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Aquella mañana, Kleta despertó con un calor agotador. Era un día de enero y no entendía cómo en pleno invierno despertaba con altas temperaturas.
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En realidad, la gente estaba feliz. En enero estaban disfrutando de paseos en manga corta por la playa, helados de fresa (los favoritos de Kleta) y los castillos de arena. ¿Quién no quería eso en un mes de invierno?
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Un día, Kleta, viendo que su mamá no estaba tan feliz por tener estos días tan calurosos, corrió a su lado y preguntó con nerviosismo:
—Mamá, ¿qué te sucede?, ¿por qué este año hace tanto calor en enero? ¿Y por qué no estás contenta por esto?
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—Querida Kleta, ven. Te contaré algo que tú no sabes y que seguramente las personas desconozcan o no quieran verlo. Esto que sientes se llama «cambio climático» —respondió su madre, apenada.
—¿Cambio climático? —preguntó Kleta, extrañada—. ¿Puedo hacer algo para que desaparezca? En realidad, a mí me gusta ir a la playa en invierno.
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—Claro, mi amor. A mí también me gusta, pero nuestro clima tiene inviernos fríos y no sucede así desde hace un par de años —contestó su madre, recordando su infancia—. Por supuesto, hay maneras de frenar este cambio, y podemos ayudar a nuestro planeta Tierra para que no vaya a más.
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—¿Seguro, mamá? ¿Podemos ayudar a nuestro planeta? ¡Es como si fuéramos heroínas! ¡¡Salvemos el planeta!! —gritó Kleta.
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—Bueno, algo parecido, Kleta. Esto no es un cuento, no es fantasía. Pero es más sencillo de lo que parece. ¿Te apetece que día a día veamos todo lo que podemos hacer para cuidar de nuestro entorno y de nuestra naturaleza?
—¡Quiero, quiero y quiero! Empecemos mañana, mamá, por favor —contestó Kleta, esperanzada y con mucha alegría.
A pesar de su corta edad, Kleta, movida por su familia y guiada por la estrella que más brilla, decidirá emprender un viaje del que jamás se arrepentirá por las estrellas que más brillan en el firmamento, para que el ser humano no se olvide de su presencia y de cuidarlas. Solo así podremos seguir viéndolas cada noche.
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