La imaginación de Tom Pita

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LA IMAGINACIÓN de Tom Pita Ricardo Plaza

Ilustrado por: Samuel Muñoz



PINO, SUELA Y EL «INSOPORTABLE»

Empezaré

sin preámbulos: Me llamo Tom Pita Infante y hasta hace unos pocos días odiaba los martes y los jueves. Como primera frase no está mal. Es contundente. Obviamente, necesita una explicación detallada para ser totalmente comprendida. Sí, así era, aunque parezca una tontería y un sinsentido odiar un día concreto, que 3


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siempre puede tener cosas malas y buenas. Odiaba los martes y los jueves, y no podía evitarlo de ninguna manera. Repito, sé que resulta extraño dicho de golpe, nada más empezar, pero tenía mis motivos, razones de peso, nunca mejor dicho. Es como la gente que no soporta los lunes por ser el primer día de trabajo o de colegio de la semana. El lunes no tiene culpa ninguna, cierto, pero se le coge manía. A algunos les ocurre en domingo. Tienen el cuerpo revuelto solo de pensar que al día siguiente habrá que madrugar, levantarse a pesar de que se tenga un sueño insoportable, lavarse aunque haga un frío insufrible, vestirse, desayunar..., todo hecho a gran velocidad para no llegar tarde y encontrarse la puerta de clase cerrada y detrás a la profesora que, con cara de estatua de cementerio abando4


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nado, parece que te taladra con la vista y te pregunta: «¿Otra vez tarde, Tomás?». Incluso hay gente rara que odia los sábados porque... bueno, obviamente es gente rara. De hecho, ¡muy rara! Es casi imposible odiar un sábado. Yo odiaba los martes y los jueves, ya lo he dicho. Aunque solo durante este curso. El odio era variable, iba cambiando cada año. El año pasado odiaba los lunes y los miércoles, y el anterior, los miércoles y los viernes. Pero antes de explicar el asunto de la ojeriza a los martes y los jueves, tengo que presentar a los protagonistas de la historia. El primero es Samuel Pino, «Pino» a secas para los más cercanos. Es uno de mis mejores amigos. También le suelen llamar «Pinocho», pero solo a veces los graciosillos de clase. A él no 5


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le gusta excesivamente, claro, aunque la verdad es que tiene una nariz que parece la de un muñeco de nieve resfriado. El cuerno de un unicornio. Un cucurucho de helado de 3,50 €. En fin, tiene una nariz muy grande, un narizón. Suela y yo (Suela es nuestro otro mejor amigo) nos reímos mucho del tamaño de sus narices. Le decimos cosas como que si le miras de perfil parece una raqueta de tenis o una gran sartén de freír. Pero solo si Pino nos deja, claro, si vemos que está de buenas. Aunque se puede decir que casi siempre lo está. Tiene mucho sentido del humor. Como muestra un botón. Un día nos recibió en su casa, tirado boca arriba en el suelo de su habitación. Veníamos a recogerle para ir a una fiesta de disfraces en el colegio. Suela iba de pirata, y yo 6


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de oso (muy poco originales, es cierto) Pino estaba totalmente vestido de verde, incluso con un pasamontañas de ese color. Dudábamos entre si iba disfrazado de Peter Pan o de pimiento. Cuando le preguntamos qué disfraz era el que llevaba, se tumbó en el suelo, se puso una pequeña pelota blanca dentro de la boca y nos dijo medio asfixiado: —Joy un ganco de gog. Eg goyo gegioto. —¡¡¿Qué?!! —preguntamos al unísono Suela y yo. Pino se quitó la bola de la boca y se colocó en la punta de la nariz una pegatina blanca y pequeña, de forma triangular, con el número 18 escrito en negro. —¡Mirad! Con banderín y todo —nos dijo. Luego repitió lo que había dicho antes, pero ya sin la pelota en la boca. A 7


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la segunda sí le entendimos—: ¡Soy un campo de golf. ¡El hoyo 18! Llegamos tarde a la fiesta. No pudimos dejar de reír en media hora. Precisamente fue mirando la nariz de Pino el martes pasado cuando me vino a la imaginación uno de mis deportes «cuasi-olímpicos». Yo los llamo «cuasi-olímpicos», aunque algunos son pura imaginación, la verdad, y no pueden practicarse de ninguna manera, mucho menos en unos juegos olímpicos. En todo caso, Pino es el alma de la historia, aunque sería más correcto decir que es

