SANTIAGO DE HEVIA
Diario de un
Navegante Parte i. el ojo de fuego
GINKGO BILOBA © del texto: Santiago de Hevia © diseño de cubierta:
BABIDI–BÚ libros S.L.
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BABIDI–BÚ libros S.L, 2019 Fernández de Ribera 32, 2ºD Tlfns: 912.665.684 info@babidibulibros.com www.babidibulibros.com Impreso en España Primera edición: Septiembre, 2019 ISBN: 978-84-17679-72-9 Depósito Legal: SE 1172-2019 «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o scanear algún fragmento de esta obra»
Diario de un
Navegante Parte i. el ojo de fuego
SANTIAGO DE HEVIA
Diario de un Navegante
I En casa
N
ada, aquí todo sigue igual, aunque tampoco es que tenga mucho que decir. Tendría que estar estudiando el dichoso examen de mañana, pero como que ponerme ahora con la estúpida sintaxis, supera mis fuerzas. Siento haberme ido de esa forma y sin cenar, por mamá, está claro, ella no lo merece. Aunque ya podría no darle la razón alguna vez al señorito don Alfonso, que es como llamo yo a ese señor que dice ser mi padre. Me da una rabia terrible, todo a gusto del señor marqués. Siento decirlo, pero es verdad, mamá más que una esposa parece una sierva del siglo pasado. Ya te puedes estar muriendo de hambre, que hasta que él no se siente en su sitio o no tenga apetito, Romina no puede servir ni un bocado. Y eso cuando está a buenas, que si no, ya puedes olvidarte. Encima cuando mamá se toma algo, ya está diciéndole que bebe demasiado, que tendría que ir a un médico para tratarse y mierdas de esas. ¿No se da cuenta de que si lo hace 5
Santiago de Hevia es porque necesita descansar de él? Es la única vía de escape que de momento encuentra para poder soportarle, aunque yo no dudaría en romper las cadenas y comenzar desde cero. Los mejores brotes nacen de las peores tormentas. Me habría gustado tener un hermano o una hermanita con quién compartir los malhumores de papá. Bueno, y para no estar solo y tener algo de compañía en casa, porque en esta casa parece que nunca haya nadie. Mi padre, o no está, o no sale del despacho, y mamá últimamente no sale tampoco de la habitación, lleva desde mayo del año pasado de baja y sin dar clase. Con todas las historias que me contaba sobre sus alumnos, creo que el mundo se está perdiendo una gran maestra, que ha perdido la pasión por enseñar y la ilusión por vivir. Luego Romina, Toñi y Carmel que están siempre en la cocina o limpiando algún rincón de la casa. Pero estas, como si nada, haciendo sus tareas y sin hacerme caso. Carmel acaba a las ocho y se va a casa, y a las otras solo les queda calentar y servir la cena para cuando nos sentemos a la mesa. Romina es hija de Toñi, y esta ya servía en la familia de mi padre, lleva con nosotros desde antes de que yo naciese. Es como una madre para mí, y aunque es encantadora, resulta un poco cascarrabias. Ahora las dos viven en una parte de la casa. Mi habitación justamente la tengo en el otro lugar. A veces cuando llego del cole, pongo la música a tope para dar un poco de vida a todo esto, porque si no, puedo morirme de aburrimiento, se siente uno tan solo aquí. Claro que, si está papá, enseguida manda a Romi para decirme que la baje, y «solo me lo dice una vez». Es que el señorito necesita concentración para sus negocios y sus rollos, necesita ganar dinero, y todo es muy serio y bastante importante. Lo de este hombre roza lo extremo, todo gira en torno al dinero. Es dinero y cuando ya se tiene, más dinero aún. 6
