La Bamda y el cuadro siberiano

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CAPÍTULO 1

OTRA VEZ SEPTIEMBRE

Este año Blacky llegaría a tiempo el primer día de clase. Ya estaba harto de que los demás eligieran pupitre y le tocara sentarse al lado del más pringado, así que se vistió a toda prisa y bajó a desayunar mientras metía prisa a su madre.

—Mamá, ¿estás ya?

—Ay, hijo, cómo se nota que tú no te pintas ni te planchas el pelo. Desayuna, que yo bajo en dos minutos.

—Me bebo la leche. Las galletas ya me las comeré luego. Pero date prisa, por favor —balbuceó entre sorbos.

—Voy… Menos mal que tu padre ya ha llevado a tu hermana, que entra antes.

Diez minutos más tarde, Blacky masticaba galletas y trozos de fruta mientras su madre esquiva-

ba los coches más lentos para volar hacia el cole. Siempre era igual, desde que tenía uso de razón recordaba madrugar mucho y, aun así, llegar con el tiempo justo.

En su casa, Ana también se preparaba. Solía olvidar las cosas, así que su madre le había hecho una lista con todo lo que tenía que llevar el primer día. Se levantó media hora antes de lo necesario y empezó a preparar la mochila, diciéndose a sí misma que este año todo iría mejor. Cuando abrió la cremallera para guardar todo, ¡oooops!, ¡no pudo encontrar la lista por ningún lado!

—Ana, ¿todo va bien?

—Sí, mami… —«Era un papel azul, me lo apuntó todo en un papel azul», pensaba a toda prisa.

A la media hora, su madre ya estaba lista y tenía las llaves del coche en la mano.

—¿Has metido todo lo que te apunté?

—Ummm, ¡no te preocupes, mamá! Este curso seré la más organizada —aseguró con una gran sonrisa.

—Vale, guarda también el bocadillo para el recreo —dijo su madre observando sorprendida la

mochila que rebosaba de cosas. A Ana no se le pasó esa mirada inquisitiva.

—Vamos, que no quiero llegar tarde. —Y salió corriendo sin darle tiempo a preguntar por qué llevaba la mochila tan llena.

Al rato, un gran coche azul y uno rojo viejo y pequeño estuvieron a punto de chocar en la entrada del cole.

—No saben dónde van… Con la prisa que tengo y se me para delante. —La madre de Blacky empezaba a ponerse de mal humor—. Presumiendo de coche y sin saber conducirlo, ¡casi me da por detrás!

—refunfuñaba la madre de Ana.

—¡Que tengáis un buen día! —dijeron las dos a sus respectivos hijos, que se bajaban corriendo y, como siempre, sin darles un beso de despedida.

En la puerta principal, Ana vio a Nueve y se fue corriendo a hacerle una caricia. Le encantaban los animales y a estos les gustaba ella; y mucho más a este gato negro con sus manchas blancas en el ojo derecho y la pata izquierda, tan graciosas, porque

ba los coches más lentos para volar hacia el cole. Siempre era igual, desde que tenía uso de razón recordaba madrugar mucho y, aun así, llegar con el tiempo justo.

En su casa, Ana también se preparaba. Solía olvidar las cosas, así que su madre le había hecho una lista con todo lo que tenía que llevar el primer día. Se levantó media hora antes de lo necesario y empezó a preparar la mochila, diciéndose a sí misma que este año todo iría mejor. Cuando abrió la cremallera para guardar todo, ¡oooops!, ¡no pudo encontrar la lista por ningún lado!

—Ana, ¿todo va bien?

—Sí, mami… —«Era un papel azul, me lo apuntó todo en un papel azul», pensaba a toda prisa.

A la media hora, su madre ya estaba lista y tenía las llaves del coche en la mano.

—¿Has metido todo lo que te apunté?

—Ummm, ¡no te preocupes, mamá! Este curso seré la más organizada —aseguró con una gran sonrisa.

—Vale, guarda también el bocadillo para el recreo —dijo su madre observando sorprendida la

mochila que rebosaba de cosas. A Ana no se le pasó esa mirada inquisitiva.

—Vamos, que no quiero llegar tarde. —Y salió corriendo sin darle tiempo a preguntar por qué llevaba la mochila tan llena.

Al rato, un gran coche azul y uno rojo viejo y pequeño estuvieron a punto de chocar en la entrada del cole.

—No saben dónde van… Con la prisa que tengo y se me para delante. —La madre de Blacky empezaba a ponerse de mal humor—. Presumiendo de coche y sin saber conducirlo, ¡casi me da por detrás!

—refunfuñaba la madre de Ana.

