —No... yo... tengo que volver a la escuela —contestó Emily. —Natación. —Oh —Maya arrugó sus ojos. —No tenías que acompañarme a casa, tonta. —Si, pero no quería que te perdieras. —Eres tan linda. —Maya paso sus manos por su espalda y balanceó las caderas adelante y atrás. Emily quiso saber a qué se refería con linda ¿Era una cosa de California? —Bueno, que te diviertas en natación —dijo Maya. —Y gracias por mostrarme los alrededores hoy. —Claro. —Emily dio un paso adelante, y sus cuerpos se unieron en un abrazo. —Mmm —dijo Maya, apretándola fuerte. Las chicas se alejaron y se sonrieron la una a la otra por un segundo. Entonces Maya se inclinó y le besó las dos mejillas a Emily. —¡Mwah, mwah! —dijo. —Como los franceses. —Bueno, entonces yo también haré como los franceses —Emily se rió por un segundo olvidando a Ali y el árbol. —¡Mwah! —ella besó suavemente la mejilla izquierda de Maya. Entonces Maya la besó de nuevo, en su mejilla derecha, pero ahora un poco más cerca a la boca. No fue un mwah ahora. La boca de Maya olía a chicle de plátano. Emily se echó hacia atrás y tomo la bolsa de natación antes de que cayera por su hombro. Cuando levantó la vista, Maya sonreía. —Nos vemos —dijo Maya —Pórtate bien. Emily enredó su toalla en su bolsa de nadar cuando acabó la práctica. Toda la práctica había sido extraña. Después de que Maya entrara en la casa, Emily corrió

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para volver a la escuela —como si corriendo pudiera desenredar la maraña de sentimientos dentro de ella. Cuando se metió al agua y nadó vuelta tras vuelta, vio esas iniciales inquietantes en el árbol. Cuando el entrenador sopló el silbato y empezaron a entrenar sus salidas y virajes, olió el chicle de plátano de Maya y oyó su diversión, su risa fácil. Al estar frente a su casillero, estaba segura de que se puso shampoo dos veces. Se había quedado más de lo que la mayoría de las niñas se quedaban en las duchas, chismeando, pero Emily estaba demasiado lejos para acercarse. Cuando llegó por sus pantalones y playera, cuidadosamente doblados en el estante de su casillero, llegó una nota revoloteando. El nombre de Emily estaba escrito al frente, la escritura era desconocida, y no reconoció la hoja. La recogió del frío y húmedo suelo. ¡Ey, Em! ¡Wow! ¡Fui remplazada! ¡Encontraste a otra amiga para besar! A. Emily curvó los dedos alrededor de la goma de su casillero, y dejó de respirar por un segundo. Miró alrededor. Nadie la miraba. ¿Era de verdad? Miró la nota y trató de pensar racionalmente. Ella y Maya estaban en la entrada, pero no había nadie cerca. Y... ¿he sido remplazada? ¿Otra amiga para besar? Las manos de Emily le temblaban. Miró la nota otra vez. Las risas de los nadadores hacían eco en las paredes. Alison sólo había besado a otra amiga. Fue dos días después de que grabaran sus iniciales en el roble y sólo una semana y media antes de terminar séptimo frado. Alison.

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Capítulo 7 j

Spencer tiene un trasero apretado (Deltoides)

—¡M

ira su trasero!

—¡Cállate! —Spencer golpeó a su amiga Kristen Cullen en la espinillera con su palo de hockey. Ellas pretendían estar haciendo ejercicios de defensa, pero —junto con el resto del equipo— estaban demasiado ocupadas evaluando al nuevo asistente de la entrenadora de este año. Él no era otro que Ian Thomas. La piel de Spencer se erizó por la adrenalina. Hablar de eso era raro; recordaba a Melissa mencionar que Ian se había mudado a California. Pero entonces, un montón de gente que no esperaba, terminaba volviendo a Rosewood. —Tu hermana fue tan estúpida por romper con él —Kristen dijo—. Él es tan caliente. —Shhh —contestó Spencer, riendo—. Y de cualquier manera, mi hermana no rompió con él. Él rompió con ella. El silbato sonó. —¡Muévanse! —Ian les dijo, corriendo más cerca. Spencer se inclinó para amarrar su zapato, como si no le importara. Sintió sus ojos sobre ella. —¿Spencer? ¿Spencer Hastings? Spencer se puso de pie lentamente.

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—¿Oh, Ian, verdad? La sonrisa de Ian era tan amplia, que Spencer estaba sorprendida de que sus mejillas no se rasgaran. Aún tenía esa apariencia Tan-Americana de Voy-aencargarme-de-la-empresa-de-mi-padre-a-los-veinticinco, aunque ahora su cabello rizado era un poco más largo y más desaliñado. —¡Has crecido! —exclamó. —Supongo. —Spencer se encogió de hombres. Ian puso su mano sobre la parte trasera de su cuello. —¿Cómo está tu hermana estos días? —Um, ella está bien. Se graduó antes. Va a ir a Wharton. Ian curvó su cabeza hacia abajo. —¿Y están sus novios aún afectándote? La boca de Spencer quedó abierta. Antes de que pudiera contestar, la entrenadora, la Sra. Campbell, sopló su silbato y llamó a Ian. Kristen agarró el brazo de Spencer, una vez él había girado. —¿Tú totalmente te liaste con él, cierto? —¡Cállate! —Spencer replicó. Mientras Ian trotaba al centro del campo, la miró por encima de su hombro. Spencer tomó aire y se inclinó para revisar su cordón. No quería que él supiera que lo había estado mirando. Para cuando llegó a casa de la práctica, cada parte del cuerpo de Spencer dolía, desde su trasero a sus hombros y a sus dedos de los pies. Había pasado el verano entero organizando comités, clasificando palabras del SAT, y desempeñando el papel principal en tres diferentes obras en Muesli, el teatro de la comunidad de

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Rosewood —La Srta. Jean Brodie en The Prime of Miss Jean Brodie, Emily en Our Town, y Ophelia en Hamlet. Con todo eso, no había tenido tiempo para mantenerse en forma para el campo de hockey, y estaba sintiéndolo ahora. Todo lo que quería hacer era subir las escaleras, arrastrarse a la cama, y no pensar sobre mañana y en lo que otro día traería: desayuno del club de francés, leer los anuncios de la mañana, cinco clases AP, audiciones de drama, una rápida aparición en el comité del anuario, y otra agotadora practica de hockey con Ian. Abrió el buzón en la parte inferior de su unidad privada, esperando encontrar las calificaciones para sus PSAT. Se suponía que debían estar cualquier día de estos, y había tenido una buena sensación sobre ellas, una mejor sensación, de hecho, que de la que había tenido sobre cualquier otra prueba. Desafortunadamente, allí sólo había una pila de cuentas, información de las muchas cuentas de inversión de su padre, y un folleto enviado a Srta. Spencer J. (de Jill) Hastings de Appleboro College en Lancaster, Pennnsylvania. Síp, como si ella fuera a ir allí. Dentro de la casa, colocó el correo sobre la isla de mármol de la cocina, frotó su hombro, y tuvo un pensamiento: La bañera de hidromasaje del patio trasero. Un baño relajante. Awww, sí. Saludó a Rufus y Breatrice, la familia de dos labradoodles, y arrojó un par de juguetes de King Kong dentro del corral para que ellos los persiguieran. Entonces, se arrastró por la ruta de losa hacia el vestuario de la piscina. Se detuvo en la puerta, lista para ducharse y cambiarse a un bikini, cuando se dio cuenta, ¿A quién le importa? Estaba tan cansada para cambiarse, y nadie estaba en casa. Y la bañera estaba envuelta por arbustos de rosas. Mientras se acercaba, ésta burbujeó, como si anticipara su llegada. Se desnudó hasta quedar en su sostén, bragas y los calcetines del equipo de hockey, se dobló hacia adelante para aflojar la espada, y se metió en el agua humeante. Ahora eso era lo que más le gustaba. —Oh. Spencer se giró. Wren estaba de pie junto a las rosas, desnudo hasta la cintura, vistiendo los bóxer de Polo más sexys que ella había visto. —Oops —dijo, cubriéndose con una toalla—. Lo siento.

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—Tú no deberías estar aquí hasta mañana —espetó ella, incluso aunque él claramente estaba allí, ahora, que obviamente hoy no era mañana para nada. —No deberíamos. Pero tu hermana y yo estábamos en el Frou —dijo Wren, haciendo un pequeño gesto. Frou era una arrogante tienda a unos cuantos pueblos que vendía sólo fundas de almohada por cerca de cien dólares—. Ella tenía que hacer otro encargo y me dijo que me quedara aquí. Spencer esperó que eso fuera solamente alguna bizarra expresión inglesa. —Oh —dijo. —¿Acabas de llegar a casa? —Estaba en el campo de hockey —dijo Spencer, reclinándose y relajándose un poco—. Primera práctica del año. Spencer miró su borroso cuerpo bajo el agua. Oh Dios, aún estaba vistiendo sus medias. ¡Y sus bragas de talle alto con el sostén deportivo Champion! Se riñó a sí misma por no cambiarse a su bikini Eres de color amarillo que había comprado recientemente, pero entonces se dio cuenta de cuán absurdo era eso. —Yo había planeando tener un baño, pero si quieres estar sola, eso también está bien —dijo Wren—. Estaré dentro viendo televisión. —Él empezó a girarse. Spencer sintió una pequeña punzada de decepción. —Um, no —dijo ella. Él se detuvo—. Puedes entrar. No me importa — Rápidamente, mientras su espalda de giraba, se quitó de un tirón sus calcetines y las lanzó a los arbustos. Éstas aterrizaron con un empapado golpe. —Si estás segura, Spencer —dijo Wren. Spencer amaba la forma en que él decía su nombre con su acento británico, Spen-saah. Él se deslizó tímidamente en la bañera. Spencer permaneció muy lejos en su lado, curvando sus piernas bajo ella. Wren apoyó su cabeza en la superficie de concreto y suspiró. Spencer hizo lo mismo y trató de no pensar sobre cómo sus piernas estaban empezando a acalambrarse y a doler en esa posición. Estiró una y tentativamente tocó su vigorosa pantorrilla.

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Ella alejó su pierna. —Lo siento. —No te preocupes —dijo Wren—. ¿Así que entrenas hockey, huh? Yo remaba para Oxford. —¿De verdad? —preguntó Spencer, esperando que no sonara demasiado efusiva. Su vista favorita al conducir-hacia-Filadelfia era de Penn y los hombres del equipo de Temple remando sobre el río Schuylkill. —Sí —dijo—. Y me encantaba. ¿Te gusta el hockey? —Um, no realmente —Spencer dijo, su cabello saliendo de su cola de caballo y sacudiendo su cabeza, pero entonces se preguntó si Wren encontraría eso realmente guarro y ridículo. Ella probablemente se había imaginado la chispa entre ellos fuera del Moshulu. Pero entonces, Wren se había metido en la bañera con ella. —¿Si no te gusta el hockey, por qué juegas? —preguntó Wren. —Porque es bueno para las aplicaciones de la universidad. Ahora Wren se incorporó un poco, haciendo que el agua ondeara. —¿Es eso? —Uh, sí. Spencer se movió e hizo una mueca de dolor cuando el músculo de su hombro se apretó en su cuello. —¿Estás bien? —preguntó Wren.

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—Síp, no es grave —dijo Spencer, e inexplicablemente sintió una abrumadora oleada de desesperación. Era sólo el primer día de escuela, y ya estaba consumida. Pensó en toda la tarea que tenía que hacer, las listas que tenía que hacer, y las líneas que tenía que memorizar. Estaba demasiado ocupada para flipar, pero esa era la única cosa que la mantenía lejos de enloquecer. —¿Es tu hombro? —Eso creo —dijo Spencer, tratando de girarlo—. En el campo de hockey, pasas mucho tiempo inclinándote, y yo no sé si tiré o qué… —Apuesto a que podría arreglarlo. Spencer lo miró fijamente. De repente tenía una urgencia de correr sus dedos sobre el cabello enmarañado de él. —Está bien. Sin embargo, gracias. —De verdad —dijo él—. No voy a morderte. Spencer odiaba cuando las personas decían eso. —Soy doctor —continuó Wren—. Apuesto a que es tu deltoides posterior. —Um, bueno… —El músculo de tu hombro. —Él se movió más cerca de ella—. Ven aquí. De verdad. Necesitamos suavizar el músculo. Spencer trató de no leer entre eso. Él era doctor, después de todo. Estaba siendo un profesional. Ella se acercó, y él presionó sus manos en el medio de su espada. Sus pulgares se removieron sobre los pequeños músculos alrededor de su espina. Spencer cerró sus ojos. —Wow. Eso es genial —murmuró. —Sólo tienes que liberar la acumulación en tu bursa sac —dijo. Spencer trató de no reír por la palabra sac. Cuando llegó hasta la tira de sostén deportivo ella se

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sacudió profundamente y tragó con fuerza. Trató de pensar sobre cosas nosexuales —el cabello en la nariz de su tío Daniel, la estreñida mirada de su mamá sobre su cara cuando cabalgó un caballo, la vez que su gata, Kitten, trajo un topo muerto del arroyo trasero y lo dejó en su habitación. Él es un doctor, se dijo a sí misma. Esto sólo es lo que un doctor hace. —Tus pectorales también están un poco apretados —dijo Wren, y, horriblemente, movió sus manos al frente de su cuerpo. Él deslizó sus dedos bajo su sostén de nuevo, frotando sólo por encima de su pecho, y de repente la tira del sostén cayó de su hombro. Spencer respiró pero él no se alejó. Esto es lo que hace un doctor, se recordó a sí misma de nuevo. Pero entonces se dio cuenta: Wren era un estudiante de primer año de medicina. Él será un doctor, ella se corrigió. Algún día. En cerca de diez años. —¿Um, dónde está mi hermana? —preguntó tranquilamente. —¿En la tienda, creo? ¿Wawa? —¿Wawa? —Spencer se alejó de Wren y colocó la tira de su sostén de vuelta en su hombro—. ¡Wawa sólo está a una milla! Si está allí, solamente está comprando cigarrillos o algo así. ¡Estará de regreso en cualquier minuto! —No creo que ella fume —dijo Wren, ladeando su cabeza de forma interrogante. —¡Sabes lo que quiero decir! —Spencer se puso de pie en la bañera, agarró su toalla Ralph Lauren, y comenzó violentamente a secar su cabello. Se sentía tan caliente. Su piel, huesos —incluso sus órganos y nervios— se sentían como si ellos se estuvieran cociendo en la bañera. Salió y huyó hacia la casa, en busca de un vaso gigante de agua. —Spencer — Wren la llamó—. Yo no quise… Sólo estaba tratando de ayudar. Pero Spencer no escuchó. Corrió a su habitación y miró alrededor. Sus cosas aún estaban en cajas, aún en cajas para mudarse al granero. De repente quería que todo estuviera organizado. Su joyero necesitaba ser ordenado por piedras preciosas. Su computador estaba obstruido con los viejos documentos de Inglés de hace dos años, y aunque ellos hubieran recibido A en aquel entonces, probablemente eran excesivamente malos y deberían ser suprimidos. Se quedó mirando los libros en las

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cajas. Necesitaban ser organizados por tema, no por autor. Obviamente. Los sacó y empezó a dejarlos a un lado, empezando con Adulterio y The Scarlet Letter. Pero cuando llegó a Utopias Gone Wrong, aún no se sentía mejor. Así que encendió su computador y presionó su mouse inalámbrico, que era confortablemente bueno, a la parte posterior de su cuello. Cliqueó sobre su correo electrónico y vio un mensaje sin leer. El tema de la línea decía, Vocabulario SAT. Curiosa, cliqueó sobre él. Spencer, Codiciar es fácil. Cuando alguien codicia algo, ellos anhelan y desean después eso. Usualmente ese algo ellos no lo pueden tener. Aunque tú siempre has tenido ese problema, ¿no es cierto? —A. Spencer se agarró el estómago. Miró alrededor. ¿Quién. Carajo. Podría. Haber. Visto? Abrió la gran ventana de su habitación, pero el camino de entrada circular de los Hastings estaba vacío. Spencer miró alrededor. Unos cuantos carros giraron cerca. El jardinero de los vecinos estaba podando un seto en frente de su puerta. Sus perros se estaban persiguiendo uno a otro alrededor del patio. Algunas aves volaron sobre el poste de teléfono. Entonces, algo atrapó sus ojos en la ventana de los vecinos: un vistazo de un cabello rubio. ¿Pero la nueva familia no era negra? Un frío escalofrío creció en la espina de Spencer. Esa era la vieja ventana de Ali.

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Capítulo 8 a

H

¿Dónde están las malditas niñas exploradoras cuando las necesitas? anna se hundió más en los blandos cojines de su sofá y trató de desabotonar los jeans Paper Denim de Sean.

—Whoa —dijo Sean. —No podemos… Hanna sonrió misteriosamente y puso un dedo sobre sus labios. Empezó a besar el cuello de Sean. Él olía como Lever 2000 y, extrañamente, a chocolate, y ella amaba cómo su reciente corte de pelo mostraba todos los ángulos atractivos de su rostro. Lo había amado desde sexto grado y él sólo se había vuelto más atractivo con el paso de los años. Mientras se besaban, la madre de Hanna, Ashley, abrió la puerta principal y caminó hacia ellos, hablando en el pequeño móvil LG con tapa. Sean retrocedió contra los cojines del sofá. —¡Ella nos verá! —susurró, rápidamente metiendo su camisa azul pálida de Lacoste. Hanna se encogió de hombros. Su mamá les saludó sin verlos detenidamente y caminó a la otra habitación. Su mamá prestaba más atención a su Black Berry que a Hanna. Debido a su horario de trabajo, ella y Hanna no compartían mucho, además de las revisiones periódicas de tareas, notas sobre qué tiendas estaban con las mejores ofertas, y recordarle que tenía que limpiar su habitación por si alguno de los ejecutivos venía a su fiesta de cócteles y necesitaba usar el baño de arriba. Pero Hanna estaba más que bien con eso. Después de todo, el trabajo de su madre

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era el que pagaba las cuentas AmEx de Hanna -ella no siempre estaba robando cosas- y su costosa matrícula en el Rosewood Day. —Tengo que irme —murmuró Sean. —Deberías venir el sábado —Hanna ronroneó. —Mi madre va a estar todo el día en el spa. —Te veré en la fiesta de Noel el viernes —dijo Sean. —Y sabes que es bastante difícil. Hanna gimió. —Esto no tiene que ser difícil —dijo. Él se inclinó y la besó. —Te veo mañana. Después Sean salió, y ella enterró su rostro en el sofá. Salir con Sean aún se sentía como un sueño. Antes cuando Hanna era regordeta y patética, ella había adorado cuán alto y atlético era él, cómo siempre era muy agradable con los profesores y los chicos que eran menos geniales, y lo bien que vestía, no como un vagabundo daltoniano. A ella nunca dejó de gustarle él aún después de que se quitara los obstinados kilos de más y descubriera los productos para el cuidado del cabello. El año pasado en la escuela, ella casualmente le susurró a James Freed en el pasillo que le gustaba Sean. Y Colleen Rink le dijo tres períodos después que Sean iba a llamar a Hanna a su móvil esa noche después del fútbol. Fue otro momento en el que Hanna se enojó con Ali porque ella no estaba allí como testigo. Habían sido pareja por siete meses y Hanna se sentía más enamorada de él que nunca. Ella aún no se lo había dicho -ella había mantenido eso para ella sola por años- pero ahora, estaba muy segura de que él también la amaba. ¿Y no era el sexo la mejor manera de expresar el amor? Ese era el por qué lo de la promesa de virginidad no tenía sentido. No era como si los padres de Sean fueran demasiado religiosos, y eso estaba en contra de todas las nociones preconcebidas que Hanna tenía sobre los chicos. A pesar de cómo solía lucir, Hanna se mantenía a sí misma: con su cabello castaño profundo, cuerpo curvilíneo, y perfecta -estamos hablando de ninguna espinilla, jamás- piel, ella era atractiva. ¿Quién no podría estar locamente enamorado de ella? Algunas veces se

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preguntaba si Sean era gay -él tenía un montón de ropa bonita- o si le tenía miedo a las vaginas. Hanna llamó a su pinscher miniatura, Dot, a saltar sobre el sofá. —¿Me extrañaste hoy? —ella chilló mientras Dot lamía su mano. Hanna había solicitado que dejaran que Dot fuera a la escuela en su gran bolso Prada -después de todo, todas las chicas en Beverly Hills lo hacían- pero en Rosewood Day se negaron. Así que para prevenir la ansiosa separación, Hanna le había comprado a Dot la más abrigada cama de Gucci que el dinero podía comprar y dejaba la televisión en el canal QVC durante el día. Su madre se dirigió hacia la sala, aún con su traje hecho a medida y sandalias color café con tacón Kitten —Aquí está el sushi. —dijo la Sra. Marin. Hanna la miró. —¿Rollos Toro? —No lo sé. Traje un montón de cosas. Hanna se dirigió a la cocina, tomando el portátil de su madre y el LG zumbó —¿Ahora qué? —ladró la Sra. Marin en el teléfono. Las pequeñas garras de Dot sonaron detrás de Hanna. Después de buscar en la bolsa, ella sacó un pedazo de sashimi amarillo, un rollo de anguila, y una pequeña taza de sopa miso. —Bueno, hablé con los clientes esta mañana —Su madre entró a la cocina. —Ellos estaban felices entonces. Hanna hundió delicadamente su rollo amarillo en alguna clase de salsa de soya y despreocupadamente lo pasó sobre un catálogo de J. Crew. Su mamá era la segunda al mando en la empresa de publicidad de Filadelfia, McManus & Tate, y su meta era ser la primer mujer presidente de la firma. Además de ser extremadamente exitosa y ambiciosa, la Sra. Marin era lo que los chicos en Rosewood Day podían llamar una MILF —ella tenía cabello largo rojodorado, piel suave, y un increíble y flexible cuerpo gracias a su ritual diario de yoga.

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Hanna sabía que su madre no era perfecta, pero ella aún no entendía por qué sus padres se habían divorciado cuatro años atrás, o por qué su padre rápidamente empezó a salir con una mediocre enfermera de Emergencias en Annapolis, Maryland, llamada Isabel. Hablando de caer bajo. Isabel tenía una hija adolescente, Kate, y el Sr. Marin le había dicho a Hanna que podría quererla. Unos meses después del divorcio, él había invitado a Hanna a Annapolis por el fin de semana. Nerviosa por conocer a su casi-hermanastra, Hanna le pidió a Ali acompañarla. —No te preocupes, Han —le aseguró Ali. —Vamos a superar a cualquiera que sea esa chica Kate—. Cuando Hanna la miró, dudosa, ella le recordó a Hanna su frase favorita: ¡Yo soy Ali y soy fabulosa! Y eso sonaba casi estúpido ahora, pero en aquel entonces Hanna sólo podía imaginar lo que era sentirse tan segura. Tener a Ali allí era como una capa de seguridad –para probar a su papá que ella no era una perdedora que sólo quería escapar. El día había sido una colisión de tren, de todos modos. Kate era la chica más linda que Hanna había conocido y su padre básicamente la había llamado cerda en frente de Kate. Él rápidamente había dado marcha atrás y dijo que era sólo una broma, pero esa había sido la última vez que ella lo había visto… Y la primera vez que ella se incitó a vomitar. Pero Hanna odiaba pensar sobre cosas del pasado, así que ella raramente lo hacía. Además, ahora Hanna podía comerse con los ojos a las citas de su mamá y no de una manera tan ¿será-mi-nuevo-padre? ¿Y su padre le permitiría un toque de queda a las 2 AM y beber vino, al igual que su mamá lo hacía? Lo dudaba. Su madre masculló en su teléfono cerrado y puso sus ojos verde esmeralda sobre Hanna. —¿Esos son tus zapatos de regreso-a-la-escuela? Hanna paró de masticar. —Sí. La Sra. Marin asintió. —¿Recibiste muchos cumplidos?

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Hanna giró su tobillo para inspeccionar sus tacones púrpuras. Tenía demasiado miedo a enfrentarse a la seguridad de Saks, así que realmente había pagado por ellos. —Sí, los recibí. —¿Te preocupa si los tomo prestados? —Um, seguro. Si quie… El teléfono de su mamá sonó de nuevo. Ella se abalanzó sobre él. —¿Carson? Sí. He estado buscándote toda la noche… ¿Qué diablos está pasando allí? Hanna sopló su flequillo y alimentó a Dot con un pequeño pedazo de anguila. Mientras Dot escupía sobre el suelo, el timbre de la puerta sonó. Su madre ni siquiera retrocedió. Dot empezó a ladrar y su madre se puso de pie para cogerlo. —Probablemente son niñas exploradoras otra vez. Las Niñas Exploradoras habían venido tres días seguidos, tratando de venderles algunas galletas para la hora de cenar. Ellas eran fanáticas en ese vecindario. En cuestión de segundos, volvió a la cocina con un oficial de policía joven, con cabello castaño y ojos verdes detrás de ella. —Este caballero dice que quiere hablar contigo—. En el broche dorado del bolsillo de su uniforme, sobre su pecho, se leía WILDEN. —¿Yo? —Hanna se señaló a sí misma. —¿Eres Hanna Marin? —preguntó Wilden. El walkie-talkie en su cinturón hizo un ruido. De repente Hanna se dio cuenta de quién era ese hombre: Darren Wilden. Él había estado en último curso en Rosewood cuando ella estaba en séptimo. El Darren Wilden que ella recordaba supuestamente dormía con todas las chicas del equipo de salto y fue casi expulsado de la escuela por robar la clásica motocicleta Ducati del director. Y este policía era definitivamente el mismo chico -esos ojos verdes eran difíciles de olvidar, incluso si habían pasado cuatro años desde que ella los había visto. Hanna esperaba que él fuera un stripper que Mona habían enviado como una broma.

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—¿Qué es todo esto? —La Sra. Marin preguntó, mirando largamente a su móvil. — ¿Por qué está interrumpiendo nuestra cena? —Recibimos una llamada de Tiffany’s— dijo Wilden. —Ellos te tienen en una grabación donde hurtas algunas cosas de su tienda. Las grabaciones de varias cámaras de seguridad del centro comercial te descubrieron fuera del centro comercial en tu auto. Seguimos la placa de licencia. Hanna empezó a pellizcar el lado interior de su palma con sus uñas, algo que ella hacía cuando se sentía fuera de control. —Hanna no haría eso —dijo la Sra. Marin. —¿Lo harías, Hanna? Hanna abrió su boca para responder pero no salieron palabras. Su corazón estaba golpeando contra sus costillas. —Mira —Wilden cruzó sus manos sobre su pecho. Hanna notó el arma en su cinturón. Parecía como un juguete. —Sólo necesito que vengas a la estación. Quizás no es nada. —¡Estoy segura de que no es nada! —dijo la Sra. Marin. Entonces sacó su cartera Fendi de un bolso a juego. —¿Qué hace falta para que nos deje en paz para tener nuestra cena? —Señora —Wilden sonó exasperado. —Debería venir conmigo, ¿bien? No tomará toda la noche. Lo prometo—. Él sonrió con esa sonrisa sexy de Darren Wilden que probablemente le había impedido ser expulsado de Rosewood. —Bueno —dijo la mamá de Hanna. Ella y Wilden se miraron por un largo momento. —Déjeme tomar mi bolso. Wilden se giró hacia Hanna. —Voy a tener que esposarte. Hanna jadeó. —¿Esposarme? —. Bien, ahora eso era tonto. Sonaba falso, como algo que las gemelas de seis años de al lado podrían decirse entre ellas. Pero Wilden sacó unas esposas de acero reales y gentilmente las puso alrededor de sus muñecas. Hanna esperó que él no notara que sus manos estaban temblando.

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Si sólo se tratara de un momento en que Wilden la ataba a la silla, ponía la vieja canción de los 70 “Hot Stuff” y se quitaba la ropa… Por desgracia, no lo era.

La estación de policía olía como a café quemado y madera muy vieja, porque, como la mayoría de los edificios municipales de Rosewood, era una antigua vía férrea a la mansión de un barón. Los policías revoloteaban alrededor de ella, tomando llamadas telefónicas, llenando formas, y deslizándose en sus pequeñas sillas con rueditas. Hanna medio esperaba ver a Mona allí, también, con su mamá y el Dior robado sobre su muñeca. Pero con una mirada al banco vacío supo que Mona no había sido atrapada. La Sra. Marin se sentó muy rígida al lado de ella. Hanna se sintió inquieta; su mamá era usualmente muy indulgente, pero hasta entonces Hanna nunca había tomado nada del centro de la ciudad y había pasado algo así Y entonces, muy tranquilamente, su madre se inclinó. —¿Qué fue lo que tomaste? —¿Huh? —preguntó Hanna. —¿Ese brazalete que estás usando? Hanna bajó la mirada. Perfecto. Ella había olvidado quitárselo; el brazalete estaba girando en su muñeca a la vista. Ella lo empujó debajo de su manga. Sintió en sus orejas los pendientes; sip, los había tomado también hoy. ¡Hablando de estupidez! —Dámelos —susurró su madre. —¿Huh? —Hanna dijo con voz aguda. La Sra. Marin extendió su mano. —Dámelos. Puedo encargarme de esto. De mala gana, Hanna permitió que su madre desabrochara el brazalete de su muñeca. Entonces extendió las manos y se quitó los pendientes y los entregó también. La Sra. Marin ni siquiera retrocedió. Ella simplemente deslizó las joyas en su bolso y dobló sus manos sobre el broche de metal.

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La chica rubia de Tiffany’s que había ayudado a Hanna con el precioso brazalete caminó por la sala. Tan pronto como vio a Hanna, sentada y abatida en el banco con las esposas aún en sus manos, ella asintió. —Sí, es ella. Darren Wilden miró a Hanna, y su mamá se levantó. —Creo que aquí ha habido un error—. Ella caminó hasta el escritorio de Wilden. —Le entendí mal en la casa. Yo estaba con Hanna ese día. Compramos esas cosas. Tengo un recibo por ellas en casa. La chica de Tiffany’s estrechó sus ojos con incredulidad. —¿Está sugiriendo que estoy mintiendo? —No —dijo la Sra. Marin dulcemente. —Sólo creo que está confundida. ¿Qué estaba haciendo? Un pegajoso, incómodo, casi-culpable sentimiento se deslizó en Hanna. —¿Cómo explica las grabaciones de vigilancia? —Preguntó Wilden. Su mamá se detuvo. Hanna miró un pequeño músculo en su cuello estremecerse. Entonces, antes de que Hanna pudiera pararla, ella llevó la mano a su bolso y sacó el botín. —Esto fue todo por culpa mía —dijo. —No de Hanna. La Sra. Marin se giró hacia Wilden. —Hanna y yo tuvimos una pelea sobre estas cosas. Yo le dije que no podía tenerlas. La llevé a esto. Ella nunca haría esto de nuevo. Yo me aseguraré de eso. Hanna miró fijamente, aturdida. Ella y su mamá ni una sola vez discutieron en Tiffany’s, por no hablar de algo que ella podía o no tener. Wilden sacudió su cabeza. —Señora, creo que su hija deberá realizar algo de servicio comunitario. Esa es usualmente la multa. La Sra. Marin parpadeó, inocentemente —¿No podemos dejar que esto corra? ¿Por favor? Wilden la miró por un largo momento, una esquina de su boca se curvó casi diabólicamente. —Siéntese —dijo finalmente. —Permítame ver qué puedo hacer.

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Hanna miró a todas partes, menos en la dirección de su mamá. Wilden se encorvó sobre su escritorio. Tenía una figurilla del Jefe Wiggum de Los Simpson y un Slinky metálico. Él lamió su índice para girar las páginas de papel que estaba llenando. Hanna retrocedió. ¿Qué clase de papeles estaban allí? ¿No sería el periódico local de reporte de crímenes? Eso era malo. Muy malo. Hanna movió su pie nerviosamente, teniendo una repentina urgencia por algo de Junior Mints. O quizás anacardos (frutos secos). Incluso la Slim Jims (snacks de carne o salchicha seca) sobre el escritorio de Wilden serviría. Ella podía verlo: Todos lo averiguarían, y ella instantáneamente estaría sin amigos ni novio. A partir de ahí, habría retrocedido de nuevo a la estúpida Hanna de séptimo grado en evolución hacia atrás. Ella despertaría y su cabello estaría asqueroso, sucio y marrón de nuevo. Entonces sus dientes estarían torcidos y ella tendría aparatos de nuevo. No le entraría ninguno de sus jeans. El resto sucedería espontáneamente. Ella pasaría su vida como gordita, fea, miserable, y pasada por alto, como solía ser. —Tengo algo de loción si están irritándose tus muñecas —dijo a Sra. Marin, gesticulando hacia las esposas y hurgando en su bolso. —Estoy bien —replicó Hanna, volviendo al presente. Suspirando, sacó su Black Berry. Era difícil porque sus manos estaban esposadas, pero ella quería convencer a Sean de que él tenía que ir a su casa este sábado. De repente ella realmente quería saber lo que él quería. Mientras ella miraba fijamente la pantalla, un mensaje apareció en su bandeja de entrada. Ella lo abrió. Hola Hanna, Ya que la comida de prisión te hace engordar, ¿Ya sabes lo que Sean va a decir? ¡No es así! —A Ella estaba tan asustada que se paró, pensando en alguien que debería estar en la sala, mirándola. Pero allí no había nadie. Cerró sus ojos, tratando de pensar quién podría haber visto el carro de policía en su casa. Wilden miró desde su escritorio. —¿Estás bien?

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—Um —dijo Hanna. —Sí —se sentó lentamente. ¿No es así? ¿Qué diablos? Ella miró la dirección de la nota de nuevo, pero solo vio un revoltijo de letras y números. Hanna —La Sra. Marin murmuró después de un momento. —Nadie necesita saber de esto. Hanna parpadeó. —Oh. Sí. Estoy de acuerdo. —Bien Hanna tragó con fuerza. Excepto porque… alguien lo sabía. -----------------------------------------------------------------------------Nota de la traductora *Línea de productos que se encarga del cuidado de la piel. *American Express. *Canal de compras por TV. *Catálogo de ropa femenina. *Catálogo de ropa femenina. *Para Latinoamérica es el Jefe Gorgory.

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Capítulo 9 jaj

No la típica conversación estudiante – profesor

M

iércoles por la mañana, el padre de Aria, Byron, se frotó el espeso pelo negro y la mano señaló por la ventana del Subaru que estaba haciendo una mano a la izquierda. Las señales de alto habían dejado de funcionar ayer por la noche, así que él estaba conduciendo a Aria y Mike a su segundo día de la escuela y a tomar el coche del taller. —¿Están felices de estar de vuelta en Estados Unidos? —Byron preguntó. Mike, quien se sentó junto a Aria en el asiento trasero, sonrió. —¡América es genial! —Volvió a golpear frenéticamente pequeños botones de su PSP*. Hizo un ruido y Mike agitó un puño en el aire. El padre de Aria sonrió y condujo a través de la de un solo carril del puente de piedra, saludando a una vecina a su paso. —Bueno, bueno. Ahora, ¿por qué es genial? —América es genial porque tiene lacrosse, —dijo Mike, sin dejar de mirar a su PSP. —Y las chicas más calientes. Y un Hooters* en Rey de Prussia. Aria se echó a reír. Como si Mike hubiera estado dentro de Hooters. A menos que… ¿OH Dios, él había...?

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Ella se estremeció en su Nelly* verde alpaca, se encogió de hombro y miró por la ventana a la espesa niebla. Una mujer que llevaba una larga, chaqueta con capucha de color rojo estadio que decía: SOBRE EL EJE DE UNA MAMÁ FUTBOLERA, que trataba de detener a su pastor alemán que estaba persiguiendo a una ardilla cruzando la calle. En la esquina, dos rubias con cochecitos para bebes de alta tecnología se fueron juntas a lo lejos. No había una palabra para describir la clase de Inglés de ayer: brutal. Después Ezra espetó: «Miérda», toda la clase se volvió y la miró fijamente. Hanna Marin, que estaba sentada frente a ella, le susurró en voz no tan tranquila, '¿Te acostaste con el maestro?' Aria consideró, por un segundo y medio, que quizá Hanna le había escrito el mensaje de texto de Ezra - Hanna era una de las pocas personas que sabían de Pigtunia. Pero ¿por qué Hanna lo cuidaría? Ezra – er, el Sr. Fitz – había disipado la risa con rapidez, y ella recordó la más frívola excusa para insultar en clase. Ella dijo, y citó Aria en su cabeza: —Yo tenía miedo de una abeja había volado en mis pantalones, y pensé que la abeja me iba a picar y así me puse a gritar de terror. — Ezra entonces empezó a hablar de cinco temas apartados y el programa de estudio, Aria no podía concentrarse. Fue la abeja que había volado en sus pantalones. Ella no podía dejar de mirar sus ojos y su boca de lobo de color rosa suntuoso. Cuando él miraba en su dirección con el rabillo del ojo, su corazón daba dos vueltas y media libres y luego aterrizaba en su estómago. Ezra era el muchacho para ella, y ella era la chica para él ella sólo lo sabía. ¿Y qué si el era su profesor? Tenía que haber una manera de hacer que funcione. Su padre se había detenido en la entrada de piedra-bloqueada de Rosewood. A lo lejos, Aria había notado un escarabajo Volkswagen* vintage pintado de color azul polvo estacionado en el lugar del profesor. Sabía que era el vehículo en Snookers – era de Ezra. Ella miró su reloj.

