La segunda vida del dragón

Page 1


del dragón LA SEGUNDA VIDA

NACIMIENTO DIVINO

El mundo es disperso y adverso a las necesidades básicas de los seres vivos. Soy un dios, uno verdadero, pero la verdad es que nunca lo quise, solo quería ser feliz. Llamé a mis seres queridos más de una vez… pero… nunca estuvieron ahí cuando más los necesité.

El día en que nací fue uno muy oscuro, demasiado. Pero se hizo la luz bajo esa oscuridad. Empujé mis patas, mis alas y mi cola. Empujé y empujé y la oscuridad se quebró, ahí entendí que había roto el cascarón. Vi el mundo exterior, el cielo azul, las nubes blancas, el pasto verde, fue… fue hermoso… la primera vez.

«¡Dios Dragón!» gritó el humano que se hace llamar Héroe, despertándome del recuerdo. Miré la mesa que está enfrente mío y tiré algunas botellas con mi mano izquierda. Miré mi mano, cinco dedos humanos. «Vine a matarlo, disculpe por las molestias». Solo fruncí el ceño ante sus palabras. «¿No va a decir nada?», curioseó.

Lo vi por encima del hombro. Su cara llena de mugre y sangre de dragón, su pelo rubio revuelto y sucio cayó sobre el rostro cubriendo sus ojos azules. Una capa que cubre su cuerpo. Su espada colgando de su cintura visible porque la capa está rota y despeluzada.

«No tengo nada que decirle, sir León», dije con tristeza. «¿Seguro?» indagó. «¿Qué quieres que diga? ¿No podrás detener mis planes? ¿Crearé el mundo a mi imagen? ¿Qué otra cosa quieres que diga para parecer un villano en tu historia?» me burlé sin gracia.

«Ambos sabemos que no es así, no quiero que digas cosas así. Tus sentimientos, eso quiero».

Sus palabras me cortaron como navajas. «Ni eso, ni pelea. No tendrás nada», mis palabras se sintieron pesadas incluso para mí. Volví mi mirada hacia enfrente, mirándome en un espejo agrietado. Mis ojos rojos con tonos amarillentos mostrando mi dolor. Las bol -

sas negras por ojeras que contrastan con mi pálida piel por la falta de sueño.

Mi pelo negro enredado en sí mismo dándome una apariencia informal bastante desagradable. «No es una opción a la que yo pueda aceptar», explicó con detenimiento.

«Los humanos no son capaces de entender a los dioses porque su imaginación se limita a ustedes mismos. Ven una caja y no tratan de salir de ella, y si lo hacen, como no encuentran lo que quieren, regresan a la caja antes de que esta los abandone. Tienen el potencial, pero como no pueden verlo no lo persiguen, no es mi culpa», repasé en voz alta. Esos eran mis sentimientos, quería que él, mi preciado León, saliera de la caja para estar conmigo. Algo… imposible.

Me giré para verlo frente a frente. Con su pelo ahora recogido, pudiendo ver sus ojos azules brillando en la oscuridad.

Cerré los ojos nuevamente. La oscuridad me tragó y luego vi mi recuerdo. Volví al día que había nacido.

Los árboles gigantes a lo lejos, un pueblo en la ladera de la gran montaña, y yo… en la entrada de una cueva pequeña en donde estaba como huevo. Recuerdo empezar a lloriquear y a gemir.

No entendía el porqué, pero no paré. Seguí así por un buen rato antes de empezar a chillar y gritar. Ahora lo entiendo, el instinto de supervivencia más necesario para gran parte de la vida animal, llamaba a mi madre. Aquella que… nunca apareció.

«Que los verdaderos dioses se apiaden de ti», dijo el Héroe en forma de disculpa obligándome a abrir los ojos. «Yo soy un verdadero dios», dije de manera simple. «No tienes creyentes, Dios Dragón», debatió.

«Yo no necesito creyentes, los falsos dioses sí», refuté con un poco de ira. «Ellos necesitan creyentes para poder crecer en fortaleza, las bestias no son lo suficientemente inteligentes para tener el concepto de ‘adorar a un dios’, y se limita a los humanos».

