Ilustraciones de Susana Pinto Coelho
Liliana Arias
Lila tenía un jardín en su cabeza.
Así es, un jardín entero, de ramas trenzadas y libres.
En su cabello crecían y retoñaban una buena cantidad de tallitos, de los que surgían hojas pequeñas de un intenso color verde, y finas y largas flores en forma de racimo, ligeramente perfumadas, que dejaban el rastro de su aroma silvestre por el patio de su casa.
En la primavera y el verano las flores alegraban los días de Lila cuando se miraba al espejo.
Esperaba ansiosa la llegada de un tibio sol, para ver su jardín en todo su esplendor y poner su cabello bajo la ducha para aliviar su sed.
Pero nada como el otoño para ver cómo el color de cabello cambiaba sus tonos verdes hasta convertirlos en naranjas que, mezclados con rojo, hacían juego con sus mejillas encendidas.
En invierno las hojas caían, pero los pájaros más pequeños seguían visitándola y la acompañaban con sus trinos para mantener intacta su sonrisa.