Diario de un Navegante En vez de Alfonso le tendrían que haber bautizado «el insaciable». Pero no exagero, hasta él mismo ha dicho que es lo más importante para ser alguien en la vida, que si quiero que el día de mañana mi familia sea feliz, tengo que darle lo mejor. Y para eso se necesita dinero. Yo no digo que no sea importante, pero para nada es lo más primordial. Hay muchísimas cosas que van primero y que precisamente el dinero muchas veces es lo que las arruina. De hecho, prefiero vivir casi sin dinero. Me parece algo muy peligroso. Además, en la tele veo muchos documentales donde sale gente que casi no tiene nada y es feliz, y yo dudo que en casa tengamos eso. Papá dice que se mata a trabajar por su familia, por nuestro futuro y para que no nos falte de nada. No se lo he dicho, pero la verdad es que se olvida de algo muy importante, y es que nos falta un padre, y que todo lo demás, nos sobra. Porque la vida no es un cuento, y los cuentos no son la vida. Mi padre no es un ogro que me tiene encerrado en un castillo y no me da de comer, y mi madre no es la malvada madrastra. La vida no es tan sencilla, esto es la realidad, puede que existan los cuentos felices, pero lamentablemente mi vida no es uno de ellos. Tengo a mi padre y a mi madre, ellos son mi familia y les quiero, pero viven de la nada con todo. No piensan en vivir, ni en hacer algo bueno, solo existe el comprar más y más, los vestidos, los coches nuevos, lo que ha salido nuevo al mercado… y al ver que esto no les llena empiezan las discusiones, y cuando estas terminan, no hay un feliz reencuentro, solo un profundo e inquietante silencio y la indiferencia del uno por parte del otro. Lo siento, pero yo no quiero vivir así. Es verdad, me aterra la idea de acabar como mi padre, uno de los hombres más prestigiosos en Cartagena. Todos los días con reuniones superimportantes, y todas las noches encerrado en su despacho lleno de pa7
Santiago de Hevia peles, preocupado por algo que Dios sabe que no es su familia. Y lo peor es que en ese preciso instante su familia lo está por él. Y yo, ¿para qué voy a querer tener esa vida? ¿Para que dentro de unos años tenga suficientes riquezas y no poder disfrutarlas ni hacer nada con ellas por ser demasiado tarde? No, gracias, para mí, vivir no es tener, sino sentir. Y don Alfonso probablemente me contestaría, primero con el tortazo correspondiente y más tarde, mirándome fijamente a los ojos para justificarse por lo que ha hecho, me diría que «no se vive solo de sentimientos o de sueños». Y finalmente, se iría acabando con su típica frase de «a ver cuándo te decides a crecer, yo con diecisiete años no era tan niño, era más maduro y responsable, ya va siendo hora de bajar de las nubes y pisar tierra, porque la vida no es ningún cuento, Daniel, la vida es trabajo, es sacrificio». Sí, estoy de acuerdo en que esa es la vida que lleva él, y no es feliz. Sé que no es algo que pueda juzgar, pero es lo que veo y reflejan sus ojos. Y aunque supuestamente él fuese feliz de esa manera, no creo que de la misma lo fuese yo. Creo que piensa así porque tiene los pies en la tierra, como él dice. Y es incapaz de mirar con mis ojos, de ver lo que yo veo, porque tiene miedo, miedo a la vida, miedo a elevar los pies del suelo y ver que hay mucho más, que la vida es hermosa, que hay un amanecer y un atardecer. Se pierde todo eso porque no quiere arriesgarse a vivir, tiene miedo a equivocarse y creer que al elevarse todo se vuelve más y más oscuro, lo que te hace dudar y caer al vacío. A veces es necesario saber soltar las riendas, abrir las alas y dejarte llevar por el viento, porque no hacer algo por miedo a equivocarse es como suicidarse por miedo a morir. Si los exploradores no hubiesen atravesado los mares por miedo a lo que, tanto el pueblo como los científicos más sabios creían, jamás se hubiese descubierto nada. 8
Diario de un Navegante Bueno, en una cosa tengo que darle la razón a mi padre, es verdad, reconozco que estoy en las nubes, pero eso no significa que lo que siento no lo pienso. Dejar la superficialidad no es pasear por las nubes o vivir en un sueño, yo solo quiero quitarme las cadenas de la sociedad y así poder volar, poder vivir de verdad con todas sus consecuencias, no quedarme preso en esta burbuja llamada protección. Igual parecerá una tontería, pero es lo que siento de veras. Estoy harto de tanta moda, de tanta marca y de tanta imagen. Todo es falso, la gente ya no puede sentir de verdad, no hacen nada con pasión, ni