Científicas en apuros

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Científicas en apuros

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Ilustrado por Pauls Vind

Capítulo I: Metamorfosis

Era noviembre, hacía buen tiempo y las hojas de los árboles empezaban a caerse. Lucía estaba tan sumergida en sus pensamientos que apenas se acordaba de por dónde iban leyendo el libro sus compañeros de clase, cuando de repente…

―Lucía, estás pensando en musarañas otra vez ―dijo la profesora Marta refunfuñando―.

¿Puedes seguir leyendo el siguiente párrafo?

Marta era la profesora de Ciencias y Naturaleza en el colegio público «Hipatia de Ale-

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jandría», en un pueblo perdido de Extremadura. Tenía 28 años y le apasionaba enseñar a los niños el valor de lo que nos rodea. Nunca se enfadaba, pero Lucía sabía que podía leer las mentes de los niños de la clase y saber en lo que estaban pensando.

―Vale, profesora, empiezo aquí… donde pone… ―dudaba Lucía, nerviosa―, ¡donde pone metamorfosis!

La profesora asintió con la cabeza y Lucía empezó a leer.

―La metamorfosis es un conjunto de cambios por el cual un insecto o un anfibio se transforma en adulto, dejando atrás algunas de las características con las que nacen ―respiró―, por ejemplo, las orugas se convierten en mariposas, gracias a la metamorfosis ―de repente, sonó el timbre y Lucía paró de leer.

Aún no había terminado de sonar el timbre y ya se empezaron a escuchar movimientos de sillas y pupitres, pasos y puertas abriéndose, cerrándose y muchos niños hablando en el pasillo.

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―Bueno, niños, no os olvidéis de hacer las actividades y las fichas del tema 2. ¡Nos vemos mañana! ―se despidió la profesora Marta.

Lucía, con mucho cuidado y sin prisa, metió el lápiz y la goma de borrar en su estuche de rotuladores de colores, los libros en la mochila, y se puso en la fila para salir de clase. Siempre intentaba ponerse al lado de su mejor amiga, Úrsula, para hablar de los objetos que coleccionaban de sus juegos favoritos en sus ratos libres. Al salir del colegio, Lucía vio a su madre a lo lejos, en la puerta de la entrada, y empezó a correr hacia ella.

―¡Te ha llegado una sorpresa por correo!

―exclamó su madre, Luz, mientras sacaba algo del bolso.

Luz era una mujer joven, responsable y fuerte que trabajaba en el supermercado del pueblo. Entendía la importancia del tiempo en pareja y en familia, y lo daba todo por sus hijos.

Lucía miraba expectante a su madre mientras sacaba algo de un sobre. Chocolatinas

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no eran, eso estaba claro. Aun así, Lucía lo cogió con mucha ilusión y se dio cuenta de que era una postal de su tía Mía, que se había ido a Suecia hacía ya muchos años para estudiar el sistema nervioso de los peces y entender cómo se mueven; desde entonces viajaba por el mundo y conocía a muchas personas y lugares interesantes. De cada lugar nuevo que descubría, le mandaba una postal a Lucía contándole la historia de alguien a quien había conocido en su trabajo, pero hacía ya muchos meses que no recibía ninguna, así que Lucía no se lo esperaba. En la postal se veía un dibujo en relieve de una nave espacial y la Luna, y por detrás había

escrito:

«Hola, Lucía, verás, hoy he conocido a una chica increíble. Construye partes de naves espaciales que algún día nos ayudarán a alcanzar Marte, ¡o incluso Júpiter!

¿Te lo puedes imaginar?

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Un abrazo enorme, Tita Mía».

A Lucía le apasionaban las pequeñas historias que le contaba su tía en las postales que le mandaba, y las coleccionaba con mucho cuidado en una lata de fotos antiguas que le había regalado su bisabuela, como si fueran su pequeño tesoro. Lucía era una chica organizada, curiosa y con mucha ilusión. Con tan solo 6 años, desenterró unos huesos enormes que encontró en el campo cerca de un lago, y se los llevó a su madre, emocionada, pensando que había descubierto un dinosaurio. Ahora, con 11 años, quería viajar y conocer el mundo. Por eso, cuando leyó la última postal de su tía, decidió que tenía que hacer algo al respecto.