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Quince minutos hasta el aula. Mike salió disparado del coche. Aria abrió la puerta, pero su padre le tocó el antebrazo. —Espera un segundo, —dijo. —Pero tengo que… —Miró con nostalgia al auto de Ezra. —Sólo por un minuto. —Su padre bajo el volumen de la radio Aria se dejó caer en su asiento. —Parecías un poco… —Él tiró la muñeca de su chaqueta hacia atrás y adelante con incertidumbre. —¿Estás bien? Aria se encogió de hombros. —¿Sobre qué? Su padre suspiró. —Bueno… No se. Y no hemos hablado.... tu sabes… en un tiempo. Aria jugueteaba con la cremallera de su chaqueta. —¿De qué hay que hablar? Byron metió un cigarrillo que había rodado antes en la izquierda dentro de su boca. —No puedo imaginar lo difícil que ha sido guardar silencio. Pero te amo. Lo sabes, ¿verdad? Aria miró hacia el estacionamiento de nuevo. —Si, lo sé, —dijo.— Me tengo que ir. Nos vemos a las tres. Antes de que pudiera responder, Aria salió disparada del auto, la sangre en sus oídos. ¿Cómo se suponía que tenía que ser la islandesa Aria, que dejó su pasado atrás, si uno de sus peores recuerdos de Rosewood se mantuvo saliendo a la superficie? Ya había ocurrido en mayo de séptimo grado. El Día de Rosewood había despedido a los primeros estudiantes de conferencias con los maestros, por lo que

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Aria y Ali se dirigieron a Sparrow, el campus de la tienda de música Hollis, para buscar nuevos CDs. A medida que caminaban a través de un callejón, Aria notó que su padre estaba en el destartalado café familiar en un Honda Civic – espacio ahora en un estacionamiento vacío. Como Aria y Ali caminaron hacia el coche para dejar una nota, se dieron cuenta de que había alguien en su interior en realidad, dos personas: el padre de Aria, Byron, y una muchacha, de unos veinte años, besando su cuello. Fue entonces cuando Byron miro hacia arriba y vio a Aria, ella echó a correr lejos antes de ver más y antes de que pudiera detenerla, Ali había seguido a Aria todo el camino de regreso a su casa, pero no trató de detenerla cuando Aria dijo que quería estar sola. Más tarde esa noche, Byron se acercó a la habitación de Aria a tratar de explicarle. No era lo que parecía, dijo. Pero Aria no era estúpida. Todos los años su padre invitó a sus estudiantes a su casa para conseguir-parasaber-que cócteles y Aria había visto a esa chica de pie a través de su puerta. Su nombre era Meredith, Aria lo recordaba, porque Meredith había llegado borracha y había escrito su nombre en el refrigerador con imanes de letras de plástico. Cuando Meredith se estaba yendo, en lugar de estrechar la mano de su padre como los otros chicos habían echo, le dio un beso en la mejilla. Byron pidió Aria no se lo dijera a su mamá. Él le prometió que nunca volvería a ocurrir. Ella decidió creerle, y ella guardó el secreto. Él nunca había dicho que sí, pero Aria creía que Meredith fue la razón de porque su papá tomó su año sabático, cuando él lo hizo. . Prometiste que no lo pensarías, Aria pensó mirando por encima del hombro. La mirada de su padre se dirigía fuera del estacionamiento de Rosewood. Aria entró en el estrecho pasillo del ala de la facultad. La oficina de Ezra estaba en el final del pasillo, junto a un pequeño y acogedor asiento de ventana. Se detuvo en la puerta y lo vio como él escribía algo en su ordenador.

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Por último, llamó. Los ojos azules de Ezra se ampliaron cuando la vio. Miró hacia abajo adorablemente a su camisa blanca con botones, el saco azul de Rosewood, hilos verdes y destartalados mocasines negros. Las esquinas de su boca se acurrucaron en la más pequeña y tímida sonrisa. —Hey —él dijo. Aria se cernía en el umbral. —¿Puedo hablar contigo? —Aria preguntó. Su voz chirrió un poco. Ezra vaciló, empujando un mechón de pelo lejos de los ojos. Aria notó un curita envuelta alrededor de su dedo meñique izquierdo —Claro —dijo en voz baja. —Pasa. Entró en su despacho y cerró la puerta. Estaba vacío, a excepción de un pesado escritorio de madera ancho, dos sillas plegables, y una computadora. Se sentó en la silla plegable vacía. —Así que, um, —Aria, dijo. —Hey. —Hey otra vez, —respondió Ezra, sonriendo. Bajó los ojos y tomó un sorbo de su taza de café Rosewood. —Escucha —él empezó a decir. —Acerca de ayer —dijo Aria, al mismo tiempo. Los dos rieron. —Las damas primero. —Ezra sonrió. Aria se rascó la nuca, donde había elaborado su recto cabello negro en una coleta. —Yo, um, quería hablar acerca… de nosotros. Ezra asintió, pero no dijo nada. Aria se movió en su silla. —Bueno, supongo que es chocante que yo soy… um… tu alumna, después, ya sabes… Snookers. Pero si no te importa, yo no.

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Ezra hizo presión con las manos alrededor de su taza. Aria escucho el reloj emitido por el muro de la escuela, el reloj marcando los segundos. —Yo… no creo que sea una buena idea —dijo en voz baja. —Tú dijiste que eras mayor. Aria rió, sin saber qué tan grave era. —Nunca te dije cuantos años tenia— Ella bajó los ojos. —Sólo lo asumiste. —Sí, pero no dijiste que estabas en secundaria—, respondió Ezra. —Todo el mundo miente sobre su edad— dijo Aria en voz baja. Ezra pasó la mano por su pelo. —Pero… eres… —Él la miró a los ojos y suspiró. — Mira yo… creo que eres increíble, Aria. Lo hago. Te conocí en un bar y me gustó… wow, ¿qué es esto? Eres tan diferente a cualquier otra chica que he conocido. Aria miró hacia abajo, sintiendo tanto placer y un poco mareada. Ezra se inclinó sobre la mesa y tocó la mano de ella – estaba caliente, seca y suave – pero enseguida se apartó. —Pero esto no pretende ser, ¿sabes? Porque, bueno, tú eres mi alumna. Podría conseguir en un montón de problemas. Tú no quieres meterme en problemas, ¿verdad? —Nadie tiene que saber, —dijo Aria débilmente, a pesar de que, no podía dejar de pensar en ese texto extraño del día de ayer, y que tal vez alguien ya lo sabía. Ezra se tomó su tiempo para responder. A Aria le parecía que él estaba tratando de decidirse. Ella lo miró esperanzada. —Lo siento, Aria —dijo finalmente entre dientes. —Pero creo que debes irte... Aria se puso de pie, sintiendo sus mejillas arder. —Por supuesto. —Aria envolvió las manos en la parte superior de la silla. Se sentía como si brasas saltaran a su alrededor por dentro. —Nos vemos en clase, —dijo Ezra en voz baja. Ella cerró la puerta con cuidado. En el salón, los profesores hablaban alrededor de ella, corriendo hacia sus salones de clases. Ella decidió llegar a su casillero cortando a través de los baños... ella necesitaba un poco de aire fresco.

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En el exterior, Aria escuchó familiarizada con la risa de una niña. Ella se congeló por un segundo. ¿Cuando iba a dejar de pensar que oía a Alison en todas partes? No caminó entre los baños, sino a través de la hierba. La niebla de la mañana era tan densa que Aria apenas podía ver sus piernas por debajo de ella. Sus huellas se desvanecían en la hierba blanda mientras más rápido caminaba. Bien. Esto parecía el momento oportuno para desaparecer por completo. -----------------------------------------------------------------------------Nota de la traductora *Play Station Portable *Restaurante para mayores *Marca de ropa *Marca de automóvil

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Capítulo 10 Las chicas solteras tienen mucha más diversión

aa

E

sa tarde, Emily se encontraba en el estacionamiento de estudiantes, estaba perdida en sus pensamientos, cuando alguien arrojó sus manos sobre sus ojos. Emily se sobresalto.

—¡Whoa, enfríate! ¡Soy sólo yo! Emily se volvió y suspiró con alivio. Sólo Maya. Emily había estado tan distraída y paranoica desde que recibió esa extraña nota ayer. Había estado a punto de desbloquear su coche -su madre la dejaba a ella y a Carolyn llevarlo a la escuela con la condición de que condujeran con precaución y llamaran al llegar allí – para agarrar su bolsa de natación para la práctica. —Lo siento —dijo Emily. —Pensé. . . no importa. —Te extrañe hoy. —Maya sonrió. —Yo también. —Emily le devolvió la sonrisa. Había intentado llamar a Maya esa mañana para ofrecerle un viaje a la escuela, pero la mamá de Maya dijo que se había ido ya. —Así que, ¿cómo estás? —Bueno, yo podría estar mejor. —Hoy, Maya había asegurado su pelo salvaje y oscuro fuera de su cara con iridiscentes y adorables clips de mariposas rosas. —¿Ah, sí? —Emily ladeó la cabeza.

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Maya apretó los labios y deslizó uno de sus pies hacia fuera de sus sandalias Oakley. Su segundo dedo del pie era más largo que su dedo gordo del pie, al igual que Emily. —Estaría mejor si fueras a alguna parte conmigo. Ahora mismo. —Pero tengo natación, —dijo Emily, oyendo a Igor* en su voz de nuevo. Maya le tomó la mano y la hizo girar. —¿Y si te dijera que a donde vamos implica natación? Emily entornó los ojos. —¿Qué quieres decir? —Tienes que confiar en mí.

Incluso si hubiera estado cerca de Hanna, Spencer y Aria, todos los recuerdos favoritos de Emily eran pasando el tiempo sola con Ali. Al igual que cuando se vistieron con voluminosos pantalones de nieve para deslizarse en trineo por Bayberry Hill, hablando de su novio ideal, o llorando sobre La Cosa de Jenna de sexto grado y consolándose mutuamente. Cuando eran apenas ellas dos, Emily vio a una un poco menos perfecta Ali - que de alguna manera la hacía parecer aún más perfecta - y Emily sentía que podía ser ella misma. Parecían que días, semanas, años habían pasado desde que Emily no había sido ella misma. Y pensó que ahora, podría haber algo por el estilo con Maya. Echaba de menos tener una mejor amiga. En este momento, Ben y todos los demás muchachos estarían probablemente cambiándose a sus trajes, y dándose bofetadas unos a otros en los culos desnudos con toallas mojadas. La entrenadora Lauren estaría escribiendo la práctica encima del tablero en el marcador grande y llevaría a cabo la adecuada cuenta de aletas, boyas, y paletas. Y las chicas en el equipo se quejarían porque todas tenían sus períodos al mismo tiempo. ¿Ella se atrevería a perderse el segundo día de práctica? Emily apretó la llave de pescado de plástico. —Yo supongo que podría decirle a Carolyn que tengo que ser tutora a alguien en español, —ella murmuró. Emily sabía que Carolyn no compraría eso, pero ella probablemente no delataría a Emily,

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tampoco. Chequeo tres veces el estacionamiento para ver si alguien estaba viendo, Emily sonrió y abrió el coche. —Está bien. Vámonos. —Mi hermano y yo descubrimos este lugar el fin de semana, —Maya dijo mientras Emily entraba en el aparcamiento de grava. Emily salió del coche y se estiró. —Me olvidé de este lugar. —Estaban en la pista Marwyn, que estaba a cinco millas de distancia y bordeada de un arroyo profundo. Ella y sus amigas solían traer sus bicicletas aquí todo el tiempo - Ali y Spencer pedaleaban con furia y por lo general al final, empataban - y paraban en el bar de aperitivos de la zona de natación para comprar deditos de mantequilla y CocaCola Diet. A medida que ella seguía Maya por una ladera lodosa, Maya tomo su brazo. — ¡Oh! Me olvidé de decirte. Mi mamá dijo que tu mamá hizo escala ayer mientras estábamos en la escuela. Trajo más brownies. —¿De veras? —Emily respondió, confusa. Se preguntaba por qué su madre no había dicho nada durante la cena. —Los brownies estaban deliciosos. ¡Mi hermano y yo pulimos la bandeja anoche! Llegaron a una pista de tierra. Un dosel de robles las protegía. El aire tenía ese olor fresco, a madera y se sentía cerca de veinte grados más frío. —No estamos allí todavía. —Maya le tomó la mano y la llevó por el camino de un pequeño puente de piedra. A unos seis metros por debajo de ella, la corriente aumentó. Las aguas tranquilas, brillaban mientras el sol de la tarde caía Maya caminó hasta el borde del puente y se desnudo hasta llegar a su sujetador a juego de color rosa pálido y ropa interior. Ella arrojó su ropa en una pila, sacó la lengua a Emily, y saltó. —¡Espera! —Emily corrió hasta el borde. ¿Sabia Maya cuan profundo estaba? En un total de un Mississippi, dos- Mississippis más tarde, Emily oyó un chapoteo. La cabeza de Maya apareció de vuelta fuera del agua.

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—¡Te lo dije se trataba de nadar! ¡Vamos, lánzate! Emily miró al montón de ropa de Maya. Ella realmente odiaba desnudarse delante de la gente – incluso de las chicas del equipo de natación, que la veían todos los días. Poco a poco se quitó la falda plegada de Rosewood , cruzando las piernas una sobre la otra para que Maya no pudiera ver sus muslos desnudos y musculosos, y luego tiró de la camiseta sin mangas que llevaba debajo de su blusa de uniforme. Ella decidió mantenerla puesta. Ella miró por encima del borde del arroyo y, robándose a ella misma, ella saltó. Un momento después, el agua abrazo su cuerpo. Era agradable y gruesa por el barro, no fría y limpia, como la piscina. El sujetador con relleno subió hinchado con el agua. —Es como un sauna aquí, —dijo Maya. —Sí. —Emily nado hacia la zona menos profunda, donde Maya estaba de pie. Emily se dio cuenta que podía ver los pezones de Maya directamente a través de su sostén, y corto la mirada. —Yo solía ir a bucear al acantilado con Justin todo el tiempo de vuelta en Cali, — dijo Maya. —Se quedaba de pie en la parte superior, como, creo que durante diez minutos antes de saltar. Me gusta como ni siquiera dudaste. Emily flotaba sobre su espalda y sonrió. Ella no pudo evitarlo: ella tragaba los elogios de Maya como pastel de queso. Maya lanzo agua a Emily poniendo sus manos en forma de copa. Parte de ella llego directo en su boca. El arroyo sabía a agua pegajosa y casi metálica, nada del cloro del agua de la Piscina. —Creo que Justin y yo vamos a romper, —dijo Maya. Emily nadaba cerca de la orilla y se levantó. —¿En serio? ¿Por qué? —Sí. Lo de la larga distancia es demasiado estresante. Él me llama, como todo el tiempo. ¡Sólo he estado ausente por unos días, y él ya me ha enviado dos cartas!

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—Huh, —Emily respondió: tamizando sus dedos a través del agua turbia. Entonces ocurrió algo con ella. Se volvió hacia Maya. —¿Tu, um, pusiste una nota en mi armario de natación ayer? Maya frunció el ceño. —¿Qué, después de la escuela? No…caminamos a casa, ¿recuerdas? —Cierto. —Ella realmente no creía que Maya había escrito la nota, pero las cosas habrían sido mucho más sencillas si lo hubiera hecho. —¿Qué decía la nota? —Emily sacudió la cabeza. —No importa. No fue nada. —Ella se aclaró la garganta. —Sabes, creo que podría romper con mi novio también. Whoa. Emily no habría estado más sorprendida si un pájaro azul habría volado hasta su boca. —¿En serio?, —dijo Maya. Emily parpadeó agua de sus ojos. —No lo sé. Tal vez. Maya extendió los brazos sobre su cabeza, y cogió a Emily dejando a la vista esa cicatriz en la muñeca de nuevo. Ella apartó la mirada. —Bueno, jode a un alce, — dijo Maya. Emily sonrió. —¿Huh? —Es esta cosa que digo a veces, —dijo Maya. —¡Significa. . .al diablo! —Ella se volvió y se encogió de hombros. —Supongo que es una tontería. —No, me gusta, —dijo Emily. —Jode a un alce. —Ella se rió. Ella siempre se sentía divertida cuando decía groserías - como si su mamá la oyera desde su cocina, a diez millas de distancia. —Deberías de romper con tu novio, —dijo Maya. —¿Sabes por qué? —¿Por qué?

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—Eso significaría que ambas estaríamos solteras. —Y eso ¿qué significa? —preguntó Emily. El bosque estaba muy quieto y callado. Maya se acercó más a ella. —Y eso significa…que nos…podemos…¡divertir!. —Ella agarró Emily por el hombro y la sumergió bajo el agua. —¡Hey! —Emily chilló. Se echó atrás a Maya, chapaleando su brazo a través de toda el agua, creando una ola gigante. Entonces ella agarró a Maya por la pierna y empezó a hacerle cosquillas debajo de sus dedos de los pies. —¡Ayuda! —Maya gritó. —¡No mis pies! ¡Soy muy cosquillosa! —¡He encontrado tu debilidad! —Emily cantó, maniáticamente arrastrando a Maya hacia la cascada. Maya logró soltar su pie y se abalanzó sobre los hombros de Emily por detrás. Las manos de Maya vagaban hacia arriba a los lados de Emily, a continuación, hasta el estómago, donde ella le hacía cosquillas. Emily chilló. Finalmente empujó a Maya a una pequeña cueva en las rocas. —¡Espero que no hallan murciélagos aquí! —Maya chilló. Vigas de la luz solar se filtraban a través de pequeños orificios perforados de la cueva, lo que hacia un halo alrededor de la parte superior de la cabeza empapada de Maya. —Tienes que venir aquí, —dijo Maya. Ella le tendió la mano. Emily estaba a su lado, el sentimiento de la cueva era suave, fresco. El sonido de su respiración se hizo eco en las estrechas paredes. Se miraron la una a la otra y sonrieron. Emily se mordió el labio. Este era un momento tan perfecto de amigas, la hacía sentirse algo melancolía y nostálgica. Los ojos de Maya se convirtieron en preocupación. —¿Qué pasa? Emily respiró hondo. —¿Bueno. . . sabes la niña que vivió en tu casa? ¿Alison?

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—Sí. —Ella desapareció. Inmediatamente después del séptimo grado. Ella nunca fue encontrada. Maya se estremeció ligeramente. —He oído algo al respecto. Emily se abrazó, ella se estaba enfriando, también. —Nosotras éramos muy cercanas. Maya se acercó a Emily y puso su brazo alrededor de ella. —No me di cuenta. —Sí. —Tambaleó la barbilla de Emily. —Yo solo quería que lo supieras. —Gracias. Poco tiempo pasó; Emily y Maya continuaron abrazándose. Entonces, Maya dio marcha atrás. —Yo como que mentí antes. Sobre Por que quiero romper con Justin. Emily levantó una ceja, curiosa. —Yo soy. . . No estoy segura si me gustan los chicos, —dijo Maya en voz baja. —Es extraño. Creo que son lindos, pero cuando llego a estar sola con ellos, No quiero estar con ellos. Prefiero estar con, como, alguien más como yo. —Ella sonrió torcidamente. —¿Sabes? Emily se pasó las manos por la cara y el cabello. La mirada de Maya se sentía muy cercana, de repente. —Yo…, —ella empezó. No, no sabía. Los arbustos por encima de ellas se movieron. Emily se estremeció. Su mamá odiaba cuando llegaba a este camino - nunca sabias qué tipo de secuestradores o asesinos se escondían en lugares como este. El bosque estaba inmóvil por un momento, pero luego una bandada de pájaros se disperso violentamente hacia el cielo. Emily se aplano contra la roca. ¿Estaba alguien mirando? ¿De quién era la risa? La risa le sonaba familiar. Entonces Emily sintió una respiración pesada en el oído. La piel de gallina se levantó en sus brazos y ella se asomó fuera de la cueva.

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Eran sólo un grupo de muchachos. De pronto, irrumpieron en el arroyo, blandiendo palos como espadas. Emily se alejó de Maya y fuera de la cascada. —¿Adónde vas? —Maya llamo. Emily miró a Maya, y luego a los muchachos, que habían abandonado los palos y ahora estaban tirando piedras unos a otros. Uno de ellos era Mike Montgomery, su viejo amigo, hermano pequeño de Aria. Había crecido bastante desde la última vez lo vio. Y espera - Mike estaba en Rosewood. ¿Le reconocería? Emily salió del agua y empezó a correr hacia la colina. Se volvió a Maya. —Tengo que regresar a la escuela antes de que Carolyn comience con la natación. —Ella se puso la falda. —¿Quieres que te tire abajo tu ropa? —Lo que sea. —En eso, ella salió de la cascada y se metió en el agua, la ropa interior empapada se aferraba a su trasero. Maya subió lentamente la pendiente, ni una vez cubriéndose el estómago o pechos con las manos. Los estudiantes de primer año dejaron lo que estaban haciendo y se quedaron mirando. Y aunque Emily no quería, no podía dejar de mirar también.

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Capítulo 11 Al menos los camotes tienen mucha Vitamina A

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D

e ella. Definitivamente de ella —Hanna susurró, apuntando. —Nah. ¡Son muy pequeñas! —Mona susurró de vuelta.

—¡Pero mira la forma en que se engloban en lo alto! Totalmente falso —Hanna contradijo. —Grosero. —Hanna arriscó la nariz y pasó sus manos por su propio y perfectamente redondeado trasero para asegurarse de que aún estaba perfectamente perfecto. Era media tarde de un miércoles, y ella y Mona estaban descansando en la terraza exterior de Yam, el café orgánico en el Club de Campo de los padres de Mona. Bajo ellas, un grupo de chicos de Rose Wood jugaban un partido rápido de golf antes de la cena, pero Hanna y Mona estaban jugando otro tipo de juego: adivinar las tetas falsas. O descubrir cualquier otra cosa falsa, y había muchas cosas falsas por aquí. —Si, se ve como que su cirujano lo arruinó —Mona murmuró. —Creo que mi mamá juega tenis con ella. Le preguntaré. Hanna miró de nuevo hacia la mujer con aspecto de duende de treinta y tantos junto al bar cuyo trasero se veía de verdad sospechosamente extra-suculento para el resto de su delgada figura al estilo de un mondadientes. —Moriría antes de hacerme la cirugía.

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Mona jugaba con el talismán de su brazalete Tiffany —el que ella, evidentemente, no tenía que devolver. —¿Crees que Aria Montgomery se ha hecho las suyas? Hanna miró hacia arriba, asombrada. —¿Por qué? —Ella es realmente delgada, y esas son como, demasiado perfectas —dijo Mona. — Fue a Finlandia o algo así, ¿cierto? Escuché que en Europa pueden hacer tus tetas por poco dinero. —No creo que sean falsas —murmuró Hanna. —¿Cómo lo sabes? Hanna mordisqueó su pajilla. Las tetas de Aria siempre habían estado ahí —ella y Alison habían sido las únicas dos de sus amigas que necesitaron un sostén en séptimo grado. Ali siempre hizo alarde de las de ella, pero la única vez que Aria había notado que ella tenía tetas fue cuando ella tejió los sostenes de todos como regalos de Navidad y tuvo que hacer el de ella de un tamaño mayor. —Ella sólo, no parece de ese tipo —Hanna respondió. Hablar con Mona de sus antiguas amigas era territorio incómodo. Hanna aún se sentía mal sobre como ella y Ali y las otras solían molestar a Mona en séptimo grado, pero siempre parecía demasiado extraño sacarlo a colación ahora. Mona la miró fijamente. —¿Estás bien? Te vez diferente hoy. Hanna dio un respingo. —¿Lo hago? ¿Cómo? Mona le dio una pequeña sonrisa de suficiencia. —¡Whoa! ¡Alguien está nerviosa! —No estoy nerviosa —Hanna dijo rápidamente. Peor lo estaba: a cada momento, desde lo de la estación de policía y ese correo electrónico que ella había recibido la noche pasada, ella había estado como loca. Esta mañana, sus ojos incluso parecían más de un plano café que verde, y sus brazos se veían perturbadoramente hinchados. Ella tenía esta horrible sensación de que ella iba a metamorfosearse espontáneamente de vuelta a su persona de séptimo grado. Un mesera rubia y con aspecto de jirafa las interrumpió. —¿Han decidido?

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Mona miró el menú. —Quiero la ensalada de pollo asiático, sin ninguna preparación. Hanna aclaró su garganta. —Quiero una ensalada jardinera con coles, sin preparación, y una orden extra grande de papas fritas dulces. En una bolsa para llevar, por favor. Mientras la mesera tomaba sus menus, Mona empujó sus lentes de sol bajándolos por su nariz. —¿Papas fritas de camote? —Para mi mamá —Hanna respondió rápidamente. —Vive en base a ellas. Abajo en el campo de golf, un grupo de chicos más viejos pusieron las bolas en el soporte, junto con un chico bastante bien parecido en pantalones cortos de descanso. Se veía un poco fuera de lugar con su cabello castaño desordenado, cargos, y... era eso un... ¿polo de la Policía de Rosewood? Oh no. Lo era. Wilden escaneó la terraza y fríamente asintió cuando él vio a Hanna. Ella se escondió. —¿Quién es ese? —Mona ronroneó. —Um... —Hanna murmuró, casi por debajo de la mesa. ¿Darren Wilden era un golfista? Por favor. Años atrás en la preparatoria, él era el tipo que lanzaba fósforos encendidos a los chicos del club de gol de Rosewood. ¿Estaba acaso todo el mundo afuera para tomarla? Mona entrecerró los ojos. —Espera. ¿Acaso él no va a nuestra escuela? —ella sonrió exhibiendo los dientes. —Oh dios mio. Es el chico del club de buceo de las chicas. Hanna, ¡tú, pequeña perra! ¿Cómo es que te conoce? —Él es... — Hanna hizo una pausa. Paso su mano por la cinturilla de sus jeans. — Lo conocí en el sendero Marwyn un par de días atrás cuando estaba corriendo. Nos detuvimos en la fuente de agua al mismo tiempo. —Genial —dijo Mona. —¿Trabaja por aquí? Hanna hizo una pausa de nuevo. Ella de verdad quería evitar esto. —Um... creo

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que dijo que él era un policía —ella dijo despreocupadamente. —Estás jugando. —Mona sacó su humectante de labios Shu Uemura de su bolsa Hobo azul de cuero y suavemente humedeció su labio inferior. —Ese chico es lo suficientemente guapo como para estar en el calendario de los policías. Incluso puedo verlo: Sr. Abril. ¡Preguntémosle si podemos ver su porra*! —Shhh —Hanna siseó. Sus ensaladas llegaron. Hanna empujó su recipiente de poliestireno con las papas fritas de camote un lado y tomó una mordida de su tomate cherry* sin preparación. Mona se inclinó quedando más cerca. —Apuesto a que podrías engancharte con él. —¿Quién? —¡El Sr. Abril! ¿Quién más? Hanna resopló. —Claro. —Totalmente. Deberías llevarlo a la fiesta de Kahn. Escuché que algunos policías fueron a la fiesta el año pasado. Así es como nunca los atrapan. Hanna se reclinó hacia atrás. La fiesta Kahn era una tradición legendaria en Rosewood. Los Kahns vivían en veinte y algo acres de tierra, y los chicos Kahn — Noel era el más joven— daban una fiesta de-vuelta-a-la-escuela todos los años. Los chicos allanaban las reservas amplias de licor de sus padres en el subterráneo y siempre había escándalo. El último año, Noel le disparó a su mejor amigo James en su trasero desnudo con su arma BB* porque James había tratado de darse el lote con la novia de ese tiempo de Noel, Alyssa Pennypacker. Ambos estaban ebrios y rieron todo el camino a la sala de emergencias y no podían recordar cómo o por qué había pasado. El año anterior a eso, un montón de stoners* había fumado demasiado y trataron de hacer que los Appaloosas* del Sr. Kahn fumaran de una pipa de agua*. —Nah. —Hanna se comió otro tomate. —Creo que voy a ir con Sean.

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Mona hizo una mueca. —¿Por qué perder un perfectamente buena noche de fiesta con Sean? ¡Él tomó un compromiso de virginidad! Probablemente ni siquiera irá. —Sólo porque firmas un compromiso de virginidad no significa que dejes de divertirte también. —Hanna tomó un gran bocado de su ensalada, apretando los secos y poco apetitosos vegetales en su boca. —Bueno, si no vas a invitar al Sr. Abril para la fiesta de Noel, yo lo haré. —Mona se puso en pie. Hanna agarró su brazo. —¡No! —¿Por qué no? Vamos. Sería divertido. Hanna hundió sus uñas en el brazo de Mona. —Dije no. Mona se sentó de vuelta e hizo un puchero. —¿Por qué no? El corazón de Hanna galopaba. —Bien. No puedes decirle a nadie, sin embargo. — Ella tomó un aliento profundo. —Lo conocí en la estación de policía, no en el camino. Fui llamada a una audiencia por el suceso de Tiffany. Pero no es tan complicado. No me atraparon. —¡Oh, mi dios! —Mona gritó. Wilden miró hacia ellas de nuevo. —¡Shhh! —Hanna siseó. —¿Estás bien? ¿Qué paso? Dímelo todo. —Mona susurró de vuelta. —No hay mucho que decir. —Hanna tiró su servilleta sobre su plato. —Ellos me llevaron a la estación, mi mamá fue por mí, y nos sentamos por un rato. Me dejaron salir con una advertencia. Como sea. Todo tomó como veinte minutos. —Por dios. —Mona le dio a Hanna una mirada indeterminada; Hanna se preguntó por un segundo si era una mirada de lástima. —No fue, como, dramático o nada, —Hanna dijo defensivamente, su garganta seca. —No paso mucho. La mayoría de los policías estaban al teléfono. Mande

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mensajes de texto todo el tiempo. —Ella hizo un pausa, considerando si debería decirle a Mona sobre los ‘no sé’ mensajes de texto que ella había recibido de A, quienquiera que fuera A. Pero ¿por qué malgastar su aliento? No podía haber significado nada realmente, ¿cierto? Mona tomó un sorbo de su Perrier*. —Pensé que nunca te habían atrapado. Hanna tragó fuerte. —Si, bueno... —¿Te mató tu mamá? Hanna miró a lo lejos. En el camino a casa, su mamá le había preguntado a Hanna si ella había querido robar el brazalete y los aretes. Cuando Hanna había dicho que no, la Sra. Marin respondió: —Bien. Está arreglado entonces. —Luego ella había abierto su celular para hacer una llamada. Hanna se encogió de hombros y se puso de pie. —Acabo de recordar... tengo que pasear a Dot. —¿Estás segura que estás bien? —Mona preguntó. —Tu rostro se ve un poco manchado. —No es nada. —Ella chasqueó sus labios glamorosamente hacia Mona y se giró hacia la puerta. Hanna paseó tranquilamente para salir del restaurante, pero una vez que llegó al estacionamiento, rompió a correr. Trepó dentro de su Toyota Prius —un auto que su mamá le había comprado para ella el año pasado pero que recientemente le había pasado a Hanna porque se había aburrido de él— y chequeó su rostro en el espejo retrovisor. Había unos espantosos parches rojos en sus mejillas y frente. Después de su transformación, Hanna había sido neuróticamente cuidadosa con no solo lucir perfecta y genial todo el tiempo, sino en ser perfecta y genial, también. Aterrorizada de que el más pequeño error la hubiera enviado girando de vuelta a su mundo de perdedora, ella se preocupaba de cada pequeño detalle, desde pequeñas cosas como el perfecto nombre de pantalla para IM* y la correcta mezcla de su iPOD para el coche, a cosas más grandes como el correcto grupo de personas para invitar a una fiesta de alguien o elegir el perfecto, el chico para una cita —

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quien, afortunadamente, era el mismo chico que ella había amado desde séptimo grado. ¿Había el hecho de ser atrapada por robar en una tienda empañado a la perfecta, controlada y extremadamente genial Hanna que todos habían llegado a conocer? Ella no había sido capaz de leer esa mirada en el rostro de Mona cuando ella había dicho ‘por dios’. ¿Había la mirada significado, por dios, pero no es gran cosa? O ¿por dios, que perdedora? Ella se preguntó si quizás ella no debería haberle dicho a Mona del todo. Pero entonces... alguien más ya sabía. A. ¿Sepa que va a decir Sean? ¡No sé! El campo de visión de Hanna se puso borroso. Ella apretó el manubrio por unos pocos segundos, luego metió la llave en el encendido y salió del estacionamiento del club de campo hacia una zona de grava, un desvió a un callejón sin salida unos pocos metros mas allá en el camino. Ella podía escuchar su corazón palpitando en sus sienes mientras apagaba el motor y tomaba respiros profundos. El viento olía como paja y pasto recién cortado. Hanna cerró sus ojos fuertemente. Cuando los abrió, ella miró fijamente el contenedor de las papas fritas de camote. No, ella pensó. Un auto paso veloz por la calle principal. Hanna limpió sus manos en sus jeans. Ella le dio otra mirada al contenedor. Las frituras olían delicioso. No, no, no. Ella se estiró hacia ellas y abrió la tapa. Su olor dulce y tibio emergió hacia su rostro. Antes de poder detenerse, Hanna metió un puñado a su boca de frituras. Las frituras aún estaban tan calientes que quemaron su lengua, pero no le importó. Era un alivio tan grande; esta era la única cosa que la hacía sentir mejor. No se detuvo hasta que las había comido todas e incluso había lamido los lados del contenedor buscando la sal que se había acumulado en el fondo. Al principio ella se sintió mucho, mucho más calmada. Pero para el minuto en que se puso en camino, los viejos y familiares sentimientos de pánico y vergüenza habían crecido dentro de ella. Hanna estaba impresionada ahora, aun cuando habían pasado años desde que ella había hecho esto, todo se sentía exactamente igual. Su estómago dolía, sus pantalones se sentían apretados, y todo lo que ella

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quería era deshacerse de todo lo que estaba dentro de ella. Ignorando los gritos excitados de Dot desde su habitación, Hanna corrió escaleras arriba hacia el baño, cerró la puerta de golpe, y colapsó sobre el suelo de cerámica. Gracias a dios su mama no había vuelto del trabajo aún. Al menos ella no tendría que escuchar lo que Hanna estaba por hacer. -----------------------------------------------------------------------------Nota de la traductora *Porra: la vara con golpean a los delincuentes *Tomate cherry: se refiere a esos pequeños tomates de cóctel. *Arma BB: tipo de pistola de aire. *Stoners: adictos a la marihuana. *Appaloosas: tipo de caballo. *Pipa de agua: Forma de drogarse. *Perrier: agua envasada. *IM: Messenger instantáneo.

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Capítulo 12 a

E

Mmm, un amor que huele a una nueva puntuación en la prueba stá bien. Spencer tenía que tranquilizarse.

El miércoles por la noche, sacó el Mercedes C-Class negro —el coche de su hermana estaba desecho, era el nuevo “práctico” Mercedes SUV— en el camino circular de su casa. La reunión del consejo de estudiantes había terminado extra tarde y había estado al borde de la conducción hacia las calles oscuras de Rosewood. Todos los días, había sentido como si alguien la estuviese observando, como si quien había escrito “codiciar” por e-mail podría ir en busca de ella en cualquier momento. Spencer pensaba con inquietud acerca de la cola de caballo familiar en la ventana del dormitorio de Alison. Su mente iba hacia un lado y de regreso a Ali todas las cosas que sabía sobre Spencer. Pero no, eso era una locura. Alison había estado desaparecida —y muy probablemente muerta— durante tres años. Además, una nueva familia vivía en su casa ahora, ¿no? Spencer corrió hacia el buzón y sacó un montón de sobres, tirando todo lo que no era suyo de vuelta. De repente, lo vio. Era un sobre largo, no demasiado grueso ni demasiado fino, con el nombre de Spencer escrito de forma ordenada sobre el papel. La dirección de retorno decía, El College Board. Estaba aquí. Spencer rasgó el sobre y escaneó la página. Leyó los resultados de PSAT siete veces más antes de darse cuenta. Había conseguido un 2350 de 2400.

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—¡Síííííí! —gritó, agarrando los papeles con tanta fuerza que los arrugó. —¡Whoa! ¡Alguien está feliz! —gritó una voz desde la carretera. Spencer levantó la vista. Saliendo del lado del conductor de un Mini Cooper estaba Andrew Campbell, el alto, pecoso, y de cabello largo, el muchacho que le ganó a Spencer para presidente de la clase. Fueron número uno y número dos de la clase en prácticamente todos los temas. Pero antes de que Spencer pudiera jactarse de su puntuación —decirle a Andrew acerca de los PSAT's se sentiría tan bien— ya se había alejado. Raro. Spencer volvió hacia su casa. A medida que entraba con entusiasmo al interior, algo la detuvo: recordó la puntuación perfecta de su hermana, comparándola y rápidamente lo convirtió desde el 1600, la escala que se usaba, al 2400 escala que utiliza el College Board en la actualidad. Fueron unos completos 100 puntos por debajo de Spencer. ¿Y no se suponía que iba a ser más difícil en estos días, también? Bueno, ¿ahora quién es el genio? Una hora más tarde, Spencer se sentó en la mesa de la cocina de lectura con Middlemarch —un libro recomendado en la lista por la AP Inglés— cuando empezó a estornudar. —Melissa y Wren están aquí —dijo la señora Hastings. Spencer vio como entraba rápidamente en la cocina, llevando el correo que Spencer había dejado en el buzón—. ¡Ellos fueron a dejar todo el equipaje para instalarse! —Ella abrió el horno, para comprobar el pollo asado y siete rollos de granos, y luego apresuradamente entraba en la sala de estar. Spencer volvió a estornudar. Una nube de Channel Nº 5 siempre iba con su madre —a pesar de que había pasado todo el día trabajando con caballos— y Spencer estaba segura de que era alérgica. Consideró anunciar las noticias de la PSAT, pero una voz centellante desde el vestíbulo la detuvo. —¿Mamá? —Melissa llamó. Ella y Wren paseaban en la cocina. Spencer pretendía estudiar la aburrida cubierta posterior de Middlemarch. —Hey —Wren dijo sobre ella.