aman nada. Se dejan llevar por lo que venga, por lo que les ofrece la sociedad, sin preocuparse por lo que realmente quieren. Yo quiero ser dueño de mi propia vida, hacer lo que realmente me gusta y no lo que otros quieren que haga. Cortaré las cuerdas de mi títere para que pueda echar a andar, para que pueda nadar y hasta puede quizás para que pueda volar. Pero de lo que estoy seguro es que no quiero quedarme en esta absurda función creada por cinco ricachones y bailando este estúpido baile. Eso es en lo que nos han convertido, en marionetas que pueden manejar a su antojo. Yo quiero vivir, quiero poder tranquilamente tumbarme cuando quiera en un campo, sumergirme en la tierra y sentir la naturaleza. Quiero poder sentarme en la orilla de la playa durante horas y ver cómo anochece, y poder así sentir la pureza de la vida. Quiero poder subir a lo más alto de una colina, y cuando el viento sople fuerte, abrir tanto los brazos, que llegue a sentir la libertad. Hoy no tengo la cabeza para pensar mucho, llevo varios meses durmiendo fatal. Sigo despertándome por las noches, y cada madrugada es lo mismo, y ya no sé si es el miedo de dormirme o el miedo de no poder dormir. Es horrible porque luego por las mañanas estoy medio tonto y siempre acabo dormido en 9
Santiago de Hevia alguna clase, por no decir todas. Ya llevo varias así apuntadas en el parte y la próxima lo más probable es que mi tutor le envíe una nota a mi padre. Bueno, me voy a ir a la cama para ver si consigo dormir algo. ¡Buenas noches! La noche pasó caminando despacio sigilosamente sin decir nada, para que el sol mientras se desperezaba no le pudiera ver… Me he levantado fatal, mientras tomo en la cocina el desayuno de tostadas con mermelada y zumo de naranja que me ha preparado Toñi, repaso mentalmente lo que va a caer en el examen. Luego, me puse el uniforme para ir al colegio y he salido con mi calma de siempre por la puerta de casa a una calle gris como el cielo de hoy, y como soy tan despistado olvidé la mochila con todos los libros en la habitación, y he tenido que volver corriendo a por ellos porque no llegaba. Pero la cosa ha ido de mal en peor, es que llevo un día de perros, no aguanto más. Primero, don Javier me echa de clase de Geografía por pelearme otra vez con el Pollo. Es que no aguanto a ese crío, siempre tiene que estar fastidiando a todo el mundo, a veces me dan ganas de, educadamente, estamparle una silla en la cabeza. Y encima luego el examen, que ya mejor ni hablar de eso. Después de las clases llego a casa y me encierro en el cuarto, me quedo dentro, sin cenar, pero es que ese es mi momento. Mientras se escucha una huida, lloro, a veces por dentro más que por fuera, pero siempre sin saber por qué. Sé que tengo a mamá preocupada, las notas han bajado mucho y aunque no venga a hablar conmigo como hacía antes, sé que no está pasando por su mejor momento y me gustaría poder ayudarla. No sé, maldigo esta vida rutinaria, este sinsentido del tiempo. No creo en la tontería esa de la edad, es que me revienta cuando mi madre le dice a papá… «Déjale, Alfonso, que está 10
Diario de un Navegante en la edad». ¿Qué pasa, que ahora cuando cumples una edad todos actuamos igual, pensamos igual o reaccionamos igual? Yo creo que cada persona es diferente, es un mundo que además puede resultar fascinante descubrir. No hay gustos buenos o malos, simplemente hay gustos. Como no hay personas mejores o peores, todos somos personas, y mientras a unos les da por divertirse con simples videojuegos, y a otros por música punk, a mí me da por leer, tantos libros de aventuras en el mar, como de piratas y tesoros. Es que me fascina el mar, puede que por haber pasado todos los veranos de mi infancia en un pequeño pueblo pesquero. Tengo unas ganas locas de que llegue ya verano, y poder salir a navegar con El Coral, nuestro elegante velero de madera. Es el único rato en el que nos olvidamos de todo, y mi padre y yo pasamos buenos momentos juntos. Me ha