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Nº 7. Octubre de 2013 Los donativos entregados a esta Asociación son deducibles en la Declaración de la Renta. C.I.F. nº R-2800175-H
Foto: Grzegorz Galazka
“En la oración, el cristiano aprende a compartir la misma experiencia espiritual de Cristo y comienza a ver con los ojos de Cristo. A partir de aquel que es luz de luz, del Hijo Unigénito del Padre, también nosotros conocemos a Dios y podemos encender en los demás el deseo de acercarse a él”.
“¿Queréis ser como Pilato, que no tiene la valentía de ir a contracorriente?” (Papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud).
Dios, y de ahí que el místico alemán Ángelus Silesius dijera que el verdadero orante se convierte en aquel a quien reza. Incluso si el corazón parece estar frío y muerto, no es hipocresía arrodillarse para confesar nuestra incapacidad para rezar y anhelar a Dios. Si hacemos un sincero esfuerzo por rezar pese a todas las dificultades, la aridez interna y las distracciones, Dios no nos negará Su gracia, pues Él ansía ser el centro
Encíclica Lumen Fidei
de usted hubiera esperado un llamamiento a la caridad, a amar más a los pobres. ¿Por qué me pregunta cuántas horas rezo?”. Entonces, la Madre Teresa le tomó de las manos y le dijo: “Hijo mío, sin Dios siempre somos demasiado pobres para ayudar a los necesitados. No lo olvides: yo solo soy una pobre mujer que reza, y cuando rezo, Dios deposita Su amor en mi corazón, y solo así puedo amar a los necesitados... ¡porque rezo!”.
Para conservar en nosotros la luz de la fe y poder compartirla con los demás, necesitamos por fuerza la oración: esta es imprescindible. La oración es lo más hermoso, lo más importante y lo más poderoso que el hombre puede realizar. Rezarle a Dios es la primera vocación del hombre. Como criaturas procedemos del corazón de Dios, y, por eso, nuestro espíritu y nuestro corazón ansían a Dios – “La oración es lo más hernuestro Padre y amigo– y Queridos amigos: que ningún moso, lo más importante y quieren permanecer en Él. Al momento nos resulte tan imporlo más poderoso que el igual que la respiración mantante y valioso como aquel que hombre puede realizar”. tiene con vida al cuerpo, la oradedicamos a la oración. Si ción colma de vida divina al somos una asociación de oranalma. Sin la oración, el interior del hombre de nuestro corazón para inspirarnos, y para tes, nunca nos faltarán los recursos econóse muere. guiar y realizar todo en nuestra vida. De micos necesarios para satisfacer las esta forma, todas nuestras acciones se con- numerosas peticiones que recibimos día a ¿Pero qué hacer para que la oración se con- vierten en oración. día. Quien se sume en Dios a la oración no vierta en la primera intención del corazón? pasa por alto ninguna necesidad. Comencemos, sencillamente, rogando Cuando nos acercamos a Dios y buscamos como los apóstoles: “Señor, enséñanos a la comunión con Él, también nos acerca- Os bendice vuestro agradecido orar”. (Lc 11,1) Debemos decidirnos, una mos cada vez más al prójimo y podemos y otra vez, por la oración y abrirle nuestro vivir unos para otros. La Madre Teresa de corazón a Dios. La oración transforma al Calcuta, que rezaba casi incesantemente el hombre, sus sentimientos, sus pensamien- Rosario, le preguntó una vez a un seminatos, sus decisiones y sus actos. La oración rista: “¿Cuántas horas rezas al día?”. El seP. Martin M. Barta transporta al alma al mundo sobrenatural de minarista respondió sorprendido: “Madre, Asistente Eclesiástico 1
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