EL JUEGO SEÑORITA CLO de la
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Vuelta al cole
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L o sabía. Sabía que este año me tocaría la señorita Clo.
Estos últimos días he estado curioseando sobre ella. ¿He dicho curiosear? No, esta no es la palabra que quería usar. Para ser exactos, lo que he estado haciendo es buscar información. Mi madre siempre dice que informarse es de sabios. Y no, no es que yo sea una de esas a las que les gusta que las llamen sabihondas. En absoluto. Ni por asombro soy una sabelotodo creída que tiene respuesta para todo, o casi todo; como Bego, que va a mi clase y es insoportable, aunque todos los maestros la
adoren. Pero no cuento más, que yo no soy de las que critican.
Lo cierto es que de la señorita Clo no he podido averiguar gran cosa.
Hace una semana le pregunté a Guille si podía decirme algo de ella que le hubiese llamado la atención durante el año que la tuvo de maestra. Es decir, alguna costumbre rara, alguna preferencia disonante o incluso si se acordaba de si tenía alguna aversión insólita que no fuese tener tirria a sus alumnos. Algo así no sería tan raro.
¡Ah, casi me olvido! No te he contado quién es Guille.
Lo sé. No debería ir tan rápida al explicar, que si no me dejo información. Ya me lo dice mi madre, que las prisas nunca son buenas.
A propósito de Guille. Es el hermano mayor de Nea, mi mejor amiga. Tiene un par de años más que nosotras, aunque la verdad es que no se nota porque aún no ha pegado el estirón. Más o menos, tiene mi estatura. Vale,
puede que yo sea de las más altas de mi clase, seguida de Nea, pero Guille comparado con algunos chicos de su clase se queda pequeño. Pero a él esto no le acompleja. De hecho, ni siquiera le importa. Lo único que de verdad, verdad le importa son los videojuegos. Se pasa casi todo el día jugando a matar zombis y marcianos, por no decir que siempre está a la última de los nuevos juegos que salen. Mi madre esto lo desaprueba por completo, puesto que está convencida de que los videojuegos te comen el coco, y que estar enganchado a ellos no es nada sano.
Pero sigamos. No quiero desviarme de lo que iba contando.
¿Dónde estaba? Ah, sí…
Hace una semana, después de que Guille superara su récord en uno de sus videojuegos favoritos, aproveché para preguntarle sobre la señorita Clo. Antes de responderme parpadeó un sinnúmero de veces, como si su cerebro volviera a conectarse con la realidad.
O sea, con el salón de estar de su propia casa y con Nea y conmigo, que no hacía mucho que acabábamos de entrar. Después de repetirle la pregunta dos o tres veces y que hiciera ver que se esforzaba en recordar, me respondió con un simple:
—Ni fu ni fa. Al final a mí me aprobó.
Y esto fue todo lo que saqué de Guille. Pasando de nosotras, volvió a sentarse para iniciar otra partida de sus juegos.
Puede que sí, que la señorita Clo lo aprobase. Pero seguro que fue por compasión. Al fin y al cabo, Guille solo puede presumir de los récords que ha conseguido en los videojuegos, y en ningún caso de sus notas, que por lo que sé dejan mucho, mucho que desear. Quién sabe, quizás mi madre en el fondo tenga razón con lo de los videojuegos.
Hace dos días, cuando me dirigía a casa de Nea después de comer, me encontré con Adri, que como casi todas las tardes iba a jugar al fútbol. Pero antes de que me embale expli-
cando lo que me dijo sobre la señorita Clo, te cuento quién es Adri.
Adri siempre ha ido a mi clase y su principal peculiaridad es que no puede estarse quieto. En el aula tiene problemas porque le cuesta un montón quedarse en su asiento y prestar atención. Recuerdo que una vez, en párvulos, se puso muy nervioso porque no encontraba su estuche y, como no tenía lápiz para escribir, en lugar de pedir uno, se levantó y empezó a revisar los lápices que teníamos los otros alumnos, hasta que al final me quitó el mío de entre los dedos porque dijo que era igualito que el suyo, el que había perdido con su estuche. Como me pareció una injusticia, no pude evitar levantarme e intentar recuperarlo, pero no lo conseguí porque Adri empezó a corretear entre las filas de mesas de la clase armando un completo revuelo; y la señorita
Puri no tuvo más remedio que castigarlo. Eso sí, al final conseguimos encontrar su estuche. Lo había guardado en la bandeja de debajo
Pam está nerviosa porque empieza un nuevo curso escolar y aún no conoce a la señorita Clo. A Pam le gusta informarse de todo e investiga sobre su nueva maestra. Mientras hace preguntas, nos presenta a su mejor amiga, Nea, y a sus compañeros de clase. Cada uno con sus cualidades y sus manías. Finalmente, conoce a la señorita Clo, que no parece tener ninguna peculiaridad especial. Un día, la señorita Clo les propone un juego. La clase se dividirá en dos equipos y cada equipo deberá conseguir un objetivo. El juego despierta mucha excitación. Pero Pam no está contenta porque tendrá que esforzarse si quiere ganar y aprobar el curso.
¿Conseguirá el equipo de Pam superar las pruebas y ganar el juego?
VALORES IMPLÍCITOS:
Este libro es una bonita historia sobre la amistad y el trabajo en equipo. Muestra valores como el respeto y la tolerancia, y trata temas como el bullying, los videojuegos, los problemas de aprendizaje y las relaciones entre padres e hijos.
A partir de 10 años
babidibulibros.com
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ISBN 978-84-19904-19-5
9 788419 904195