Sí, eso es, ese mismo día decidió que tenía que construirse su propia avioneta. Con ella podría viajar a todos y cada uno de esos lugares mágicos que había en el planeta, y conocer a gente tan interesante como su tía Mía. Si en

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el mundo había una mujer que estaba construyendo naves espaciales, ¿por qué no iba a poder ella construir una avioneta? ***

Todas las tardes al llegar a casa después del colegio, se dedicaba a dibujar cómo sería la avioneta perfecta para esta aventura. Le daba vergüenza contarle a sus padres y a su hermano pequeño, Marcos, que quería construir una avioneta que volara de verdad, así que lo mantuvo en secreto. Su hermano Marcos tenía 3 años menos que ella, era un aficionado a los videojuegos y a los superhéroes. Su favorito, sin duda, era Spider Man. A Marcos le encantaba hablar y compartir las historias de sus personajes y videojuegos favoritos y, aunque no lo pareciese, tenía los pies en la tierra.

Desde el día que tuvo la idea no paraba de meter en una cajita que escondía debajo de la cama, trastos que podrían servirle para construir una avioneta. Empezó a coleccionar en secreto cartones de leche, cajas de cereales y

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juguetes que podría reutilizar. Todas las noches cuando se iban a dormir, Lucía esperaba a que Marcos cerrara los ojos para sacar la cajita de debajo de la cama y empezar a construir la avioneta. Una de esas noches, había cogido pegamento y celo, y estaba preparada para unir las piezas, así que se puso manos a la obra.

Mientras recortaba y pegaba las alas, Marcos se despertó, y Lucía no tuvo más remedio que contarle lo que estaba tramando.

―Tata ―dijo Marcos―, ¿qué estás haciendo? ―preguntó mientras se frotaba los ojos, adormilado.

―Shhh, cuidado, no… no estoy haciendo nada. No quiero que ni mamá ni papá se enteren ―dijo Lucía.

―¿Qué estás haciendo con esos cartones?

―preguntó Marcos, extrañado.

―Estoy construyendo una avioneta para irme de viaje y conocer el mundo ―contestó

Lucía, ilusionada―. ¡Cómo la tita Mía!

―Pero, tata, es una avioneta de juguete, ¡no

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puede volar de verdad! ―observó Marcos, que aún no estaba despierto del todo.

―¡Va a volar! ¡Es una avioneta de verdad!

―exclamó Lucía, frustrada, mientras seguía trabajando en ello y miraba cómo Marcos se quedaba dormido de nuevo.

A la mañana siguiente, Luz entró en la habitación y descubrió a Lucía dormida encima de la alfombra con todos los pedacitos de cartón por el suelo, las cajas de cereales desmontadas y algo que parecía una caja grande con una solapa mal pegada.

―Lucía… ―susurraba Luz mientras acariciaba por la espalda a Lucía―, Lucía, cariño, ¿qué has estado haciendo? Es la hora de ir al cole.

Lucía se despertó de un respingo sin saber muy bien dónde estaba, y al mirar a su madre se dio cuenta de que se había quedado dormida y la habían descubierto con las manos en la masa. Luz pareció no darle importancia, le dijo que se vistiera y bajara a la cocina

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***

Lucía es una niña curiosa, con ganas de conocer el mundo. Inspirada por los viajes de su tía, decide crear su propia avioneta de cartón para viajar por el mundo. En esta novela, Lucía se embarca en un viaje inédito, en el que conocerá a versiones jóvenes de destacadas científicas, mostrando su curiosidad infinita y su espíritu científico. A lo largo de su viaje, Lucía se verá envuelta en una serie de aventuras que reflejarán las historias y los descubrimientos de estas científicas, así como el poder de la colaboración para resolver problemas. Únete a Lucía y a sus nuevas amigas en estas aventuras, donde aprenderás junto a ellas a luchar por tus sueños y entender que la unión hace la fuerza.

Valores Implícitos

Esta novela tiene la intención de transmitir valores como la curiosidad, la autoconfianza, la importancia del apoyo familiar y la colaboración. Pero lo más importante es su intención de presentar la historia de grandes científicas de una manera divertida, de modo que tanto niñas como niños tengan referentes femeninos desde edades tempranas, y conozcan a estas mujeres maravillosas que han marcado nuestra historia.

babidibulibros.com

ISBN 978-84-19904-54-6 9 788419 904546

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