Beeerta..., Beeerta..., ¡estate atenta!
Álvaro Medina Barragán
Ilustraciones de Carolina Romero Martos
Beeerta era una oveja muy despistada, siempre andaba mirando su móvil. Cuando hacía la compra, quedaba con sus amigos o hablaba con sus padres, seguía sosteniendo su teléfono mientras lo miraba de reojo.
Un día de tantos, Beeerta quedó con sus amigas en un centro comercial que estaba algo alejado de su casa. Se vistió de forma casual y se puso unas zapatillas cómodas porque tenía que llegar andando, ya que no había ningún autobús o tren que llegase hasta allí.
Para no llegar tarde, Beeerta salió con tiempo suficiente hacia su destino y empezó su caminata mientras, como no, miraba el móvil.
Caminó, caminó y caminó sin mirar a dónde iba. Anduvo tanto que dejó atrás su ciudad sin que se diese cuenta. Para ella lo más importante era su móvil.
Pasado un tiempo, Beeerta levantó su cabeza del teléfono y no reconoció nada de su alrededor. Se empezó a poner nerviosa y miró en su móvil cómo llegar. ¡Resulta que se había ido en la dirección opuesta!
Beeerta corrió siguiendo las indicaciones del móvil hasta que, pasados unos minutos, se paró sin aliento para poder descansar algo. Ella sabía que ya no llegaría a tiempo, pero tenía que intentar, por lo menos, no llegar demasiado tarde. Para no preocupar a sus amigas con su tardanza, les llamó. Sin embargo, cuando el teléfono empezó a dar tono y Beeerta intentó comenzar de nuevo la marcha, no pudo moverse. ¡Sus pies estaban pegados! Del impulso, el móvil se le resbaló de la mano y se le cayó al suelo, mientras se escuchaba a su amiga contestar por el auricular. Beeerta se agachó como pudo, pero para su mala suerte, su teléfono se había roto en la caída y ya no funcionaba.
