La chica de las zapatillas rojas

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¿Alguien ha perdido a un ser amado? Por la cual ríes, reniegas, lloras. Todas esas emociones para un solo individuo.

Para algunos es más que eso, perder alguien significa la muerte, es como perder la luz en medio de una noche, caminar a ciegas, aunque tus ojos vean.

La oscuridad es el miedo más grande de un ser.

La oscuridad te pedirá que desistas, el silencio de nuestras emociones en ese momento es irrazonable. Tristeza, dolor, desesperación, odio. Son los primeros en abrazarte y acogerte.

Buscar una salida, alejarte del ruido emocional y buscar consuelo en la soledad, es un periodo de experimentar y buscar conflictos internos de lo cual nunca pensamos optar.

Sentir que la vida es vacía. ¿Que nada hay después del atardecer?

La oscuridad puede ser infinita si la abrazas. Decisiones donde depende de uno mismo, buscar la luz en la eterna noche…

El camino es largo y solitario, pero debemos caminar por el sendero oscuro, ahí tal vez es cuando te encuentras con la verdadera paz hallando la luz.

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2 de junio de 2018. Es el cumpleaños cuarenta y cinco de la mujer más bella y perfecta del mundo, mi mamá. Es una señora que no pareciera de su edad. La noche es un alboroto, se ve nerviosa, dando vueltas por toda la casa, ella no es de expresar sus emociones, hoy es todo lo contrario.

—Mamá, vamos a llegar tarde a la reserva.

—Ya voy, no encuentro el brazalete que me regaló tu papá.

—Debe de estar en donde siempre lo guardas. En ese baúl feo.

—¡Cierto! Perdón, ya bajo.

Mientras mamá está como loca dando la vuelta a toda la casa, Buck rodea, salta sobre sus piernas, hoy está extraño, no está quieto, solo quiere estar con ella.

—Buck, déjame, me ensuciarás hoy que es un día especial, sé que me quieres y también deseas estar en la cena.

Es nuestro perro de color jugo de naranja, su pelo es como un amanecer, como de los zorros. Una mezcla de raza, supongo, pareciera que fuera un gran danés, es enorme.

Mis ojos admiran la belleza mientras baja por las escaleras, lleva puesto un vestido largo de color azul marino, tacos en punta color beige, su cabello recogido. Todo combina con su piel blanca, cabello castaño, ojos marrones, labios carnosos que casi nunca se pone labial ya que parece siempre estar pintada de color rosa, su nariz pequeña un poco gruesa, contextura delgada.

—Qué bonita te ves.

—Gracias, hijo, solo me lo puse porque hoy es un día especial y tú me llevarás a un lugar elegante. Por cierto, ¿solo tu tío vendrá?

—¡Sí, solo él!

—Pero ¿qué dices? Contigo el lugar es el que se volverá elegante.

—Me recuerdas a tu papá con esa ropa, tan elegante y guapo. — Cumplidos como eso siempre me decía.

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la
La sonrisa de
Luna

La chica de las zapatillas rojas

—Pues vámonos. El taxi está afuera.

—¿No llevas tu coche? ¿Qué pasó?

—Nada, madre, solo que vamos a tomar un par de copas, ya sabes, y no se puede conducir.

—Es cierto, ¡está bien! —Buck estaba deteniendo a mamá, es un poco extraño, siempre salimos y él nunca se porta así.

—Pero Buck, ¿qué haces?, ensuciarás el vestido de mamá, chico, solo te robaré unas horas de ahí, será como siempre, solo tuyo.

Ella trata de calmarlo, pero Buck está lamiéndolo, abrazándolo.

—Buck, ¿qué tienes? Cálmate, ya volveremos.

Sus ojos no dejaban de mirarla, aullaba mientras cerrábamos la puerta.

Ya en taxi admiro un poco más su belleza.

—Desde mi graduación no te veía tan emocionada, te ves tan dulce como una niña que está abriendo su regalo, soy afortunado de tenerte y siempre te dedicaste a mí, olvidaste formar tu propia familia.

Hay días que pienso que es injusto todo lo que dejaste, te admiro y te amo, madre.

