Boletín #5 Don León Barajas Arias

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Crónica MUNICIPAL

Boletín Informativo · Año 1 · No. 5 · Febrero 2016

DON LEÓ N BARAJAS ARIAS (1913-2015)

El inicio es amar a Tepa

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Demostr贸 un extraordinario gusto por el campo, la tierra y los animales. 2

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Con un amor manifiesto por el campo, cualidad representativa en las familias de antaño, en la comunidad de Atotonilquillo, actualmente conocida como Fátima, del municipio de Tepatitlán de Morelos, nació León Barajas Arias el 20 de febrero de 1913, siendo el segundo hijo de 11 del matrimonio de Teodoro Barajas Navarro y María Feliciana Arias. Durante su infancia, León acudió durante dos periodos a la escuela a la edad de 6 años ya ayudaba en las labores del campo a su padre, demostrando un extraordinario gusto por el campo, la tierra y los animales, lo cual manifestaba al elaborar animalitos con barro, siendo este uno de sus pasatiempos preferidos, sobresaliendo los toros a los cuales dotaba de cuernos, obtenidos de los espolones de los gallos. En su adolescencia y juventud trabajó al lado de su padre en la construcción de la casa que habitaron, en relación a esta acción cabe mencionar que en aquella época la edificación de las casas era compartida, en ella participaban los miembros de la familia: hermanos, tíos y primos ayudaban en la construcción de la casa del familiar; León y sus hermanos colaboraron desde hacer el adobe, tejas, vigas, puertas, y otras necesidades propias para la casa.

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En aquellos años construir una casa significaba un esfuerzo sobresaliente, ya que se hacía casi todo de manera rústica al no contar con herramientas, sumado al ingenio y paciencia, daban como resultado obras bien construidas, amplias y con lo necesario para cubrir las necesidades de la familia. Una de las etapas que marcó la vida de León Barajas fue la de la Guerra Cristera, con frecuencia platicaba de dicho acontecimiento con sus hijos; León, al igual que sus hermanos, aprendieron el trabajo del campo gracias a la enseñanza y ejemplo de su padre, desde hacer un arado, yugos, carretas, codos, coyundas, teleras, manceras y más ornamentos necesarios para trabajar la tierra. León Barajas contrajo nupcias con Julia Camarena, de dicha unión nacieron Silviano quien aún vive; lamentablemente como sucedía en tiempos añejos donde los alumbramientos se veían ensombrecidos por la limitaciones en salud, la esposa de León fallece al dar a luz a Pilar, significando un doble acontecimiento con el deceso de la recién nacida. Al paso de los años, León contrae matrimonio con María Trinidad Íñiguez Galindo y del matrimonio nacieron Carmela (+), Martina (+), Margarito, María Guadalupe, Beatríz, Juanita, Moisés, Teresa de Jesús y Carlos Roberto. A través del tiempo y después de la experiencia y conocimientos obtenidos por los largos años en el campo, León guardó un inquebrantable amor por la vida campirana, como pasatiempo, a sus 85 años de edad elaboró su primera obra en madera, cada una de ellas da cuenta de la sencillez de un hombre que entregó amor y respeto por la naturaleza, 4

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hasta los últimos días de su vida creó figuras en madera, en su casa adaptó su primer espacio para ello, en un tejabán en la azotea; pasaron unos años y ante la imposibilidad de subir las escaleras, vino el segundo lugar donde pasaba largas horas tallando, lijando y pegando maderas para dar forma a sus figuras, en el patio trasero de su casa, donde rodeado de plantas disfrutaba de la algarabía del perico, dado que a León le gustaba la música, fue que el perico aprendió a bailar, basta escuchar las notas de alguna melodía y comienza a contonearse y a cantar, actualmente el perico espera la llegada de León, como cada día lo hacía hasta el pasado mes de septiembre de 2015. El último lugar en el que León estuvo confeccionando sus obras, fue a unos metros de la puerta que da acceso al patio trasero, ahí ayudado por alguna de sus hijas e hijos, continuó con su pasatiempo: “pásame el pegamento”, “haber córtamele aquí”, “deténmelo bien de aquí para que se pegue bien”, la esencia de Don León Barajas Arias aún permea su hogar, promotor de la unidad familiar, trabajador, alegre y amante del campo. Don León regalaba la mayoría de sus creaciones entre la familia, quienes al ver que le dedicaba la mayor parte del tiempo a ello, le hacían encargos.

