

Filippelos era un ser bastante extravagante y peculiar. Su cuerpo estaba cubierto de pelos, y de ahí el porqué de su nombre.
Al verlo, era elegante y presuntuoso. No era humano, sin embargo, era alto como uno. No era gato, pero se veía como uno. Se podría decir que era un enorme gato parlante.
Siempre miraba a todos con desdén y casi nada lo inmutaba. Su mejor amigo, Fantoso, otro gato gigantesco, era el único capaz de sacar su lado afectuoso.
Un día, Filippelos salió a pasear por el parque y se encontró con una gran libélula que captó de inmediato toda su atención, hasta el punto de empezar a acercarse lentamente a ella. Pero lo que él no sabía era que esta libélula ya le guardaba rencor desde hace bastante tiempo, por ser siempre tan elegante y presuntuoso.
La libélula, conocida como Chipis, se encargó de que
Filippelos la siguiera sin que este se fijara por dónde iba, para desorientarlo, y así dejarlo perdido en tierras extrañas.
Filippelos la persiguió contento y entusiasmado sin darse cuenta de que ya habían pasado tres días seguidos.
Sin embargo, como no era común que él saliera a vagar, inmediatamente se encontró perdido en un sitio rodeado de vegetación, sin rastros del camino por donde había venido.
A pesar de su apariencia elegante y presuntuosa, Filippelos, en realidad, no era más que un gatote bastante torpe, sensible y asustadizo, así que no tardó mucho en echarse a llorar sin consuelo, esperando que alguien le oyese y lo ayudase.
La niebla empezaba a ponerse cada vez más densa a medida que oscurecía, y el silencio predominante se le hizo insoportable.