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—Hey —ella respondió con frialdad. —¿Qué estás leyendo? Spencer vaciló. Era mejor mantenerse alejada de Wren, sobre todo ahora que él se mudaba a su casa. Melissa la rozó sin saludar y se puso a desempaquetar almohadas moradas de una bolsa de Pottery Barn. —Estos son para el sofá del granero —prácticamente le gritó. Spencer se encogió. Dos podrían jugar este juego. —¡Oh, Melissa! —Spencer exclamó—. ¡Me olvidaba de decirte! ¡Adivina con quién me encontré! Melissa continuó desempaquetando las almohadas. —¿Con quién? —¡Ian Thomas! ¡Es el entrenador de mi equipo de hockey ahora! Melissa se congeló. —Él… ¿qué? ¿Él está? ¿Él está aquí? ¿Te preguntó sobre mí? Spencer se encogió de hombros e hizo como que pensaba. —No, no creo. —¿Quién es Ian Thomas? —Wren preguntó, apoyándose en el mostrador isla de mármol. —Nadie —espetó Melissa, volviendo a las almohadas. Spencer le dio una bofetada al libro y rebotó hacia el comedor. Vaya. Eso se sintió mejor.

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Se sentó en la larga mesa estilo casa de campo, pasando los dedos por los vasos de vino sin tallo, Candace, el ama de llaves, lo había llenado con vino tinto. A sus padres no les importaba si sus hijos bebían cuando estaban en casa, ya que nadie tenía que conducir, así que agarró el vidrio con ambas manos y bebió un trago grande. Cuando miró hacia arriba, Wren le estaba sonriendo desde el otro lado de la mesa, su columna vertebral muy erguida en su silla del comedor. —Hey —él dijo. Ella levantó las cejas como respuesta. Melissa y la Sra. Hastings se sentaron y el padre de Spencer ajustó las luces del candelabro y se sentó también. Por un momento todos estaban en silencio. Spencer sintiendo los papeles con la puntuación del PSAT en su bolsillo. —Así que supongo que lo que me pasó —ella comenzó. —¡Wren y yo estamos tan felices de que nos estén dejando quedarnos aquí! — Melissa dijo al mismo tiempo, agarrando la mano de Wren. La Sra. Hastings sonrió a Melissa. —Siempre estoy feliz cuando toda la familia está aquí. Spencer se mordió el labio, con el estómago nervioso. —Bueno, Papá. Tengo mi… —Uh-oh —Melissa interrumpió, con la vista fija en las placas que Candace acababa de traer de la cocina—. ¿Tenemos otra cosa más que el pollo? Wren está tratando de no comer carne. —Está bien —dijo Wren a toda prisa—. El pollo es perfecto. —Oh. —La Sra. Hastings se puso de pie a la mitad del camino—. ¿Tú no comes carne? No lo sabía. Creo que podemos tener un poco de pasta en la nevera, aunque podría tener jamón en ella… —De verdad, está bien. —Wren se frotó la cabeza incómodamente, haciendo que su pelo negro desordenado se formara en picos.

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—Oh, me siento terrible —dijo la Sra. Hastings. Spencer puso los ojos en blanco. Cuando toda la familia estaba junta, su mamá quería que todas las comidas — incluso los desayunos descuidados de cereales— fueran perfectas. El Sr. Hasting miró sospechosamente a Wren. —Soy un hombre de carne. —Absolutamente. —Wren levantó su copa con tanta fuerza que derramó un poco de vino sobre el mantel. Spencer estaba considerando una buena introducción para su gran anuncio cuando su padre dejó el tenedor. —Tengo una idea brillante. Ya que estamos todos aquí, ¿por qué no jugamos Star Power? —Oh, papá —Melissa gimió—. No. Su padre sonrió. —Oh, sí. Tuve un día terrible en el trabajo. Voy a patearte el trasero. —¿Qué es Star Power? —Wren preguntó, con las cejas arqueadas. Un brillo nervioso creció en el estómago de Spencer. Star Power era un juego que sus padres habían inventado cuando Spencer y Melissa eran niñas pequeñas por lo que había pensado siempre que había sido extraído de alguna empresa retiro. Era simple: todos compartían su mayor logro del día y la familia seleccionaba una estrella. Se suponía que hacía a la gente sentirse orgullosa y realizada pero en la familia Hastings la gente acababa compitiendo despiadadamente. Pero si había una manera perfecta para anunciar su resultado del PSAT, Star Power lo era. —Tienes que captarlo, Wren. —El Sr Hastings dijo—. Voy a empezar. Hoy, preparé una defensa tan convincente para mi cliente que de hecho ofreció pagarme más dinero.

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—Impresionante —dijo su madre, tomando un bocado de remolacha dorada—. Ahora yo. Esta mañana, le gané a Eloise en tenis en sets corridos. —¡Eloise es dura! —Su padre exclamó antes de tomar otro sorbo de vino. Spencer miró a Wren sobre la mesa. Él estaba peleando cuidadosamente la piel de su muslo de pollo, que no podía captar su mirada. Su madre se limpió la boca con la servilleta. —¿Melissa? Melissa entrelazó los dedos regordetes juntos. —Bueno, hmm. Ayudé a los constructores con los azulejos en el baño entero, la única forma de que algo sea perfecto es si lo hace uno mismo. —¡Me alegro por ti, querida! —dijo su padre. Spencer sacudía sus piernas nerviosamente. El Sr. Hastings terminó de beber su vino. —¿Wren? Wren lo miró, sorprendido. —¿Sí? —Es tu turno. Wren jugueteó con su copa de vino. —No sé lo que debería decir… —Estamos jugando Star Power. —La Sra. Hastings sonó como si Star Power fuera tan común como Scabble—. ¿Lo más maravilloso que hizo, Sr. doctor, hoy?

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—Oh. —Wren parpadeó—. Bueno. Um, nada, en realidad. Era mi día libre en la escuela y en el hospital, así que bajé al bar con unos amigos del hospital y vi jugar a Filis. Silencio. Melissa le disparó a Wren una mirada decepcionada. —Creo que es impresionante —Spencer ofreció—. La forma en que han estado jugando, es una hazaña ver a los Filis todo el día. —Lo sé, son los reyes de la mierda, ¿no? —Wren le sonrió a Spencer con gratitud. —Bueno, de todos modos. —Su madre interrumpió—. Melissa, ¿cuándo empiezas las clases? —Esperen un momento —Spencer silbó. ¡Ellos no podían olvidarla!—. Tengo algo para Star Power. El tenedor para ensalada de su madre flotaba en el aire. —Lo siento. —¡Oops! —Su padre estuvo de acuerdo con la gracia—. Adelante, Spence. —Tengo los resultados del PSAT —dijo—. Y bueno… aquí están. —Ella sacó los papeles con el puntaje y los empujó a su padre. Tan pronto como él los tomó, sabía lo que pasaría. No les importaría. ¿Qué importaba el PSAT, de todos modos? Sus mejillas se sentían calientes. ¿Por qué ella se había molestado? Luego su papá dejó la copa de vino y estudió el papel. —Wow. —Hizo un gesto hacia la Sra. Hastings. Cuando ella vio el documento, se quedó sin aliento. —No se puede conseguir mucho más alto que esto, ¿verdad? —dijo la Sra. Hastings.

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Melissa estiró el cuello para mirar también. Spencer no podía respirar. Melissa la fulminó con la mirada mientras se ponía de un tono lila. Era una mirada que hizo pensar a Spencer que tal vez Melissa había escrito ese espeluznante e-mail de ayer. Pero cuando Spencer le devolvió la mirada, Melissa rompió en una gran sonrisa. —¿De verdad estudiaste, cierto? —Es un buen resultado, ¿no? —Wren preguntó, mirando la página. —¡Es un resultado fantástico! —El Sr. Hastings bramó. —¡Esto es maravilloso! —exclamó la Sra. Hastings—. ¿Cómo te gustaría celebrar, Spencer? ¿Cena en la ciudad? ¿Tienes algo en mente? —Cuando obtuve los resultados de mi SAT, conseguí mi primera edición de Fitzgerald en esa subasta, ¿recuerdas? —Melissa sonrió. —¡Eso es correcto! —La Sra. Hastings gorjeó. Melissa se volvió hacia Wren. —Me había encantado, y así había quedado una increíble oferta. —Bueno, ¿por qué no darle un poco de tiempo para pensar? —La Sra. Hastings le dijo a Spencer—. Trata de pensar en algo memorable, como lo que le dimos a Melissa. Spencer se incorporó lentamente. —En realidad, hay algo que yo tenía en mente. —¿Qué es? —Su padre se inclinó hacia delante en su silla. Aquí va, Spencer pensó. —Bueno, lo que yo realmente, realmente, realmente amaría, ahora mismo, no en unos pocos meses a partir de ahora, sería mudarme al granero. —Pero… —dijo Melissa, antes de detenerse a sí misma.

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Wren se aclaró la garganta. Su padre frunció el ceño. El estómago de Spencer hizo un gruñido de hambre. Ella lo frenó con su mano. —¿Es eso lo que realmente quieres? —preguntó su madre. —Uh-huh —respondió Spencer. —Muy bien —dijo la Sra. Hastings, mirando a su marido—. Bueno… Melissa estableció en alto el tenedor. —Pero, bueno, ¿qué pasa con Wren y yo? —Bueno, tú misma has dicho que las renovaciones no serían demasiado largas. — La Sra. Hastings se llevó la mano a la barbilla—. Ustedes podrían permanecer en su antiguo dormitorio, supongo. —Pero tiene una cama doble —dijo Melissa en una inusualmente voz infantil. —No me importa —dijo Wren rápidamente. Melissa frunció el ceño fuertemente hacia él. —Podríamos mover la cama del establo al cuarto Melissa y poner la cama de Spencer por ahí. —El Sr. Hastings sugirió. Spencer no daba crédito a sus oídos. —¿Tú lo harías? La Sra. Hastings enarcó las cejas. —Melissa, puede sobrevivir, ¿no? Melissa se apartó el pelo de la cara. —Supongo —ella dijo—. Quiero decir, yo personalmente preferiría mucho más que fuera de la subasta y la primera edición, pero eso es sólo conmigo.

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Wren discretamente tomó un sorbo de su vino. Cuando Spencer le llamó la atención, él le guiñó el ojo. El Sr. Hastings volvió a Spencer. —Hecho, entonces. Spencer se levantó y abrazó a sus padres. —¡Gracias, gracias, gracias! Su madre estaba radiante. —Tú deberías mudarte mañana. —Spencer, eres sin duda la estrella. —Su padre levantó las puntuaciones, ahora ligeramente manchadas de vino tinto—. ¡Debemos enmarcar esto como un recuerdo! Spencer sonrió. No necesitaba nada para enmarcar. Se habría de recordar este día por el tiempo en que ella viviera.

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Capítulo 13 a

Primer Acto: La chica hace que el chico la quiera

—¿Q

uieres venir conmigo a una recepción artística en el estudio de Chester Springs el próximo lunes por la noche? —preguntó la madre de Aria, Ella.

Era jueves por la mañana, y Ella estaba sentada enfrente de Aria en la mesa del desayuno, resolviendo un crucigrama del New York Times con un bolígrafo negro goteante y comiendo un tazón de Cheerios. Acababa de regresar de su trabajo a tiempo parcial en la galería de arte contemporáneo Davis en la calle principal de Rosewood, y tenía lugar en la lista de correspondencia de todos los beneficiarios. —¿Papá no va a ir contigo? —preguntó Aria. Su madre frunció sus labios juntos. —Tiene un montón de trabajo que hacer para sus clases. —Oh. —Aria cogió un hilo de lana suelto de sus guantes sin dedos que había tejido durante un largo viaje en tren a Grecia. ¿Era sospecha lo que detectó en la voz de su madre? Aria siempre se preocupaba de que Ella averiguara sobre Meredith y nunca le perdonara por mantener el secreto. Aria apretó sus ojos cerrados. No estás pensando en eso, pensó. Vertió un poco de zumo de pomelo en un vaso. —¿Ella? —preguntó. —Necesito algunos consejos de amor. —¿Consejos de amor? — bromeó su madre, asegurando su bollito de pan negro azabache con un palillo para llevar que había estado descansando sobre la mesa.

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—Sí —dijo Aria. —Me gusta un chico, pero es en cierta medida... inalcanzable. No tengo más ideas sobre cómo convencerlo de que debería gustarle. —¡Sé tú misma! —dijo Ella. Aria gimió. —He intentado eso. —¡Sal con un chico posible, entonces! Aria giró sus ojos. —¿Vas a ayudarme o no? —¡Ooh, alguien es sensible! —Ella sonrió, luego chasqueó sus dedos. —Acabo de leer este estudio en el periódico. —Sostuvo en alto el Times. —Es una encuesta sobre lo que los hombres encuentran más atractivo en las mujeres. ¿Sabes qué fue la cosa número uno? La inteligencia. Aquí, déjame encontrarlo para ti... —Rebuscó en el periódico y le entregó la página a Aria. —¿Aria, te gusta un chico? —Mike entró a la cocina y cogió un dona glaseada de la caja de la isleta. —¡No! —respondió Aria rápidamente. —Bueno, alguien te gusta —dijo Mike. —Tan vulgar como lo que es. —Hizo un sonido fingiendo náuseas. —¿Quién? —preguntó Ella con voz emocionada. —Noel Kahn —Mike respondió, hablando con un enorme mordisco masticado de donut en su boca. —Me preguntó por ti en la práctica de lacrosse. —¿Noel Kahn? —repitió Ella, mirando atrás y adelante, de Aria a Mike. —¿Quién es? ¿Estuvo aquí hace tres años? ¿Lo conozco? Aria gimió y rodó sus ojos. —Él no es nadie. —¿Nadie? —Mike sonó disgustado. —Es como… el mejor chico de tu grado.

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—Lo que sea —dijo Aria, besando a su madre en la parte superior de su cabeza. Se dirigió al pasillo, mirando fijamente el recorte de periódico en sus manos. ¿Así que a los hombres les gustaba el cerebro? Bueno, la islandesa Aria ciertamente podía ser inteligente. —¿Por qué no te gusta Noel Kahn? —La voz de Mike hizo saltar a Aria. Estaba de pie a unos pasos de Aria con un cartón de zumo de naranja en su mano. —Él es el hombre. Aria gimió. —Si te gusta tanto, ¿por qué no te vas con él? Mike bebió directamente del cartón, se limpió su boca, y la miró fijamente. —Has estado actuando raro. ¿Estás drogada? ¿Puedo tener algo si lo estás? Aria bufó. En Islandia, Mike había estado tratando de conseguir constantemente drogas y asustando cuando algunos chicos en el puerto le vendían una bolsa de marihuana a diez centavos. Las cosas resultaron ser olorosas, pero Mike lo fumaba orgullosamente de todos modos. Mike comenzó a acariciarse la barbilla. —Creo que sé por qué estás actuando raro. Aria se volvió de nuevo hacia el armario. —Estás lleno de mierda. —¿Tú crees? —respondió Mike. —Yo no. ¿Y sabes qué? Voy a averiguar si mis sospechas son ciertas. —Buena suerte, Sherlock. —Aria tiró de su chaqueta. Incluso aunque sabía que Mike estaba probablemente lleno de mierda, esperaba que no se hubiera dado cuenta del temblor de su voz. Mientras los otros chicos se presentaban a inglés -la mayoría de los chicos luciendo una barba incipiente en crecimiento de unos días y la mayoría de las chicas imitando las sandalias de plataforma de Mona y Hanna y pulseras hechizadasAria revisó el montón de sus notas recientemente garabateadas en las tarjetas. Hoy tenían que dar un informe oral acerca de una obra de teatro llamada Esperando a Godot. Aria adoraba los informes orales -tenía la voz perfecta, sexy, grave para ellos - y ocurría que conocía la obra realmente bien. Una vez, había pasado todo el domingo en un bar de Reykjavik, discutiendo vehementemente con un doble de Adrien Brody sobre el tema... entre bebiendo deliciosos Martini de vodka y

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manzana y jugando a footsie*, es decir con él debajo de la mesa. Así que no sólo este era un día excelente para convertirse en una estudiante referente, también era una gran oportunidad para mostrarles a todos lo genial que era la islandesa Aria. Ezra entró, pareciendo arrugado, empollón, y completamente comestible, y palmoteó sus manos. —Muy bien, clase —dijo. —Tenemos un montón de cosas por las que pasar hoy. Calmaos. Hanna Marin se dio la vuelta y sonrió burlonamente a Aria. —¿Qué clase de ropa interior crees que está usando? Aria sonrió insípidamente. —Los boxers a rayas de algodón, por supuesto. —Puso su atención de nuevo en Ezra. —Muy bien. —Ezra se encaminó hacia la pizarra. —Todo el mundo hizo la lectura, ¿no? ¿Todo el mundo tiene un informe? ¿Quién quiere empezar? La mano de Aria se elevó rápidamente. Ezra le asintió con la cabeza. Se encaminó al podio al frente de la habitación, dispuso su pelo negro sobre sus hombros para que pareciera extra magnífico, y se asegurara de que su collar grande de coral no estuviera pillado con el cuello de su camisa. Rápidamente, releyó las primeras pocas frases en las tarjetas de su índice. —El año pasado, asistí a una representación de Esperando a Godot en París — empezó. Se dio cuenta de que Ezra levantó su ceja sólo lo imprescindible. —Fue en un pequeño teatro fuera del Sena, y el aire olía como a un brioche* de queso horneándose en la siguiente puerta. —Se detuvo. —Imagínate la escena: una enorme línea de gente esperando para entrar, una mujer acarreando sus dos pequeños caniches blancos, la Torre Eiffel en la distancia. Levantó la mirada brevemente. ¡Todo el mundo parecía tan paralizado! —Podía sentir la energía, el entusiasmo, la pasión en el aire. Y no era sólo la cerveza que estaban vendiendo a todo el mundo, incluso a mi hermano pequeño —Agregó. —¡Genial! —exclamó Noel Kahn.

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Aria sonrió. —Los asientos eran muy aterciopelados y púrpura, y olían como a este tipo de mantequilla de Francia que es más dulce que la mantequilla americana. Es la que hace a los pasteles tan deliciosos. —Aria —dijo Ezra. —¡Es el tipo de mantequilla que hace que incluso los caracoles sepan bien! —¡Aria! Aria se detuvo. Ezra se inclinaba contra la pizarra con sus brazos cruzados sobre su chaqueta de Rosewood. —¿Sí? —sonrió. —Tengo que detenerte. —Pero... ¡Ni siquiera estoy a mitad de camino de lo que he hecho! —Bueno, necesito menos sobre asientos de terciopelo y pasteles y más sobre la obra en sí. La clase se rió disimuladamente. Aria caminó arrastrando los pies de vuelta a su asiento y se sentó. ¿No sabía que estaba creando un ambiente? Noel Kahn levantó su mano. —Noel —señaló Ezra. —¿Quieres ser el siguiente? —No —dijo Noel. La clase se rió. —Sólo quería decir que pensé que el informe de Aria era bueno. Me gustó. —Gracias —dijo Aria en voz baja. Noel se dio la vuelta. —¿Realmente no hay edad para beber? —En realidad no. —Podría ir con mi familia a Italia este invierno.

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—Italia es increíble. Te va a encantar. —¿Pasaste por los dos? —preguntó Ezra. Le lanzó a Noel una exasperada mirada. Aria hincó sus uñas rosa vivo en la hebra de la madera de su escritorio. Noel se volvió de nuevo hacia ella. —¿Tenían ajenjo? —susurró. Asintió con la cabeza, asombrada de que Noel hubiera oído hablar siquiera del ajenjo. —Sr. Kahn —Ezra interrumpió severamente. Un poco demasiado duramente. — Eso es suficiente. ¿Eran celos esto que detectaba? —Maldición —Hanna se giró. —¿Que subió hasta su culo? Aria reprimió una risilla. Parecía que le gustaba que cierto estudiante estuviera haciendo que cierto profesor estuviera un poco nervioso. Ezra llamó a Devon Arliss como la siguiente y ésta empezó su discurso. Mientras Ezra se volvía de lado y ponía un dedo en su barbilla, escuchando, Aria palpitó. Lo quería tan malamente que hacía que todo su cuerpo zumbara. No, espera. Eso sólo era su móvil, que se encontraba en su bolso verde lima de gran tamaño junto a su pie. La cosa seguía zumbando. Aria lentamente se agachó y lo sacó. Un nuevo mensaje de texto: Aria, Tal vez se relaciona promiscuamente con los estudiantes todo el tiempo. Muchos profesores lo hacen... ¡Sólo pregúntale a tu papá! –A Aria rápidamente contestó bruscamente a su móvil cerrado. Pero entonces lo abrió y leyó el mensaje de nuevo. Y otra vez. Mientras lo hacía, el vello de sus brazos se erizaba.

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Nadie en la habitación tenía su teléfono afuera –ni Hanna, ni Noel, nadie. Y nadie la estaba mirando, tampoco. Incluso levantó la mirada al techo y fuera de la puerta de la clase, pero nadie parecía fuera de lugar. Todo estaba tranquilo y quieto. —Esto no puede estar pasando —murmuró Aria. La única persona que sabía lo del papá de Aria era... Alison. Y había jurado sobre su tumba que no lo diría ni a un alma. ¿Estaba de vuelta? -----------------------------------------------------------------------------Nota de la traductora *Forma de coqueteo en la que la gente utiliza sus pies para frotar los pies del otro. *Es un dulce de origen francés ligero de huevo, levadura, leche, mantequilla y azúcar.

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Capítulo 14 jj j

Eso te enseñara a acosar en Google, cuando se supone que debes estar estudiando

D

urante su tiempo libre en la tarde del jueves, Spencer se acercó en la sala de lectura del Día Rosewood. Con sus pilas de libros de referencia de la altura del techo, un gigante pedestal de globo en la esquina, y ventanas con vidrieras de colores en la pared del fondo, era su lugar favorito en el campus. Ella se paro en medio de la habitación vacía, cerró los ojos y aspiró el olor del viejo libro encuadernado con cuero. Todo había salido a su manera hoy; la ola de frío inusual le había permitido usar su nuevo abrigo de lana azul pálido de Marc Jacobs, el barrista del café del día de Rosewood le había hecho un café con leche descremada doble perfecto, ella había sacado la mayor nota en un examen oral de francés, y esta noche iba a ir al granero, mientras que Melissa tenía que dormir en su antiguo y estrecho dormitorio. A pesar de todo, una bruma incómoda se cernía sobre ella. Era un cruce entre una sensación molesta que a veces tenía cuando se le había olvidado hacer algo y el sentido de que alguien estaba… bueno, observándola. Era obvio por qué se sentía tan off: ese espeluznante e-mail. El flash de pelo rubio en la ventana vieja de Ali. El hecho de que sólo Ali sabía de Ian… Tratando de sacudirse, se sentó ante la computadora, ajusto su cinturón de color azul marino con patrones estampados de Wolford, y se conecto en Internet. Ella comenzó la investigación para su próximo proyecto de colocación avanzada de biología, pero después de navegar en una lista de resultados de Google, ella escribió, Wren Kim, en el buscador.

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Pescando a través de los resultados, ella ahogó una risita. En un sitio llamado Mill Hill School, Londres, había una foto de Wren con el pelo más largo al lado de un mechero de Bunsen y un montón de tubos de ensayo. Otro vínculo era al portal estudiantil del Corpus Christi de la Universidad de Oxford, había una foto de Wren apareciendo guapísimo con el atuendo de Shakespeare, con un cráneo. Ella no sabía que Wren estaba en el drama. Mientras trataba de ampliar la foto para comprobar el ajuste de su malla, alguien la tocó en el hombro. —¿Ese es tu novio? Spencer saltó, dejando caer su teléfono celular Sidekick repleto de cristales al suelo. Andrew Campbell sonrió torpemente detrás de ella. Ella rápidamente cerró la ventana. —¡Por supuesto que no! Andrew se inclinó hacia abajo para recoger su Sidekick, empujando un mechón de pelo lacio, del largo de sus hombros de sus ojos. Spencer se dio cuenta de que realmente podría tener una oportunidad de ser lindo si cortaba la melena de león. —Ups, —dijo, entregando el Sidekick de nuevo a ella. —Creo que una cosa de joya se cayó. Spencer lo tomo de él. —Me asustaste. —Lo siento. —Andrew sonrió. —¿Así que tu novio es un actor? —Te dije que no era mi novio. Andrew dio un paso atrás. —Lo siento. Solo intento hacer conversación. Spencer lo miro sospechosamente. —De cualquier modo, —Andrew prosiguió, levantando su mochila North Face más alto en su hombro. —Me estaba preguntando. ¿Vas a lo de Noel mañana? Podría darte un aventón. Spencer le miró sin comprender y luego recordó: la fiesta de campo de Noel Kahn. Había ido a la del año pasado. Los niños hicieron embudos cerveza, y prácticamente todas las chicas engañaron a sus novios. Este año sería más de lo

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mismo. ¿Y qué, Andrew pensaba seriamente que ella iría con él en su Mini? ¿Incluso entrarían los dos? —Lo dudo, —ella dijo. La cara de Andrew cayó. —Sí, supongo que debes estar muy ocupada. Spencer frunció el ceño. —¿Qué se supone que eso significa? Andrew se encogió de hombros. —Parece que tienes mucho que hacer. Tu hermana está en casa, ¿verdad? Spencer se recostó en su silla y trajo su labio inferior en su boca. —Sí, ella llego a casa anoche. ¿Cómo lo sabes…? Ella se detuvo. Espera un segundo. Andrew conducía su Mini hacia arriba y hacia abajo hasta su calle todo el tiempo. Ella lo había visto apenas ayer, cuando estaba en el buzón consiguiendo los resultados de la prueba… Ella tragó saliva. Ahora que lo pensaba, podría haber visto a su Mini negro el día que ella y Wren estaban juntos en la bañera. Él debe haber estado conduciendo mucho hacia arriba y abajo en su calle un montón para notar que Melissa estaba en casa. ¿Qué pasa si…? ¿Y si Andrew era el que estaba merodeando alrededor espiándola? ¿Qué pasa si Andrew escribió el correo electrónico de codiciarás escalofriante? Andrew era tan competitivo que parecía posible. ¿No sería el envió de mensajes amenazadores una buena manera de sacar a alguien de su juego y hacer más fácil a la reelección como presidente de la clase del próximo año…? o, aún mejor, ¿superar a su competencia por el mejor promedio? ¡Y el pelo largo! ¿Tal vez ella lo había visto en la ventana de edad de Ali? ¡Increíble! Spencer se le quedo mirando a Andrew incrédulamente. —¿Algo está mal? —Andrew le pregunto, pareciendo preocupado. —Me tengo que ir. —Ella recogió sus libros y salió de la sala de lectura. —Espera, —Andrew la llamó. Spencer siguió su camino. Pero mientras empujaba a través de la puertas de la biblioteca, se dio cuenta que ella no se sentía furiosa. Claro, era extraño que Andrew la estuviera espiando, pero si Andrew era A, Spencer estaba a salvo.

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Cualquier cosa a que sea que Andrew pensó que tenía sobre ella, no era nada… en comparación con lo que Alison sabía. Ella llegó a la puerta de los espacios públicos, viniendo en el mismo momento estaba Emily Fields. —Hey, —Emily dijo. Una Mirada nerviosa cruzo su rostro —Hey —Spencer le respondió. Emily reajusto su mochila Nike. Spencer empujó un flequillo de su cara. ¿Cuándo fue la última vez que había hablado con Emily? —Me enfrié, ¿huh? —Emily preguntó. Spencer asintió. —Si. Emily sonrió en esa manera yo-no-sé-qué-decirte. Entonces Teresa Reid, otra nadadora, agarró el brazo de Emily. —¿Cuando hay que pagar el traje de baño? — Preguntó ella. Mientras Emily respondía, Spencer limpió un poco de suciedad inexistente fuera de su chaqueta y se preguntó si ella podría simplemente irse o si tenía que decir un adiós formal. Entonces algo en la muñeca de Emily le llamó la atención. Emily aún llevaba la pulsera de cadena azul de sexto grado. Alison las había hecho para todas después del accidente - La Cosa Jenna - paso. Inicialmente, ellos solo querían al hermano de Jenna, Toby; se suponía que era una broma. Después de que las cinco lo planearon, Ali cruzo la calle para mirar por la ventana de la casa del árbol de Toby, y luego cuando pasó, le hizo algo… horrible… a Jenna. Después de que la ambulancia se fue de la casa de Jenna, Spencer descubrió algo del accidente que ninguna de las otras chicas sabia: Toby vio a Ali, pero Ali vio a Toby haciendo algo igual de malo. El no podía acusarla, porque ella lo acusaría a él.

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No mucho tiempo después, Ali hizo los brazaletes de todas para recordares que eran mejores amigas para siempre y ahora que compartían un secreto como este, ellos tenían que protegerse las unas a las otras para siempre. Spencer espero que Ali le dijera a las otras que alguien la vio, pero nunca lo hizo. Cuando los policías interrogaron a Spencer después de que Ali desapareció, le preguntaron si Ali tenía algunos enemigos, alguien que la odiara tanto que le quisiera hacer daño. Spencer dijo que Ali era una chica popular, y como toda chica popular, había varias chicas a quienes no les gustaba, pero eran solo celos. Eso, por supuesto, era mentira en negrita. Había gente que odiaba a Ali, y Spencer sabía que debía decirle a la policía lo que Ali le dijo sobre la cosa Jenna… que tal vez Toby quería hacerle daño a Ali... pero ¿cómo iba a decirles que sin decirles por qué? Spencer no podía pasar un día sin pasar por la casa de Toby y Jenna en su calle. Pero habían sido enviados a un internado y casi nunca venían a casa, así que pensaron que su secreto estaba a salvo. Ellas estaban a salvo de Toby. Y Spencer estaba a salvo de tener que decirle a sus mejores amigas lo que sólo ella conocía. Cuando Tracey Reid dijo adiós, Emily se volteó. Ella parecía sorprendida de que Spencer todavía estuviera allí. —Tengo que irme a clases, —ella dijo. —Es bueno verte sin embargo. —Adiós, —Spencer respondió, y ella y Emily intercambiaron una última sonrisa incomoda.

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Capítulo 15 hh

-U

Insultar su masculinidad es un completo destructor de acuerdos

stedes chicos se ven algo flojos. ¡Quiero verlos en mejor forma! —les gritó la entrenadora Lauren desde el entarimado.

En la tarde del jueves, Emily se balanceaba con los otros nadadores en la cristalina agua azul del Natatorio Memorial Anderson de Rosewood, escuchando a su joven entrenadora y anterior campeona olímpica, Lauren kinkaid, gritarles. La piscinas era de veinticinco yardas de ancho, cincuenta yardas de largo, con un pequeño trampolín de clavados. Enormes lámparas reflejaban el largo de la piscina, de manera que cuando hacías brazadas de espalda en la noche, podías mirar hacia arriba y ver las estrellas. Emily se sostuvo en la muralla y puso su capuchón sobre sus orejas. Bien, mejor forma. De verdad necesitaba concentrarse hoy. La noche anterior, después de haber vuelto del arroyo con Maya, ella se había recostado en su cama por un largo tiempo, saltando desde sentirse feliz y cálida por la diversión que ella y Maya habían tenido…a sentirse intranquila e inquieta debido a las confesiones de Maya. No estoy segura de que me gusten los chicos. Creo que me gustaría alguien más parecido a mí. ¿Acaso Maya había querido decir lo que Emily pensó que quería decir? Pensando sobre cuán frívola había estado Maya en la cascada—sin mencionar cuanto ellas se habían hecho cosquillas y tocado—Emily se sintió nerviosa. Después de haber llegado a casa anoche, ella había rebuscado por su bolsa de

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natación por esa nota de A del día anterior. La leyó una y otra vez, separando cada una de las palabras hasta que sus ojos se nublaron. Para la hora de la cena, Emily decidió que ella necesitaba lanzarse a sí misma de vuelta a la piscina. No más saltarse clases. No más rascarse la barriga. Desde ahora en adelante, ella seria la modela de una nadadora. Ben braceo hacia ella y puso sus manos en la muralla. —Te extrañé ayer. —Mmmm. —Ella tendría que comenzar de nuevo con Ben, también. Con sus pecas, penetrantes ojos azules, su mandíbula con una delicada barba de tres días, y su hermoso cuerpo esculpido de nadador, él era guapo, ¿cierto? Ella trató de imaginarse a Ben saltando del puente del camino Marwyn. ¿Se reiría él o pensaría que era inmaduro? —Así que, ¿Dónde estabas? —Ben preguntó, soplando en sus gafas para desempañarlas. —Teniendo tutorías para español. —¿Quieres ir a mi casa después de la practica? Mis padres no estarán allá hasta las ocho. —Yo…no estoy segura si puedo. —Emily se empujó para alejarse de la pared y comenzó a avanzar por el agua. Ella miraba fijamente hacia sus borrosas piernas batiendo y su pies. —¿Por qué no? —Ben se empujó de la pared para unírsele. —Porque…—ella no podía imaginar una excusa. —Sabes que quieres, —Ben susurró. Tomó algo de agua en sus manos y comenzó a salpicarla. Maya había hecho lo mismo ayer, pero esta vez Emily se alejó. Ben dejo de salpicarme. —¿Qué? —No.

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Ben puso sus manos alrededor de la cintura de ella. —¿No? ¿No te gusta que te salpiquen? —preguntó con una voz de bebe. Ella quito sus manos de su cuerpo. —No. Él retrocedió. —Bien. Suspirando, Emily flotó hacia el otro lado del carril. A ella le agradaba Ben, de verdad. Quizás ella solo debería ir a lo de Ben después de natación. Podrían ver episodios de American Chopper* grabados con TiVo*, comer pizza traída desde DiSilvio, y él se deslizaría por debajo de su nada sexy sostén de deportes. Repentinamente las lágrimas llenaron sus ojos. Ella de verdad no quería sentarse en el sillón azul del subterráneo de Ben, que además picaba, sacando hojitas de orégano de sus dientes y deslizando su lengua dentro de la boca de él. Ella solo no quería. Ella no era la clase de chica que podía fingir cosas. Pero, ¿significaba eso que ella quería terminar? Era difícil aclarar tu mente sobre un chico cuando él estaba justo en tu carril de natación, cuatro pies más allá. Su hermana Carolyn, quien estaba practicando n el carril junto al de ella, golpeteo en el hombro de Emily. —¿Está todo bien? —Sí, —Emily murmuró, tomando un patinete azul.* —Bien. —Carolyn se veía como si quisiera decir algo más. Después de su viaje con Maya al arroyo ayer, Emily había patinado con el Volvo en el estacionamiento justo a tiempo para ver a Carolyn saliendo de las puertas dobles del Natatorio. Cuando Carolyn le había preguntado a Emily donde había estado, Emily le había dicho que ella había tenido que hacer de tutor para español. Parecía que Carolyn le había creído, a pesar del cabello húmedo de Emily y el gracioso sonido como de una cadena que golpea que el auto estaba haciendo—algo que solo hacia cuando se estaba enfriando después de un viaje. Aunque las hermanas se parecían—ambas tenían grandes pecas en sus narices, cabello castaño rojizo aclarado por el cloro, y tenían que usar mucha mascara Great Lash de Maybelline para alargar sus cortas pestañas—y aun cuando compartían

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habitación, no eran muy cercanas. Carolyn era una chica tranquila, recatada y obediente, y aunque Emily era todas esas cosas también, Carolyn parecía realmente satisfecha de ser de esa forma. La entrenadora Lauren sopló su pito. —¡Tiempo de patalear! ¡Alinéense! Los nadadores se alinearon desde el más rápido al más lento, los patinetes frente a ellos. Ben estaba en frente de Emily. Él la miró y elevó una ceja. —No puedo ir esta noche, —ella dijo silenciosamente, de modo que los otros nadadores—que estaban agrupados detrás de ella y riendo de la farsa de Gemma Curran que había salido mal—no pudieran escuchar. —Lo siento. La boca de Ben se desinfló hacia una línea recta. —Si. Como si eso fuera una sorpresa. — Luego, cuando Lauren sopló el pito, él se empujó de la pared y comenzó con las patadas de delfín. Intranquila, Emily espero a que Lauren soplara el pito de nuevo, y se empujó tras él. Mientras nadaba, Emily miraba fijamente las piernas batientes de Ben. Era tan tonto el hecho que e usara una gorra sobre su ya corto cabello. También él se volvía completamente OCD4 antes de las carreras, afeitando cada cabello de su cuerpo, incluyendo los de sus brazos y piernas. Ahora, sus pies chapoteaban exageradamente, salpicando agua directamente al rostro de Emily. Ella miro enojada a la cabeza de él inclinándose en frente de ella y pataleo con más fuerza. Aun cuando ella había abandonado cinco segundos tras él, Emily alcanzo la pared opuesta casi al mismo tiempo que Ben. Él se giró hacia ella, enojado. La etiqueta del Equipo de Natación dictaba que sin importar cuán gran estrella de la natación eras, si alguien te alcanzaba en un ejercicio, los dejabas ir antes de ti. Pero Ben solo se empujo de vuelta de la pared. —¡Ben! —Emily gritó, la irritación en su voz evidente. Él se puso en pie en la superficie poco profunda y se giró. —¿Qué? —Déjame ir antes que tú. Ben hizo rodar los ojos y se metió dentro del agua.