—¿Cómo se llama el restaurante? ¿A cuál me llevas, hijo? ¿Dónde queda?

—Sorpresa, madre, aguanta un poco. Solo te diré que es por Miraflores.

—¿Está bien la ropa que llevo?

—Gema, «te ves hermosa».

Mamá es la típica señora que no quiere mostrar lo que tiene por decir así, no recuerdo verla vestida con vestidos, ¡es tímida!

Ya llegamos al restaurante ¡LA TRASTIENDA!

Bajamos del taxi, ella está toda nerviosa, ¿es inusual verla de ese modo? Me agrada.

—Han tardado mucho, y la culpa es de mi hermanita, seguro.

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La sonrisa de la Luna

—Hola, tío, ¿hace cuánto llevas esperando?

—Acabo de llegar, ¡por cierto, hermana mía, te ves hermosa!

—Gracias, ¡tú no te quedas atrás! ¿Por qué no vinieron mi sobrino y mi cuñada?

—Rafael no regresa de sus vacaciones, Dana viajó hace dos días por lo de su mamá, me dijo que aún se va a quedar unos días, ya que su mamá no mejora.

— ¡Entiendo! Estaría más triste si uno de ustedes no estuviera hoy, no se lo perdonaría.

En la puerta estaban dos personas varones vestidos muy elegantes con pantalón y zapatos negros, camisa blanca con un moño, que nos dan la bienvenida.

—Señorita, caballeros, bienvenidos, pueden pasar.

—¡Gracias! —La respuesta de los tres.

Uno de ellos nos abre la puerta de vidrio, esa enorme puerta que mediría dos metros y medio. Ya dentro, una chica se encuentra igual de elegante, una pequeña falda que le llega a la rodilla de color negro, así como la balerinas, también tiene el cabello recogido y pregunta:

—¿Mesa?, o ¿tiene una reserva?

—Tenemos una reserva para tres personas.

Saca una tablet y lo revisa.

—¿Nombre con lo cual lo ha reservado?

—Mateo Grandes.

—¡Es cierto! —Llama a una señorita—: Llévalo a su mesa, por favor.

La señorita dice:

—¡Acompáñenme, por favor!

Pasamos por la sala, mesas pequeñas y grandes donde se agrupan amigos, parejas y familias. Las mesas están cubiertas con manteles blancos, las sillas de madera color café oscuro, hacen combinación con el piso de mármol color ocre.

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En el medio hay un candelabro flotando desde el techo con luces blancas, alrededor decorado con grandes jarrones de agua con plantas como ¡bambú de la suerte! Y macetas blancas con ¡espatifilo!

Llegamos a una escalera.

—Suban, por favor.

Las escaleras están pegadas a la pared paso por paso de color madera natural, ¡los pasamanos están en ambas partes! Arriba la decoración eran iguales, la vista al mar lo hacía interesante.

—Vengan por aquí, por favor.

Nos lleva a unas mesas, cerca de las ventanas enormes que dan vista a la playa.

—¡Siéntense, por favor! En la mesa tienen la carta. Yo me llamo Cynthia, soy quien los atenderá esta noche, me llaman cuando estén listo para pedir.

—¡Gracias, señorita! Mamá, ¿qué vas a pedir? Hay de todo.

—Ay, ¡no sé!

Toma la carta y empieza sigilosamente a leer, le da un poco de vueltas, sonríe un poco, la verdad nunca lo había visto tan encantadora. Dice:

—Yo voy a pedir este plato que dice «pato y su arroz».

Mi tío:

—Yo voy a pedir «arroz con marisco al grill».

—Yo voy a pedir lo mismo que tu madre, ¿y de bebida qué pedimos?

Mamá:

—Un pisco sour, eso me encanta, para los tres está bien.

—Sí, hermana, «está bien».

—Está bien, madre.

Siempre le veía brindar en cumpleaños, navidad, año nuevo, solo con vino. Era muy raro que mamá bebiera que no fuera en esas fechas. Saber que le gusta ¡pisco sour!, es algo bonito.

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La sonrisa de la Luna

—Madre, tío, voy a pedir un picoteo.