«¿Y los verdaderos?» preguntó mientras deslizaba su espada fuera de su vaina. «Los verdaderos como yo solo necesitan los corazones palpitantes de los seres vivos, por ende, no necesito que me amen, con que solo tú respires yo ya soy más poderoso que tú», culminé de forma esperanzadora, pero no duró nada. Él no me entendería.

No quiero una pelea épica antes de morir, solo quiero descansar, dejar de sufrir. Dejar de sentir frío bajo el sol. Que la luz desaparezca y la oscuridad me trague como cuando nací.

Se abalanzó sobre mí en menos de un segundo. Sentí cómo su fría espada se deslizó sin esfuerzo entre la carne por debajo del esternón. «¿En serio… en serio no te defenderás?» preguntó con culpa.

Se mordió el labio de la frustración. Acaricié su cara con gentileza. Sentí un poco de lastima por el Héroe, pero no la suficiente. ‘Solo quiero despertar de la pesadilla.’ Mis pensamientos claros en mi cabeza.

«No», reconocí secamente. Pero en ese momento, saqué la espada con mi única mano (la izquierda pues la otra no la tiene). Sin esfuerzo de mi parte, pero no se podía decir lo mismo de él.

Empleó toda su fuerza para seguir empujando la espada. Su poca fuerza humana le quedó más que clara en su cabeza de «Héroe». Puse su espada en mi garganta y la solté.

‘Adiós, viejo conocido’, le transmití directamente a su cabeza. Con una sonrisa me despedí de él y de este mundo. Cerré los ojos poco a poco. Sentí cómo él cargó mi cuerpo y me dejó delicadamente en el suelo. También sentí que puso algo en mis manos y mi pecho. Flores, concluí antes de que la oscuridad me comiera por completo.

Todo ha acabado, pensé con alegría. Pero de repente sentí un cosquilleo que traspasó todo mi «cuerpo». Me di cuenta de que mi cuerpo de carne y hueso ya no estaba, era más energía sobrevolando un campo oscuro. La energía que debería pensar que es mi alma se dobló y transformó, ¿en qué?, no lo sé.

Pasó algo de tiempo y ya no era una oscuridad absoluta, sino que es más como si estuviera por debajo de algo grueso y delgado al mismo tiempo. Mi cuerpo ni siquiera me fue reconocible para mí, pero ya no era más energía. Se escucharon voces hablar de forma irreconocible.

Pero una voz se destacó por encima de las otras, aguda y dulce, posiblemente una mujer joven. Todos los «días» esta mujer me habló o habló hacia otro, pero no me abandonó. Era como siempre había pensado, sería tener una madre.

Lo poco que podía ver se hizo menos, la oscuridad absoluta me devoró por completo, pero la voz de la mujer seguía ahí. Dando fuerza de la nada, como una joven llamada Perla a la que debía demasiado. Los músculos de mis piernas, o eso creo, se excitaron por lo que, por puro instinto como si los músculos se probaran a sí mismos, empecé a patear; eso supongo.

El tiempo siguió pasando e involuntariamente, como las patadas, me empecé a mover de izquierda a derecha y de derecha a izquierda más o menos por día. Durante este tiempo sentí las emociones de la mujer, su dolor, su tristeza y su alegría, bueno, y mucho más. Tras el tiempo, el sentimiento de claustrofobia me invadió y perduró.

Pero me volqué, la mujer rompió en llanto y en jadeos. Un hombre, que estuvo más tiempo que otras voces, ayudó a la mujer. Los gritos de la mujer me rompieron el alma.

Después de un rato la mujer se acostó en algún lugar. Una fuerza tanto interna como externa me empujó hacia afuera de donde estoy. Como si su prioridad fuera sacarme bajo cualquier costo.

Los gritos guturales de la mujer lastimaron mi ahora sensible sistema auditivo. Salí de donde estaba, las voces de otras personas se hicieron presentes. Me pasó una toalla por el cuerpo y abrí los ojos. La vista era borrosa y sin color, sin enfoque, como un recién nacido mamífero. No puedo mover mis extremidades a voluntad.

«Mi bebé precioso», expresó la mujer de siempre fatigada entre jadeos. Pero ¿yo soy su bebé? Ahora tiene sentido. Estaba viviendo la etapa fetal dentro de una madre, como mamífero y no reptil. Como siempre había escuchado.

