En el corazón de una pequeña ciudad, había una casa donde reinaba el amor, la paz y la alegría. En su interior, se encontraban Carlota y su pequeño amigo Foster, donde desde el amanecer hasta que pasaba la última estrella fugaz al anochecer, el hogar resonaba con risas contagiosas y travesuras interminables.
Carlota y Foster eran inseparables, siempre buscando nuevas aventuras y momentos para el recuerdo. No había un solo instante aburrido en su compañía.
Carlota, una niña de seis años de edad, de cabello castaño, siempre llevaba una sonrisa radiante en su rostro. Sus ojos azules como las olas del mar, y su gran fortaleza y valentía para enfrentar los grandes retos hacían que cada aventura fuera mágica.
Foster, el pequeño dormilón y comilón de la casa, era un amigo leal, blanco, de pelo sedoso y ojos dulces. Su cola larga siempre estaba en movimiento, pues le encantaba estar cerca de su familia, un reflejo de su gran amor y entusiasmo por ellos.
En esta familia llena de energía y risas siempre había tiempo para un abrazo y un rato para construir castillos, jugar con las almohadas en el salón, disfrazarse o hacer un teatro con marionetas. Y siempre encontraban la manera de hacer que cada momento fuera especial.
Cada mañana, al despertar y antes de irse a clase, Carlota se acurrucaba junto con su buen amigo Foster, y juntos se adentraban en el mundo de la fantasía. Un cuento mágico, lleno de historias y con un poder especial que hacía que los dos cayeran al abrir el libro, en el Gran Reino de la Fantasía.
Al caer, pasaban por un gran arcoíris mágico, cubierto de polvo de hada, que hacía que al llegar al Reino, los dos amigos se convirtieran en parte del cuento.
Una mañana, al abrir la tapa, ella y Foster cayeron en el Gran Reino helado. Lleno de castillos de cristal y de hielo, cubierto por nieve y protegido por hadas.
Allí Carlota se convirtió en una hermosa princesa con un vestido brillante y una corona en la cabeza.
—¡Foster! ¡Foster! Puedo hacer muñecos de nieve parlantes con mis propias manos
—gritó Carlota, entusiasmada.
Y seguidamente, juntos jugaron a hacer bolas de nieve y castillos de gran altura, mientras las hadas volaban alrededor de ellos.
