La gota que colmó

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La gota que colmó

Blanca García Ceballos

LUISA Y DOROTEA: EL PLACER DE SUSPIRAR

La sensibilidad al trasluz.

RTVE2 «Crónicas», aPASe y Karina Z de B.

A la tía Luisa le cautiva cambiar las sábanas de su cama de princesa. Piensa en ese gustirrinín cotidiano de dejarse acurrucar por unos pétalos frescos con perfume a flor de naranjo y sabor a bienestar.

Las despliega tan solo lo justo para alcanzar los picos con un pellizco decidido de sus dedos de ratón de campo, y las desdobla de un plumazo al viento.

En tan solo dos segundos, danza al son seco del desplegar de unas alas de ensueño placentero y, al trasluz, se produce la magia de la mañana.

Afortunadamente, su habitación tiene vistas al patio familiar, y el juego de los días soleados deja entrar unos rayos de sol teñidos de verde bambú, en los que flotan millones de partículas silenciosas de polvo de hada.

Las sábanas aterrizan suavemente sobre un colchón con cara de verano, y el frescor de la mañana colma sus pulmones.

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En ocasiones, algún pajarillo se deja ver tímidamente desde el alfeizar de la ventana, aún con su traje ahuecado, curioseando el quehacer mañanero de los humanos y preguntándose cómo sería vivir en una piel sin plumas.

Mi tía Luisa estira poco a poco cada pliegue del lienzo que, en la noche, pintará de calma blanca y suavidad un descanso merecido. Para ello, se duchará justo antes de acostarse, y olvidará esa costumbre tan ridícula de ponerse pijama para dormir. Nunca le gustó esa barrera limítrofe entre su cuerpo y el mundo onírico en el que nos abandonamos cada noche para ser por fin nosotros mismos.

Así que, bien limpita, mi tía se introduce en las frescas sábanas de satén (o de franela, según el momento), y una vez recupera el calor corporal y puede estirarse poco a poco para coger su postura preferida..., suspira...

Un suspiro profundo y rendido al son de paz, un alivio íntimo, una canción de cuna susurrada. A los pies de la cama, Luisa siempre obtiene respuesta de confirmación y complicidad de parte de su fiel y peluda compañera de vida y mil sueños.

—¡Aaah!... ¡Mmmm!...

Ahora sí, ha llegado el momento. Que sean dulces, tía Luisa.

«Zzzz…».

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LA MEJOR POSTURA, POR LUISA Y DOROTEA

Luisa tiene el hábito de dormir aplastando la barrigota contra el colchón, y siempre pone su mano entre la cara y la almohada. Ella dice que es para respirar mejor; pero yo sé que lo hace porque le disgusta babear su lecho de azucenas.

Su perrita Dorotea (a quien le encanta la azotea), en cambio, duerme hecha un ovillo perfectamente redondo, donde ella misma pierde la cuenta de las patas que tiene. Esconde siempre bien su trufa, para mantenerse calentita y no desvelar que esta, se ilumina las noches sin luna para aliviar la oscuridad tenebrosa de las pesadillas de su amiga.

En todo caso, la mejor postura para Dorotea será siempre aquella que más la acerque a su Luisa.

FRASQUITO Y JACINTA: APACIBLE DESAYUNO BAJO LA PARRA.

«Con alma, vida y sombrero»

Refranero popular

Cada mañana, el quiquiriquí del gallo de mi vecino Frasquito, nos anuncia la llegada del sol. Su canto se escucha como mecido por un halo de buena esperanza que, a lo lejos, ameniza las últimas aventuras del país dormido. Frasquito, con sus 88 años de edad, sale puntual cada mañana a su «BangBang. Bang-Bang», que es el nombre que su nieto le puso al huerto, aquel día

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que cocinaron juntos una receta tailandesa con las «coliflowers» del terreno. Desde entonces, cada segundo domingo del mes, Frasquito y Esteban cocinan algo nuevo, mezclando la sabiduría de la tradición de uno y el viento fresco de los viajes del otro.

Frasquito se toma el café ya en el huerto, disfrutando del crecer de las lechugas; analizando el color de los tomates (este año están tardando en colorear) y supervisando que el escuadrón de insectos siga haciendo diligentemente su trabajo.

Puedes sorprenderlo cantando una nana de Lole y Manuel al jazmín del rincón, aquel que plantó su compañera de vida y que nunca deja de florecer. Los días de cielo gris, podrás escuchar cómo recita La vida es sueño, con un ruiseñor muy señoreado.

Allí en el huerto, huele a gestación de verano los lunes, y a esa fragancia a tierra mojada que precede a la lluvia cada jueves. Los martes, es su favorito, con olor a pasto verde; y los sábados, le recuerdan al olor de su gata Tulipa, que solía dormir sobre los geranios colgados en el patio interior.

Mi vecino se afana en regar lo justo y necesario cada una de sus plantas. Ellas le cuentan que, en la noche, una pandilla de caracoles derrapó por las hojas de las acelgas y que la familia de la araña Patraña ya se ha independizado.

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Una vez terminada la faena, el anciano se permite comer algo, pues como decía su abuelo: «Con el tajo andao, estómago saciao». Entonces Frasquito cuenta historias a sus gallinas, mientras estas campean libremente por un huerto exclusivo para ellas, con sandías, espinacas y maíz, que siempre crecen cuando es temporada. Algunas acuden entusiasmadas a escuchar las historietas del abuelo, que se tiene que sentar porque los pollitos de Matilde le quieren quitar el peluquín, y con su edad, no quisiera caerse.

Tras el almuerzo, siempre queda algo de fruta para Jacinta, la gallina pinta, que no puede volar. Con casi veinte años ya, es la gallina más longeva, la niña de sus ojos. Hoy, ha tocado uvas de la parra, jugosas y dulces.

—¿Sabes, Jacinta? —le dice cada mañana inflando sus fosas nasales, satisfecho y orgulloso—. Aquí tenemos el aire más puro de todo el país.

Y observando el musgo del muro colindante, entona un cántico que aprendió cuando era niño.

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EL

OLOR A LLUVIA, POR FRASQUITO Y JACINTA

La lluvia huele a recuerdos y a tardes de acuarela y parchís. Cada una de sus notas musicales, horada el pensamiento levitante de los románticos, y disimula el llanto de las hadas. A los hombres como Frasquito, no les asusta mojarse, y disfrutan del gotear de sus flequillos sobre la simiente. «Plic, plic, plic...».

Aunque no fue a la escuela, sabe perfectamente que la fragancia a tierra mojada proviene de los hongos, y cura cualquier infortunio de la tarde anterior.

A Jacinta, sin embargo, le disgusta mojarse el pico, por lo que prefiere acompañar a su amigo bajo su gorro de paja, donde huele a tomillo y menta.

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ISBN 978-84-19973-46-7

9 788419 973467

C u entos para alargar-lavi d a

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