estado enseñando toda la vida, y ahora yo podría hacerlo mucho mejor que él y con los ojos vendados, pero necesita sentirse patrón, así que mientras él gobierna el barco, me va gritando qué maniobras debo hacer, aunque me haya anticipado y ya las esté haciendo. Vale, puede que me grite, pero no lo tengo en cuenta, al principio me daba rabia que me tratase como un crío, pero ahora es algo muy diferente. Me gusta oír esos gritos, le veo sujetando el timón y con media sonrisa en el rostro, es como si estuviésemos compartiendo algo, un instante, un recuerdo. Dejamos atrás nuestros problemas e inquietudes, para escuchar ese leve murmuro del mar que te eleva del suelo y que puede desvanecerse con un simple susurro. Aunque sé que luego regresaré a puerto, y vuelta a la realidad; rutina, tráfico, gente corriendo para subir al autobús por no tener cinco o diez minutos para esperar el siguiente. ¿Nos hemos vuelto completamente locos? Es la vida misma, dicen algunos. 11
Santiago de Hevia ¿Y para qué? Para hacer todos los días lo mismo. Te levantas a hora justa, para tomarte el desayuno casi por el camino, porque cómo no, te espera un desordenado tráfico antes de llegar a tus debidas obligaciones. Después, al acabar, regresas cansado a casa para cenar y te acuestas lo más pronto posible porque al día siguiente, volverás a despertarte con el sonido de la hora justa. Y pasarán los años, el tiempo veloz te habrá transformado en una persona gris, sin deseo ni pasión, y con el mismo rostro cansado que antes, si tienes oportunidad, te preguntarás: ¿Qué he hecho con mi vida? Tantos años de trabajo y sacrificio y ¿qué he hecho, quién soy? He trabajado para vivir, pero... ¿he vivido? Entonces te darás cuenta de que será demasiado tarde para vivir, demasiado tarde para soñar, y también, tarde para recordar. Solo podrás esperar. Tal vez buscarás algún hobby, algo que te entretenga. Pero seguirás esperando. Si eres creyente, dirás que la vida es un sitio de paso, que hay que conformarse con las cosas del día a día, con las cosas pequeñas, que estamos aquí para esperar a que llegue el momento de la vida auténtica. Eso es lo que nos han enseñado en el cole, pero no estoy de acuerdo con eso. Si Dios existe, no creo que haya estado trabajando toda la creación, aunque fueran solo siete días, para que tú ahora vengas y digas que solo es un sitio de paso. Ahora solo espero que llegue ya verano para poder sacar el velero, pero con lo lento que se me está pasando este curso, creo que aún me queda. Encima me ha tocado como tutor al cansino de don Rodrigo, no puedo soportarlo, es más aburrido el hombre ese… Menos mal que al menos no me da ninguna clase este año. Es lo peor, yo creo que no hay ni un alumno que lo aguante. Y cuando me ve por el patio lo mismo, que si... «Daniel, ponte 12
Diario de un Navegante bien la corbata, lleva estos sobres a secretaría, Danielito como sigas así voy a tener que hablar con tu padre». No me dejará tranquilo, no. Que se dedique a rezar en vez de darnos el coñazo, que para eso se metió a cura. Ya sé que no todos son iguales, pero parece que nos hayan metido en el colegio a todos los estiraos. Bueno, excepto por don Jesús, ese hombre sí que es santo, si el colegio sigue en pie es porque él lo hace posible. Yo no tengo muy claro lo que creo, tal vez no crea y me guste creer, tal vez esté cansado de que me digan lo que debo creer, tal vez después de tantas mentiras no confíe en la palabra de nadie, y solo me guíe por lo que siento. Mientras mi corazón se desnuda en la tierra y escribe sus propios mandamientos, mi alma se abraza y camina hacia el verdadero Dios que llevamos dentro. Pero no me gusta hablar de estos temas, cada uno es libre de creer o no creer lo que quiera. No soporto a los que se las dan de iluminados y portadores de la verdad, y tratan de convencerte o te miran como si fueses un pobre ignorante que está en un camino equivocado. Nunca me fiaría de una persona que está tan segura de algo. Para