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Presentación
from La bruja Jaleos
by BABIDI-BÚ
Hola, muy buenos días, queridos desconocidos: Lo primero de todo, como persona bien educada, voy a presentarme. Me llamo Jaleos y soy una bruja. Me encantaría, agradaría, maravillaría y satisfaría contaros algunas de mis aventuras, que son muchas. Yo creo, pienso, opino que soy una bruja buena, afable, inofensiva y hasta competente, pero como mi nombre indica, siempre ando metiéndome en jaleos. Todo el tiempo de trajines, de tejemanejes, de trabajos y de ajetreos… ¡Uy, cuantas letras «j» juntas!
Os tengo que decir que estoy muy contenta, feliz, satisfecha y alegre, porque pronto se acerca mi cumpleaños. Mi cumpleaños, aniversario, conmemoración, celebración de bruja. Yo nací otro día, pero empecé a ser bruja un día muy especial. Efectivamente, en Halloween; pues habéis de saber que en esas fechas se realizan los exámenes para llegar a ser bruja, y la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre nos bautizan a las nuevas brujas. Que mi mamá no me llamó, nombró, denominó, bautizó Jaleos, sino Eufrasina, que es un nombre mucho más poético, bonito, bello, hermoso, sonoro y rimbombante. Pero brujas Eufrasinas había ya demasiadas, así que decidieron, optaron, eligieron, escogieron y votaron darme otro nombre. Y eligieron Jaleos por los problemas, dificultades, inconvenientes, contrariedades, pegas y complicaciones que encontraba yo ante la tarea más sencilla del mundo. Os pondré un ejemplo, una muestra, un modelo, un tipo de situación en la que me suelo meter de la manera más inocente del mundo.
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Un día, mi bruja-maestra, doña Remilgos, me dijo con su voz engolada: —¡Tráeme un vasito de limonada! Con este calor, me muero de la sed.
Y allá que me fui, a buscar una limonada a la nevera mágica de la escuelita de brujas. En la nevera había agua fresca, y hasta cubitos de hielo, pero ni limones ni limonadas. Como yo quería ser amable, amigable, amistosa y buena con mi bruja-maestra, me fui al huerto de al lado a buscar limones en el limonero que hay allí. Pero no alcanzaba, no llegaba, no lograba, no conseguía, por mucho que me esforzara, tocar siquiera aquellos frutos que parecían de oro. Así que fui a casa de un carpintero amigo mío a pedirle prestada su escalera. Mi amigo Virutas no estaba en casa, y un vecino me dijo que estaba en el mercadillo, así que fui al mercadillo. Vi a su mujer y ella me dijo que Virutas había salido a reparar el techo de la sala de juntas del Ayuntamiento. Abrí con cuidado, precaución, prudencia y comedimiento la puerta de la sala de juntas. Allí estaba Virutas, subido a la escalera, y alrededor de una mesa muy grande y brillante estaban todos los concejales y la alcaldesa venga a hablar. Yo le hacía señas a Virutas, pero él no me veía. Le llamé bajito: —Virutas, Virutas… —Pero no me oía. Los de la mesa cada vez hablaban más fuerte, y yo aproveché para hacer lo mismo:
—¡VIRUTAS!
Aquellos señores encorbatados y señoras elegantes parecían que iban a pegarse en cualquier momento, así que, con toda la fuerza, potencia, energía de mi voz grité:
—VIRUTAS, QUE ME DEJES LA ESCALERA PARA HACER LIMONADA.
Por alguna extraña razón, causa, motivo o azar, resultó que en ese momento se había hecho el silencio en la sala y todos se giraron para mirarme con cara de confusión. Yo me moría de vergüenza. Me hicieron entrar en la sala de juntas y explicar cómo es que necesitaba una escalera para hacer limonada.
Ante mi explicación, unos cuantos se rieron, pero la alcaldesa les mandó callar y me riñó por interrumpir la votación; el ujier del Ayuntamiento me regañó por colarme y doña Remilgos me castigó por organizar semejante lío, embrollo, enredo y complicación. Encima, Virutas ya no me habla, porque a él también le cayó una bronca. Menuda injusticia.
Y así me pasa cada dos por tres, cada rato, cada momento y cada poco tiempo, que estas cosas que parecen tan sencillas, simples, fáciles y corrientes, al llegar a mis manos se con - vierten en algo aparatoso, complicado, difícil y enrevesado.
Pero bueno, yo creo que a Virutas se le pasará pronto el enfado y sé que doña Remilgos me aprecia de corazón. Y ya que me conocéis un poquito mejor, espero que podamos llegar a ser muy amigos.