Afro

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Afro Ana

Pavón

Ilustrado por Cristina Vega

El barrio en el que vivimos se convierte, muchas veces, en nuestro pequeño pueblo dentro de la gran ciudad. Las calles, los parques, las tiendas de nuestro barrio se convierten en rincones que visitamos casi a diario, y donde surgen amistades y costumbres que nos marcarán para siempre, sigamos allí o marchemos a otros lugares.

Esto lo saben bien Hugo y Eva, una pareja encantadora y muy conocida, no solo por haberse criado y seguir viviendo en el barrio, sino por tener la cafetería con los bizcochos más ricos de la zona. Difícil es pasar por delante de su local y que, de repente, no te apetezca un chocolate caliente con un pedazo del dulce recién sacado del horno, que Eva deja en el mostrador para que se airee. Alguna vez tiene suerte, y en lugar del bocadillo o la fruta de siempre, Eva prepara una merienda especial para que Nala y alguna amiga la disfruten en una de las mesas de madera que ocupan el acogedor local.

Nala es la hija de Hugo y Eva. Los tres forman una familia encantadora. Desde la primera vez que estuvo en los brazos de su madre, sintió que la conexión con sus padres sería mágica y para siempre. A sus doce años es una niña alegre y dicharachera que muestra entusiasmo en todo lo que hace. Vive feliz con su familia y disfruta de las aventuras del día a día con sus amigos y amigas, con quienes le gusta jugar, charlar y pasar alguna tarde. Nala es una niña sin problemas, a pesar de que hay algo, un revuelo en su forma de sentirse que la altera últimamente más que antes...

«¡Qué bonito pelo! ¿Me lo dejas tocar?», ha oído infinitas veces mientras alguien apretaba su moño como haces cuando escurres el agua de una esponja. Nala, complaciente y con buena cara, responde siempre con media sonrisa a modo de resignación.

Desde bien pequeñita, sin ella saber por qué, su pelo rizado ha suscitado curiosidad. Con el tiempo, supo que el negro azabache de su cabello y el tostado de su piel la hacían sentirse diferente al resto.

Cuando era pequeña, la hora del baño era sin duda divertida. Madre e hija compartían risas y bromas, pero sobre todo lo que más gracia le hacía era la cara de su madre cuando el agua de la ducha caía sobre su cabeza y su melena se desmoronaba hasta más allá de media espalda.

—¡Madre mía!, ¡qué largo tienes el pelo, hija! —siempre decía lo mismo, sorprendida como si fuera la primera vez que veía la transformación. Esa cara de sorpresa de su madre le encantaba.

Y qué decir de cómo Eva llenaba el baño de decenas de productos para cuidar el cabello de Nala: acondicionadores, desenredantes, hidratantes... Hugo, ante tal despliegue, siempre decía entre risas que su mujer era una exagerada.

Cuando Nala se miraba en el espejo, recién salida de la ducha, se sentía distinta. Se gustaba. Su melena larga, aún empapada, sintiendo su cabello sobre la cara y espalda, ¡qué sensación! Lástima que, como a la princesa con toque de queda, el sueño le duraba poco.

Tras la sesión del desenredante y peine de púas, a medida que el cabello se iba secando, se iba encogiendo, haciéndose cada vez más corto y convirtiéndose en esa masa de pelo rizado que, tras hacerle un moño, todo el mundo quería tocar.

Nala nunca compartió con sus padres todo lo que le pasaba por la cabeza. Para ellos, su hija era lo más especial de este mundo, y sabía que se preocuparían más de lo debido si se lo contara. Además, sabía cuánto se esforzaba su madre por saber cómo tratar su cabello, ¡hasta se apuntó a algún taller de peluquería! Por lo tanto, esta «manía» con su cabello había sido un secreto.

ISBN 978-84-19454-46-1 9 788419 454461 I N S PIR I N G UC R SOI I T Y
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La aceptación de uno mismo permite mirar el mundo con los ojos de la libertad

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