ÂżQuĂŠ es reavivamiento y reforma espirituales? por Alberto R. Timm
El período después del Congreso de la Asociación General en Atlanta, EUA (junio-julio de 2010), se caracteriza por un marcado énfasis en buscar reavivamiento y reforma espirituales entre los obreros y miembros de iglesia. Tal énfasis es una respuesta humana positiva a la invitación divina contenida en la promesa de 2º Crónicas 7:14: “si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. Sin duda “La mayor y más urgente de todas nuestras necesidades es la de un reavivamiento de la verdadera piedad en nuestro medio. Procurarlo debiera ser nuestra primera obra” (Mensajes selectos, t. 1, p. 141). Elena de White agrega: “Deben realizarse un reavivamiento y una reforma bajo la ministración del Espíritu Santo. Reavivamiento y reforma son dos cosas diferentes. Reavivamiento significa una renovación de la vida espiritual, una vivificación de las facultades de la mente y del corazón, una resurrección de la muerte espiritual. Reforma significa una reorganización, un cambio en las ideas y teorías, hábitos y prácticas. La reforma no producirá los buenos frutos de justicia a menos que esté relacionada con el reavivamiento del Espíritu. El reavivamiento y la reforma han de efectuar su obra asignada y deben entremezclarse al hacer esta obra” (Mensajes selectos, t. 1, p. 149). Podemos comprender mejor el asunto si tenemos en mente que reavivamiento es la causa o motivación, y que reforma es el efecto o consecuencia. Ambas deben andar juntas, pues reavivamiento sin reforma es mera ilusión espiritual; y reforma sin reavivamiento no pasa de un formalismo ético. Por lo tanto, es indispensable que consideremos ambos conceptos con sus respectivas implicaciones. Reavivamiento (causa/motivación) El concepto de “reavivamiento” espiritual es amplio y multifacético, con muchas divisiones. Pero, independiente del ángulo desde el cual se aborde el tema, jamás deberíamos perder
de vista cuatro de sus características fundamentales. 1. Reconocimiento de la malignidad del pecado En el mundo en que vivimos, tenemos “cerveza sin alcohol”, “café descafeinado” y supuestos “pecados despecadonados”. Muchos “terapeutas del púlpito” ya no estimulan a los pecadores a arrepentirse de sus pecados, sino solo intentan ayudarlos a superar los traumas emocionales provocados por los pecados de otros, distribuyendo incontables “analgésicos espirituales”. En otras palabras, muchos hoy no admiten más la pecaminosidad de la propia naturaleza humana. Las culturas se transforman a lo largo de los siglos, pero el pecado jamás pierde su malignidad con el transcurso del tiempo. Isaías 59:2 advierte: “Pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír” Sin una comprensión clara de la pecaminosidad del pecado, el pecador nunca sentirá necesidad de una genuina conversión personal, pues “los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos” (Mat. 9:12). Por lo tanto, el verdadero reavivamiento destrona el orgullo personal, llevando al pecador a reconocer la profunda malignidad de sus propios pecados. 2. Sed de Dios En el Salmo 42:1-2 leemos: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?” El prefacio de los editores de El deseado de todas las gentes, p. 13, declara: “En el corazón de todos los seres humanos, sin distinción de raza o posición social, hay un indecible anhelo de algo que ahora no poseen. Este anhelo es implantado en la misma constitución del hombre por un Dios misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, sea mala o buena. Dios desea que el ser humano busque lo mejor, y lo halle en el bien eterno de su alma. En vano procuran
los hombres satisfacer este deseo con los placeres, las riquezas, la comodidad, la fama, o el poder. Los que tratan de hacerlo, descubren que estas cosas hartan los sentidos, pero dejan el alma tan vacía y desconforme como antes. Es el designio de Dios que este anhelo del corazón humano guíe hacia el único que es capaz de satisfacerlo. Es un deseo de ese Ser, capaz de guiar a él, la plenitud y el cumplimiento de ese deseo. Esa plenitud se halla en Jesucristo, el Hijo del Dios eterno”. Nuestra civilización occidental se caracteriza por tener una sed desenfrenada de sexo, violencia y misticismo, donde el amor al esparcimiento y al placer está sustituyendo los valores bíblicos. Las personas gastan hoy gran parte de su tiempo con los medios de comunicación y sociabilización, sin dedicar tiempo a las prioridades espirituales. Pero el verdadero reavivamiento lleva al ser humano a tener sed de Dios. 3. Comunión con Dios Isaías 55:6-9 dice: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”. Las palabras del texto anterior suscitan algunas indagaciones: ¿Cómo se sentiría si sus pensamientos se hicieran audibles? ¿Cómo quedaría su imagen pública si, por donde fuera, todas las personas oyeran sus pensamientos más íntimos? Aunque los demás seres humanos no conocen nuestros pensamientos, Dios los conoce y desea colocarlos en sintonía con su Palabra. Para eso, necesitamos una conversión diaria que nos haga criaturas nuevas (2 Cor. 5:17) con la “mente de Cristo” (1 Cor. 2:16). El verdadero reavivamiento nos conduce a buscar constantemente a Dios a través de la oración y del estudio de la Biblia.