mí las personas más sabias son las que tienen millones de dudas, y cómo voy a saber si existe algo allá arriba, si ni siquiera sé si existe realmente algo aquí abajo. Supongo que en el fondo me gusta creer que hay cosas que no veo y no comprendo, no creer en lo de los ángeles, los demonios, y esas cosas, sino en espíritus de luz que nacen de la naturaleza de las cosas. Supongo que el miedo a pensar que después de esto todo vaya a desaparecer, me hace imaginar un final y un lugar hermoso. Pero jamás diría que existe, diría que podría ser hermoso. Exista algo o no, yo voy a seguir siendo el mismo, así que prefiero soñar y creer. Estoy cansado de esperar, de ver cómo pasan los años y no hacer nada, para luego meterme en ese remolino de gente de 13
Santiago de Hevia hora justa. No, yo tengo que hacer algo ya, no puedo seguir esperando, quiero vivir. Don Rodrigo podrá decirme que soy un vago, que algún día tendré que afrontar la realidad, que no puedo pasarme la vida sin trabajar. Es cierto, yo no renuncio al trabajo, pero tengo claro lo que es más importante. Esa no es mi realidad, mi realidad está lejos de este contaminante humo de la ciudad, de los gritos y la comida rápida. Además, él es el que se está engañando a sí mismo, él es el vago, él, que va dejando pasar el día a día, él, que sigue la rutina por pereza al cambio, a buscar algo mejor. Es más fácil seguir al rebaño, que buscar otro camino por ti mismo. Y es que yo quiero ser dueño de mi propia vida, donde nadie me diga qué es lo que debo o tengo que hacer, ni cómo vestir, ni qué comer. No soy una oveja más de esta sociedad, que se cree que tiene poder para juzgar lo que está bien y lo que está mal. Yo reniego de ellos, tal y como va el mundo prefiero tomar mis propias decisiones, vivir a mi manera, y si me equivoco, quiero que sea por mí mismo, cometer mis propios errores, y no por seguir las opiniones del resto del mundo. El don más grande que tengo es la libertad, pero ¿sería libre si me dejase gobernar por hombres de hora justa que lo único que buscan es enriquecerse ellos mismos haciendo empobrecer a familias honradas? Gente como mi padre y sus amigos de club que no miran más allá de sí mismos y de su propio trasero, y hacen que no sea posible que personas con menos suerte tengan una vida digna. Pues estos cabrones son los que supuestamente nos gobiernan a todos, y así le va al resto del mundo, ahogándose mientras nosotros les pisoteamos. Yo no quiero ser así, no soy así, me avergüenzo de verlo y tener que aceptarlo y seguir el día fingiendo como si no me importase. Aunque estoy convencido que estas personas son más felices con su mendrugo 14
Diario de un Navegante de pan y su familia, que los cabrones del club con sus elegantes trajes, sus coches brillantes, y sus gintonics en copa de balón. No me lo podía creer, menuda injusticia. Estábamos en clase de Historia, y Jano, cómo no, en sus cosas, probablemente atontado pensando en alguna niña. Siempre nos ponemos juntos al final de la clase junto a la ventana. Como ninguno de los dos se ha dado cuenta nunca que la silla tiene cuatro patas, en lugar de dos, viene el estúpido de Pollo, lo empuja hacia atrás, y Jano se mete una leche tremenda. Cuando le hemos contado lo que ha pasado al profesor, como el niñato ese es hijo de don Eugenio, en vez de expulsar a Pollo, va y expulsa a Jano por interrumpir la clase. Yo, que no me puedo callar, me he puesto a gritarle al pollo cobarde ese, y me han acabado tirando de clase también. Pero me da igual, porque el niñato ese no va a salirse con la suya, ya puede ir llorándole a su papá. Jano y yo hemos quedado en irnos los dos un día al sur, conseguirnos unas novias y montar una granja de gallinas y patos. Él tendrá su perro Garra y sus ovejas, y yo mi gran caballo negro Azkar. Jano tiene dos años más que yo, pero parece al revés. La verdad es que todavía no he conocido a nadie tan despreocupado como él. Es un tío genial y supergracioso, podría decir que desde