Me siento triste
Escrito por Arlette Kopeliovich
Ilustrado por Agnieszka Potocka
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Escrito por Arlette Kopeliovich
Ilustrado por Agnieszka Potocka
La tristeza es otra de las emociones que comúnmente tratamos de evitar. Cuando vemos a alguien triste, no sabemos cómo reaccionar, titubeamos y lo primero que hacemos es tratarlo de animar: «No te sientas triste», «Ya no llores»… ¿Por qué será que nos cuesta trabajo contactar con esta emoción?
Recordemos que la tristeza, al igual que el resto de las emociones, es natural y tiene un mensaje importante que darnos. ¿Cuál es este mensaje?
La tristeza nos dice que algo nos duele emocionalmente.
Puede haber distintos motivos, por ejemplo: cuando nos sentimos solos o rechazados, cuando tenemos alguna pérdida o separación de un ser querido, o cuando sentimos que alguien nos decepciona.
A veces nos puede asustar sentirnos tristes, como si nos fuéramos a quedar en ese estado para siempre. Sin embargo, la única manera de que la tristeza se transforme es aceptándola. Cuando finalmente nos dejamos sentirla, nos estamos permitiendo ser vulnerables. Esto en algunas culturas se puede asociar con ser débiles. Sin embargo, son dos conceptos completamente diferentes: para permitirse ser vulnerable se requiere valentía.
Recordemos que los niños son como esponjas: absorberán nuestras creencias y, en base a ellas, se desarrollarán.
También recordemos que somos ejemplo para los niños. Como nos vean manejar nuestras emociones, así ellos aprenderán a hacerlo. Entonces, como adultos ¿estamos dispuestos a permitirnos sentir tristeza? ¿Validamos nuestras propias emociones? Es importante que podamos hablar de lo que sentimos, y lograr hacerlo también con los niños.
Generalmente pensamos que si lo hacemos, los niños no entenderán o les produciremos dolor. Sin embargo, al no decirles lo que realmente está sucediendo, les generamos confusión: perciben que algo está sucediendo, pero les decimos que «no está pasando nada». Ante la incertidumbre, su angustia crece.
Los niños necesitan que se les tome en serio y que se les hable con claridad. Entienden lo se les dice, y mucho más.
Por eso, si el adulto puede contactar con su propia tristeza cuando la siente y le habla con honestidad al niño, este se sentirá tranquilo al recibir mensajes verdaderos y congruentes.
Está recibiendo el ejemplo de que es válido sentirse tristes, y sabrá que tiene nuestra apertura para poder expresar su vulnerabilidad. Cuando él mismo se sienta triste, podrá abrazar su emoción, validarla y buscar a alguien que lo acompañe con su dolor.
Tommy mira la ventana recordando que papá se fue de viaje por varios días.
Siente ganas de llorar.
Tommy perdió su peluche favorito.
TOMMY EN SU CUERPO?
No tiene ganas de comer ni de jugar.