Cheo

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Félix Andrés Quintana Hernández

Ilustrado por Coralia López Gómez

Hola, soy Cheo y este era yo de cachorro.

Aquí estaba mordiendo mi juguete preferido. Mis actividades favoritas eran dormir, comer, jugar con mi hermana, volver a comer, dormir y perseguir a las ovejas. Sí, porque me crie en una granja donde había ovejas y jugaba con ellas, especialmente con mi amigo Marc.

«¡Guauuu!», parece mentira que haya pasado tanto tiempo. Recuerdo que era travieso, algo rebelde y muy curioso, tanto que le hacía preguntas a la búho del cuadro. Ella era mi confidente.

Mis dudas empezaron a ser más frecuentes después de que mi hermana dejara la manada para ir a cumplir sus sueños y la familia de Marc decidiera mudarse a una granja en otro país.

De pequeño, todas las noches antes de ir a dormir me quedaba mirando a una enorme búho de colores, pintada en un cuadro de fondo negro. Mi abuelo Mon me la había regalado. Él y yo acostumbrábamos a reunirnos todas las tardes en el salón de su casa y en el sofá me narraba historias de animales salvajes, plantas carnívoras, hechiceros poderosos, naves extraterrestres y mucho más. Los días con mi abuelo eran muy amenos y divertidos. Pero todo eso cambió el otoño en el que mis padres y yo nos mudamos a Madrid, en busca de un mejor porvenir.

Por supuesto, me llevé a mi búho a la nueva casa. Cada noche, cuando me metía en la cama, le preguntaba todas las dudas que me pasaban por la cabeza. Por alguna razón, no me sentía cómodo preguntándoselas a otros perros de la manada, excepto a mi abuelo Mon, pero él se había quedado en la granja.

Yo quería descubrir cómo había llegado al mundo y no lograba imaginarme qué sería cuando fuera un perro adulto. Quería tener un propósito en la vida, pero no sabía cuál podría ser, ni qué hacía allí, en esa cama de sábanas blancas, rodeado de paredes color merengue y suelo de madera. Sabía muy poco de mí y no entendía nada de mi vida.

Me preguntaba si una nave espacial había pasado por casa y me había dejado delante de la puerta, o que podía ser el retoño de un árbol y mis

padres me recogieron, o tal vez éramos ángeles que veníamos a la Tierra en forma de perros. En fin, no comprendía cómo había llegado a este mundo, ni para qué lo había hecho. Tampoco sabía qué era el espacio, ¡y aún sigo sin saberlo! Pero, noche tras noche, esperaba encontrar las respuestas a mis dudas en la mirada persecutoria de aquella búho en el cuadro. Y sin conseguirlas, como ocurría siempre, me quedaba dormido.

Todos estos cambios que ocurrían a mi alrededor me hacían sentir confundido.

A mi padre le gustaba despertarme todos los fines de semana con ladridos, lamidos y cosquillas. Una buena mañana de invierno, le pregunté entre risas todas las dudas que tenía, y que hasta ese momento la búho en el cuadro no había podido responderme.

Él, después de pensarlo durante un tiempo, me dijo:

—Cheo, tú eres el fruto del amor que nos tenemos tu madre y yo y, al igual que todos los seres vivos, has nacido con una misión que está guardada en forma de semilla en lo más profundo de tu

corazón. Poco a poco la irás encontrando. Esa semillita te irá dejando pistas que te motivarán y te darán ganas de hacer lo que más te guste. Con el tiempo, la irás conociendo y aprenderás cada día más, hasta que crezcas y te vuelvas tan grande, frondoso y con raíces tan fuertes como… Hyperion.

¿Sabes cuál es tu propósito en la vida? Acompaña a Cheo en su viaje por Europa en busca del suyo.

9 788419 723338
ISBN 978-84-19723-33-8
I N S PIR I N G UC R SOI I T Y Ceu n tospara ALARGAR-LAV ADI

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