Kala la calabaza en Wikenn

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Kala

la calabaza en Wikenn Celia Ossorio

Ilustrado por MarĂ­a Dresden



EL CASERÍO DE DON LORENZO

Kala era una calabaza que vivía en el caserío

de Don Lorenzo junto con sus hermanas las calabazas. Se les tenía prohibido salir de su hábitat, pues más allá de la granja se encontraba la ciudad de las brujas. Las cuales no tenían buena fama, ya que decían que, nada más verte, te convertían en piedra para toda la eternidad. Sin embargo, Kala no creía en esos dichos, pues le parecían una invención para asustar a la gente. Kala no vivía feliz con el resto de calabazas porque ellas se confor3


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maban con lo que les proporcionaba su dueño y nada más. Kala quería ver mundo. Un día después de que fueran regadas, Kala decidió reunir a sus hermanas para comentarles algo importante. —Hermanas, os he reunido porque os tengo que hablar de algo importante que puede que cambie nuestra vida para siempre. —¿De qué se trata? —preguntó Kiri, la calabaza más preguntona de todas. —Me voy a ir del caserío. Cada vez que pasan los días me siento más triste. Necesito emprender un viaje y encontrar nuevas aventuras. He pensado en visitar la ciudad de las brujas —afirmó Kala. —¡Pero qué dices! No puedes hacer eso. Es peligroso. ¡Te convertirán en piedra y ya nunca más volverás a ser tú! —exclamó Kaira, la mayor de las hermanas. —Me da igual. Quiero arriesgarme. Además, creo que es una historia falsa para que 4



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no salgamos del caserío. Quiero comprobar por mí misma si eso es cierto. —¿Y si es cierto? —pregunto Kail, la calabaza que tenía una cicatriz al lado de su ojo derecho. —Pues si es cierto, me convertiré en una piedra feliz tras haber salido de este lugar —anunció Kala con una amplia sonrisa —. Y ahora, si alguna de vosotras se quiere venir conmigo, este es el momento. Kala miró a sus hermanas. Todas agacharon la cabeza, pues ninguna de ellas era tan valiente como para emprender un viaje de tales dimensiones. Kala comenzó a caminar dirigiéndose hacia la salida del caserío. A continuación, saltó la verja y se encaminó hacia el bosque de los susurros, la primera barrera entre el caserío y la ciudad de las brujas.

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EL BOSQUE DE LOS SUSURROS

—No tengo miedo, no tengo miedo —se repetía la calabaza mientras andaba vigilando cada paso que daba. El bosque de los susurros daba miedo, pero ella era muy valiente y sabía que no tenía nada que temer, además si había sobrevivido al caserío, sería capaz de cualquier cosa. —¡Vaya, vaya! ¿Qué tenemos aquí? —preguntó un hada plateada revoloteando por encima de Kala.

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—¿¡Qué!?... ¿Quién eres? —preguntó la calabaza buscando por todas partes una rama para poder defenderse de la extraña criatura. —Dirás mejor «a quien tienes el placer de conocer». —El hada carraspeó y se puso a la altura de los ojos de Kala —me llamo Chapa. —¿Chapa? —la calabaza soltó una risotada —. ¡Qué nombre más gracioso! ¿Y qué tipo de criatura eres? Nunca te había visto. El hada se puso en jarras y soltó un bufido. —¡Soy un hada!, cosa naranja con patas y ojos. ¿Y tú quién eres? A menos que quieras que te siga llamando «cosa naranja con patas y ojos». —Me llamo Kala y soy una de las calabazas del caserío de Don Lorenzo. El hada abrió los ojos de par en par, y poco a poco se fue alejando de ella. —Ese hombre no es una buena persona. Espero que no vengas de parte suya a destrozar nuestro hogar como hizo en el pasado —anunció Chapa. 8


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—¿¡Cómo!? ¿¡Que hizo qué!?... —preguntó asombrada Kala. No podía creerse que Don Lorenzo hubiera entrado en el Bosque de los Susurros, pues ese hombre tenía mucho miedo a salir del caserío. El hada le hizo una seña para que ella la siguiera.

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Anduvieron por un camino hasta llegar a un extenso claro donde todo estaba quemado. — Hace muchos años, Don Lorenzo quemó parte de nuestro hogar, eliminando por completo varios árboles y criaturas. —¿Y cuál fue el motivo? —preguntó Kala con voz triste. —Quería protegerse de las brujas. Decía que le habían arruinado la vida, algo que era mentira, pues él lo que quería era apropiarse de la mitad de los bienes de la ciudad, y como no lo consiguió, decidió destruir una de las fuentes de recursos de Wikenn: el Bosque de los Susurros. Don Lorenzo era un hombre muy querido en su caserío. Alimentaba y cuidaba de todos los animales y plantas, pero al tener demasiados, no podía hacer caso a todos, por eso, en parte, Kala se sentía tan triste. Lo que ella no sabía era que Don Lorenzo no era tan buena persona como el resto de habitantes de la granja pensaban. 10


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—Hice bien en irme —dijo de sopetón la calabaza. —¿A dónde quieres ir? —le preguntó Chapa. —Quiero ir a la ciudad de las brujas. —¿A Wikenn? ¡Ven, sígueme! —señaló el hada volando hacia delante. Tras andar unos metros, el hada y la calabaza llegaron al límite entre el bosque y la ciudad. —Nuestros caminos se separan aquí. Espero que tengas un buen viaje y que te lo pases genial en la ciudad. Chapa sonrió ampliamente y se dio la media vuelta volviendo hacia el mismo camino por el que habían llegado. —Bueno, vamos a comprobar si es cierto lo que dicen de las brujas —susurró Kala cerrando los puños y dando un paso al frente.

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Ocho Suricatos

Kala es una calabaza que vive en una granja junto con sus hermanas. Cansada de escuchar que todo lo que hay más allá del caserío es malo, emprende un viaje para descubrir nuevas tierras. Kala viaja hasta Wikenn, la ciudad de las brujas, donde conocerá las costumbres de tres brujas muy peculiares. Acompaña a Kala la calabaza en esta curiosa aventura en busca de la verdad. VALORES IMPLÍCITOS: Esta historia te enseñará que siempre debes comprobar la verdad por ti mismo, y así evitarás que personas extrañas puedan engañarte. Además de la importancia de comentar siempre lo que piensas con tus padres o tus seres queridos, pues ellos te ayudarán a tomar la mejor decisión.

ISBN 978-84-17679-39-2

A partir de 8 años www.babidibulibros.com 9

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