«Señora, su hijo nació sano. De momento se quedará aquí unos días, más tarde podrá tener visitas», explicó un hombre con bata. «Muchas… gracias doctor», jadeó la mujer, mi madre tal vez.

Obligué a mi cuerpo a enfocar mi vista usando la energía de mi interior, sintiendo el poder de un dragón candente en mi interior, activé, por así decirlo, mis sentidos. Un dolor infernal pasó por mi cuerpo y rápidamente desapareció.

Viendo la claridad del mundo me encuentro con la mirada cansada y adolorida de la mujer a la que debo llamar madre. Sus ojos verdes y

pelo castaño, una sonrisa cansada pero feliz, su blanca tez brillando por la luz del sol que entra por la ventana. Sus orejas puntiagudas no eran humanas sino élficas.

Sabiendo que una elfa no se ve para nada como un humano, sino más como un enano azul de orejas puntiagudas, este no es el mismo mundo en donde era el solitario y «malvado» Dios Dragón. Lo cual me relajó y me angustió, la verdad.

«¿Tienes hambre?» preguntó gentilmente como si hablara con un bebé. Bueno, si lo está haciendo. Siempre supe que los reptiles y mamíferos eran diferentes. Al nacer los reptiles solo se pueden permitir de alimentarse de insectos y el vómito de sus madres. Y los mamíferos solo se alimentan de algo llamado leche, pero nunca he sabido de dónde la sacan.

Pensando de dónde sacará leche para alimentar este frágil cuerpo la mujer abrió la parte del pecho de su bata, a lo cual me quedé sorprendido, aún más cuando me acerqué a él. Sorprendido por las acciones de la mujer, un instinto más poderoso que el de la razón me empujó y empecé a chupar. El líquido del cual nunca he sabido nada como dragón se me fue entregado de una forma algo cuestionable.

Después de un rato, cuando dejé de «comer», más por cargo de conciencia que por necesidad, pues aún tenía algo de hambre, caí profundamente dormido. «Buenas noches, mi precioso bebé».

Tengo la oportunidad de vivir una nueva vida. No sé por qué, pero, puedo hacerlo. La oscuridad deshizo las dudas sobre una nueva vida.

REGALOS IMPRESCINDIBLES

El aceite salpicó y quemó a mamá. «Mierda», maldijo sacudiendo su mano como loca.

«Perdón, bebé, solo, ¡ah! Tu madre comete errores y espero que no me juzgues mucho», dijo en forma de disculpa, pero no fue su culpa.

El aceite solo salpicó, y si fuera porque maldijo está bien, todos lo hacen. Pero bueno, ya han pasado 11 meses, 3 semanas y 6 días desde que nací y pude confirmar que no estoy en el mismo mundo que fui Dios Dragón.

Mi madre me enseñó algunas cosas en este tiempo, como especies que no conocía antes, a pesar de ser un dragón de 5000 años. También pude ver un mapa del continente y no lo pude reconocer.

«¡Ahí está la cena! Di: Ah», dijo con una gran sonrisa mientras se sentaba. Abrí la boca y dije ah, tal y como dijo ella. Puso la cuchara en mis labios y la sopa me quemó. Por impulso empecé a llorar en contra de mi voluntad.

«¡Lo siento, bebé! ¡Lo siento mucho! ¡Perdóname, bebé!» chilló con ternura a la vez que tiró la cuchara al aire. Me levantó de la silla donde me había sentado antes. Me empezó a acunar mientras susurraba: «Perdóname, perdóname, bebé. Tu madre es una tonta, perdóname». Como si tuviera miedo a perderme o que me fuera si no la perdonara. Dejé de llorar, pero no me soltó, simplemente me siguió meciendo.

Después de un rato, me dejó en la silla nuevamente y cogió otra cuchara y verificó que no estuviera caliente. «Di: Ah», dijo desanimada, como si hubiera fallado alguna prueba.

Lo hice nuevamente y sentí la tibia sopa deslizarse dentro de mí. Lo cual me hizo recordar mi primera comida como dragón. Una serpiente marina, me acuerdo de haber tragado mucha agua solo para comer esa mierda cruda. Pero eso ya no es necesario, ahora tengo a mi madre la cual es encantadora.