hace tres años es mi mejor amigo. Cada fin de semana, quedamos en «el mirador» bueno, así es como lo bautizamos. Es un sitio cerca de la calle de los pillos donde pasamos el rato, cantando y haciendo el tonto por la calle. Por la tarde hemos quedado todos para ir a La Sastrería, un bar donde pasamos muchas tardes, y algunas mañanas en las que no apetece ir a clase. Nos reunimos ahí para ponernos ciegos a cervezas, filosofar sobre cómo arreglar el mundo, y jugar al mus. ¡Qué fuerte! Rubén está saliendo otra vez con Lucía. Esta debe ser la quinta o la sexta vez que salen juntos. No lo entien15
Santiago de Hevia do, primero se odian, luego se quieren, luego otra vez se odian, y así podría tirarme todo el día. Y después encima me dice que no le gusta, que es mejor estar con ella que con nadie. Vaya estupidez, yo desde luego prefiero estar solo a mi rollo, a estar con alguien que no quiero de verdad. Tú si realmente quieres algo vas a por ello a muerte, si tienes dudas es porque quizá no lo deseas tanto y puede que no lo merezcas. Hoy en día muchos se conforman con lo primero que viene, supongo que por miedo a quedarse solos o algo así. La gente que se quiera como quiera, que hagan el amor en la cama, en el suelo, o en el ascensor, pero que no se necesiten, que se deseen más allá del deseo. No entiendo los que se pasan la vida gritando con broncas y luego siguen juntos. ¿No es más fácil quedarte tranquilo y solo, que junto a una persona que te está haciendo daño? No deberíamos darle ese poder a nadie. La única persona capaz de hacernos felices somos nosotros mismos, no hay que esperar a que alguien nos complete. Somos nosotros los que debemos realizarnos y compartir la felicidad que hemos encontrado con los demás. Pero exigir y esperar que otra persona te haga feliz, es empezar a alimentar la semilla de la autocompasión y la depresión. Tengo que confesar que la que me tiene a mí hipnotizado es Rebeca. Esos ojitos de su sonrisa, esas miradas juguetonas de niña traviesa, me enloquecen. Hay que reconocer que la chiquilla tiene un cuerpazo, pero eso no me quita el sueño, lo que de verdad me fascina es su alma. Igual es que yo me veo tan sucio y veo al resto del mundo tan retorcido, que me parece increíble que todavía exista una persona tan inocente y tan buena en la tierra. Lo que me sorprende es que ella crea que es una más, y nos vea a todos igual de inocentes que ella. Yo igual seré muy negativo, pero solo veo cabrones mentirosos en cada esquina. Me gusta estar con ella porque te contagia esa alegría que lleva 16
Diario de un Navegante dentro, como cuando de niño ibas emocionado a la feria. Siento como si fuese una persona de esas que tienes que proteger para que nadie le haga daño, como si la oscuridad estuviese intentando apagar la luz de una vela, como si la única esperanza del mundo fuese el brillo que guardan sus ojos. ¿Qué me ha pasado? Yo, que controlo todos mis sentidos, yo, que controlo mi destino, algo me ha cambiado. ¿Pudo ser su mirada? Pudo ser Ella. Escribo palabras, frases, versos, sentimientos en una hoja de una libreta. Parezco uno de esos tontos románticos, me da vergüenza que mi mano siga escribiendo, me asusta sentir y perderme en el papel, ¿y si lo lee alguien? Lo arrugo para tirarlo y lo dejo sobre la mesa. Ella todo lo merece, y es que es por Ella por lo que sale la luna cada noche, para poder verla dormir. Es por Ella por lo que cada día sale el sol, para poder verla despertar. Ella es el porqué de las cosas. Porque cuando sopla el viento, es para poder peinar su pelo. Cuando llueve, es para poder recorrer su cuerpo y acariciarlo. Y cuando truena, es porque está furioso por no poderla besar. Ella es el porqué de las cosas. No sé por qué, pero cuando en la pandilla sale el tema del sexo, me resulta violento pensar en ella de esa forma. Rebeca para mí es algo más sagrado, como una especie de ángel intocable por mis manos o mis sucios ojos humanos. No es que no considere el sexo como algo sagrado, imagino que es más bien que no me siento digno de poseerla, aunque la desee. Cuando la miro me vuelvo como un niño, soy incapaz de pensar en ella 17
