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El pequeño Andrés...
El pequeño Andrés estaba cansado de ser un escarabajo. ¿Por qué no podía ser una mariposa, con aquellas alas tan grandes y de tantos colores?, o una abeja, ¡sí, sí, una abeja!, que se pasaban el día tan ricamente volando de flor en flor. Tampoco hubiera estado nada mal ser una hormiga, como su amiga Florinda, que siempre le decía que las hormigas eran muy importantes porque tenían un objetivo en la vida.
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Andresín no entendía muy bien qué era aquello de tener un objetivo en la vida, la verdad es que le sonaba un poco raro. Él lo único que veía era que Florinda estaba siempre muy ocupada llevando y trayendo montones de comida, y que nunca tenía tiempo para nada. Seguro que tenía que ser una hormiga muy importante. ¿Qué haría Florinda con toda aquella comida? Decidió ir a preguntárselo en aquel mismo instante.
—Ahora no puedo, no puedo. Ya hablaremos otro día, otro día. ¿No ves que tengo mucho trabajo, trabajo? Todavía tengo que llevar todo este montón, montón.
Florinda hablaba siempre así: muy rápido y repitiendo las cosas. Pero aunque se lo hubiera repetido mil veces, Andresín no habría entendido nada.
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Porque si no, a ver, ¿para qué tenía que mover todo ese montón de comida de un sitio a otro? ¿Es que no estaba bien donde estaba? Como no entendía nada, decidió que las hormigas eran importantísimas. Así que estaba decidido, desde mañana mismo dejaría de ser un escarabajo y él también sería una hormiga importante con un objetivo en la vida.
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A la mañana siguiente se levantó más temprano que de costumbre y se fue corriendo al hormiguero. Llegó agotado y asomó la cabezota para buscar a su amiga Florinda.
—¿Pero qué haces? ¡Quítate de ahí, no ves que nos taponas la entrada! —le gritó la hormiga que se encargaba de dirigir el tráfico.
Andresín se encontró con montones de hormigas corriendo en fila india. Él ya sabía que había muchas hormigas, pero no se imaginaba que cupieran tantas en un hormiguero tan pequeño.
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Con lo temprano que se había levantado, no esperaba encontrar a nadie trabajando. ¡Las diez de la mañana y tanta actividad! Quién lo iba a pensar.
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