Pandamix y el pequeño aviador

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PANDAMIX r r o o d d A i A i v A Av

y el peque ño


CAPÍTULO I PANDAMIX

Era temprano, como las seis de la mañana y ya el sol

se asomaba suavemente por las montañas de nuestra historia. El aire de la mañana llenaba los pulmones de un panda que dormía placenteramente en su cama doble reforzada para pandas XL. Aunque es apenas un muchacho adolescente de diecisiete años, nuestro amigo panda no se imagina que en un futuro cercano será uno de los más famosos youtubers y muy seguido por los más pequeños y no tan pequeños; ese joven panda se llama Samuel, el cual es conocido en el ciberespacio como Pandamix. En su canal de YouTube siempre tiene vídeos donde da consejos, sugerencias, tips o como se diga de sus muchas 11


pasiones, aunque su gran pasión, aparte de la de ser youtuber, es la aviación. Pandamix en sus vídeos ayudaba a preparar a sus seguidores para que pudieran llegar algún día a ser tan buenos como lo era el Escuadrón de las Águilas de Acero. Como dije anteriormente, aún era temprano en esa mañana, sin embargo, Pandamix dio un brinco de la cama porque justo ese día iba a grabar un vídeo importantísimo para su canal, aún con hambre y la cara media dormida, seguía encerrado en su habitación y ya había preparado la cámara y repasado las líneas principales que iba a decir en su vídeo; le dio al botón para iniciar la grabación y justo en ese momento la puerta de su cuarto se abrió de par en par, con una grave y gran voz diciendo: —Hey, Samuel, ¿no me ibas a ayudar en la PANDAdería esta mañana para poder salir con el pedido de PANDonas?... —Wiiiiiiiiiilllyyyyyyy!!!! —dijo Samuel—, hermano, ¡¡no puedes entrar así a mi habitación cuando estoy en medio de una grabación!!, y sobre todo cuando es tan importante la grabación como la de hoy. —¿Qué estas grabando? —dijo su hermano pandadero con mueca como si le importara, tanto así como la necesidad de los pingüinos de ponerse una chaqueta para el frío en el Polo Sur. —Hoy estoy grabando un vídeo importantísimo de aerodinámica en dos alas —dijo Pandamix. —Qué extraño eres grabando esas cosas —dijo Samuel—. Un panda grabando de vuelos… Más cuando nosotros los pandas volamos lo mismo que vuelan los camellos, o los hipopótamos o, en definitiva, las mis12


mas ballenas, hermano… Deberías de grabar cosas de la PANDAdería, o hacer un blog sobre las recetas del abuelo, o del crecimiento de la masa del pan en el horno francés. —«Mmm, qué rico pan, creo que voy a comerme uno», pensó Samuel. —¿Sí?, ¿eso crees?, ¿esas cosas son las que vamos a grabar, hermano? —le respondió Pandamix—, me hago un canal de cocina, como el que ve mamá, ese tal Teleclub: «Hola, hola, hoy vamos a hacer galletas de mantequilla con nuez y chocolate danés» —lo dijo con voz aguda y con un tono bastante sarcástico. —¡Exacto!, ¡exacto!, a eso me refiero, o puedes grabar sobre cómo hacer PANDonas hoy con tu hermano, para así salir con el pedido que nos encargó papá, ese pedido que nos hicieron los del café de doña Jirafona y el cual papá está esperando que lo saquemos de forma «urgente» —dijo Willy echándole una mirada como si quisiera tirarlo por la ventana del tercer piso de su casa. —Sí, sí, ya voy, ya entendí.... —dijo Pandamix. —Recuerda, hermano, la PANDAdería es el negocio de la familia, todos los pandas de la familia hemos trabajado haciendo los mejores panes y reposterías que solo en la PANDAdería se consiguen —prosiguió Willy. —Ya viene con su discurso —se dijo Samuel. —Con las recetas especiales hacemos galletas de pandas, elaboradas con el mejor chocolate de la zona, el chocolate del señor Ardilla; panes de canela, tortas de chocolate, deliciosas orejas de panda cubiertas de crema chantillí, mmm qué rico, ya se me abrió el apetito —dijo Willy—, ¿a ti no? Todos estos deliciosos manjares hacen 13


de la PANDAdería toda una tradición familiar —siguió con el discurso Willy mientras Samuel hacía muecas porque sabía que esto iba para largo, porque si algo tiene Willy es facilidad de palabra, casi con tintes de político en plena campaña electoral buscando reclutar a los miles de votantes necesarios para ganar la contienda. Sí, hasta acá llegó mi intención de contenido, se lamentó Samuel, tomó sus cosas y se llevó a Willy mientras este seguía hablando y hablando como loro descompuesto.

