planeta Elios San Román
Ilustrado por
Soledad Durán
Prólogo
E sta obra refleja la grandeza del Ser que vive
y resuena en Elios San Román, quien al escribir esta bella ficción de amor, valentía y nobleza refleja la propia bondad de su alma. Reconozco que ha sido un gran acierto darles vida a estos «héroes» que han sido llamados dentro de la historia a comenzar de nuevo. El Planeta de los Niños nos llega «como anillo al dedo», en el mejor momento de este tiempo; hacen falta más Martines, más Anitas y más Sebastianes, que al contemplar la 3
vulnerabilidad de la vida, usen sus talentos en conjunto para crear nuevas posibilidades, con la urgencia y el compromiso con que estos tres amigos se tomaron su misión. ¿Qué sería de los seres humanos, sin la grandeza de los pequeños que tienen tanto que enseñar? De tal manera, este libro es una enfática invitación a estar siempre atentos a escuchar, amar, animar y desarrollar el ingenio de cada niño, con la esperanza de que su «misión» sea contribuir y salvar el «mundo caótico» en el que les ha tocado vivir. El lector se dará cuenta de que al final de cada párrafo escrito por el autor, hay una valiosa lección para los adultos, los formadores, educadores o maestros, que quizá hemos perdido por momento la esperanza de vivir en «un nuevo planeta», donde la dignidad, el cuidado del medio ambiente y la inclusión sean lo común. Les invito a que disfruten con el corazón la lectura de este bello y emotivo cuento; 4
ruego a Dios que sean muchos niños los que repasen cada línea, acompañados de sus padres o los adultos cercanos. Mi oración para que el autor, reciba más inspiración y confirme su compromiso de seguir colocando más historias de esperanza. Pilar Solache «Mamá por convicción; Educadora y Psicóloga de profesión».
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EL INICIO
E sta historia es de nuestro planeta, de
aquella época en la que se estaba destruyendo. Cuando hubo tanta contaminación en el aire, el agua y la tierra, y muy pocos seres sobrevivían. De cuando el cielo ya no tenía ozono que nos protegiera de los rayos solares, y por eso el calor era tan intenso que provocaba muchas enfermedades y epidemias. Asociado a esto, sucedían fuertes terremotos que hacían de la Tierra un lugar muy difícil para vivir. 7
En uno de esos días, en el parque central de una ciudad, se encontraban reunidos tres grandes amigos: Sebastián, Anita y Martín. Nadie imaginaba lo que tramaban estos pequeños, pero tenían un plan que cambiaría por completo la vida de todas las personas. Martín era un niño muy inteligente, cuando se trataba de organizar y dirigir era todo un líder. Además, era muy creativo y le fascinaba la tecnología. Anita, en cambio, era una niña un poco tímida y miedosa. Por cualquier situación se soltaba a llorar, pues tenía un corazón noble y muy bondadoso. Por último, mencionaré al más simpático de los tres: Sebastián, quien además de comelón era muy carismático para hacer amigos. —Esta noche terminamos con todos los preparativos —dijo Martín, y todos brincaron muy emocionados por estar ya cerca su fantástico viaje, aunque por otro lado se sentían tristes. Al notar esto Martín, intentó animarlos: 8
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—Amigos, sé cómo se sienten por dejar a sus padres y no saber si volveremos a verlos, pero precisamente por ellos, encontraremos otro lugar para vivir. —Tienes razón —repusieron un poco más entusiasmados sus dos compañeros. Anita tenía una perra y no quería dejarla en casa. —¿Puedo llevar a Laika? —preguntó suplicante a los otros dos amigos que se miraron rehusando con la cabeza. —La nave solo tiene espacio para nosotros tres —contestó Martín. —Por favor, si la dejo, nadie la alimentará y morirá de hambre o tristeza. Mis padres no la cuidarán porque no la quieren en casa. —No es posible. Además, no sabemos qué peligros tendremos en nuestro viaje —respondió Martín. De pronto sonó una sirena, indicando que su tiempo en el parque había terminado; más niños esperaban su turno para entrar a jugar. 10
—Nos vemos en un rato en mi casa —concluyó Martín. —Ahí estaremos —respondieron sus amigos. Al despedirse, cada uno se quedó pensativo. Aparentemente estaban muy contentos y entusiasmados, pero en el fondo sentían miedo y tristeza. Viajar al espacio era algo desconocido para ellos, y seguramente traería muchos peligros. Al llegar a casa Martín abrazó cariñosamente a su padre como siempre. —Ya llegué, papá. —Hola, hijo. ¿Cómo van los preparativos del viaje espacial? —Van muy bien, ya casi está todo listo —respondió su hijo. —Perfecto, yo también tengo todo preparado, en la noche chequeamos todo —concluyó su padre. El padre de Martín fue un alumno brillante. Al terminar la universidad, se volvió investigador y realizó estudios a profundidad sobre 11