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Don Antonio Barajas Arias, hermano de don León recuerda la infancia de ambos: “León era muy estricto, le gustaba que las cosas se hicieran bien en la siembra. A Teodoro (otro de los hermanos) y a León les gustaba hacer toros de barro, Teodoro y yo diario andábamos juntos, nunca nos enojamos; sin embargo, Próspero era muy mulo, no podía trabajar uno con él porque así nos iba. Había una señora que tenía unas 100 gallinas y unos 20 o 30 gallos, de eso gallos que no eran muy grandes, eran chiquitos y con unos espolonsotes grandes, pero bien grandes, iba yo temprano cuando los echaban pa fuera, las gallinas salían a buscar qué comer, yo tenía mi resorterita y zaz y zaz, mataba 3 o 4 y nomás les quitaba el espolón para los cuernos de los toritos de barro, se veían tan bonitos con unos cuernotes, ya te digo ¡qué crees! creían que el coyote estaba robando las gallinas y nada, el coyote no se llevaba nada”.

Ya en la adultez don León comentaba “hay que matar ese gallo” siendo la justificación para quitarle los espolones para colocarlos en uno de los toros elaborado en madera. Antonio refiere que León era una persona detallista: “Todo quería al punto, todo muy bien y si no pos ya sabrás como nos iba, luego fíjate a tanto llegó que una vez me dice a mi y a mi hermano Teodoro, él andaba escardando y entonces Teodoro se ponía a un lado y yo a otro, entonces yo era más flojo para trabajar, a pos ahí tienes que hice una tabla y le puse un palito en medio para no agacharme y poner la tabla así nomas, eso era para ponerle las manos para que la tierra no tapara la milpa, bueno y él enojado decía 6

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-¡Antonio quita esa tabla, mete las manos!- hermano es la misma, meter las manos que poner la tabla, y así estuvo hasta que éste se enfadó porque no le hice caso y levantó el otate y me dijo, por eso pues o me haces caso o qué vamos hacer, le dije no tú andas malo de tu espalda espérate, Teodoro está fuerte y te puede dar una cernida; tú sabes que se ponían las manos sobre el pecho y lo levantan a uno y truenan los huesos de la espalda, pero yo muy travieso, le dije a Teodoro, dale una estrujada a León, le dije pon un pie en este lomo del surco, yo me puse enfrente de él y cuando Teodoro le da el jalón para levantarlo le saque los pies y cayó, apenas había llovido hacia como unos 10 minutos, entonces la tierra era puro lodo , al sacarle los pies cayó y toda la espalda hasta los talones todo lleno de lodo, no pos yo corrí, como era de rebelde –dije- me va fregar, me fui pa la casa, llegué y mi mamá estaba calentando tortillas y mi papá a un lado de mi mamá y me senté en medio, sabía que estaba por llegar León y me va fregar, y luego mi papá cuando había motivo era duro, y mi papá pues él siempre hasta le tenía temor porque era muy correcto León, a pues ándale que entonces cuando todavía no terminaba de comer, cuando se presenta en la puerta él y Teodoro, se paró y dice cómo ve papá su ovejita blanca, dice mi papá -¿qué pasó?- mire, dice León, y se volteó mostrando todo lleno de lodo la espalda, ya mi papá en lugar de regañarme se levantó y se puso las manos en la cara para no reírse delante de él y se salió, no me hizo nada. León era bueno para cercar, era una chulada, si le ayudaba uno él viendo nos decía -esa piedra muévela así, muévela asá, para un lado y pa otro, la piedra tiene siete vueltas, así decía, no digo lo demás porque es algo muy feo, siempre quería hacer sus trabajos muy bien, era muy trabajador, muy detallista”.

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Carlos Barajas Íñiguez, el más joven de los hijos de don León, refiere de su padre: “Lo recuerdo cuando hizo su primera obra, el decía que era Pancho Villa en su caballo y me llamó mucho la atención esa obra, y de ahí en adelante siempre traté de tenerle material para que él hiciera todo lo que ustedes ven ahora, siempre le acompañamos en todas sus obras, que aunque rudimentarias o rústicas, pero con mucho valor para mí”.

Moisés Barajas Íñiguez recuerda a su padre: “Como una persona muy alegre, un corazón bien bondadoso, le encantaba mucho bailar, en más de una ocasión me puse a ayudarle hacer sus manualidades, sus trabajos que le encantaban, pero por lo general me decía, Moisés, eso no es así, no se hace así, te falta mucho por aprender, creo que algo me dejó de enseñanza porque me agrada estar empezando a trabajar con madera, sencillo pero me agrada, es lo que puedo decir de mi padre, un gran hombre, un gran padre y nos dejó una gran madre todavía”.