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la «nariz» de la historia (¡JA, JA, JA!, qué gracioso soy… Perdona, Pino). El segundo protagonista se llama Charly «Decatlón». Charly es el superdotado deportista de la clase. Gana todo, gana siempre y gana sacando una gran ventaja sobre el resto. No importa el deporte que sea, individual o de equipo. No obstante, lo peor no es eso. A fin de cuentas alguien tiene que ganar y, generalmente, suelen ganar los mejores. Lo verdaderamente insufrible es lo presumido, lo engreído y lo presuntuoso que resulta. Por ejemplo, si juegas al baloncesto con él, parece que no le basta con machacarte. Ni siquiera te mira mientras te machaca, y cuando termina de machacarte, ni siquiera te dirige la palabra. En una palabra: INSOPORTABLE. 9


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Yo soy el tercer protagonista de la historia. Como os he dicho, me llamo Tom. Tom Pita. Tom viene de Tomás, pero me gusta más que me llamen Tom. Es más rotundo. Los burlones de clase, unos graciosillos insoportables, insisten en llamarme «Trompita» en vez de Tom Pita. ¡JA!, que me troncho. Incluso alargan el «simpatiquísimo» apodo hasta dejarlo en «Trompita de elefante», mofándose de mi nombre completo, con los dos apellidos, Tom Pita Infante. ¡JA, JA!, me parto de risa. Son graciosos, graciosos, graciosos, pero que muy graciosos. No me queda más remedio que decirlo: ¡JA, JA y JA! A veces pienso que ojalá fuese realmente un elefante para sentarme un ratito encima de ellos y poder reírnos juntos mientras les aplasto solo un poquito, compartiendo un momento 10


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de amistad relajadamente mientras viene la directora del colegio para enviarles directamente al programa «anti-acoso», diseñado especialmente para los más insistentes graciosillos. Como podréis imaginar, tengo un «ligero» problema de sobrepeso, igual que Pino tiene un problema de narices, y Suela, siendo el más bajito de la clase, tiene un problema de altura. Por cierto, a Suela no le llamamos así porque esté al nivel de las suelas de los zapatos. No es un apodo. Suela es su verdadero nombre. Alberto Suela Zapato… No, es broma. En realidad se llama Alberto Suela Comín. Mido 1,37 metros. Una estatura perfectamente normal para mi edad. Peso 48 kilos. Esto ya no es tan normal. Estoy en el percentil 95 de entre los niños nacidos el 11


mismo año que yo, lo que quiere decir que de cien niños, solo hay cinco más gordos. Ocho Suricatos De cincuenta niños, solo dos o tres. Como en claseel deporte somosnoveinticinco, de- llega Decididamente, es para Tom. Siempre último en carreras, es elun que mayor menos salta, el menos bería elhaber unlasniño con peso habilidoso con el balón... Por si fuera poco, tiene que aguanque eltarmío entre mis compañeros. Lamenlas burlas de los «graciosillos» insoportables del colegio. En definitiva, eliminaría la clase de Educación Física si de él tablemente no es así. Yo soy el más pesado dependiera. El fuerte de Tom es más bien imaginación. de todos. Por lo menos desutodos los Sueña que despierto y constantemente inventa situaciones y conversacioasistimos a clasePrecisamente de Educación Física,y sus queamigos nes divertidas. su imaginación y Suela son los le ayudarán a cambiar su percepes lo Pino importante enque este caso. Pepe Huérción de la Educación Física, imaginando nuevos deportes canostremendamente pesa 3 kg entretenidos más queque yo,sepero no a sus adaptenélmejor características físicas… cuenta, porque está exento de hacer deimplícitos:trajo hace dos cursos un porte.Valores Su madre La Imaginación de Tom Pita no es solamente un relato divercertificado médico el queEssetambién le diagnostido de un niño llenoen de fantasía. una historia de y de superación; de vaso medioNo llenopodía y de quererse ticabaamistad un soplo en el corazón. a uno mismo; de intentar descartar lo malo y buscar refugio correr, trepar, trotar, saltar, ni nunca ninguentre los que te quieren… Y de no juzgar a los demás por sus apariencias. na de las «animaladas» que, en mi opinión, hacemos en la hora de Educación Física.

ISBN 978-84-18499-34-0

A partir de 8 años 9 788418

499340

babidibulibros.com


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