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Emily empujó la pared y pateo como loca hasta que le dio alcance. Él alcanzó la muralla y se giró para encararla. —¿Podrías salir de mi trasero? —él prácticamente gritó. Emily rompió a reír. —¡Se supone que tú debes dejarme ir! —Quizás si tú no partieras justo sobre mí no estarías sobre mí. Ella resopló. —No puedo evitarlo si soy más rápida que tú. La boca de Ben se abrió. Oops. Emily humedeció sus labios. —Ben… —No. —Él elevó su mano. —Solo ve y nada realmente rápido, ¿bien? —él tiró sus gafas en el entarimado. Ellas rebotaron torpemente y aterrizaron en el agua, por poco evitando el hombro de bronceado falso de Gemma. —Ben… Él la miró enojado, luego se giró y salió de la piscina. —Como sea. Emily lo vio abrir la puerta de los camarines de los chicos furiosamente. Ella negó con la cabeza, viendo como la puerta se balanceaba suavemente. Luego recordó la cosa que Maya había dicho ayer. —Jódete a un alce, —ella intentó suavemente, y sonrío. -----------------------------------------------------------------------------Nota de la traductora *Serie de televisión en parte reality basada en un taller de diseño y montaje de motocicletas.

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*TiVo es una tecnología que permite grabar el contenido de la televisión, pero a diferencia de los clásicos vídeos, lo hace en un disco duro que permite almacenar entre 80 y 300 horas de programación recibida a través del cable, cable digital, transmisión satélite o la tradicional antena. *http://www.daventrydolphins.co.uk/graphics/kickboard.jpg *Trastorno obsesivo compulsivo.

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Capítulo 16 aa

Nunca confíes en una invitación sin una dirección en el remitente

—¿A

sí que vas a venir esta noche? —Hanna cambió su BlackBerry a su otra oreja y esperó la respuesta de Sean.

Era el jueves después de la escuela. Ella y Mona acababan de encontrarse para un rápido capuchino en el campus, pero Mona tuvo que irse temprano para practicar sus tiros para el torneo de golf de madre / hija en el que competirían este fin de semana. Ahora, Hanna estaba sentada en el porche, hablando con Sean y viendo sorprendida a los gemelos de seis años de al lado dibujar anatómicamente bien a niños desnudos con tiza en todo su camino de entrada. —No puedo —respondió Sean. —Lo siento mucho. —Pero es jueves, la noche de Nerve, ¡tú sabes eso! Hanna y Sean se engancharon en este —reality show— Nerve, el cual documentaba las vidas de cuatro parejas que se habían conocido online. El episodio de esta noche era sumamente importante, debido a que sus dos personajes favoritos, Nate y Fiona, estaban a punto de hacerlo. Hanna pensó que al menos podría iniciar una conversación. —Yo... Tengo una reunión esta noche. —¿Una reunión para qué?

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—Um... el Club V. —La boca de Hanna se abrió. ¿El Club V? ¿Al igual que el Club de La virginidad? —¿Puedes saltarla? Él guardó silencio durante un minuto. —No puedo. —Bueno, ¿por lo menos irás a mañana donde Noel? Otra pausa. —No lo sé. —¡Sean! ¡Tienes que hacerlo! —Su voz chirrió. —Está bien —contestó. —Creo que Noel se pondría un poco molesto si no lo hago. —Yo estaría muy molesta —agregó Hanna. —Ya lo sé. Nos vemos mañana. —Sean, espera —Hanna comenzó. Pero él ya había colgado. Hanna abrió su casa. Sean tenía que ir a la fiesta mañana. Ella había concebido un plan infalible, romántico: lo llevaría a los bosques de Noel, se confesarían su amor el uno al otro, y luego tendrían sexo. El Club V no podría discutir con tener relaciones sexuales si estabas enamorado, ¿verdad? Además, Los bosques Kahn eran legendarios. Eran conocidos como los bosques de la virilidad, debido a los tantos chicos que en las fiestas de Kahn habían perdido su virginidad allí. Se rumoreaba que los árboles susurraban secretos del sexo a los nuevos reclutas. Se detuvo ante el espejo en el pasillo y se levantó la camisa para examinar sus tensos músculos del estómago. Giró hacia los lados para investigar su trasero pequeño, redondo. Luego se inclinó hacia delante para mirar su piel. Las manchas de ayer habían desaparecido. Ella mostró los dientes. Un diente frontal inferior estaba cruzado sobre un canino. ¿Habían sido siempre así? Ella echó el grueso, bolso de mano de piel dorado en la mesa de la cocina y abrió el congelador. Su mamá no compraba Ben & Jerrys, —por lo que sándwiches de helado falso Tofutti Cutie 50% menos azúcar tendría que ser. Sacó tres y empezó a

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desenvolver con avidez el primero. A medida que tomaba el primer bocado, sintió ese remolcador sentimiento familiar de comer más. —Aquí, Hanna, tienes otra profiterol —Ali había susurrado a ella ese día que visitó a su padre en Annapolis. Entonces Alí se volvió hacia Kate, la hija de la novia de su papá, y le dijo: —Hanna tiene suerte, ¡puede comer de todo y no ganar ni un gramo ! No era cierto, por supuesto. Eso es lo que lo que lo hacía tan malo. Hanna ya estaba gordita y parecía estar cada vez más así. Kate rió, y Ali —que se suponía que estaba del lado de Hanna— se echó a reír también. —Te traje algo. Hanna saltó. Su mamá se sentó en la mesa del teléfono en un brasiere deportivo sexy color rosa fuerte y unos pantalones de yoga . —Ah —dijo Hanna en voz baja. La Sra. Marín miró a Hanna, con los ojos colocados en los sándwiches de helado en sus manos. —¿De verdad necesitas tres? Hanna miró hacia abajo. Había devorado un sándwich en menos de diez segundos, casi sin probarlo, y había desenvuelto el siguiente. Ella le sonrió débilmente a su mamá y rápidamente metió el resto de Cuties* en el congelador. Cuando se dio la vuelta, su madre puso una bolsita azul de Tiffany* en la mesa. Hanna lo miró inquisitivamente. —¿Y esto? —Ábrelo. Dentro de la pequeña caja azul de Tiffany, había lo que era el conjunto completo — la pulsera, los aretes redondos de plata, además el collar. El mismo conjunto de Tiffany que había tenido que entregar a la mujer en la comisaría. Hanna se detuvo, dejando que brillaran hacia la luz del techo. —Guau.

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La Sra. Marín se encogió de hombros. —No hay de qué. —Entonces, para establecer que la conversación se había terminado, ella se retiró, desenrolló su colchoneta, y puso un video en DVD de Yoga. Hanna deslizó lentamente los pendientes de vuelta en la bolsa, confundida. Sumamá era tan extraña. Fue entonces cuando se dio cuenta que había una tarjeta pequeña cuadrada, sobre la mesa telefónica. Su nombre y su dirección fueron escritas a máquina en todos los lados. Ella sonrió. Una invitación a una fiesta era justo lo que necesitaba para animarme. —Respire por la nariz, exhale por la boca —eran cada una de las instrucciones del Yoga que estaban pasando en la TV. La Sra. Marín se quedó con los brazos hacia los costados. Ni siquiera se movió cuando empezó a sonar su Black Berry, lo que significaba que recibió un e-mail. Hanna agarró el sobre y se subió a su cuarto. Se sentó en el borde de su cama, sintió los bordes con millones de hilos, se recostó, y sonrió hacia un lado, estaba durmiendo pacíficamente en su cama para perros. —Ven acá, Dot —susurró. Se despertó y se metió en medio dormido sus brazos. Hanna suspiró. Quizá sólo tenia el PMS*, y estaba nerviosa, inquieta, estas sensaciones desaparecerían tal vez dentro de unos días. Ella abrió el sobre entre sus manos frunció el ceño. No era una invitación, y la verdad no tenía sentido. Hanna, ¡Incluso papá no te ama mucho! —A ¿Que se supone que significaba eso? Pero cuando desdobló lo demás dentro del sobre, ella gritó. Era un listado en color de un boletín de la escuela privada. Hanna vio a los personajes de la foto. La leyenda decía: Kate Randall fue la presentadora de la Escuela Barnbury. En la foto está con su madre, Isabel Randall, y su prometido el Sr. Randall, Tom Marín.

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Hanna parpadeó rápidamente. Su padre tenía el mismo aspecto que cuando había visto por última vez. Y aunque su corazón se detuvo cuando leyó la palabra novio. —¿Cuando pasó eso? —Fue la imagen de Kate que le hizo comezón en la piel. Kate parecía más perfecta que nunca. Su piel era brillante y tenía un perfecto cabello. Tenía los brazos envueltos alrededor de su mamá y del Sr. Marín. Hanna nunca olvidará el momento en que vio por primera vez a Kate. Ali y Hanna fueron las que acabaran de llegar de Amtrak en Annapolis, y al principio sólo veía Hanna a su papá apoyado en el capó de su coche. Pero entonces la puerta del coche se abrió, y Kate salió. Su cabello castaño era suave y brillante, y ella se mantenía como el tipo de chica que había tomado clases de ballet desde que tenía dos años. El primer instinto de Hanna fue agacharse detrás de un poste. Miró sus jeans y su suéter algo estirados y trató de no hiperventilarse. Por esta razón, papá se fue, ella pensaba. Él quería una hija que no lo avergonzara. —Oh, Dios mío —Hanna susurró, buscando en el sobre la dirección del que fue mandada. Nada. Algo se le ocurrió. La única persona que realmente sabía sobre Kate fue a Alison. Sus ojos se trasladaron a la palabra –A. Los cuties le daban vuelta en el estómago. Corrió al baño y cogió se cepilló los dientes. Entonces se arrodilló sobre el retrete y esperó. Las lágrimas salían en cada rincón de los ojos. No comencemos de nuevo, se dijo, agarrando el cepillo de dientes fuertemente a su lado. Eres mejor que esto. Hanna se levantó y se miró en el espejo. Tenía la cara enrojecida, con el cabello envuelto alrededor de su cara y sus ojos estaban rojos e hinchados. Lentamente, devolvió el cepillo dental a la taza. —Soy Hanna y soy fabulosa —dijo a su reflejo. Pero no sonaba convincente. Nada, en absoluto. -----------------------------------------------------------------------------Nota de la traductora *Cuties: unas mandarinas que vienen en cajas. *Tiffany: joyería elegante. *PMS: síndrome premenstrual.

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Capítulo 17 ¡Pato, Pato, Ganso!

—E

Está bien. —Aria sopló su largo flequillo fuera de sus ojos—. En esta escena, tienes que usar este colador en la cabeza y hablar un montón acerca del bebé que no tenemos.

Noel frunció el ceño y puso su pulgar en sus labios rosados, con forma de media luna. —¿Por qué tengo que usar un colador en mi cabeza, Finlandia? —Porque —contestó Aria—, es una obra del absurdo. Se supone que tiene que ser, como, absurdo. —Captado. —Sonrió Noel. Era viernes por la mañana, y ellos estaban sentados en los escritorios de la clase de inglés. Después del desastre de ayer de, Esperando a Godot, la próxima tarea de Ezra había sido que se dividieran en grupos y escribieran sus propias obras existencialistas. Existencialista era otra forma de decir, “Absurdo y extraño”. Y si alguien podía hacerlo absurdo y extraño, era Aria. —Sé de algo realmente absurdo que podríamos hacer —dijo Noel—. Podríamos tener a este personaje conduciendo un Navigator* y, que, después de algunas cervezas, se estrelle en su tanque para patos. Pero él, supongamos, cae dormido al volante, no nota que está en el tanque de patos hasta el día siguiente. Podría haber patos al día siguiente. Podría haber patos en el Navigator. Aria frunció el ceño.

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—¿Cómo montaremos eso? Suena imposible. —No lo sé. —Noel se encogió de hombros—. Pero me pasó el año pasado. Y fue realmente absurdo. E impresionante. Aria suspiró. No había elegido a Noel para ser su compañero exactamente porque pensara que fuese un buen co-autor. Buscó alrededor a Ezra, pero desafortunadamente no los estaba mirando con caprichosos celos. —¿Que tal si hacemos que uno de nuestros personajes crea que él es un pato? — sugirió ella—. Él podría hacer cuack de vez en cuando. —Um, seguro. —Noel escribió eso en un pedazo de papel lineado con su mordisqueado lápiz Montblanc—. Oye, tal vez podríamos filmar esto con la cámara Canon DV de mi papá. Y tendremos esto cómo una película en lugar de una aburrida obra. Aria hizo una pausa. —En realidad, eso podría ser de algún modo genial. Noel sonrió. —¡Entonces, podríamos tener la escena del Navigator! —Supongo —Aria se preguntó si los Kahn realmente tenían un Navigator sobrante para chocar. Probablemente. Noel codeó a Mason Byers, que había hecho pareja con James Freed. —Tío. ¡Vamos a tener un Navigator en nuestra obra! ¡Y pirotecnia! —Espera. ¿Pirotecnia? —preguntó Aria. —¡Bien! —dijo Mason. Aria apretó los labios. Honestamente, no tenía energía para esto. La noche pasada, apenas durmió. Acosada por los crípticos mensajes de texto de ayer, había gastado

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la mitad de la noche pensando y tejiendo furiosamente un gorro morado con orejeras. Era horrible pensar que alguien podría saber no sólo acerca de ella y Ezra, sino también sobre ese asunto de su papá. ¿Qué tal si esa persona A le enviaba mensajes a su mamá la próxima vez? ¿Y si ya lo había hecho? Aria no quería que su mamá se enterara, no ahora y no de esa manera. Aria tampoco podía sacudirse de encima la idea de que el mensaje de A podría, de hecho, venir de Alison. Simplemente, no había demasiada gente que supiera. Unos pocos miembros de la facultad tal vez, y Meredith sabía, obviamente. Pero ellos no conocían a Aria. Si el texto era de Alison, eso significaba que ella estaba viva. O… no. ¿Los mensajes de texto eran del fantasma de Ali? Un fantasma fácilmente podría deslizarse entre las rendijas del baño de mujeres de Snookers. Y los espíritus de los muertos contactaban a los vivos para hacer las paces ¿cierto? Era como su tarea final antes de graduarse al cielo. Si Ali necesitaba hacer las paces, entonces, Aria podía pensar en un candidato que se lo merecía más que ella. Intenta Jenna. Aria puso sus manos sobre sus ojos, bloqueando el recuerdo. Joder la terapia que decía que puedes enfrentar tus demonios: Trató de bloquear La Cosa de Jenna tanto como trató de bloquear a su padre y Meredith. Aria suspiró. En momentos como éste, deseaba no haberse separado de sus viejas amigas. Como Hanna, unos pocos escritorios más allá, si Aria sólo pudiese caminar hacia Hanna y hablar con ella sobre esto, decirle sus dudas acerca de Ali. Pero el tiempo realmente cambió a la gente. Se preguntaba si sería más fácil hablarle a Spencer o Emily en lugar de a ella. —Oye, ahí. Aria se enderezó. Ezra estaba frente a su escritorio. —Hola —chilló ella. Ella se encontró con sus ojos azules y su corazón dolía.

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Ezra inclinó sus caderas torpemente. —¿Cómo estás? —Um, Estoy… estupendo. Realmente increíble. —Se sentó derecha. En el avión de vuelta de Islandia, Aria había leído en una Seventeen que encontró en el bolsillo de su asiento que a los chicos les gustaban las chicas entusiastas y positivas. Y desde que brillante no había funcionado ayer, ¿por qué no intentar energética? Ezra cliqueaba y descliqueaba su bolígrafo Bic. —Escucha, siento haberte cortado ayer en medio de tu discurso. ¿Quisieras darme tus tarjetas de ayuda memoria para que pueda revisarlas y evaluarte? —Claro. —Huh. ¿Haría Ezra eso por los otros alumnos?—. Así que… ¿cómo estás? —Bien. —Ezra sonrió. Sus labios vacilaron como si quisiera decir algo más—. ¿En que estás trabajando, ahí? —Él puso sus manos sobre su escritorio y se inclinó para mirar su cuaderno. Aria observó sus manos por un momento, cuando deslizó su meñique hacia el de él. Trató de hacerlo parecer un accidente, pero él no se alejó. Se sentía como electricidad que estaba surgiendo entre los dos meñiques. —¡Sr. Fitz! —La mano de Devon Arlis se disparó hacia arriba en la fila de atrás—. Tengo una pregunta. —Ya voy —dijo Ezra, enderezándose. Aria se puso el meñique que había tocado a Ezra en la boca. Lo miró por unos segundos pensando que podría volver dónde ella, pero no lo hizo. Entonces, bien. De vuelta al plan C, de Celoso. Se dio vuelta hacia Noel. —Pienso que nuestra película debería tener una escena de sexo en ella. Lo dijo realmente alto, pero Ezra aún estaba inclinado sobre el escritorio de Devon.

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—Impresionante —dijo Noel—. ¿Podrá el tipo que piensa que es un pato tener algo? —Sip. Con una mujer que bese como un ganso. Noel se rió. —¿Cómo es un beso de ganso? Aria se dio vuelta hacia el escritorio de Devon. Ezra la estaba mirando ahora. Bien. —Como esto. —Se inclinó y chocó la mejilla de Noel con sus labios. Sorprendentemente, Noel olía muy bien. Como la crema de afeitar Kiel’s Blue Eagle. —Agradable —susurró Noel. El resto de la clase borbotaba en actividad, despreocupados de cualquier beso de ganso, pero Ezra, aún junto al escritorio de Devon, permaneció absolutamente inmóvil. —¿Entonces, sabes que tenemos una fiesta esta noche? —Noel puso su mano sobre la rodilla de Aria. —Sí, escuché algo sobre eso. —Deberías venir. Vamos a tener un montón de cerveza. Y otras cosas… como Scotch. ¿Te gusta el Scoth? Mi padre tiene una colección, así que… —Amo el Scotch —Aria sentía los ojos quemando en su espalda. Entonces, se inclinó cerca de Noel, y dijo—: Por supuesto que iré a tu fiesta esta noche. Al tiempo el lápiz de él cayó de su mano y traqueteó en el piso; no era difícil adivinar si Ezra los había oído o no. -----------------------------------------------------------------------------Nota de la traductora *Modelo de automóvil.

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Capítulo 18 a

¿Dónde está nuestra vieja Emily y qué has hecho con ella?

—¿V

as a ir a la fiesta de Kahn más tarde? —preguntó Carolyn, dirigiendo el coche dentro del camino de entrada de los Fields.

Emily se peinó su cabello todavía húmedo. —No lo sé. —Hoy en la práctica, ella y Ben no se habían dicho dos palabras el uno al otro, entonces no estaba exactamente segura de ir con él. —¿Tú vas? —No lo sé. Topher y yo tal vez vayamos a Applebee’s en cambio. Desde luego Carolyn tendría un momento difícil decidiendo entre una fiesta de viernes por la noche y Applebee’s. Cerraron las puertas del Volvo y caminaron por el sendero de piedra al estilo colonial de hace treinta años de la casa de los Fields. No era ni de cerca tan grande o llamativa como la mayoría de las casas en Rosewood. Los guijarros pintados de azul se estaban descascarando un poco y algunas de las piedras en el camino delantero habían desaparecido. Los muebles de la terraza lucían del tipo anticuados. Su madre las saludó en la puerta delantera, sosteniendo el teléfono inalámbrico. —Emily, tengo que hablar contigo. Emily echó un vistazo hacia Carolyn, quien bajó su cabeza y corrió hacia arriba. Uh-oh. —¿Qué pasa? Su mamá pasó sus manos sobre sus pantalones grises de tela. —Estaba al teléfono con la entrenadora Lauren. Ella dice que tu cabeza parece estar en alguna otra parte, no concentrada en nadar. Y… faltaste a la práctica del miércoles.

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Emily tragó con fuerza. —Estaba enseñándoles español a algunos niños. —Eso fue lo que Carolyn me dijo. Entonces llamé a la Sra. Hernández. —Emily bajó la vista hacia sus Vans verdes. La Sra. Hernández era la profesora de español encargada de las tutorías. —No me mientas, Emily. —La Sra. Fields frunció el ceño. —¿Dónde estuviste? Emily caminó hacia la cocina y se dejó caer en una silla. Su mamá era una persona racional. Ellas podrían hablar de esto. Jugó con el aro plateado de la parte de arriba de su oreja. Años atrás, Ali le había pedido a Emily que fuera al Palacio de los Piercing con ella cuando ella consiguió perforarse el ombligo, y terminaron haciéndose piercings que combinaban en la parte de arriba de sus orejas, también. Emily todavía usaba el mismo pequeño aro plateado. Después de todo, Ali le compró a Emily un par de orejeras con estampado de leopardo para ocultar la evidencia. Emily todavía usaba esas orejeras en los días más fríos del invierno. —Mira —dijo finalmente. —Sólo estaba andando por ahí con esta chica nueva, Maya. Ella es realmente agradable. Somos amigas. Su mama parecía confundida. —¿Por qué no hicieron simplemente algo después de la práctica, o el sábado? —No sé por qué esto es un gran problema —dijo Emily. —Falté un día. Nadaré el doble este fin de semana, lo prometo. Su mamá apretó sus labios en un fina línea recta y se sentó. —Pero Emily… simplemente no lo entiendo. Cuando te inscribiste en natación este año, hiciste un compromiso. No puedes escaparte con tus amigos si se supone que tienes que estar nadando. Emily la detuvo. —¿Inscribirme en natación? ¿Como si tuviera elección? —¿Qué está pasando contigo? Estás usando un extraño tono de voz; estás mintiendo sobre dónde has estado. —Su madre sacudió la cabeza. —¿Qué hay de esa mentira? Nunca me habías mentido antes.

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—Mamá… —Emily se detuvo, sintiéndose muy cansada. Quería señalar muchísimo ese sí, había mentido. Aún cuando había sido la chica buena de sus compañeros de séptimo grado, había hecho todo tipo de cosas de la cuales su mamá nunca se había enterado. Justo después de que Ali desapareciera, Emily estaba preocupada de que la desaparición de Ali fuera de alguna forma… cósmicamente… su culpa –como castigo tal vez, por cómo había desobedecido a sus padres en secreto. Por hacerse ese piercing. Por la Cosa de Jenna. Desde entonces, había intentado ser perfecta, hacer todo lo que sus padres le pedían, tratando de hacerse a sí misma una hija modelo, de adentro hacia afuera. —Sólo me gustaría saber qué está pasando contigo —dijo su madre. Emily puso sus manos sobre el individual, recordando cómo se había convertido en esta versión de sí misma que no era realmente ella. Ali no se había ido porque Emily había desobedecido a sus padres –se dio cuenta de eso ahora. Y del mismo modo que ella no se podía imaginar sentándose en el sarnoso sofá de Ben, sintiendo su viscosa lengua sobre su cuello, tampoco se podía ver a sí misma pasando los dos próximos años de secundaria –y luego los siguientes cuatro años de universidad – en un piscina por horas cada día. ¿Por qué Emily no podía ser sólo… Emily? ¿Su tiempo no podría ser mejor usado para estudiar o –Dios nos libre- teniendo un poco de diversión? —Si quieres saber qué está pasando conmigo —comenzó Emily, empujándose el cabello fuera de su cara. Inhaló profundamente. —No creo que quiera nadar más. El ojo derecho de la Sra. Fields tembló. Sus labios se separaron ligeramente. Entonces se dio la vuelta para quedar cara a cara con el refrigerador, mirando fijamente todos los imanes de pollo sobre el. No habló, pero sus hombros se sacudieron. Finalmente, se dio la vuelta. Sus ojos estaban ligeramente rojos, y su cara parecía caída, como si hubiera envejecido diez años en solo unos minutos. — Voy a llamar a tu padre. Él te hará entrar en razón. —Ya he decidido. —Cuando dijo eso, se dio cuenta de que lo había hecho. —No, no lo has hecho. No sabes lo que es mejor para ti.

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—¡Mamá! —Emily repentinamente sintió lágrimas llenando sus ojos. Era espantoso y triste tener a su mamá enfadada con ella. Pero ahora que había tomado una decisión, sentía como si finalmente se hubiera permitido sacar un gran abrigo de ganso en medio de una ola de calor. La boca de su madre tembló. —¿Esto es por esa nueva amiga tuya? Emily se encogió y se enjugó la nariz. —¿Qué? ¿Quién? La Sra. Fields suspiró. —Esa chica que se mudó a la casa de los DiLaurentis. Por la que te saltaste la práctica para pasar tiempo con ella, ¿cierto? ¿Qué estuvieron haciendo? —Nosotras… sólo fuimos al sendero —susurró Emily. —Y hablamos. Su madre bajó la vista. —No tengo una buena sensación sobre chicas… así. Espera. ¿Qué? Emily miró fijamente a su madre. Ella… ¿sabía? ¿Pero cómo? Su madre ni siquiera había conocido a Maya. A menos que pudiera mirarla y simplemente ¿saber? —Pero Maya es realmente agradable —se las arregló Emily para decir. —Olvidé decirte, pero dijo que tus brownies eran geniales. Dijo que gracias. Su madre frunció los labios. —Fui para allá. Trataba de ser amable. Pero esto… esto es demasiado. Ella no es una buena influencia para ti. —Yo no… —Por favor, Emily —la interrumpió su madre. Las palabras de Emily se atascaron en su garganta. Su mamá suspiró. —Hay demasiadas diferencias culturales con… ella… y simplemente no entiendo qué tienen tú y Maya en común, de todos modos. Y… ¿Quién sabe sobre su familia? ¿Quién sabe en qué pueden estar metidos?

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—Espera. ¿Qué? —Emily miró fijamente a su madre. ¿La familia de Maya? Por lo que Emily sabía, el padre de Maya era un ingeniero civil y su mamá trabajaba de enfermera. Su hermano estaba en último año en Rosewood y era un prodigio del tenis; estaban construyendo una cancha de tenis para él en el patio trasero. ¿Qué tenía que ver su familia con nada? —Simplemente no confío en esas personas —dijo su madre. —Sé que suena realmente de mente cerrada, pero no lo soy. La mente de Emily se detuvo en seco. Su familia. Diferencias culturales. ¿Esas personas? Revisó todo lo que su madre acababa de decir. Oh. Mi. Dios. La Sra. Fields no estaba molesta porque pensaba que Maya era gay. Estaba molesta porque Maya –y el resto de su familia- eran negros.

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Capítulo 19 Sabroso caliente*

V

iernes por la noche, Spencer yacía en su cama con dosel de arce en la mitad de su nueva habitación en el granero con Icy Hot* untado en su espalda, mirando al hermoso techo de vigas. Uno nunca se imaginaría que hace cincuenta años, las vacas habían dormido en este establo. La habitación era enorme, con cuatro gigantescas ventanas y un pequeño patio. Después de la cena la noche anterior, había movido todas sus cajas y muebles allí. Había organizado todos sus libros y CDs de acuerdo al autor y artista, incluso hasta el sonido envolvente de su TiVo* de acuerdo a sus preferencias, incluyendo sus programas favoritos de lo nuevo de BBC* Latina. Había sido perfecto. Excepto, por supuesto, por su palpitante espalda. Le dolía el cuerpo como si hubiera practicado salto Bunge sin cordón de seguridad. Ian la había hecho correr tres millas, en una carrera de velocidad, seguida de una práctica de ejercicios. Todas las chicas habían estado hablando acerca de lo que llevaban a la fiesta de Noel de esta noche, pero después de la infernal la práctica, Spencer era tan feliz de quedarse en casa con algunas tareas de cálculo, sobre todo porque ahora su casa era su pequeño propio establo. Spencer tomó la jarra de Icy Hot y se dio cuenta que estaba vacío. Se incorporó lentamente, y puso su mano sobre su espalda como una anciana. Sólo tenía que conseguir un poco más de la casa principal. Spencer amaba que ahora podría llamar la casa principal. Se sentía terriblemente crecida. Al cruzar su largo y ondulado césped, dejó que su mente volviera a uno de sus temas favoritos du tour*, Andrew Campbell. Sí, fue un alivio que A era Andrew y no Ali, y sí, ella se sintió un mil millones de veces mejor y un trillón de veces menos paranoica desde ayer, pero aún así, ¡qué, entrometido, horrible espía!

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¿Cómo se atreve a hacer tal cosa? ¡Chismosear preguntas impertinentes en la sala de lectura y escribirle un escalofriante e-mail! Y todo el mundo pensaba que era tan dulce e inocente, con su perfecta corbata anudada y su piel luminosa, que es probablemente el tipo que la trae a la escuela y la lava después de la clase de gimnasia. Cerrando la puerta del baño de arriba, se encontró con el tarro de Icy Hot en el armario, se bajó el Puma Nuala* calientes pantalones, se volvió para mirarse en el espejo, y empezó a frotarse el bálsamo en todo la espalda y los isquiotibiales* al instante, el apestoso olor de menta del Icy Hot flotaba alrededor de la sala, y ella cerró los ojos. La puerta se abrió. Spencer trató de tirar de sus pantalones arriba lo más rápido que pudo. —Oh mi Dios, —dijo Wren, los ojos muy abiertos. —Yo… mierda. Lo siento. —Está bien, —dijo Spencer, revolviendo para atarle la cintura. —Todavía estoy confundido acerca de esta casa… —Wren llevaba sus batas azules hospital, que consistía en un cuello en V drapeado en la cintura los pantalones pata ancha y corbata-top. Parecía todo listo para la cama. —Pensé que esto era nuestro dormitorio. —Pasa todo el tiempo, —dijo Spencer, incluso aunque obviamente no sucedía. Wren se detuvo en el umbral. Spencer lo sintió mirándola y rápidamente bajó la mirada para asegurarse de que sus tetas no estuvieran fuera y no hubiera una mancha de Icy Hot en su cuello. —Así que, eh, ¿cómo está el granero? —Preguntó Wren. Spencer sonrió, y luego tímidamente se cubrió la boca. El año pasado, había blanqueado sus dientes en el dentista y había venido quedado un poco demasiado blancos. Ella había tenido que agregarles color mate con toneladas de café.

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—Increíble. ¿Cómo está la antigua habitación de mi hermana? —Um. Es bastante… rosa. —Sí. Todas esas cortinas de volantes —añadió Spencer. —He encontrado un CD inquietante, también. —¿Ah, sí? ¿Qué? —Fantasma de la Opera. —Él hizo una mueca. —¿Pero no estás en obras de teatro? —Spencer dejó escapar. —Bueno, Shakespeare y cosas así. —Wren levantó una ceja. —¿Cómo lo sabes? Spencer palideció. Puede sonar raro si le contaba a Wren que lo había buscada en Google. Ella se encogió de hombros y se recostó en el mostrador. Un dolor súbito explotó a través de su baja espalda, y ella dio un respingo. Wren vaciló. —¿Qué te pasa? —Um, tú sabes. —Spencer se apoyó en el fregadero. —Campo de hockey de nuevo. —¿Qué has hecho esta vez? —Algo tirado. ¿Viste el Icy Hot? —sosteniendo la toalla en una mano, cogió la jarra, cogió un poco en su palma, y deslizó la mano por debajo de sus pantalones y se lo frotó en su tendón de la corva. Ella gimió levemente, y esperaba que fuera un sexy gemido. Bien, por lo que su demanda era poco dramática. —¿Necesitas ayuda? Spencer vaciló. Pero Wren se veía tan afectado. Y era insoportable, bueno, doloroso, de todas formas, torcer la espalda de esa manera, aunque ella lo hacía a propósito.

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—Si no te importa —dijo ella en voz baja. —Gracias. Spencer dio un codazo a la puerta cerrándola un poco más con su pie. Ella untó el Icy Hot de su mano en la de él. Las largas manos de Wren se sentían sexy con bálsamo. Ella atrapó la vista de sus figuras y se estremeció. Ellos parecían increíblemente juntos. —¿Y dónde está el daño? —Preguntó Wren. Spencer señaló. El músculo estaba justo debajo de su trasero. —Espera, —murmuró. Ella cogió una toalla la envolvió a su alrededor, y luego se bajó sus pantalones debajo de la toalla. Hizo un gesto a donde le dolía, lo que indicaba que Wren tenía que llegar por debajo de la toalla. —Pero, bueno, trata de no acercarte demasiado a la toalla, —dijo— le rogué a mi mamá por estos programas especiales de Francia años atrás, y el Icy Hot los arruinaría. No puedes contraer el olor en la ropa. Oyó a Wren sofocar una carcajada y se puso tensa. Si se hubiera puesto más tensa y Melissa… Wren peinó hacia atrás su cabello con su mano libre de bálsamo y se arrodilló, poniendo el Icy Hot en su piel. Él puso sus manos debajo de la toalla y empezó a frotar lento, en círculos suaves a través de sus músculos. Spencer se relajó y luego se apoyó en él un poco. Se puso de pie, pero no se alejó de ella. Sintió su aliento en su hombro, y luego en su oreja. Su piel se sentía radiante y ardiente. —¿Se siente mejor? —Wren murmuró. —Se siente increíble. —Ella pudo haberlo dicho en su cabeza, no estaba segura. Debo hacerlo, Spencer pensó. Debo besarlo. Él apretó las manos con más firmeza en la espalda, las uñas excavaron un poco dentro. Su pecho revoloteaba. En la sala, sonó el teléfono.

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—¿Wren, querido? —La madre de Spencer llamó desde abajo. —¿Estás arriba? Melissa está en el teléfono para ti. Él saltó hacia atrás. Spencer se sacudido hacia adelante y tiró la toalla a su alrededor. Él rápidamente limpió el Icy Hot fuera de su mano sobre otra toalla. Spencer estaba demasiado aterrorizada para hablar. —Um, —él murmuró. Ella apartó la mirada. —Debes… —Sí. Empujó la puerta abriéndola. —Espero que haya funcionado. —Sí, gracias —murmuró ella, cerrando la puerta detrás de él. Luego se colgó sobre el lavabo y se quedó mirando su reflejo. Algo brilló en el espejo, y por un segundo, ella creyó que alguien estaba en la ducha. Pero era sólo el aleteo de la cortina de ducha, impulsada por una brisa de la apertura de la ventana. Spencer se volvió hacia el fregadero. Habían derramado algunas gotas de Icy Hot sobre el mostrador. Era blanca y pegajosa, una especie de crema de vainilla. Con su dedo, Spencer enunció el nombre de Wren. Luego dibujó un corazón a su alrededor. Spencer consideró salir de ahí. Pero cuando se dio cuenta Wren estaba en el pasillo y dijo, —Hey, amor. Te extrañé, —ella frunció el seño y se lo frotó con la palma de su mano. -----------------------------------------------------------------------------Nota de la traductora *Sabroso es –sp- mas-icy- y caliente es —hot—. Icy Hot utiliza Spencer en el capítulo. *Alivio para las molestias provocadas por el dolor artrítico, muscular, de espalda, torceduras y desgarres. *TiVo es una tecnología que permite grabar el contenido de la televisión. *Corporación Británica de Radiodifusión. *En francés —del día—. *Marca de ropa. *Músculo de la parte interna.

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Capítulo 20 Todo lo que Emily necesita es un sable laser y un casco negro

j

E

staba oscureciendo cuando Emily se deslizó en el Jeep Cherokee de color verde de Ben. —Gracias por convencer a mis padres de que mi castigo empiece mañana.

—No hay problema, —respondió Ben. Él no le dio un beso de saludo. Y estaba escuchando Fall Out Boy, que sabía que Emily odiaba. —Están un poco enojados conmigo. —Escuché.—Mantuvo sus ojos sobre la carretera. Que interesante que Ben no preguntara por qué. Quizás ya lo sabía. Curiosamente, el padre de Emily había entrado en su cuarto más temprano y había dicho, —Ben va a venir a recogerte en veinte minutos. Estate lista.—Bien. Okay. Emily había pensado que iba a ser dejada de por vida por renunciar a los Dioses de natación, pero tenía la sensación de que ellos realmente querían que saliera con Ben. Quizás él le hablaría para hacerla entrar en razón. Emily dio un suspiro. —Siento lo de la práctica de ayer. Ando bajo un poco de estrés. Ben finalmente bajó el volumen. —Está todo bien. Estás confundida. Emily acabó lamiendo sus labios ChapStick. ¿Confundida? ¿Sobre qué?