«Mañana es tu primer cumpleaños, así que daremos un pequeño paseo cuando despiertes» –dio un suspiro–. «Ya es hora de dormir», expresó con una sonrisa decaída.

Me cargó suavemente y nos fuimos al cuarto. La casa vieja y descuidada solo se vio reflejada no importa a donde miraras. Mamá se acostó sobre la cama y me dejó entre sus brazos. La cama rechinó y tambaleó un poquito.

Se quedó dormida rápidamente. Admirando su bello rostro dormido, intenté escapar, pero fue en vano. Giré para quedar frente al espejo de la habitación.

Mis ojos verdes como mi madre y pelo negro como en mi vida anterior. Nunca en estos 11 meses conocí a mi padre, solo al mejor amigo de mamá. Él es rubio de ojos azules y bastante musculoso como el Héroe, lo que me dio un malestar cuando lo conocí, pero fue bueno.

Pero aún hay algo que me molesta, mi madre aún no me ha dado un nombre. Como en mi vida pasada, no tengo nombre.

Dormí un poco incómodo, pero bueno, la molestia de no tener un nombre fue opacada por la idea de que tal vez mi madre estaba pensando en el nombre perfecto. Lo que me llevó a recordar mi vida como dragón.

Recuerdo estar encadenado en la plaza de la ciudad humana/dragón más grande. Humanos y dragones me tiraban cosas como piedras y palos. «Dragón sin nombre», me llamó un humano con bata blanca, un sacerdote del templo. «No te sientas mal por haber nacido mal». Todos se rieron de sus palabras.

La ira crecía en mi interior como una ardiente llama. Cada vez me tiran más cosas como espadas y lanzas. Sentí cómo mis escamas cedían ante el acero, cómo perforaban mi carne por debajo de ellas. La sangre se deslizó por mi hocico, bajé la mirada solo para ver algunos de mis colmillos tirados como basura.

Vomité sangre en dirección al sacerdote. «Uy, cuidado, que vas a disparar fuego», se burló. Los dragones no tienen la capacidad de escupir fuego ni nada, solo un Dios Dragón podría hacer eso.

La rabia y el odio me consumieron por completo. El fuego en mi interior se avivó y recorrió todo mi cuerpo. La risa de los cientos

de personas y dragones en la plaza se silenció. Extendí mis alas, el fuego se filtró a través de mi carne y mis escamas y me cubrió en mi totalidad. Escupí una llamarada al sacerdote y desapareció junto a un chillido.

Las cadenas cedieron ante las llamas en mis patas. Me enderecé y caminé recto para quedar frente al rey humano. Sus ojos cafés se clavaron en mí con miedo. Solamente dijo: «¡Arrodíllense ante Dios Dragón!» me dio un nombre basado en mi poder y en el miedo que le generé. Quería respeto, pero lo que obtuve fue miedo.

«¿Ya te despertaste?» preguntó mi madre renovada. Di un fuerte bostezo que confirmó su pregunta. Me levantó de la cama y me bañó con agua caliente. Me vistió y dijo: «Vamos a dar nuestro paseo».

Salimos de casa, la neblina y la oscuridad aún estaban presentes, pero el sol se asomó de poco en poco. Caminamos –bueno, mamá caminó mientras me cargaba– y llegamos a un risco.

«Este es mi regalo para ti», dijo, sacó una pequeña bolsa de su bolsillo. La abrió y sacó un collar de una espada y piedras verdes como sus ojos. El primer regalo de mamá, pensé algo feliz.

«Lo siento por no darte un nombre todavía», expresó triste. La sinceridad de sus palabras la sentí como ninguna otra en el pasado. Algo que renovaba mi corazón anciano de 5000 años.

Me giré un poco y vi su rostro a punto de romper en llanto, por primera vez en este año. Se sentó sobre el césped al lado del risco y me sentó en su regazo para quedar viendo los dos el amanecer. Me puso el collar antes de decir: «Te queda algo grande», señaló con una risita entre dientes. «Pero ya crecerás», dijo.