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CAPÍTULO II LOS PANDAS

Los abuelos de Samuel llegaron desde muy lejos mu-

chos años atrás. Decidieron viajar dejando su tierra para empezar una nueva aventura; llegaron una tarde de verano a Ciudad Panda, cuando era un pueblo, más que una ciudad. Fue así cómo la ciudad entera se dio cuenta de estos nuevos amigos quienes venían de una ciudad muy muy lejana y tenían el talento de crear con harina, chocolate y mil recetas las más deliciosas y suculentas variedades de panes y postres. Siempre era un buen momento para degustar alguna de sus maravillosas obras de arte, por ejemplo las famosas PANDonas tempura rellenas de dul15


ce de leche, dulce de leche que era traído desde la mismísima Argentina por don Pingüino de Magallanes, un viejo pingüino que le encantaba tomar como un té de unas hierbas en un recipiente que cargaba todo el día con agua caliente, decía él que era «la mejor bebida del mundo» (leer con acento argentino), bien es cierto que incluso lo acompañaba con su famosa media luna que era preparada exclusivamente por don Panda y llevaba para don Pingüino un extra de dulce de leche sin costo alguno; era, eso sí, una delicia, la cual incluso tenía una venta muy buena, además de la creación de los panes, rosquillas, gatitos, arrollados, las medias lunas, las famosas orejas, así de esa forma entre levaduras y días, horas y harinas, nuestros amigos pandas fueron creciendo y llegaron a forjar en el paso del tiempo todo un negocio familiar que movía toda la industria alimenticia de la ciudad. De los tres hermanos, uno tuvo dos hermosos pandas varones, llamados Willy y Samuel. Samuel era el menor... Su hermano, al igual que el resto de la familia, fue creciendo entre libros de la escuela y muchos ingredientes, entre clases de matemáticas y moldes para pasteles. Willy veía desde pequeño su fascinación haciendo lo que sus padres y abuelos realizaban con tanto amor y alegría para todos en la ciudad, en cambio su hermano Samuel, aunque le gustaba ayudar a su familia con las cosas de la PANDAdería, siempre pensaba en ir más allá de la tradición familiar, digamos que era un soñador, soñaba con poder viajar alrededor del mundo, soñaba recorrer lugares como los desiertos, volcanes, grandes lagunas, subir 16


montañas, nadar bajo las aguas profundas del océano, pero sobre todo se veía a sí mismo volando libremente entre los cielos y surcándolos de arriba abajo, disfrutando del viento en sus orejas y pasando a gran velocidad por su ciudad, mientras los demás le saludasen al pasar más rápido que una gacela voladora. Pese a sus gigantes y atrevidos sueños sus papás le decían que el negocio familiar era parte también de su vida y de lo cual él tenía que sentirse orgulloso. Por supuesto que lo estaba, pensaba Samuel, pero su espíritu de panda quería ir más allá de donde cualquier panda jamás haya ido o visitado, y como muestra de ese gran espíritu aventurero, Samuel de vez en cuando hacía formas con el pan, en vez de manitas de pan, creaba alas de pan, en vez de donas de chocolates, creaba aviones de caramelo, en vez de pasteles de zanahoria, hacía pasteles decorados con globos; estos pequeños detalles de la forma de ser de Samuel llegaba a veces a inquietar a sus padres. —Se le pasará —decía su mamá. —Eso espero —respondía su papá—. A mí nunca me dio por esas ideas locas de recorrer el mundo, el pan ha sido y siempre será parte de nuestra historia, además que es delicioso en todas sus presentaciones, jeje. —Bueno, no nos apresuremos —dijo nuevamente su mamá—. Sabemos que es un gran muchacho. Aunque no puedes negar que son divertidos sus experimentos en la PANDAdería, mira que hacer pescados de macadamia con gomitas de sabores tropicales, fue una gran idea, que el mismo don Pelícano los compró todos y se fue feliz esperando pronto regresar por más. 17