—Está bien, para esperar el plato de fondo, ¡anticuchos criollos!

Mamá:

—Señorita Cynthia, por favor, ya vamos a pedir.

Mamá empieza a dictarle nuestro pedido, la chica solo escucha, notamos que no trae una libreta donde escribir el pedido.

—No se vaya a olvidar, señorita, ¿no toma nota?

—No hay problema, recuerdo todo lo que me dijo. Entonces empieza a decirnos todo lo que le pedimos.

—Bueno, es fácil, ya que son dos platos, la misma bebida y un picoteo. Lo sorprendente es que no solo a nosotros nos está atendiendo, ¡hay otras mesas también!, en cada mesa hay gente numerosa. No hay que quitarle el mérito, yo sí me olvidaría.

Nos trae primero las bebidas, después el picoteo. Cada uno toma su vaso, nos ponemos de pie.

—Un brindis por ti, madre, eres la mujer más especial de mi vida. Hoy cumples un año más, sabes que te amo, soy de pocas palabras, lo sabes, solo pido estar muchos años a tu lado. ¡Por otro año más!

Mi tío:

—Bueno, hermana, tú sabes que te amo, sabes por todo lo que hemos pasado juntos y tenerte a mi lado es una bendición.

Unas lágrimas caen de esos bellos ojos.

—Gracias por sus palabras, hijo, hermano. Quiero dar gracias a Dios por este día y por los días que vendrán. Saben que yo también los amo.

Con sus ojos todo mojada, alza su mano, nosotros también con nuestras copas, ¡¡brindamos por sus cuarenta y cinco años!!

Llega el plato de fondo, el detalle es increíble. Mi mamá empieza a decir:

—Huele bien este pato.

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La chica de las zapatillas rojas

Empezamos a disfrutar de la comida y la bebida, ¡con unas anécdotas y bromas!, los tres reíamos. Mamá se veía tan feliz nunca antes me había fijado tanto en ella.

—¿Qué pasa, hijo? Come, ¡ya deja de mirarme! Se enfriará tu comida.

Con una pequeña sonrisa:

—¡Está bien, mamá!

Hace unos días atrás veía las redes, en eso me salió un vídeo de una entrevista de un deportista de EE. UU. Todos le preguntaban si estaba feliz de ser campeón, si estaba saliendo con tal modelo…

Las mismas preguntas una y otra, eran casi iguales, en la conferencia también asistían los fanáticos, un señor no más de treinta años, ¡tenía cargado a su hijo en el cuello!, de unos ocho a diez años. El niño levanta la mano para preguntarle, el deportista todo amable y sonriente le dice:

—Adelante con su pregunta, pequeño amigo.

—¿Quién es tu héroe?

Una simple pregunta que nadie quiso decir o tal vez no es relevante para algunos. Pero el deportista de estar sonriente puso la cara de tristeza, empezó a susurrarle al momento de responder tartamudea:

—¿Mi héroe?, es una buena pregunta, admiro a mi papá desde pequeño, siempre trabajo duro para estar donde estoy. —Entre lágrimas la voz seca un poco suave dice—: ¡Sí!, es mi papá…

Es igual la pregunta y la respuesta, mi madre es mi heroína, siempre la vi trabajar sin quejarse, nunca me faltó ropa, comida, educación y, sobre todo, amor.

Es una noche de aquellas que nunca se olvidan, porque estuviste con las personas importantes de tu vida. Una sonrisa de felicidad desborda la atmósfera.

Al salir del restaurante nos agradecen por la visita y esperan que regresemos. Amables hasta el final, supongo que es eso lo que les hace ser un buen restaurante.

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Mi madre empezó a estar como cansada, dentro estuvo con mucha energía. Se toca el pecho.

—¿Qué es lo que te sucede, madre?

—Empezó a dolerme el pecho de la nada, creo que es acidez por la comida.

—¿Estás segura, hermana?

—Vamos, siéntate en la grada un rato mamá. Mientras llamo un taxi. Los chicos de recepción se acercan.

—¿Pasa algo, caballeros?

Ella se pone de pie.

—Mateo, me siento mareada.

Me acerco, está toda pálida.