Santiago de Hevia como si fuese solo una chica, ella es eso y muchísimo más, pero no tengo ni idea de qué, y me gusta que sea así. Puede que en realidad me dé un poco de miedo llegar a desearla de ese modo y dejar de sentir lo que siento por ella, como cuando quieres algo muchísimo hasta que lo consigues y pierdes el interés. No lo sé, no quiero dejar de sentir lo que siento, ni dejar de verla como la veo, me gusta que siga siendo el mismo juego desde que éramos niños. Estos saben que aún no he estado con ninguna chica, y no porque vaya contando yo nada, eso entraría en mi mundo reservado, mi intimidad. Como no hablo del tema, se creen que es por los rollos religiosos que nos cuentan en el colegio, pero eso me trae sin cuidado, no tiene nada que ver. Lo que pasa es que hay cosas que no puedo contar porque la gente no lo entendería. Para mí es algo muy íntimo, hacerle el amor a una mujer es como darle tu sinceridad más profunda, tiene que ser especial, tiene que ser perfecto. Como lo son los versos de un poema o un atardecer en el mar. No solo es algo físico, ni un intercambio de placer, es lo más espiritual que puede hacer un ser humano. Por eso sé que aún no es el momento ni estoy preparado para dar ese paso. Mi primera vez, y cada una, quiero que sean un momento perfecto, y la perfección no se busca, aparece. Pero que sea perfecto no significa que sea complejo o imposible, más bien todo lo contrario, tiene que ser de una delicadeza tan apasionada como el vuelo de una gaviota. Cuando voy a la playa, y me quedo sentado en la arena mirando al mar, veo la gente que pasa de un lado a otro sin detenerse, y no lo entiendo. Pienso que no se dan cuenta lo que tienen justo enfrente, que hay tantas cosas hermosas que nos rodean y arrebatamos su valor por la costumbre, que me llena de rabia porque uno no merece algo que no valora. Pero a la 18
Diario de un Navegante vez me siento afortunado, privilegiado por haber podido darme cuenta de lo que realmente importa, como quien encuentra un tesoro que no tiene que compartir porque nadie sabe que existe. Me despierto sudando y con temblores por todo el cuerpo. Miro el reloj, aún marca las 04:17, encima mañana, clase de Lengua a primera. No puedo volver a dormirme, estoy agobiado con todo. Me levanto para ir al cuarto de baño y lavarme un poco la cara. ¿Por qué siempre todo me pasa a mí? Siempre acabo sufriendo por lo que se supone que debería haber hecho. ¿Pero por qué me tiene que exigir tanto? Yo siempre intentando cambiar para hacer las cosas lo mejor posible, pensando en los demás, para que nunca sea suficiente. Es que debería haber tenido un hijo como Pollo o como Sancho, entonces sí que le hubiera gustado tenerme. Es que te juro que no sé qué es lo que hago mal. Yo me considero un buen chico. ¿Por qué no lo puede pensar también él? Claro, él lo que quiere es un hijo perfecto, siempre limpio, siempre peinado. Todo por lo que puedan decir los sin cerebro esos. Y es que, para ellos, todo lo que se sale del físico y de la imagen, ya no existe. Son de los que, en medio de una guerra, se quedarían en casa para no manchar el uniforme. ¿Por qué no puedo quedarme bajo la lluvia si llueve o tumbarme en el suelo si nieva? ¡No me deja vivir! Y si no vivo, ¿para qué existo? Ha pasado una hora y yo aún sigo sin pegar ojo. Hoy me ha sacado don Jesús de clase, muchas veces lo hace para que le ayude en algo o simplemente para charlar un poco. Yo le digo que lo haga las horas en las que tengo inglés, un horror de clase, aunque por regla general estoy dormido o hablando con Jano. Esta vez me ha sacado para preguntarme qué tal estaba. Yo flipo con este cura, creo que es santo. Puedo hablarle con toda confianza, como si fuera un amigo, que para mí lo es, y 19