—Sí, sí, tienes razón, nuestro Samuel digamos que rompió el molde. —Mientras no sea el molde del abuelo está bien — dijo la señora panda en son de broma. —Sus creaciones son peculiares, pero sabrosas, salen de un momento y después no hay nada más... Simplemente se va y sigue con sus sueños de Panda Jones... —Bueno, dejémoslo descansar, hoy ha sido un día un poco complicado para él, las clases de natación lo han dejado más que cansado, a tal punto que se durmió en medio de la sala. —¿Por qué no lo llevas para la cama? —dijo la señora Panda de forma sarcástica. —Jajaja, ni en broma —dijo don Panda—, con lo que pesa Samuel, solo con las grúas de don Rino puedo llevarlo a la cama, mejor le tiramos una sábana y cuando se despierte que se pase él mismo a su cama. Los años siguieron entre risas y polvo de hornear, entre travesuras con los pastelillos y los juegos a escondidas de los hermanos pandas; ambos se llevaban muy bien, sin embargo, el espíritu aventurero de Samuel seguía intacto, e incluso a veces llegaba a ser medio descontrolado, no obstante, ya con sus dieciséis años, sentía la libertad del mundo llamándolo desde la ventana de su cuarto, fue justo para esa fecha de su cumpleaños, un 10 de enero, cuando sus papás le regalaron una computadora para cuando fuera a la PandUniversidad, Samuel en ese momento entre una conexión y otra descubrió algo que podía darle esa libertad que él quería, descubrió que había una plataforma donde podía subir vídeos suyos para que 18


los demás pudieran verlos y suscribirse a su canal, fue justo ese momento donde sintió un deseo profundo de querer compartir algo de sus sueños y deseos de libertad con los demás, y no simplemente una receta de pan o de queque de naranja, justo esa noche se convirtió en Pandamix. Esa noche hizo una grabación refiriéndose sobre el vuelo, que aunque realmente él no tenía la más mínima idea de lo que era realmente volar, intentaba plasmar en sus palabras esas sensaciones infinitas de la libertad en el aire en las mil aventuras sobre las cabezas del mundo y fue justo en ese momento que tuvo su primer seguidor, un joven adolescente apodado Rob1456.

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CAPÍTULO III ROB1456

Era un día importante en la vida de un pequeño que

vive cerca de la calle Zumo Valencianas, cerca de avenida Higuerones. Se llama Robi Pu, pero sus amigos le decían Robi; este era un pequeño pajarillo que vivía sus años de adolescencia junto a su familia. Pasaba sus días en la escuela de aviación, la cual era dirigida por un viejo cascarrabias, conocido como el señor Búho, eso sí, era un gran maestro de vuelo y muy exigente, que siempre buscaba que sus alumnos hicieran un vuelo perfecto, minimizando los errores y fortaleciendo sus destrezas, agilizando sus mentes y agudizando sus instintos, era superemocionante estar en la escuela de aviación y ver cómo día 21


a día se superaban las mil aventuras que podían encontrarse en las alturas. Nuestro amigo, tenía temor de fallar en la gran prueba del final de semestre, pese a que había estado practicando todas las tardes en las afueras de su casa junto a su mejor amigo. Practicaba sin cesar, buscaba que sus giros fueran entre intrépidos y veloces, sin embargo, y pese a que tenía un claro talento para el vuelo algo extremo, estaba muy preocupado por no poder rendir en la prueba, que sin duda alguna todos sabían que era casi un reto extremo, por no decir que era el coladero de los que pocos salen sin ningún rasguño o algún ala quebrada. Cansado y con su mente dispersa después de un día tan caluroso, nuestro amigo entró a su casa y saludó a su mamá, rápidamente se fue a su cuarto y cerró la puerta, se quitó los lentes de aviador que había comprado días atrás en la tienda deportiva de Conejo Veloz y se recostó en su cama. Con su mirada repasaba las fotos que estaban pegados en las paredes, de sus héroes aviadores, ese gran equipo llamado el Escuadrón de las Águilas de Acero. Con su pequeña ala hizo el gesto como de querer alcanzar a sus héroes, cerró los ojos y su mente voló sobre las montañas de los Himalayas a gran velocidad, haciendo maniobras que desafiaban la velocidad de la luz, giros y piruetas que solo los mejores de los mejores podían realizar sin caer sobre las frías montañas o incluso estrellarse contra sus propios compañeros, volaba magistralmente junto a su héroe, Águila Azul, que con mirada imponente y velocidad impresionante, planeaba sobre los espectadores que gritaban con gran asombro y euforia, era todo 22