—Chicos, por favor, ¿tienen alcohol?

En un instante se derrumba diciendo:

—Mis piernas se entumecieron.

¡Volteo!, ella caía lentamente al suelo, mis manos lograron sostener su cabeza a tiempo.

—¿Estás bien, mamá?

No escucho una respuesta de su parte, la empecé a acomodar en mis brazos, su cuerpo empezaba a ponerse pesada y no podía hablar, solo me miraba con lágrimas de repente, todo su cuerpo se empezó a desvanecer.

Esto no puede estar sucediendo, empecé a sentir cómo su cuerpo se ponía helada, mis lágrimas cayeron más y más.

Sabía lo que pasaba, mi mente no quería aceptarlo, mis cejas subieron al centro, mis labios cayeron temblando y sentí que la barbilla se elevaba, di un grito:

—Mamá, mamá, mamá, responde, por favor.

A mi lado, todo impotente, mi tío lloraba sin saber qué hacer.

Mis gritos llamaron la atención de todo alrededor. Los chicos del restaurante con alcohol en mano.

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—Llamen una ambulancia, rápido.

En mis brazos, mi madre dejó de respirar, de llorar, solo pesaba más. Me quedé abrazándola hasta que llegaron los paramédicos, ya nada podían hacer, ella falleció.

Entré en shock, mi mente se nubló, veía y sentía que mi tío con lágrimas me abrazaba. Uno de los paramédicos se acercó y se escuchó decir: «Lo sentimos, no pudimos ya hacer nada. Es posible que sufriera un infarto».

Pidió que uno de nosotros lo acompañase a la clínica donde se debió atender. A lo que fuimos los dos ya que mi tío no quería dejarme solo. No salía del shock, no entendía lo que pasaba, llegando a la clínica me desvanecí.

Cuando desperté a un metro estaba sentado mi tío, con ojos llorosos, por un momento pensé que era un mal sueño todo lo que pasó. Fue real, mamá ya no está.

El dolor es tan grande que no puedo explicar.

Sentado, viendo que la vida te arrebate todo en un segundo, ella está en un cajón o ataúd como quieran llamarlo, entonces está tranquila, parece que estuviera durmiendo, solo que no está en su cama con su frazadas, su almohada de plumas sosteniendo su pequeña cabeza, es diferente, ella está para ser enterrado bajo tres metros sobre el suelo.

¿Cómo puedo seguir parado o sentado? Mis ojos solo quieren llorar, mi cerebro solo tiene pensamientos tristes y negativismo, ¿cómo le explico a mi alma que el dolor no lo soporto? Solo veo a mi tío aguantarse, su esposa y su hijo callados a su lado y algunos conocidos que me miran con pena.

Mis pensamientos están nulos, mirada al frente mientras el cura está dando un discurso, es momento de bajar el ataúd, hora de despedirse del cuerpo, el alma está siempre con nosotros dice el hombre

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con Biblia en mano, parado observo cómo las tierras van enterrando el agujero donde yace el cuerpo de mamá, el tiempo transcurre y yo aún sigo en este lugar llamado parque del recuerdo, no quiero irme, ojos de los cuales ya no salen lágrimas, un pequeño esfuerzo para que salgan, qué propósito tiene llegar a casa, solo está Buck, de seguro él también está triste esperando a mamá.

¿Qué sentido tiene estar aquí viendo cómo la tierra cubre a quien era todo lo que tenía? Cómo quisiera que lloviera y las gotas oculten las lágrimas que no quieren salir.

¿La muerte significa algo? ¿Es normal ver morir a la persona que amas? ¿Estamos preparados para decir adiós? Son preguntas que nos haremos siempre, no tenemos más que una vida.

Los amigos, familias me consuelan de que todo va a estar bien.

Llego a una casa silenciosa, vacía, muerta, despierta las pocas horas que dormiste, preparar el desayuno, el almuerzo o la cena, son esfuerzos inútiles no llegar a comer ni tres cucharadas o mordiscos. Buck es mi cómplice, solo está mirando la puerta, hago un poco de bulla en el cuarto de mamá y sube al oírlo, cuando me ve, regresa a la puerta.

