La torre de las brujas Carubia
H
abía una vez un marqués que vivía con sus hijas en un grande y lujoso castillo, el cual se
encontraba en medio de la naturaleza. Cuando las niñas eran pequeñas, el hombre se quedó viudo; desde entonces, cuidaría de sus tesoros con gran esmero. Para extrañeza de todos, el marqués anunció su nuevo casamiento con una mujer nunca antes vista en la región; y aunque nadie conocía a la elegida, el hidalgo estaba deslumbrado con su belleza y sus buenos modales. Meses más tarde se celebró la boda, y la dama bonita se convirtió en la nueva marquesa. En las siguientes semanas, las hijas del buen hombre sentían pena de su protector, quien cada día se veía más dominado por su esposa.
Pasaron los meses, y la marquesa ya no se mostraba amable con sus hijastras. Entonces, preparó un plan para deshacerse de sus dos rivales. En una noche de luna llena, la dama le puso a sus bebidas unas gotas de un somnífero muy fuerte. Las hermanas, dominadas por el sueño, decidieron irse a la cama más temprano de lo acostumbrado, pero antes besaron a su padre y les desearon buenas noches a él y a la poca querida madrastra. En el castillo reinaba el silencio. La marquesa se dirigió a hurtadillas hasta donde dormían profundamente las chavalas. Después de echar un vistazo a sus alrededores, se arrancó un cabello de
la cabeza y dijo unas palabras mágicas. Al momento se presentó su escoba voladora, y mientras la apretaba con rudeza entre sus manos, su rostro se fue transformando en una vieja arrugada, de nariz larga y encorvada. Ahora era una horripilante figura que, con solo mirarla, le erizaba la piel a cualquiera. La bruja fea fue ágil, subió a las doncellas sobre su escoba y echó a volar, atravesando las paredes del castillo, que se abrían y cerraban a su paso. En un árbol, una lechuza hambrienta, trataba de atrapar a
una presa. Reconociendo a la dominante viajera, que se acercaba, comenzó a volar de inmediato. Asustada se sintió la cazadora, entró en pánico y su barriga saltaba; entonces, sus excrementos salieron sin control, salpicando la cara de la malhechora, quien gritó con soberbia: —¡Cuando regrese te voy a aniquilar! Pero la lechuza ya había desaparecido entre los árboles. La mujer espantosa se detuvo para lavar su cara sucia, dejando a las jóvenes en la hierba. Se adentró en el espeso bosque, y con las hojas mojadas por el rocío de la noche, se limpió el rostro. De regreso escuchó ruidos, y se detuvo a observar el ambiente con cautela. En el mismo sitio, un joven cazaba mariposas nocturnas para su colección. Tropezando con las doncellas dormidas, intentó despertarlas, pero sucedió que ellas no reaccionaron, por lo que llamó a los hombres que le acompañaban. La hechicera salió de su escondite y se detuvo frente al joven, quien, al verla, se quedó espantado. La vieja arrugada y con la nariz encorvada, en un segundo transformó al muchacho en un viejo indefenso y casi ciego. Después, con todos sobre su escoba, prosiguió su viaje.
Durante la travesía, la horrible figura fue creando nuevos planes, ahora dejaría el anciano al cuidado de un rebaño de animales, y convertiría a las hijastras en cabras para incluirlas al grupo. Sonriendo exclamó: —¡Donde los voy a llevar, no podrán vivir por mucho tiempo, todos morirán!
Entre tanto, los hombres buscaron sin descanso al desaparecido en el oscuro bosque, pero al duque no encontraron. La vieja, al llegar a unas lejanas montañas, sacudió la escoba, tirando al suelo a las criaturas indefensas. Antes de irse transformó a las doncellas en cabritas; a la más joven le lanzó con rabia una pequeña piedra
multicolor, dejándola ciega de un ojo. La mujer espantosa fue sacando de su saco patatas cocidas, las cuales, tirándolas al viento, se convirtieron en cabras. Después regresó al castillo, donde todos dormían bajo el poder de su encantamiento. Al día siguiente, el padre, angustiado por la desaparición de sus hijas, ordenó a todos los hombres del castillo que buscaran sin descanso a sus queridas muchachas. Durante semanas, los soldados intentaron conseguir una pista, que los llevara hasta las hermanas. Finalmente, el padre, entre lágrimas, suspendió la búsqueda; había perdido la esperanza de volver a ver a sus hijas, vivas. «Al fin me he librado de ellas», pensó la dama fina de dos caras; una cara, que parecía muy buena y la otra realmente mala. Pronto, la dama bonita no estuvo satisfecha con ser la esposa de un marqués amargado, pues quería ser la dueña de todas sus riquezas y de todo el poder. Poco después, el marqués enfermó; cada día su estado de salud fue más preocupante. Los médicos más famosos del mundo se presentaron, pero ninguno podía explicar la caída repentina de su alteza, mucho
menos, curarle. Solamente la esposa, fingiendo cuidar bien de su marido, sabía, sí, ella sabía...
En otra parte del país, un nuevo acontecimiento conmovió a las personas del pueblo, preocupando en gran manera a los de la grandeza. Ocurrió que, en una pequeña comarca, enclavada en plena serranía, Ernesto, un niño de ojos azules, gozaba animado de su infancia. Su padre, especialista para la reforestación, recibió el llamado del conde de un distrito lejano, y se puso a su servicio. El noble ordenó construirle una casa en el pueblo donde gobernaba, y cuando estuvo lista, la familia se dirigió al nuevo destino.
ISBN 978-84-18942-39-6
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788418
942396
Una mujer, que nadie conocía, le dio un giro inesperado a la vida de varias familias. En un lugar lejano, un grupo de infelices consiguió darle fin al hechizo que había caído sobre ellos. Gracias a la amistad; la confianza; y un toque mágico, regresaron a sus hogares. El que quiera hacer un viaje con alas de fantasía, aprenderá con esta historia, del valor y la empatía.