un espectáculo ver cómo Águila Azul surcaba los cielos, maniobraba con tal destreza que hacía ver semejante espectáculo tan natural y sencillo. Este gran equipo que vuela intrépidamente por todos los cielos eran los favoritos de Robi, a tal punto que tenía varias fotos pegadas en su habitación, no podía faltar una almohada, su edredón y sábanas de los grandes y famosos personajes del escuadrón; sin embargo, el favorito de Robi era un muñeco de Águila Azul que había estado a su lado desde que era un pequeño de apenas dos años; ese muñeco era ni más ni menos que el capitán de las maniobras más osadas que hacía el Escuadrón de las Águilas de Acero, le gustaba tanto su muñeco de Águila Azul, que incluso dormía con él, aún recordaba cómo lo llevaba para jugar con él cerca de su casa y así aventurarse en sus juegos imaginarios y soñar que formaba parte del Escuadrón, eso era juego de todos los días y durante los años de su niñez. Toc, toc, toc, sonó la puerta de su habitación.... —¿Hola?, ¿estás bien? —preguntó su madre—, te vi entrar y pasaste rápido, apenas saludaste y te viniste a tu cuarto. —Sí, mamá, quería descansar un poco... —le respondió Robi. —Sé que te preocupa el examen final de vuelo de la Escuela de Aviación del señor Búho. —Un poco, mamá, un poco. —Robi se giró sobre su cama y le dio levemente la espalda a su mamá. —Sabes que puedes contar conmigo, yo de pequeña siempre fui una gran aviadora, jugaba con mis amigas de aventurarnos en las más asombrosas misiones, llenas de 23


misterios, laberintos, personajes, era tan hermoso. —Recordaba su mamá con aires de clara nostalgia. —Lo sé, mamá, siempre me cuentas de tus aventuras de cuando eras pequeña —le contestó—, pero ya estoy un poco grande para eso —decía Robi con su gesto de adolescente incómodo. —Tu hermana usa mis lentes de vuelo —le respondió rápidamente su mamá. —Pero mamá, ella es muy pequeña aún, es tan solo una peque. — Bueno, bueno, igual estaba preocupada, tienes horas de estar acá en este cuarto y no salías... Chico grande —dijo con sarcasmo su madre. —¿Horas? —Se sorprendió Robi—. Pero apenas entrecerré mis ojos un minuto... —Pues fueron horas, hijo, parecías un oso en pleno efecto de invernadero —dijo su madre molestándolo un poco. —Es invernando, mamá —le dijo Robi—. Me voy a perder la transmisión de mi youtuber favorito... Robi apenas si pudo ver el reloj de pared de su cuarto de las Águilas de Acero, el cual señalaba 15 para las 5 de la tarde. —Hola, hola, familia…. ¿Qué hacemos? —preguntó el papá de Robi quien había llegado en ese momento a la casa del trabajo. —Hola, papá —dijo Robi—, acá con mamá conversando sobre mi prueba final de vuelo con el señor Búho... —Uuuuuuyyyyy qué bien, ¿te he contado la vez que me tocó hacer la prueba con el señor Búho?, yo era muchacho como de tu edad y el señor Búho no estaba tan 24


Suricatos Samuel es un joven panda llamado «Pandamix» que sueña con convertirse en un famoso youtuber, pero su familia no ve muy bien su proyecto, ya que tienen una fuerte y consolidada tradición familiar en la más famosa PANDAdería de la ciudad, y ahí es donde Willy, su hermano, está para recordárselo todos los días. Por otro lado, Robi y Félix son amigos y admiradores de Pandamix, además sueñan con ganar un concurso que el joven panda diseñó para llevar a los ganadores a conocer al famosísimo Escuadrón de las Águilas de Acero, héroes emplumados que se mueven y dominan el arte de la aviación como nadie en el mundo. Sin embargo, nuestros amigos tendrán que enfrentar algunas pruebas para alcanzar el objetivo, tanto Samuel como Willy, Félix y Robi, necesitarán de esta aventura para crecer en sus sueños y pasiones.

ISBN 978-84-19859-47-1

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