«A veces siento que todo es muy oscuro», dijo. Aunque no la viera sabía que estaba aguantando las ganas de llorar. «Tú eres la única luz en mi camino...» se quedó pensando.

«¡Eso es! ¡Luz!» gritó. Me volvió a agarrar y se levantó. «¿Luz, luz, luz...? ¡Lumen!» expresó llena de alegría. Me miró directamente a los ojos y dijo con una gran sonrisa: «Ese es tu nombre. Lumen Chilt».

Mi madre me dio un nombre, uno basado en sus esperanzas y alegría. Junto al collar de plata, un regalo que guardaré como mi mayor tesoro. Quien insulte mi nombre, morirá, pensé.

Las lágrimas rodaron por su rostro, su sonrisa genuina me llenó de calidez. «Mamá», dije torpemente. No pudo reprimir su sorpresa al escuchar mis palabras.

Pero rápidamente se alegró y exclamó: «¡Sí, bebé, soy mamá! Mi pequeña luz, mi pequeño Lumen, soy mamá». Me abrazó con fuerza y giró para caminar de regreso por donde vinimos. Me quedé viendo fijamente al amanecer. La felicidad me inundó por completo. Mis primeras palabras habrán alegrado a mamá, reflexioné, lo que me puso feliz.

Siempre había pensado que la oscuridad y la tristeza irán por donde pase yo, pero ahora, una vez más en mi longeva existencia, sé que no es así.

3

SISTEMA MÁGICO

Han pasado 4 años desde que nací y traje felicidad a la vida de mamá. Y ahora ya no sé qué hacer con mi corta vida. A veces he pensado en abandonar este viejo cascarón llamado casa, pero este viejo lugar le pertenece a mamá.

«Te noto aburrido, Lumen», dijo mamá observándome fijamente. Su voz tan dulce como siempre, pudiendo poner de color mi día gris. «Quiero hacer algo diferente hoy», contesté en seco, desanimado.

Ella solo se paró de su silla y se fue al cuarto, yo solo suspiré. Pensando en qué haría esta mujer por mí y para satisfacerme, salió con un libro en las manos.

Solté un bostezo amargo mientras me levantaba para salir al jardín. «No vas a ningún lado, dijiste que querías algo diferente», expuso gentilmente.

Chasqueé mi lengua mientras me di media vuelta para verla. Sentada en la mesa circular donde comemos con el libro encima de la mesa. Fui y me senté. La luz del sol que entra por la ventana detrás de ella hizo que su cabello castaño claro brillara, o tal vez solo sea mi imaginación.

«Hoy aprenderás lo básico de la magia», dijo después de un rato en silencio inspeccionándome. Sentí cómo mis ojos se abrieron y brillaron con interés mientras que ella se aguantó la risa por verme así.

Abrió el libro. «Mira», señaló. Como si un libro de medicina se tratara, hay un cuerpo humano en varias formas mostrando su anatomía.

«El maná está en el ambiente y lo respiramos junto al oxígeno»–pasó la página–. «En los pulmones hay unos pequeños sacos que dividen el aire del maná. El maná se dirige al núcleo interno que está ubicado en el corazón donde es purificado. Luego va al núcleo externo, que es como un almacén, que está en el esternón, de ahí va por todo el cuerpo. Cuando recorre todo el cuerpo se va ensu -

Dios Dragón vivió una vida algo complicada desde que nació, pero después de morir tiene una nueva oportunidad, una esperanza. Nacido como humano, se embarca en un mundo desconocido para él con el fin de poder ser feliz y no quedarse solo como en su triste y desolada vida pasada.

Dios Dragón

Dios Dragón, aquel luminoso ser, abre tus alas al gran cielo azul; acaba con aquellos que puedas ver, hazlos arder en tu hermosa luz.

Tu amor de pasión, tus acciones con actitud, tus palabras de compasión, tus regalos de gratitud.

Tu conocimiento y sabiduría tan ambiguos, las escamas negras que portas tan antiguas hacen de mí tu fiel seguidor, un ser magnífico de amor.

Por eso te pido pequeñísimo favor, que los pecados huyan con pavor y que los que siguen tu luz en la senda encuentren una manera de ser una leyenda.

Aquel que te ama, Que por ti mata: Tu caballero de plata.

Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.