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El castillo de Brujilda
Brujilda era una niña de siete años. Compartía el castillo donde vivía con sus amigos los enanoides: Matro, Runo y Briano.
Era un castillo muy grande y con muchas habitaciones por explorar. Brujilda y los enanoides tenían una de las habitaciones solo para jugar y divertirse. Una torre alta para otear el horizonte y un jardín inmenso que se encargaban de cuidar.
Y más allá del bosque que rodeaba el castillo se podía ver el reino de Carcamiel, gobernado por una hada lista y picarona llamada Primamvera.
Ellos afrontarán juntos los desafíos necesarios para descubrir todo lo que esconde el castillo… y la magia.
Y juntos leeremos las aventuras de Brujilda y los enanoides.
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Personajes
Brujilda
Es una bruja de siete años, muy buena y graciosa. Procede de una familia antigua y poderosa.
El castillo en el que vive lo comparte con sus amigos los enanoides. Allí es donde pasará la última prueba de la magia y por fin su varita se convertirá en un báculo.
Todos sus antepasados pasaron la última prueba en ese mismo castillo.
Los enanoides
Matro, Runo y Briano son los enanoides. Matro y Runo son hermanos y junto a su primo Briano no paraban de meterse en líos y buscar diversión.
Se criaron en el árbol más alto que crecía junto al hogar de Brujilda. Allí fue donde la conocieron y desde entonces nunca se volvieron a separar.
El día que Brujilda tenía que partir hacia el castillo, no dudaron en ofrecerse para acompañarla y que no estuviera sola.
Primamvera
La reina de las hadas en Carcamiel, donde cultivaban las bayas más deliciosas. Es un hada encantadora, siempre dispuesta a ayudar y con un don para arreglar cualquier cosa.
Lemor
Un hechizo lo convirtió en búho hace siglos. Es el compañero de la madre de Brujilda.
Tiene mal genio, pero quiere mucho a la pequeña bruja, a la que protege siempre que puede.
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La habitación 16
Estaba amaneciendo, el sol entraba por la ventana del cuarto de Brujilda, pero ella no quería levantarse. La tarde anterior había recibido la primera carta de lo que sería el final de su aprendizaje dentro de la magia de bruja.
La misiva era de su madre, una de las brujas buenas más magníficas de todos los tiempos. Le apremiaba a comenzar la búsqueda por las habitaciones numeradas del castillo y le hizo saber que la primera debía ser la número 16.
Los enanoides ya se encontraban en el comedor cuando bajó a desayunar. En la mesa no
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faltaban ni leche, ni dulces, ni huevos... todo un surtido de delicias para empezar el día.
Cuando terminaron de llenar la barriga, Brujilda y los enanoides prepararon lo necesario para la primera misión. Por supuesto sus amigos estarían con ella para ayudarla en esta aventura.
Se dirigieron a las escaleras, para subir al último piso donde se encontraba la habitación. Una vez allí, se pararon unos segundos frente a ella. Cuando Brujilda estiró la mano para girar el picaporte, la puerta se abrió sola.
El cuarto al que entraron era pequeño, pero con un techo altísimo. Había un espejo antiguo y polvoriento, y a su lado un tronco de haya en el cual se encontraba Lemor, el búho.
—Ya era hora, Brujilda —le espetó Lemor—. Empezaba a cansarme de esperar, llevo aquí desde el amanecer.
A Brujilda se le escapó una risita, ellos se acababan de levantar, así que el búho gruñón no llevaba tanto tiempo esperando, solo le gustaba quejarse.
Aun así, la brujita la había echado mucho de menos y empezaron a hablar. Lemor le puso al día de lo que pasaba en el hogar de su madre y ella de las travesuras que maquinaban en el castillo.
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Y por fin entraron en el tema que los había llevado ahí. Lemor le contó que ese espejo antiguo y sucio que tenía al lado, era la clave. Debía hallar en cada habitación numerada un ingrediente singular y preparar una poción que le ayudaría a limpiar la mugre y hacerlo funcionar, puesto que era un espejo mágico.
Cuando encontrara todos y cada uno de los ingredientes se desvelaría el misterio del espejo, que según le dijo el búho, tenía un gemelo que funcionaría también cuando Brujilda limpiara aquel.
Lemor se despidió de ellos con la promesa de volver a verlos pronto y les informó que aquella habitación no volvería a abrirse hasta que no hubieran explorado todas las demás.
Les quedaba un duro y divertido trabajo por delante.
Cuando salieron por la puerta, vieron un sobre en el suelo. Instrucciones. La siguiente puerta sería… la número 8.
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