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—Te perdono por esta vez, —agregó Ben. Alcanzó su mano y se la apretó. Emily se erizó. ¿Esta vez? ¿Y él no debería decir que lo lamentaba también? Él había después de todo, irrumpido en el vestuario como un niñito. Entraron por las puertas abiertas de hierro forjado de Kahns. La propiedad se encontraba apartada de la carretera, por lo que el camino era una media milla de largo y rodeado de pinos largos y gruesos. Incluso el aire olía a limpio. La casa de ladrillo rojo estaba emplazada detrás de enormes columnas dóricas. Había un pórtico con una pequeña estatua de un caballo en la parte superior y un maravilloso patio solar acristalado al lado. Emily contó catorce ventanas en el segundo piso, de un extremo al otro. Pero la casa no le interesaba. Iban al campo. La propiedad estaba delimitada por altos y británicos setos verdes, y un muro de piedra que se prolongaba por acres. La mitad albergaba la granja de caballos Kahn; del otro lado había un enorme césped y un estanque para patos. Rodeando el patio entero había un espeso bosque. Mientras Ben aparcaba el coche en un estacionamiento improvisado de hierba, Emily salió, escuchando a The Killers sonando del patio trasero. Caras familiares de Rosewood salían de sus Jeeps, Escalades, y Saabs. Un grupo de chicas inmaculadamente confeccionadas sacaron paquetes de cigarrillos de sus pequeños bolsos acolchados con eslabones de cadenas y los encendieron, hablando por sus diminutos teléfonos celulares. Emily bajó su mirada a sus desgastadas Converse All-Stars azul y tocó su desastrosa coleta. Ben la alcanzó y acortaron los setos y atravesaron un tramo aislado de árboles y entraron a la zona de la fiesta. Había un montón de chicos que Emily no conocía, pero eso era porque los Kahns invitaron a muchos chicos de otras escuelas privadas, además de Rosewood. Había un barril y una mesa de bebidas en los arbustos, y habían creado una pista de baile de madera, luces portátiles, y tiendas de campaña en el centro del campo. Del otro lado del campo, cerca del bosque, había una cabina de fotos escolares antiguas iluminadas con luces navideñas. Los Kahns lo arrastraban de su sótano para esta fiesta cada año.

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Noel los saludó. Llevaba una remera gris que decía DOBLADA POR LA COMIDA, unos jeans azules rasgados y sin zapatos o calcetines. —Que pasa.—Él le dio a ambos una cerveza. —Gracias, hombre.—Ben tomó su vaso y empezó a beber. La cerveza ámbar se deslizó torpemente por su barbilla. —Buena fiesta. Alguien golpeó a Emily en el hombro. Se dio la vuelta. Era Aria Montgomery, usando una apretada y descolorida remera roja de la Universidad de Iceland, una mini de vaquero desgastada, y botas rojas de cowboy John Fluevog. Su pelo negro estaba estirado en una coleta alta. —Wow, hola,—dijo Emily. Ella había escuchado que Aria estaba de vuelta pero aún no la había visto. —¿Cómo estuvo Europa? —Increíble.—sonrió Aria. Las chicas se miraron por unos segundos. Emily se detuvo, queriendo decirle a Aria que estaba contenta de que ella se deshizo de falso arete para la nariz y los mechones de pelo rosado, pero sería raro hacer una referencia a su vieja amistad. Tomó un trago a su cerveza y fingió estar fascinada con los bordes del vaso. Aria se removió nerviosamente. —Escucha, estoy feliz de que estés aquí. Estaba esperando hablar contigo. —¿Si?—Emily se encontró con sus ojos y miró atrás. —Bueno...a ti o Spencer. —¿En serio?—Emily sintió su pecho más apretado. ¿Spencer? —Así que, prométeme que no pensarás que estoy loca. He estado lejos por mucho tiempo, y…— Aria arrugó su cara de una manera que Emily recordaba bien. Significaba que ella estaba eligiendo sus palabras cuidadosamente. —¿Y que?—Emily enarcó las cejas esperando. Quizás Aria quería a todos sus viejos amigos para tener una reunión – por supuesto, estando lejos, ella no sabría hasta que punto habían crecido ellas. ¿Qué tan incómodo sería eso?

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—Bueno…—Aria miró alrededor con cautela. —¿Hubo mas noticias sobre la desaparición de Ali mientras estuve lejos? Emily se agitó bruscamente, escuchar el nombre de Ali salir de la boca de su vieja amiga. —¿Su desaparición? ¿Qué quieres decir? —Como, ¿descubrieron quién se la llevó? ¿Alguna vez volverá? —Um...no...—Emily masticó la uña de su pulgar incomoda. Aria se inclinó hacia Emily. —¿Crees que esté muerta? Los ojos de Emily se abrieron. —Yo…no lo sé. ¿Por qué? Aria apretó la boca. Parecía sumida en sus pensamientos. —¿De qué se trata esto?—preguntó Emily, su corazón latiendo. —Nada. Entonces los ojos de Aria se enfocaron en alguien detrás suyo. Apretó la boca cerrada. —Hey,—dijo una voz grave detrás de Emily. Emily se giró. Maya. —Hey,—ella respondió, casi tirando su vaso. —Yo…no sabía que ibas a venir. —Yo tampoco,—dijo Maya. —Pero mi hermano quería. Él está aquí en algún lado. Emily se giró para presentar a Aria, pero ella se había ido. —¿Entonces esta es Maya?—Ben reapareció al lado de ellas. —¿La chica que llevó a Emily al lado oscuro? —¿Lado oscuro?—Emily graznó. —¿Qué lado oscuro?

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—Dejar natación,—respondió Ben. Él se giró a Maya. —Sabes que ella lo ha abandonado, ¿no? —¿Si?—Maya se giró a Emily y sonrió emocionada. Emily le lanzó a Ben una mirada. —Maya no tiene nada que ver con eso. Y no tenemos que hablar de eso ahora. Ben dio otro enorme trago a su cerveza. —¿Por qué no? ¿No es tu gran noticia? —No se... —Como sea—, llevó su pesada mano a su hombro un poco brusco—. Voy por otra cerveza. ¿Quieres otra? Emily asintió, a pesar de que sólo bebía una cerveza en las fiestas, máximo. Ben no le preguntó a Maya si quería una bebida. Mientras él se alejaba, notó sus vaqueros caídos. Puaj. Maya tomó la mano de Emily y la apretó. —¿Cómo se siente? Emily miró sus manos entrelazadas, se sonrojó, pero siguió sosteniéndola. — Bien.—O asustada. O, en algunos momentos, como una mala película. —Confuso, pero bien. —Tengo algo con lo que celebrar, —susurró Maya. Alcanzó su mochila Manhattan Portage y le mostró a Emily un extremo de una botella de Jack Daniel—. La robé de la mesa de licor. ¿Vas a ayudarme a matarla? Emily miró a Maya. Su pelo estaba desparramado sobre su cara, y llevaba una sencilla camiseta sin mangas y una falda de la armada cargo verde. Ella parecía efervescente y divertida – mucho más divertida que Ben en sus jeans de trasero holgado. —¿Por qué no?—respondió, y siguió a Maya al bosque.

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Capítulo 21 j

Chicas calientes— ¡Son igual a nosotras!

H

anna tomó otro trago de vodka de limón y encendió otro cigarro. Ella no había visto a Sean desde que habían estacionado su carro en césped de Kahns hace dos horas, y incluso Mona se había desaparecido. Ahora ella estaba atascada hablando con el mejor amigo de Noel, James Freed, Zelda Milings —una hermosa chica rubia que solo utilizaba ropas y zapatos hechas de cáñamo— y un montón de chicas chillonas elitistas de Doringbell Friends, la ultima escuela cuáquera de moda en el próximo pueblo. Las chicas habían venido a la fiesta de Noel el año pasado y a pesar de que Hanna se las había pasado con ellos en ese entonces, no podía recordar ninguno de sus nombres. James apagó el Marlboro con el talón de sus Adidas y bebió un trago de cerveza. — Oí que el hermano de Noel tiene una tonelada de marihuana. —¿Eric? —preguntó Zelda. —¿Dónde está él? —En la cabina de fotos —James respondió. De repente, Sean se precipitó a través de los pinos. Hanna se levantó, se ajustó el vestido de deslizamiento BCBG esperando adelgazarlo, y ató las cintas de sus sandalias nuevas de color azul pálido Christian Louboutin dándole vueltas alrededor de sus tobillos. Mientras corría para alcanzarlo, su talón se hundió en la hierba húmeda de rocío. Ella agitaba sus brazos, dejó caer su copa, y de pronto ella estaba sobre su trasero. —¡Y ella está abajo!— James gritó borracho. Todas las chicas Doringbell se rieron.

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Hanna rápidamente se levantó, apretó su palma con su mano para mantenerse y no llorar. Esta era la fiesta más grande del año, pero se sentía muy lejos de su juego: Su vestido ceñido se caía alrededor de sus caderas, no había sido capaz de obtener una sonrisa de Sean durante el paseo en coche hasta aquí —a pesar del hecho de que él había sacado el BMW 760i de su padre para pasar la noche— y ella estaba en su tercera limonada vodka abundantes en calorías y eran sólo las nueve y media. Sean extendió su mano para ayudarla. —¿Estás bien? Hanna vaciló. Sean estaba vestido con una simple camiseta blanca que acentuaba su fuerte pecho por el fútbol y el estómago plano de buenos genes, pantalones vaqueros azul oscuro Paper Denim que hacían que su trasero tuviera un aspecto impresionante, y harapientos Pumas negro. Su pelo castaño rubio estaba estilizado desordenadamente, sus ojos castaños miraban con alma extra, y sus labios de color rosa extra besables. Por la última hora, ella había visto a Sean unido con todos los hombres allí, y evitándola con cuidado. —Estoy bien —ella dijo, apretando sus labioS en una manera Hanna que todo el mundo conoce. —¿Qué es lo que pasa? Ella trató de balancearse en sus zapatos. —¿Podemos... ir a algún lugar privado por un rato? ¿Tal vez al bosque? ¿Para hablar? Sean se encogió de hombros. —Bien. Hanna guió a Sean a un camino que los lleva hacia los bosques Manhood, los árboles alargados, con sombras oscuras alrededor de sus cuerpos. La última y única vez que Hanna estuvo allí fue en el séptimo grado, cuando sus amigas tenían una cita secreta con Noel Kahn y James Freed. Ali se besó con Noel, Spencer con James, y ella, Emily y Aria se sentaron en los alrededores y compartieron unos cigarrillos, y miserablemente esperaron a que ellos terminaran. Esta noche, ella se prometió, sería diferente.

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Se sentó en un pequeño claro de césped y empujó a Sean para que se sentara. —¿Te estás divirtiendo? —Le pasó su bebida a Sean. —Sí, está bien. —Sean tomó un pequeño sorbo. —¿Tú? Hanna dudó un segundo. La piel de Sean brillaba bajo la luz de la luna. Su camisa tenía una pequeña mancha de sucio por el cuello. —Supongo. Bien, se acabó el tiempo de charlar. Hanna tomó la bebida de la mano de Sean, tomó su dulce y cuadrada mandíbula y comenzó a besarlo. Allí. De alguna manera apestaba que el mundo estaba como girando, y que en vez de sentir el sabor de la boca a Sean, sólo sentía el sabor de la fuerte limonada de Mike, pero como sea. Después de un minuto de besos, ella sintió que Sean la estaba alejando. Quizás porque estaba apresurando las cosas. Ella se levantó un poco el vestido, exponiendo sus piernas y su pequeña tanga Cosabella color lavanda. El aire del bosque estaba frío. Un mosquito se poso sobre su muslo. —Hanna —dijo Sean gentilmente, tratando de bajar su vestido a su lugar. —Esto no es... —Pero él no fue lo suficientemente rápido, Hanna ya se había sacado el vestido. Los ojos de Sean dieron un recorrido por todo su cuerpo. Sorprendentemente esta era sólo la segunda vez que él la veía en ropa interior —al menos que cuentes la semana que ellos estuvieron en la casa de sus padres en Avalon, Jersey Shore, cuando estaba en bikini. Pero eso era diferente. —Realmente no quieres parar, ¿o si? —Sí —Sean tomó su mano. —Sí quiero. Hanna se volvió a colocar su vestido tan bien como pudo. Ella problamente ya había sido picada por cientos de mosquitos. Sus labios se crisparon. —Pero... No lo entiendo. ¿No me amas? Las palabras se sintieron muy pequeñas y débiles cuando salieron de sus labios.

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Sean se tomó un largo tiempo para responder. Hanna escuchó cerca a otra pareja de la fiesta riendo. —No lo sé —él respondió. —Jesús —dijo Hanna, alejándose de él. El vodka con limón revolvió su estómago. —¿Eres homosexual? —Las palabras le salieron un poco más odiosas de lo que ella quería. —¡No! —Sean sonó herido. —Bueno, ¿entonces qué? ¿No estoy lo suficientemente buena para ti? —¡Claro que no! —dijo Sean, sonando perturbado. Se quedó pensativo un momento. —Tú eres una de las más hermosas chicas que conozco, Hanna. ¿Por qué no sabes eso? —¿De qué estás hablando? —preguntó Hanna, enojada. —Yo sólo... —comenzó a decir Sean. —Sólo pienso que si te respetaras un poco más a ti misma... —¡Yo me respeto lo suficiente! —Hanna le gritó. Y se sentó sobre su trasero y se apoyó en el tronco de un pino. Sean se levantó. Él se veía decepcionado y triste. —Mírate. —Sus ojos viajaron de sus zapatos a su cabeza. —Sólo estoy tratando de ayudarte, Hanna. Me preocupo por ti. Hanna sentía lágrimas asomándose por las esquinas de sus ojos y trató de evitarlas. Ella no lloraría ahora. —Yo me respeto —ella repitió. —Sólo quería... quería... mostrarte cómo me siento. —Sólo estoy tratando de ser selectivo acerca el sexo. —Él no sonó amable, pero no odioso tampoco. Sólo alejado. —Quiero que sea en el momento perfecto y con la persona adecuada. Y al parecer esa persona no vas a ser tú. —Sean suspiró y se alejó de ella. —Lo siento. —Luego se abrió paso por los árboles y después ya se había ido.

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Hanna estaba tan avergonzada y furiosa, que no podía hablar. Se trató de levantar para seguir a Sean, pero su tacón se atascó y ella se cayó de nuevo. Extendió sus brazos y se quedó mirando las estrellas, sosteniendo sus pulgares en sus ojos para no llorar. —Ella parece estar a punto de vomitar. Hanna abrió sus ojos y vio dos chicos estudiantes del primer año —que parecían no haber sido invitados a la fiesta— la observaban como si hubiese sido una chica que crearon en sus computadoras. —Lárguense, pervertidos —dijo mirando mal a los chicos mientras se levantaba. Mirando a través del lugar, pudo ver a Sean corriendo detrás de Mason Byers, con un mazo de críquet. Hanna se olió y se sonrojó para volver de nuevo a la fiesta. ¿Alguien se habría preocupado por ella? Ella pensó en la carta que había recibido ayer. ¡Ni si quiera tu papi te ama lo suficiente! Hanna deseó, de repente, tener el número de teléfono de su papá, su mente volvía al momento en que conoció su papá a Isabel y a Kate con Ali. A pesar de que había sido en febrero, el clima en Annapolis era fresco y cálido, y Hanna, Ali y Kate se sentaron en el pórtico, tratando de broncearse. Ali y Kate se estaban conociendo en cuanto a sus tonos de esmalte de uñas favorito de la marca MAC, pero Hanna no estaba atraída al tema. Se sentía pesada e incómoda. Ella había visto el alivio marcado en la cara de Kate cuando ella y Ali salieron del tren, sorprendidas por lo hermosa que era Ali, y luego alivio cuando posó sus ojos en Hanna. Fue como si Kate hubiese pensado, '¡Bueno, no necesito preocuparme por ella!' Sin darse cuenta, Hanna se había comido un tazón entero de palomitas de maiz de queso que estaba sobre la mesa. Y seis de los profiteroles. Y algunos trocitos de queso que eran para Isabel y su papá. Se aferró a su estómago inchado, le hecho una mirada a los abdómenes planos de Ali y Kate, y se quejó fuertemente, sin querer. —¿La pequeña cerdita no se siente bien? —preguntó el papá de Hanna.

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Hanna se estremeció con el recuerdo y tocó su ahora perfecto abdomen. A —quien quiera que sea A— estaba en lo cierto. Su papá no la amaba lo suficiente. —¡Todos al estanque! —gritó Noel, sacando a Hanna de sus pensamientos. En el lugar, Hanna vio a Sean quitarse la camiseta y correr hacia el estanque. Noel, James, Mason, y algunos de los otros chicos se quitaron sus camisetas, pero a Hanna no le importó. De todas las noches podía ver a los chicos más calientes sin camisa... —Todos son muy guapos —murmuró Felicity McDowell, quien estaba mezclando tequila con soda de uva, justo a su lado. —¿No crees que lo son? —Mmm —respondió. Hanna frunció los labios. ¡Qué se pudra su feliz padre y su perfecta futura hijastra, y que se pudra Sean y su seltividad! Hanna tomo una botella de Ketel One* de la mesa y tomó directamente de la botella. Puso la botella devuelta a su lugar pero al último minuto decidió llevársela con ella al estanque. Sean no se saldría con la suya por rechazarla, insultarla e ignorarla. De ninguna manera. Se detuvo en una pila de ropa que era de Sean. Los pantalones de mezclilla estaban ordenadamente doblados, y él habia metido sus medias blancas dentro de sus pumas. Asegurándose de que nadie la mirase, tomó los pantalones y se alejó lentamente del estanque. ¿Qué dirían los del Club V si lo atrapasen conduciendo en ropa interior? Mientras caminaba hacia los árboles con los pantalones de Sean, algo se cayó y aterrizó en sus pies. Hanna lo tomó y se quedó mirando por un momento, esperando a que dejara de ver todo doble. Las llaves del BMW. —Dulce —ella murmuró, presionando el botón de la alarma con su dedo. Luego lanzó los pantalones al suelo y metió las llaves dentro de su bolso. Era una hermosa noche para un paseo.

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-----------------------------------------------------------------------------Nota de la traductora *Profiteroles: bocadillos dulces. *Ketel One: un tipo de vodka.

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Capítulo 22 c

Los baños de cerveza son buenos para los poros

—C

hequea eso —Maya susurró excitadamente—. ¡Solían haber de estos en mi café favorito cuando estaba en Cali!

Emily y Maya miraban fijamente a la antigua cabina de fotografías en el perímetro de el jardín de Noel y los bosques. Una enorme extensión de cable naranjo impedía su paso hacia la cabina desde la casa de Noel al otro lado del césped. Mientras ellas la admiraban, el hermano mayor de Noel, Eric, y una bastante frívola Mona Vanderwaal cayeron fuera de la cabina, tomaron sus fotos, y se alejaron apresuradamente. Maya miró hacia Emily. —¿Quieres intentarlo? Emily asintió. Antes de que se metieran dentro, rápidamente echó una mirada hacia la fiesta. Algunos chicos estaban agrupados alrededor del barril y muchos otros sostenían sus vasos de plástico rojo en el aire mientras bailaban. Noel y un montón de chicos estaban nadando en el estanque para patos en bóxers. Ben no estaba a la vista. Emily se sentó junto a Maya en el pequeño asiento naranjo de la cabina de fotografías y cerró la cortina. Estaban tan apretadas la una contra la otra, que sus hombros y muslos se tocaban.

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—Toma. —Maya le tendió una botella de Jack Daniel’s y presionó el botón de encendido. Emily tomó un trago, y luego la sostuvo en alto mientras la cámara sacaba la primera fotografía. Luego apretaron sus rostros y dieron enormes sonrisas. Emily puso los ojos en blanco, y Maya infló sus mejillas como un mono en la tercera fotografía. Luego la cámara capturo una de ellas luciendo casi normal, quizás un poco nerviosas. —Vamos a ver como se ven —Emily dijo. Pero mientras se ponía de pie, Maya la tomó por la manga. —¿Podemos quedarnos aquí por un segundo? Es un muy buen lugar para esconderse. —Um, seguro. —Emily se sentó nuevamente. Tragó audiblemente, de forma sin querer. —Entonces, ¿cómo has estado? —Maya preguntó, sacando el cabello de los ojos de Emily. Emily suspiró, tratando de estar cómoda en el estrecho asiento. Confundida. Triste por mis posiblemente racistas padres. Asustada de haber tomado la decisión equivocada sobre natación. Un poco alterada porque estoy sentada tan cerca de ti. —Estoy bien —dijo finalmente. Maya resopló y tomó un trago de whisky.

Emily hizo una pausa. Maya parecía la única persona que de verdad la entendía.

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—Sí, supongo que no —dijo.

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—No creo eso ni por un segundo.

—Bueno, ¿qué es lo que sucede? Pero repentinamente, Emily no quería hablar sobre la natación o Ben o sus padres. Quería hablar sobre… otra cosa totalmente distinta. Algo que se había estado

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despertando lentamente en ella. Quizás el ver a Aria lo había disparado. O quizás finalmente el tener a una verdadera amiga de nuevo había devuelto el sentimiento. Emily pensó que Maya entendería. Tomó un aliento profundo. —Así que, tú sabes de esa chica Alison, ¿la que solía vivir en tu casa? —Sí. —Nosotras éramos muy cercanas y yo, como que, de verdad la amaba. Como, todo sobre ella. Escuchó a Maya respirar fuerte y nerviosamente tomó otro trago de Jack Daniel’s desde la botella. —Éramos mejores amigas —Emily dijo, frotando sus dedos contra el tejido raído azul de la cortina de la cabina fotográfica—. Me preocupaba por ella muchísimo. Así que un día de esos, cuando estaba un poco fuera de la depresión, lo hice. —¿Qué hiciste? —Bueno, Ali y yo estábamos en la casa del árbol en su patio trasero, íbamos mucho ahí para hablar. Estábamos sentadas ahí, hablando sobre este chico que le gustaba, uno un poco más viejo cuyo nombre no diría, y yo sentí como que no podía aguantarlo más. Así que me incliné… y la besé.

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—Ella no estaba interesada en eso, sin embargo. Incluso fue algo distante cuando dijo, como, —Bueno, ¡ahora sé porque te quedabas tan quieta cuando nos estábamos cambiando en el gimnasio!

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Maya hizo un pequeño sonido de estar olfateando.

—Dios —Maya dijo. Emily tomó otro sorbo de whisky y se sintió mareada. Nunca había bebido tanto. Y aquí estaba uno de sus más grandes secretos, colgando al aire como la ropa interior de la abuela en un tendedero.

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—Ali dijo que no pensaba que las mejores amigas debieran besarse —continuó—. Así que traté de disimularlo como una broma. Pero cuando fui a casa, me di cuenta de cómo me sentía de verdad. Así que le escribí esta carta, diciéndole que la amaba. No creo que lo haya entendido, sin embargo. Si lo hizo, nunca dijo nada. Una lágrima cayó en la rodilla desnuda de Emily. Maya lo notó, y la secó con su dedo. —Todavía pienso mucho en ella. —Emily suspiró—. Como que había empujado ese recuerdo hacía el fondo, diciéndome que sólo era porque era mi mejor amiga pero no, ya sabes…algo más… pero no lo sé. Se sentaron ahí por unos pocos minutos. Los sonidos de la fiesta se filtraban dentro. Cada pocos segundos, Emily escuchaba el áspero chispazo del Zippo de alguien encendiendo un cigarrillo. Ella no estaba tan sorprendida de lo que recién había dicho sobre Ali. Era atemorizante, por supuesto, pero era la verdad. De una forma, se sentía bien haberlo resuelto finalmente. —Ya que estamos compartiendo —Maya dijo quedamente—. Tengo algo que decirte también. Ella giró su antebrazo para mostrarle a Emily la blanca y elevada cicatriz en su muñeca. —Puede que hayas visto esto. —Sí —Emily susurró, mirándola con los ojos entrecerrados en la pálida penumbra de la cabina. —Es de una de las ocasiones en la que me corte con una hoja de afeitar. No sabía que iba a llegar tan profundo. Había mucha sangre. Mis padres me llevaron a emergencias. —¿Te cortaste a propósito? —Emily susurró. —Um… sí. Quiero decir, yo no lo hago en verdad. Trato de no hacerlo.

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—¿Por qué lo haces? —No lo sé —Maya dijo—. A veces sólo… siento que lo necesito. Puedes tocarla, si quieres. Emily lo hizo. Era en relieve y suave, no como piel real para nada. Tocarla se sintió como la cosa más intima que Emily había hecho alguna vez. Ella se estiró para abrazar a Maya. El cuerpo de Maya convulsionó. Enterró su cabeza en el cuello de Emily. Como antes, olía a bananas artificiales. Emily se presionó a sí misma contra el pequeño pecho de Maya. ¿Cómo era cortarte a ti mismo de esa forma, verte sangrar así? Emily tenía su pequeña carga de equipaje, pero incluso en el despertar de sus más horribles recuerdos—como cuando Ali la rechazó, o La Cosa de Jenna—ella se había sentido culpable, horrible y extraña, pero nunca había querido dañarse a sí misma. Maya elevó su cabeza y encontró los ojos de Emily. Luego sonrió un poco triste, y besó los labios de Emily. Emily pestañeó, sorprendida. —A veces las mejores amigas si se besan —Maya dijo—. ¿Ves? Ellas se apartaron, la nariz de una prácticamente tocando la otra. Fuera, los grillos resonaban furiosamente. Luego Maya se acercó a ella. Emily se fundió en sus labios. Sus bocas estaban abiertas y sintió la lengua suave de Maya. El pecho de Emily se apretó emocionado mientras pasaba sus manos por el tosco cabello de Maya, luego hacia sus hombros y finalmente a su espalda. Maya metió sus manos bajo el polo de Emily y presionó sus dedos contra el estómago de ella. Emily inconscientemente dio un respingo pero luego se relajó. Se sentía un millón de veces diferente a ser besada por Ben. Las manos de Maya viajaron hacia arriba por su cuerpo hacia su sostén. Emily cerró sus ojos. La boca de Maya sabia delicioso, como a Jack Daniel’s y regaliz. Después, Maya besó el pecho de Emily, sus hombros. Emily inclinó su cabeza hacia atrás. Alguien había pintado una luna y un montón de estrellas en el cielo de la cabina fotográfica.

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Repentinamente, la cortina comenzó a abrirse. Emily saltó, pero era muy tarde, alguien había lanzado la cortina hacia atrás completamente. Luego Emily vio quién era. —Oh Dios mío —farfulló. —Mierda —Maya hizo eco. La botella de Jack Daniel’s salpicó el piso. Ben sostenía dos vasos de cerveza, uno en cada mano. —Bien. Esto explica las cosas. —Ben… yo… —Emily dijo, saliendo de la cabina, golpeándose la cabeza con la puerta. —No te levantes por mí —Ben dijo en un tono de voz horrible, burlesco y aun así enojado que Emily nunca le había escuchado antes. —No… —Emily chilló—. Tú no entiendes. —Salió de la cabina completamente. También lo hizo Maya. Por el rabillo del ojo, Emily notó que Maya tomaba su montón de fotos y las metía en su bolsillo. —Ni siquiera hables —Ben escupió. Luego se giró y le lanzó uno de los vasos de cerveza. Salpicó tibiamente sobre las piernas, zapatos y los pantalones cortos de Emily. El vaso golpeteó contra los arbustos. —¡Ben! —Emily gritó. Ben dudo, y luego lanzó la otra más directamente hacia Maya. Salpicó su rostro y cabello. Maya gritó. —¡Detente! —Emily jadeó. —Ustedes malditas lesbianas —Ben dijo. Ella escuchó las lágrimas aflorando en la voz de él. Luego él se giró y corrió zigzagueante hacia la oscuridad.

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Capítulo 23 La Aria islandesa obtiene lo que quiere

- ¡F

inlandia! ¡He estado buscándote por todas partes!

Eso fue una hora después, y Aria estaba saliendo de la cabina de fotos. Noel Kahn se paró frente a ella, desnudo excepto por sus bóxers Calvin Klein, que estaban mojados y ceñidos. Estaba sosteniendo un vaso plástico amarillo de cerveza y su tira de fotos recién creadas. Noel sacudió su cabello un poco, y el agua cayó sobre la minifalda APC de ella. —¿Por qué estás tan mojado? —preguntó Aria —Estábamos jugando water polo. Aria miró hacia el estanque. Los chicos estaban golpeándose entre ellos en las cabezas con unos divertidos tallarines rosados. En los bancos, las chicas en casi idénticos mini-vestidos Alberta Ferrari estaban apiñadas juntas, chismorreando. Junto a las esquinas, no tan lejos de ellos, vio a su hermano, Mike. Estaba con una chica pequeña con una micro-mini a cuadros y tacones de plataforma. Noel siguió su mirada. —Esa es una de esas chicas de la escuela Quaker — murmuró. —Esas chicas son excéntricas. Mike levantó la vista y vio a Aria y a Noel juntos. Él dio un asentimiento a Aria de aprobación. Noel tocó la tira de fotos de Aria con el pulgar. —Estas son magníficas.

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Aria las miró. Aburrida de su cráneo, había estado tomando fotos de ella misma en la cabina por veinte minutos. En esa ronda, ella había hecho expresiones apasionadas y de gatita sexual. Suspiró. Ella había venido aquí pensando que Ezra, celoso y lujurioso, iría y se la llevaría. Pero, duh, él era un profesor, y un profesor no iría a una fiesta de estudiantes. —¡Noel! —James Freed lo llamó a través del campo. —¡Keg se ha aprovechado! —Mierda —dijo Noel. Le dio a Aria un húmedo beso en la mejilla. —Esta cerveza es para ti. No te vayas. —Uh-huh —dijo Aria graciosamente, mirándolo irse corriendo, sus bóxers levemente deslizándose hasta revelar su trasero pálido y definido-por-correr. —De verdad le gustas, ya sabes. Aria se giró. Mona Vanderwaal sentada en el césped a unos cuantos pies. Su cabello rubio estaba en espirales alrededor de su rostro y sus gafas de sol con montura dorada se habían deslizado de su nariz. El hermano mayor de Noel, Eric, tenía su cabeza en el regazo de ella. Mona parpadeó lentamente. —Noel es genial. Sería un buen amigo. Eric estalló en risas. —¿Qué? —Mona se inclinó sobre él. —¿Qué es tan gracioso? —Está muy borracha —dijo Eric a Aria. Mientras Aria estrujaba su cerebro para decir algo, su Treo vibró. Lo tomó de su bolso y miró el número. Ezra. ¡Oh Dios mío, Oh Dios mío! —Um, ¿hola? —contestó tranquilamente. —Hey. Um ¿Aria? —¡Oh, hey! ¿Qué pasa? —trató de sonar lo más controlada y fresca como fuera posible.

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—Estoy en casa, tomando una Scotch, pensando en ti. Aria se detuvo, cerró los ojos, y un ardor pasó a través de ella. —¿De verdad? —Sip. ¿Estás en la gran fiesta? —Uh-huh —¿Estás aburrida? Ella rió. —Un poco. —¿Quieres venir? —Bueno— Ezra empezó a darle instrucciones, pero Aria ya conocía en dónde era. Ella había buscado la dirección en MapQuest y Google Earth, pero no podía exactamente decirle eso. —Genial— dijo. —Te veo pronto. Aria regresó su teléfono a su bolso todo lo calmadamente que pudo, y entonces golpeó las suelas de goma de sus botas al tiempo. ¡¡¡Síííí!!! —Hey, ya sé de dónde te conozco. Aria miró alrededor. El hermano de Noel, Eric, estaba mirándola mientras Mona besaba su cuello. —Eres la amiga de esa chica desaparecida, ¿verdad? Aria lo miró y puso su cabello fuera de sus ojos. —No sé de quién estás hablando —dijo, alejándose. Una gran parte de Rosewood eran fincas cerradas y granjas de caballos remodeladas de cincuenta acres, pero cerca de la universidad había una serie de calles laberínticas de adoquines con casas victorianas cayéndose a pedazos. Las casas en Old Hollis estaban pintadas de colores locos como púrpura, rosado, y usualmente estaban divididas en apartamentos arrendados a estudiantes. La familia de Aria había vivido en una casa de Old Hollis hasta que Aria tenía cinco

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años, que fue cuando su padre obtuvo su primer trabajo enseñando en la Universidad. Mientras Aria conducía lentamente por la calle de Ezra, notó una casa con letras griegas grabadas en el revestimiento. Papel higiénico lanzado a través de sus árboles. Otra casa tenía una medio terminada pintura en un caballete en el patio delantero. Se detuvo en la casa de Ezra. Después de aparcar, subió los escalones de piedra del frente y pulsó el timbre. La puerta se abrió de golpe, y allí estaba él. —Wow —dijo. —Hey —en su boca se extendió una sonrisa ondulante. —Hola —Aria contestó, sonriéndole de vuelta de la misma manera. Ezra rió. —Yo… um, estás aquí. Wow. —Ya dijiste wow —apuntó Aria. Entraron en el vestíbulo. Delante de ella, una chirriante escalera con una muestra diferente de la alfombra en cada escalón que se abría hacia arriba. A la derecha, una puerta estaba entreabierta. —Este apartamento es mío. Aria caminó dentro y notó una bañera de patas en el medio de la sala de Ezra. Ella la señaló —Es demasiado pesada para moverla —dijo Ezra tímidamente. —Así que guardo mis libros en ella. —Genial. —Aria miró alrededor, notando la gigantesca ventana de Ezra, el polvoriento mueble de libros, y un sofá de terciopelo amarillo aplastado. Olía débilmente a macarrones con queso y al menos había una araña de cristal colgando del techo, un extraño mosaico de azulejos cubría la repisa de la chimenea, y leños reales estaban en ella. Esto era mucho más el estilo de Aria que el estanque de patos de millones de dólares y la propiedad de veintisiete habitaciones de los Kahn. —De verdad quiero vivir aquí —dijo Aria. —No puedo parar de pensar en ti —dijo Ezra al mismo tiempo.

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Aria miró sobre su hombro. —¿De verdad? Ezra se acercó detrás de ella y puso su mano sobre su cintura. Aria se inclinó levemente hacia él. Se quedaron allí por un momento, y luego Aria se giró. Miró fijamente su cara afeitada, la protuberancia en el borde de su nariz, las motas verdes en sus ojos. Tocó un lunar en el lóbulo de su oreja y lo sintió estremecerse. —Yo sólo… no podía ignorarte en clase —susurró. —Fue una tortura. Cuando estabas dando ese reporte… —Tocaste mi mano hoy —bromeó Aria. —Estabas mirando mi cuaderno. —Besaste a Noel —contestó Ezra. —Estaba muy celoso. —Entonces eso funcionó —susurró Aria. Ezra suspiró y envolvió sus manos alrededor de ella. Encontró su boca con la de ella y se besaron febrilmente, con sus manos recorriendo la espalda del otro. Retrocedieron por un segundo, sin aliento mirándose a los ojos. —No más hablar sobre clases —dijo Ezra. —Trato hecho. Él la guió dentro de una pequeña habitación que tenía ropa sobre el suelo y un bolso abierto de Lay’ s sobre la mesa de noche. Se sentaron en la cama. El colchón era apenas más grande que un twin, e incluso a pesar de que el edredón era de mezclilla rígida y el colchón tenía migajas de papas fritas en las grietas, Aria nunca había sentido algo tan perfecto en su vida.

Aria estaba aún en la cama, mirando una grieta en el techo. La luz de la calle afuera de la ventana emitía grandes sombras a través de todo, volviendo la desnuda piel de Aria en un extraño tono de rosado. Una leve y fría brisa de la ventana abierta apagó la vela de sándalo al lado de la cama. Escuchó a Ezra abrir el grifo del baño.

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Wow, wow, ¡wow! Se sentía viva. Ella y Ezra casi habían tenido sexo… pero entonces, exactamente al mismo momento, habían acordado que debían esperar. Así que se habían acurrucado uno al lado del otro, desnudos, y empezaron a hablar. Ezra habló sobre una vez cuando tenía seis años y esculpió una ardilla roja en arcilla, solo para que su hermano la aplastara. Cómo solía fumar mucha marihuana después de que sus padres se divorciaran. Sobre la vez que él tuvo que llevar al fox terrier de la familia al veterinario para que ella pudiera dormir. Aria le dijo sobre cómo cuando ella era pequeña, guardaba una lata de sopa de guisantes llamada Pee como mascota y lloró cuando su mamá trató de cocinar a Pee para la cena. Le habló sobre su costumbre furiosa de tejer y le prometió hacerle un suéter. Era fácil hablar con Ezra —tan fácil que ella podía imaginar haciendo eso para siempre. Ellos podrían viajar juntos a lugares lejanos. Brasil sería sorprendente… Podrían dormir en un árbol y comer nada más que plátanos y escribir obras por el resto de sus vidas… Su Treo vibró. Ugh. Probablemente era Noel, preguntando qué le había sucedido. Abrazó una de las almohadas de Ezra cerca a ella —mmm, olía como él— y esperaba a que saliera del baño y que la besara un poco más. Entonces el móvil vibró de nuevo. Y de nuevo y de nuevo. —Jesús —gimió Aria, inclinando su desnudo cuerpo fuera de la cama y sacándolo de su bolso. Siete mensajes de texto. Y la vibración aún se mantenía. Abrió la bandeja de entrada, Aria frunció el ceño. Todos los mensajes tenían el mismo título: ¡CONFERENCIA ESTUDIANTE-PROFESOR! Su estómago se revolvió y abrió el primero. Aria, ¡Eso es como una clase de crédito extra! Te quiere, A.

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P.D. Me pregunto qué pensaría tu mamá si averiguara sobre la pequeña, uh, amiga de estudio de tu papá… ¡y que tú lo sabes! Aria leyó el siguiente mensaje y el siguiente y el siguiente. Todos decían lo mismo. Dejó caer el Treo sobre el suelo. Tenía que sentarse. No. Ella tenía que salir de allí. —¿Ezra? —frenéticamente miró fuera de las ventanas de Ezra. ¿Estaba observándola, en ese mismo momento? ¿Qué quería? ¿Era realmente ella? —Ezra, tengo que irme. Es una emergencia. —¿Qué? —Ezra dijo detrás de la puerta del baño. —¿Te vas? Aria no lo podía creer tampoco. Tiró su camiseta sobre su cabeza. —Te llamaré, ¿vale? Sólo tengo que ir a hacer algo. —Espera. ¿Qué? —preguntó, abriendo la puerta del baño. Aria agarró su bolso y salió disparada por la puerta y cruzó el patio. Tenía que escapar. Ahora.