Mi cuerpo te pide agua, los ánimos mueren, que solo quieres estar echado y mortificándote, ¿por qué? No la llevaste a la clínica, ¿por qué? No te preocupaste por su salud. Si tanto la amabas, ¿por qué? Nunca pensé que podría estar enferma de algo. Fui egoísta, echarme la culpa a diario es una forma de castigarme.

Sentado, parado, dormido o despierto todo eso no significa nada, el tiempo transcurre, las estaciones llegan, los días se vuelven vagos.

Cada noche la tristeza se envuelve en llanto, el hambre desaparece, el cuerpo y el alma parecen cómplices, la depresión da paso a la agonía.

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Por semanas, ir a visitarla en donde dicen que descansa, estoy parado o sentado sobre su tumba, mis lágrimas aún no cesan, me quedo horas contemplando su lápida.

Paso un año desde que falleciste por un infarto al corazón, te pienso a diario, al principio me sentaba en tu habitación solo, después unos meses Buck me acompañó desde ese día cada mañana, nos quedamos observando tu cuarto, recordando lo que me decías cada mañana.

Pensando que sigues ahí y que en cualquier momento te levantarás y me dirás:

—Buenos días, hijo.

Yo respondería:

—¡Hola, mamá!

Con una sonrisa contestarías:

—¿Qué quieres de desayuno?

Siento que no podré continuar, eras todo lo que tenía.

Me decías:

—Tienes que casarte, quiero nietos, sal con una chica. Siempre estaré contigo, aunque te cases. Tienes veinticinco años, yo no estaré para siempre, hijo, forma una familia numerosa.

Empiezo a tener problemas económicos, el ahorro que tenía más los tuyos, se acabaron, pero ¿cómo empiezo de nuevo?

El tío salvador siempre está visitándome, siento en su mirada la tristeza, estaban muy unidos, casi como si fueran gemelos, puedo entender lo que siente.

Me encuentro recostado en su habitación. Oigo la puerta abrirse y Buck hace bulla, y una voz:

—Hola, Buck, ¿cómo te encuentras chico, dónde está Mat? Traje tu comida este flaco. Mat, baja.

—¿Sí?, ahora bajo, tío.

Este tiempo me dejé crecer el pelo y la barba.

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La sonrisa de la Luna

—¿Cómo estás? Veo que nada cambia.

Estoy bien, no te preocupes.

—Vine a dejarte para tu semana, la comida de Buck también. Sabes que te quiero y no estás solo. Estuve pensando que ya es suficiente todo esto y entiendo por lo que estás pasando, ella no estaría feliz de que te quedes siempre sin hacer nada. Tenemos que seguir.

—Ya la olvidaste, así de fácil. Entiendo, pero estoy bien, no tienes que preocuparte por mí.

—Nunca la olvidaré, también sé que ella no se pondría feliz verme triste siempre, la pienso a diario. Recuerdo los días que pasamos en la sierra de pequeños y recuerdo ese día, lo hermosa y feliz que estuvo.

—La primera vez que la vi así fue cuando te tenía en el vientre con su enorme barriga, solo usaba vestidos enormes que le llegaban al tobillo. Solo vine a dejarte esta carta, es de cuando supo que iba a ser mamá. Me la envió para contarme. Te la dejo, cuídate.

La carta:

Hola, Salvador, ¿cómo estás? Espero que estés bien, que hayas encontrado un buen trabajo y que sigas con tus estudios, ya quiero ver a mi hermano convertido en un doctor. Te escribo para contarte un secreto, bueno, no sé cómo decírtelo, parece fácil, pero no es así, confío mucho en ti, lo sabes. Ya te lo digo: ¡¡Vas a ser tío!! No sabes lo emocionada que estoy, tendré un bebé, no sé aún qué será, ¡pero presiento que será varoncito! Estuve soñando con él, ¡veo su cara, sus manos, piernas! Será muy guapo y siempre tendrá un pedazo de mi corazón, yo también estaré en su corazón. Ya lo amo. Perdón por hacerte tío tan joven, papá lo tomó bien, ya que conoce a Leonardo. Solo nos dijo que dejemos este pueblo, tal vez te estemos visitando de aquí a tres meses y verás nacer a tu sobrino. Te amo.

