Martina Cangarova
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Era de día. Sin embargo, una nube gris impedía que los rayos del sol iluminaran SpaceCity, ciudad bonita, moderna y, sobre todo, segura… Bueno, ahora ya no tanto. La Eternidad Negra se apoderó de todo después de una batalla muy difícil. Tan difícil que hasta el mismo SpaceTeam quedó derrotado y con falta de fuerzas. EstrellaMan, MeteoritoMan, GalaxyWoman y SolMan estaban descansando en su nave, y en sus caras se reflejaba una profunda frustración. Estaban casi al borde de la resignación.
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El humo negro y apestoso entraba a cada rincón de la ciudad. Se acercaban las Navidades, días de luces y alegría, pero aun así la gente se volvía triste, desanimada y muy obediente a la Eternidad Negra. La Eternidad Negra, muy satisfecha de estar ya apoderada de toda la ciudad y de todos los seres vivientes, tenía ahora otro objetivo más: eliminar el SpaceTeam. Y no solo eso. ¡También apoderarse de toda la Galaxia! El SpaceTeam era muy consciente de ello, pero después de la última derrota, por más que se esforzaban para pensar unas nuevas estrategias, todo les parecía misión imposible.
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«… y todo se ha resuelto con un final muy muy feliz…».
Trus cerró el libro, miró a la ventana, se levantó del suelo y se acercó a ella. Apartó la cortina llena de dibujos de naves espaciales, estrellas, galaxias y todo lo que uno se puede imaginar relacionado con el universo. El universo era su mundo, era su escape de la realidad, era su sin fin de posibilidades para hacer volar a su mente tan brillante.
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Trus era un niño risueño, con muuucha imaginación y muy muy alegre. Vivía con su mamá y su hermana pequeña no muy lejos del centro de la ciudad. Creía en las fuerzas del universo y en los deseos, creía que, si uno de verdad cree y quiere, también puede.
Miró a lo que quedaba del cielo deseando ver por lo menos una estrella, una estrellita chiquitita, pero por lo menos una. Antes veía muchas, miles, millones, o incluso más. Pero ahora no… Ya no.
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Cerró los ojos, se puso la mano en el corazón y con toda, toda su fuerza pidió un deseo.
¿Cuál? Aaah, shh, eso no se dice, ¡es un secreto!
GalaxyWoman se ha dado cuenta, mirando desde uno de los ventanales de la nave, de que ya no puede contemplar el parpadeo de las lucecitas que se veían antes desde el cielo. La nave flotaba entre las nubes, y cuando los cielos estaban despejados, se podía ver SpaceCity en toda su belleza. Ahora se veía el vacío. Ahora se veía la nada. Ahora se veía la Eternidad Negra.
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Su mente estaba a tope dando vueltas, pensando en lo impensable cuando de repente…