Tristán y la búsqueda del Ikigai

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Capítulo 1

Todavía dudaba si lo que había vivido la noche anterior había sido realidad o un sueño. Tristán se sentía feliz, en menos de veinticuatro horas, había descubierto un tesoro, viajado hasta un país muy lejano y vivido la aventura más emocionante que jamás hubiera imaginado.

Durante el desayuno dudó en contarle a su madre todo lo que había

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ocurrido la noche anterior, pero decidió mantenerlo en secreto por el momento. Pensó que siempre se ponía nerviosa durante los viajes, y no quería imaginarse cómo se hubiera sentido después de un viaje como el que él había hecho.

Cuando regresó a su habitación, todo se encontraba en calma. Zâba, tumbada sobre la cama, volvía a ser su rana de peluche, suave y acolchada, pero al cogerla entre sus brazos pudo ver unos granos de fina arena entre sus patas. ¡El viaje a Egipto no había sido un sueño!

— ¡Menuda aventura hemos vivido! — dijo abrazando con fuerza a su amiga de peluche.

En ese mismo instante, algo brillante llamó su atención entre las sábanas de la cama.

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—¡El calendario mágico! —exclamó.

Lo cogió con cuidado de no tocar ningún botón y lo dejó donde se suponía que debía de estar, en una de las baldas del armario del salón, donde su madre lo había colocado.

Habían acordado esperar hasta que su padre regresara de viaje para averiguar entre todos de qué se trataba.

—Zâba, sé que me estás escuchando, lo vamos a dejar en su sitio. Por el momento, vamos a hacer que esto no ha pasado y que tú tan solo eres una rana de peluche —susurró con dulzura en el oído del muñeco.

Los martes era día de playa, y esta vez iban a ir a la de Azkorri, la preferida de Tristán, que era una cala arropada por verdes acantilados con mezcla de rocas, arena y hierba. Lo

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tenía todo, hasta una cuesta interminable y misteriosa para acceder a ella.

El plan era para tres, su madre, Valentina, su hermana pequeña, y él. Aunque le encantaba disfrutar de las olas en su compañía, esperaba impaciente poder ver a su abuelo, a su Tite. Quería contarle que el tesoro que habían encontrado dentro de la botella era un calendario mágico, con el que podía viajar a cualquier época de la civilización humana. Todavía no había podido descifrar qué significaban los signos que había escritos en él, pero estaba seguro de que, con la ayuda de todos, lo iba a descubrir.

Durante la jornada playera jugó saltando las olas, buscó fósiles antiguos en las paredes de los acantilados y enseñó a Valentina a pescar

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carramarros en los pocitos de agua que se formaban entre las rocas.

—¡Cena! ¡Noche! —balbuceó emocionada su hermana.

—No, Val, lo mejor de pescar carramarros es devolverlos con sus familias, no nos los comemos.

Tras volver a dejar todos los carramarros en su sitio y jugar un poco más en la orilla, decidieron recoger y volver a casa. Su padre estaba a punto de regresar y tenía muchas ganas de verle, pero sobre todo, de enseñarle su tesoro.

Para su sorpresa, en cuanto llegaron a casa y abrieron la puerta, vieron a su padre esperándolos en la entrada con los brazos abiertos. Tenía muchas cosas que contarle y se notó en el abrazo que le dio, fuerte

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y con los ojos cerrados. De esos en los que se cuentan muchas cosas sin decir una sola palabra.

—Esto sí que es un abrazo, y lo demás son tonterías —dijo su padre mientras le despeinaba con cariño.

—¡Tenía muchas ganas de verte! No sabes lo que descubrimos ayer Tite y yo…

Mientras le contaba paso a paso su descubrimiento pirata, reproduciendo todo tipo de efectos especiales, su padre le escuchaba en silencio con los ojos brillando de emoción.

—Y al final... Tite que es tan fuerte como cuatro piratas juntos, rompió la botella y miró lo que había en su interior—dijo mostrando el calendario mágico como si fuera el mayor de los tesoros.

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Tristán contenía la respiración esperando ver la reacción de su padre, este cogió el brillante objeto y lo analizó con detalle.

—Cuidado, no toques nada por si acaso... —añadió, omitiendo decir que si se pulsaba la marca con forma de flecha, podía viajar a través del tiempo.

Tras un análisis inicial, coincidió con su madre en que era algo especial, y pensó que podría ser un artículo de decoración valioso; los signos parecían antiguos. Tras hacer varias fotos del «tesoro», decidieron enviárselas a una amiga de la infancia que trabaja como profesora en la Facultad de Historia, para ver si podían descifrar su significado entre todos.

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Tristán sentía una mezcla de emociones en su interior, como si un grupo de elefantes saltarines bailara «Hip Hop» en su estómago. Por un lado, estaba impaciente por descifrar el significado de los signos, sabía que era un mensaje oculto, y por el otro, sentía alivio de que sus padres, por el momento, no supieran el secreto que escondía.

Mientras esperaban noticias de la profesora y también la llegada de su abuelo, se ofreció voluntario para custodiar el tesoro en su habitación, lejos de «manos de mantequilla». De esta manera llamaba él a Valentina, ya que la mayoría de las veces que cogía alguna cosa, acababa en el suelo.

Decidió darle un lugar de honor, y fue la balda sobre su cama. Primero

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limpió la superficie, después, colocó un posavasos con forma de alfombra voladora, y finalmente, apoyó el calendario mágico sobre la mini alfombra de colores con suma delicadeza.

—Cómo dice mamá: «las alfombras y las cortinas siempre te hacen sentir como en casa». Bienvenido a tu nuevo hogar, calendario mágico —dijo en alto mientras lo colocaba.

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