Estrellita y Vinagreta

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En un caserío lejano, había una familia muy humilde, pero con excelentes modales. Eran cristianos y muy dedicados a las cosas de Dios. Doña María Ángel y don Jesús Galindo, recién casados, vivían en un pequeño fundo. Don Chucho, como lo llamaban cariñosamente, trabajaba como obrero en las haciendas aledañas.

Un día esta pareja descubre que van a ser padres, noticia que para ellos fue de gran alegría. Doña María le ofrece en oración a su bebé al Creador del Universo.

Nació una hermosa niña, a quien llamaron Estrellita, ella era de tez rosada, el cabello oscuro, sus labios parecían pétalos de rosas y tenía ojos azules… Era realmente encantadora. Los papitos continuaron su rutina diaria sin olvidar enseñarle su gran amor a Dios, todos los días oraban antes de salir de su casa y a la hora de acostarse a dormir.

En otro lugar de la vereda, vivía una mujer con su hija llamada Vinagreta. Era una niña grosera, envidiosa, irrespetuosa, no aseaba su cuerpo, siempre tenía piojos y peleaba con todos.

En su primer año de escolaridad, Estrellita fue muy querida. La profesora Claudia y sus compañeritos la apreciaban mucho, cuando la pequeña no llevaba onces, sus amigos compartían con ella; en las actividades escolares, siempre se caracterizó por ser una niña excelente, y disfrutaba ayudando a sus amiguitos.

Vinagreta estudiaba en la misma escuela, siempre veía a Estrellita con ojos de odio y envidia.

Un día, la mamá de Estrellita enfermó y a pesar de tantos cuidados, falleció. Antes de irse, la señora María le pidió al Espíritu Santo que protegiera a su bella hija y que fuera su guía y su dirección.

Estrellita y su padre no podían reponerse de esa terrible situación. Él decidió seguir adelante para apoyar a su pequeña hija, pero su vida se tornó muy difícil porque acostumbraba a salir mucho de su hogar, dejando los quehaceres de la casa adelantados. La niña contaba con todo el apoyo de la escuela; sus compañeros y la profesora la ayudaban mucho en sus labores académicas.

Cerca de la casa de don Jesús, un señor muy solidario, llamado Lucho, tenía una pequeña tienda y conocía perfectamente a la dulce Estrellita, ella se ganaba la admiración de todos. Él siempre le regalaba algo cuando la niña hacía mandados.

Un día, al volver a su casa después de hacer un mandado, encontró por el camino a una perrita abandonada. La llevó con ella, la bañó y le puso por nombre «Solecito». Este animalito era su aliciente, su compañera.

Días después, don Chucho decidió conseguir otra esposa que le ayudaría con la dura tarea del hogar y además buscaba a alguien que consintiera a su hija. Tenía una vieja amiga, Diablina, la madre de Vinagreta, y pensó que ella podría ser la segunda mamá para su hija.

Diablina era una mujer ruda, de aspecto arrogante y cuerpo muy desproporcionado, deshonesta, con indeseables comportamientos, y enseñaba a su hija a ser como ella.

Sin pensarlo, don Chucho se enamoró de esta indeseable mujer. Ella prometió ser una madre cariñosa para la niña y dijo que, como tenía a Vinagreta, sería una hermanita para Estrellita.

Un buen día, don Jesús decidió contarle a Estrellita que se había enamorado y deseaba casarse, además, le aseguró que eso le ofrecería a ella una vida mejor.

Entonces, el padre de Estrellita le dijo:

—Hemos estado tan solos que pensé que nos hace falta alguien para que nos quiera y cuide, y por eso he decido casarme, espero que me entiendas.

Papi, no te entiendo… ¿Con quién te vas a casar? preguntó la niña con ojitos de asombro.

—Mmm…, existe una mujer muy generosa y buena que me quiere mucho. ¡Ella ha prometido que te va a querer como una madre, hijita! repuso su padre sin conocer a la verdadera Diablina.

La niña insistió hasta que el padre le explicó quién era la futura esposa.

¡Nooo, pa, no estoy de acuerdo! ¡Esa señora es terrible!

Pero el papá hizo caso omiso y siguió convencido de que esa sería la salida a su soledad.

Llegó el día de la boda. Estrellita se veía desolada, pero como siempre, ella sentía que alguien la acompañaba y le daba fuerzas.

Entre tanto, don Jesús decidió organizarse en su casa con la esposa y su hijastra, quien sentía resentimiento y envidia de la belleza y sutileza de la dulce nena.

Los primeros días fueron de una aparente buena convivencia, pero cuando don Jesús tuvo que retirarse a las haciendas a laborar, comenzó el suplicio para Estrellita, pues su mamá adoptiva la maltrataba física y verbalmente.

Don Chucho pasaba su vida trabajando en las haciendas aledañas, casi no venía a casa, y cuando lo hacía, siempre llegaba de noche y madrugaba para salir, pero de todas maneras, Estrellita no le contaba lo que sucedía.

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