Jan Espaguetis

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Juan Cuenca Márquez

El niño que no podía abrazar

Ilustraciones de Aris Haman Bañuelos

A pocas manzanas de aquí, en un hogar muy parecido a este, vive un niño muy especial, al que todos conocen como Jan «Espaguetis».

Jan siempre fue un bebé muy deseado. Tanto, tanto, tanto que cuando llamaron a Manu y Tito de la agencia para informarles de que había nacido un niño al que sus papás biológicos iban a dar en adopción, no dudaron ni un segundo y salieron corriendo hacia el hospital para abrazar a su hijo.

Aún en el quirófano, ansiosos por ver la carita de su bebé, observaron preocupados cómo el médico fruncía el ceño, contrariado. Y enseguida supieron que algo no iba bien.

—¿Qué ocurre, doctor?

Pronto entendieron la causa de la preocupación del doctor, pues el bebé, que ahora sonreía relajado en los brazos de sus nuevos papás adoptivos, era perfectamente normal, salvo por una pequeña condición física: sus rechonchos bracitos eran algo más cortos de lo esperado… ¡Pero lo más curioso de todo era que no tenían codos!

Pese a aquella desdichada circunstancia, Manu y Tito no podían ser más felices.

A ellos no les importaba lo más mínimo que su hijo no tuviera codos. ¿Para qué servían, al fin y al cabo? Pensaban que Jan iba a ser capaz de hacer todo igual que el resto de los niños, con algún que otro reajuste sin importancia.

Sin embargo, consultaron a varios médicos por si había algo que se pudiera hacer para darle a Jan los codos que la madre naturaleza le había negado.

Todos los doctores que visitaron a Jan confirmaron el cruel diagnóstico.

—Una operación no es posible. Los riesgos para la vida de su hijo son infinitos —afirmó rotundo el último cirujano al que habían acudido.

Los papás de Jan aceptaron la terrible sentencia con resignación. Pero cualquier atisbo de tristeza desaparecía al observar cómo su precioso bebé jugaba sonriente en su cunita, ajeno a toda preocupación.

Los años pasaban y Jan crecía feliz, inconsciente de su diferencia respecto a otros niños del barrio. Pero el tiempo voló y, casi sin avisar, al final de un verano inmensamente feliz, en el que jugaron a las películas, que era su juego favorito, llegó su primer día de colegio…

El pequeño Jan sonreía a sus padres levantando sus bracitos, tiesos como palos de escoba, para despedirlos hasta el final del día. Manu y Tito no habían podido evitar sentirse angustiados por cómo iba a resultar el primer día para Jan, pues sabían lo crueles que podían llegar a ser los niños...

Rubi, un niño que parecía mucho mayor que el resto, no le quitó el ojo de encima a Jan durante toda la mañana.

Pronto comenzó a cuchichear con sus compañeros, que se agruparon detrás de él, en una especie de masa amorfa de cabezas, brazos y piernas, que se confundían formando un repugnante monstruo de mil ojos. Con decisión, el pequeño Jan fue directo hacia ellos para presentarse. ¡Él también quería enterarse de qué hablaban!

—¡Hola! ¡Me llamo Jan! ¿Puedo jugar con vosotros?

—¿Que si puedes jugar con nosotros? ¡Pues claro que no, bicho raro! —le soltó Rubi con crueldad.

—¿Por qué me llamas bicho raro? —quiso saber Jan, contrariado.

—¡¿En serio no te has dado cuenta de que no tienes codos?!

—exclamó Rubi mientras imitaba a un robot con los brazos tiesos y soltando una carcajada—: ¡Jan sin codos! ¡Jan bracicorto! ¡Jan espaguetis!

Una risa ruidosa emergió de la monstruosa masa amorfa que se escondía detrás de Rubi.

Jan se puso muy triste. Cabizbajo, se apartó del resto de sus compañeros y fue a esconderse en una esquina de la clase. De pronto, una vocecilla aguda de niña le sorprendió:

—No hagas caso al tonto de Rubi. Es mi vecino y le conozco bien. Está constantemente enfadado porque sus papás siempre están de viaje. Vive con sus abuelos... Jan alzó la mirada despacio y asintió con la cabeza.

—Me llamo Tina.

Era una niña preciosa, de brillante cabello dorado y unos ojos grandes con forma y color de avellanas.

—A mí no me importa que no tengas codos. ¿Quieres ser mi amigo?

Y desde entonces, Tina y Jan se convirtieron en inseparables. ¡Los mejores amigos!

A la salida del colegio, Jan no contó nada a sus papás sobre el pequeño incidente de clase. Quería explicarles que habían sido muy malos con él, pero que creía haber hecho una amiguita: Tina, que era una niña preciosa y muy simpática. Pero en su lugar, se calló…

978-84-19973-22-1 9 788419 973221 TITANES I N S PIR I N G UC R SOI I T Y El verdadero abrazo se da con el corazón.
ISBN

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