viajes espaciales. Después conoció a la madre de Martín, dejó las investigaciones a un lado y se dedicó por completo a ella. Posteriormente nació su hijo, y los tres fueron plenamente felices. Al morir su esposa por la contaminación del planeta, él se ocupó de enseñarle a su hijo todo lo que podía. Mientras tanto, Sebastián llegaba a casa pensando en cómo pedir permiso a su padre para realizar el viaje. Al verlo de frente tuvo miedo y prefirió mentirle: le dijo que iría a una excursión de la escuela. Su padre le dio permiso sin saber la realidad. Anita tampoco sabía qué hacer, sus papás la regañaban mucho y sentía que no la querían, así que planeó escapar el día del viaje y dejar una carta de despedida. Llegó la noche. Anita y Sebastián llegaron a casa de Martín y se dirigieron al estacionamiento, donde años atrás su padre comenzó a 12
construir la nave que después quedó abandonada como cacharro viejo. Pero ahora él y su hijo habían terminado casi de construirla. Se dividieron las actividades, los creadores de la nave revisaron los últimos detalles. Instalaron las baterías y acondicionaron tres turbinas «scramjet», que son tubos de alta tecnología en los que entra aire a una gran velocidad, y debido al efecto de ciertas sustancias que hay dentro, el aire sale por el otro extremo con una rapidez y potencia mucho mayor, alcanzando velocidades superiores a las del sonido. Posteriormente, Martín conectaba los indicadores de velocidad y energía mientras su padre instalaba un sistema para poder comunicarse con ellos durante el viaje. Anita acomodó las plantas que darían parte de la energía utilizada en el viaje, y el oxígeno para respirar en el espacio. Sebastián, por su lado, colocaba los depósitos de residuos que serían reutilizados, y los contenedores donde irían los alimentos. Repentinamente se escuchó un ladrido bajo las ropas de Anita. 13
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«¡Guau! ¡guau!». —¡Laika! —exclamaron todos, sorprendidos al mismo tiempo. —Mañana dejarás a Laika, no podemos llevarla —dijo Martín, quien a su vez le pidió a Sebastián vigilar que Anita no llevara a su mascota, pero este no respondió. Martín volteó a ver por qué no contestaba su amigo, y lo sorprendió comiendo el alimento que llevarían en su expedición. —No comas eso Sebastián, nos hará falta en nuestro viaje. —Solo me aseguro de no llevar tanto peso y podamos volar muuuy lejos —respondió Sebastián. —Ja, ja, ja… —todos rieron por su ingeniosa y chistosa respuesta. —No es cierto; es que tengo hambre —respondió el pequeño glotón. —Las semillas son para consumirlas en el espacio, mejor come lo que preparó mi papá —dijo Martín, e inmediatamente Sebastián se dirigió a la cocina brincando de gusto, y sacó una charola lle15
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na de hamburguesas que repartió de inmediato, quedándose con la más grande. Terminaron de hacer todas las pruebas exitosamente y acordaron que al día siguiente despegarían a las nueve de la noche. Después de tantas actividades y emociones, se quedaron a dormir en esa cochera que ahora se había convertido en un laboratorio taller. Al día siguiente, en la madrugada, Anita fue la primera en despertarse. Se dirigió a su casa, entró a su cuarto por la ventana para que sus padres no se dieran cuenta de que había dormido fuera. Se levantó poco después, a la hora acostumbrada de los sábados. Desayunó con sus padres y quiso estar con ellos todo el día. Sin embargo, estuvieron muy ocupados, y solo en la comida convivieron los tres. Por su parte, el glotón de Sebastián fue a visitar la tumba donde depositaron los restos de su madre y hermano, que fallecieron a causa de la contaminación. Recordó lo feliz que se puso 17
¿Has pensado qué pasaría si la gente sigue contaminando el planeta? ¿Sabes que puede llegar un momento en que sería imposible respirar y vivir en él? En esta historia conocerás a tres amigos que deciden viajar al espacio para buscar otro lugar habitable. Un líder, un amigable y simpático niño y una bondadosa chica, acompañados de su mascota, tendrán muchas sorpresas, como el quedarse sin gasolina o perderse en el universo. Sin embargo, en algún momento, una extraña fuerza los arrastra a un lugar que les cambiará la vida, y seguramente también a ti.
Valores Implícitos Esta historia hará volar la imaginación del lector, y además le enseñará que con el compañerismo y el apoyo es más fácil vencer los retos que surgen. También descubrirá que nunca hay que rendirse, a pesar de sentir que no se puede lograr algo, y que siempre hay que decir la verdad, aunque esta sea dura. Por otro lado le hará ver la importancia de la comunicación y atención entre padres e hijos, y el amor hacia cualquier forma de vida.
ISBN 978-84-18789-07-6
A partir de 10 años babidibulibros.com
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