4. Abandono del deseo de supremacía Los discípulos de Cristo tenían dificultad de entender la naturaleza del reino que él vino a establecer. En cierta ocasión ellos llegaron a discutir entre sí sobre cuál era el mayor, y Cristo les advirtió: “Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos” (Mar. 9:34,35). En otra ocasión Cristo afirmó: “De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel” (Mat. 19:28). Aparentemente motivados por esta declaración, Santiago y Juan, acompañados de su madre (Mat. 20:20,21) le pidieron a Cristo: “Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”. Pero él les dijo: “Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos” (Mar. 10:37, 42-44). Bajo la poderosa influencia del Espíritu Santo, los discípulos dejaron de lado todo el deseo de supremacía y de grandeza, perseverando “unánimes” (Hech. 2:46). En otras palabras, Ya no eran una colección de unidades independientes, ni elementos discordantes y antagónicos. Sus esperanzas ya no estaban cifradas en la grandeza mundanal. Eran “unánimes”, “de un corazón y un alma” (Hechos de los apóstoles, p. 45). Por tanto, el verdadero reavivamiento genera el abandono del deseo de supremacía personal y promueve la unidad entre los creyentes. Como reavivamiento sin reforma es mera ilusión, es indispensable considerar también el aspecto de la reforma en la vida espiritual. Reforma (efecto / consecuencia) La reforma espiritual generada por el verdadero reavivamiento provoca grandes cambios en el comportamiento de la vida cristiana, entre los cuales destacaremos cinco que pueden ser considerados básicos.
1. Sensibilidad espiritual El apóstol Pablo afirma que “el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Cor. 2:14). Pero “cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” Dios nos resucitó espiritualmente y “nos dio vida juntamente con Cristo” (Efe. 2:1, 5-6). Por tanto, la reforma motivada por el reavivamiento desarrolla mayor sensibilidad para con los asuntos espirituales. 2. Cambio de énfasis El mundo posmoderno en el cual vivimos estimula la satisfacción de los gustos e instintos personales sobre los principios divinos. En este contexto, muchos cristianos hoy, quieren ser salvos en sus pecados, pero no de sus pecados. Debemos reconocer, sin embargo, que los gustos e instintos personales no siempre están en armonía con la voluntad de Dios (ver Isa. 55:8-9), pues “hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Prov. 14:12). Por contraste, la reforma motivada por el reavivamiento genera un cambio de énfasis: de los gustos personales a la conformidad con los principios divinos. 3. Redefinición del estilo de vida George R. Knight, en cierta ocasión, contrastó la pregunta anticristiana con la cristiana. La pregunta anticristiana es: “¿Puedo hacer eso en sábado y ser salvo?” En otras palabras, la persona quiere aprovechar al máximo el mundo, sin perder la salvación. Y la pregunta cristiana es: “¿Cuál es la mejor manera de observar el sábado?” Mientras que a la primera (anticristiana) es la religión de las excepciones humanas, la otra (cristiana) es la religión de los ideales divinos. 4. Compromiso con la predicación del evangelio
Cristo definió al cristiano genuino como el que permite que el Espíritu Santo lo guíe “a toda la verdad” (Juan 16:13); que vive de acuerdo con “toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat. 4:4), y se dedica a enseñar a otros “enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mat. 28:20). Cristo instó, reiteradas veces, que la predicación del evangelio eterno debería tener un alcance amplio “en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones” (Mat. 24:14); a toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6); “a toda criatura” (Mar. 16:15); y esto “hasta lo último de la tierra” (Hech. 1:8). Sin duda, la reforma motivada por el reavivamiento lleva a cada cristiano genuino a un compromiso mayor con la misión global de predicar el evangelio eterno a todos los seres humanos. 5. Transición del modelo competitivo al modelo cooperativo El mundo en que vivimos es altamente competitivo, y sus habitantes siempre disputan entre sí quién es “el mayor” (Mar. 9:34). Esa disputa termina polarizando a los seres humanos entre un grupo de orgullosos vencedores y otro grupo de frustrados perdedores. Dentro del escenario del gran conflicto cósmico entre el bien y el mal, no hay terreno neutro (ver Mat. 12:30, Sant. 4:4), y los cristianos deben competir contra “la potestad de las tinieblas” (Col. 1:13) y “contra huestes espirituales de maldad” (Efe. 6:12). Pero, aunque compitiendo con el mundo, los cristianos deben estar unidos entre sí y cooperar unos con los otros (ver Juan 17:20-23) y la reforma motivada por el reavivamiento estimula la transición entre los cristianos del modelo competitivo al modelo cooperativo. Consideraciones finales El reavivamiento y la reforma deben andar juntos como la causa y el efecto, la motivación y la consecuencia. El verdadero reavivamiento espiritual lleva al pecador a (1) reconocer la malignidad del pecado; (2) tener sed de Dios; (3) mantener comunión con Dios; y (4) abandonar el deseo de supremacía. A su
vez, la reforma espiritual generada por el reavivamiento produce en el cristiano (1) mayor sensibilidad espiritual; (2) un cambio de énfasis: de los gustos personales a los principios divinos; (3) una redefinición en el estilo de vida: de las exenciones humanas para los ideales divinos; (4) un compromiso con la predicación del evangelio eterno; así como también (5) la transición del modelo competitivo al modelo cooperativo. Todo ese proceso debe ser motivado por el deseo de ser más semejante a Cristo e imitar el ejemplo del apóstol Pablo cuando dijo: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:12-14). Por lo tanto, el reavivamiento y la reforma son procesos de constante crecimiento en Cristo, crecimiento que continua durante toda la vida, hasta que “esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (1 Cor. 15:53). Solo entonces terminará nuestra batalla contra el pecado.