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Cuídate, abrazos.

Lágrimas mojan el papel, haciendo que la tinta se corra. Me enseñaste a ser fuerte, depender de mí mismo, a nunca rendirme, recuerdo que te dije que voy a estudiar para ser chef, al día siguiente me compraste mi delantal y mi turbante, no supe qué decir o hacer, me emocioné tanto que te abracé muy fuerte.

Nunca te hubiera soltado ese día y nos hubiéramos quedado abrazados. Sin embargo, nunca quisiste que me detuviera por nada, decías: «¡Si empezaste con algo, termínalo!».

Hoy es más triste que los anteriores, es inevitable sentir dolor, odiar una vida sin ella.

Ella siempre decía: «No importa si llegas a morir joven, lo importante es que en ese periodo de vida hayas tenido amor, decepción, ilusión y el poder de perdonar. El día que mueras sabrás que has vivido, ¿por qué? Experimentaste todo lo que la vida ofrece. Pero si vives más entenderás que hay mucho por qué vivir».

Eso es, ¿tengo que ver que hay más? ¿Por qué vivir?

Me tengo que cortar el cabello y afeitarme, cierto, Buck, a ti también tengo que bañarte, llamaré a un amigo mañana.

Pararse sin un motivo es difícil, a veces queremos un propósito para levantarnos, pero cumplir las expectativas de uno puede ser un motivo razonable.

Llamé a un compañero de trabajo que se había acercado unos meses atrás para una propuesta laboral que era fuera de la ciudad.

—Hola, Héctor, ¿cómo estás? Te llamo para saber si aún está la propuesta de trabajo que me mencionaste.

—Claro, amigo, me llamaste en un buen momento. Puedes acercarte hoy en la tarde al Hotel Sheraton. Preguntas por Daniela

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Muñoz a las 3.00 pm. Te va a estar esperando. Yo ahora coordino con ella.

—Sí, estaré a la hora. Mil gracias, Héctor.

El hotel Sheraton es el más conocido del país, creo que esta vez entraré por primera vez. En el hotel hay un lugar donde hacen conferencias, seminarios. La puerta para ellos es, como dicen, por la puerta trasera. Me presento en recepción y digo quién me está esperando para una entrevista. Me pide que deje mi DNI. En un momento le llaman.

Se acerca una señorita simpática trigueña buen cuerpo de estatura alta.

—Señor Mateo, un gusto, sígame a la oficina.

—Buenas tardes.

Ya en la oficina se presenta formalmente:

—Soy Daniela Muñoz. Héctor me comentó que estás interesado en el trabajo de campo y también porqué saliste del anterior trabajo, lo siento, no debió ser fácil, pero tenemos que seguir, ¿no? Eres perfecto para el puesto ya que tienes buena referencia de tus jefes y también de Héctor.

—Sí, estoy interesado, me comentó también un poco de cómo es el trabajo y lo demás.

—Ya que estás de acuerdo, te comento sobre el empleo, trabajarías para la compañía minera Antamina.

Me menciona mis funciones como chef, mi sueldo, cómo son los días de descanso, se trabaja 15 por 10.

—¿Cómo es eso?

—Trabajas quince días y descansas diez. Tenemos movilidad de ida y vuelta en donde resides, los horarios de trabajo son de doce horas, también tendrás un cuarto donde te vas a quedar.

Pregunto:

—¿Si vivo cerca me podría retirar del campamento?

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—Claro, además la compañía minera tiene un lugar donde los trabajadores viven con toda su familia, es un espacio que se dio para que sea más beneficioso para ellos.

—Entonces, no tengo ningún problema.

—Solo tienes que pedir un permiso especial. ¿Otra duda que tengas?

—No, todo claro.

—Entonces, te llamaremos para que pases el examen médico, y los documentos que tienes que presentar.

Tomo el teléfono y marco a tío Salvador.

—Hola, tío, ¿cómo estás? Me preguntaba si podía ir a visitarlo mañana.

—Claro, hijo, me alegra mucho que hayas llamado, te esperamos. Llego para almorzar.

