El reto del saber multiplicar

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Emprenderé un viaje; voy a aventurarme por aquellos paisajes hacia un lugar fantástico. Lleno de expectativas, dispuesto a indagar, aprender cosas nuevas y valorar mi conocimiento. Sin miedo, lleno de curiosidad, quiero descubrir esa maravillosa ciudad llena de misterio que se encuentra en lo profundo de un mundo por explorar.

Me pongo mis botitas y sombrero de explorador, lleno mi cantimplora de agua por si hace mucho calor; empaco en mi maletita un mapa para ubicarme mejor. Mi cámara no puede faltar, pues siempre hay que guardar enormes y gratos recuerdos para que nunca los vaya a olvidar.

Salgo muy de madrugada, miro al firmamento… La Luna parece recién dibujada. ¡Una estrella fugaz! ¡Qué gran emoción! Pido mi deseo y entono una canción: que esta experiencia sea de aprendizaje y mucha diversión.

Al caminar y caminar, siempre con la cabeza en alto, observando cada detalle, muy impresionado por tan maravilloso paisaje lleno de enormes sorpresas que nunca había imaginado.

Montañas, quebradas, árboles, animales, aves y flores decoran este hermoso y lindo lugar; tomo algunas fotos para nunca olvidar. El sol calienta muy fuerte…, ¡tengo mucha sed! Tomo agüita de mi cantimplora, siempre atento a lo que pueda suceder.

La vegetación cada vez es más densa; insectos aparecen y desaparecen… Siento que me van a picar, pero en un instante se desvanecen. ¡Qué susto! Prometo no gritar, guardaré silencio, no sea que los pueda alborotar.

Observo mi mapita y parece que estoy muy cerca del lugar; mi corazón late muy fuerte, aquel mundo puede aparecer en cualquier instante, sin imaginar. De vez en cuando, pego brinquitos de la gran felicidad, pues es una gran travesía que siempre voy a recordar. No muy distante de donde me encuentro, diviso las ruinas de una construcción llena de misterio… ¡Uy, esto es algo muy serio!, pero sin olvidar que es pura diversión.

¡Parece una civilización perdida! Pues hay rastros de una gran ciudad, llena de tesoros que voy a encontrar… ¡Sí!, lo puedo confirmar. Empieza lo inimaginable de esta gran ilusión: voy a descubrir en cada rincón los tesoros escondidos de esta magnífica excursión.

En la ciudad perdida quiero encontrar un gran misterio que tengo que descifrar. Claves y símbolos hay por doquier… ¡Ahora no sé qué hacer! Pero… ¡ánimo!, sé que lo puedo lograr; es una experiencia para siempre recordar.

Avanzando por sus calles solas y empedradas, encuentro un pasadizo con una placa muy rara; tiene símbolos, letras y, al lado, hay una clave muy clara. Observando detenidamente, la voy a descifrar, en mi cuaderno la voy a anotar y en mi mente la voy a grabar.

Continúo mi recorrido, muy emocionado de descubrir algo que nunca había imaginado. Me pongo en alerta para encontrar más pistas y así llegar a la gran meta, lleno de conocimientos anotados en mis listas.

Me encuentro con la base de una gran casa… ¡Uy!, pero sus ventanas son muy escasas; tiene forma de pirámide. ¡Es muy grande! ¡Qué susto! Voy a llamar a mi madre, pero no la quiero preocupar; quiero que se dé cuenta de que claves y misterios puedo descifrar solito.

Al subir por la escalera de la gran pirámide, encuentro otra pista para hallar, que me permitirá ingresar a su cámara

secreta y otro misterio poder interpretar. En sus escalones hay grabados muchos jeroglíficos que nadie ha descifrado. ¡No puede ser! Me siento preocupado.

Analizo cada detalle para dar una pronta solución. ¡Ah… ya entiendo esta situación! Productos y factores tengo que hallar, oprimir en sus paredes los resultados para poder terminar.

¡He terminado! Soy muy listo, ya puedo continuar. Era la tabla del ocho, y la voy a practicar para que nunca la olvide y siempre pueda estar en mi mente. ¡Quiero más misterios para poder descifrar! Pero al salir de la gran pirámide…

¡Shhh! Es una momia que no hay que despertar.

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