Valeria
Chiado Ilustraciones de Mily Muñoz
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Qué difícil es hablar de la muerte de manera natural con nuestros hijos cuando posiblemente con nosotros tampoco lo hicieron en su día, ¿verdad?
Hoy en día, en pleno siglo XXI, todavía nos genera miedo y confusión. Obviamos el tema hasta que, sí o sí, nos toca hablar de ello, ya sea por la muerte de un familiar cercano, un vecino, un compañero de colegio de nuestro hijo o incluso una mascota.
Hace muchos años que trabajo en este tema, y me he dado cuenta de que hay que intentar hablar con claridad, humildad y sinceridad a los niños, intentando que despejen las dudas que tienen, sin presionarles, ya que, depende de la edad, tendrán diferentes curiosidades.
La mente del niño es más inocente y sencilla que la del adulto, y tienden a relacionar lo que ven y escuchan, y esto muchas veces les hace hacer conexiones erróneas que pueden afectar a su salud emocional. Ahora os explico a qué me refiero.
Recuerdo a María, de cuatro años, a la que se le murió su abuela. Unos días antes de fallecer, vio cómo su abuela lloraba, y luego dormía casi todo el día. Cuando murió, le explicaron que su abuelita se había dormido y ya no despertaría. Durante los primeros días, María vio a su madre llorar y dormir durante varias horas al día. María relacionó automáticamente el hecho de dormir y estar triste con la muerte, por lo que entró en un estado de estrés pensando que su mamá se iba a morir (sí, aunque te sorprenda leer esto, los niños también tienen estrés). Incluso la niña empezó a tener miedo a «dormir».
Otro caso impactante fue el de Rafael, un niño de seis años al que su madre explicó que su abuelo había fallecido y se había convertido en mariposa, por lo que el niño cada vez que veía mariposas pensaba que era una persona muerta.
Las metáforas son un gran aliado para explicar temas como la muerte, que a veces ni siquiera el propio adulto tiene claro. También ayudamos a los peques a crear su propia idea, pero hay que intentar que estas metáforas se queden en eso, en metáforas y no evidencias para evitar confusión, y para ello debemos prestar atención a nuestro vocabulario.
No es lo mismo decir:
«La abuela se ha quedado dormida y ya no va a despertar».
Que decir:
«La abuela parece dormida, pero está muerta».
Dormida no es igual a muerte.
No es lo mismo decir:
«El abuelo murió y se convirtió en mariposa».
Que decir: «El abuelo murió y yo me imagino que vuela como si fuera una mariposa».
Mariposa no es igual a muerte.
Ahora bien, cada uno de nosotros tenemos un concepto de muerte diferente en función de nuestras creencias, nuestra religión, los valores que nos inculcaron, etc.
Te invito a reflexionar cuál es tu manera de ver la muerte.
En este libro te planteo una alternativa que pretende unir la ciencia con la espiritualidad (que nada tiene que ver con la religión y sí con la consciencia de unidad y la esencia de uno mismo).
La ecuación que propongo es que el ser humano está compuesto por átomos, y los átomos por energía. En definitiva, somos energía, y esa energía no se destruye, se transforma.
La energía nos envuelve, está en todas partes. Por lo tanto, cuando dejamos el cuerpo físico, nos unimos a una energía universal.
No tengamos miedo a llamar a la muerte por su nombre. Nacer y morir son dos polaridades que no podremos separar nunca, ya que una lleva a la otra inevitablemente.
—Mami, ¿qué significa morirse? —preguntó Lucía a su madre.
—¿Quieres que hablemos de la muerte, cariño? —respondió su madre.
—Sí, es que el otro día mi amigo Jan me dijo que su abuelo se había muerto y ya no iba a verlo más, y estaba muy triste.
En ese momento, llegó el padre de Lucía con Pol, el hermano pequeño de cuatro años. Se sentaron los cuatro en la alfombra de la salita, junto a la chimenea, con la manta, y la madre explicó:
—La verdad, Luci, es que cada persona tiene una idea diferente de lo que es la muerte, yo tengo mi idea y papá la suya.
—¿Cuál es la tuya, mamá?
—Yo me imagino que somos como un globo.
—Ja, ja, ja. ¿Como un globo? —rio Lucía.
—Sí, el globo es como si fuera nuestro cuerpo. El aire que está dentro del globo, aunque no lo vemos, en realidad sí que existe, porque, si no, no podríamos inflarlo.
Tras la muerte del abuelo de su amigo Jan, Lucía se pregunta qué significa morirse. Sus padres, conscientes de que cada persona tiene su idea, explican a Lucía y a su hermano Pol cómo lo ven ellos. Abordan las emociones que surgen después de un fallecimiento y hablan de una manera natural sobre la muerte.
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