Alvin y Marcos. Los guardianes del mar

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CAPÍTULO 1

Eran las 7:00 de la mañana, Alvin y Marcos

estaban ya terminando de desayunar, ilusionados. Había llegado el verano y el colegio acabó. Sus padres les dieron una gran noticia: se iban de vacaciones. Los mellizos reían y saltaban dirigiéndose al coche. Se tenían que responsabilizar de las toallas y la pelota. Los padres llevaban el resto de las cosas, cargaban con lo que necesitarían para pasar todo el día.

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—Venga, chicos, despacio. Id montando en el coche y poneos el cinturón. Llegarían en poco tiempo a la playa, y ya estaban pensando en todo lo que harían. —¡Mirad, ya se ve! —exclamó Alvin. —¡Es verdad, qué ganas de tirarte en la arena! —contestó Marcos. Sus padres sonreían imaginando el día que les esperaba. —Coged vuestras cosas y podéis elegir sitio en la playa. No corráis cerca de la gente. Alvin y Marcos iban mirando bien la playa, para poder elegir un buen sitio en el que jugar con la pelota sin molestar a nadie. Era una playa muy bonita, no muy grande, y a los lados había rocas. Los padres empezaron a relajarse mientras veían jugar a sus hijos. Estaban jugando y riéndose. Cada vez que podían, se tiraban en la arena. Marcos pegó un pelotazo y desvió mucho el balón. —¡Ja, ja, ja…! Vamos corriendo, que se está alejando mucho la pelota, ¡no para de rodar!

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—Sí, porque si nos despistamos, la perdemos —contestó rápido Alvin. Empezaron a correr, se daban cuenta de que no veían la pelota. Se quedaron en la orilla, notaban el agua fresquita en los pies. Miraban a un lado y a otro buscándola, pero nada, Alvin acabó preguntando. —¿Cómo puede ser que no esté por aquí? Si ha pasado hace un momento. —Mira, estamos pegados ya a las rocas, vamos a subirnos para ver si así la encontramos más fácil. Así lo hicieron, con cuidado subieron unas rocas pequeñas hasta que pararon, se miraron interrogantes y preguntaron a la vez. —¿¡Qué hace un cangrejo llevándose nuestra pelota!? Ahí estaba, un cangrejo empujaba torpemente su pelota y rodeaba las rocas que llevaban a la siguiente playa. Fueron corriendo hacia el cangrejo mientras iban riéndose de lo que estaban viendo y gritando:

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—¡¡¡Eeeh, para!!! El cangrejo avanzaba lo más rápido que podía, y se paró poco después. Llegaron y se quedaron asombrados por la imagen que tenían delante. —Hay más cangrejos pequeñitos, parece su familia. ¿Pero qué les pasa? —preguntó Alvin. El cangrejo se quedó parado ante ellos. ¿Acaso era posible que el cangrejo se llevase la pelota para que ellos le siguiesen y le ayudasen? Entre varias rocas que estaban rozando el agua, había unos cangrejos pequeñitos que se habían quedado envueltos en un plástico y no podían salir. Marcos comenzó a hablar: —Hay que ayudarlos, no pueden salir de allí y acabarán muriéndose. Así lo hicieron; con cuidado, fueron retirando el plástico y dejaron que saliesen. El cangrejo se quedó mirándolos y se fue corriendo con su pequeña familia a esconderse en las rocas.

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—¿A quién se le ocurre tirar esto aquí? —preguntó Alvin, enfadado. Se escuchó un fuerte ruido, levantaron la cabeza y no podían creer lo que estaban viendo. Era una lancha de motor. En un lateral estaba escrito «ALVIN Y MARCOS», y en el otro lateral «GUARDIANES DEL MAR». Se quedaron parados, sin parpadear, se miraron al instante y preguntaron: —¿Seremos nosotros?

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