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Capítulo 24 Hay más que solo zapatos y pantalones vaqueros en el armario de Spencer

fff

E

l límite de x es… —Murmuró para sí misma Spencer. Se apoyó en un codo sobre su cama y miró fijamente el último modelo de su libro de cálculo cubierto solo con una bolsa marrón. La parte inferior de su espalda todavía ardía con Icy Hot.

Consulto su reloj: Era después de medianoche. ¿Estaba loca por estresarse por sus deberes de cálculo el primer viernes por la noche del año escolar? La Spencer del año pasado habría pasado zumbando por el Mercedes de los Kahns, bebido cerveza de barril mala, y tal vez besuquearse con Mason Byers o algún otro chico descuidado y mono. Pero no la Spencer de ahora. Era la estrella, y la estrella que tenía que hacer los deberes. Mañana, la Estrella iba a visitar las tiendas de diseño del hogar con su mamá para adornar adecuadamente su granero. Incluso podría golpear la línea principal de bicis con su papá en el por la tarde, se había enfrascado en la lectura de algunos catálogos de ciclismo con ella durante la cena, preguntándole que forma de Orbea* le gustaba más. Nunca le había pedido su opinión acerca de bicicletas antes. Ladeó su cabeza. ¿Fue eso un pequeño, tentativo golpe en la puerta? Soltando mecánicamente su lápiz, Spencer miró afuera de la gran ventana delantera del granero. La luna estaba plateada y llena, y las ventanas de la casa principal emitían una caliente e intensa luz amarilla. Hubo un golpe de nuevo. Acolcho la pesada puerta de madera y la abrió una rendija. —Hey —susurró Wren. —¿Estoy interrumpiendo?

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—Por supuesto que no. —Spencer abrió la puerta ampliamente. Wren estaba descalzo, con una ajustada camiseta blanca que decía: UNIVERSIDAD DE MEDICINA DE PENNSYLVANIA, y un corto y holgado pantalón caqui. Miró hacia abajo a su camiseta negra de French Connection*, a sus cortos pantalones de chándal con huellas de estrellas gris de Villanova, y a sus piernas desnudas. Su pelo estaba echado hacia atrás en una baja, desarreglada coleta, con mechones colgando alrededor de su cara. Era un aspecto completamente diferente del de todos los días, una camisa abotonada a rayas de Thomas Pink y pantalones vaqueros de Citizens. Ese aspecto decía, soy sofisticada y sexy, este aspecto decía, estoy estudiando. . . pero aun así sexy. Muy bien, tal vez había previsto que esta oportunidad fuera de lugar pasaría. Pero sirve para demostrarte que no deberías solo ponerte tu ropa interior de talle alto y viejo, o la raída camiseta de gatos persas y corazones. —¿Cómo te va? —Preguntó. Una cálida brisa levantó las puntas de su pelo. Un cono de pino se cayó en un árbol cercano con un golpe fuerte. Wren se cernió al umbral de la puerta. —¿No deberías estar fuera de fiesta? Escuché que había una enorme fiesta en el campo en alguna parte. Spencer se encogió de hombros. —No es allí. Wren se encontró con sus ojos. —¿No? La boca de Spencer se sentía algodonosa. —Um. . . ¿dónde está Melissa? —Está durmiendo. Demasiada renovación, supongo. Así que pensé que tal vez me podrías dar un tour por este fabuloso granero que donde no consigo vivir. ¡Ni nunca conseguí verlo! Spencer frunció el ceño. —¿Tienes un regalo de inauguración de la casa? Wren palideció. —Oh yo... —Estoy bromeando. —Abrió la puerta. —Entra al granero de Spencer Hastings. Había pasado parte de la noche soñando despierta con todos los posibles escenarios para estar a solas con Wren, pero nada comparado con tenerlo realmente aquí mismo, a su lado.

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Wren vagó sobre su poster de Thom Yorke y estiró sus manos detrás de su cabeza. —¿Te gusta Radiohead? —Lo amo. La cara de Wren se iluminó. —Los he visto como veinte veces en Londres. Cada espectáculo se vuelve mejor. Alisó el edredón de su cama. —Afortunado. Nunca los he visto en directo. —Tenemos que remediar eso —dijo, apoyándose contra su sofá. —Si vienen a Filadelfia, vamos. Spencer hizo una pausa. —Pero no creo…. — Entonces se detuvo. Estaba a punto de decir que no creo que a Melissa le gusten, pero… quizás Melissa no era invitada. Lo guió hasta el armario del vestíbulo. —Este es mi, um, armario, —dijo, accidentalmente chocando contra la manija de la puerta. —Solía ser una estación de ordeño. —¿Ah, sí? —Sí. Esto es donde los granjeros oprimían los pezones de las vacas o lo que sea. Se rio. —¿No quieres decir las ubres? —Uh, sí. —Spencer se ruborizó. Uy. —No tienes que mirar allí adentro para ser educado. Quiero decir, sé que los armarios no son tan interesantes para los chicos. —Oh no. —Wren sonrió. —He venido hasta aquí, quiero ver absolutamente lo que Spencer Hastings tiene en su armario. —Como quieras. —Spencer dio un golpecito a la luz del armario. El armario olía como a cuero, bolas de naftalina, y Clinique Happy* Había escondido toda su ropa interior, sujetadores, camisones, y la mugrienta ropa de hockey en cestas de

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mimbre separadas, y sus camisas limpias colgadas en filas, ordenadas según el color. Wren se rio entre dientes. —¡Es como estar en una tienda! —Sí —dijo Spencer tímidamente, pasando sus manos contra sus camisas. —Nunca he oído hablar de una ventana en un armario. —Wren señaló a la ventana abierta de la pared del fondo. —Parece divertido. —Era parte del granero original, —explicó Spencer. —¿Te gusta que la gente te estén mirando desnuda? —Hay persianas,— dijo Spencer. —Lastima, —Wren dijo en voz baja. —Parecías tan hermosa en el cuarto de baño... Esperaba que consiguiera verte... así... de nuevo. Cuando Spencer se dio la vuelta, ¿qué acababa de decir? Wren la estaba mirando fijamente. Rozó sus dedos sobre el puño de un par de pantalones Joseph colgados. Deslizó su anillo de corazón Tiffany Elsa Peretti arriba y abajo de su dedo, con miedo de hablar. Wren dio un paso adelante, luego otro, hasta que estuvo justo al lado de ella. Spencer podía ver con la ligera luz las pecas sobre su nariz. La Spencer con buenos modales en un universo paralelo lo habría eludido y mostrado el resto del granero. Pero Wren seguía mirándola fijamente con sus enormes, magníficos ojos marrones. La Spencer, que estaba aquí ahora se frotó sus labios juntos, temerosa de hablar, pero muriéndose por hacer... algo. Así que lo hizo. Cerró sus ojos, se estiró, y lo beso justo en los labios. Wren no vaciló. Le devolvió el beso, y luego se aferró a la parte de atrás de su cuello y la besó más duro. Su boca era suave, y sabia un poquito como a cigarrillos. Spencer se hundió de nuevo en su pared de camisas. Wren la siguió. Algunas se resbalaron de las perchas, pero a Spencer no le importo.

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Se echaron sobre el suave alfombrado del suelo. Spencer pateó su listón de campo de hockey fuera del camino. Wren rodó encima de ella, gimiendo levemente. Spencer agarró de un puñado su camiseta puesta con sus manos y tiró de ella sobre su cabeza. Él le quito la suya después y recorrió con su pie sus piernas arriba y abajo. Se dieron la vuelta y ahora Spencer estaba encima de él. Un enorme, aumento abrumador de, bueno, no sabía que, la sobrecogió. Lo que sea que fuera eso, era tan intenso que no se le ocurrió sentirse culpable. Hizo una pausa encima de él, respirando con dificultad. Se estiró y la besó de nuevo, después besó su nariz y su cuello. Entonces se levantó. —Volveré enseguida. —¿Por qué? Señaló con sus ojos a su izquierda, la dirección de su cuarto de baño. Tan pronto como oyó que Wren cerró la puerta, Spencer echó hacia atrás su cabeza sobre el suelo y se quedó mirando aturdidamente a su ropa. Luego se levantó y se examino en el espejo de tres formas. Su pelo se había salido de su coleta y caía en cascada sobre sus hombros. Su piel desnuda parecía luminosa, y su rostro estaba ligeramente sonrojado. Sonrió a las tres Spencer del espejo. Esto. Era. Increíble. Eso fue cuando el reflejo de la pantalla de su ordenador, justo enfrente de su armario, atrapó su atención. Estaba brillando intermitentemente. Se dio la vuelta y entrecerró los ojos. Parecía como si tuviera cientos de mensajes instantáneos, apilados uno encima del otro. Otro mensaje instantáneo apareció de pronto en la pantalla, esta vez escrito con un tipo de letra de 72 puntos. Spencer parpadeó. AAAAAA: Ya te dije que: besar al novio de tu hermana está mal. Spencer se acerco corriendo a la pantalla de su ordenador y leyó el mensaje instantáneo de nuevo. Se volvió y miró hacia el cuarto de baño, una pequeña franja de luz brilló por debajo de la puerta. Definitivamente no era Andrew Campbell.

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Cuando besó a Ian de nuevo en séptimo grado, le dijo a Alison sobre eso, esperando algún consejo. Ali examinó la manicura francesa de las uñas de sus pies durante un buen rato antes de que finalmente dijera: —Sabes, he estado en tu lugar cuando se trata de Melissa. Pero esto es diferente. Creo que deberías decírselo. —¿Decírselo? —Spencer replicó. —De ninguna manera. Me mataría. —¿Qué, crees que Ian va a salir contigo? —Ali dijo malignamente. —No lo sé, —dijo Spencer. —¿Por qué no? Ali bufo. —Si no se lo dices, tal vez yo lo haré. —¡No, no lo harás! —¿Ah, sí? —Si se lo dices a Melissa, —dijo Spencer después de un momento, su corazón latiendo salvajemente, —Le diré a todo el mundo acerca de La Cosa de Jenna. Ali profirió una carcajada. —Eres simplemente tan culpable como yo. Spencer miró fijamente a Ali larga y duramente. —Pero nadie me vio. Se volvió hacia Spencer y le dio una mirada feroz y enojada, más aterradora que cualquier mirada que hubiera dado alguna vez a cualquiera de las chicas antes. — Sabes que tuve cuidado de eso. Luego hubo esa fiesta de pijamas en el granero el último día de séptimo grado. Cuando Ali dijo como de monos eran Ian y Melissa juntos, Spencer se dio cuenta de que Ali realmente podría decírselo. Entonces, curiosamente, una luz, una sensación de libertad la invadió. Déjala, Spencer pensó. De repente no le importaba ya más. E incluso aunque sonaba horrible decirlo ahora, la verdad era que, Spencer quería ser libre de Alí, en ese mismo momento. Ahora Spencer sentía náuseas. Oyó el agua del inodoro. Wren anduvo a zancadas y se quedó de pie en el umbral de la puerta del armario. —Ahora, ¿dónde estábamos? —susurró.

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Pero Spencer todavía tenía sus ojos fijos en la pantalla de su ordenador. Algo en ella, un destello rojo, se acaba de mover. Parecía como... un reflejo. —¿Qué pasa? —Wren preguntó. —Shh, —dijo Spencer. Sus ojos se centraron. Fue un reflejo. Se dio la vuelta. Había alguien fuera de su ventana. —Santa mierda, —dijo Spencer. Mantuvo firme su camiseta contra su pecho desnudo. —¿Qué es? —Wren preguntó. Spencer dio un paso atrás. Su garganta estaba seca. —Oh, —graznó. —Ah —Wren repitió. Melissa estaba de pie afuera de la ventana, su pelo desordenado y como Medusa, su rostro absolutamente inexpresivo. Un cigarrillo se meneaba entre sus pequeños, y generalmente estables dedos. —No sabía que fumabas,— finalmente dijo Spencer. Melissa no respondió. En su lugar, tomó una calada más, tiró la colilla en la hierba húmeda de rocío, y se volvió de nuevo hacia la casa principal. —¿Vienes, Wren?— Melissa llamo fríamente sobre su hombro.

-----------------------------------------------------------------------------Nota de la traductora *Crema para los dolores musculares. *Marca de bicis. *Marca de ropa. *Marca de colonia.

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Capítulo 25 ¡Estudiantes de manejo en estos días!

M

ona se quedó boquiabierta cuando dobló la esquina del césped delantero de Noel. Mierda.

Hanna se asomó a la ventana del BMW del padre de Sean y sonrió a Mona. —¿Tú lo amas? Los ojos de Mona se iluminaron. —Estoy sin palabras. Hanna sonrió agradecida y tomó un trago de la botella de Ketel One que había birlado de la mesa de alcohol. Hace dos minutos, había enviado a Mona una imagen del BMW, con el mensaje, estoy lubricada y al frente. Vamos de paseo. Mona abrió la pesada puerta de servicio y se deslizó en el asiento. Ella se inclinó y miró intensamente la insignia de BMW en el volante. —Es tan hermoso… —Ella trazó los triángulos azules y blancos con su dedo meñique. Hanna sacudió la mano fuera. —¿Te impresiona mucho? Mona levantó la barbilla y valoró el pelo sucio de Hanna, su vestido torcido y la cara llena de lágrimas. —¿Las cosas no van bien con Sean? Hanna miró hacia abajo y atascó la llave de ignición. Mona se trasladó a abrazarla. —Oh Han, lo siento… ¿Qué pasó?

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—Nada. Lo que sea. —Hanna se apartó y se puso sus gafas de sol, lo la que hizo un poco difícil de ver, ¿pero a quién le importaba? Arrncó el coche. Se echó a la acción, todas las luces de tablero de mandos del BMW estaban puestas en marcha. —¡Lindo! —Mona gritó—. ¡Es como las luces en el Club Shampoo! Hanna golpeó el tren de marcha atrás y los neumáticos rodaron por la hierba espesa. Luego tiró la palanca, volteó la rueda, y se fueron. Hanna estaba demasiado excitada para preocuparse por el hecho de que las dos líneas en la carretera se cuadruplicaban en su visión. —Yee Haw, —gritó Mona. Ella bajó la ventanilla para dejar aletear su largo, pelo rubio detrás de ella. Hanna encendió un parlante y giró el dial de la radio Sirius hasta que encontró una estación de radio que tocaba rap retro “Baby got back” Ella subió el volumen y la cabina latía, por supuesto, el coche tenía el dinero que podía comprar los mejores bajos. —Eso está mejor —dijo Mona. —Al Demonio que sí, —Hanna respondió. A medida que navegaba un giro brusco un poco demasiado rápido, algo en el fondo de su mente hizo ping. No vas a ser tú. Ouch. ¡Incluso papá no te ama tanto! Doble ouch. Bueno, a la mierda. Hanna presionó el acelerador y casi sacó el buzón con forma de perro de alguien. —Tenemos que ir a alguna parte y mostrar fuera a esta perra.

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Mona llevó su tacones Miu Miu para arriba en el tablero de instrumentos, manchas briznas de hierba y suciedad se salpicaron. —¿Qué tal Wawa? Estoy muriendo por algunos Tastykake. Hanna se rió y bebió otro trago de Ketel One. —Debe estar súper-cocida al horno. —Yo no sólo estoy en el horno, ¡estoy asada a la parrilla! Se metieron torcidamente en el estacionamiento de Wawa y cantaron: “¡Me gusta los traseros grandes y no puedo mentir!”, —Ya que tropezaron en la tienda. Un par de chicos mandaderos sucios, que estaban sosteniendo tazas de 64 onzas de café y apoyados en sus camiones, se quedaron con la boca abierta. —¿Puedes darme tu sombrero? —Mona preguntó al más flaco de los dos, señalando a su gorra de malla que decía WAWA GRANJAS. Sin decir una palabra, el hombre se la dio. —EW, —Hanna dijo en voz baja—. Esa cosa está llenas de gérmenes! —Pero Mona ya se la había puesto en la cabeza. En la tienda, Mona compró dieciséis Tastykake Krimpets de caramelo, una copia de la revista Us Weekly, y una enorme botella de Tahitian; Hanna compró unos Tootsie Pop por diez centavos. Cuando Mona no estaba mirando, se metió un Snickers y un paquete de M & M's en su bolso. —Puedo oír el coche —dijo Mona soñadora y cuando pagaron. —Está gritando. Era cierto. En su bruma borracha, Hanna había activado la alarma en el llavero. — Vaya. —Ella se rió. Ululando de risa, corrieron hacia el coche y se deslizó en el interior. Se detuvieron en un semáforo en rojo, sus cabezas flotando. El centro comercial del supermercado a su izquierda estaba vacío a excepción de algunos carros de compra sueltos. Los signos de la tienda de neón brillaban ausentes, e incluso el Outback Steakhouse bar estaba muerto.

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—La gente de Rosewood son unos perdedores. —Hanna hizo un gesto a la oscuridad. La carretera era estéril también, así que Hanna dejó escapar un sobresalto, —Eep! —Cuando un coche sigilosamente se enrollaba en el carril junto a ella. Era un plateado, de nariz puntiaguda Porsche con vidrios polarizados y unos faros azules espeluznantes. —Mira eso afuera, —dijo Mona, migajas de Krimpet cayendo de su boca. Mientras miraban, el coche aceleró su motor. —Quiere competir, —Mona dijo en voz baja. —Mentira, —respondió Hanna. Ella no podía ver quien estaba dentro del coche, sólo la punta roja de un brillante cigarrillo. Un sentimiento de inquietud se apoderó de ella. El coche aceleró el motor otra vez con impaciencia, esta vez, y por fin pudo ver un vago contorno del conductor. Él aceleró el motor de nuevo. Hanna levantó una ceja a Mona, con sensación de embriaguez, exagerada, e invencible por completo. —Hazlo —Mona susurró, bajando el ala del sombrero de Wawa. Hanna tragó saliva. El semáforo se puso verde. Cuando Hanna golpeó el gas, el coche en marcha hacia adelante. El Porsche gruñó delante de ella. —¡Maldición, no dejes que te gane! —Mona gritó. Hanna retiró el pie del acelerador y el motor rugió. Ella se detuvo al lado del Porsche. Hacían 80, luego 90, luego 100. Conducir esto se sentía mejor que robar. —¡Patéale el culo! —Mona gritó.

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Latidos cardíacos fuertes, Hanna presionaba el pedal hasta el suelo. Casi no podía oír lo que Mona estaba diciendo sobre el ruido del motor. Al doblar una curva, un ciervo entró en su carril. Salió de la nada. —¡Mierda! —Hanna gritó. El venado estaba mudo todavía. Ella se aferró al volante con fuerza, los frenos, y la derecha se desvió, y el venado saltó fuera del camino. Rápidamente, se arrancó la rueda para arreglar todo eso, pero el coche empezó a patinar. Los neumáticos atrapados en un parche de grava en el lado de la carretera, y de repente, giraban. El coche dio vueltas y vueltas, y luego se dieron contra algo. De repente, hubo una crisis, vidrios fragmentándose y. . . oscuridad. Una décima de segundo más tarde, el único sonido en el coche era el ruido de un fuerte silbido de debajo de la campana. Poco a poco, Hanna sintió su cara. Estaba bien, nada la había golpeado. Y las piernas las podía mover. Se incorporó a través de un grupo de cruzadas, e hinchadas telas—la bolsa de aire. Ella registró la de Mona. Sus largas piernas pateaban violentamente por detrás de su bolsa de aire. Hanna se limpió las lágrimas de las esquinas de sus ojos. —¿Estás bien? —¡Sácame esta cosa de encima! Hanna se bajó del coche y después retiró la de Mona. Se quedaron en el lado de la carretera, respirando con dificultad. Cruzando la calle estaban los temas SEPTA y la oscuridad de la estación de Rosewood. Podían ver a lo lejos por la carretera: No había ni rastro del Porsche, o el venado que habían perdido. Delante de ellos, los semáforos se balanceaban, pasando de amarillo a rojo. —Eso fue algo —dijo Mona, con la voz temblorosa.

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Hanna asintió con la cabeza. —¿Seguro que estás bien? —Miró el coche. El extremo delantero entero se había arrugado en un poste de teléfono. El parachoques colgaba del coche, tocando el suelo. Uno de los faros se había enredado en un ángulo torcido, y el otro brillaba locamente. Vapor mal oliente salía de la campana. —No crees que valla a volar, ¿verdad? —Mona preguntó. Hanna se rió. Esto no debería haber sido divertido, pero lo era. —¿Qué debemos hacer? —Debemos huir, —dijo Mona—. Podemos caminar a casa desde aquí. Hanna se tragó más risas. —Oh, Dios mío. ¡Sean se irá a la mierda! Entonces las chicas se echaron a reír. Hipando, Hanna se dio la vuelta en la carretera vacía y extendió sus brazos. Había algo acerca de estar de pie en medio de una carretera de cuatro carriles vacía. Se sentía que como ella era dueña de Rosewood. Ella también se sentía como si estuviera dando vueltas, pero tal vez eso era porque estaba perdida todavía. Arrojó el llavero junto al coche, golpeó el pavimento duro, y la alarma comenzó a llorar otra vez. Hanna se inclinó rápidamente y golpeó el botón de desactivación. La alarma se detuvo. —¿Tiene que sonar tan fuerte? —Se quejó. —Totalmente. —Mona puso sus gafas de sol de nuevo—. El Padre de Sean realmente debería conseguir arreglar eso.

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Capítulo 26 ¿Me amas? ¿Sí o no?

E

l reloj de pie en el pasillo sonó a las 9 a.m. el sábado por la mañana cuando Emily bajó suavemente las escaleras de la cocina. Nunca se levantaba tan temprano los fines de semana, pero esta mañana, no podía dormir.

Alguien había hecho café, y había unos panecillos pegajosos colocados en un plato con estampado de pollos sobre la mesa. Lucía como si sus padres se hubieran ido a su caminata del sábado que nunca se suspende, llueva-o-haya-sol antes del amanecer. Si hacían sus dos vueltas por el vecindario, Emily podría salir de ahí sin que nadie se diera cuenta. La noche pasada, después de que Ben las descubriera a ella y a Maya en la cabina de fotografía, Emily había huido de la fiesta —sin decirle adiós a Maya. Emily había llamado a Carolyn —quien estaba en Applebee’s— y le pidió que la recogiera, inmediatamente. Carolyn y Topher, su novio, vinieron, sin hacer preguntas, a pesar de que su hermana le dio a Emily —que apestaba a whisky— una severa mirada paternal cuando se subió al asiento trasero. En casa, se había escondido bajo sus frazadas así no tendría que hablar con Carolyn y había caído en un profundo sueño. Pero esta mañana, se sentía peor que nunca. No sabía que pensar sobre lo que había sucedido en la fiesta. Todo era borroso. Quería creer que besarse con Maya había sido un error, y que podría explicarle todo a Ben y estaría bien. Pero Emily seguía regresando a como se sentía todo. Era como si... antes de esa noche, nunca hubiera sido besada antes. Pero no había nada, nada sobre Emily que dijera que era lesbiana. Compraba tratamientos para chicas de aceite caliente para su cabello dañado por el cloro. Tenía un póster del ardiente nadador australiano Ian Thorpe sobre su pared. Se

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reía tontamente con las otras nadadoras sobre los chicos en sus Speedos*. Sólo había besado a otra chica, años atrás, y eso no contaba. Incluso si lo hacía, eso no quería decir nada, ¿cierto? Rompió una Danish* por la mitad y se metió un pedazo en la boca. Su cabeza latía. Quería que las cosas volvieran a ser de la manera en que eran antes. Para tirar una toalla fresca en su bolso de lona y dirigirse hacia la práctica, felizmente haciendo caras de cerdo tonto en la cámara digital de alguien en el autobús de acercamiento. De estar contenta con sí misma y su vida y no ser un yo-yo emocional. Entonces ahí estaba. Maya era increíble y todo, pero sólo estaban confundidas —y tristes, por sus propias razones. Pero no eran homosexuales. ¿Cierto? Necesitaba algo de aire. Afuera estaba desierto. Los pájaros estaban gorjeando ruidosamente, y el perro de alguien seguía ladrando, pero todo estaba quieto. Los periódicos recientemente entregados seguían esperando en los patios delanteros, envueltos en un plástico azul. Su vieja bicicleta de montaña roja Trek estaba apoyada contra el costado del cobertizo. Emily se subió, esperando ser lo suficientemente coordinada para andar en bicicleta después del whisky de la noche pasada. Se fue por la calle, pero la rueda delantera de su bici hizo un sonido de aleteo. Emily se bajó. Había algo atrapado en la rueda. Un pedazo de una hoja de cuaderno fue calado por los radios. La sacó y leyó algunas líneas. Espera. Esta era su propia letra. ...Adoro mirar la parte de atrás de tu cabeza en clases. Adoro cómo comes goma de mascar siempre que hablamos por teléfono, y adoro que cuando zarandeas tus Skechers en clases cuando la Sra. Hat comienza a hablar sobre famosos casos de juicios Americanos, sé que estás totalmente aburrida. Los ojos de Emily recorrieron alrededor de su patio delantero vacío. ¿Era esto lo que pensaba que era? Nerviosamente examinó rápidamente el final, con la boca seca. ...y he pensado mucho sobre por qué te besé el otro día. Me di cuenta de que: No fue una

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broma, Ali. Creo que te amo. Puedo entender si no quieres hablarme otra vez, pero simplemente tenía que decírtelo. – Em. Había algo más escrito en el otro lado del papel. Le dio la vuelta. Pensé que querrías esto de vuelta. Con amor, A. Emily dejó que su bicicleta cayera con un estrépito al piso. Esta era la carta para Ali, la que le había enviado justo después del beso. La que se preguntaba si Ali había tenido alguna vez. Cálmate, se dijo Emily, notando que sus manos estaban temblando. Hay una explicación lógica para esto. Tenía que ser Maya. Vivía en la Antigua habitación de Ali. Emily le había contado a Maya sobre Alison y la carta la noche pasada. ¿Tal vez sólo se la estaba regresando? Pero entonces... Con amor, A. Maya no escribiría eso. Emily no sabía qué hacer o con quién hablar sobre eso. Repentinamente, pensó en Aria. Había sucedido mucho anoche después de que Emily corriera hacia ella, había olvidado su conversación. ¿Qué extrañas preguntas sobre Alison había hecho Aria? Y había algo sobre su expresión la noche pasada. Aria lucía... nerviosa. Emily se sentó sobre la tierra y miró hacia el mensaje de —Pensé que querrías esto de vuelta— otra vez. Si Emily recordaba correctamente, Aria tenía una letra puntiaguda que se parecía un montón a esta. En los últimos días antes de que Ali hubiera desaparecido, ella le había dado un beso sobre la cabeza de Emily, forzando a Emily a seguir con lo que sea que quería hacer. No se le había ocurrido a Emily que tal vez Ali les había contado al resto de sus amigas. Pero quizás... —¿Cariño? Emily saltó. Sus padres estaban de pie ante ella, vestidos con cómodas y prácticas zapatillas de lona, pantalones cortos de cintura alta, y pijas camisetas de golf color pastel. Su padre tenía un banano rojo para las emergencias*, y su madre movía las

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pesas para mano color turquesa hacia delante y hacia atrás. —Hey —graznó Emily. —¿Yendo por un paseo en bicicleta? —preguntó su madre. —Uh-huh. —Se supone que estás castigada. —Su padre se puso sus lentes, como si necesitara ver a Emily para regañarla. —Sólo te dejamos salir anoche porque ibas a ir con Ben. Esperábamos que te hiciera entrar en razón. Pero los paseos en bicicleta están fuera de los límites. —Bueno —graznó Emily, levantándose. Si sólo no tuviera que explicarles las cosas a sus padres. Pero entonces... lo que sea. No lo haría. No ahora. Pasó la pierna por sobre la barra y se sentó en su asiento. —Tengo que ir a una parte —murmuró, pedaleando por su camino de entrada. —Emily, vuelve aquí —gritó bruscamente su padre. Pero Emily, por primera vez en su vida, simplemente siguió pedaleando. -----------------------------------------------------------------------------Nota de la traductora *Speedos: Reconocida marca de trajes de baño y accesorios para nadadores. *Danish: http://www.willisms.com/archives/2006/02/buy_danish.html *Banano rojo para las emergencias:

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Capítulo 27 ¡No me hagas caso, estoy muerta!

A

ria despertó con el timbre de su puerta. Excepto que no era el familiar timbre de su puerta, era “American Idiot” de Green Day. Huh, ¿cuándo sus padres lo habían cambiado?

Tiró hacia atrás su edredón, se deslizó en las flores azules, se calzó sus suecos forrados de piel que había comprado en Amsterdam, y bajó por la escalera de caracol para ver quién era. Cuando abrió la puerta, se quedo sin aliento. Era Alison. Ella era más alta y su cabello rubio había sido cortado en largas capas lacias. Su rostro parecía más glamoroso y angular que como había sido en séptimo grado. —¡Taa-Daa! —Ali sonrió y extendió sus brazos—. ¡Estoy de vuelta! —Santo... —Aria estaba ahogada en sus palabras, parpadeando furiosamente un par de veces—. ¿Do…Dónde has estado? Ali rodó sus ojos. —Mis estúpidos padres —dijo—. ¿Recuerdas a mi tía Camille, la realmente genial, que nació en Francia y se casó con mi tío Jeff, cuando estábamos en séptimo? Fui a visitarla a Miami este verano. Entonces, me gustó tanto que sólo me quede allí. Les conté a mis padres acerca de esto, pero creo que se olvidaron de decirle a todos los demás. Aria se froto los ojos.

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—Así que, espera... ¿Tú has estado en Miami? ¿Estás bien? Ali giró un poco. —Yo estoy más que bien, ¿no? Oye, ¿te gustaron mis mensajes? La sonrisa de Aria se desvaneció. —Um... No, realmente. Ali la miro herida. —¿Por qué no? Ese acerca de tu madre fue muy divertido. Aria la miro fijamente. —Dios que bueno que eres sensible. —Ali entrecerró los ojos—. ¿Vas a hacerme volar de nuevo? —Espera, ¿qué? —Aria balbuceó. Alison le dio a Aria una larga mirada, y una negra sustancia gelatinosa comenzó a gotear de su nariz. —Les dije a los demás, ya sabes. Acerca de tu padre. Yo les dije todo. —Tu… nariz. —Señaló Aria. De repente empezó a salir fuera de los ojos de Ali. Como si estuviera llorando petróleo, empezó a gotear de sus uñas también. —Oh, sólo me estoy pudriendo —Ali sonrió. Aria se irguió en su cama, el sudor empapó la parte posterior de su cuello, el Sol entraba a través de su ventana y ella escuchó “American Idiot” en el estero de su hermano, al lado. Revisó sus manos para ver si había rastro de aquello negro, pero estaban absolutamente limpias. WOW

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—Buenos días, cielo. Aria se tambaleó por la escalera de caracol al ver a su padre, vestido solamente con delgados bóxer y una camiseta sin mangas, leyendo el “Philadelphia Inquirer”. —Hey —murmuró bajo, arrastrándose hacia la maquina de café expresso. Se quedó mirando por mucho tiempo a su pálido padre, al azar los hombros peludos, movía sus pies y hacia ruidos “hmmm” en el papel. —¿Papá? —su voz se quebró ligeramente. —¿Mmmm? Aria se apoyó en la isla tallada de piedra. —¿Pueden los fantasmas enviar mensajes de texto? Su padre levantó la vista, sorprendido y confuso. —¿Qué es un mensaje de texto? Metió la mano en una caja abierta de “Frosted Mini Wheats” y sacó un puñado. —No importa. —¿Estás segura? —preguntó Byron. Se mordió el labio nerviosamente. ¿Qué es lo que quería preguntar? ¿Está un fantasma enviándome mensajes? Pero vamos, lo sabía. De todos modos, no sabía porque el fantasma de Ali volvería a hacerle esto a ella. Era como si quisiera venganza, ¿pero eso era posible? Ali había sido genial el día que descubrieron a su padre en el coche, Aria había huido de vuelta a la esquina y corrió hasta que tuvo que volver a caminar, ella siguió caminando hacia su casa, sin saber que hacer consigo misma. Ali la abrazo por un largo tiempo.

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—No lo diré —le susurró. Pero al día siguiente, las preguntas comenzaron. ¿Tú conoces a esa chica? ¿Es una estudiante? ¿Tu padre se lo diría a tu mamá? ¿Crees que lo está haciendo con muchos estudiantes? Por lo general Aria podría tener la curiosidad de Ali e incluso burlarse del “chico raro” del grupo. Pero esto era diferente. Esto DOLÍA. Así que los últimos días de escuela, antes de su desaparición, Aria evitaba a Alison. Ella no había enviado su mensaje de “estoy aburrida” durante la Clase de Salud o ayudarla a limpiar su casillero. Y ciertamente no había hablado de lo sucedido, estaba loca de que Ali fuera indiscreta como si fuera un chisme de celebridad y no su vida, estaba loca porque Ali sabía. Periodo. Ahora 3 años más tarde, Aria se preguntó quién debía realmente enloquecer con esto. En realidad no era Ali. Era su padre. —Realmente no importa —Aria respondió a su padre, quien había estado esperando pacientemente, bebiendo su café—. Sólo estaba durmiendo. —Ok —respondió Byron incrédulamente. Sonó el timbre. No era la canción de Green Day, era el típico bong bong, su timbre. Su padre levantó la vista. —Me preguntó si es para Mike —dijo—. ¿Sabias que una chica del Quaker School vino aquí a las 8:30 en busca de él? —Ya yo voy —dijo Aria. Ella abrió la puerta de la entrada lentamente, pero era solamente Emily Fields del otro lado, su cabello rubio rojizo desordenado y sus ojos hinchados. —Hey —graznó Emily —Hey —contestó Aria. Emily hinchó sus mejillas con aire, su viejo hábito cuando estaba nerviosa. Se quedó allí por un momento, entonces, dijo.—Debería irme. —Y empezó a girar.

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—Espera —Aria la tomó por el brazo—. ¿Qué? ¿Qué está pasando? Emily se detuvo. —Umm... está bien… pero esto va a sonar extraño. —Está bien. —El corazón de Aria empezó a latir con fuerza. —Yo estaba pensando en lo que decías ayer en la fiesta. Acerca de Ali. Me estaba preguntando... ¿Ali nunca les contó algo sobre mí? —dijo Emily en voz baja. Aria se apartó el cabello de sus ojos. —¿Qué? —dijo Aria en voz baja—. ¿Recientemente? Emily puso los ojos como platos. —¿Qué quieres decir con recientemente? —Yo… —En séptimo grado —interrumpió Emily—. Ella dijo… algo de gustos… ¿algo sobre mí en séptimo grado? ¿Lo estaba diciendo a todo el mundo? Aria parpadeo. En la fiesta de ayer cuando vio a Emily, había querido más que nada decirle acerca de los mensajes de texto. —No —respondió lentamente Aria—. Ella nunca habló a tus espaldas. —Oh —Emily se quedó mirando al suelo—. Pero yo... —comenzó. —Eh estado recibiendo esto… —dijo Aria al mismo tiempo. Entonces, Emiliy miró más allá de ella y sus ojos acabaron por callarse. —La señorita Emily Fields. ¡Hola!

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Aria se volvió. En la sala estaba Byron. Por lo menos traía una bata de baño a rayas. —No te he visto en años —dijo Byron. —Sí —Emily hinchó sus mejillas de nuevo—. ¿Cómo está Sr. Montgomery? Frunció el ceño. —Por favor. Ya tienes edad suficiente para llamarme Byron. —Se rascó la barbilla con el borde superior de la taza de café—. ¿Cómo es tu vida? ¿Buena? —Absolutamente —Emily parecía que estaba a punto de llorar. —¿Necesitas algo de comer? —preguntó Byron—. Te ves con hambre. —Oh no, gracias, yo… yo creo que en realidad no dormí bien. —Ustedes chicas —negó con la cabeza—. ¡Nunca duermen! ¡Siempre le digo a Aria que necesita 11 horas, necesitara todo un banco de sueño, para cuando llegue a la Universidad y tenga todas esas fiestas toda la noche! —Empezó a subir las escaleras del segundo piso. Tan pronto como él se perdió de vista, Aria se volvió de nuevo alrededor. —Es tan… —empezó. Pero, entonces, se dio cuenta de que Emily estaba en medio de su jardín, en camino a su bicicleta—. ¡Hey! —la llamó—. ¿Adónde vas? Emily levantó su bicicleta de la tierra. —No debería haber venido. —¡Espera! ¡Vuelve! Yo… ¡Yo necesito hablar contigo! —Aria gritó. Emily se detuvo y levantó la vista. Aria sentía sus palabras como un enjambre de abejas en su boca. Emily parecía aterrorizada.