—¡Que tengáis un buen día! —dijeron las dos a sus respectivos hijos, que se bajaban corriendo y, como siempre, sin darles un beso de despedida.

En la puerta principal, Ana vio a Nueve y se fue corriendo a hacerle una caricia. Le encantaban los animales y a estos les gustaba ella; y mucho más a este gato negro con sus manchas blancas en el ojo derecho y la pata izquierda, tan graciosas, porque

ba los coches más lentos para volar hacia el cole. Siempre era igual, desde que tenía uso de razón recordaba madrugar mucho y, aun así, llegar con el tiempo justo.

En su casa, Ana también se preparaba. Solía olvidar las cosas, así que su madre le había hecho una lista con todo lo que tenía que llevar el primer día. Se levantó media hora antes de lo necesario y empezó a preparar la mochila, diciéndose a sí misma que este año todo iría mejor. Cuando abrió la cremallera para guardar todo, ¡oooops!, ¡no pudo encontrar la lista por ningún lado!

—Ana, ¿todo va bien?

—Sí, mami… —«Era un papel azul, me lo apuntó todo en un papel azul», pensaba a toda prisa.

A la media hora, su madre ya estaba lista y tenía las llaves del coche en la mano.

—¿Has metido todo lo que te apunté?

—Ummm, ¡no te preocupes, mamá! Este curso seré la más organizada —aseguró con una gran sonrisa.

—Vale, guarda también el bocadillo para el recreo —dijo su madre observando sorprendida la

mochila que rebosaba de cosas. A Ana no se le pasó esa mirada inquisitiva.

—Vamos, que no quiero llegar tarde. —Y salió corriendo sin darle tiempo a preguntar por qué llevaba la mochila tan llena.

Al rato, un gran coche azul y uno rojo viejo y pequeño estuvieron a punto de chocar en la entrada del cole.

—No saben dónde van… Con la prisa que tengo y se me para delante. —La madre de Blacky empezaba a ponerse de mal humor—. Presumiendo de coche y sin saber conducirlo, ¡casi me da por detrás!

—refunfuñaba la madre de Ana.

—¡Que tengáis un buen día! —dijeron las dos a sus respectivos hijos, que se bajaban corriendo y, como siempre, sin darles un beso de despedida.

En la puerta principal, Ana vio a Nueve y se fue corriendo a hacerle una caricia. Le encantaban los animales y a estos les gustaba ella; y mucho más a este gato negro con sus manchas blancas en el ojo derecho y la pata izquierda, tan graciosas, porque

ba los coches más lentos para volar hacia el cole. Siempre era igual, desde que tenía uso de razón recordaba madrugar mucho y, aun así, llegar con el tiempo justo.

En su casa, Ana también se preparaba. Solía olvidar las cosas, así que su madre le había hecho una lista con todo lo que tenía que llevar el primer día. Se levantó media hora antes de lo necesario y empezó a preparar la mochila, diciéndose a sí misma que este año todo iría mejor. Cuando abrió la cremallera para guardar todo, ¡oooops!, ¡no pudo encontrar la lista por ningún lado!

—Ana, ¿todo va bien?

—Sí, mami… —«Era un papel azul, me lo apuntó todo en un papel azul», pensaba a toda prisa.

A la media hora, su madre ya estaba lista y tenía las llaves del coche en la mano.

—¿Has metido todo lo que te apunté?

—Ummm, ¡no te preocupes, mamá! Este curso seré la más organizada —aseguró con una gran sonrisa.

—Vale, guarda también el bocadillo para el recreo —dijo su madre observando sorprendida la

mochila que rebosaba de cosas. A Ana no se le pasó esa mirada inquisitiva.

—Vamos, que no quiero llegar tarde. —Y salió corriendo sin darle tiempo a preguntar por qué llevaba la mochila tan llena.

Al rato, un gran coche azul y uno rojo viejo y pequeño estuvieron a punto de chocar en la entrada del cole.

—No saben dónde van… Con la prisa que tengo y se me para delante. —La madre de Blacky empezaba a ponerse de mal humor—. Presumiendo de coche y sin saber conducirlo, ¡casi me da por detrás!

—refunfuñaba la madre de Ana.

—¡Que tengáis un buen día! —dijeron las dos a sus respectivos hijos, que se bajaban corriendo y, como siempre, sin darles un beso de despedida.

En la puerta principal, Ana vio a Nueve y se fue corriendo a hacerle una caricia. Le encantaban los animales y a estos les gustaba ella; y mucho más a este gato negro con sus manchas blancas en el ojo derecho y la pata izquierda, tan graciosas, porque

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