Estoy un poco emocionado, pero no dejo de estar triste. La vida es simple, pero se nos complica cuando perdemos el motivo de seguir viviendo, pensamos que alguien tiene que estar al lado para seguir sonriendo y que tu vida sea perfecta.

Al menos eso fue para mí, siempre imaginé que mamá y yo envejeceríamos juntos, que yo muriera antes, no me imaginaba la vida sin ella.

Ella tenía una vida simple, nada complicada, un trabajo, hijo, perro, casa y un hermano. Ahora que ya no está me pregunto si hubiera querido hacer otra cosa. Era feliz con lo que tenía. Yo también era feliz, ¿habrá algo que me saque de la soledad?

Creo que parte de la vida es continuar sin un comienzo, ya que al nacer es el día que comenzamos a vivir y cuando lleguemos a mirar el rostro de la muerte sabremos que se terminó, antes de ello tenemos que reiniciar nuestras vidas muchas veces, no es solo morir, es también saber que vivimos lo suficiente y con ello abrazaremos a la muerte con una sonrisa.

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La sonrisa de la Luna

Llego a la casa de mi tío; mi primo y su esposa me reciben amablemente, Buck está emocionado, al parecer empieza lamerlos.

Nos sentamos un momento. Me pregunta cómo estoy y cómo me animé a visitarlos? Que se alegran de que estoy dando el primer paso y les cuento un poco del trabajo que encontré y dónde será.

Pienso quedarme en el pueblo, me preguntaba si aún estaba la casa del abuelo.

—Claro, aún sigue donde lo dejamos.

Entre risas:

—Pienso quedarme un tiempo allí.

—Vaya, eso sí es una sorpresa, ¿crees que estarás bien allá? Supongo que también irás con Buck.

Creo que necesito estar a solas, no tengo idea de cuánto tiempo. Ella siempre decía que quería regresar, lo haré por ella y Buck se irá conmigo, él también desea salir de la casa.

—Sabes que no es necesario.

—Lo sé, tío, pero es lo que quiero hacer.

—Está bien, entonces llamaré al señor que cuida la casa para que te prepare un cuarto.

—Gracias, una cosa más, ¿conoces a alguien que pueda llevarme y recogerme del trabajo?

—Miguel se llama el señor que cuida la casa, él me comentó que tuvo un problema con su coche y que si alguien vende una le avisara, puedes quedar de acuerdo con él.

—Perfecto.

—¿Cuándo empiezas a trabajar?

—Aún no lo sé, pero supongo que será en dos semanas.

—Yo me comunico con Miguel para que prepare el lugar para tu llegada.

Ya en la tarde me despido.

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—Gracias por todo, tío, hasta luego, cuídense.

—No tienes que irte, te puedes quedar al menos hoy.

—Tengo que arreglar la casa y poner en orden todo ya que por un buen tiempo no estaré, el coche también tengo que llevarlo a que lo revisen. Otro día, gracias.

—Está bien, cuídate y come, que estás flaco.

Esa noche pude dormir sin despertarme en la madrugada, me había olvidado qué era dormir sin despertarme a esas horas, pensé que era normal el dormir de esa manera.

Desperté con una llamada de Daniela.

—¿Aló?

—Hola, Mateo, soy Daniela, de la compañía minera Antamina, le estoy llamando para indicarle el día de su examen médico, y los documentos que necesito que me entregue.

Al saber todas las indicaciones para el examen médico, así como qué documentos tengo que llevar al momento de firmar contrato, confirmo mi asistencia y de los documentos. Tengo tres días para arreglar la casa y dejar en orden todo.

Los días pasan, las inseguridades vienen y van. Ya pasado el examen médico, establecido la fecha de ingreso al campamento, solo debería organizar el viaje. Aún me cuestiono si fue la mejor decisión, había poco miedo, dejar todo atrás para empezar de nuevo, tal vez la confianza aún es cuestionable.

Es una opción acertada o no, necesito alejarme un rato de la capital. ¿Qué mejor que ir al pueblo de mamá? Nunca había ido, siempre era al siguiente año.

