Iris descansaba un día, recostada en el árbol más cercano de la casa de campo del abuelo Bernardo. Un día en el que entre dormida, permitió al viento jugar con su cabello y sus sueños.
Apoyada en aquel alto y viejo árbol, Iris, de rizos marrones y despeinados, piel clara, lindas pecas salpicadas delicadamente en su nariz, ojos grandes y sus cejas, dos líneas armónicas y gruesas que hacían ritmo constante con su mirada cautivante, intrigante, frecuentemente emocionada, esporádicamente iracunda, y a veces, solo a veces, un poco melancólica.
Esa tarde el cielo dejó escapar un fuerte viento bailador que bajó al suelo, pero antes de tocarlo, hizo un mimo al rostro dormido de la niña, uno fuerte que terminó por despertarla para ver lo que pasaba.
Sin notarlo, sus cejas se prendieron en aquel viento hambriento. Se fueron volando sin tiempo de despedidas, permisos o comentarios. Y luego de ese momento, el sol, como de costumbre, se escondió tras las lejanas montañas, y fue señal para Iris de irse a su casa también.
ISBN 978-84-18499-32-6
9 788418
499326
LIBROS DIFERENTES para noches cortas de invierno y largas de verano, ¿o es al contrario?