

CAPÍTULO I
LA FECHA
Habían transcurrido 4 años desde aquel día en el cual José tomó la mano de Inés en matrimonio. A la pareja le hubiese gustado realizar el enlace el año anterior, pero no había sido posible.
José estaba revisando las condiciones en las que se encontraban las puertas de los establos cuando su amada lo sorprendió por detrás. El hombre, sobresaltado, gritó lanzando al cielo varias palabras groseras y girando al mismo tiempo para verificar quién era la persona que lo había sobresaltado de tal manera.
—Tranquilo. Soy yo, José. Si llego a saber el salto que has dado no lo hubiese hecho —replicó Inés riendo.
¿Estás loca? Eso es mentira. Sabes de antemano que soy un hombre muy inquieto y que con cualquier ruido salto como una rana —respondió él.
—Bueno, me gustaría hablar contigo. Hace ya días que no hemos vuelto a hablar de la fecha de nuestro enlace. Ya es hora de fijar un día que nos convenza a los dos. Pensé en dos posibles fechas: 13 de junio o 20 de septiembre. ¿Qué piensas, José? —le preguntó Inés.
José dejó de revisar las puertas de los establos y miró a Inés preguntándole:
¿Puedo saber la razón por la cual has elegido esos días?
—Está clarísimo. El 13 de junio es por ser el primer día en el que nos volvimos a ver después de algunos años. El 20 de septiembre, por ser una fecha tan significativa para ambos. Ese día llegamos a Finisterre —respondió la joven envolviéndolo con ambos brazos—. Además, debemos elegir el lugar donde iremos de viaje nupcial. Comenzamos el mes de noviembre y quedan pocos meses para programar todo a la perfección.
José, dubitativo, guardó silencio algunos minutos mirando el gran limonero que había en el lado derecho del exterior de los establos. Los frutos de aquella maravillosa planta tenían la piel rugosa y gruesa.
Su zumo era de gran calidad. El majestuoso árbol contaba con la edad de treinta años. Ese era el árbol preferido de Carmen y también de él.
En ese momento recordó con ternura cómo Carmen le realizaba desde muy pequeño infusiones con limón para el mal de estómago. Cuando era niño, tanto su madre como ella, inventaban todo tipo de juegos para que aquel niño de pelos enmarañados y con cara de bribón, comiera cualquier pedazo de comida, fruta… puesto que tenía poco apetito y cuando comía algo más de lo habitual, tenía muchos gases. Dos de sus comidas preferidas, y que nunca fallaban cuando se recuperaba de aquellos apretones de vientre, eran las croquetas de pollo del puchero, y la crema tostada de chocolate. Oh, sí, él adoraba de tal manera el chocolate que tenía escondido por toda la casa.
José estaba tan inmerso en esos recuerdos que despertó de estos porque comenzó a notar que la baba caía por el lado izquierdo del labio inferior. De inmediato, se limpió y sonrió.
En ese instante, Inés le propinó un pequeño tirón de orejas y le gritó:
—Pero bueno, ¿tú me escuchas?
El joven volvió su mirada hacia la mujer y contestó:
—Te escucho. En lo que me concierne, preferiría que le enlace fuese el 13 de junio. En esa época,
el tiempo es más estable. Aún no hace demasiado calor. Si no te importa, me gustaría celebrar nuestra unión en la pequeña capilla de aquí, de la propiedad. Quisiera una boda íntima.
»Me has dicho que esta fecha es importante también para ti porque es el día en el que nuestras vidas se cruzaron de nuevo. Pero no olvides que es una fecha igualmente significativa en mi familia. La víspera del 13 de junio, onomástica de mi padre. Mi madre, no Magdalena, la mujer que me crio como a un hijo, preparaba una gran fiesta para mi padre. Ella siempre decía que a mi padre le gustaba el hecho de que ella le organizase todo para festejar tal día. Me guiñaba el ojo derecho cuando todo estaba preparado sabiendo la reacción de papá. Era una mujer increíble. Sus gestos de amor hacia mi madre siempre fueron mayores y más sinceros que los que él les devolvía.
»Eran escasas las ocasiones en las que vi a papá besar a mamá cuando yo estaba presente. Salvo una, ese 25 de mayo lo recordaré mientras viva. Todos fuimos a la iglesia, fue el día de mi primera comunión junto a 20 compañeros de clase. Yo debía leer la primera lectura y estaba tan nervioso que mis rodillas temblaban sin tregua alguna. Justo en el instante en el que comencé a leer, tartamudeé
hasta en dos ocasiones. Entonces, recordé algo que mi padre me había indicado los días precedentes: «Pequeño, cuando estés leyendo, piensa que estás solo en la iglesia y que lees para ti en voz alta. De este modo tus nervios desaparecerán y leerás a la perfección».
»¿Sabes qué? Tuvo razón, imaginé que estaba solo en la iglesia y finalicé mi lectura sin problema.
Desde su silla, papá mi guiñó el ojo y me sonrió. Tan pronto como salimos al exterior, mi padre me alzó entre sus brazos felicitándome y llamándome campeón. Aquello supuso para mí un triunfo.
»Mi madre sonreía al ver la felicidad en ese instante de sus dos hombres, como ella nos llamaba con asiduidad.
—Ah… estás muy melancólico, ¿no? —le respondió Inés—. Te he dicho en ciertas ocasiones que tu padre era un hombre demasiado serio, pero en el fondo escondía un gran corazón. A pesar de tu opinión, yo sigo creyendo que vosotros tenéis muchas cosas en común. Sé que, a pesar de vuestros desencuentros, cada día que pasa, añoras más el que no esté a tu lado, pero créeme, tu padre está y estará siempre junto a ti si sigues pensando en él a diario.