Mamá con su trabajo, igual que yo. Nunca se dio, ¿ahora yo lo cumpliré? Encontrar este trabajo también ayuda un poco, siempre hablaba lo que vivió en su infancia.

Extrañaba la lluvia, la comida de campo.

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No conozco el lugar ni el camino, lo tomaré como una aventura, lo bueno es que hay GPS.

Son doce horas de viaje, mi tío dice que tendré que salir de madrugada para llegar en la tarde, así podré acomodarme llegando a la casa del abuelo. Tiene un conocido de la familia que cuida la casa. ¿Quién estará esperándome al llegar? Y mostrarme el camino, ya que la casa no está en el pueblo.

Suena la alarma, ¿son las tres y media de la madrugada? Las cosas están en el auto desde ayer, entro un rato al cuarto de mamá para despedirme y decirle que voy al pueblo. Buck sube a la cama, la rodea un poco y se echa con una mirada triste.

Murmuro en la silenciosa habitación:

—Mamá, después de suspender muchas veces el viaje, al fin estoy yendo.

Me acerco al viejo baúl, saco su único tesoro que tenía, su «brazalete».

Se ve tan simple. ¿Qué valor tendría para que le prestara tanta atención?, de vez en cuando se quedaba observando. Entiendo que papá se la regaló, tal vez por eso era especial. Ya en el volante encendemos el auto, nos dijimos a la panamericana con destino al lugar más alejado de la civilización. Buck como mi copiloto.

Antes de salir de Lima llego a un peaje en el distrito de Ancón, ya pasado, me voy despidiendo de la ciudad, entre las curvas del cerro se pierde la vista de la ciudad. Tras tres horas conduciendo llego a la desviación donde se despide el norte y empieza el centro del país dirección a Huaraz.

La carretera es de un solo carril, coches interprovinciales, tráiler, autos, me dirijo a subir las enormes montañas con un camino en subida y muchas curvas.

Ya al mediodía estamos en la cima, el frío es intenso en este lugar, pareciera que puedo tocar las nubes, es una planicie, nada de subir o

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sonrisa de la
La
Luna

La chica de las zapatillas rojas bajar. Tengo que tomar otra desviación, la que me lleve a Chavín. Empezamos a descender, se puede ver montañas de nieve a la distancia. Llegamos a una laguna (Querococha), se ve hermosa con los valles de nevados que lo cubre, pasando por el hermoso paisaje, Buck saca la cabeza con la lengua afuera, ladra a las aves, se me viene a la mente una película que me gusta ver y es una de mis favoritas: Madagascar.

Ahora entiendo lo que quería decir esa película y quería que mi alma lo entendiera. Son cuatro animales distintos que en la vida real a estos no lo verías juntos y mucho menos que fueran amigos.

Hay un mensaje para aquellos como yo que buscan el camino cuando todo lo pierdes. Resulta que ellos por accidente o cosas del destino que nadie entiende toman la decisión de seguir a un amigo que quieren, sin darse cuenta de que salieron de su confort, eran felices, siendo el atractivo de otro, complaciendo a los demás, esa decisión los llevaría a una aventura que nunca pensaron tener.

Se darán cuenta que había más detrás de esas paredes, detrás de aquellas personas que los alimentaban y los hacían sentir amados. Supongo que las decisiones más acertadas son cuando tienes mucho que perder. De alguna manera estoy saliendo de mi zona de confort.

Para llegar al lugar el camino se repite hasta llegar a un túnel donde hay una cabeza calva de la cultura Chavín (túnel de Kawihs está a 4516 m. s. n. m) así como una estatua de un inca al salir, el camino se hace sencillo.

Llegado al pueblo, busco dónde comer.

Son las dos, ya falta poco. Dejamos esa pequeña ciudad para llegar a otra llamado San Marcos, voy a echar gasolina en este lugar; saliendo del pueblo el camino es trocha, ya no hay pista, el camino nuevamente es de subida. Los caminos son angostos, se puede ver que los neumáticos rozaran la pendiente hasta llegar al pueblo Mirgas (3175 m. s. n. m). Ya se ve cerca el pueblo, solo tenemos que bajar una

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