María Guadalupe Barajas Íñiguez describe cómo era su padre: “Mi padre diario me esperaba, porque tenía un horario para llegar, me esperaba para decirme cómo cortara, cómo le hiciera y luego se hacía hora de que me tenía que ir y me decía –espérate, córtale aquí, córtale allá- él me 8

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enseñó a trabajar, yo le ayudaba mucho a hacer sus bueyes, sus carretas, todo, y él ahí sentado (un suspiro y brota el sentimiento por la ausencia de don León) era bien alegre mi papá, todavía me acuerdo cuando estábamos jóvenes Beatriz y yo, nos decía -hay un baile en tal parte- y nos decía -vamos al baile- nos arreglábamos, a mi mamá nunca le gustó, cuando estábamos ya arregladas para irnos al baile, en la puerta nos decía mi papá -una cosa si les digo, van a bailar con el que las saque, que no quiero problemasasí es que nosotras bailando con aquellos gorrudos las polkas bien contentas hasta que amanecía; luego cuando nos retirábamos a casa, venía cantándonos la canción de “ya viene amaneciendo”, así recuerdo yo a mi papá, bien alegre. Mi padre ponía su musiquita en el radio y el perico se agarraba bailando, se hizo alegre porque le enseñó mi padre, fuimos muy alegres con mi papá, él nos enseñó a bailar y a muchas cosas, todavía me acuerdo yo cuando estaba el volantín, que tenía una sierra y en esa sierra el se ponía por un lado y por otro a hacer los yugos, diario anduve con él ordeñando vacas, apartando vacas, diario anduve con él”.

Teresa de Jesús, otra de sus hijas, lo recuerda como una extraordinaria persona, su inquebrantable buen humor, disciplinado en sus labores, cualidades que desde chica apreció de su señor padre, y le viera conservarlas hasta sus 102 años de vida, el gusto por vivir de don León hasta el último de sus días se reflejó en su intocable memoria, vivió para vivir (típica expresión alteña que manifiesta gozo por la vida sin interés a la riqueza y/o vanidad).

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Martha Cecilia Orozco Barajas, nieta de don León, debe su nombre a su abuelo, ya que él quería una Cecilia en su familia, y su señora madre hija de León le complació su gustó. Martha recuerda a su abuelo trabajando, distraerse haciendo sus figuras con madera: “Para mí su trabajo fue enseñanza, me decía -necesitas un trabajo para tener las manos ocupadas para no estar pensando en malas cosas, era lo que siempre nos decía, que los hombres que no tenían las manos ocupadas, no servían para nada; desde niños nos veníamos aquí a jugar, él decía que nos iba a cuidar y se quedaba dormido, en una ocasión me contó que cuando en la revolución escaparon él y su papá, teniendo que vestirse de mujeres, porque los andaban persiguiendo por ayudar a los Cristeros, tuvieron que pasar mucho tiempo en el cerro mientras estaba lo de la revolución Cristera, lo último que recuerdo, cuando él estaba enfermo que veníamos a visitarlo, me contó una noche que fuéramos una familia unida, siempre nos enseñó la oración, nos mantenía unidos en oración y en misa, y dijo que nunca nos separáramos, que seamos unidos, de él aprendí eso: la unión, él quería que su familia estuviera unida y alegre, le doy gracias a Dios que haya sido mi abuelo, que nos haya enseñado tantas cosas y le doy gracias a Dios por la familia que nos regaló, y gracias a él estamos aquí, los extrañamos mucho”.

Ana Isabel Orozco Barajas, una de las nietas comenta lo siquiente: “Mi abuelito fue un hombre de ejemplo, el decía que el hombre se mide por la palabra, la mujer por la trenza y el buey por los cuernos. A lo largo de su vida siempre tuvo buen humor nos hacia reír mucho y nos contaba su historia, él decía “dejen les cuento una charra”… una de tantas que recuerdo es sobre su burro “Maleno”, animal que era muy terco, pues un día no le obedeció al amo ¡y a mi abuelito no se le ocurrió morderle la trompa al burro! 10 El inicio es amar a Tepa


¡imagínate como traía mi abuelito la boca pegostiosa de las babas del burro!. También platicaban mucho de la gente y sus raíces, le dijeron que en ese entonces ponían nombres raros a la gente, entonces el respinga y dice: “no pues no te vayas tan lejos, que tal la hija de la prieta (así me decía mi abuelito “La Prieta”), “Triba” ¿qué nombre es ese?” pues soltamos la risa y le dijeron que en realidad se llama Frida, en fin, no nos entendió, pues así se le quedo el nombre a la niña. Don Lión –como las personas cariñosamente le llamabanfue muy apegado a la iglesia, fue un constante en la Adoración Noctura, siempre rezaba el rosario en la noche, se levantaba y primero daba gracias a Dios por otro día mas de vida y derechito al cafecito; me compuso una canción -la cual no escribí y la verdad me arrepiento- el me enseñó a escribir algunas letras en cursivo, en fin, mi abuelito con un espíritu joven en un cuerpo adulto, le sobraban las ganas de seguir trabajando, algo que a muchos jóvenes nos falta. Mi abuelito un gran ejemplo a seguir, extraño mucho su presencia”.

De los 11 hermanos de don León sobreviven Antonio, Manuel, María, Lupe y Josefina.

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El muro de adobe cobijado por la teja, conserva las piezas que con dedicación y amor realizó León, dando testimonio de una vida dedicada a vivir.

DON LEÓN BARAJAS ARIAS (1913-2015)

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