Mientras siga en tus pensamientos, estará de algún modo presente.
el tiempo es más estable. Aún no hace demasiado calor. Si no te importa, me gustaría celebrar nuestra unión en la pequeña capilla de aquí, de la propiedad. Quisiera una boda íntima.
»Me has dicho que esta fecha es importante también para ti porque es el día en el que nuestras vidas se cruzaron de nuevo. Pero no olvides que es una fecha igualmente significativa en mi familia. La víspera del 13 de junio, onomástica de mi padre. Mi madre, no Magdalena, la mujer que me crio como a un hijo, preparaba una gran fiesta para mi padre. Ella siempre decía que a mi padre le gustaba el hecho de que ella le organizase todo para festejar tal día. Me guiñaba el ojo derecho cuando todo estaba preparado sabiendo la reacción de papá. Era una mujer increíble. Sus gestos de amor hacia mi madre siempre fueron mayores y más sinceros que los que él les devolvía.
»Eran escasas las ocasiones en las que vi a papá besar a mamá cuando yo estaba presente. Salvo una, ese 25 de mayo lo recordaré mientras viva. Todos fuimos a la iglesia, fue el día de mi primera comunión junto a 20 compañeros de clase. Yo debía leer la primera lectura y estaba tan nervioso que mis rodillas temblaban sin tregua alguna. Justo en el instante en el que comencé a leer, tartamudeé
hasta en dos ocasiones. Entonces, recordé algo que mi padre me había indicado los días precedentes: «Pequeño, cuando estés leyendo, piensa que estás solo en la iglesia y que lees para ti en voz alta. De este modo tus nervios desaparecerán y leerás a la perfección».
»¿Sabes qué? Tuvo razón, imaginé que estaba solo en la iglesia y finalicé mi lectura sin problema.
Desde su silla, papá mi guiñó el ojo y me sonrió. Tan pronto como salimos al exterior, mi padre me alzó entre sus brazos felicitándome y llamándome campeón. Aquello supuso para mí un triunfo.
»Mi madre sonreía al ver la felicidad en ese instante de sus dos hombres, como ella nos llamaba con asiduidad.
—Ah… estás muy melancólico, ¿no? —le respondió Inés—. Te he dicho en ciertas ocasiones que tu padre era un hombre demasiado serio, pero en el fondo escondía un gran corazón. A pesar de tu opinión, yo sigo creyendo que vosotros tenéis muchas cosas en común. Sé que, a pesar de vuestros desencuentros, cada día que pasa, añoras más el que no esté a tu lado, pero créeme, tu padre está y estará siempre junto a ti si sigues pensando en él a diario.
Mientras siga en tus pensamientos, estará de algún modo presente.
el tiempo es más estable. Aún no hace demasiado calor. Si no te importa, me gustaría celebrar nuestra unión en la pequeña capilla de aquí, de la propiedad. Quisiera una boda íntima.
»Me has dicho que esta fecha es importante también para ti porque es el día en el que nuestras vidas se cruzaron de nuevo. Pero no olvides que es una fecha igualmente significativa en mi familia. La víspera del 13 de junio, onomástica de mi padre. Mi madre, no Magdalena, la mujer que me crio como a un hijo, preparaba una gran fiesta para mi padre. Ella siempre decía que a mi padre le gustaba el hecho de que ella le organizase todo para festejar tal día. Me guiñaba el ojo derecho cuando todo estaba preparado sabiendo la reacción de papá. Era una mujer increíble. Sus gestos de amor hacia mi madre siempre fueron mayores y más sinceros que los que él les devolvía.
»Eran escasas las ocasiones en las que vi a papá besar a mamá cuando yo estaba presente. Salvo una, ese 25 de mayo lo recordaré mientras viva. Todos fuimos a la iglesia, fue el día de mi primera comunión junto a 20 compañeros de clase. Yo debía leer la primera lectura y estaba tan nervioso que mis rodillas temblaban sin tregua alguna. Justo en el instante en el que comencé a leer, tartamudeé
hasta en dos ocasiones. Entonces, recordé algo que mi padre me había indicado los días precedentes: «Pequeño, cuando estés leyendo, piensa que estás solo en la iglesia y que lees para ti en voz alta. De este modo tus nervios desaparecerán y leerás a la perfección».
»¿Sabes qué? Tuvo razón, imaginé que estaba solo en la iglesia y finalicé mi lectura sin problema.
Desde su silla, papá mi guiñó el ojo y me sonrió. Tan pronto como salimos al exterior, mi padre me alzó entre sus brazos felicitándome y llamándome campeón. Aquello supuso para mí un triunfo.
»Mi madre sonreía al ver la felicidad en ese instante de sus dos hombres, como ella nos llamaba con asiduidad.
—Ah… estás muy melancólico, ¿no? —le respondió Inés—. Te he dicho en ciertas ocasiones que tu padre era un hombre demasiado serio, pero en el fondo escondía un gran corazón. A pesar de tu opinión, yo sigo creyendo que vosotros tenéis muchas cosas en común. Sé que, a pesar de vuestros desencuentros, cada día que pasa, añoras más el que no esté a tu lado, pero créeme, tu padre está y estará siempre junto a ti si sigues pensando en él a diario.
Mientras siga en tus pensamientos, estará de algún modo presente.