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Pero de repente Aria estaba demasiado asustada para preguntar. ¿Cómo iba a hablar acerca de los mensajes de “A” sin mencionar su secreto? Todavía no quería que nadie lo supiera. Especialmente con su mamá sólo a un piso arriba. Entonces, pensó en Byron con su bata de baño y lo incomoda que Emily parecía a su alrededor en este momento. Emily había preguntado. ¿Te dijo Alison algo sobre mí en séptimo grado? ¿Por qué preguntaría algo así? A menos que... Aria se mordió la uña del meñique. ¿Qué pasa si Emily ya sabía el secreto de Aria? Aria apretó su boca, paralizada. Emily sacudió la cabeza. —Nos vemos después —murmuró, y antes de que Aria pudiera recuperar su compostura, Emily estaba pedaleando furiosa lejos del camino.

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Capítulo 28 Brad y Angelina realmente se conocieron en la Estación de Policía de Rosewood

jjj jjjj

—¡S

eñoras, descúbranlo por ustedes mismas!

La audiencia de Oprah aplaudió salvajemente, Hanna se hundió en los cojines de su sofá café de cuero, observando el TiVo a distancia, sobre su vientre desnudo. Se podría utilizar un poco de auto-descubrimiento en esta fría mañana de sábado. La noche de ayer era bastante borrosa –como si hubiera pasado la noche sin su atención en ella– y tenía la cabeza palpitante. ¿Y si se trataba de algún tipo de animal? Ella había encontrado algunos envoltorios de dulces vacíos en su bolso. ¿Los había comido? ¿Todos ellos? Le dolía el estómago, después de todo, y parecía un poco hinchada. ¿Y por qué tenía un recuerdo de un camión de lácteos Wawa? Se sentía como un rompecabezas, excepto que Hanna estaba demasiado impaciente para puzzles – siempre atascada con piezas que en realidad no encajan. Sonó el timbre. Hanna se quejó, a continuación, salió del sofá, sin molestarse en arreglar su camiseta de color verde del ejército, a la cual había dado vuelta y prácticamente se le veía un seno. Abrió la puerta de roble y luego la cerró de nuevo. Whoa. Era la policía, el Sr. de abril. Er, Darren Wilden. —Abre, Hanna.

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Ella lo observó a través de la mirilla. Se quedó con los brazos cruzados, pareciendo lista para los negocios, pero tenía el pelo un desastre y no vio el arma en ningún lugar. ¿Y qué clase de policía trabaja a las 10 A. M. en un sábado por la mañana, tan despejada como ésta? Hanna miró su reflejo en el espejo redondo en la habitación. Jesús. ¿El sueño deja marcas de la almohada? Sí. Ojos hinchados, ¿labios necesitando brillo? Absolutamente. Rápidamente paso las manos por su cara, se apartó el pelo en una coleta, y se colocó las gafas de sol Channel. Luego abrió la puerta. —¡Hey! —ella dijo brillante. —¿Cómo estás? —¿Está en casa tu madre? —preguntó. —No,—dijo Hanna coqueta. —Ella está fuera toda la mañana. Wilden frunció los labios, subrayándola con la mirada. Hanna notó que Wilden tenía una clara curita por encima de su ceja derecha. —Qué, ¿tu novia se enfadó contigo? — preguntó ella, apuntando a la misma. —No… —Wilden tocó la curita. —Me golpee con el botiquín cuando me estaba lavando la cara. —Él puso los ojos. —Yo no soy la persona más graciosa en la mañana. Hanna sonrió. —Únete al club. Caí sobre mi culo anoche. Fue tan casual. La expresión de Wilden fue repentinamente sombría. —¿Fue eso antes o después de robar el coche? Hanna se apartó. —¿Qué? ¿Por qué Wilden estaba mirándola como si ella fuera la hija amorosa de unos extraterrestres? —Hubo una denuncia anónima de que tu habías robado un coche —enunció lentamente.

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La boca de Hanna se abrió. —Yo… ¿Qué? —¿Un BMW negro? ¿Que pertenencia a un señor Edwin Ackard? ¿Tú te estrellaste contra un poste de teléfono? ¿Después de beber una botella de Ketel One? ¿Algo te suena familiar? Hanna empujó sus gafas de sol hasta la nariz. Espera, ¿qué estaba pasando? —Yo no estaba borracha la noche anterior, —ella mintió. —Hemos encontrado una botella de vodka en el piso del lado del conductor en el coche — dijo Wilden. —Por lo tanto, alguien estaba borracho. —Pero…—Hanna comenzó. —Tengo que llevarte a la estación, —Wilden interrumpió, sonando un poco decepcionado. —Yo no lo robé, —chilló Hanna. —Sean -su hijo- ¡dijo que podía tomarlo! Wilden enarcó una ceja. —¿Así que admites que lo estabas conduciendo? —Yo —Hanna comenzó. Mierda. Dio un paso atrás en la casa. —Pero mi mamá ni siquiera está aquí. Ella no sabrá que me pasó. —Vergonzosamente, las lágrimas corrieron de sus ojos. Ella se dio la vuelta, tratando de no insultar. Wilden cambió su peso incómodo. Parecía que no sabía qué hacer con las manos – en primer lugar las puso en los bolsillos, entonces se movió cerca de Hanna, a continuación, las retorcía juntas. —Oye, puedes llamar a tu madre desde la estación, ¿bien? —dijo. —Y yo no te pondré las esposas. Puedes subir al auto conmigo. —Volvió a su coche y abrió la puerta del pasajero para ella. Una hora más tarde, se sentó en la estación de policía en el mismo asiento amarillo con forma de plásticos, mirando el mismo póster Chester County’Most Wanted, la mayoría del cartel de se busca, luchando contra la tentación de empezar a llorar otra vez. Ella acababa de dar un examen de sangre para ver si todavía estaba borracha de la noche anterior. Hanna no estaba seguro si lo estaba – ¿el alcohol permanecía en su cuerpo por tanto tiempo? Ahora Wilden estaba encorvado sobre su escritorio, que tenía las plumas Bic y un Slinky metálico. Se pellizcó palma de su mano con las uñas

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Por desgracia, los acontecimientos de la noche anterior se habían fundido en su cabeza. El Porsche, el venado, la bolsa de aire. ¿Si Sean dijo que podía coger el coche? Lo dudaba, lo último que podía recordar es su pequeña autoestima por el discurso antes de que él la abandonara en el bosque. —¿Hey, estabas en la batalla de las bandas de Swarthmore la última noche? Un chico en edad de la universidad con un corte de pelo se sentó al lado de ella. Llevaba arrancada una camisa de franela surfista, unos vaqueros salpicados de pintura, y estaba sin zapatos. Tenía las manos esposadas. —Um, no, —Hanna murmuró. Se inclinó hacia ella, y Hanna podría oler su respiración. —Oh. Pensé que te vi allí. Era yo y bebí demasiado y empecé a aterrorizar a las vacas de alguien. ¡Es por eso que estoy aquí! ¡Yo estaba invadiendo! —Me alegro por ti —respondió ella con frialdad. —¿Cómo te llamas? —Él sonó sus puños. —Um, Angelina. —Como el infierno que le iba a decir su verdadero nombre. —Hey, Angelina, —él dijo. —¡Soy Brad! Hanna esbozó una sonrisa por la forma en que esa línea era divertida. En ese momento, la puerta delantera de la estación se abrió. Hanna lo tiró de vuelta en su asiento y empujó sus gafas de sol hasta la nariz. Genial. Era su mamá. —He venido en cuanto lo oí, —la Sra. Marín le decía a Wilden. Esta mañana, la Sra. Marín llevaba un simple suéter blanco con cuello te, unos vaqueros de talle pequeño James, zapatillas abiertas Gucci y los exactos mismos tonos de Channel que Hanna estaba usando. Su piel radiante.

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—Había estado en el spa durante toda la mañana —y su color rojo-oro en el pelo recogido, que estaba recogido en una coleta sencilla. Hanna entrecerró los ojos. ¿Su mamá había rellenado su sostén? Sus pechos parecían que pertenecían a otra persona. —Voy a hablar con ella, — la Sra. Marín le dijo a Wilden en voz baja. Luego se acercó a Hanna. Olía a Envoltura Corporal de algas. Hanna, sintió el Ketel One que olía a certezas y waffles Eggo, trató de encogerse en su asiento. —Lo siento —chilló Hanna. —¿Te hicieron la prueba de sangre? —siseó. Ella asintió con la cabeza tristemente. —¿Qué otra cosa les dijiste? —Nn-nada —balbuceó ella. La Sra. Marín enlazó sus cuidadas manos juntas. —Muy bien. Yo me encargaré de esto. Sólo silencio. —¿Qué vas a hacer? —Ella susurró—.¿Está vez vas a llamar al padre de Sean? —Dije que lo voy a manejar, Hanna. Su madre se levantó del asiento de cubo de plástico y se inclinó sobre el escritorio de Wilden. Hanna arrancó de la cartera su paquete de emergencia de Twizzlers nPeel. Tenía un par, no el paquete entero. Tenían que estar aquí, en alguna parte. Cuando ella sacó los Twizzlers, sintió que su BlackBerry zumbaba. Hanna vaciló. ¿Y si era Sean, dejando un mensaje a través del correo de voz? ¿Y si era Mona? ¿Dónde demonios estaba Mona? Y si la hubiesen dejado ir al torneo de golf? Ella

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no había robado el coche, pero había venido adelante para el paseo. Que había que contarlo para algo. Su BlackBerry mostraba algunas llamadas perdidas. Sean. . . seis veces. Mona, dos veces, a las 8 y 8:03 A. M. Había también algunos de los nuevos mensajes de texto: un montón de niños en la fiesta, sin relación, y luego otro de una cantidad de números que no reconocía. El estómago de Hanna se anudó. Hanna: ¿Recuerdas el cepillo de dientes KATE? ¡Me lo imaginaba! —A Hanna parpadeó. A, un húmedo sudor frío se reunió en la parte de atrás de su cuello. Se sintió mareada. ¿El cepillo de dientes Kate? —Vamos —dijo ella con voz temblorosa, tratando de reír. Ella levantó la vista a su madre, pero ella todavía estaba inclinada sobre el escritorio de Wilden, hablando. Cuando estaba en Annapolis, después de que su padre le dijo a Hanna que era, en esencia, un cerdo, Hanna se disparó de la cena y corrió hacia el baño. Ella se metió en la sala, cerró la puerta, y se sentó en el inodoro. Ella respiró hondo, tratando de calmarse. ¿Por qué no podía ser bella y graciosa y perfecta como Ali o Kate? ¿Por qué tenía que ser quien era, rechoncha, torpe y un caso perdido? Y ella no estaba segura de con quién estaba más enojada con su padre, Kate, ella misma, o... Alison. Cuando se atragantó Hanna, enojada con ardientes lágrimas, se dio cuenta de la tres fotografías enmarcadas en la pared al otro lado de la taza del baño. Todos eran primeros planos de los ojos de alguien. Reconoció a su padre bizco, los ojos expresivos de inmediato. Y había es pequeña ‘v’, entre las cejas. El tercer par de ojos eran grandes, embriagadores. Los miró como si fueran salidos de un anuncio de rimel Channel. Era evidente que era Kate. Todos la estaban mirando. Hanna se quedó mirándose en el espejo. Una carcajada flotaba desde el exterior. Su estómago se sentía como si hubiera roto por todas las palomitas de maíz que había comido. Se sintió tan enferma, ella sólo quería salir de allí, pero cuando ella se

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inclinó sobre el inodoro, no pasó nada. Las lágrimas rodaron por sus mejillas. Se dio cuenta de un cepillo de dientes verde colocado en una taza de porcelana. Tuvo una idea. Tardó diez minutos en obtener el valor suficiente para ponerlo en su garganta, pero cuando lo hizo, se sintió mal – pero también mejor. Ella empezó a llorar aún más difícil, pero también quería hacerlo otra vez. A medida que disminuyó el cepillo de dientes atrás en su boca, la puerta del baño se abrió. Era Alison. Sus ojos recorrieron a Hanna arrodillada en el suelo, el cepillo de dientes en la mano. —Whoa, —ella dijo. —Por favor, vete,—Hanna en voz baja. Alison dio un paso en el baño. —¿Quieres hablar de ello? Hanna la miró con desesperación. —¡Por lo menos cierra la puerta! Alí cerró la puerta y se sentó en el borde de la bañera. —¿Cuánto tiempo has estado haciendo esto? Los labios de Hanna temblaban. —¿Haciendo qué? Ali hizo una pausa, mirando al cepillo de dientes. Sus ojos se abrieron. Hanna lo miró también. Ella no lo había visto antes, pero Kate estaba impresa en la superficie en letras blancas. Sonó un teléfono en voz alta en la estación de policía y Hanna se estremeció. ¿Recuerdas el cepillo de dientes Kate? Alguien más se habría enterado del problema alimenticio de Hanna, o podría haberla visto entrar en la estación de policía, o incluso podría saber acerca de Kate. ¿Pero el cepillo de dientes verde? Sólo había una persona que sabía de eso. A Hanna le había gustado creer que si Ali estuviera viva, estaría estupefacta con ella, ahora que su vida era tan perfecta. Esa fue la escena que repite en su mente

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constantemente – Ali impresionada por su tamaño de pantalones vaqueros. Ali sorprendida por los labios con brillo Channel. Ali felicitando a Hanna sobre la forma en que había planeado la fiesta en la piscina perfecta. Con las manos temblorosas, Hanna escribió: ¿Es ésta Alison? —Wilden,—gritó un policía. —Te necesitamos en la retaguardia. Hanna levantó la vista. Darren Wilden se levantó de su escritorio, excusándose de la madre de Hanna. En cuestión de segundos, el lugar entro en plena acción. Un coche de policía salió volando del estacionamiento, tres más seguidos. Los teléfonos sonaron como maníacos; cuatro policías corrían por la habitación. —Parece que algo grande, —dijo Brad, el delincuente borracho sentado a su lado. Hanna se estremeció –se había olvidado que él estaba allí. —¿La escasez de esposas? —preguntó ella, tratando de reír. —Más grande. —Movió las manos esposadas con entusiasmo. —Parece como algo muy grande.

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Capítulo 29 Buenos días, te odiamos

E

l sol se derramó a través de la ventana del granero, y por primera vez en la vida de Spencer, fue despertada por los trinos llenos de vida de los gorriones en lugar del atemorizante tecno-mix de los 90’s de su padre maldiciendo desde la sala de ejercicios de la casa principal. Pero ¿Podía disfrutar eso? No. Aunque no había bebido una gota anoche, su cuerpo se sentía adolorido, frío y con resaca. No había nada de descanso en su estanque. Después de que Wren se fuera, ella había tratado de dormir, pero su mente daba vueltas. La forma en que Wren la había cogido se sintió tan... diferente. Spencer nunca antes había sentido algo ni remotamente como eso. Pero entonces ese IM. Y la expresión calmada, misteriosa de Melissa. Y... A medida que la noche avanzaba, el granero tembló y crujió, y Spencer se tapó con las mantas hasta la nariz, temblando. Se reprendió a sí misma por sentirse paranoica e inmadura, pero no podía evitarlo. Se mantuvo pensando en las posibilidades. Eventualmente, se había levantado y reiniciado su computador. Por unas pocas horas, buscó en Internet. Primero miró en sitios técnicos, buscando respuestas acerca de cómo rastrear mensajes instantáneos. Sin suerte. Entonces trató de encontrar de dónde ese primer e-mail-el titulado —codicia— había venido. Buscó, desesperadamente, un camino que terminara en Andrew Campbell.

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Ella encontró que Andrew tenía un Blog, pero después de limpiar todo el lugar, no encontró nada. Todas las entradas eran acerca de los libros que a Andrew le gustaba leer, un estúpido chico filosofando, unos pocos pasajes melancólicos sobre una fijación no correspondida por una chica que nunca nombra. Ella pensó que podría dejarse llevar y delatarse a sí mismo, pero él no lo hizo. Finalmente, tipeó las palabras clave Personas perdidas y Alison DiLaurentis. Encontró las mismas cosas desde hace años atrás-los reportes en CNN y el Philadelphia Inquirer, grupos de búsqueda y extraños sitios, como uno que proyectaba como podría verse Aria con diferentes peinados. Spencer miró a la foto de escuela que ellos habían usado; ella no había visto una foto de Ali en un largo tiempo. ¿Podría reconocer a Ali si ella tenía, por ejemplo, el pelo corto y negro? Ella ciertamente lucía diferente en la fotografía que habían creado. La puerta protectora del edificio principal chirrió cuando ella la empujó nerviosamente. Dentro, ella olió el café recién preparado, lo cual era extraño, porque por lo general su mamá ya estaba en los establos a esta hora y su papá estaba montando o en el campo de golf. Se preguntó que habría pasado entre Melissa y Wren después de la noche pasada, rezando para no tener que enfrentarlos. —Te hemos estado esperando. Spencer saltó. En la mesa de la cocina estaban sus padres y Melissa. La cara de su madre estaba pálida y agotada y las mejillas de su padre estaban rojo remolacha. Los ojos de Melissa estaban enrojecidos e hinchados. Incluso los dos perros no saltaban a darle la bienvenida como normalmente lo hacían. Spencer tragó fuerte. Demasiado para rezar. —Siéntate, por favor, —dijo su padre tranquilamente. Spencer arrastró la silla de madera y se sentó junto a su madre. La habitación estaba tan quieta y en silencio que podía oír su estomago, nerviosamente en ciclo de centrifugado.

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—Ni siquiera sé que decir, —Graznó su madre. —¿Cómo pudiste? El estómago de Spencer cayó. Abrió su boca, pero su madre levantó su mano. —Tú no tienes derecho a hablar en este momento. Spencer cerró su boca y bajó los ojos. —Honestamente, —dijo su padre, —Estoy muy avergonzado de que seas mi hija ahora. Pensé que te había criado mejor. Spencer recogió una áspera cutícula de su pulgar y trató de detener el temblor de su barbilla. —¿En que estabas pensando? —preguntó su madre. —Era el novio de ella. Estaban planeando mudarse juntos. ¿Te das cuenta de lo que has hecho? —Yo... —Comenzó Spencer. —Quiero decir... —interrumpió su madre, entonces escurrió sus manos y miró abajo. —Tú eres menor de edad, lo que significa que somos legalmente responsables por ti. —Dijo su padre. —Pero si fuese por mí, te hubiese echado fuera de esta casa ahora mismo. —Desearía no tener que verte nunca más, —escupió Melissa. Spencer se sintió desfallecer. Ella medio había esperaba que ellos dejaran sus tazas de café y le dijeran que sólo estaban bromeando, que todo estaba bien. Pero ellos ni siquiera podían mirarla. Las palabras de su padre picaban sus oídos: Estoy tan avergonzado de que seas mi hija. Ninguna persona nunca habría le había dicho nada como esto antes. —Una cosa es segura; Melissa se mudará al granero, —Su madre continuó. — Quiero todas tus cosas de vuelta a tu antigua habitación. Y una vez que su casa en la ciudad esté lista, voy a convertir el granero en un estudio de cerámica. Spencer enrolló sus puños bajo la mesa, disponiéndose a sí misma para no llorar. Ella no se preocupaba por el granero, no en realidad. Era lo que iban a hacer con el

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granero lo que importaba. Era que su papá iba a construir estantes para ella. Su madre iba a ayudarla a elegir cortinas nuevas. Ellos habían dicho que podría tener un gatito e incluso habían gastado varios minutos pensando en nombres divertidos para él. Ellos estaban emocionados por ella. Ellos se preocupaban. Alargó la mano al brazo de su madre. —Lo siento. Su madre deslizó su cuerpo lejos. —Spencer, no. Spencer no logró tragarse el sollozo. Lágrimas comenzaban a correr por sus mejillas. —No es conmigo con quién necesitas disculparte, de todas maneras, —dijo su madre en voz baja. Spencer miró a Melissa lloriqueando, a través de la mesa. Se limpió la nariz. Por mucho que odiara a Melissa, nunca la había visto así de miserable, no desde que Ian rompió con ella en el Instituto. Estuvo mal coquetear con Wren, pero Spencer no había pensado que pudiera ir tan lejos como fue. Trató de ponerse en el lugar de Melissa, si ella hubiese conocido a Wren primero, y Melissa lo hubiese besado, estaría destrozada también. Su corazón se ablandó. —Lo siento, —Susurró. Melissa se estremeció. —Púdrete en el infierno. —escupió. Spencer se mordió dentro de la boca tan fuerte que saboreó sangre. —Sólo pon tus cosas fuera del granero —su madre suspiró. —Entonces sal de nuestra vista. Los ojos de Spencer se ampliaron. —Pero... —chirrió. Su padre le dio una mirada en blanco. —Es sólo que es tan despreciable, —murmuró su madre. —Eres una perra —arrojó Melissa.

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Spencer asintió, tal vez si estaba de acuerdo, ellos pararían. Ella quería encogerse en una pequeña pelotita y evaporarse. En lugar de eso, murmuró, —Voy a hacerlo ahora. —Bien —Su padre tomo otro sorbo de café y dejó la mesa. Melissa hizo un pequeño chirrido y empujó su silla Ella lloriqueó todo el camino subiendo las escaleras hasta tirar la puerta de su dormitorio. —Wren nos dejó anoche. —Dijo el Sr. Hastings parando en la puerta. —No vamos a escuchar de él de nuevo, y si sabes lo que te conviene, no vas a hablar de él nunca más. —Por supuesto —murmuró Spencer, y apoyó su cabeza en la fresca mesa de roble. —Bien. Spencer mantuvo su cabeza firmemente en la mesa, haciendo la respiración de fuego1 del yoga y esperando a que alguien viniera y le dijera que todo estaría bien. Nadie lo hizo. Fuera, escuchó la sirena de una ambulancia chillando a la distancia. Sonaba como si estuviera viniendo hacia la casa. Spencer se paró. Oh Dios. ¿Y si Melissa se había... dañado a sí misma? Ella no, ¿Podría hacerlo? Las sirenas aullaban, acercándose. Spencer empujó su silla. — Mierda —¿Qué había hecho? —¡Melissa! —Gritó, corriendo a las escaleras. —¡Eres una puta! —Llegó una voz. —¡Eres una jodida puta! Spencer se dejó caer contra la barandilla. Bien entonces. Parecía que Melissa estaba muy bien, después de todo.

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Capítulo 30 El circo está de vuelta en la ciudad

E

mily se alejó furiosamente en bicicleta de la casa de Aria, casi sin ver a un corredor en el lado de la carretera. —¡Cuidado! —gritó él.

Cuando ella pasó a un vecino con dos Gran Daneses, Emily tomó una decisión. Tenía que ir a lo de Maya. Era la única respuesta. Quizás Maya lo había querido decir en un buen sentido, como si ella le estuviera regresando la nota después que Emily le contara sobre Alison la noche pasada. Tal vez Maya quiso mencionar la carta anoche pero, por la razón que sea, no lo hizo. ¿Tal vez la A era en realidad una M? Además, ella y Maya tenían montones de cosas sobre las que hablar, además de la nota. Tratar con todo lo que pasó en la fiesta. Emily cerró los ojos, recordando. Prácticamente podía oler el chicle de banana de Maya y sentir los suaves contornos de su boca. Abriendo los ojos, se desvió de la acera. Bien, ellas definitivamente necesitaban trabajar en eso. ¿Pero qué quería decir Emily? Me encantó. No. Por supuesto que ella no podía decir eso. Ella diría, deberíamos ser sólo amigas. Ella iba a volver con Ben, después de todo. Si él quería. Quería retroceder el tiempo, volver a ser la Emily que era feliz con su vida, con quien sus padres eran felices. La Emily quién sólo se preocupaba por alcanzar su braza* y la tarea de álgebra.

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Emily pasó pedaleando Myer Park, donde ella y Ali se columpiaban por horas. Trataban de hacerlo al mismo tiempo juntas, y cuando lo hacían completamente, Ali siempre decía, —¡Estamos casadas! —entonces ellas gritaban y saltaban al mismo tiempo. Pero, ¿y si Maya puesto esa nota en su bicicleta? Cuando Emily le preguntó a Aria si Ali le había contado su secreto, Aria había respondido, —¿Qué, recientemente? —¿Por qué Aria diría eso? A menos… a menos que Aria supiera algo. A menos que Ali hubiera vuelto. ¿Era posible? Emily se deslizó sobre la grava. No, era una locura. Su madre todavía intercambiaba tarjetas navideñas con la Sra. DiLaurentis; ella habría escuchado si Ali hubiera regresado. Cuando desapareció Ali, había salido en las noticias las veinticuatro horas. Estos días, sus padres usualmente veían CNN mientras comían el desayuno. Seguramente sería una noticia importante nuevamente. Aún así, era emocionante considerarlo. Cada noche por casi un año después de la desaparición de Ali, Emily le había preguntado a su Magic 8 Ball* si Alison volvería. Aunque a veces decía, Espera y ve, nunca decía, No. Ella también apostaba consigo misma, también: Si dos chicos subían al autobús escolar hoy usando remeras rojas, ella se susurraba a sí misma, Ali está bien. Si servían pizza en el almuerzo, Ali no está muerta. Si el entrenador nos hace practicar empezar y girar, Ali volvería. Nueve veces de diez, de acuerdo a las pequeñas supersticiones de Emily, Ali estaba volviendo a ellas. Tal vez había estado en lo cierto. Ella subió y rodeó una curva cerrada, evitando por poco un signo conmemorativo de piedra a la batalla de la Guerra Revolucionaria. Si Ali estaba de vuelta, ¿qué significaría la amistad de Emily con Maya? Ella dudaba que pudiera tener dos mejores amigas... dos mejores amigas con las que se sentía de manera similar. Se preguntaba que pensaría Ali de Maya. ¿Y si se odiaban la una a la otra? Me encantó. Deberíamos ser solo amigas.

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Pasó junto a los hermosos caseríos, posadas de piedra desmoronándose, y camionetas de jardineros estacionadas en el bordillo de la calle. Ella solía pedalear en esta misma ruta a la casa de Ali; la última vez, de hecho, había sido antes del beso. Emily no había planeado en besar a Ali antes de venir; algo se había apoderado de ella en el calor del momento. Nunca olvidaría cómo eran los suaves labios de Ali o la mirada atónita en el rostro de Ali cuando ella se alejó. —¿Por qué hiciste eso? —había preguntado ella. Repentinamente, una sirena chilló detrás de ella. Emily apenas tuvo tiempo de moverse al bode de la calle antes de que una ambulancia de Rosewood pasara gritando. Una ráfaga de viento se levantó, soplándole polvo en la cara. Se secó los ojos y observó cómo la ambulancia llegaba a la cima de la colina y se detenía en la calle de Alison. Ahora estaba girando en la calle de Alison. El miedo paralizó a Emily. La calle de Ali era… la calle de Maya. Se agarró de los manubrios de goma de su bicicleta. Con toda la locura, se había olvidado del secreto que Maya le había contado la noche pasada. El corte. El hospital. Esa enorme y dentada cicatriz. A veces siento como si fuera necesario, había dicho Maya. —Oh Dios mío. —susurró Emily. Pedaleó furiosamente y patinó en la esquina. Si las sirenas de la ambulancia se detienen en el momento en que doble la esquina, pensó ella, Maya estará bien. Pero entonces la ambulancia se detuvo en frente de la casa de Maya. Las sirenas todavía estaban chillando. Autos de la policía estaban por todos lados. —No. —susurró Emily. Médicos de bata blanca salían de los vehículos y corrían a la casa. Un montón de personas llenaban el patio de Maya, algunos con cámara. Emily arrojó su bicicleta en la acera y corrió torcidamente hacia la casa. —¡Emily! Maya irrumpió a través de la multitud. Emily se sobresaltó y corrió a los brazos de Maya, lágrimas corriendo desordenadamente por su rostro.

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—Estás bien. —sollozó Emily—. Tenía miedo de… —Estoy bien. —dijo Maya. Pero había algo en su voz que claramente no estaba bien. Emily dio un paso atrás. Los ojos de Maya estaban rojos y mojados. Su boca estaba abierta nerviosamente. —¿Qué es? —Preguntó Emily—. ¿Qué pasa? Maya tragó. —Hallaron a tu amiga. —¿Qué? —Emily la miró, luego a la escena en el césped de Maya. Era todo tan inquietantemente familiar: la ambulancia, los autos de la policía, la multitud de personas, las cámaras de largo alcance. Un helicóptero de noticias sobrevolaba la zona. Esta era exactamente la misma escena que hace tres años, cuando Ali desapareció. Emily retrocedió de los brazos de Maya, sonriendo aliviada. ¡Ella había estado en lo correcto! Alison estaba de vuelta en su casa, como si nada hubiera pasado. —¡Lo sabía! — susurró ella. Maya tomó la mano de Emily. —Estaban cavando para nuestra cancha de tenis. Mi mamá estaba ahí. Ella… la vio. Escuché su grito desde mi cuarto. Emily soltó su mano. —Espera. ¿Qué? —Traté de llamarte. —agregó Maya. Emily arrugó el caño y le devolvió la mirada a Maya. Entonces miró al equipo de veinte efectivos de la policía. A la Sra. St. Germain sollozando por el columpio. En la cinta LÍNEA POLICIAL, NO CRUCE curvándose alrededor del patio trasero. Y después en la furgoneta aparcada en la entrada. Decía, MORGUE ROSEWOOD PD. Lo había leído seis veces para darle sentido. Su corazón se aceleró y de repente no pudo respirar.

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—No… entiendo. —Emily soltó, dando otro pasó atrás—. ¿Qué hallaron? Maya la miró compasivamente, sus ojos brillando por las lágrimas. —Tú amiga Alison, —susurró—. Acaban de encontrar su cuerpo. -----------------------------------------------------------------------------Nota de la traductora *Estilo de natación, también puede llamarse de pecho. *Es un juguete usado para echar la fortuna o buscar consejo.

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Capítulo 31 Hell is Other People*

B

yron Montgomery tomó un sorbo de su café y encendió flojamente si pipa. —La encontraron cuando estaban excavando el bloque de concreto en el patio trasero de DiLaurentis para hacer una cancha de tenis.

—Estaba debajo del concreto —saltó Ella. —Supieron que era ella por el anillo que estaba usando. Pero están haciendo pruebas de ADN para asegurarse. Aria sentía como si un puño le hubiera golpeado en el estómago. Recordaba el anillo de Ali firmado con sus iniciales en oro blanco. Los padres de Ali lo habían conseguido para ella en Tiffany’s cuando tenía diez después de que le sacaran las amígdalas. A Ali le gustaba usarlo en el meñique. —¿Por qué tienen que hacerle pruebas de ADN? —preguntó Mike. —¿Estaba toda descompuesta? —¡Michelangelo! —Byron frunció el ceño. —Esa no fue una cosa muy sensible de decir en frente de tu hermana. Mike se encogió de hombros y se metió un pedazo de ácida manzana verde Bubble Tape en su boca. Aria estaba sentada en frente de él, las lágrimas silenciosamente caían por sus mejillas, desenredando distraídamente la orilla de un individual roto. Eran las 2 p.m., y estaban sentados en la mesa de la cocina. —Puedo manejarlo —la garganta de Aria se cerró. —¿Estaba descompuesta?

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Sus padres se miraron mutuamente. —Bueno, si —dijo su padre, rascándose el pecho a través de un pequeño agujero en su camiseta. —Los cuerpos se desintegran bastante rápido. —Enfermo —susurró Mike. Aria cerró sus ojos. Alison estaba muerta. Su cuerpo estaba podrido. Alguien probablemente la había asesinado. —¿Cariño? —preguntó Ella calladamente, poniendo sus manos sobre las de Aria. —Cariño, ¿estás bien? —No lo sé —murmuró Aria, intentando no comenzar a berrear de nuevo. —¿Te gustaría un Xanax*? —preguntó Byron. Aria negó con la cabeza. —Tomaré un Xanax —dijo Mike rápidamente. Aria mordió nerviosamente el lado de su pulgar. Su cuerpo se sentía caliente y luego frío. No sabía qué hacer o qué pensar. La única persona que pensaba que podría hacerla sentir mejor era Ezra; pensaba que podría explicarle todos sus sentimientos a él. Al menos, la dejaría acurrucarse en su futón de tela de jeans y llorar. Echando su silla para atrás, se levantó para ir a su habitación. Byron y Ella intercambiaron miradas y la siguieron a la escalera en espiral. —¿Querida? —preguntó Ella. —¿Qué podemos hacer? Pero Aria los ignoró y se dirigió hacia la puerta de su cuarto. Su habitación era un desastre. Aria no había limpiado desde que habían regresado de Islandia, y para empezar no era la chica más ordenada del mundo. Su ropa estaba toda tirada sobre el piso en montones desorganizados. Sobre su cama habían CDs, las lentejuelas que había usado para hacer un sombrero bordeado con cuentas, pinturas al agua, naipes, Pigtunia, líneas de dibujo del perfil de Ezra, varias madejas de hilo. La

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alfombra tenía una gran mancha de cera de vela roja sobre ella. Buscó entre las cobijas de su cama y en la superficie de su escritorio por su Theo —lo necesitaba para llamar a Ezra. Pero no estaba ahí. Revisó el bolso verde que había llevado a la fiesta la noche pasada, pero su teléfono no estaba en el tampoco. Entonces lo recordó. Después de que había recibido ese mensaje, había dejado caer el teléfono como si fuera venenoso. Debió haberlo dejado atrás. Bajó rápidamente por las escaleras. Sus padres todavía estaban en el descanso de las escaleras. —Voy a tomar el coche —masculló, agarrando las llaves por la argolla de la mesa del recibidor. —Está bien —dijo su padre. —Tómate tu tiempo —añadió su madre. Alguien había mantenido abierta la puerta principal de la casa Ezra con una larga escultura de metal de un terrier. Aria dio un paso alrededor de eso y caminó por el pasillo. Golpeó la puerta de Ezra. Tenía la misma sensación que tenía cuando tenía que ir al baño urgentemente —quizás sea una tortura, pero sabes que muy pronto, vas a sentirte todo un infierno mejor. Ezra abrió de un empujón la puerta. Tan pronto como la vio, intentó cerrarla otra vez. —Espera —chilló Aria, su voz todavía llena de lágrimas. Ezra retrocedió hacia su cocina, de espaldas a ella. Lo siguió dentro, Ezra se dio la vuelta para encararla. Estaba sin afeitar y lucía exhausto. —¿Qué estás haciendo aquí? Aria mordió su labio. —Estoy aquí para verte. Tengo algunas noticias... —Su Theo estaba en el aparador. Lo recogió. —Gracias. Lo encontraste. Ezra miró encolerizadamente hacia el Theo. —Bueno, lo tienes. ¿Ahora puedes irte? —¿Qué pasa? —Caminó hacia él. —Tengo esta noticia. Tengo que ver...

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—Si, yo también tengo algunas noticias —la interrumpió. Ezra se alejó de ella. — De verdad, Aria. No puedo... ni siquiera puedo mirarte. Lágrimas brotaban de sus ojos. —¿Qué? —Aria lo miró fijamente, confundida. Ezra bajó la vista. —Descubrí lo que decías sobre mí en tu teléfono. Ariana arrugó las cejas. —¿Mi teléfono? Ezra levantó la cabeza. Sus ojos brillaban de rabia. —¿Crees que soy estúpido? ¿Qué todo esto es un juego? ¿Un reto? —¿Qué estás...? Ezra suspiró enfadadamente. —Bueno, ¿sabes qué? Me tienes. ¿Está bien? Soy el peso de tu gran broma. ¿Estás feliz? Ahora vete. —No entiendo —dijo estrepitosamente Aria. Ezra golpeó la pared con la palma de su mano. La fuerza de esto hizo saltar a Aria. —¡No te hagas la tonta! ¡No soy algún chico, Aria! Todo el cuerpo de Aria empezó a temblar. —Lo juro por Dios, no sé de lo que estás hablando. Puedes explicarme, ¿por favor? ¡Estoy un poco desmoronándome aquí! Ezra despegó su mano de la pared y comenzó a pasearse por la pequeña habitación. —Bien. Después de que te fuiste, intenté dormir. Había este... este pitido. ¿Sabes qué era? —Señaló hacia su Theo. —Tú teléfono. La única forma de callarlo era abriendo tus mensajes de texto. Aria se secó los ojos. Ezra cruzó los brazos sobre su pecho. —¿Puedo citártelos? Entonces Aria comprendió. Los mensajes. —¡Espera! ¡No! ¡No entiendes!

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Ezra tembló. —¿Conferencia alumno-profesor? ¿Créditos extra? ¿Eso te suena familiar? —No, Ezra —balbuceó Aria. —No entiendes. —El mundo estaba girando. Aria se agarró del borde de la mesa de la cocina de Ezra. —Estoy esperando —dijo Ezra. —Esa amiga mía fue asesinada —comenzó. —Acaban de encontrar su cuerpo. — Aria abrió la boca para decir más, pero no pudo encontrar las palabras. Ezra se paró en el punto de la habitación más alejado a ella, detrás de la bañera. —Todo esto es tan tonto —dijo Aria. —¿Puedes venir aquí por favor? ¿Al menos puedes abrazarme? Ezra cruzó los brazos sobre su pecho y bajó la vista. Se quedó de esa manera por lo que se sintió como un largo tiempo. —De verdad me gustas —dijo finalmente, con la voz ronca. Aria contuvo un sollozo. —De verdad me gustas, también... —Caminó hacia él. Pero Ezra se alejó. —No. Tienes que irte de aquí. —Pero... Ezra puso la mano sobre su boca. —Por favor —dijo un poco desesperado. —Por favor, vete. Aria amplió sus ojos y su corazón comenzó golpear con fuerza. Las alarmas se dispararon en su cabeza. Eso se sentía... mal. En un impulso, mordió la mano de Ezra. —¿Qué mierda? —chilló, alejándose. Aria retrocedió, aturdida. Sangre goteaba de la mano de Ezra hacia el piso. —¡Estás demente! —gritó Ezra.

