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Ignacio de Loyola Vicario
Muy queridos colmenaretes, comienzan ya las fiestas de nuestro Santísimo Cristo del Humilladero, como cada año por el tiempo de Pascua. Estas fiestas suponen para nosotros el momento más especial que como pueblo podemos celebrar y vivir durante el año. El pueblo de Colmenar de Oreja celebra desde tiempo inmemorial estas fiestas, y nosotros como continuadores de esta larga tradición nos preparamos para celebrar con nuestras familias, amigos y vecinos el triunfo de Cristo y de su cruz en nuestras vidas. Celebrar las fiestas del Santísimo Cristo es celebrar a Colmenar de Oreja y sus tradiciones.
Me gustaría con estas líneas hacer una reflexión sobre el valor de esas devociones cotidianas y sencillas, pero cargadas de tanta fe, que los cristianos practicamos en nuestra vida. Devociones como el rosario, el ángelus, el viacrucis en cuaresma, las oraciones propias antes de dormir o al despertarse y tantas otras oraciones que bien conocéis. Pero en nuestro pueblo por encima de todas esas devociones hay algunas que destacan por su fervor y frecuencia. Son todas aquellas jaculatoria al Santísimo Cristo, las pequeñas capillas que se hacen de Él y que recuerdan a nuestra ermita. Son algunas frases pronunciadas como si de un suspiro se tratase pidiendo una “ayudita” al Cristo. Podrá haber quien piense que todas estas prácticas son cosas de mayores o cosas de otro tiempo, pero son estas cosas las que han ido configurando la fe del pueblo de Colmenar de Oreja y no solo la fe, sino también una manera de entender la vida.
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Cristo en su vida terrena nunca desprecio los más sencillos gestos de afecto de las gentes que se le acercaban y que quizás no sabían mucho de la Sagrada Escritura o de lo que los rabinos explicaban en las sinagogas. Cristo llega incluso a darle una preeminencia en la comprensión de la fe a la gente sencilla. Dijo el Señor: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños.” (Lc 10, 21). Esta frase lejos de ser una frase piadosa y sin profundidad, revela como es Dios y como le gusta a Dios que nos acerquemos a Él. Dios prefiere a una persona con un corazón sencillo y humillado que a una persona quizás más virtuosa pero soberbia. Por ello todas las devociones de las que venimos hablando son de una profundidad de fe grande, una fe sencilla quizás, pero autentica y desde lo más hondo de nuestros corazones. Una fe de esas que a Dios le agrada y prefiere, una fe de cuya abundancia del corazón habla la lengua. Yo mismo he podido observar como muchos colmenaretes ante una adversidad o una alegría se acercan a la ermita para pedir ayuda o dar gracias a su Cristo. Esta fe es digna de admiración y estos gestos son los pequeños detalles que como cristianos debemos de intentar cuidar. “El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel” (Lc 16,10). A veces nos pensamos que Dios está lejos, en cosas muy elevadas y complejas, que incluso Dios tiene muchas cosas importantes de las que ocuparse y que por ello no tiene tiempo para nosotros. Sin embargo Cristo se conmueve con cada uno de estos pequeños gestos de amor que podemos tener hacia Él. El no está lejos, está muy cerca, tan cerca que como decía Santa Teresa “anda entre pucheros”. En lo más cotidiano, en los gestos más pequeños, Dios se puede manifestar. Sería una locura pensar que Dios nos ama en la cruz, que es el mayor gesto de amor de la historia, un inocente condenado por amor a los hombres, y que tras la Resurrección que ahora celebramos, nos abandona a nuestra suerte y que no es posible entrar en relación con Él.
Para los sacerdotes de la parroquia, y para la comunidad parroquial entera, es una gran alegría volver a celebrar estas fiestas otro año más y volver a ver nuestro pueblo engalanado para recibir a su Señor y Salvador. Serán también días para celebrar la fraternidad con la que nos une Cristo, y que si por el pecado nos separamos los unos de los otros, con la fe nos unimos a la gran familia que nos congrega en Cristo.
Recibid todos el más afectuoso de nuestros saludos, nuestra oración y bendición,