El gigante Moma

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El gigante

Moma Marina Barbero





A mis abuelos Aurelia y Manuel, la raĂ­z de mi caminar.


Pi y Pa acababan de llegar a la casa de los abuelos. La casa de los abuelos se llama «Casa Grande». El pueblo donde viven se llama Biar, y Biar tiene un castillo en lo alto de la montaña. Todo allí es… ¡es emocionante! Primero está el olor. Huele distinto. La abuela a dulce, el abuelo a hierba, las habitaciones a flores, y por toda la casa el olor de la torta, la mermelada de manzana y las natillas con canela. Luego está el viento. Un viento que sabe poesías y canta canciones. También están la montaña y el castillo. Las casitas y callecitas del pueblo. Para Pi y Pa todo aquello era realmente DIFE-REN-TE. No había ningún otro sitio sobre la Tierra como el pueblo de los abuelos. «No podía haberlo», pensaban Pi y Pa.

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Pi y Pa entraron al salón donde estaba el abuelo leyendo en su sillón rojo. Después de llenarle de besos, se sentaron junto a él mientras exclamaban: —¡Cuéntanos una historia, abuelo, porfa, porfa! –El abuelo sonrió—. ¿Una historia?, a ver, a ver, una historia… Sí, podría contaros la historia del gigante Moma —dijo el abuelo, despacio. —Sí, sí, ¡la historia del gigante! —contestaron los hermanos al mismo tiempo. —Bueno, mejor sería decir, La historia del gigante Moma y de los dos reyes, el rico de Villa y el pobre de Biar —explicó el abuelo, y empezó a contar:

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«El gigante, llamado Moma, vivía en el pueblo de Villa, que como sabéis, está muy cerca de aquí. El Rey de Villa era muy rico. Tenía tres ríos, doce puentes, seis montañas y ocho cuevas. Diez pueblos enteros con sus castillos, iglesias, plazas, casas, y las familias y animales que vivían en ellos también le pertenecían. Era muy rico pero no feliz. Su boca se abría solo para comer, nunca para reír. Sus ojos no brillaban de alegría. El Rey del castillo de Biar, en cambio, no era rico. Tenía un pequeño río con un puentecito, una montaña y una cueva. La cueva Negra». Pi y Pa se miraron, conocían la Cueva, habían estado allí una vez con el tío Raju. Y continuaron escuchando la historia que contaba el abuelo:

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«La Cueva Negra era como la segunda casa del Rey de Biar. Desde allí podía contemplar su castillo, su montaña, su río y su puente. En la Cueva podía meditar, es decir, pensar y pensar y volver a pensar sobre todas las cosas que veía, sobre las cosas que escuchaba y que sentía. Cuando el Rey de Biar estaba en la Cueva se creía el rey más rico del mundo, porque nada había en el mundo más valioso que sus ojos para ver, sus orejas para oír y sus manos para dibujar. Él lo usaba todo y con sabiduría.

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Desde la Cueva Negra, el Rey podía ver al gigante Moma. Moma paseando por el campo, Moma pescando, Moma trabajando en sus juguetes. El Rey de Biar conocía la historia de Moma. Sabía que había llegado al pueblo vecino de Villa con su padre cuando tenía cinco años, cuando aún no era un gigante. El padre de Moma era juguetero. Podía realizar los juguetes más hermosos que se hayan visto; todo tipo de juguetes, desde muñecas de grandes ojos azules hasta trenes de colores.

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LIBROS DIFERENTES para noches cortas de invierno y largas de verano, Âżo es al contrario?


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