Ceci y Luna

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Ceci era una niña traviesa. Solía bajar en cartones por la corriente de agua en los días de lluvia, y trepar a los árboles con ropa de domingo para recoger frutas directamente de la planta.

Tenía muchos amigos, niños y niñas, que siempre estaban con ella a la hora de hacer travesuras. Pero a veces, Ceci sentía la falta de alguien con quien compartir sus aventuras, sus sueños y sus confidencias, las cuales no contaba a nadie.

Un día, mientras Ceci buscaba piedritas para su tirachinas, oyó un gemido muy finito. Tuvo curiosidad y fue tras él para averiguar qué era ese sonido.

Se sorprendió al descubrir, detrás de un arbusto, un cachorrito, mejor dicho, una cachorrita blanca con manchas marrones, muy pequeñita, encogida y temblando de frío y de miedo. Amante de los animales, Ceci decidió llevársela a casa y no dejarla sola.

En su casa había muchos animales: cabra, ganso, loro..., sin contar el resto de animales que solían aparecer como visita. Pero no había ningún perrito.

Ceci llegó a casa, y su madre, María, le preguntó inmediatamente qué llevaba, esperando ya alguna travesura de su hija. Ceci entonces le mostró a la perrita. María se dio cuenta de que tenía hambre y sed, y fue a buscarle comida y agua.

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