Se reunió la familia Tiburoncines: papá, mamá y los dos hijos, que vinieron muy apurados, pues sabían que cuando papá y mamá llamaban no había que demorar. —Queridos hijos, en la naturaleza todo cambia. Llegó la hora del cambio para nosotros. Nos iremos a buscar agua caliente.
—¡¡Noooo!! —gritaron asustados los hijos. Y vinieron las preguntas: —¿Adónde vamos? —preguntó Tiburoncín. —¿Hay amigos? —preguntó Tiburoncina. —¡¡Me da mucho miedo!! —exclamaron los dos Tiburoncines a la vez con voz triste. —¿Qué pasa si no me gusta? —dijo Tiburoncina. Papá y mamá también estaban incómodos y no tenían muchas respuestas en ese momento. Les resultaba un poco difícil mirar de frente el miedo de los hijos. Papá y mamá se abrazaron y, con mucho amor, se calmaron y miraron de frente a sus hijos.
Se sentaron y conversaron. Papá Tiburón les contó que cuando era pequeño también tuvo mucho miedo, pero aprendió un juego que le servía mucho, y desde ese entonces lo usa siempre. —Hijos, el miedo es imaginar cosas malas. Vamos a jugar a imaginar cosas buenas. Me sentaba de pequeño a imaginar muchas escenas fantásticas. A veces sucedían, y otras no. Eso me ponía rápidamente muy feliz y se me pasaban todos los miedos. Mamá Tiburona les explicó que esa agua que los rodea los ama y siempre está al servicio de la vida, y que en este viaje verán cuántos animales marinos comparten el mismo hogar que ellos. —Hijos, vamos a vivir la aventura con los brazos abiertos y con el corazón lleno de amor. Nos divertiremos mucho en este viaje y aprenderemos muchas cosas lindas. Estamos buscando un lugar hermoso con agua tibia y lleno de comida rica.