Santiago de Hevia de los mejores, porque le cuento cosas que no le contaría a mis padres o a mis amigos. Siento que con don Jesús puedo ser yo mismo, hablar de lo que me preocupa, él luego me dice las cosas sin rodeos, tal como son, si lo acepto bien y si no, es lo que hay. Pero, aunque sean solo charlas, y no solucionemos nada, me siento mucho mejor cuando me voy. Me preguntaba qué quería hacer con mi vida, qué iba a hacer cuando dejara el colegio, qué planes tenía para el mañana. A mí lo que me gustaría es irme de misionero, ayudar a la gente. Eso te hace feliz. Pero mi padre, cerril como es, empeñado en que eso no es una carrera universitaria, con eso no voy a poder vivir, ni mantener una familia, que no me ha pagado estos años de escuela para que me vaya a repartir pan a un puñado de vagos. Pero eso es cosa mía, yo no quiero tener una gran casa, con un gran coche y ganar mucho dinero. Lo que quiero es poder ayudar a los demás y ser feliz. Don Jesús tampoco está muy convencido de que sea yo el más apropiado para esto. Pero si no es eso, ¿qué?, ¿meterme en un despacho lleno de papeles como mi padre? ¡Ni de broma! Yo quiero trabajar lejos de aquí, viajar y ver mundo. Sentir la vida. La gente no entiende mi modo de ver el mundo, de ver la vida. Para mí es como si fuera un león, que corre salvaje por la sabana. Él representa la grandeza, pero si intentas domesticarlo metiéndolo en una jaula, pierde el sentido de vivir y resulta penoso. Al igual que un halcón, cuando lo ves en el aire volando con elegancia y libertad, te fascina, pero todo cambia al pasar de cruzar los cielos, a mirar tras unos barrotes. El animal pasa a depender del amo, que piensa que hace algo bueno por el animal, pero se engaña, el animal jamás será feliz así. De igual modo mi padre no puede saber qué es lo que puede hacerme feliz a mí. Él tendrá más experiencia en la vida, pero 20
Diario de un Navegante somos completamente diferentes, lo que le hace feliz a él, yo puedo odiarlo y viceversa. No puede tratar de convertirme en una persona que no soy, no puede encerrarme y decidir por mí qué es lo que necesito para ser feliz. Le quiero porque es mi padre, pero él es de una manera y yo de otra. Y ni yo le cambiaré a él, ni él a mí. Esta tarde hemos vuelto a ir Jano y yo a la Sastrería para jugar otra timba de mus y nos hemos sacado algo. Así que luego hemos ido a Mercadona para comprar un par de botellas de whisky para pasar la noche, y luego hemos recogido a Elena y Marta, dos niñas del Maristas. Están superlocas, son muy pavas, pero me encantan, son geniales. La última vez que salimos con ellas, acabamos bañándonos superciegos en una piscina privada en ropa interior.
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GINKGO BILOBA
El Diario de un Navegante defiende que no es necesario vivir en el pasado para embarcarse en una gran aventura. Daniel Montero del Liñán, con apenas 17 años y una existencia infestada de comodidades, decide abandonarlo todo para ir en busca de un sentido a su vida. Una vez da el salto y escapa de esa rutina, se adentra en una historia única. Tras encontrar un mapa del tesoro y el Ojo de Fuego, un viejo medallón codiciado por Diego López, capitán del temible Drakkar, debe sobrevivir a toda costa y encontrar la isla antes que él. El Diario de un Navegante es en realidad una crítica social a una época en crisis, donde el esfuerzo y la superación, la pasión por lo que nos rodea, compiten contra la abundancia, la excesiva preocupación por la imagen y la opinión de los demás, e insta a recuperar valores que aparentemente estamos perdiendo con rapidez. Una historia que nos empuja a plantearnos si estamos viviendo la vida que realmente queremos.
Con la compra de este ejemplar estás colaborando con el proyecto Escuela Sherpa. Los beneficios de la venta de este libro se destinarán íntegramente a fortalecer la educación de los niños y niñas que viven en el valle del Khumbu, Nepal. ¡GRACIAS! ISBN 978-84-17679-72-9
9 788417 679729
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