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Aria respiró pesadamente. No podía hablar aún si quisiera. Entonces se dio la vuelta y corrió hacia la puerta. Cuando su mano giró el picaporte, algo chilló delante de ella, rebotando de la pared, y aterrizando al lado de su pie. Era una copia de El ser y la nada de Jean-Paul Sartre. Aria se volvió hacia Ezra, con la boca abierta por la sorpresa. —¡Vete! —tronó Ezra. Aria cerró de golpe la puerta detrás de ella. Se precipitó a través del césped tan rápido como la podían llevar sus piernas. -----------------------------------------------------------------------------Nota de la traductora *Hell is Other People: No Existe, es una obra existencialista Francesa creada por Jean-Paul Sartre. Trata de una descripción de la vida después de la muerte en la que tres difuntos personajes son castigados para ser encerrados en un cuarto juntos para la eternidad, y es la fuente de la frase más famosa de Sartre “l'enfer, c'est les autres” (“Hell is other people”) *Xanax: Medicamento contra la ansiedad.

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Capítulo 32 Una estrella caída

A

l día siguiente, Spencer estaba en su vieja habitación, junto a su ventana fumando un Marlboro y mirando a través del césped en el viejo dormitorio de Alison. Era oscuro y vacío. Entonces, sus ojos se movieron hacia la yarda de los DiLaurentis. Las luces intermitentes no se habían parado ya que ellos la habían encontraron. La policía había puesto una cinta de NO CRUCE alrededor del patio trasero de Alison, aún cuando ellos ya hubieran quitado su cuerpo del suelo. Ellos habían puesto enormes tiendas alrededor del área y mientras lo hacían Spencer no lograba verlo muy bien. Ella no hubiera querido esto. Era horrible pensar que el cuerpo de Ali que había estado siempre a su lado, se pudriera en el suelo durante tres años. Spencer recordó la construcción antes de que Ali desapareciera. Cavaron en el agujero muy profundo la noche que desapareció. Sabía, también, que lo habían llenado después de que Ali desapareciera, pero no estaba segura de cuándo. Alguien debió de meterla allí. Apagó el Marlboro en el apartado ladrillo de su casa y se volvió hacia la revista Lucky. Ella apenas había intercambiado unas palabras con su familia desde el enfrentamiento de ayer y había estado tratando de calmarse por lo que había pasado con ella y marcar todo lo que quería comprar de la revista con unas pocas pegatinas. Al mirar la pagina sobre las chaquetas tweed, su mirada se volvió ausente. Ni siquiera podía hablar con sus padres acerca de esto. Ayer, después de que la enfrentaran en el desayuno, Spencer había estado vagando fuera para ver de lo que se trataba el ruido de las sirenas, las ambulancias todavía la ponían nerviosa, tanto

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acerca de lo Jenna como también la desaparición de Ali. Mientras caminaba a través de su jardín a la casa de los DiLaurentis, sintió algo y se dio la vuelta. Sus padres habían salido a ver lo que estaba pasando. Cuando se vieron, desvió la mirada. La policía le dijo que diera un paso atrás, que esta área estaba fuera de sus límites. Entonces, Spencer vio la camioneta de la morgue. Uno de los wokitoki de los policías crujió, “Alison”. Su cuerpo se volvió muy frío. El mundo giraba. Spencer se dejó caer sobre la hierba. Alguien habló con ella, pero no podía entenderlo. —Estás en estado de shock —logró escuchar—. Sólo trata de calmarte. —La visión de Spencer estaba tan borrosa, que no estaba segura de quién era, sólo que no era su mamá ni su papá. El chico volvió con una manta y le dijo que se sentara allí por un tiempo y que se mantuviera caliente. Una vez que Spencer se sintió lo suficientemente bien como para levantarse, quien la había ayudado había desaparecido. Sus padres habían desaparecido también. No se habían molestado en ver si estaba bien. Había pasado el resto del sábado y gran parte del domingo en su cuarto, sólo salía del cuarto hasta el baño cuando sabía que no había nadie alrededor. Esperaba que alguien se acercara y tomara el control sobre ella, pero cuando oyó que alguien tocaba la pequeña y provisional puerta esta tarde, Spencer no respondió. No estaba segura de por qué. Escuchó el suspiro de quienquiera que fuese y dio la espalda, oyendo sus pasos en el pasillo. Y entonces, hace apenas media hora, Spencer había visto el auto de su padre salir del camino y girar hacia la carretera principal. Su mamá estaba en el asiento del pasajero; Melissa estaba en la parte de atrás. No tenía idea de hacia dónde se dirigían. Se dejó caer en su silla frente a la computadora y se sobresalto al ver que el primer e-mail era de "A", hablaba de codiciar cosas que no podía tener. Después de leer un par de veces, se dejó hacer clic en RESPONDER. Poco a poco empezó a escribir, ¿Eres Alison?

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Vaciló antes de dar clic en ENVIAR. ¿Las luces de la policía hacían que alucinara? Las muertas no tienen cuentas de Hotmail. Tampoco tenían nombres en la pantalla instantánea Messenger. Spencer tuvo que darse un pellizco, alguien fingía ser Ali. Pero, ¿quién? Se quedó mirando el Mondrian móvil que había comprado el año pasado en el Museo de Arte de Filadelfia. Entonces, oyó un sonido. Plink. Ahí estaba de nuevo. Plink. Sonaba muy cerca, en realidad. En su ventana. Spencer se incorporó cuando una piedra golpeó la ventana. Alguien estaba tirando piedras. Podría ser… ¿Alison? Golpeó otra piedra de nuevo, fue hacia la ventana y se quedó sin aliento. En el césped estaba Wren. Las luces azules y rojas de los coches de la policía hacían sombras rayadas en sus mejillas. Cuando la vio, lanzó una enorme sonrisa. Inmediatamente, ella bajó las escaleras, sin importarle qué tan horrible estaba su cabello o que llevaba manchada la marinera de Kate Spade. Wren corrió hacia ella en cuanto salió por la puerta. Puso sus brazos alrededor de ella y le dio un beso en la frente. —No se supone que estarías aquí —murmuró. —Ya lo sé. —Se puso algo rígido—. Pero me di cuenta de que el coche de tus padres se había ido, así que… Ella le pasó la mano por su suave cabello. Parecía agotado. ¿Y si tuvo que dormir en su pequeña camioneta anoche? —¿Cómo sabías que estaría de vuelta en mi antigua habitación? Se encogió de hombros. —Un presentimiento. También observé tu cara en la ventana. Quería venir antes, pero estaba allí... todo eso. —Hizo un gesto a los coches y las furgonetas de la policía—. ¿Estás bien?

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—Sí —respondió Spencer. Inclinó la cabeza hasta la boca de Wren y se mordió el labio para no llorar—. ¿Y tú? ¿Estás bien? —¿Yo? Claro que sí. —¿Tienes lugar para vivir? —Me puedo quedar en el sofá de un amigo hasta que encuentre algo. No es gran cosa. Si sólo Spencer pudiera quedarse en el sofá de un amigo también. Entonces, ocurrió algo con ella. —¿Tú y Melissa terminaron? Wren tomó su rostro en sus manos y suspiró. —Por supuesto —dijo en voz baja—. Fue algo evidente. Con Melissa, no fue como… Él calló, pero Spencer pensó que sabía lo que iba a decir. Ella sonrió con una tímida sonrisa y apoyó la cabeza contra su pecho. Oía el latido de su corazón. Miró a la casa de los DiLaurentis. Alguien había iniciado un pequeño santuario a Alison sobre un auto, con fotos y velas de la Virgen María. En el centro eran pequeñas cartas de imán del alfabeto que decían Alison. Spencer vio una imagen sonriente de Alison en un cuadro pequeño con una camisa azul muy apretada con una camiseta holandesa encima y jeans Sevens nuevo. Recordó cuando ella había tomado esa foto: Estaban en sexto grado, y fue la noche de invierno formal. Cinco de ellos habían espiado a Melissa al ver como Ian la recogió. Spencer había conseguido un hipo de la risa cuando Melissa, tratando de hacer una entrada triunfal, se cayó por la acera hacia la Hummer. Probablemente fue su ultima noche de diversión, en ese momento estaba libre de preocupaciones. Lo de Jenna pasó mucho tiempo después. Spencer miró hacia a la casa de Jenna. No había nadie en casa, como de costumbre, pero aún así algo la hizo estremecerse.

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A medida que secó los ojos con el dorso de su pálida y delgada mano, una de las camionetas condujo lentamente, y un tipo con una gorra roja de los Phillies la miró fijamente. Ella la esquivó. Ahora no sería el momento para captar algún mensaje acerca de la tragedia. —Es mejor que te vayas. —Ella olfateó algo y se volvió hacia Wren—. Acá todo está muy confuso. Y no sé cuando mis padres estarán de regreso. —Está bien. —Él inclinó la cabeza hacia arriba—. Pero, ¿podemos vernos? Spencer tragó, y trató de sonreír. Mientras lo hacía, Wren se inclinó y la besó, envolviendo una mano alrededor de la parte de atrás de su cuello y el otro alrededor del mismo lugar en su espalda que, el mismísimo viernes, dolía como un infierno. Spencer se apartó de él. —Yo ni siquiera tengo tu número. —No te preocupes —murmuró Wren—. Yo te llamo. Spencer se volvió hacia su amplio patio por un momento, mirando el camino de Wren hasta su coche. Como él se fue, sus ojos volvieron a estar tristes de nuevo. Si hubiera alguien con quien hablar, alguien que no hubiese sido expulsado de su casa. Miró hacia atrás al santuario de Ali y se preguntó cómo sus viejos amigos se trataban con esto. El coche de Wren ya estaba al final de la calle, pero, Spencer notó luces de otro coche. Ella se congeló. ¿Eran sus padres? ¿Habrían visto el coche de Wren? Las luces se acercaron más y más. De pronto, Spencer se dio cuenta de quién era. El cielo era de un color púrpura oscuro, pero apenas podía distinguir el pelo largo de Andrew Campbell. Contuvo la respiración, agachándose detrás de los rosales de su madre. Andrew lentamente sacó un sobre hasta el buzón, lo abrió y lo deslizó y cuidadosamente lo cerró. Él se fue alejando.

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Esperó hasta que él se hubiera ido antes para salir corriendo a la acera y abrir el buzón. Andrew le había dejado un trozo doblado de papel. Hey, Spencer. Yo no sabía si estabas tomando alguna de mis llamadas. Siento mucho lo de Alison. Espero que mi manta te haya ayudado ayer. –Andrew. Spencer volvió hacia la entrada, leyendo y releyendo la nota. Se quedó mirando la letra de Andrew. ¿Manta? ¿Qué manta? Entonces, se dio cuenta. ¿Fue Andrew quien la ayudó? Arrugó la nota en sus manos y comenzó a sollozar otra vez.

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Capítulo 33 Lo Mejor de Rosewood La policía ha reabierto el caso DiLaurentis, y se encuentran en el proceso de interrogar a los testigos, —un presentador de noticias a las once lo informó. —La familia DiLaurentis, que ahora vive en Maryland, tendrá que enfrentarse a algo que han tratado de dejar atrás. Sólo que ahora, es el final.

—L

Los noticieros eran las reinas de drama, pensó Hannah enojada empujando a otro puñado de Cheez-it* en la boca. Sólo las noticias encontraban la forma de hacer una historia horrible, peor. La cámara se enfocó en el santuario de Ali, como ellos lo llamaban, las velas, los Beanie Babies*, las flores marchitas, sin duda acababan de recogerlas a los jardines de los vecinos, píos melcocha* -el dulce favorito de Aliy por supuesto fotos. La cámara mostró a la madre de Alison, a quién Hanna no había visto en un tiempo. A pesar de su rostro lleno de lágrimas, la señora DiLaurentis sonrió a las cámaras, con un corte de cabello muy corto y aretes de araña. —Hemos decidido realizar un servicio a Alison en Rosewood, que era el único hogar de Alí conocía, —la señora DiLaurentis dijo con voz controlada. —Queremos agradecer a todos aquellos que ayudaron a la búsqueda de nuestra hija hace tres años por su apoyo permanente. El noticiero volvió a la pantalla. —Un monumento conmemorativo se celebrará mañana en la Abadía de Rosewood y estará abierta al público. Hanna apagó el televisor. Era domingo por la noche. Se sentó en su sofá de la sala, vestida con su camiseta blanca y un par de calzoncillos Calvin Klein que había

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robado del cajón superior de Sean. Su largo cabello castaño estaba desaliñado y apareció algo alrededor de su cara y ella estaba casi segura de que tenía una espinilla en la frente. Un enorme plato de Cheez-it descansaba en su regazo, un envoltorio vacío Klondike lo arrugó en la mesa de café, y una botella de pinot noir fue puesta cómodamente a su lado. Había estado toda la noche tratando de no comer así, pero, bueno, su fuerza de voluntad hoy no era muy fuerte. Volvió a encender el televisor, deseando tener alguien con quien hablar sobre. . . sobre Alison, todo acerca de Alison. Sean estaba fuera, por razones obvias. Su madre -que estaba en una cita ahora mismo- tenía su inútil costumbre. Después del problema en la comisaría de ayer, Wilden le dijo a Hanna y a su madre que ellos hablarían con ella más tarde, ya que la policía tenía cosas más importantes que atender en ese momento. Ni su madre ni Hanna sabía lo que estaba pasando en la estación, sólo que se trataba de un asesinato. De regreso a casa en el auto, en lugar de reprender la Sra. Marín a Hanna, por robar un coche y conducir borracha, le dijo “que cuidaría de ella”. Hanna no tenía ni idea de lo que eso significaba. El año pasado, un policía había hablado en una asamblea de Rosewood acerca de cómo en Pennsylvania había una "regla de tolerancia cero” para los conductores ebrios menores de veintiuno. En ese momento, Hanna había prestado atención sólo porque pensaba que el policía era excitante, pero ahora sus palabras la atormentaban. Hanna no podía confiar en Mona, ya que: ella se encontraba todavía en el torneo de golf en la Florida. Habían hablado brevemente por teléfono, y Mona había admitido que la policía la había llamado acerca del auto de Sean, pero ella se hizo la tonta, diciendo que había estado en la fiesta todo el tiempo y Hanna también había estado. Por mala suerte: ellos habían conseguido la parte de atrás de su cabeza en la cinta de vigilancia de la policía, pero no su cara, ya que usaba ese viejo y aballestado sombrero de la entrega. Eso fue ayer, sin embargo, después de que Hanna regresara de la estación de policía. Ella y Mona no habían hablado hoy, y no habían hablado de Alison todavía. Pero.... Puede ser que, Alison, ¿no hubiera desaparecido? Pero la policía dijo que Alison había muerto hace años. . . Hanna leyó una guía que estaban pasando en la TV ¿para que otra cosa estaba encendida?, tenia los párpados hinchados por las lágrimas, ella pensó en llamar a

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su padre - esta historia podría estar en las noticias de Annapolis de la zona. ¿O tal vez él la había llamado? Cogió el teléfono en silencio para asegurarse de que seguía trabajando. Ella suspiró. El problema de ser la mejor amiga de Mona era que no tenía ningún otro amigo. Viendo los recuerdos de Ali le hizo pensar en la cantidad de amigos que ella tenía. Habían tenido sus problemas, horribles momentos juntos, pero se divertían mucho, también. En un universo paralelo, estaríamos todos juntos ahora, recordando a Ali y riendo a pesar de que estaban llorando también. Pero en esta dimensión, habían crecido muy separados. Se habían dividido por muchas razones, por supuesto- las cosas habían empezado a cambiar mucho antes de que Alison desapareciera. Al principio, cuando estaban haciendo caridad juntos, fue maravilloso. Pero entonces, después de lo sucedido con Jenna, las cosas se pusieron algo tensas. Todas estaban tan asustadas que lo que le pasó a Jenna podría estar relacionado con ellas. Hanna recordó haber estado nerviosa incluso cuando estaba en el autobús y un coche de policías pasaba junto a su lado, aunque fuera en dirección contraria. Entonces, en el próximo invierno y en la siguiente primavera, algunos temas de repente fueron, prohibidos. Siempre había alguien diciendo: "¡Shhh!" Y luego todas caían en un incómodo silencio. Los presentadores de noticias de las once terminaron y adelantaron Los Simpson. Hanna tomó su BlackBerry. Ella sabía todavía el número de Spencer de memoria, y probablemente no sería demasiado tarde para llamar. A medida que marcó el segundo dígito, jadeó, sus pendientes de Tiffany tintineaban. Oyó a alguien arañar la puerta. Volvio a jadear, pensó que sus pies le estaban mintiendo, pero levanto la cabeza y gruño. Hanna quito el tazón de Cheez-It de su regazo y se levantó. ¿Era. . . A? Las rodillas le temblaban, Hanna se dejo arrastrar por el vestíbulo. Habian sombras largas y oscuras en la puerta de atrás, y el ruido de los rasguños se volvían cada vez más fuertes. —Oh, Dios mío, —susurró Hanna, con la con las manos temblando. ¡Alguien estaba tratando de entrar!

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Hanna hecho una mirada a su alrededor. Había un pisapapeles de jade en la mesa del vestíbulo. Tenía que pesan por lo menos veinte libras. Ella lo agarro y dio tres pasos largos hacia la puerta de la cocina. De repente, la puerta se abrió. Hanna dio un salto. Una mujer tropezó por la puerta de entrada. La falda tenia un buen estilo, con pliegues gris alrededor de su cintura. Hanna se preparo con el pisapapeles, si había la necesidad de lanzarlo. Entonces se dio cuenta. Era su mamá. La Sra. Marín chocó contra la mesa como si estuviera perdida. Un tipo estaba detrás de ella, tratando de subirle la falda y darle un beso al mismo tiempo. Hanna abrió los ojos como platos. Darren Wilden. Así que eso era lo que su mamá entiende por “cuidar de ella” A Hanna se le revolvió el estómago. No hay duda de que ella debía de parecer algo loca, fuertemente aferrada al pisapapeles. La Sra. Marín le dio a Hanna una larga mirada, sin molestarse siquiera en dar la espalda a Wilden. Los ojos de su madre decían: “Hago esto por ti”. -----------------------------------------------------------------------------Nota de la traductora *Son como galletitas con queso fundido. *Mmarca de peluches. *Dulces con formas de animales.

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Capítulo 34 Estrafalario encontrarlas aquí

E

n la mañana del lunes, en vez de sentarse en el primer período de bio, Emily estaba junto a sus padres en el monasterio de techo alto, con suelo de mármol de Rosewood. Tiró incómodamente de la falda plisada negra, Gap, demasiado corta que había encontrado en la parte posterior de su armario y trataba de sonreír. La Sra. DiLaurentis estaba parada en la puerta, usaba un vestido negro de cuello bobo*, tacones, y pequeñas perlas de agua dulce. Se acercó a Emily y la envolvió en un abrazo. —Oh, Emily, —sollozó la señora DiLaurentis. —Lo siento mucho, —Emily dijo en voz baja, sus ojos estaban llorosos. La señora DiLaurentis aún llevaba el mismo perfume Coco Chanel. Instantáneamente vinieron todo tipo de recuerdos: Un millón de viajes hacia y desde el centro comercial en el Infiniti* de la señora de DiLaurentis, colándose furtivamente en su cuarto de baño para robarse tabletas TrimSpa* y experimentar en su cara con el maquillaje La Prairie, pasar por su enorme, closet y probarse todos los vestidos de cóctel Dior negros y sexys, de talla dos. Otros chicos de Rosewood fluían a su alrededor, tratando de encontrar asientos en las bancas de madera con respaldo alto. Emily no sabía a qué atenerse en el funeral de Alison. El monasterio olía a incienso y madera. Las simples lámparas con forma de cilindro colgaban del techo, y el altar estaba cubierto por millones de tulipanes blancos. Los tulipanes eran la flor favorita de Alison. Emily recordaba que Ali ayudaba a su madre a plantar hileras de ellos en su patio cada año.

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La madre de Alison, finalmente se apartó y se secó los ojos. —Yo quiero que te sientes al frente, con todos los amigos de Ali. ¿Está bien, Kathleen? La madre de Emily asintió con la cabeza. —Por supuesto—. Emily escuchó todos los clics de los tacones de la señora DiLaurentis y el arrastre de sus propios mocasines gruesos mientras caminaban por el pasillo. De repente Emily recordó por qué estaba aquí otra vez. Ali había muerto. Emily aferró el brazo de la señora de DiLaurentis. —Oh mi Dios. —Su campo de visión se redujo, escuchó un ruido de waaaah en sus orejas, señal de que estaba a punto de desmayarse. La señora DiLaurentis la ayudo a mantenerse de pie. —Está bien. Vamos. Siéntate aquí abajo. Vertiginosamente, Emily se deslizó en el banco. —Pon tu cabeza entre tus piernas, —oyó una voz conocida decir. Luego, otra voz familiar soltó un bufido. —Dilo más fuerte, para que todos los chicos te puedan oír. Emily miró hacia arriba. Junto a ella estaban Aria y Hanna. Aria llevaba una blusa azul, púrpura y fucsia a rayas de algodón con cuello de marinera, una chaqueta azul marino de terciopelo y botas de vaquero. Eso era tan Aria, ella era el tipo que pensaba que llevar algo de color a los funerales era celebrar a los vivos. Hanna, por el contrario, Llevaba un vestido negro corto con escote en V y medias color negro. —Querida, ¿puedes moverte de nuevo? Por encima de ella, la señora DiLaurentis estaba con Spencer Hastings, que llevaba un traje oscuro y zapatillas de ballet. —Hey, chicas —dijo Spencer a todas ellas, en ese mantecoso tono de voz que Emily había extrañado. Ella se sentó junto a Emily. —Así que, nos encontramos de nuevo —dijo Aria, sonriendo. Silencio. Emily se asomó para ver a todas ellas por el rabillo del ojo. Aria estaba jugueteando con un anillo de plata en su pulgar, Hanna estaba buscando algo en

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su bolso, y Spencer estaba sentada muy quieta, mirando al altar. —¡Pobre Ali! —murmuró Spencer. Las muchachas se sentaron en silencio durante unos minutos. Emily sacudió su cerebro por algo que decir. Sus oídos se llenaron con el sonido waaaah de nuevo. Ella se volvió a escanear a la multitud para encontrar a Maya, y sus ojos aterrizaron cuadrados en Ben. Estaba sentado en la segunda fila con el resto de los nadadores. Emily levantó la mano en un pequeño saludo. Junto a esto, la cosa en la fiesta parecía poca cosa. Pero en lugar de saludar de vuelta, Ben la fulminó con la mirada, su fina boca en una línea terca, recta. Luego miró hacia otro lado. Ok. Emily se volvió. La Rabia llenó su cuerpo. Mi antigua mejor amiga acababa de ser encontrada asesinada, quería gritar. Y estamos en una iglesia, ¡por el amor de Dios! ¿Qué hay con el perdón? Entonces la golpeó. Ella no quería que la llevara de vuelta. Ni un poco. Aria le dio un golpecito en la pierna. —¿Estabas bien después del sábado en la mañana? Quiero decir, ni siquiera sabias todavía, ¿verdad? —No, era otra cosa, pero estoy bien, —contestó Emily, a pesar de que no era cierto. —Spencer. —Hanna levantó la cabeza—. Yo, um, yo te vi en el centro comercial recientemente. Spencer miró a Hanna. —¿Huh? —Tú estabas… ibas a Kate Spade. —Hanna miró hacia abajo—. No lo sé. Yo iba a decir hola. Pero, eh. Me alegro de que no tengas que ordenar aquellos bolsos de Nueva York nunca más. —Ella bajó la cabeza y se sonrojó, como si hubiera dicho demasiado. Emily se sorprendió, no había visto a Hanna hacer esa expresión en años.

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Spencer arrugo la frente. A continuación, una mirada triste, tierna vino sobre su rostro. Ella tragó saliva y miró hacia abajo. —Gracias —murmuró. Sus hombros empezaron a temblar ella cerró los ojos. Emily sintió su propia garganta asfixiante. Nunca había visto llorar a Spencer. Aria le puso la mano sobre el hombro a Spencer. —Está bien, —ella, dijo. —Lo siento —dijo Spencer, enjugándose las lágrimas con la manga. —Yo solo… — Miró a su alrededor a todas ellas y luego comenzó a llorar aún más fuerte. Emily la abrazó. Se sentía un poco incómodo, pero por la forma que Spencer le apretó la mano, Emily podría decir ella lo apreciaba. Cuando se sentaron, Hanna sacó un frasco de plata diminuto de su bolso y se lo paso a Emily para transmitírselo a Spencer. —Aquí —susurró. Sin ni siquiera oler o preguntar lo que era, Spencer bebió un trago enorme. Ella dio un respingo, pero dijo, —Gracias. Pasó el frasco de nuevo a Hanna, que bebió y se lo entregó a Emily. Emily tomó un sorbo, que ardía en su pecho, luego lo pasó a Aria. Antes de beber, Aria tiro de la manga de Spencer. —Esto te hará sentir mejor también. —Aria tiró abajo el hombro de su vestido para revelar un sujetador blanco tejido. Emily inmediatamente lo reconoció, Aria había tejido fuertes sujetadores de lana para todas las chicas en séptimo grado. —Yo lo use para bendecir los viejos tiempos, —Aria dijo en voz baja—. Esta picando como el infierno. Spencer farfulló una carcajada. —¡Oh mi Dios! —Eres una loca, —añadió Hanna, sonriendo.

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—Yo nunca pude usar el mío, ¿te acuerdas? —Emily intervino. —¡Mi mamá pensaba que era demasiado sexy para la escuela! —Sí. —Rió Spencer—. Si puedes llamar sexy a rascarte la tetas todo el día. Las chicas se rieron. De repente, el teléfono celular de Aria zumbo. Metió la mano en su bolso y miró a la pantalla del teléfono. —¿Qué? —Aria miró para arriba, dándose cuenta de que todas la estaban mirando a ella. Hanna jugueteó con su pulsera. —¿Tú, eh, recibiste un mensaje de texto? —Sí. ¿Y qué? —¿Quién fue? —Fue mi madre —respondió lentamente Aria—. ¿Por qué? La música de los tubos del órgano empezó a sonar cadente a través de la iglesia. Detrás de ellos, más chicos murmuraban en voz baja. Spencer miró nerviosamente a Emily. El corazón de Emily comenzó a latir con fuerza. —No importa —dijo Hanna—. Eso fue curioso. Aria se lamió los labios. —Espera. En serio. ¿Por qué? la manzana de Adán de Hanna se levantó como una golondrina nerviosa. —Yo… Pensé que tal vez cosas extrañas les ocurrían a ustedes, también. La boca de Aria se abrió. —Extrañas es quedarse corto—. Emily apretó sus brazos alrededor de sí misma. —Espera. ¿A ustedes también? —Spencer dijo en voz baja. Hanna asintió con la cabeza. —¿Textos?

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—E-mails, —dijo Spencer. —¿Acerca de… cosas del séptimo? —Aria dijo en voz baja. —¿Chicas están hablando en serio? —Emily chirrió. Las amigas se miraron. Pero antes de que nadie dijera otra cosa, el órgano de tubos sonó sombríamente llenando la habitación. Emily se dio la vuelta. Un grupo de personas caminaban lentamente por el pasillo central. Era la madre de Ali y su padre, su hermano, sus abuelos, y algunos otros que deben de haber sido familiares. Dos chicos pelirrojos fueron los últimos en llegar por el pasillo; Emily reconocido a Sam y Russell, primos de Ali. Ellos solían visitar a la familia de Ali cada verano. Emily no los había visto en años, y se preguntó si seguían siendo tan crédulos como solían ser. Los miembros de la familia cayeron en la primera fila y esperaron a que la música se detuviera. Cuando Emily miraba, se dio cuenta del movimiento. Uno de los dos primos, el de granitos, pelirrojo las miraba. Emily estaba bastante segura de que era el que se llamaba Sam -que había sido el más Nerd de los dos. Miró a todas las chicas y luego lentamente con coquetería levantó una ceja. Emily miró rápidamente a lo lejos. Sintió el llamado de Hanna en las costillas. —No voy —Hanna susurró a las chicas. Emily miró, desconcertada, pero luego Hanna indicó con los ojos a los dos primos desgarbados. Todas las chicas atrapadas, al mismo tiempo dijeron. —No voy—, Emily, Spencer, y Aria, a la vez. Todas se rieron. Pero Emily se detuvo, considerando lo que —No voy— quería decir en realidad. Nunca había pensado en ello antes, pero era algo malvado. Cuando miró a su alrededor, se dio cuenta que sus amigas habían dejado de reír también. Todas ellas intercambiaron una mirada. —Supongo que era más divertido en ese entonces, —dijo Hanna en voz baja.

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Emily se sentó. Tal vez Ali no lo sabía todo. Sí, esto podría haber sido el peor día de su vida, y ella estaba terriblemente devastada acerca de Ali, y completamente asustada acerca de A. Pero por un momento, ella se sentía bien. Sentada aquí con sus viejas amigas, parecía el pequeño comienzo de algo.

-----------------------------------------------------------------------------Nota de la traductora *No sé como lo llaman en otros lados pero aquí lo pueden ver: http://img.webdelanovia.com/wpcontent/uploads/2007/01/Pepe%20Botella%204.JPG *Tipo de auto: http://www.motorafondo.net/wp-content/2009/02/infiniti.jpg *Píldoras para adelgazar

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Capítulo 35 Sólo espera

E

l órgano empezó a sonar nuevamente con su música lúgubre, y el hermano de Ali y los otros llenaron la iglesia. Spencer, achispada por unos cuantos tragos de whisky, notó que sus tres viejas amigas se habían levantado y estaban saliendo ordenadamente del banco, y ella pensó que debería ir también. Todos de Rosewood Day estaban en la parte posterior de la iglesia, desde los chicos de lacrosse boys a los geeks obsesionados a los video-games de los que Ali sin duda se habría burlado en séptimo. El viejo Sr. Yew –el encargado de la unidad de caridad de Rosewood Day– parado en la esquina, hablando en voz baja al Sr. Kaplan, quien enseñaba arte. Incluso los viejos amigos JV de hockey sobre césped de Ali habían regresado de sus respectivas universidades; ellos estaban parados en un grupo lloroso cercano a la puerta. Spencer analizó los rostros conocidos, recordando a todas las personas que solía conocer pero ya no más. Y entonces, vio un perro –un perro lazarillo. —¡Oh Dios mío! Spencer agarró el brazo de Aria. —Por la salida —dijo ella entre dientes. Aria entrecerró los ojos—. ¿Es ese… ? —Jenna —murmuró Hanna. —Y Toby —agregó Spencer. Emily se puso pálida. —¿Qué están haciendo aquí? Spencer estaba demasiado aturdida para responder. Ellos parecían iguales pero

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totalmente diferentes. El cabello de él estaba más largo ahora, y ella estaba... grandiosa, con largo pelo negro y usando unos grandes lentes de sol Gucci. Toby, el hermano de Jenna, capturó a Spencer mirándolos. Una mirada ácida y disgustada se apoderó de su cara. Spencer rápidamente apartó sus ojos. —No puedo creer él haya aparecido —susurró ella, demasiado bajo para los otros oídos. Para el momento en que las chicas alcanzaron las pesadas puertas de madera que conducían a los peldaños ruinosos de la iglesia, Toby y Jenna se habían ido. Spencer entrecerró los ojos bajo la luz del sol del cielo brillante y perfectamente azul. Era uno de esos encantadores días de otoño sin humedad, donde uno se moría por faltar a la escuela, acostarse en un campo, y no pensar en las responsabilidades de uno. ¿Por qué era siempre en días como este que algo horrible ocurría? Alguien tocó su hombro y Spencer dio un brinco. Era un corpulento policía rubio. Hizo una seña para Hanna, Aria, y Emily para que siguieran sin ella. —¿Es usted Spencer Hastings? —preguntó él. Ella asintió sin decir nada. El policía se retorcía sus enormes manos juntas. —Siento mucho su pérdida —dijo él—. Usted era una vieja amiga de la Srta. DiLaurentis, ¿verdad? —Gracias. Si, lo era. —Voy a necesitar hablar con usted. —El policía buscó dentro de su bolsillo—. Aquí está mi tarjeta. Vamos a reabrir el caso. Como ustedes eran amigas, podría ser capaz de ayudarnos. ¿Está bien si vengo en un par de días? —Um, seguro —balbuceó Spencer—. Cualquier cosa que pueda hacer. Como zombie, se encontró con sus viejas amigas, que se había reunido bajo un sauce llorón. —¿Qué quería? —preguntó Aria.

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—Quieren hablar conmigo, también. —dijo Emily en voz baja—. No es la gran cosa, ¿no? —Estoy segura que es lo mismo de siempre. —dijo Hanna. —Él no podía estar preguntando sobre… —empezó Aria. Miró nerviosamente a la puerta del frente de la iglesia, donde Toby, Jenna, y su perro estaban parados. —No —dijo Emily rápidamente—. No podemos meternos en problemas por eso ahora, ¿no? Se miraron entre sí preocupadas. —Por supuesto que no —dijo Hanna finalmente. Spencer miró alrededor donde todo el mundo estaba hablando en voz baja sobre el césped. Se sintió enferma después de ver a Toby, y no había visto a Jenna desde el accidente. Pero era una coincidencia que el policía le haya hablado justo después de haberlos vistos, ¿verdad? Spencer sacó con rapidez sus cigarrillos de emergencia y lo encendió. Necesitaba hacer algo con sus manos. Le contaré a todo el mundo sobre el asunto de Jenna. Eres tan culpable como yo. Pero nadie me vio. Spencer exhaló nerviosamente y observó a la multitud. No hay ninguna prueba. Fin de la historia. A menos… —Esta ha sido la peor semana de mi vida —dijo Aria repentinamente. —La mía también. —estuvo de acuerdo Hanna. —Supongo que podemos mirar el lado positivo —dijo Emily, su voz aguda y nerviosa—. No podemos tener una peor que ésta. Cuando seguían el cortejo al estacionamiento de grava, Spencer se detuvo. Sus

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viejas amigas también se detuvieron. Spencer quería decirles algo –no sobre Ali o A o Jenna o Toby o la policía, en vez de eso, más que nada, quería decirles que las había extrañado todos esos años. Pero antes de que pudiera decirlo, el teléfono de Aria sonó. —Espera… —pronunció Aria, hurgando en su bolso por el teléfono—. Probablemente es mi mamá otra vez. Entonces, el Sidekick de Spencer vibró. Y sonó. Y chilló. No era solo su teléfono, sino los teléfonos de sus amigas también. Los sonidos repentinos y de tonos altos sonaron incluso más fuertes contra la formal y silenciosa procesión funeraria. Los otros dolientes les lanzaron miradas desagradables. Aria levantó el suyo para silenciarlo; Emily luchó por operar su Nokia. Spencer arrancó su teléfono del bolsillo de su bolso. Hanna leyó su pantalla. —Tengo un nuevo mensaje. —Yo también —susurró Aria. —Lo mismo —repitió Emily. Spencer vio que ella también. Todas golpearon en LEER. Un momento de silencio helado pasó. —Oh Dios mío —susurró Aria. —Es de… —chilló Hanna. Aria murmuró, —¿Creen que ella quiere decir… Spencer tragó saliva. A la vez, las chicas leyeron sus textos en voz alta. Cada una dijo exactamente lo mismo: Todavía estoy aquí, perras. Y lo sé todo. —A

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Epilogo Qué sucede después…

A

puesto a que pensaban que yo era Alison, ¿no? Bueno, lo siento, pero yo no lo soy.

Duh. Está muerta. No, yo estoy muy vivo… y estoy muy, muy cerca. Y para una pandilla de cuatro ciertas muchachas bonitas, la diversión acaba de comenzar. ¿Por qué? Porque yo lo digo. El comportamiento travieso merece castigo, después de todo. Y los mejores de Rosewood se merecen saber que Aria ha estado haciendo algunos créditos extras besándose con su profesor de inglés, ¿verdad? Por no hablar del desagradable secreto de la familia que ha estado escondiendo durante años. La chica es un choque de trenes. Mientras estoy en ello, realmente debería informar a los padres de Emily respecto a la razón por la que ha estado actuando de manera extraña últimamente. —Hola, señor y señora Fields, hay buen tiempo, ¿eh? Y, por cierto, a su hija le gusta besar chicas. Luego está Hanna. Pobre Hanna. Sóla en caída libre a la impopularidad. Ella puede tratar de lograr su regreso a la cima, pero no se preocupen —Voy a estar allí esperando para golpearla con rapidez cada vez detrás de la espalda de los par de jeans desteñidos de su mamá.

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Oh Dios mío, se me olvidaba Spencer. ¡Ella es un desastre total! Después de todo, su familia piensa que es una completa vulgar inútil. Eso va a apestar. Y sólo entre nosotros, está a punto de ser mucho peor. Spencer guarda un secreto profundo y oscuro que podría muy bien arruinar la vida de las cuatro. Pero —¿A quién podría decirle un secreto tan terrible? Oh, no lo sé. Adivinen lo más salvaje. Bingo. La vida es tan divertida cuando lo sabes todo. Solo que ¿cómo puedo saber tanto? Probablemente se estén muriendo por saber, ¿no? Bueno, relájense. Todo a su debido tiempo. Créanme, me gustaría decirles. Pero ¿cuál es la gracia? Las estaré vigilando. —A

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