El zoolóquico

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CAPÍTULO 1. Un mundo raro Érase una vez un zoo donde sus habitantes no eran muy normales, eran humanos. Los animales los visitaban, había de todo tipo: altos, feos, con cola, gordos, con plumas… Pagaban diez euros por entrada y una foto con un humano, ¡qué paciencia! Las colas eran interminables. Iban preparados para pasar el día con bocatas de moscas fritas, patatas de huevos de cucarachas y zumos de tomates, ¡qué asco!



Un día Emily, la elefanta, fue por primera vez con su familia. A ella no le parecía justo que los humanos estuvieran encerrados en jaulas, así que decidió «urdir» un plan para sacarlos de allí.


Preguntó a sus amigos para buscar aliados, pero ninguno quiso ayudarla. Entonces Emily, muy apenada, dijo: —Joo, ¡no es justo! Se dio la vuelta y, sin dudarlo un segundo, fue directa al zoo.



CAPÍTULO 2. El plan perfecto Emily preparó una mochila con todo tipo de artilugios para liberar a los humanos: tenazas, llaves maestras, cuerdas... Y es que el papá de Emily, Gustavo, era un cerrajero muy prestigioso en la ciudad, y ella aprendió con él desde pequeñita. Claudia, la mamá elefanta, se dio cuenta de que Emily preparaba algo, y entonces le preguntó: —Emily, ¿para qué necesitas todos estos materiales?



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